—Ya no va a alcanzar, Mello —un chico de cabello café claro y ojos verdes cubiertos por goggles de color naranja, intercambiaba la mirada entre una hoja y una calculadora que tenía en las manos.
—Quítate lo goggles, o no vez o no sabes hacer cuentas —otro de cabello rubio que se encontraba acostado en un sillón, comiendo una barra de chocolate obscuro, le dijo con un cierto tono de desinterés.
—Ya te he dicho, querido Mello que veo mejo que tú con ellos puestos —sonrió con superioridad mientras veía la mirada asesina del otro—. Además, ya he hecho la cuenta más de cuatro veces y todas me dijeron lo mismo. No alcanza.
Mello se levantó, suspirando con hastío de la supuesta estupidez de su amigo para hacer cuentas. Estaba seguro que no lo estaba haciendo bien y que en cuanto él lo hiciera, mágicamente saldría bien.
—Deja que lo haga un profesional —dijo, arrebatándole la hoja y paseando la mirada entre las cantidades y letras garabateadas sobre la hoja. Después de quitarle la calculadora, se dedicó a digitar cada cantidad con cuidado de no equivocarse y tener que hacerlo de nuevo.
—¿Ves? No alcanza —el otro dijo, asomándose por arriba de su hombro.
—No jodas —Mello volvió a analizar las cosas y cuando el resultado fue el mismo, tomó un lápiz y organizó las cosas que había garabateado con mayor organización—. Gastas demasiado en TUS vicios. —sentenció, remarcando la palabra que lo expiaba de culpas.
—¿Míos? Esa estuvo buena, ¿quién es el que gasta más de la mitad del dinero para la comida en chocolate? —Se cruzó de brazos mientras remarcaba sus palabras—, si alguien aquí gasta dinero a lo tonto, eres tú.
—¡Tú gastas más en cigarros y videojuegos! —le apuntó amenazadoramente.
—Bueno, bueno, sea de quien sea la culpa, tenemos una situación que debemos arreglar o terminaremos en la calle, o viviendo en la escuela —se rasco la cabeza, echando una mirada a la hoja otra vez.
—¿Buscar otro departamento? —Mello rodó los ojos.
—¡No! Mis cosas no caben en otro lado… no seas tan drástico —Matt abrazó su consola que llevaba en su bolsa—. Las tuyas tampoco.
—¿Entonces qué sugieres? —zanjó su patética muestra de afecto a su objeto que le enajenaba.
—Trabaja por las noches, podremos sacar unos cuantos centavos más, alguien pagará por tiempo contigo —Matt salió corriendo cuando Mello quiso atraparlo.
—¡Jódete! —el rubio lo persiguió un rato por todo el lugar por unos minutos antes de que lo detuviera.
—¿Y si buscamos un nuevo compañero de cuarto? —Matt se dejó caer en la silla que tenía más cerca.
—¿Uno nuevo? ¿Enserio?
—Pues sí, no encuentro algo mejor… No queremos cambiar nuestro estilo de vida así que, si dividimos la renta entre tres, quedará mejor, ¿no crees?
—Tu cerebro fue capaz de razonar, vas mejorando —Mello sonrió mientras veía su mirada de reproche—. ¿Y cómo haremos eso?
—No me tendrás toda tu vida así que empieza a usar tu cerebro de vez en cuando —suspiró mientras tomaba una hoja en blanco y empezaba a escribir algo en ella—, ¿qué tal así?
Mello le arrebató la hoja y leyó rápidamente lo que decía—. No es lo mejor, pero es lo que hay.
[…]
Un chico de cabello blanco y piel pálida se movía con rapidez por el corredor de un edificio lleno de jóvenes que se movían en grupos entre los diferentes salones. El chico resaltaba por su característico tono de cabello y tono de piel, además de que iba completamente solo.
Sus grises ojos se depositaron en una hoja blanca pegada a uno de las paredes, las letras eran un tanto pequeñas como para llamar demasiado la atención pero alcanzó a leer un poco del qué se trataba.
«Se busca compañero de cuarto. Que comparta con dos personas más. A diez minutos de las universidades. Interesados llamar»
No era atractivo, ni siquiera sonaba confiable para que alguien se animase a llamar pero aun así, tomó uno de los papeles que colgaban con el número telefónico. Cualquier lugar era mejor al lugar donde estaba.