Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Ave Fénix por Tavita

[Reviews - 15]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Comos siempre, los personajes a la grande de Yamane Ayano.

 

Espero sus comentarios! ;) 

Tao había cumplido los 18 años en pleno periodo escolar, cuando aun estaba en el internado a dos meses de terminar el último curso de la preparatoria. Si bien no había tenido tiempo para volver a la residencia Liu y celebrar en familia su mayoría de edad y la finalización de los cursos de preparatoria, ya había conversado qué es lo que sería de él luego de terminada la época escolar. Una de las cosas que estaba pensando era entrar en la escuela de negocios de la Universidad de Hong Kong y comenzar una pasantía en las inversiones Arbatov en Macao. Todo había sido conversado con anterioridad, luego de la finalización de los trabajos de la refinería de petróleo habían tenido más tiempo de pensar en el futuro. El mismo Fei Long se dio cuenta que no podía disponer del tiempo del muchacho ahora que estaba creciendo, Tao, agradecido y confiado en las decisiones de su salvador, había aceptado gustoso los planes de estudios, de vida y la responsabilidad que pensaban entregarle luego de terminado los estudios

 

-“algunas de las empresas quedarán en manos de los hijos de Makzimilian”- había dicho Mikhail poniendo su mano sobre el hombro derecho del muchacho, Tao lo escuchó atentamente al tiempo que Fei Long miraba a Mikhail con la frente arrugada, siempre había pensado en dicho plan para que el muchacho manejara las empresas Liu, no las inversiones Arbatov-“sin embargo, los negocios de Macao pueden ser manejados sin ningún problema desde Hong Kong”- asintió.

 

Las palabras de Mikhail fueron como un bálsamo en lo que significaba para ambos aquella decisión que el ruso estaba planteando tan a la ligera. Tao se pudo dar cuenta de aquella alegría que veía en la faz de su amo, ahora convertido en su familia y un sentimiento de cuidado y protección lo invadió con fuerza, como si perteneciera a algo más grande que sí mismo. Por una fracción de segundo se imaginó su futuro si Laoban Liu no se hubiese apiadado de su situación; abandonado en los puertos de Hong Kong estaría condenado a una vida de miseria, perdido entre las bandas y pandillas que sobreviven en medio de la crueldad de la ciudad. Sin embargo, él era el futuro de las industrias Liu, de las inversiones Arbatov y sería el que las potenciara cuando ni Mikhail ni Fei Long estuvieran para poder ayudarlo.

 

El muchacho, que no se había cambiado de su uniforme de internado, terminó de servir la bandeja con té verde tal como se la preparara a Fei Long cuando estaba a cargo del servicio de su habitación. Mientras seguía perdido en aquellos pensamientos, decidió disfrutar la maravilla de su suerte y el honor que debía demostrar para los cuidados que el jefe de la tríada había tenido con él. Miró la hora del reloj de la amplia cocina al tiempo que la cocinera le sonreía con cariño desde el otro extremo del mesón; los sirvientes también sabían de aquellos gestos de cariño del que fuera un niño al que, ahora, consideraba su padre y mentor.

 

-Laoban ya llegó, señorito Tao- habló la mucama, dejarían que él le diera la sorpresa tal como se los había pedido- no viene con el señor Mikhail

-no?- preguntó, preocupado- ¿Y por qué no?

-al parecer tuvo un viaje importante que hacer a último momento a Moscú- le dijo mostrando el informe de la residencia- el señor estará solo esta noche, Xiao-Tao

Tao asintió agradecido por la información. Les indicó a todos que se fueran a sus dependencias, él se haría cargo de la atención de Laoban durante el resto de la noche. Tomó la bandeja preparada, se miró en el espejo que se encontraba frente a la salida de la cocina y decidió que no importaba que estuviera tan desarreglado, sus ojos negros le sonrieron al tiempo que pasaba revista por su traje todo arrugado y el cabello –corto y negro- le caía tapando los ojos ahora que estaba más largo que lo normal. Antes de que terminaran las clases había decidido que, al igual que su maestro, se lo dejaría tan largo como pudiese.

 

Cuando entrara en la habitación de Fei Long, los colores ocres del atardecer lo recibieron con esa cercanía que le dio la bienvenida al lugar que consideraba su hogar. En una de las mesas que daba al poniente, Fei Long estaba sentado leyendo el periódico de media tarde mientras esperaba que le trajeran la cena. Lamentaba que Mikhail no lo pudiera acompañar aquel fin de semana largo de la misma manera que le molestaba el hecho de que Tao no pudiera estar en la casa por pruebas atrasadas. Tal como el muchacho les había indicado, ninguno de los sirvientes le había dicho que él, en realidad, estaría para hacerle compañía.

 

Lo sobrecogió esa aura de tranquilidad y desolación que a veces iluminaba a su amo. Siempre parecía un espejismo de algún cuadro de realismo clásico con óleos que resaltaban luces y sombras, un cuadro invaluable y que por su perfección, brillaba con luz propia. Cuando se volteó y notó quién entraba, sus ojos color ámbar se iluminaron con cariño y esa expresión de orgullo que siempre ponía cuando lo veía.

 

-¡Has venido, después de todo!- exclamó con alegría. Tao le respondió con una sonrisa amplia y se le acercó con la bandeja de la cena preparada con la misma delicadeza con que siempre le había servido. Fei Long se levantó para abrazarlo con regocijo y lo apretó con aquel cariño que los años de cuidado habían forjado en él. Tao cerró los ojos con avidez, sintiendo el calor de aquel abrazo protector al mismo tiempo que sentía cómo el aroma suave y delicado a jazmín se adentraba por su nariz apegándose en su paladar. Cuando se alejó para mirarlo, notó las mejillas sonrojadas de Tao al tiempo que se perdía en el maravilloso aroma de su maestro.

 

-¡Dios, cómo has crecido!- le dijo mientras lo miraba, con orgullo

 

-no me ha visto hace mucho, Laoban- le dijo inclinándose para saludarlo- creo que por eso me ve más alto

 

-estás más grande… todo un hombre, además- dijo asintiendo para volver a su asiento.

El pequeño Tao, en realidad, casi tenía su porte de lo grande que estaba y de lo mucho que había crecido. Parecía más fuerte, erguido y seguro de sí mismo, y qué orgullo sentía por verlo de esa manera. - ¿Cómo están las calificaciones?

 

-muy buenas, Laoban- contestó con el mismo entusiasmo que ponía a los 10 años. Rápidamente sacó la libreta de calificaciones y se las entregó, casi puros 10 le indicaban que, por lejos, el muchacho estaba dentro de los primeros de su clases, si es que no era el primero. Las notas de los profesores, al final, hablaban de alguien capaz de trabajar en grupo, concentrado, esforzado y un líder natural.

-¡Vaya!- dijo asintiendo. Recordaba que él, a pesar de mucho esfuerzo que pusiera, nunca presentó unas notas como estas a su propio padre- sí que te ha ido bien este año

 

-es que son las calificaciones que cuentan para postular a los programas de la universidad, Laoban- contestó entusiasmado. Sentado a su lado, disfrutando de aquella tarde a solas, podía sentir que volvía a los días en los cuales eran sólo ellos dos- como conversamos la otra vez, me interesa mucho poder entrar a la escuela de negocios en Hong Kong…

 

-la escuela de negocios es una magnífica opción, Tao- asintió Fei Long bebiendo de su té recién preparado- pero también estás en tu derecho de elegir cualquier otro plan que te parezca mejor opción- habló con la mayor sinceridad que podría permitirse con el muchacho. Ahora no era sólo un sirviente, Tao era el heredero del imperio Liu.

 

-siempre estaré dispuesto a hacerlo feliz, Laoban- contestó el muchacho sin apenas pensar. Con la convicción y vehemencia que ponía cuando de Fei Long se trataba- si eso implica ir a la escuela de negocios, iré encantado. Para mí no es ningún problema.

 

Fei Long sonrió con candor y asintió mientras bebía de su té y miraba, nuevamente, las calificaciones desde el internado. Cuando mirara a Tao de reojo, se fijó que el muchacho lo contemplaba con atención, con la misma idolatría pura y sincera que siempre demostró. Por un momento, casi como si se tratase de un gran descubrimiento a pesar de que siempre estuviese frente a sus ojos se dio cuenta de una verdad que para el resto era lo más natural del mundo, como respirar; para Tao él era su salvador, su familia, el defensor de su infancia y de su desarrollo como persona, Fei Long para el muchacho era un ejemplo, un orgullo y fuente de honor en su existencia, como si su destino, oscuro y sombrío en su momento, brillara gracias a un sol único llamado Laoban Liu.

 

Aquel descubrimiento lo sobrecogió en su esencia más profunda. La responsabilidad de ser quien mantiene vivo a alguien es un choque que puede compararse con ser padre, aun cuando aquella emoción, sabía, no era la que lo embargaba, pudo entender que el sentimiento que tenía en ese momento se parecía mucho a él.

 

-creo que, dadas estas notas, te mereces un regalo, Xiao Tao- dijo, finalmente. Decidido a entregar alegría a aquel muchacho de quien se sentía responsable. La cara de niño de Tao se iluminó–pareciera que sus rasgos nunca cambiarían, a pesar de que comenzaba a entrar a la edad adulta- además, ya eres un hombre. Te mereces pedir cualquier cosa que pueda entregarte yo.

 

Aquella última frase Tao la vio como una oportunidad única, la posibilidad de poder pedir a Laoban aquello que él mismo no se permitió soñar en el momento en que notó cómo los sentimientos lo confundían a pesar de la distancia y el tiempo. Algo que sólo Laoban Liu podría entregarle era un anhelo que había mantenido escondido durante mucho tiempo, en el silencio del internado, en los momentos de meditación y cuando volvía a la residencia para las vacaciones se daba cuenta cómo el corazón lo tenía lleno de aquel hombre misterioso y de quien estaba profundamente agradecido. Sin embargo, cuando su mirada nuevamente se posó en la imagen perfecta de quien consideraba el hombre más guapo del mundo, se dio cuenta cómo su pecho se achicaba para dejarlo sin respiración y las dudas y el miedo se alojaron en su mente.

No se merecía tener nada de Fei Long, no era digno de sus abrazos, de sus atenciones. Aquel sentimiento que lo embargaba era una deshonra luego de todo lo que había hecho por él, desearlo de esa manera, pensar que podría ser digno de acompañar sus días en una posición que iba más allá de la de sirviente, era una herejía. Si pensaba que podría pedirle algo que lo hiciera realmente feliz, al menos como él pensaba que podía serlo, era traspasar un límite que no debía ser traspasado.

 

-no soy merecedor de nada, Laoban- dijo mirando a otro lado, intentando que la mirada de Fei Long no descubriera aquel secreto que tan celosamente había guardado por tanto tiempo. Sin embargo, temía que, siendo débil de carácter como era, lo descubrieran en un atrevimiento que, además de ser insensato, circundaba lo profano.

 

-te mereces cualquier cosa, mi pequeño Tao- contestó Fei Long, preocupado. ¿Qué era lo que el muchacho consideraba como indigno de merecer? Él, quien tenía un corazón puro como nadie, con la inocencia de la infancia protegida y con la disposición a un agradecimiento que, desmedido, era leal y honorable- pero por sobre todo, te mereces ser feliz… si yo pudiera darte aquella felicidad, no tengas duda en que te la entregaría en bandeja.

 

Tao contuvo la respiración notando cómo la sangre se acumulaba en los finos capilares que envolvían sus mejillas delicadas. Sintió vergüenza al notar cómo la sola idea de atreverse a conversarle lo angustiaba… aquella petición no tenía vuelta atrás, revelar su secreto significaba que no podría volver a mirar a Fei Long como lo hiciera hasta ahora y su amo tampoco lo percibiría de la misma manera… ¿Sería posible decirle algo que, sabía, cambiaría todo lo que habían construido hasta ahora?

 

Aquel dolor, nacido por la disyuntiva a la cual se estaba enfrentando, fue demasiado claro para Fei Long, quien, preocupado como siempre del muchacho, alargó su mano para tomar el antebrazo derecho al tiempo que lo animaba a que le contara

 

-¿cuándo hemos tenido un secreto entre nosotros, Tao?- le preguntó, preocupado y algo dolido- ¿Qué es lo que no me quieres decir?

 

-Laoban- dijo con esfuerzo luego asintió para retirarle la mano, lentamente. Un gesto necesario pero que, se dio cuenta, dolió a Fei Long.- No puedo pedirle aquello que me haría feliz… jamás podría hacerlo

 

Aquellas palabras asombraron al jefe de la tríada, ahora flamante magnate del régimen chino.

 

-¿Quieres decir que no soy digno de tu confianza, Tao?- dijo, ofendido

 

-¡Por supuesto que no!- contestó, alarmado pero entendiendo que, aquello que solicitaría estaba tan fuera de su alcance, tan fuera de contexto que ni siquiera el propio Fei Long era capaz de imaginárselo… era indigno, eso es lo que pasaba, era indigno y completamente alejado del nivel de su amo- es solo que estoy cansado- dijo levantándose de la mesa sin terminar su comida- creo que lo mejor será irme a acostar… hablamos mañana

 

Fei Long entrecerró los ojos y asintió sin decir palabras. La verdad es que en el brillo de sus ojos pudo notar la frialdad que lo había embargado luego de las palabras que le había entregado. Palabras que habían dejado una herida delicada y punzante en medio de su pecho.

 

Tao salió corriendo de la habitación. Sin mirar atrás cruzó la galería que daba al patio interior y, sin notar que el sol se escondía en el horizonte, entró a su habitación cerrando las puertas a su espalda, se apoyó en la madera que, en contraste con su piel, notó fría. Al mismo tiempo que llegaban las sombras nocturnas y el sonido delicado de grillos que anunciaban la llegada de las noches veraniegas de finales del año escolar, cerrando los ojos, el muchacho decidió poner su corazón en calma. Estaba acalorado, confundido y profundamente triste. Bajó la mirada mientras un par de lágrimas rodaban por sus mejillas, bajó sus hombros en forma de resignación. No sólo no había sido capaz de decir aquel secreto que lo mataba, sino que, por no querer hacerlo, había herido a Fei Long en lo más profundo.

 

Dejó que el muchacho se fuera sin demandar que se quedara, aun sabiendo que a una sola palabra de él, Tao obedecería. No lo hizo principalmente porque estaba molesto y, con bastantes problemas para poder controlar su temple, decidió darse tiempo de pensar sobre aquella escena. El muchacho había crecido, no era posible mantenerlo a su lado como su asistente de por vida, de la misma manera que no era posible que se contentara con ser visto como un accesorio más. Aquel cambio dependía de él mismo, pero también de entender las necesidades del muchacho, algo a lo que no estaba del todo acostumbrado, era necesario poder darle aquel tipo de libertad y encaminarlo a que creara su propia vida, confiado en que pueda manejarla… Pero, ¿Qué significaban esas palabras? ¿Acaso había algo que Tao no estaba dispuesto a decirle?

 

La individualidad del muchacho jamás había sido demostrada en ese nivel. Ahora que lo pensaba, no había absolutamente nada tan terrible que no quisiera saber de aquel niño que, ahora ya crecido, era el niño de sus ojos, el hijo que nunca tendría. Con estos pensamientos, Fei Long decidió subir a sus habitaciones apenas el sol se fuera por completo del lugar mientras se perdía en sus propios pensamientos. Las palabras de Tao lo habían molestado, pero no en lo que se refería a la desobediencia, como había pensado en primera instancia. Se había molestado porque se dio cuenta cómo ya no le pertenecía como antes cuando su dependencia era completa. El camino que había llevado estos años mostraba al muchacho, antes un niño, ahora como todo un adulto.

-abre la puerta, Tao- dijo, al otro lado de la madera en la cual Tao estaba apoyado- quiero hablar contigo

 

El muchacho, triste como estaba, se dio cuenta que había pasado la última hora en la misma posición, dejando que las lágrimas cayeran por sus mejillas al tiempo que sus pensamientos divagaran en medio de su tristeza. Se dio cuenta que el tono de Fei Long no estaba impregnado con el enojo ni con la impronta de la orden que antes utilizaba, si no con él, sí con otros empleados. Era un tono dulce pero firme que le indicaba que se reconocía que había obrado mal y que era necesario remediarlo de la mejor manera posible.

 

-¿Laoban?- habló desde su lado- … qué hace acá, Laoban..

 

-quiero hablarte- le dijo manejando su voz, controlando su carácter- no puedes salir corriendo sin que me digas qué pasa… ábreme

 

-no… no puedo, Laoban

 

Fei Long entrecerró los ojos concentrando su mirada en el cerrojo, como si aquello pudiera abrir la puerta sin problemas. Respiró hondo y decidió golpear nuevamente la madera, en tono de llamado, pero más fuerte que la vez anterior. Ahora decidido a utilizar su autoridad si fuera necesario.

 

-es una orden, Tao. Es mejor que abras ahora si no quieres que eche abajo la puerta. Abre ahora - habló con tono serio, firme y sin exageraciones. Al otro lado pudo escuchar cómo Tao se movía, notando la duda que había generado su palabra.

De la misma manera que lo hiciera desde pequeño, Tao decidió abrir la puerta haciendo caso a la orden que se le daba y dejó pasar a Fei Long. Cuando la magnífica figura del dragón pasara, cerró la puerta y prendió la luz intentando no mirar directamente a los ojos del hombre.

 

-quiero que me expliques qué es lo que pasó allá abajo.- habló con claridad, con prestancia e intentando que no le molestara el hecho de que Tao no lo mirara directamente. El muchacho levantó la cabeza mirando a un punto detrás de su amo, no quería que lo contemplara tan claramente como siempre lo hacía, que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo en su interior. Aun así, con la necesidad que tenía de esconder sus sentimientos, no fue capaz de mentirle y nuevamente calló bajando su mirada a sus pies.- ¿no dirás nada?

 

-no puedo – fue lo que se atrevió a contestar. Si algo no hacía era mentir, menos a él quien era su modelo a seguir.

 

-¿No puedes?- Fei Long entrecerró sus ojos color ámbar y se le acercó, ahora enojado. – cómo es que no puedes?- volvió a preguntar para adelantarse y tomarlo por los hombros.

 

Tao se asustó ante el movimiento tan bien estudiado de Fei Long y luego no pudo resistir la cercanía. Inevitablemente tuvo que levantar la vista para quedarse prendado de aquella imagen traída de uno de sus sueños. El rostro bello y perfecto, fuerte y decidido enmarcado en su cabello negro azabache, como si de una película antigua se tratara. El muchacho enrojeció, se dejó llevar por el agarre de Fei Long, por su cercanía, por su aroma que lo envolvió tentando al destino y, sin mediar aviso, se empinó casi sin esfuerzo para llegar a tocar los labios perlados del chino.

 

Fei Long no alcanzó a darse cuenta de lo que sucedía sino hasta medio segundo antes de que el muchacho se empinara. Entonces comprendió lo que pasaba, la petición que tan inocentemente había entregado no podía ser contestada. Aquel muchacho desvalido pero fuerte, joven, confundido y con un amor tan profundamente leal, estaba ligado a él por más que el agradecimiento, sino que también por el sentimiento del primer amor juvenil.

 

Intentó alejarlo, primero por el miedo de lo que significaba aquello y luego por la reacción que su propio cuerpo tenía ante el muchacho. En la medida que buscaba alejarlo, más se enredaba en la piel de él, abrió la boca como protesta, pero los labios y la lengua de Tao se adentraron con inexperiencia y necesidad, su sabor parecía que lo describiera con perfecta sincronía. En su mente, entonces, donde estaba la figura de Mikhail –la primera figura que evocó al darse cuenta de lo que estaba sucediendo- se fue dibujando la presencia de quien fuera su protegido para dar paso a un muchacho deseable.

 

Cuando se separara, se dio cuenta de lo excitado que estaba el muchacho y cómo él mismo había respondido a dicha excitación. Intentó negar aquello pero al ver cómo el muchacho volvía al ataque, no pudo evitar recibirlo con el deseo recién despertado. Ahora lo tomó por la nuca, tomó su cintura deslizando su mano por debajo del cinturón para tocar su piel alrededor de los glúteos, ingresó en su boca, con necesidad, con curiosidad y con deseo al tiempo que le desordenaba el cabello. Lo acorraló en la pared y, mientras le sacaba la camisa, decidió, con la misma lógica que utilizara en los tiempos que era un hombre soltero, disfrutar de un premio que se entregaba de esa manera. Acercó su miembro al muchacho, desabrochó los pantalones, y, aun cuando intentó calmarse para pensar bien lo que estaba haciendo, aquel momento de claridad le duró poco al darse cuenta que la resistencia que él ponía para tomar la decisión de apropiarse de aquel cuerpo, el muchacho la desechaba para entregarse sin condiciones a una decisión que hace tiempo había tomado.

 

Lo volvió a besar al tiempo que, desnudo, lo apresaba en la pared y se sacaba su propia ropa. Con la misma obediencia con la cual le servía, Tao recibía de su amo aquello que quisiera entregarle, podía sentir su cuerpo bien trabajado, fuerte y con presencia que lo dominaba, sin temor, se dejó coger y disfrutó tanto del dolor como el placer de sentir aquel miembro entrando en su interior. Gimieron al unísono, primero con pudor al saber lo que estaban haciendo y luego sin disimulos, sintiendo en cada gemido el placer de perderse en el otro, en juntar en el sudor de ambos aquel secreto de los sentidos tanto tiempo se habían decidido en esconder. El mayor abrió sus ojos, notando cómo se había dejado llevar y tomó el miembro de Tao para comenzar a moverse con insistencia al tiempo que, rítmicamente lo masajeaba. El menor no resistió mucho tiempo, aquello había sido un asalto a sus pensamientos, el deseo que había reprimido, los sueños y fantasías que se había formado eran mucho mejor en la realidad y aquello quería disfrutarlo. En la mano de Fei Long se alojó el líquido tibio y viscoso al tiempo que Tao se dejaba llevar hasta el desfiladero del grito placentero de un orgasmo que nacía desde su estómago y se expandía como hormigueo de miles de plumas por el resto de su cuerpo, Fei Long, extasiado, empujó con más fuerza, con el instinto asesino despertado ante una presa que se entregaba tan fácilmente como el muchacho.

Se estiró para atrás, dejando su pecho –con marcas de rasguños- al descubierto, abrió su boca y se fue en el interior del muchacho notando como se iba de este mundo, se diluía en los gritos y flujo de líquidos tibios que compenetraban aquel encuentro nacido de manera furtiva.

 

Fei Long lo abrazó acurrucándolo como cuando el niño se despertaba con miedos traídos desde las pesadillas, decidió calmarse, salir lentamente de aquel cuerpo joven y recién ahí llevarlo a la cama que había quedado incólume luego de ser testigo de aquel encuentro

 

-por esto no querías hablarme- le dijo en su oído al tiempo que el muchacho se acurrucaba en su pecho.

 

-así es- contestó, Tao, cansado

 

se quedaron dormidos en medio de una nebulosa del futuro. Fei Long, sin poder creer lo que había hecho, no pudo pegar pestañas mientras en su pecho, Tao se acurrucaba, se movía, pero jamás se alejaba, en medio de las sombras de los sueños. En medio de sus sueños estaba la presencia de Fei Long con quien podía imaginarse pasar una vida completa como amante, escondidos de Mikhail si su amo así lo decidía o compartiéndolo con el ruso si es que era necesario.

 

Aquel pensamiento no fue un pensamiento nuevo, en la cabeza de Fei Long se dibujaba el mismo panorama y se dio cuenta que, en la medida que había pasado los últimos años pensando en un futuro brillante para el niño que sería el heredero de todo aquel imperio también había estado alimentando aquel pensamiento que ahora echaba por tierra todas esas posibilidades. Si lo dejaba para sí, si lo dejaba cerca de él, el futuro de Tao se truncaría y no podría estar con aquella culpa. Lo amaba demasiado, en una dimensión diferente a su amor por Mikhail, pero no por ello menos importante.

Apenas despuntara el alba se deslizó de la cama del muchacho, se cambió a una bata de seda negra y bajó a la cocina a beber un té recién preparado.

 

Tao, como no lo hacía hace mucho tiempo, durmió plácidamente en las fantasías maravillosas de los sueños cumplidos. Se había dejado llevar por la presencia de Fei Long y ahora, cuando se despertara en medio de la habitación, solo y semi descubierto, decidió que era buen momento para ir a buscar a quien era su iniciador en los placeres del amor. Corrió por la escalera deshaciendo el camino que, la noche anterior había hecho con un dolor agudo y en la más profundas de las tristezas, ahora lleno de alegría y esperanza. Miró en la biblioteca de la residencia, en la galería, en los pasillos hasta que decidió que, el único lugar en el cual debiera estar Fei Long, era en la cocina.

Aquellos segundos de alegría, sin embargo, poco duraron. Cuando Tao rememoraba aquella mañana, los días fríos en que despertaba en Tokio dispuesto a ir a dar alguna prueba, se cuestionaba cómo no había sido capaz de ver cuán oscuro se venía el futuro próximo a pesar de la inmensa alegría que lo embargaba. En medio del mesón de cocina, Fei Long hablaba por teléfono al tiempo que su té, ahora ya frío, descansaba al frente de él, esperando. Su voz, ronca y decidida le llegó apenas abriera un poco la puerta

 

-me gustaría que estudiara allá- dijo, convencido- la escuela de derecho en Tokio es perfecta… sí, no habrá problemas con eso, sólo necesito que lo acepten por el tiempo que sea necesario…- Fei Long respiró con fuerza y profundamente- sí, muchas gracias Akihito-chan. Hablamos

 

-¿Hablaba con Takaba-san, Laoban?- preguntó Tao antes de que Fei Long cortara la llamada. El hombre se volteó para mirar a Tao y el muchacho se dio cuenta que, mientras él había estado durmiendo y soñando sobre nubes de algodón, Fei Long no había pegado pestaña como lo demostraban su notable lividez y aquellas ojeras bajo los ojos de ámbar, ahora febriles.

 

-Así es- contestó, asintiendo

 

-¿Pasó algo en Tokio? ¿Shinju-musume está bien?- habló, con preocupación

 

-sí- dijo nuevamente- yo he llamado a Takaba-san, Tao.

 

No fue necesario más preguntas para que Tao entendiera que había algo que tenía relación con él y que no estaba del todo entendiendo. Decidió, como siempre lo hacía, guardar silencio y esperar a que Laoban le dijera qué era lo que le pasaba.

 

-Quiero que vayas a estudiar a la escuela de Derecho en la Universidad de Tokio- dijo sin anestesia, como si aquello fuera una decisión tomada- Takaba-san te ayudará en todo, prefiero que vivas con él mientras te adaptas al país.

 

-¿Quiere que me vaya a Japón?... pero, maestro, podría estudiar derecho acá también… sólo si me dejara…

 

-no- negó de forma brusca y seca. No dejaría que los llantos del muchacho lo hicieran cambiar de decisión- irás a Japón para que no te tenga cerca, Tao. Aprenderás de derecho y volverás cuando sea necesario para hacerte cargo de las inversiones. Es una decisión tomada.

 

Tao no alcanzó a contestar cuando, Fei Long nuevamente, llegó al ataque para decirle que, además, pasaría las vacaciones de verano con Takaba, Ryuichi y Shinju en los viajes que ya tenían programados, que era mejor que preparara sus cosas puesto que mañana partiría a reunirse con ellos, sólo faltaba la información que enviarían por mail para saber dónde tenía que llegar. Mientras Fei Long se iba dispuesto a hacer lo que sea necesario para que aquel episodio no destruyera el futuro de Tao, el muchacho, confundido y apenado, había entendido aquella decisión como el exilio impuesto por haber pedido el más dulce y cruel de sus deseos.

 

 

siete años después…

 

Era dos semanas antes de las vacaciones de navidad. Todo estaba preparado para su cumpleaños, ocasión que sería todo un evento dentro de la alta sociedad de Tokio dado que cumplía 16. Las maletas la esperaban en el descanso de la sala VIP del aeropuerto, sabía que Tao se demoraría en recogerla, pero aquello pasaba a ser ridículo.

 

Cuando la muchacha miró su reloj por tercera vez, la silueta de un hombre alto y fornido le llamó la atención. De cabello negro sedoso y largo amarrado en una cola baja, la miraba sonriendo de medio lado mientras caminaba con elegancia en medio del gentío más allá de la barrera de la zona VIP, donde ella esperaba. Apenas si iba abrigada para el invierno que se avecinaba en la ciudad, faltaban algunas semanas para Navidad y si bien no había caído la primera nevada –al parecer, el invierno se resistía a aparecer- el ambiente electrificado de nubes gruesas, oscuras y cargadas, se mostraba amenazadoramente.

 

-¿Por qué no has salido?- le habló Tao cuando llegó hasta ella. El muchacho, ahora de 25 años, tenía una promisoria carrera de abogado manejando las inversiones de los Liu en la bolsa de comercio de Tokio.

 

Shinju levantó su mano para ponerla en una de sus caderas, apuntando con la otra al otro lado de los grandes ventanales las nubes arremolinándose

 

-no esperarás que salga con este frío, apenas si estoy vestida para aguantarlo- contestó mostrándose a sí misma. Tao sonrió paseando su mirada por todo el cuerpo de Shinju quien había crecido notablemente en el último mes. El tiempo pasaba y la niña se volvía mujer frente a sus ojos aunque mantuviera esos gestos de pequeña. La tomó con fuerza en un gran abrazo de oso, para luego mirarla hacia abajo, en medio de sus brazos, con cariño. Como siempre, el muchacho olía a café tostado

 

-no te pondría en tal peligro- le dijo y le besó la frente- vamos, te estamos esperando y quiero ver la cara de sorpresa de tus padres…

 

-por supuesto que no será una sorpresa- Shinju sonrió imaginando a Akihito o a Asami verla llegar- no creo que Asami-Ojisan no esté enterado de que estoy acá.

-no, ya lo sabe- contestó con una sonrisa, Tao, tomando su bolso de mano- me llamaron cuando venía de camino, para saber si ya te había visto.

 

-¡Excelente!- contestó la muchacha moviendo su larga melena ondulada mientras miraba hacia la barrera de salida, donde algunos medios de comunicación la esperaban. Tao la tomó de la mano y la desvió de camino

 

-no saldremos por allá. Puede ser peligroso

 

Shinju asintió sin muchas ganas de hacerle caso, la última frase había sido la frase de su vida… aquel “puede ser peligroso” había significado una que otra pelea, incluso ahora, con el viaje de estudio de su colegio, había sido una discusión interminable sobre cómo la muchacha podría encontrar millares de peligros si estaba lejos del hogar. Respiró hondo y salió por una puerta lateral donde algunos guarda espaldas de Tao y de su padre los esperaban. Fue entonces que se dio cuenta que al fin había llegado a casa.

 

Asami apagó el celular mientras veía a Akihito quien le devolvió una mirada candente. Le sonrió con ese brillo depredador y movió la cabeza, sabiendo lo que el menor estaba pensando. Se sacó la chaqueta y aflojó la corbata para acercársele lentamente. La misma caminata felina, el mismo dominio del lugar, Asami seguía siendo tan exquisitamente deseable como la primera vez que lo vio, sin embargo, los años no habían pasado en vano. Algunas pocas canas se mostraban en sus sienes y el gesto de su rostro era mucho más maduro y con experiencia “maldición” pensó para sí mismo, Akihito, al darse cuenta cómo se elevaba el ritmo cardíaco mientras intentaba zafarse del nudo que le apretaba las muñecas, casi murió de placer al exhalar con fuerza intentando autocontrolarse.

 

-viene en camino- le dijo, Asami, mientras se desabrochaba la camisa. Inevitablemente, Akihito posó su mirada en aquel gesto y se quedó quieto, con las muñecas entumecidas por lo apretado de la soga sobre el fierro de la cama y con el aliento pendiendo de un hilo- no tenemos mucho tiempo, ¿No?

 

Al quitarse la camisa, se le acercó tomando el mentón que acarició con cuidado mientras apretaba con fuerza, siempre había sido así, con la fuerza y la delicadeza mezclados como un trago muy bien preparado, lo deseó como siempre y se dejó llevar por su fuerza y su presencia.

 

Asami lo besó con premura y posesión mientras le bajaba los pantalones donde, pudo notar, Akihito escondía su propia excitación

 

-asume que siempre te ha gustado todo esto- le dijo cuando, al necesitar aire, se separó un poco de aquel hombre que conociera cuando apenas era un muchacho-

 

-si no me gustara, no estaría acá ¿No es así?

 

-así es- tomó su miembro mientras él acercaba el propio demostrando aquella necesidad que tenía que poseerlo nuevamente. Respiró de su cuello mientras acariciaba todo su cuerpo que estaba dispuesto a cualquier decisión que él tomara. Lo masajeó con deseo hasta el punto que gimió sin meditar sobre el ruido que podría estar haciendo –después de todo, no importaba, aquella pequeña habitación había sido hecha para absorber todos los gritos que podrían escarpársele a Akihito y guardar los juguetes que mantenía Asami alejados de los oídos de Shinju- el mayor de los hombres buscó su entrada y con firmeza, entró al tiempo que insistía en manejar aquel deseo que se les escapaba en cada gemido, al menor. Se movió rítmicamente, cerrando sus ojos al tiempo que sentía cómo lo excitaba la propia entrega de Akihito en un gesto que, sabía, tenía relación con el amor que le profesaba. Él era la salvación en un mundo al cual cayó por decisión del destino, de aquel fastidioso destino que lo tuvo vacío por tanto tiempo y que, al final del camino, le entregó a aquel cariño sin condiciones y que lo sacó de la niebla a la cual estaba condenado.

 

Abrió sus ojos y vio cómo Akihito peleaba, porque seguía peleando con él con ese espíritu que se obligaba a no ceder ante las decisiones y deseos del mayor, se lamió los labios mientras disfrutaba del siguiente embiste para entrar más adentro y hacer que el menor lo deseara tanto o más que él mismo. Era una escena que siempre se repetía, finalmente, independiente de los juegos, los elementos que usaban y los ambientes que recreaban, lo que esperaba siempre era poder ver el disfrute del mismo Akihito deseando más y él aceptando tal deseo.

 

La sensación de éxtasis se alojó en su vientre al tiempo que el calor comenzaba a juntarse en un punto interno que le quemaba de a poco desde el centro del abdomen y subía poco a poco por la espina dorsal. Finalmente se concentró en el aroma del menor, en las veces que lo había deseado durante el día y en los gestos que tanto amaba del fotógrafo para hacer que el calor que sentía se expandiera con fuerza al expulsar su propia esencia dentro de él. El muchacho gimió profundamente mientras que él tenía dentro de su boca el grito extasiado de un orgasmo que lo removía completamente de aquel mundo que, luego de mucho trabajo, era perfectamente suyo en aquella vida perfecta y fuera de los peligros que por tanto tiempo lo habían rodeado.

 

 

Cuando salieron por la puerta de la zona VIP, Shinju fue conversando con Tao sobre el viaje que habían tenido, cómo en algunos lugares, especialmente en Mallorca y Marsella la reconocían por las fotos que Akihito le había tomado para una campaña publicitaria que denunciaba el trabajo infantil. En eso iba cuando no notó que desde uno de los pasillos laterales salía más gente de los vuelos recién llegados por lo que casi choca con un hombre de aspecto rudo y un aura oscura que la miró con interés al darse cuenta de con quién había chocado. Tao reconoció inmediatamente la chispa de deseo que despertaba la muchacha desde hacía un tiempo, no sólo era reconocida por los tabloides y las campañas publicitarias en las que estaba su rostro, sino también por esa belleza que había heredado y que era imposible pasar por alto.

Tao se adelantó y se inclinó a modo de disculpas demostrando el instinto de protección que tenía con la niña. El hombre, moreno, alto y de aspecto imperturbable se inclinó a modo de respuesta y fijó su mirada, nuevamente, en Shinju quien se inclinó torpemente ante él. Aquella mirada le ponía la piel de gallina.

 

-he sido una descuidada

 

-no hay problema- dijo mientras la miraba de arriba a abajo. El hombre sonrió en un gesto que pareció cruel y le entregó su maletín a una de las asistentes que lo seguían- pero pon más atención a lo que haces.

 

-por supuesto- dijo con la sensación de que estaba en problemas, con la mirada insistente del hombre que le transmitía una especie dura y fría de deseo asesino, como si un depredador la mirara completamente desnuda.

 

Tao la tomó por los hombros alejándola de aquella mirada e indicándole que siguiera su camino hacia la limusina que la esperaba en el corredor de los automóviles, la muchacha le hizo caso aun afectada por el encuentro del hombre y se mantuvo en silencio hasta que uno de los guardaespaldas le abrió la puerta, momento en el que decidió mirar nuevamente hacia el lugar donde aquel hombre subía a un auto negro con sello diplomático de la embajada de Singapur.

 

-¿Estás bien?- Tao la miró y luego siguió su mirada hacia donde el auto de la embajada cerraba sus puertas y echaba a andar seguido de otros dos autos de seguridad

 

-sí- mintió la muchacha mientras miraba a Tao y asentía. El viento helado del avanzado invierno la removió haciéndola despertar de aquel extraño encuentro que tanto la había afectado- quiero ir a mi casa, ¿Te parece?

 

-así es- contestó asintiendo, el mayor.

 

-¿Ha tenido un buen viaje?- escuchó que le hablaba una voz aterciopelada de mujer apenas se cerrara la puerta a su lado.

 

-placentero- contestó escuetamente. Luego la miró con picardía. Aquel gesto que parecía más cruel que alegre o divertido se alojó en su rostro- venía la hija de Ryuishi en el vuelo. Al parecer de regreso de Europa…- habló mientras asentía.

 

-¡Qué coincidencia!- exclamó la mujer con falsa sorpresa

 

-por favor. Ambos sabemos que habías averiguado aquello, mucho antes de que yo llegara, ¿No es así?

 

-así es- contestó la mujer y sonrió con una belleza fría y eficiente- sabía que verías en ella una posibilidad

-oh!… querida- dijo con placer al mirarla a los ojos color zafiro que coronaban un rostro que, si bien no joven, era bello y marcado- más que una posibilidad. Es digna para ser incluida dentro del plan ¿No te parece?

 

-Así creí que lo querría- dijo mientras miraba por la ventana el pasar de la carretera hacia el aeropuerto en donde los primeros copos de nieve caían con delicadeza sobre la ciudad.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).