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Háblame Zodiacal por Javmay

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Notas del capitulo:

Hace como dos meses que quería publicar este Fic!!! (n.n), especialmente desde que me dio la "locura" y empecé a leer cosas de "astrología". Esta historia de ninguna manera pretende hacerte creyente o llevarte al lado oscuro (xD); sólo lo hago para entretener!. Estaba leyendo unos artiuclos y pensaba: wuaahhh", esto se parece demasiado a tal personaje!! y decidí escribir esto ;)

Para que no me acusen de PLAGIO, las frases iniciales de cada viñeta le pertenecen (algunas parcialmente) al libro de LINDA GOODMAN llamado "Los signos del zodiaco y su cáracter" que está disponible online para aquellos que les interece darle una ojeada! Lo recomiendo! :D, es muuuy entrete!

Como advertencia, debo decir que el capítulo es laaaaaaargo, y que está más concentrado en Hana (porque lo amo, adoro y me encanta escribir de él)

Además!! Que el Fic es MULTIFANDOM, asique los proximos caps podrían ser parejas de otros animes! :)

 

Por ultimo, este Fic está dedicado a todas aquellas lectoras que me han dejado un mensaje o comentario antes, ya que son ustedes quienes me han motivado para escribir!!! Sin ustedes no estaría aqui!!! MUCHAS GRACIAS!!!

HÁBLAME ZODIACAL

 

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JAV

 

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SLAM DUNK

 

Sakuragi Hanamichi

 

Cumpleaños: 1° de Abril

 

ARIES

 

“…Lucharán sin vacilación contra lo que les parece una injusticia, y no se avergonzarán de expresar sus opiniones. Aries contestará con igual energía a un policía de tráfico o a un gánster armado, si cualquiera de ellos le molesta (en el ardor del momento no habrá cautela capaz de detenerlo)”

 

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“¡Pero, ahg, gordo! ¡¿Qué te cuesta darme un poco?!” Un pelirrojo alto e intimidante alegaba a viva voz bajo uno de los árboles de la preparatoria Shohoku. Los otros tres jóvenes rodeando al par que discutía, reían a boca suelta a causa del ceño fruncido de su líder y la mueca obstinada de Takamiya, quien intentaba mantenerse inmutable frente a los golpes y apretujones de su amigo.

 

“Pero si ya te comiste toda tu comida, Hanamichi” Le respondió el más relleno de los chicos zafándose del agarre de hierro del pandillero pelirrojo.

 

“Si, Hanamichi, no seas glotón” Aportó el rubio del grupo levantando la barbilla y riendo.

 

“¡Entonces uno de ustedes deme algo!” Gritó Sakuragi a sus otros amigos.

 

“Ni loco, estoy muerto de hambre” Noma respondió metiéndose los palillos entre los labios.

 

“Esto me costó un ojo de la cara… asique me lo como yo” Ookus alegó mordiendo su emparedado.

 

“Yo no traje mucho” Dijo Yohei subiendo los hombros.

 

“¡Agh, son unos horribles amigos! Ingratos, nunca más de la daré de lo mío”

 

“Pero si nunca lo haces” Murmuró Takamiya para que los demás escuchasen.

 

“¡¿Qué dijiste, gordo?!”

 

Los estudiantes que pasaban junto al escandaloso grupo de jóvenes, fruncían el ceño o se alejaban rápidamente de los violentos gritos o gestos. Cuchicheando entres ellos, el alumnado de Shohoku concluyó que eran alumnos de primero al ver el color azul marino de sus uniformes, y también que no eran unos tipos muy decentes si se comportaban de esa manera. Pensar que el año escolar a penas estaba comenzado… y ya un nuevo grupo problemático había llegado, pensaban arrugando los labios con desagrado.

 

Sakuragi, irritado y con el estómago (aparentemente) vacío, no tardó en tirarse encima de sus amigos como un tornado, golpeando con todas sus fuerzas las frentes de cada uno en su denominado cabezazo  mortal (que mató más de una neurona). Con los cuatro chicos casi  muertos a su alrededor (con humito saliendo de sus cabezas, y baba de sus labios), el pelirrojo sonrió y les robó comida.

 

“¡Oigan, ustedes!” Sincronizados (y como si nada hubiese pasado) los cinco miembros del ejército se erguieron en sus lugares, subieron las miradas y las enfrentaron con las de un grupo de unos siete individuos que se acercaban con sonrisas engreídas y las manos metidas en los bolsillos. Tanto Mito, Sakuragi, Noma, Ookus como Takamiya, siguieron comiendo como si un par de amigos se acercaran a saludar  (sólo que con rostros no muy amistosos) “… Están en nuestro lugar, mocosos”

 

“¿En serio?, pues no veo sus nombres escritos” Replicó Yohei calmado, observando de reojo como Sakuragi empezaba a incendiarse en llamas asesinas. Algunos de los intrusos fruncieron el ceño, pero el aparente líder y sus seguidores continuaron adelante con más decisión por la provocación.

 

“A estos niños de hoy les falta educación, ¿no les parece?” Dijo uno de los sujetos sonriendo con malicia. Sus compañeros acordaron con él y siguieron avanzando.

 

“Si… cada vez están más insolentes” Aportó otro.

 

“Oigan… ¿acaso quieren algo? Porque estamos almorzando” Interrumpió Noma con una mueca fastidiada. Ookus y Takamiya le corearon y rieron por el comentario, mientras que Mito se ponía en guardia para la inminente violencia. Hanamichi, siempre imprudente y dinamita, no tardó en pararse y gruñir con desagrado.

 

“¿No me escuchaste antes, animal?... Salgan de aquí. Este lugar nos pertenece” Dijo con impaciencia (léase miedo) uno de los tipos al ver como el pelirrojo se erguía y les entrecerraba los ojos.

 

Siguiendo a su líder, los cuatro jóvenes de la Gundam se pararon tras Hanamichi, a quien ya comenzaron a salirle venitas en la frente. 

 

“No se ustedes, pero yo ya estoy harto de los balbuceos de esta basura” Sakuragi rugió antes de saltarle encima al que estaba más adelante del grupo. Noma, Takamiya y Ookus rieron al ver a Hanamichi llevarse como un camión a la mayoría de los intrusos.

 

Sólo cuando dos de ellos sacaron unos tubos de sus ropas, Mito y el resto pusieron muecas más serias y preparadas para la lucha.

 

“M-me las pagaran… ¿a-acaso no saben quiénes somos?” Pudo pronunciar al rato después uno de los sujetos, tirado en el piso como una prenda vieja, ensangrentada y moreteada, temblando de dolor y gruñendo por los golpes que el pie Ookus le seguía propinando en el estómago.

 

“No y tampoco me importa” Le cortó Sakuragi tirando con brusquedad a uno de los tipos hacia un árbol. A pesar de que Noma y Takamiya tenían unos pequeños cortes en las cejas, el fuerte pelirrojo mantenía su rostro intacto y duro, ensombrecido e irritado, especialmente cuando se escuchó por el recinto la campana para regresar a clases.

 

Yohei, siguiendo a su amigo hacia la Clase 7 de primero, suspiró (sin tristeza o exasperación), sino aliviado al notar que esta pelea (por patética que había sido) le había quitado a Hanamichi la mente de su último rechazo amoroso por culpa de un basquetbolista.

 

Y esperaba que siguiese así… hasta que encontrara a otra chica por la cual perder la cabeza (como siempre hacía).

 

“¡Ustedes dos! ¿Por qué vienen llegando tan tarde y en esas pintas?” El maestro designado les reprendió con la mirada; apuntándoles y haciendo notar cada arruga de su rostro.

 

Sakuragi, Yohei previó, con el cuerpo aun agarrotado por la adrenalina y el enfado calentándole la cabeza, no tardó en voltearse hacia el profesor con la cara contraída en furia e irritación.

 

“¡¿Qué le pasa?! ¡No me venga a gritar, viejo--!” Antes de que toda la situación pudiese salirse de proporciones, Mito se lanzó sobre la espalda de su amigo para detener cualquier movimiento y escándalo.

 

“¡Hanamichi, calmate, por favor!” Le imploró hasta que el maestro se refugió en su escritorio y les mandó a sus asientos.

 

Desde ese primer día en la preparatoria, Hanamichi Sakuragi ya se había ganado el título de “pandillero”.

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“Cuando gente más fuerte y madura se les impone o les saca algo, reacciona de la única manera que sabe: chillando y organizando un escándalo tal, que los demás ceden, nada más que para tener paz. Aries no necesita de estrategias delicadas. Con la fuerza de sus pulmones y la determinación que surge de su interior, le basta perfectamente para salirse con la suya”

 

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Cuando ese joven alto y moreno, de labios gruesos y figura imponente, se le había acercado y osado a manejarle como un muñeco de trapo, (después de que su furia había despertado con esos dos nerviosos basquetbolistas), toda la rabia, frustración y dolor que había estado reprimiendo desde ese: ¡Te odio!, de Haruko, se le pegó a la piel como agua caliente. Y por consiguiente, cuando el mismo tipo se presentó como el capitán del equipo de basketball, Hanamichi no tardó en saltarle encima con insultos a su estúpido juego de la pelotita.

 

Gritó y pataleó hasta que el gorila le retó a un uno-contra-uno.

 

Sakuragi, ya encendido, no dudó en aceptar el desafío (aunque no tenía ni la menor idea de las reglas del deporte), desesperado por romper, golpear y destrozar algo.

 

Hanamichi, no obstante, en ningún momento esperó que aquello atrajera a tantas personas, pero su adivinación probó ser equivocada cuando el gimnasio se llenó paulatinamente en todas sus hileras superiores, e incluso a ras de la duela por alumnos de todas las clases.

 

Akagi le provocó y se burló durante todos los primeros minutos, encestando seis veces seguidas sin sudar ni una gota por los burdos esfuerzos del pelirrojo.

 

Sakuragi intentó quitarle el balón con los pies, golpeando y rompiendo todas y cada una de las reglas de defensa y bloqueo; sin embargo, ni eso le funcionó con ese capitán (gorila) de tercer año.

 

Pero no podía perder… Y menos cuando escuchó el grito de Haruko tras su espalda. Sólo le bastó oír la preocupación, aprensión y dulzura en su voz para saltar en llamas calientes de fuego y determinación.

 

Desde ahí empezó a bloquearle como un súper hombre; sin estar seguro de lo básico, pero aun así saltando una y otra vez como una pelota de goma en frente del deportista…

 

Hasta que finalmente…

 

Logró saltarle encima y en la caída, hacerse con la pelota entre sus manos titubeantes. Su corazón latió como loco cuando percibió el asombro de la multitud; como ahora en vez de reírse, observaban todo con los labios y ojos abiertos.

 

Sakuragi no tenía idea de baloncesto…

 

Incluso por un tiempo lo despreció por haberle arrebatado el amor de una chica….

 

No sabía nada sobre encestar, driblear, hacer fintas o defender…

 

Sakuragi no sabía absolutamente nada de baloncesto…

 

Pero si sabía de clavadas…

 

…De Slam Dunk’s…

 

Y eso hizo. Con todas sus fuerzas tiró la pelota al tablero al otro extremo de la cancha; y aunque la mayoría pensó que se trataba de una jugada loca y tonta, Hanamichi no tardó ni un segundo en correr hacia el balón para hacer aquella jugada que Haruko le había mostrado hace unos días.

 

Akagi intentó detenerlo, pero Sakuragi afirmó la pelota entre sus palmas y no la dejó ir…

 

La clavó con firmeza, con un calor naciendo allí en el centro del su pecho, esparciéndose por sus músculos, subiéndole por el cuello y dándole energía y fuego a cada partícula de su cuerpo.

 

Ese momento sería recordado en adelante, como el día en que un principiante derrotó al gran capitán Takenori Akagi… y en el cual un gran basquetbolista nació.

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“Pero no hay que esperar sutileza, tacto, ni humildad. El Aries medio se hallaba detrás de la puerta mientras se hacía el reparto de estas cualidades (también anda un poco escaso de paciencia).”

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Unirse al equipo de baloncesto de la preparatoria Shohoku había sido, para Hanamichi, una decisión bastante  fácil de tomar (parcialmente).

 

Haruko, la chica por la cual todos sus males perecieron (y otros nuevos florecieron), le insertó la idea en su cerebro como un tatuaje; le inyectó en las venas la imagen de él como un valeroso y poderoso atleta sin demasiado esfuerzo (sólo le bastó una sonrisa dulce); de un basquetbolista adiestrado y prodigioso. Él, Sakuragi Hanamichi, que nunca antes había destacado en nada (excepto en pelear, quizás).

 

Hanamichi, que nunca antes había jugado o siquiera mirado un juego de ese deporte en la tele, no tenía ni la más remota idea de qué trataba. No sabía de sus reglas; no conocía nada sobre maniobras; posiciones; jugadores destacados de otras escuelas. No sabía nada…

 

Pero si de algo estaba seguro, es que él tenía una habilidad… una facilidad… En su cuerpo y porte poseía algo que le haría destacar en ese deporte antes llamado juego-de-la-pelotita…

 

Era un genio, después de todo…

 

Su cuerpo, sin órdenes de su mente, actuaba por puro instinto cada vez que pisaba la duela. Cada músculo de su figura se contraía y luchaba como en la más fiera lucha. Tenía la resistencia; tenía la fuerza; tenía la energía, pero no estaba seguro de dónde enfocarla.

 

No obstante… aun así todo funcionaba a la perfección.

 

En el partido contra Takezono, por ejemplo, aunque sólo había jugado en un encuentro oficial antes de ese, demostró su valía como deportista y talentoso jugador… ¿O cómo olvidar ese memorable juego contra Ryonan en un amistoso?…. En el que quedó clarísimo que él…. Hanamichi Sakuragi… era un genio... El (pronto) rey de los rebotes...

 

Por supuesto, Akagi, Ayako, Kogure y Miyagi intentaron ayudarle (hay que dales algo de crédito~). Siempre estuvieron a su lado para enseñarle, educarle, empujarle y motivarle. Le corregían (aunque le disgustaba); le reprendían (aunque le cabreaba) y le mostraron que todavía le faltaba mucho por aprender (lo que le enrabiaba y frustraba)… Pero todo el trabajo duro y entrenamientos fatigosos… eran sólo obra suya.

 

Él era quien practicaba anotando 200 canastas todos los días. En las mañanas, en las tardes, en las noches, durante el receso de almuerzo… en cada momento libre… Despertaba, comía y soñaba con Basquetbol;…llegando algunas veces a preguntarse quién era él antes de jugar… ¿Qué estaba haciendo con su vida? ¿Hacía donde se dirigía…?

 

Hanamichi no podría decirlo con certeza. No puede decir una fecha exacta, día, mes y menos hora. Pero sí de algo estaba seguro, es que la idea de jugar baloncesto por Haruko fue cada vez desvaneciéndose con las ventiscas calurosas del verano... para dar lugar a la emoción de jugar por él… porque él amaba el deporte…. Porque él era un gran basquetbolista. Un genio. Un prodigio. Un talentoso deportista que en menos de tres meses en el partido contra Ryonan para las clasificaciones al Nacional, demostró sin aristas de duda, quién es…. Y de lo qué es capaz  Sakuragi Hanamichi.

 

En ese partido realizó un pase brillante; digno de ovación y aplausos por parte de sus compañeros de equipo y público. El balón cayó de manera perfecta a las palmas preparadas de cuatro ojos, quien sin meditarlo demasiado, se inclinó, posicionó, y encestó una pelota de tres puntos….

 

Y al final… a sólo segundos del pitido del árbitro para terminar el encuentro… un rebote de Gori quedó expuesto para las manos viciadas de Fukuda… Pero el gran genio apareció…

 

Sakuragi Hanamichi, el prodigio, irrumpió en la película. Sin pensar, razonar o esperar, saltó con esas monstruosas piernas, agarró el balón entre sus seguras manos, y la clavó con esa aura imponente rodeándole… esa energía abrasadora exudando de sus poros.

 

Miyagi, obviamente, le felicitó (después de ganar) por el excelente juego; le sonrió y recibió sin muecas el poder y choque continuo de sus manos. Cuatro ojos, con palabras más rebuscadas y maduras, también le felicitó… Akagi, demasiado emocionado para decir algo, recibió su brazo sobre los hombros para la premiación.

 

Gracias al genio todo estaba salvado y asegurado…

 

Y nunca antes se había sentido tan orgulloso de sí mismo…

 

De sus logros… de su esfuerzo….

 

¿Qué diría su padre si pudiese verlo ahora…?

 

Reformado… disciplinado… Sano---….

 

Sus amigos, esos inútiles que no tardaban en burlarse de sus desgracias y celebrar como payasos sin gracia cualquier rechazo amoroso, no demoraron en admitir y expresar lo maravilloso que había jugado…

 

“Eres increíble” le dijeron… “Verdaderamente eres un genio, Hanamichi…”

 

¿Y recién ahora lo notaban--?

 

Pues para él fue algo obvio desde el comienzo

 

Sin embargo, tal y como le decía Gori… aun faltaba demasiado… Recién ahora era cuando el verdadero show comenzaba. Equipos como Kainan se multiplicarían, e incluso triplicarían, en las Nacionales…

 

Aun no veía nada…le dijo su capitán con una sonrisa.

 

Y eso, en vez de desmotivarle o asustarle (como a cualquier otro), en Hanamichi encendió una llama de deseo; de excitación adrenalinica… De motivación motorizada…. De ganas abrumadoras… De fuego imperecedero… No podía esperar… No podía aguantar…

 

Un genio como él… enfrentándose a jugadores de calidad nacional…

 

Faltaba muy poco para ello… Y el profesor Anzai le colocó en un entrenamiento especial… En uno que le ayudaría para evolucionar y crecer con sus canastas lejos del tablero. Sudó y trabajó como nunca. Se desveló y se reventó cada venita de paciencia. Especialmente ese primer día de práctica, en el cual, sin importar cuantas veces lo intentó, la maldita pelota no quería entrar al aro.

 

No te tenses… contrólate… Relájate… Le decía el gordito…

 

Y no fue fácil… no fue nada fácil…

 

Pero él es Hanamichi Sakuragi, después de todo… el genio… el prodigio… el talentoso deportista…

 

Y que el infierno se congele antes de verle rendirse….

 

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.

 

“Los Aries se aferran a la preciosa idea de que nadie más puede hacer nada con la eficiencia de ellos, y eso puede conducirles a mil desastres. Aries llevará a la práctica sus planes con arrojo y confianza, y pocas veces se dará cuenta de que está yendo más allá de sus fuerzas y buscándose una úlcera o un colapso nervioso. Al Aries nadie puede acusarle jamás de dejadez”.

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No bien terminado el desafío infernal y especial (ese de las 20.000 canastas), Hanamichi se sintió vigorizado y caliente de cabellos a pies; de ese fuego que te alienta y empuja; de esas llamas que te obligan a saltar, a hablar, a jugar con tus dedos, con tus labios...

 

El pelirrojo siempre había sido inquieto, hiperactivo, escandaloso y ruidoso, pero ahora cada músculo de su cuerpo le forzaba a moverse… a entrenar…  Se sintió, sin mayores sorpresas, como si hubiese ganado un campeonato él solo… Como si le hubiesen inyectado una droga de energías eternas y consumidora; un brío y ansia que no le dejaba dormir, parar, o pensar.

 

Nada que no fuera basquetbol, las Nacionales, los equipos que enfrentaría, los jugadores que conocería, pasaban por su mente, una y otra, y otra vez….

 

¡Pero ninguno se comparará con las habilidades de este genio!…. Rió a viva a voz Sakuragi pedaleando su bicicleta a una velocidad que muchos de los transeúntes que le alcanzaban a ver, creían más apropiado para una caricatura. 

 

El cielo de verano se vestía de un celeste puro y profundo, carente de nubes, pero nítido a la vista de cualquiera. Las vacaciones escolares recién habían comenzado, y en sólo un par de días más el equipo de baloncesto de Shohoku tendría que partir hacia la ciudad que hospedaría a los jugadores para las Nacionales.

 

El profesor Anzai y Akagi, antes de despedirles en el último entrenamiento, les recomendaron descansar en lo que quedaba; mantener, por supuesto, el estado físico, pero no agotándose hasta los huesos (…esto lo dijeron mirando directamente a Sakuragi)

 

Pero Hanamichi no seguiría nada de eso. Se sentía a mil. Como si su cuerpo pudiese levantar sin esfuerzo cientos de autos o camiones; como si con sólo un empujón de sus caderas fuese capaz de derribar edificios; o con sólo impulsar su cuerpo hacia adelante sería capaz de botar una montaña. Nada podía detenerle. Nadie podía enfrentarse a su poder.

 

Él era el genio Sakuragi, y como tal, debía entrenar y practicar para llevar a Shohoku a la victoria.

 

¡¿Qué Sendoh, Maki, o ese maldito de Rukawa…?!... Él anotaría la mayoría (si es que no todos~) los puntos para el equipo. Recibiría, además, cada uno de los rebotes. Haría los pases más brillantes, y correría como sólo un prodigioso atleta puede hacerlo.

 

Pensando en eso y más, Hanamichi iba cantando su famosa (y desagradable) canción de “soy un genio”, mientras buscaba una cancha de baloncesto para entrenar durante esta mañana (preferiblemente de esas que se encontraban cerca de la costa). Le habría gustado la compañía tranquila de Yohei, pero cuando le marcó más temprano, quien contestó fue (desafortunadamente) la madre de su amigo con saludos no muy gratos por la indecente hora; la mujer, suspirando con cansancio, le pidió que telefonease más tarde y cortó… sin dejarle hablar con el chico de cabellos engominados.

 

Pero… bahh~…. Este genio puede entrenar perfectamente solo… Pensó con una sonrisa grande e iluminada, que se agrandó y resplandeció al vislumbrar una cancha a dos cuadras de distancia. Acelerando aun más, estacionó y dejó la bicicleta junto a la reja sin candado o algo que la afirmara (así… si alguien intentaba robársela, el correr y atrapar al bastardo le serviría como entrenamiento)

 

Sacó su pequeño bolso, donde guardaba una toalla, botella de agua y un balón (muy gastado por las prácticas diarias) antes de encaminarse a la duela tarareando su soundtrack original (“soy un genio~….”-- repetición--)

 

Cruzando las rejas e instalándose, escuchó el boteo fuerte y preciso de una pelota a sólo unos cuantos metros de distancia. Abriendo los ojos, su cuerpo se tensó en rabia cuando vio en la otra mitad de la cancha a no otro que ese maldito de Rukawa.

 

“¡Hey, tu! ¡¿Qué haces aquí?!” Gritó apuntándole con el dedo (botando al piso todo lo que llevaba). Rukawa le levantó una ceja mientras paraba su propia práctica.

 

“¿Qué te parece? Entrenar, estúpido” Respondió como si Sakuragi fuese un tarado, sin variar demasiado su voz grave y cansina. 

 

“¡Ah—No! ¡Tú te largas! Shu--… Fuera… no dejaré que interrumpas el entrenamiento de este talentoso deportista” Dijo haciendo gestos con las manos y acercándose al otro joven para empujarle fuera de la cancha. El pelinegro se separó con brusquedad, empujando con violencia a Hanamichi lejos de su propio cuerpo.

 

“Yo llegué antes, idiota. Mejor tu vete antes de que se me pegue la estupidez” Replicó Rukawa con fastidio. Hanamichi vio rojo por unos segundos; su cuerpo tembló de ira, y sus músculos ardieron por darle una merecida paliza a ese maldito, pero había hecho una promesa al gordito… al equipo… y no podía fallar… especialmente no ahora…

 

“¡Arrhg--! ¡Bien! ¡Quédate, maldito zorro! ¡Pero no atrevas a molestar!.... Si quedas asombrado con alguna magnífica jugada de este genio, guárdate las preguntas; un jugador de tu categoría nunca podrá alcanzar mis habilidades” Hanamichi concedió con las cejas fruncidas y el cuerpo erguido y tenso.

 

Ese maldito de Rukawa siempre, siempre, le ponía de los nervios…. Le alteraba todo… Le frustraba, le enrabiaba, le provocaba… le desconcentraba…

 

“Soñar es gratis” Murmuró no muy bajo el pelinegro alejándose a su lado de la duela. Sakuragi estuvo tentando de tirarse como camión de carga sobre ese presumido, y reventarle la cara contra el pavimento, pero como pudo (y por algún milagro) respiró profundamente y se controló…

 

Estuvieron por varias horas jugando cada uno por su cuenta. Sakuragi entrenando las canastas dentro y fuera del área, mientras que Rukawa simplemente corría y maniobraba con la pelota (pues sus canastas eran impecables).

 

Cuando sudor ya le corría por las sienes, mejillas, cuello y clavícula, Hanamichi comenzó a lanzar el balón hacia el tablero con todas sus fuerzas, esperando por el momento exacto para saltar por el rebote.

 

“No mejorarás en nada si te pones a saltar como imbécil” Interrumpió la voz la Rukawa. Sakuragi, que estaba corriendo hacia el balón que ahora rebotaba en la duela, apretó los puños y volteó como fiera hacia el intruso.

 

“¡¿Qué dijiste, mal nacido?! ¡Cierra la boca y ándate a tu lado, bastardo! ¡Nadie te llamó aquí!” Alegó apuntándole y caminando hacia él para imponerle su altura (aunque la diferencia no era casi nada).

 

“Creí que querías mejorar” Replicó Rukawa levantando los hombros, como si estuviese hablando del tiempo y del aire fresco que corría por la cancha, antes de comenzar su camino de vuelta a su tablero.

 

“Este genio no necesita de tus tontas palabras, zorro. Un talentoso deportista como yo puede arreglárselas solo” Exclamó Sakuragi viendo como su compañero de equipo se alejaba. ¡Tch!... qué se cree ese idiota…

 

“Hmp… por eso no vas mejorar nunca” Rukawa susurró (de nuevo) no muy bajo, boteando tres veces el balón antes de lanzarlo al tablero y correr para clavarlo en el aire. Hanamichi, hirviendo de rabia por la provocación, apretó los dientes y los puños. Respiró una y otra vez para controlar las ansias de correr hacia el bastardo y molerle a golpes.

 

En su lugar… enterró las uñas en sus palmas, se pegó despacito en las mejillas y caminó con un paso calmado hacia el pelinegro.

 

“¿Y qué se supone que estoy haciendo mal según tu, estúpido?” Le preguntó como quien no quiere la cosa, con las cejas negras bien fruncidas y los labios contraídos en disgusto.

 

Rukawa le observó fijamente por unos segundos, con esos ojos azules fríos como el hielo y tan vacíos como el cielo sobre sus cabezas. Una de sus manos pálidas levantó su balón y lo giró sobre uno de sus dedos con tranquilidad. Sakuragi vio como el rookie suspiraba con cansancio antes de hablar otra vez.

 

“Si te pones a saltar a cada pelota que tiren, te cansarás y no durarás todo el partido… incluso un idiota como tu” Dijo aburrido e indiferente. Hanamichi estuvo a punto de darle un cabezazo mortal por el insulto, pero en cambio, pensó en lo dicho por su compañero con verdadera consideración.

 

Hmmm…. Un genio como yo siempre tendrá energías para jugar… obviamente un deportista como Rukawa no se compara a un verdadero atleta como yo… pero…

 

Sin terminar su pensamiento, Hanamichi se lanzó hacia adelante y le arrebató  la pelota de las manos. Rukawa le frunció el ceño y se acercó para golpearle, pero el pelirrojo fue más rápido.

 

“Muéstrame…” Exclamó apuntando al tablero.

 

Ninguno de los dos lo pensó demasiado, pero sin siquiera darse cuenta, la tarde cayó mientras ellos entrenaban en un mundo privado y a parte de las personas que paseaban alrededor. Los cielos, antes tan celestes como la perfecta combinación entre tempera azul y blanca, ahora se adornaban de llamas derretidas y doradas. Una brisa cálida les abrigaba mientras seguían sudando y practicando.

 

“Lo hiciste mal de nuevo, tonto” Llamó la atención Rukawa. De brazos cruzados frente a su pecho, el pelinegro se encontraba parado en la banda derecha de la cancha viendo cada movimiento de su compañero de equipo como un halcón.

 

“¡Es que tu enseñas pésimo, bastardo” Contestó Sakuragi rojo de frustración.

 

“Inténtalo otra vez… pero ahora no saltes tanto…” Hanamichi asintió a las palabras y las repitió en su cabeza mientras emulaba la maniobra que el zorro le había mostrado hacia ya horas atrás.

 

Sin que ninguno de los dos lo pensara o se diera cuenta… terminaron igual de cansados, bebiendo agua con desesperación uno al lado del otro en la única banca, y mirándose una última vez antes de agarrar sus respectivas bicicletas y partir a casa con los cielos tan oscuros como una habitación sin luz. 

 

Sakuragi a penas y podía sentir sus párpados… pero estaba seguro de que con una buena cena y una siesta, podría despertar en la madrugada e ir a entrenar de nuevo…

 

¿Y quién sabe… hasta quizás podría encontrarse a ese maldito zorro otra vez….?

 

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“Por más que el Aries arremeta hacia adelante con confianza, tenga poco en cuenta los sentimientos ajenos, y su actitud –especialmente cuando es joven– sea la de <<primero yo>>, también puede ser el más cálido y generoso de todos los signos solares. No es cruel, y es psicológicamente incapaz de quedarse tranquilo mientras los demás chapucean y fracasan”

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“¡¿Cómo que no puedes venir?!” Gritó con escándalo y exageración Sakuragi Hanamichi, alumno oficial de segundo año de la preparatoria Shohoku.

 

El capitán de su equipo, Ryota Miyagi, le explicaba a través del teléfono público que ya le había informado al profesor Anzai sobre su inminente ausencia el día de hoy, para que así el gordito pudiese tomar todas las decisiones pertinentes respecto al partido amistoso que tenían dentro de un par de horas.

 

La brisa tibia de primavera le revolvió sus cabellos rojos ya más largos que el año pasado, moviendo su ropa y refrescando su cuerpo de las altas temperaturas. Por fortuna sólo era Abril, es decir, las clases a penas y habían comenzado, por lo que los partidos sólo eran de exhibición, no obstante… para Hanamichi aun así cada juego era una competencia a muerte; y aunque este encuentro contra Shoyo era simplemente de práctica, para el genio pelirrojo era un desastre que uno de los mejores jugadores (y también capitán) no pudiese estar.

 

“De verdad lo lamento, Hanamichi. Discúlpame con los chicos… En serio intenté llegar, pero…” Se detuvo para toser unos estornudos llenos de flema y sonido crudo. “… cuando estaba cruzando la puerta de mi casa, me caí por la fiebre y mi mamá no me dejó llegar más lejos… ahora mismo me está mirando fijamente para que cuelgue y duerma un poco” Agregó en un susurro casi temeroso.

 

Sakuragi rió y se rascó la mejilla, sintiéndose más calmado.

 

Ryota era, después de todo, el mejor amigo que tenía dentro del equipo de baloncesto, por lo que el escuchar de la boca del gordito que el chico del arete no podría llegar, le golpeó el estómago de rabia por su supuesta irresponsabilidad… pero también de preocupación…. ¿Qué tal y si algo grave le había pasado? ¿Acaso se había metido en una pelea? ¿Acaso estaba tan herido que no podía jugar?....

 

Por eso le llamó a penas tuvo la oportunidad, alejándose de sus otros compañeros de equipo y buscando un teléfono público en la calle. Y ahora, escuchando su explicación, y verificando que no estaba al borde de la muerte (sólo con un resfriado muy malo)Hanamichi suspiró aliviado.

 

“Bueno, más te vale recuperarte pronto, Ryo-chin… O este genio te quitará el título de capitán antes de que el año escolar termine Nyahahhah….” Miyagi le alegó y reprendió por las palabras, pero aun así terminó riendo junto a él. Ryota estornudó un par de veces más antes de intentar hablarle de algunas jugadas que podría intentar en el partido. “… No necesitas decirme esas cosas; este talentoso deportista llevará a Shohoku a la victoria, ya lo verás... a penas termine, iré a tu casa para contarte cada magnífica jugaba de este genio… ¡Incluso te puedo llevar chocolate! ¡Pregúntale a tu mamá si puedo llevarte algo!” Le gritó con entusiasmo.

 

Su amigo rió más fuerte, con una voz grave y cansada, pero aun así feliz de escuchar la frescura en el tono de Sakuragi.

 

No mucho después, terminó la llamada con la promesa de que Shohoku ganaría… gracias al prodigio Hanamichi y sus rebotes y clavadas.

 

“¡Yosh! ¡Vamos Shohoku! ¡Por la victoria!" Gritó Sakuragi cuando llegó junto a sus compañeros; Haruko, ahora manager asistente de Ayako, le sonrió con dulzura y ánimo. El Gordito se limitó a reír y continuar con el recorrido que llevaban. Rukawa suspiró y levantó los hombros. El verdadero sub-capitán, un chico de tercero, se rascó el cuello mientras decidía callar, sintiéndose totalmente opacado por la luz y energía del rey de los rebotes.

 

Fujima, el antiguo capitán/entrenador y pilar de Shoyo, se había retirado inmediatamente después de la Copa de Invierno por estar cursando su tercer año, por lo que la escuela había perdido mucho de su aliento y base. El nuevo coach era un hombre joven, motivado y convencido de que podría llevar a su equipo a las Nacionales, y que, más importante, se había dedicado todo el último año a reclutar a jóvenes de diversas secundarias para que llevasen el uniforme verde.

 

Shoyo, por tanto, quizás no era el de antes, pero continuaba siendo un competidor digno de llamarse peligroso, por lo que Shohoku iba con la mentalidad de una batalla en la que quizás no correría sangre, pero si daría la oportunidad a los entrenadores para probar las habilidades de los nuevos reclutas y las aprendidas de los sempais. Sakuragi entre tanto, iba dispuesto a acaparar la atención con sus múltiples rebotes ofensivos y defensivos, y anotar el doble que Rukawa.

 

Después de ser bienvenidos en el gimnasio del equipo, todos los muchachos fueron escoltados a los camarines para colocarse sus respectivos uniformes (blanco con rojo esta vez).

 

“¡Oigan! No porque sea sólo un partido amistoso y Ryo-chin no esté, vengan a creer que este juego no importa. ¡Somos fuertes! ¡¿Escucharon?!... Y si hay un problema, déjenlo en manos de este genio…. El rey de los rebotes se hará a cargo” Dijo Sakuragi antes de reír escandalosamente. Sus compañeros sonrieron y asintieron a sus palabras. Rukawa, en su lugar, suspiró y negó con la cabeza.

 

“Eres un bocón…” Le dijo el pelinegro. Hanamichi frunció el ceño y le golpeó el hombro con un manotazo bruto. Rukawa se tensó por el dolor, pero su orgullo no le permitió refregarse el lugar dolorido.

 

“Cállate, zorro…. Quizás en el anterior partido de práctica contra Kainan me pasaste en las canastas… pero no creas que lo harás de nuevo… Nyahaahah… ¡Este genio te demostrará quien es el mejor!” Replicó apuntándose y sonriendo con una mueca engreída. Rukawa le respondió con una expresión desafiante.

 

Desde que ambos habían competido juntos en la Copa de Invierno bajo la dirección de Ryota y las canastas impecables de Mitsui, la aspereza y tensión había menguado. Los pleitos, insultos y golpes (sutiles e inofensivos), continuaban por supuesto, pero ahora era por tonteras, como ésta: el competir por quien hacia más puntos. 

 

“Ya lo veremos” Kaede dijo antes de acomodarse su polera y salir del camarín. Hanamichi rió a viva voz y le siguió para continuar discutiendo de cualquier estupidez que le viniera a la cabeza; pleito infantil que se desarrolló hasta que el Gordito les mandó como titulares a la duela junto a otros tres chicos: uno de segundo y  otros dos nuevos reclutas provenientes de una prestigiosa secundaria deportiva.

 

Frente a frente los equipos de baloncesto de la preparatoria Shoyo y Shohoku, el árbitro (un estudiante vistiendo una casaca verde), sopló para dar por iniciado el encuentro.

 

Tanto Sakuragi como el alto muchacho de Shoyo (uno nuevo, pues Hanagata, también de tercero, ya se había retirado) saltaron para alcanzar la pelota. El pelirrojo, alargando su brazo como en una visión, gritó desde sus pulmones y la lanzó a las manos preparadas de Rukawa.

 

A penas Kaede la sintió en sus palmas firmes, comenzó a botear y correr hacia el tablero enemigo. Hanamichi aterrizó y partió como rayo hacia la canasta. Más le vale a ese maldito  zorro entregarme el balón… sólo se la pasé por eso… Pensó el pelirrojo apretando los dientes y levantando los brazos para hacerse notar a su compañero. Rukawa pasó el bloqueo doble de los verdes, moviendo la pelota entre sus piernas y cambiando de mano a una velocidad difícil de seguir. Los chicos de Shoyo estaban casi mareados con sus movimientos.

 

“¡Rukawa! ¡Ya deja  de presumir y juega!” Alegó Sakuragi con venitas en la frente… Y ahí… de un segundo a otro…. Hanamichi lo vio… Ese ya conocido y memorizado movimiento de Rukawa… un pequeño frunce de sus labios, uno que para cualquiera parecería una mueca irritada o indiferente, pero para Sakuragi era la llave… era el código espontáneo que habían creado para un alley-oop….

 

Sakuragi sonrió y se preparó para el salto… ni un momento después, el pelinegro no le defraudó al pasar a su defensa y lanzar el balón en dirección a la canasta, pero no directamente…. Si no alineada perfectamente a las palmas ya listas de Hanamichi, quien la clavó con poderío y autoridad.

 

Todos los chicos de Shoyo quedaron con la boca abierta y ojos asombrados. Los de Shohoku rieron y gritaron, ya acostumbrados a la sincronización de esos dos. Anzai rió y sonrió. Haruko se mordió los labios por la emoción.

 

Sakuragi gritó, se vanaglorió y corrió a chocar la mano con Rukawa, quien le recibió el gesto con una expresión  inmutable.

 

“Te demoraste, zorro… ¡Este genio hubiese hecho el paso más rápido!”  

 

“Idiota” Murmuró el pelinegro antes de correr hacia la canasta de Shohoku, pues el partido recién había comenzado…

 

Shoyo, como era de esperarse, tenía un arma bajo la manga: un jugador de primero, alto y habilidoso. Un chico de cabellos castaños que tenía un estilo de juego perturbadoramente parecido al de Sendoh. Tanto a Rukawa como a Sakuragi les pasó un escalofrío por la espalda al recodar al puercoespín de Ryonan (ahora capitán del equipo azul). El jovencito era base (o point guard), y desde el centro manejaba como un titiritero al resto de sus compañeros con una experticia arrebatadora; con una mente rápida y estratégica.

 

Rukawa, para la irritación de Sakuragi, fue el único capaz de hacerle frente en uno-contra-uno, pero el chico era como un camaleón para las pantallas; era una sombra que desaparecía si te distraías con un pestañeo…. Y era un maestro del engaño… logrando sacarle tres faltas al jugador estrella de Shohoku…

 

“¡¿Qué te pasa, zorro?! ¡Concéntrate!... ¿O acaso ese rookie es mejor que tu?” Provocó Hanamichi junto a su compañero.

 

Rukawa le miró fija y profundamente con hielo y furia en sus ojos azules. Sudor le caía por su piel pálida, y su pecho subía y bajaba como si acabara de correr kilómetros y kilómetros… Rukawa jadeaba y jadeaba; tragó y suspiró…

 

Sakuragi entrecerró los ojos, negándose a admitir que estaba preocupado por el pelinegro, pero confesando que el tipo se veía exhausto…

 

“No olvides el lema de Shohoku, bastardo…”

 

“No hables estupideces” Susurró Rukawa bien bajito, casi sin aire, y bajando la cabeza para (aparentemente) relajar el cuello.

 

“¡Somos fuertes, zorro!.... eres fuerte… Asique no dejes que un niñito venga a patearte el trasero… ese es mi trabajo” Comentó con el rostro volteado y las mejillas rosadas. Rukawa le miró con sorpresa; sus labios se abrieron y sus ojos, antes frustrados y cansados, brillaron… y se derritieron como el mar en calma de plena primavera….

 

Sin esperar una réplica, Hanamichi corrió hacia el tablero respectivo con un bufido.

 

Para la sorpresa sólo de los estudiantes de Shoyo, Shohoku arrasó en los dos últimos cuartos. Especialmente ese chico llamado Kaede Rukawa, que no dejó en paz al pobre niño de primero de Shoyo, que salió antes de final enrabiado por los perfectos bloqueos del jugador estrella de Kanagawa.

 

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“Cuando se trata de amor, su actitud desvergonzada es absolutamente asombrosa. Se zambullirá en una aventura con la total seguridad de que es el único amor verdadero desde que el mundo es mundo. Y por más errores sentimentales que haya cometido, el Carnero está seguro de que su verdadero amor, su alma gemela, está esperándole en el próximo sueño”

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La primera vez que Hanamichi sintió ese acelerado y conocido bumbumbumbum de su corazón, creía tener 9 años. Una edad muy tierna e inocente para estar pensando en amor, dirían algunos. Pero no él. No cuando vio a Kurumi-chan columpiándose en ese parque en el que solía jugar con Yohei todas las tardes. Aun ahora, a los 17 años, podía recordar sus cabellos castaños revoloteando con la brisa otoñal, o esa risa infantil y casi musical... Tan tierna y llena de vida.

 

Kurumi-chan había sido, desafortunadamente, su primer rechazo; la primera chica que le rompió el corazón, argumentando que ella no era de juntarse con chicos como él… Y como si sus palabras hubiesen lanzado una maldición y premonición digna de un malvado oráculo… desde ella, todas las otras muchachas que atraparon su corazón con redes dignas de cualquier araña, le rechazaron por razones similares. Pero Sakuragi nunca se rendía… nunca se daba por vencido en su búsqueda del amor… creyendo, devoto a la esperanza de que la chica correcta estaba ahí afuera esperándole… Por ello, aunque cada rechazo dolía como un flechazo en el hombro, su corazón siempre siguió bombeando y buscando por la indicada…

 

Y Sakuragi creyó que la había encontrado en Haruko Akagi esos primeros días de Abril en la preparatoria Shohoku. Cuando la jovencita le miró sin miedo, sin rencor, sin asco, sin aprensión… algo dentro de Hanamichi pareció unirse con pegamento… algo dentro de él se hinchó y vibró como una batería cargada…

 

Por ella se enfrentó y ganó al capitán del equipo de baloncesto… Por ella se unió al equipo… Por ella se esforzaba… por ella detestaba a Rukawa…Por ella intentó dar todo en sus primeros partidos…

 

Por ella hizo muchas cosas… Crecer, madurar y aprender fueron las más importantes…

 

No obstante… sin ella, comenzó a amar el baloncesto… sin ella, empezó a mirar con admiración a otros jugadores… sin ella esperaba ansioso cada partido… sin ella entrenó y entrenó y entrenó para mejorar y pulir sus habilidades… sin ella formó un equipo fuerte y sólido con Akagi, Mitsui, Ryota… y Rukawa… Sin ella, formó un lazo con el balón y la duela y el tablero…

 

Sin ella hizo muchas cosas… Enamorarse de un deporte y acercarse al (maldito) zorro pueden ser las más memorables…

 

Y ahora, sin un flechazo en el hombro… sin un corazón suspirando de dolor… sin un rechazo cruel… Sakuragi se encontró… sin saberlo… buscando a ese verdadero amor…

 

Porque Haruko Akagi… contra todo pronóstico… no era la indicada…

 

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“La gente de Marte es literalmente incapaz de aceptar la derrota: ni siquiera la reconocen, aunque les esté mirando a la cara”

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Hanamichi tuvo, sin reconocerlo, una especie de déjà vu,….Esa sensación repetitiva; ese escalofrío que abruma tus sentidos haciéndote parecer que ya has estado ahí antes… que ya has hecho esto… que ya conoces este sentimiento…. Que eso ya lo has vivido…

 

Porque ahora, parado cerca de la canasta contraria de la duela, Sakuragi creyó volver a ese juego de práctica contra Ryonan en su primer año de preparatoria; aquel en el que, corriendo para encentrar después de que Sendoh sorprendiera a todos con una jugada inesperada, el pitido del árbitro resonó por el gimnasio marcando el final del encuentro.

 

Pues ahora, en su segundo año, sus brazos estaban en la misma posición estática, sus manos estaban estiradas con la misma rigidez, su postura estaba igual de tensa e inclinada.

 

Y no… no podía ser… Esto todavía no termina…. Esto no puede acabar así… Pensó como disco rayado.

 

Cómo… como podía ser…. Pero…. Pero si habían llegado tan lejos… tan, tan, tan lejos…

 

Las Semi-Finales…. Las puta Semi-Finales del campeonato Nacional. Aquí estaban, Shohoku, frente a un reconocido equipo de Tokio, aun estáticos en sus lugares por la decepción… por la derrota… ---pero nadie como Sakuragi-…. Quien aun sujetaba el balón con una fuerza tal, que la goma crujió y el árbitro cerca del pelirrojo abrió los ojos con miedo de una explosión.

 

Ryota, cerca del centro de la duela, suspiró y dejó que lágrimas gruesas bajaran por sus morenas mejillas. Su corazón se apretó y su pecho parecía vibrar con cada respiro, pero logró sonreír cuando Ayako se le acercó y le abrazó bien apretado y fuerte…

 

“Sigues siendo el point guard número uno” Le susurró en el oído. Miyagi se sonrojó y rió feliz, con decepción, con dolor por ahí mezclado, pero también con orgullo…. La muchacha le apretó la espalda una última vez antes de apuntar con la cabeza a Sakuragi aun estático cerca del tablero.

 

El chico del arete suspiró y se acercó a su amigo con pasos titubeantes.

 

“Hey, Hanamichi… vamos” Le susurró pasándole un brazo por la ancha espalda. Ryota abrió los ojos con asombro cuando le sintió temblar. Subió la mirada al otro rostro, pero una sombra oscura cubría cada expresión del genio. “… Oye, tenemos que formarnos… ven, vamos” Murmuró al igual que lo haría una madre con su pequeño niño. Pero Hanamichi no se movió ni un centímetro… Preocupación subió por el cuello de Ryota, quien le empujó un poco con su brazo, insistiendo, moviéndole, pretendiendo sacarle de su aturdimiento.

 

Por el rabillo de su ojo, Miyagi vio como Rukawa les miraba fijamente.

 

Algo brillaba en los ojos del jugador estrella; algo que sólo aparecía cuando Hanamichi estaba cerca. Algo que Ryota no entendía, pero sabía era única y especialmente dedicado al atolondrado pelirrojo sumido en su mundo de dudas. Aguantándose un suspiro, Ryota le hizo un gesto al pelinegro para que se acercara. Como si estuviese esperando el gesto hace años, Rukawa caminó hacia ellos con una fluidez que no demostraba la lucha sangrienta que había sido el partido recién perdido. A penas se paró junto a ellos, Miyagi desapareció para reunir a los otros chicos del equipo para formarse.

 

Sakuragi miraba con ojos rojos y profundos la pelota afirmada entre sus manos. Todo su cuerpo temblaba como si pleno invierno le envolviera. Su corazón bombeaba y se apretaba como si sus peores pesadillas atormentaran su mente. Su garganta se sentía obstruida, y sus ojos picaban…

 

“Oye… idiota” Escuchó a su lado. Su cuerpo, tenso, agarrotado, exhausto, no se molestó en voltear o enrojecerse por la rabia. Hanamichi estaba sintiendo demasiado… pero al mismo tiempo… nada… Estaba aturdido, adormecido… y tan, tan desilusionado… de él… de sus habilidades… de su capacidad… de su aguante…

 

Sakuragi ni siquiera volteó a Rukawa… no quería mirarlo… no quería ver sus ojos azules enfadados… irritados… frustrados… decepcionados… No podría aguantarlo. No podría soportar saber que le había fallado. Que él no era suficiente… No como Rukawa…. Quien dio todo en el partido… quien hizo la mayoría de los puntos… quien nunca se rindió… quien aguantó como hombre cada golpe y falta que le propinaron; que tuvo el temple y frialdad suficiente para no sucumbir a la presión… En cambio, él, Hanamichi…

 

“Buen juego”….

 

¿Qué….....?

 

Sakuragi se dio vuelta hacia su compañero, quien sudado de pies a cabeza y con la respiración todavía agitada, le miraba sereno y calmado, aparentando indiferencia y relajación, aun cuando Hanamichi notó lo tenso que tenía los hombros y la quijada.

 

“No te expulsaron… e hiciste casi tantos puntos como yo… ¿Cuántos te faltaron? ¿30?” Continuó ahora con los ojos brillantes de burla y provocación. Y Sakuragi, siempre chispita… no necesitó de otra llama para sentir un flujo caliente correrle por el estomago hasta su boca.

 

“¡¿Qué estás diciendo, bastardo?! Si no hubiera sido por el viejo alto del otro equipo, este genio habría triplicado tus puntos… ¿Y quién crees que hizo todo el trabajo defensivo? ¡Este genio recibió todos los rebotes!.... Nyahahahah… no te compares conmigo, zorro… sólo saldrás perdiendo”

 

“Sueña” Replicó Rukawa negando con la cabeza, pero sin dejar de mirarle directamente a los ojos.

 

“¿A quién le estás diciendo eso, maldito? ¡Ya verás! En el próximo partido, este prodigioso deportista comprobará lo superior que-”

 

“¡Oigan! ¡Ustedes dos! Vengan a formarse” Les llamó Ryota desde el centro de la duela con el ceño fruncido (aunque por dentro estaba enormemente aliviado de ver a su amigo así de escandaloso; es decir, bien).

 

“¡Ya, ya, Ryo-chan! Que apurón…” Sakuragi, con una sonrisa y las facciones relajadas, volteó a Rukawa con los ojos brillantes. “Vamos, zorro”

 

“Hmp” Salió de entre los labios del pelinegro antes de que el pelirrojo corriera hacia el resto del equipo.

 

Sin que Hanamichi lo notara (ni el resto del estadio, la verdad) Rukawa le siguió con una pequeña, pero dulce sonrisa adornando su rostro cansado.

 

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“Su fachada, confiada y agresiva, muchas veces oculta un complejo de inferioridad… pero Aries preferirá morir antes que admitirlo”

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El cielo despejado, fresco y oscuro de septiembre, pronto al otoño, cubría los cielos de Kanagawa con una armonía que muchos deseaban y pedían incontables veces en sus propias vidas y mentes. Las calles, poco concurridas por la hora, sólo mostraban autos y unas cuantas personas caminando apresuradas a sus casas.

 

Sakuragi Hanamichi, alumno de 2do año de la preparatoria Shohoku, en cambio, se encontraba encerrado (deliberadamente) en el gimnasio de su escuela. Pero no entrenando hasta caer dormido. No practicando canastas a distancia o los rebotes que le ganaron la fama de un rey en su distrito.  Sino que se encontraba sentado con las rodillas cercanas a su pecho en el centro de la duela. Su rostro, inusualmente serio, observaba el tablero al frente de él con una intensidad que podría atravesar almas y cuerpos con un pestañeo.

 

El pelirrojo suspiró antes de bajar una pierna, apoyando ambas palmas en el suelo detrás de su espalda en una pose más relajada, contraria a la tensión y revoltijo de su mente. Todo estaba tan revuelto… tan…. tan mal… No, no mal, se dijo Hanamichi con los labios arrugados….

 

Porque no era malo…. Ser capitán no es malo… ¿Verdad?....

 

¿Pero entonces por qué se sentía así?.... Tan… aprensivo… tan confundido… tan asustado…

 

Cuando Ryota le llamó el día anterior para comunicarle que ya no continuaría en el equipo por la exigencia  y carga académica (siendo un alumno de tercero y todo eso), también le dijo que junto al profesor Anzai habían discutido la opción de nombrarle a él como el próximo capitán… Y en Sakuragi, como era de esperarse, su primera reacción fue alegría exuberante, orgullo palpitante y altanería dirigida exclusivamente al zorro…

 

Durante toda esa mañana, nadie fue capaz de borrar la aterradora sonrisa de su rostro, o apagar y rebatir sus presumidos comentarios durante el entrenamiento… sin embargo… en esa misma práctica, Sakuragi estuvo más atento a Ryota y a sus deberes y tareas como capitán. Cómo debía dirigir, distribuir, motivar, ordenar… Y tantas otras cosas que Hanamichi nunca había hecho en su vida. Por supuesto, Miyagi tenía la incondicional ayuda de Ayako, Haruko y el profesor Anzai, pero al final del día… sólo él era el capitán…

 

Y lamentablemente, un pequeño resquicio de duda… un gusanito a penas vivo de incertidumbre… un nube transparente… se instaló en su mente como una capa de superhéroe. Envolviéndole y confundiéndole. ¿Podría él hacer eso….? ¿Estaba capacitado para la tarea?... ¿Y qué pasaría si…? ¿…si no podía?...  

 

¿Qué pasaría con el equipo?... ¿Qué pasaría con Shohoku? ¿Con todos los chicos? ¿Con sus compañeros?

 

Sakuragi, gruñendo y bajando la cabeza a la duela, se preguntó vagamente por qué no nombraban a Rukawa capitán… pues el tipo podía ser un bastardo estoico e indiferente, pero al menos tenía la experiencia, ya que había sido capitán en su secundaria (Tomigaoka)…

 

Si hasta el zorro podría hacerlo mejor…. Pensó Sakuragi suspirando y estirándose completamente en la cancha. Respirando con pretendida tranquilidad, inhaló y exhaló varias veces para despejarse. Colocó ambas manos sobre su estómago y entrelazó sus dedos. Sólo calma le envolvió mientras su mente seguía pensando, pensando y pensando… dando una y mil vueltas en dudas y preguntas sin responder…

 

Sólo silencio corría por el gimnasio, hasta que la puerta principal fue abierta con cierta brusquedad. Sakuragi, como si hubiese despertado de una siesta, abrió los ojos y se sentó para enfrentar al intruso, quedando totalmente sorprendido cuando se encontró a Rukawa apoyado ligeramente en el marco de la portezuela observándole.  

 

“¡Zorro! ¿Qué haces aquí?” Preguntó todavía sorprendido, pero ahora más curioso. El pelinegro no contestó mientras se adentraba cerrando la puerta corrediza a sus espaldas. Sus tranquilos pasos resonaron como un tambor escandaloso al tiempo que avanzaba hasta quedar de pie junto a Sakuragi. Rukawa le miró hacia abajo con ambas manos metidas en sus bolsillos.

 

“¿Qué haces tu aquí, torpe?” Replicó en su lugar sin cambiar su expresión o dejar entrever alguna emoción en su voz. Hanamichi le frunció el ceño por la falta de respuesta.

 

“Yo pregunté primero” Rebatió como un niño, frunciendo los labios y echando la cabeza hacia atrás en desafío. Rukawa rodó los ojos y suspiró sin cambiar su postura.

 

“Ryota-san me dijo que serías el capitán” Rukawa lo dijo volteando el rostro hacia uno de los tableros, relajando los hombros y pestañando como si tuviera sueño. Sakuragi le miró por varios segundos sin saber que decir ante eso. En su lugar, bajó el rostro y gruñó en afirmación.

 

Parecieron quedarse en silencio por varios minutos, cada uno sumido en su propio mundo, sin mirarse o reconocerse. Hanamichi continuó pensando, preguntándose, dudando… Su cuerpo estaba tenso y exhausto. Suspiró y movió el cuello para relajarse. Pestañeó varias en veces cuando notó como Rukawa se sentaban con las piernas cruzadas a su lado. Sakuragi le miró confundido, y un poco irritado por no entender qué mierda estaba haciendo aquí.

 

“Lo harás bien” Rukawa susurró bien bajito, sin observarle o acercarse. El pelirrojo abrió todo lo que podía sus ojos. Su corazón latió como loco tras sus costillas. Sus palmas sudaban y sus brazos parecieron temblar con una brisa inexistente. Jugó y se tiró los dedos sin saber qué decir… moviendo los labios y echando la cabeza hacia atrás, Hanamichi le respondió:

 

“Obvio que lo haré bien, bastardo… ¡No hay duda!... Pero… este genio es indispensable bajo la canasta… un talentoso atleta como yo tiene que entrenar día y noche asique… no sé si… no estoy seguro si podré--… no sé si tengo el tiempo para esas cosas…  como hay tanto que practicar y hacer y todo eso….”Balbuceó mientras intentaba sonreír presumido.

 

Rukawa volteó el rostro hacia él, y Sakuragi se asombró de verle una expresión tan… suave… comprensiva… El pecho de Hanamichi, antes comprimido y apretado con dudas y oscuridad, pareció despejarse como el amanecer; como la costa libre de la niebla mañanera.

 

Sakuragi tragó bien fuerte mientras bajaba los ojos al piso. Con lentitud y cautela, bajó una de sus manos, dejándola junto a su muslo, muy cerca de una de las manos de Rukawa, quien se tensó a su lado.

 

“¿De verdad… crees que lo haré bien?” Susurró Hanamichi. El pelirrojo estaba mostrando un lado que muy pocos conocían. Un vulnerabilidad que sólo contadas veces hacía aparición. Estaba expuesto. Abierto. Aquí, una noche tranquila de septiembre, en el gimnasio de Shohoku frente a Kaede Rukawa, su compañero de equipo, su rival… su amigo… Su---…. “No es que necesite tu opinión o algo así, maldito… Este talentoso jugador sabe que-”

 

“Lo sé. Sé que lo harás bien… estúpido” Murmuró observándole profunda y fijamente.  

 

Sakuragi sonrió y rió bajito, mordiéndose los labios cuando sintió la mano de Rukawa sobre la suya. La piel fría del pelinegro se apretó contra la suya, cálida. Entrelazaron los dedos… y se quedaron ahí… compartiendo el silencio… y moviendo de vez en cuando sus dedos con vergüenza e incomodidad. La oscuridad no permitía que nadie pudiese verlo, incluso ellos que estaban tan cerca uno del otro, pero ambos basquetbolistas estaban rojos como tomate de cabellos a cuello.

 

A la mañana siguiente, Hanamichi se acercó con una sonrisa resplandeciente a Ryota, aceptando con alegría y altanería el papel del próximo capitán.

 

“Es obvio que lo haré bien” Le dijo al chico del arete, quien sonrió y le palmeó la espalda con una risa alegre.

 

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“Aries es mucho más feliz cuando habla de sí mismo y de sus planes, que de cualquier otra cosa o persona. Sin embargo, una vez que alguien se ha ganado su interés, el Carnero le escuchará con absoluta atención. Se sentirá encantado con él, y pondrá a él su disposición, tiempo, dinero, simpatía y lealtad”

 

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El sol de noviembre, débil y sólo de adorno por estos días, alumbraba esta mañana de fin de semana y las canchas callejeras de baloncesto cerca de la costa con un resplandor inusual; tres de ellas unidas una al lado de la otra (ahora mismo todas ocupadas por distintos grupos de personas). La primera, por unos chicos de no más de 12 años, gritando y riendo por faltas tontas e inventadas. Otra, por un grupo mixto de aparentes universitarios, jóvenes que correteaban y coqueteaban más que jugar. Y el último, cercano a la reja y con la duela más cuidada, tenía a seis muchachos de preparatoria; dos de ellos enfrentándose a un uno-contra-uno, y los otro cuatro animando y burlándose desde las bandas.  

 

“¡Vamos Rukawa, tu puedes!” Gritó un chico rubio y delgado con una sonrisa socarrona. Los jóvenes a su lado rieron y levantaron los brazos para hace un intento de ola.

 

“¡Sí! ¡Pásalo, pásalo~!” Aportó el más gordo del grupo, riendo a viva a voz y sacando challas de sus bolsillos.

 

“¡Oigan, traidores! ¡¿Qué se suponen que están haciendo?! ¡Yo soy su amigo! ¡Griten por mi!” Se quejó Sakuragi con el ceño fruncido, el rostro rojo de furia y el cuerpo tenso y posicionado para el ataque. Como el pelirrojo se había detenido para encarar a sus amigos, Rukawa, todavía boteando el balón, hizo un impecable dribleo y le pasó elegantemente, haciendo una bandeja que dejó a todos estáticos “… ¡Bastardo! ¡Eso no cuenta, estaba ocupado!”. Hanamichi, con los labios abiertos y el cuerpo temblando, se acercó y le alegó por aprovechar su distracción.

 

“¡Si~!” Celebraron la Gundam con pompones que aparecieron de la nada.

 

“¿Por qué gritaríamos por el perdedor?” Susurró no muy bajito Takamiya junto a Noma y Ookus, quienes se carcajearon hasta doblar sus estómagos.

 

“¡¿Qué dijiste, gordo?!” Estalló Sakuragi, sin esperar una réplica y partiendo hacia sus amigos, para dejarles tirados con un cabezazo mortal (incluso Yohei quedó fuera de combate por intentar intervenir por el resto de los chicos).

 

Rukawa, sujetando el balón entre su cadera y brazo, les miraba desde la duela con un rostro sin expresión, mas para cualquiera que le conociera bien, era fácil ver la risa y diversión en el brillo de sus ojos azules; lo cual reconoció Sakuragi al llegar a su lado; y en vez de enfadarse más por verle así de burlesco, se relajó y sintió diversión él mismo.

 

“Agh, esos inútiles se lo merecían… ¿seguimos?” Preguntó golpeándole suavemente el hombro y sonriéndole con una fuerza y brillantez que opacaban al mismísimo sol. Rukawa le asintió y entregó el balón sin mayores palabras.

 

La improvisada práctica mañanera continuó por otras horas, siguiendo la misma secuencia anterior: la Gundam gritando y celebrando cualquier jugada de Rukawa, y Sakuragi calentándose y matándoles sus neuronas con diversos y violentos golpes. No obstante, cuando ganaron un poco de confianza, Takamiya, Noma y Ookus no tardaron a tirar bromas y mofas tontas al pelinegro, distrayéndole y causando la risa de los tres tontos reyes ante cualquier error.

 

Como Rukawa no manejaba del todo los cabezazos como Hanamichi, se limitó a lanzarles la pelota con una puntería perturbadora.

 

No mucho después, todo pareció terminar en un espontáneo juegos de las quemadas, mucho más agresivo por el balón de basquetbol, que les dejaba fuera por varios minutos si se golpeaban en zonas delicadas.  

 

“Ahh—mañana voy a despertar lleno de moretones” Se quejó Noma mientras se veía el pecho por debajo del cuello de su polera delgada. Los otros cinco jóvenes estaban igual que él, sentados en la duela gastada y revisándose las heridas.

 

De nuevo mi mamá me va a quitar la mesada por pensar que me metí en una pelea” Acotó Ookus frunciendo los labios.

 

Mientras la Gundam continuaba quejándose, Sakuragi sacó de su bolso una crema especial para esos casos, abriendo la tapa y agarrando un brazo de Rukawa sin hacer preguntas.

 

“¿Qué?” Preguntó sorprendido el pelinegro al ver a su---… amigo… colocarle crema en cada probable moretón. Los dedos normalmente brutos y ásperos de Hanamichi, se sentían suaves y delicados contra su piel, casi acariciándole y palpándole con timidez. Cuando Rukawa subió la mirada hasta el pelirrojo, le encontró sonrojado y avergonzado sin verle de frente, causando que él mismo se sintiese todo derretido, vibrante y abochornado por la acción y aproximación de sus cuerpos.

 

Sakuragi continuó con su tarea sin decir ni una palabra por otros minutos; ya terminada su revisión, no alcanzó a hacer nada antes de que Rukawa le quitara la crema de las manos para él mismo ponerle pomada en cada moretón. Con la misma timidez, suavidad y silencio, el pelinegro se acercó aun más a su--…. Amigo… y le dejó toques de pluma en la espalda y clavícula. Sakuragi tragó fuertemente y cerró los ojos por los toques, tan delicados y titubeantes, pero también tan tiernos y primerizos.

 

Listo y finalizado, guardaron la crema y se miraron a los ojos por unos segundos (sin notar que los otros chicos estaban extrañamente callados)

 

“Oye, zorro, vamos a comer algo, me estoy muriendo aquí” Dijo Hanamichi golpeándose el estómago.

 

“No traje dinero” Respondió Rukawa.

 

“Yo te invito” Sakuragi aportó enseguida, pestañeando y haciéndole un gesto con la cabeza. Cuando Rukawa asintió lentamente, se escuchó un jadeo colectivo a su lado, y Hanamichi temió lo peor.

 

“¡¿Queeeee-----?!” Gritaron escandalosamente los cuatro jóvenes de la Gundam, uniendo rostros y mirando con rayos equis a su líder. Sakuragi se sonrojó más que sus cabellos por las miraditas inquisitivas. Rukawa a su lado levantó una ceja en interrogación.

 

“¿Hanamichi Sakuragi trajo dinero?” Preguntó Yohei con sorpresa, pero burla. Una venita delgada saltó en el cuello de Sakuragi.

 

“¡Uuuuuyy~… que romántico, Hana!” Noma se mofó con las manos unidas y pestañando repetidas veces. Hanamichi sintió otra vena aparecer, ahora en su frente.

 

“¡Bravo por los novios!” Takamiya gritó sin vergüenza, llamando la atención de otras personas, y causando que tanto Hanamichi como Rukawa, se pusieran colorados y estáticos como dos estatuas de exhibición. 

 

“Hana y Rukawa~, sentados en un árbol~” Cantó desafinadamente Ookus, despertando a Sakuragi y su furia.

 

“¡Que se callen, estúpidos! ¡Los voy a matar!”

 

Mientras Rukawa veía como su---… amigo… perseguía como demonio en crack a los otros chicos, aprovechó para suspirar y calmar los latidos desbocados de su corazón, que seguía retumbando y pulsando casi de manera dolorosa. Sus mejillas todavía se sentían calientes y sus dedos jugueteaban sin saber qué hacer. Sabiendo que probablemente lucía como un idiota sentado solo en la duela, se paró para limpiarse y cambiarse de polera. (No quería ir todo sudado y apestoso a la… salida con su---… amigo…)

 

Ya cuando la Gundam quedó tirada en la cancha, Hanamichi se acercó y le copió en su limpieza. Rukawa se negó a verle desnudarse tan desvergonzadamente, volteando y dándole privacidad.

 

“Vamos” Le susurró el pelirrojo desde atrás. Juntos partieron al centro de la ciudad, donde ya la mayoría de las tiendas habían abierto y colgaban ofertas y los menús correspondientes del día. Rukawa dejó que Hanamichi eligiera el lugar, puesto que él sería que se haría cargo de la cuenta.

 

Tomaron asiento silenciosamente en una tienda de Ramen de aspecto limpio, modesto, acogedor y… romántico… Tanto Hanamichi como Rukawa miraban hacia fuera de la ventana, rígidos y sudando (pero ahora no por el ejercicio físico). Sakuragi, carraspeando su garganta, leyó la carta una y otra vez a pesar de que ya sabía lo que pediría.

 

Rukawa suspiró y cerró los ojos intentando dormir, pero… a quién quería engañar… estaba demasiado nervioso y eufórico como para si quiera detener el movimiento frenético de su pierna bajo la mesa. A los pocos minutos después, una señora se acercó para tomarles la orden, que ambos pidieron en susurros (la mujer les sonrió con sabiduría, causando que los dos deportistas se sonrojaran aun más).

 

“Vamos bien para la Copa de Invierno ¿eh?... ¡Este genio se encargará de preparar a los chicos!… Aunque claro, ninguno podrá con la habilidades de un jugador tan talentoso” Conversó Hanamichi sonriendo presumido y apoyando sus antebrazos en la mesa.

 

“Tomo-kun salta tan alto como tu” Rebatió Rukawa con una mueca burlesca. El pelirrojo frunció el ceño y le pateó bruscamente por debajo de la mesa.

 

“¡¿Qué?! ¿Estás loco, zorro?”… A ese Peter pan aun le falta mucho, aunque admito que lo ha hecho bien debajo de la canasta… pero, obviamente, no tan bien como el rey de los rebotes” Se vanaglorió riendo y echando la cabeza hacia atrás. Rukawa negó con la cabeza y suspiró con aparente cansancio.

 

“Eres un creído…. Y eso que aun te equivocas en los tiros de tres puntos”

 

“¡Argh! ¡Eso es tu culpa!... Dijiste que me enseñarías, pero el otro día terminamos en mi casa haciendo nada” Murmuró con un sonrojo en los pómulos, recordando vívidamente lo que terminaron haciendo en su casa todo el resto de la tarde.

 

“… No fue nada…” Pareció Alegar Rukawa en un susurro y un frunce de sus labios (muy parecido a un puchero)

 

“N-no digo eso, idiota... sólo que… no entrenamos y eso” No entrenar, significó ir a la casa del pelirrojo, aprovechar que nadie estaba en casa, y encerrarse en el cuarto de Sakuragi.

 

Ambos, por primera vez solos y con una cama disponible, se sentaron sobre las mantas sin saber qué hacer o decir, pues sólo se habían besado una vez antes, y por pura casualidad, cuando, al salir de una cancha deportiva, se despidieron con el siempre movimiento de cabeza, pero terminaron chocando sus frentes y uniendo sus labios en un movimiento impulsivo de Hanamichi.

 

Ninguno de los dos había profundizado el toque, todavía demasiado tímidos y primerizos como enfrentar las miradas o iniciar otro contacto. En ese momento, en cambio, estaban solos, sin nadie viéndoles o juzgándoles.

 

Rukawa observaba la habitación con supuesta curiosidad, siendo demasiado consiente del calor que desprendía el cuerpo a su lado. Sakuragi, mordiéndose los labios y moviendo las piernas frenéticamente, miraba de reojo a su compañero, queriendo acercarse, pero sin atreverse (por miedo a un rechazo y a su propia timidez).

 

Cuando Rukawa hizo un movimiento involuntario con su cuello para intentar relajarse, Hanamichi aprovechó para inclinarse y pegar sus bocas con suavidad y delicadeza. Sus labios, secos y calientes, se maravillaron con los contrarios, estáticos pero igual de cálidos. El pelirrojo no se desanimó con la rigidez de su compañero, subiendo una mano al cuello del pelinegro para acercarle más a su cara. Rukawa, sólo ahí, jadeó y se pegó más a su cuerpo. Sus rostros estaban rojos de bochorno. Ambos temblaban y deseaban (un poco) pararse y arrancar a las colinas más cercanas, pero también ansiaban (mucho más) quedarse ahí…. para siempre.

 

Después de ese tímido beso, se dieron otro, y otro y otro… para terminar experimentando y probando con sus labios y lenguas sobre el colchón el resto de la noche (hasta que la mamá de Hanamichi llegó).

 

“¿Vamos a hacer… nada… después de esto?” Rukawa preguntó observado con aparente fascinación la servilleta entre sus dedos. Sakuragi se tensó y coloreó como fósforo en llamas.

 

“M-mi… mi mamá está en casa…” Contestó después de carraspear dos-tres veces. Hanamichi, como en un sueño, vio como el pelinegro bajaba los hombros con decepción, frunciéndole el ceño a sus manos pálidas y volteando el rostro hacia la ventana. Sakuragi no quería verle así… tan… desilusionado… triste… por su culpa... “…Pero está acostumbrada a que lleve amigos, asique…” Continuó con un tono de voz más alegre, que decayó cuando Rukawa le observó fijamente, con esos ojos azules tan afilados y calculadores.

 

“Amigos…” Murmuró el pelinegro, casi deletreando la palabra y sacándola de sus labios como un chicle ácido.

 

“Amigos…” Repitió Sakuragi con confusión…totalmente perdido y extrañado con la mirada profunda de su compañero.

 

“¿Sólo… amigos?” Rukawa preguntó con cautela. Hanamichi se atragantó con su aire cuando entendió a lo que se refería. Sus ojos castaños no soportaron la presión, volteando hacia el mesón de la tienda, donde, para su mala suerte, había una pareja riendo y compartiendo comida.

 

En realidad… ¿Qué eran ellos dos?.... Compañeros equipo, sin duda. Rivales, gruñó mentalmente Sakuragi… Amigos, admitió con vacilación… Pero…

 

¿Y esa palabra que había dicho Takamiya en la cancha? ¿Esa corta, pero peligrosa palabra que había sido gritada con tanta burla y despreocupación? ¿Acaso eran eso?... ¿Eran... novios?...

 

Hanamichi nunca había tenido una relación. Claro, se había confesado y flechado de 50 chicas, pero…nunca había hecho esto con nadie… Nunca se había sentido de esta manera por nadie (ni siquiera Haruko). Tomar la mano de Rukawa. Abrazarle. Escucharle. Prestarle atención. Admirarle. Besarle. Desear estar con él todo el tiempo. Pensar en él a cada minuto… Y más importante… Que Rukawa también quisiera estar con él todo el rato… significaba que estaban junto… ¿verdad?...

 

Entonces… eran más que amigos…

 

“… ¿No?” Respondió y preguntó con aprensión, sin estar completamente confiado, pero al mismo tiempo, sintiéndose seguro de lo que sentía; de lo que él y Rukawa compartían.

 

“No… algo más” Susurró Rukawa mirándole a los ojos y alargando lentamente la mano. Hanamichi, ahora sin titubear o dudar, estiró la suya y entrelazó los dedos con los contrarios. Disfrutó de su calor, y no tembló de asco por el sudor que le empapaba (ambos estaban sudando por puros nervios, después de todo).

 

La señora, a los pocos segundos, apareció con sus órdenes y les dejó los tazones de Ramen en sus lugares. Pero ellos no separaron sus manos, aunque les fue horriblemente incómodo comer, y aunque discutieron y pelearon como niños por tirarse de un lado para el otro…

 

Después de todo, eso hacen los novios ¿no?

 

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“No hay otro signo solar capaz de ser tan escrupulosamente fiel como Aries cuando está de veras enamorado. Por lo común, su honradez le impide cualquier engaño, y su idealismo le mantiene a salvo del deseo de engañar”

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Hanamichi no recordaba muy bien de quién había sido la idea de venir a un club nocturno este jueves por la noche. Quizás había sido Takamiya con sus ocurrencias; o Noma con sus ideas errantes; u Ookus con su locura… De Yohei lo dudaba, pues el joven de cabellos engominados había puesto mil peros a penas la idea fue dicha mientras los seis jugaban hace unas horas atrás a la play en casa de Sakuragi. 

 

Estaban de vacaciones después del campeonato de invierno, y pronto sería navidad, por lo que los ánimos estaban por los cielos. En casa de Sakuragi habían reído, jugado y peleado (no con tanta violencia), pero de un momento a otro, se encontraron fuera de un conocido club del centro, con sus identificaciones falsas, para terminar entrando a un pasillo estrecho, con paredes luminosas y espejos sobre sus cabezas. Al llegar al centro, no se encontraron con una oscuridad absoluta, sino un anochecer brillante de colores cegadores. Los seis jóvenes, guiados por Noma, encontraron una mesa lo suficientemente grande para alojarlos. La entrada les permitía un pequeño trago, que tanto Ookus como Takamiya fueron los encargados de ir a buscar.

 

Noma y Yohei rieron  y se levantaron para bailar no muchos minutos después, dejando a Sakuragi y Rukawa solos y aburridos, sin saber qué puta hacer. El pelirrojo nunca había bailado en su vida rodeado de tantas personas, y dudaba que su novio lo hubiese hecho alguna vez, por lo que no le pareció muy buena idea el proponerle que se pararan.

 

En la pista, tanto chicos como chicos se movían al ritmo de la música, la cual variaba de estilo a cada tanto;  algunas de estas canciones dejaron a Hanamichi moviendo de aquí para allá su cabeza y hombros, terminando sin intención, pegado al cuerpo del pelinegro a su lado. Rukawa no pareció irritado por la acción, aprovechando él mismo para alargar un brazo por atrás de Sakuragi, para acariciarle tenuemente su cuello y espina. Sakuragi tembló y se sonrojó con los inocentes toques, volteando el rostro al otro chico y atrapando su mirada con intensidad y profundidad.

 

¿Cuánto llevaban juntos? ¿Dos-tres meses? ¿Hace cuánto que no podían quitarse las manos de encima? ¿Tres-cuatro semanas? ¿Cuándo fue la última vez que se tragaron el aliento y comieron sus labios? ¿Hace un par de horas?.... Si, probablemente, pensó Hanamichi lamiéndose y sintiendo como su boca se llenaba de saliva. Tragó y bajó los ojos a los apetitosos y rojos labios de su novio, ignorando las risas, las charlas y la música retumbante del ambiente.

 

Sólo importaba Kaede… sólo Kaede…

 

Momento que fue interrumpido con la llegada de Takamiya y Ookus, quienes dejaron con ruido las botellas y latas (cerradas, por supuesto, por seguridad) sobre la mesa. Tanto Hanamichi como Rukawa saltaron visiblemente ante la interrupción, frunciendo los ceños y observando con dagas a los recién llegados.

 

“¡Oigan, no es nuestra culpa que decidieran venir!” Alegó y se defendió el rubio con ambas manos alzadas. El pelirrojo bufó y se apoyó en el asiento, alargando bajo la mesa una mano, y colocándola sobre el muslo de su novio.

 

“¡Sí! Sí querían estar solos, pudieron haberse quedado en casa” Acotó Takamiya sonriendo con malicia. Los chicos de la Gundam no tardaron en ignorar a los dos tórtolos, riendo y bebiendo las bebidas de todos los presentes.

 

Hanamichi, frustrado y ansioso, agarró la mano de Rukawa y le tiró fuera del asiento. El pelinegro no le detuvo o alegó por la acción, complemente en sintonía con sus sentimientos y deseos. Ninguno de los dos era para nada adepto a dar escenas subidas de tono o vergonzosas, pero… algo en el aire, algo en el ambiente, algo de esta noche, de este club… les hizo más imprudentes, rebeldes, maliciosos… juguetones…

 

Cuando estaban en la pista de baile, rodeados de otras muchas personas, pegaron sus pechos y aprovecharon la oscuridad para besarse como deseaban hacer desde que salieron de la casa del pelirrojo. Hanamichi colocó una mano sobre los cabellos de su novio, acomodándole a su antojo, y apretándole más contra su rostro. Rukawa le abrazó por la cintura, moviéndose lentamente al ritmo de la música que parecía lejana en estos momentos, demasiado concentrado en el calor y humedad de Sakuragi.

 

Hanamichi gimió, sacando la lengua y lamiéndole los labios. Rukawa jadeó y se meneó contra la cadera del pelirrojo, sintiendo como su estómago ardía y se apretaba; su entrepierna, ya despierta y lista para la acción, pulsó dentro de sus pantalones, razón por la que comenzó a apretarse suave pero constantemente contra el muslo de su novio. Sakuragi le correspondió al bajar ambas palmas hasta su trasero, afirmándole y estrujándole más contra su cuerpo.

 

Estuvieron por varios minutos entregados en esa nube exclusiva y caliente, ignorando los cuchicheos y alegatos ahogados de las personas a su alrededor, disfrutando de besos mojados, lamidas discretas en sus cuellos, chupones suaves en la quijada y en las expuestas clavículas.

 

Rukawa, con los ojos cerrados y los labios abiertos y húmedos, metió ambas manos bajo la polera de su novio, tragándose un gruñido cuando acarició la piel cálida y dura de Hanamichi. Para no ser acusado de indecencia publica, se restringió de apretarle demasiado, acariciando con aparente inocencia los costados, la espalda, y palpar con la punta de sus dedos los abdominales marcados.  Gracias a que sus manos estaban instaladas por toda la figura de su pelirrojo, logró sentir como otra mano intrusa se apoyó en la espalda, muy cerca del trasero de Sakuragi.

 

Rukawa inmediatamente frunció el ceño y enfocó sus ojos azules y fríos en el tipo, joven, de cabellos rapados y sonrisa juguetona casi refregándose contra el pelirrojo.

 

Antes de que Rukawa pudiese hacer algo (como matar al bastardo), Hanamichi se dio media vuelta y agarró con una mano la solapa del tipo, levantando del piso y torturándole con una mirada penetrante y furiosa.

 

“No me vuelvas a tocar. ¿Me escuchaste?...” Pareció susurrar, sedosa y peligrosamente. Un escalofrío pasó por la espalda de Rukawa, casi de miedo, casi de deseo. Sakuragi parecía próximo a aniquilar, destrozar con sus dientes… “…Si te atreves a si quiera mirar a nuestra dirección de nuevo, te voy a arrancar las bolas con las uñas, ¿entendiste, hijo de puta?” El desconocido, temblando de pies a cabeza, negó con la cabeza y balbuceó incoherencias. Hanamichi le lanzó lejos, y el tipo salió arrancando sin una palabra (probablemente cagado de miedo).

 

Rukawa, con los labios secos y el cuerpo cubierto de sudor y calentura, agarró una mano sobre el brazo de su pareja y le arrastró fuera del club.

 

El aire frío y afilado de la noche pretendió congelarles, pero la adrenalina, el deseo, la pasión corriendo por sus venas, nublando sus cabezas y ardiendo en los lugares más inapropiados, les tuvo en menos de un segundo apretándose como si no pudiesen respirar sin el otro… Se besaron y besaron. Se lamieron y mordieron cada resquicio de piel. Se dejaron rojo y morado en todas partes.

 

“Vamos a mi casa” Murmuró Sakuragi al rato después. Rukawa asintió y le tomó de la mano con firmeza.

 

Soy tuyo. Soy tuyo. Te pertenezco. A nadie más. Has conmigo lo que te plazca… Pareció gritarle el cuerpo de Hanamichi durante toda esa noche…

 

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“Aunque tu amante Aries insista en ser el primero en la relación, será también el primero en decir que lo lamenta cuando hayan peleado; o será el primero en estar a tu lado cuando le necesites. Cuando estés enfermo o triste, no se separará de ti. Tú serás lo más importante de su vida

 

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Cada vez parecía que esta escena se repetía con más frecuencia. Antes, era cada par de meses Después, cada ciertas semanas, y ahora… prácticamente cada día. Sakuragi, impaciente, escandaloso, imprudente e impetuoso, se acomodó en la arena de la playa a la que arrancó después de otra discusión con Kaede.

 

¿Por qué habían peleado esta vez?.... Por lo mismo de siempre, la verdad…

 

El futuro… El puto e incierto futuro.

 

Hanamichi no entendía; verdaderamente no comprendía por qué Kaede se preocupaba tanto por esas cosas a estas alturas. Si, por supuesto, estaban en agosto de su último año de preparatoria; ya pronto tendrían que abandonar el equipo de baloncesto para concentrarse en los estudios. Pero… ¿era eso lo que verdaderamente quería?... ¿No se supone que la vida se vive a cada respiro? ¿Qué hay que disfrutar cada momento?...

 

Y si es así, entonces ¿Por qué el pelinegro estaba tan embebido en enfocarse en el mañana…. Cuando lo que importa es el ahora?

 

Hoy en la tarde estaban en la casa de Kaede; como siempre, comiendo algo y viendo unos videos de baloncesto profesional. Para Sakuragi el día estaba resultando maravilloso. Durmió bien, despertó perfecto, visitó a su novio, almorzaron junto a la familia del zorro, jugaron en la Xbox hasta que se aburrieron, se besaron por un rato, y ahora estaban pegados en la cama con la laptop en el regazo de Rukawa. Todo era idílico… Hasta que Kaede preguntó, de nuevo… como todos los días llevaba haciendo:

 

“¿Qué piensas hacer cuando salgas de la preparatoria?” Y Hanamichi reaccionó y respondió lo mismo.

 

“¡Tch! No sé... ¡¿Qué importa, zorro?” Contestó haciendo un gesto con los labios y levantándose de la cama por la rabia crepitando en la boca de su estómago. El pelirrojo vio a Rukawa suspirar y negar con la cabeza.

 

“Siempre dices lo mismo… ¿acaso no te importa?” Continuó Kaede con el ceño fruncido y un tono de voz cansino y desafiante.

 

“¡Argh! ¿De nuevo lo mismo? ¡¿Cuántas veces me has preguntado esta semana?!... ¡Ya te lo dije!.... No tengo ni la más puta idea… Más adelante lo voy a pensar” Replicó con violencia, dándose la vuelta y evitando el contacto visual con el pelinegro.

 

Hanamichi estaba irritado, frustrado, furioso… ¿Por qué tuvo que arruinar este día?... ¿Por qué seguía preguntando cuando ya sabía la respuesta de memoria?.... ¿Le gustaba enfadarlo? ¿Disfrutaba cuando discutían?.... Pues Sakuragi no… Lo odiaba… Aborrecía sentirse tan indefenso, y acorralado, y presionado… Odiaba odiar a Kaede…

 

“Es tu futuro, estúpido; no puedes tomarlo tan a la ligera” Continuó Rukawa con más fuerza… casi con suplica… Hanamichi le ignoró, negando con la cabeza y gruñendo de frustración.

 

“¡¿Y qué te importa a ti?!” Gritó mirándole con los ojos abiertos e intensos, rogándole que se detuviera.

 

Kaede le miró por varios segundos, con esos ojos azules tan brillantes y afilados. Sakuragi creyó ver miedo en ellos por unos instantes; creyó ver anhelo… un ruego y una petición… Pero tan rápido como aquello apareció, Kaede bajó el rostro al piso.

 

“Idiota” Susurró sin emoción y Sakuragi vio rojo…

 

¡Tu eres el idiota, bastardo!... ¡Si tanto estás preocupado por el futuro, entonces piensa en el tuyo, a ver si te resulta lo que quieres…!”

 

“Yo ya sé lo que quiero” Replicó Rukawa con ojos firmes y decidido. Tan determinado.

 

¿Y qué es lo que quieres?, Hanamichi quería preguntar desesperado, pero su orgullo no le permitió decirlo en voz alta… Y sinceramente… ¿Qué pasaría si Rukawa quería irse? ¿Qué pasaría si Rukawa quería extender sus alas y aterrizar en nuevos horizontes? ¿Unos en el que él no estaría para recibirle? ¿Uno en el que él no podría seguirle?.... ¿Qué pasaría si el zorro quería… dejarle?

 

“Ah… que bien…” Murmuró sarcásticamente, rodando los ojos y metiéndose las manos en los bolsillos. Ya no quería estar ahí. No quería verle o escucharle.

 

Sin esperar una respuesta o despedirse, Sakuragi tomó sus cosas y arrancó…

 

Corrió y se detuvo en la costa más cercana. Se sentó sobre la arena y pegó los ojos en el mar, en el cielo, en la infinidad que se extendía frente a su mirada… Había tanto, tanto más por conocer… por experimentar… Pero a Hanamichi nada de eso le importaba. Para él no tenía sentido pensar en esas cosas. Siempre imprudente, espontáneo, escandaloso e impetuoso… Sakuragi simplemente sabía arremeter hacia adelante; ir paso a paso con fuerza y con seguridad; sin pensar demasiado; sin calcular consecuencias…

 

Pero Rukawa no es así… se dijo con un suspiro. Kaede es de planes. De barajar opciones. De ponderar efectos. De pensar en su futuro… e ir por él con determinación (cualquiera que fuera)… con los ojos fijos en la meta y el premio listo para sus manos.

 

Y Hanamichi le amaba por eso… Amaba su empuje, su garra, su espíritu luchador, su aguante imperecedero, su voluntad de hierro. Adoraba que cuando se proponía algo, lo lograba con lentitud, pero seguridad. Rukawa no era de tirarse de cabeza a una actividad; era de pensarlo y avanzar con cautela… Y eso había permitido que este año Sakuragi lo pasara más tranquilo, más calmado, sereno y con los pies bien puestos sobre la tierra.

 

Kaede era su ancla a la realidad.

 

Y por eso mismo… ¿No estaba siendo un poco egoísta e injusto con su novio?... Él, Hanamichi, sabía como era su Rukawa. Claro, aun le quedaban muchas facetas por descubrir, pero le gustaba vanagloriarse de ser uno de los pocos afortunados que derribó sus altos muros; llegando a su corazón y arropándolo entre sus manos seguras y cálidas.

 

Kaede era de planes… de pensar… de barajar…de ponderar… y lógico era que ya estuviese listo y preparado para lo que se avecinaba. Si incluso en su primer año de preparatoria estaba mentalizado en una meta. Sólo a los 15 años se propuso luchar por algo.

 

Y Hanamichi le admiraba por eso… Le adoraba por eso…

 

“Arg…” Murmuró revolviéndose los cabellos y levantándose lentamente.

 

No tenía por qué estar enojado. No tenía razones para molestarse. Kaede simplemente estaba siendo Kaede. Y Hanamichi nunca podría enfadarse porque su pareja estaba comportarse como su propia persona.

 

Inhalando y exhalando la brisa marina, Sakuragi apretó los puños y comenzó a caminar hacia la calle. Sus pasos, lentos, seguros y confiados, le llevaron en poco tiempo a la misma casa de la que había arrancado. Golpeó bien fuerte unas cuantas veces, sabiendo que los padres de Rukawa no llegarían hasta bien tarde.

 

Efectivamente, su novio le abrió a los pocos minutos, con el cabello revuelto (probablemente por estar acostado en la cama), los ojos vacíos y medio cerrados, y su ropa toda arrugada.

 

“¿Qué quieres?” Le preguntó mirándole con irritación. Hanamichi estuvo a punto de insultarle y responderle con agresividad, pero eso no era por lo que vino… Contrólate, se dijo apretando los puños.

 

“Yo no… No sé lo qué quiero estudiar… En realidad, ni siquiera sé si quiero ir a la universidad… No hay nada en particular que me guste… y---… no sé si podré hacer del baloncesto algo profesional” Sakuragi dijo con los ojos calmados pero intensamente fijos en los de su pareja.

 

Kaede le observaba con los labios abiertos y sorpresa en sus facciones. Hanamichi no estaba seguro de lo que estaba diciendo; su maldita costumbre de hablar y después pensar estaba en full mode-on… Su boca simplemente expulsaba… ahora mismo era su corazón quien hablaba…

 

 “Pero… si hay algo que quiero, zorro… algo que deseo más que nada… Yo… Yo quiero estar contigo, Kaede…. No me importa dónde, o cómo…. yo solamente… quiero estar contigo” Susurró sonrojado y temblando ligeramente, sin saber que sus palabras eran demasiado… sin entender que quizás estaba pidiendo mucho… Sin pensar, barajar o ponderar consecuencias… pues eso era tarea de Rukawa…

 

Y Kaede… afirmando bien fuerte el marco de su puerta, dio un paso adelante y pasó ambos brazos por la cintura de su novio.

 

“Yo también… Yo también quiero estar contigo… No me importa dónde ni cómo… sólo quiero estar contigo” Murmuró en su oído, cerrando los ojos y aspirando el aroma del pelirrojo.

 

Después de todo… no había nada más importante que ellos para el otro…

 

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Rukawa Kaede

 

Cumpleaños: 1° de Enero

 

CAPRICORNIO

 

“Capricornio puede parecer tan inofensivo como una almohada de plumas, pero es resistente como una armadura. Trabaja persistentemente, sin pausa, y se las arregla para digerir insultos y presiones”

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El cielo de primavera, siempre tan celeste y profundo, cubrió toda su visión por unos segundos después de que abriera los ojos de su extensa siesta. No había soñado con nada, y por fortuna (para otros) nadie le había perturbado. Una costumbre que había desarrollado desde pequeño, según su madre, por lo que hoy por hoy, con 13 años, era imposible intentar erradicarle un hábito tatuado en su sangre y ADN.

 

Dormir era simplemente su segunda naturaleza. Como el baloncesto…. Le decía siempre su padre con una sonrisa floja y dormilona.  

 

Pensando justamente en ese deporte, Rukawa, con lentitud, comenzó a levantarse. Frunciendo los labios y pretendiendo mantener los ojos abiertos, se limpió y sacudió el uniforme cubierto de polvo. Tendrían que limpiar mejor la azotea… pensó sin darle un segundo vistazo, y bajando hasta el gimnasio.

 

Avanzando por los pasillos, colmados de estudiantes que se dirigían a sus propias actividades extracurriculares, Kaede notó como algunas personas le observaban de reojo; el pelinegro lo adjudicó todo a su altura, extrañamente alta para un niño de secundaria. Todo por el baloncesto… pensó bostezando e ignorando cualquier sonido y persona que se atravesara en su camino.

 

Al llegar, no tardó en dirigirse a los camarines para cambiarse a su ropa de entrenamiento, sintiendo (de nuevo) los ojos de sus compañeros tras su espalda. Rukawa nunca moraba en pensamientos innecesarios… mucho trabajo… pero supuso que muchos de los otros jóvenes no confiaban en él, tomando en cuenta que prácticamente nunca hablaba y cuando se presentó hace unos días ante el equipo, sus únicas palabras habían sido que “jugaba en cualquier posición”… (Lo que era completamente verdadero, por cierto).  

 

Decidiendo ignorar todo lo que no fuera baloncesto, se colocó su polera, shorts y banda azul en su antebrazo. Caminó hasta la duela y vio a varios chicos entrenando mientras el capitán hablaba con el entrenador junto a la cancha.

 

Sin estar seguro de qué hacer, se quedó parado en la banda esperando por instrucciones, escuchando risitas no muy bajas desde un grupo de chicos a unos metros de él; estos le miraban y entrecerraban los ojos en burla. Kaede subió los hombros y volteó hacia el capitán, quien notando que ya todos habían llegado, les ordenó formarse para comenzar con la práctica.

 

Estuvieron durante toda la primera hora dedicándose a trabajo básico y ejercicio físico. Para Kaede todo eso era una  pérdida de tiempo. Si alguien aquí no sabía jugar baloncesto, ni siquiera debería ser admitido dentro de la cancha; además, según su opinión, el trabajo físico no tendría por qué ser tan largo. Suspirando y negando con la cabeza en su interior, Rukawa ignoró su irritación y continuó con lo ordenado de manera impecable y perfecta, llamando, obviamente, la atención de sus superiores.

 

En la última hora, por fortuna, el capitán les separó en dos grupos para un juego de entrenamiento. Algo para probarlos, dijo con una sonrisa burlesca. Kaede no entendió, y tampoco le importó, él sólo quería jugar….

 

Y eso hizo a penas se presentó la oportunidad. Cuando uno de sus provisorios compañeros de equipo le hizo un pase, Rukawa no tardó en enfocar sus ojos en el tablero, e ir por él… Dribleando y boteando con fuerza, corrió y pasó como un ventisca a sus inexpertos bloqueos. Dejó prácticamente a todos con la boca abierta cuando, ya cerca de la canasta, saltó recto hacia arriba, con ambos brazos extendidos, casi acariciando el balón entre sus dedos... y la lanzó para encestar dos puntos…

 

Escuchó jadeos y mudos aplausos, pero lo ignoró… él sólo quería jugar…

 

Y eso continuó haciendo en ese partido de práctica y en los siguientes, sintiendo cada día sobre su espalda ciertas miradas de sus compañeros de equipo o incluso de clase.

 

 Algunas veces su capitán le llamaba la atención respecto a su juego individual y supuesto egoísmo, o lo comilón que podía ser con la pelota después de un pase. Kaede, por respeto, intentó escucharle y cambiar (un poco), no obstante… su baloncesto era la prioridad…

 

Mediante los meses y años pasaron, Rukawa se hizo más y más indispensable en el equipo de Tomigaoka. Y si, quizás muchos le envidiaban y celaban… quizás muchos le querían fuera del equipo… quizás otros tantos le admiraban como una estrella de cine…

 

Pero a Kaede Rukawa sólo le importaba ser el mejor en su basketball…

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“Sienten una gran admiración por quienes han subido antes que ellos a la cima de la montaña y han establecido las normas del viaje. Son los cortejantes del éxito; respetan la autoridad y honran la tradición. Hay muchas personas enérgicas e impulsivas que les tachan de esnobs y de engreídos. A su vez, la Cabra puede considerar temerarios y tontos a sus críticos, pero por lo general es demasiado prudente para hacerse enemigos innecesariamente”

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Como basquetbolista, entrar a la preparatoria Shohoku probablemente no había sido la decisión más lista que había tomado en su vida. El equipo de Ryonan, por ejemplo, en ascenso y con uno de los mejores jugadores del Estado, habría sido una apuesta fácil e ingeniosa. O Kainan, la escuela más poderosa del distrito y reconocida a escala nacional, era una apuesta casi segura para su ascenso. A pesar de eso, Kaede no estaba apuntando por un equipo… no discutió con sus padres opciones sobre entrenadores y planes de actividades… él sólo buscaba su propia comodidad.

 

Y dormir era vital en su rutina; era fundamental en su vida diaria. Era necesario para su existencia. Por lo que apostó por la escuela más cerca de su casa…

 

Además, para qué mentir, en Shohoku también conoció a grandes jugadores. Del capitán Akagi, honestamente no había pensado demasiado, creyendo que su autoridad venía más de su estatus como alumno de tercer año que de su habilidad; pero estaba completamente equivocado…

 

Takenori Akagi, era para Rukawa, sin mayores contemplaciones, uno de los mejores centros (o pívots) del Estado. Logrando que se sintiera seguro con la formación inicial del equipo y con la protección del tablero. Lo que había quedado sumamente comprado en ese partido de práctica con Ryonan, en el cual no sólo Shohoku se probó por primera vez, sino en el cual tuvo la oportunidad de jugar contra Akira Sendoh, el conocido jugador estrella que se decía superaría Maki de Kainan.

 

Probarse ante jugadores como él, era lo más emociónate y desafiante de su vida. Para Kaede, no había nada más vigorizante que enfrentarse a ese tipo de jugadores. No mentiría diciendo que el tipo le agradó, pues, primero, llegó tarde al partido; segundo, se la pasó con una sonrisita estúpida dibujada en la cara todo el comienzo; y tercero, era increíble en la duela. Porque sí, le admiraba (muy, muy, secretamente), pero también envidiaba y detestaba su talento y naturalidad en la cancha; como, a pesar de ser un jugador excepcional, parecía estar en una sintonía y armonía constante con sus compañeros de equipo; algo totalmente foráneo para Kaede, quien en Tomigaoka siempre había sido el líder que llevaba a equipo hacia adelante, sin ayuda y cuestionamientos.

 

En Shohoku, además, conoció a Miyagi Ryota, un individuo igual de torpe que el idiota de Sakuragi, pero que jugaba de point guard con autoridad. Y no olvidemos al Jugador Más Valioso: Mitsui Hisashi; el antiguo pandillero que casi destruyó el equipo con sus estupideces, y quien, aunque llevaba bastante tiempo sin jugar, aun así demostraba un talento único en la cancha: Como bloqueaba y como encestaba, era digno de un jugador prodigioso.

 

Lo que no era para nada agradable de Shohoku, era el tarado de Hanamichi Sakuragi.

 

Kaede al comienzo lo ignoró. No tenía ni la más puta idea de por qué el violento pelirrojo la había agarrado con él, y sinceramente, le importaba un rábano. Para Rukawa sólo existía el baloncesto, después de todo. Asique las estupideces de ese inútil le resbalaban con el agua de una ducha.

 

Pero… ese idiota tenía la manía de siempre meterse con él. Sin importar cuánto lo ignorase o incluso, le demostrase que no pertenecía al equipo, el torpe seguía ahí, molestando y presumiendo habilidades que obviamente no tenía. Y a Rukawa le irritaba como nada.

 

Nunca, nunca en toda su vida se había sentido tan molesto como con el idiota bocón y escandaloso; llegando incluso a rebajarse a su nivel y devolver muchos de sus insultos y golpes. Pero no podía controlarse… No con  Sakuragi riendo a boca suelta, y hablando, hablando y hablando sobre cosas de las que no tenía ni idea.

 

Si, si… Quizás el tipo tenía algo de talento… (Considerando que aprendía muy rápido)… pero eso no le daba ningún derecho de andar gritando por ahí cualquier maniobra que le resultó de milagro.

 

En resumidas cuentas… Kaede Rukawa estaba satisfecho con su decisión de unirse a Shohoku… pero el ver a ese pelirrojo durante los entrenamientos… le hacia replantearse sus decisión todas las tardes…

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“Su mirada se dirige hacia delante y afirma sólidamente los pies en el suelo. Celos, pasiones, impulsos, enojos, frivolidades, despilfarro, haraganería y descuido, son obstáculos; que sean otros quienes tropiecen con ellos y se caigan. Capricornio no. Él puede echar un rápido vistazo hacia atrás, compadeciéndose de los caídos, o agradeciéndoles el consejo y la ayuda que antes le prestaron, pero no tardará en seguir subiendo sin prisa y sin pausa hasta llegar a la meta”

 

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“Cállate y mira, idiota” Kaede le dijo a Sakuragi (quien el profesor Anzai sacó de la duela) dándole la espalda y adentrándose al juego para continuar con la lucha contra Kainan, quien hasta el momento, gracias a las jugadas del gran basquetbolista Maki, iba con la delantera.

 

Estaban atrás… muy atrás…. Y para empeorar las cosas, ese estúpido pelirrojo había bajado su rendimiento al enfrentarse a ese pequeño y débil chiquillo, fallando como el principiante que era y haciendo el ridículo (como siempre), pero más importante, disminuyendo su efectividad con los rebotes.

 

Es un inútil, pensó Rukawa suspirando internamente y planteando los pies en la cancha con determinación y fuego lamiendo su piel.   

 

Y eso no era todo… ese otro mono escandaloso… Ryota… no dejaba de molestarle e intentar provocarle (como si sus bobos desafíos o palabras le fueran a mover un pelo del cuerpo… Hmp….)Al pelinegro le importaba un comino probar quién era el rookie del año… o el mejor principiante, o el alumno promesa para los próximos años…

 

Kaede sólo quería ganar… quería cerrar la distancia… quería hacer más puntos… muchos más puntos… encesta… encesta… ¡Encesta!...

 

Y como si el karma hubiese decidido volverse negro y oscuro en su contra, el capitán Akagi sintió los latigazos de una lesión en su tobillo; contractura de vital importancia para un centro como él, quien defendiendo bajo la canasta, debía saltar y saltar para recuperar los rebotes y salvaguardar el tablero de cualquier ataque enemigo. El capitán Akagi terminó retirándose para tratar la gravedad de su herida.

 

Todo estaba desmoronándose… Todo estaba cayendo… Shohoku estaba mal. Shohoku estaba perdiendo. Los presentes en el gimnasio gritaban, celebraban maniobras, gritaban por sus favoritos, pero Rukawa calló todo eso. Lo encerró en un lugar escondido de sus oídos; lo borró y aniquiló de su consciencia activa. Ahora mismo sólo existía el balón y él…

 

Sólo él y la pelota…

 

… Y el tablero esperando por ser encestado…

 

Nada más. Nadie más. No había presión. No había ánimo. No había rabia. No había frustración. Irritación o cansancio. Sólo determinación. Fiera. Apasionante. Energética. Consumidora y arrebatadora.

 

Y con eso en mente jugó como nunca lo había hecho. Boteó y dribleó de una manera que muchos creyeron de película animada. Pasó y sobrepasó al mono de Kainan. No porque quería humillarle. No porque quería enseñarle o mostrarle su lugar… Lo hizo porque tenía que hacer más puntos. Incluso le hizo frente a Maki y a ese jugar alto que protegía el tablero. Kaede se llevó a todos por delante…

 

Con sudor corriéndole por las sienes; con su aliento agitado y destrozado, alzó la mirada y clavó sus ojos azules en el tablero… Sólo 15 puntos… sólo 15 más… Y con esas palabras disparando un rayo de fuego a sus piernas y brazos, sus palmas se pegaron a la pelota. ¿Era esto el Estado del fluido del que hablaban los deportistas y ciertos especialistas? ¿Era esto “estar en la zona?... Kaede no sabía…. Ni tampoco le importaba…. No cuando tenía que seguir haciendo puntos. No cuando debía encestar. Encestar y encestar. Nada ni nadie más importaba.

 

Al tablero. Al tablero. Al tablero. Un punto más. Sólo un punto más…

 

Ganaré… Ganaré a toda costa…

 

Cuando Sakuragi por fin enfrentó su debilidad, las cosas parecieron tomar buen curso para el equipo de uniforme rojo. El capitán Akagi, claramente sometido a un fuerte dolor, volvió a la cancha y continuó luchando con un valor proveniente sólo de su corazón. Rukawa le admiró por eso… Pero no había tiempo para pensar en ese tipo de cosas… no cuando faltaba tan poco y la puta distancia no desaparecía…

 

Kainan seguía anotando… Maki era increíble… casi invencible… espectacular y de hierro.

 

Y con casi 1:30 minutos para el final del partido y seis puntos de diferencia (Shohoku aun perdiendo), el balón salió disparado a dirección a la banca de Kainan. Y Sakuragi… ese idiota… ese principiante… ese monstruo… corrió hacia la pelota y la tiró en su dirección.

 

“¡Rukawa! ¡No importa si la encestas por pura suerte! ¡Sólo hazlo!” Le gritó Sakuragi levantándose, y Kaede, boteando y enfrentando el bloqueo de Ryota, avanzó con autoridad y poder. Nobunaga se quedó sorprendido con su aura; con la energía que desprendía su estilo de juego.

 

“No soy tu” Rukawa le replicó imputable, sudando, exhausto, respirando con dificultad, pero decidido… “¡Yo no necesito suerte, estúpido!” Gritó saltando y clavándola con su mano derecha, resistiendo y pasando la defensa de Kainan.

 

Es habilidad… pensó tirado de estómago en la duela, con la frente perlada de sudor y los brazos laxos… casi perdiendo la consciencia… agotado, frustrado con su poco aguante… irritado con su cuerpo… molesto con su mente…

 

“Jugaste bien. Buen trabajo… Ahora deja al resto a tus compañeros” Le dijo el profesor Anzai cuando le cambió por Kogure.

 

Kaede, sentado en la banca, con los puños apretados en furia sobre sus rodillas; con la cabeza oculta en una toalla… con la respiración todavía violenta… pensó…

 

¿Dejarle el resto a mis compañeros---…?...

 

No…. Él no podía hacer eso…

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“Ocasionalmente, algún Capricornio olvidará ocultar su ambición y se negará a trabajar si no es en un puesto clave. Se convierte entonces en una Cabra obstinada que insiste en empezar desde el último peldaño de arriba, el lugar que en su sentir le pertenece. Como es natural, una actitud así tiene como resultado una persona sombría, egoísta y fría, imposible de satisfacer. Pero un buen par de golpes suelen ser suficientes para que se encamine por la buena senda”

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Algunas veces, aunque cueste creerlo, las personas pueden cambiar totalmente sus perspectivas de vida si se lo proponen (algo que para Rukawa Kaede parecía imposible). Sin embargo, en otras circunstancias, preferimos refugiarnos en nuestro caparazón y mirar desde un pequeño resquicio como el mundo muta a nuestro alrededor; sin mover un dedo, sin respirar más profundo, sin mover un músculo para adentrarnos o ignorarlo.

 

Y otras veces… otras tantas… nos vemos inmersos en esas corrientes impredecibles e impetuosas sin voluntad. Esas veces es casi abrumador tomarse un respiro y exhalar…. Y pensar… este soy yo ahora… En esto me he convertido.

 

Algunas veces es para peor. Otras veces para mejor…

 

Para Kaede Rukawa al menos, su experiencia de vida le había llevado por esta última ruta (o así le gustaba pensar). Una que él nunca esperó… nunca deseó… pero velo aquí… luchando por algo más que no era él.

 

Muchas personas al comienzo de la preparatoria le habían apodado el rey de hielo… o tachado como un jugador egoísta… individualista… Y sinceramente, nunca le importó, porque incluso en la secundaria le conocían por esas características. No se avergonzaba de su estilo. No se arrepentía de jugar un baloncesto ligeramente más personal… No porque sus compañeros fueran unos buenos para nada; al contrario. No obstante, le era muy difícil relacionarse con las personas. No porque fuese tímido, vulnerable, fácilmente vergonzoso o un idiota… sino… porque no le interesaba…

 

Hablar y hacer amistades no le servía a sus propósitos… A su meta.

 

¿Qué ganaría con ser amigo de tal fulanito? ¿Acaso driblearía con más precisión? ¿Más rápido? ¿Más bajo o con más altura? ¿Saltaría más alto? ¿Encestaría más puntos? ¿Clavaría más la pelota?... ¿Le haría eso un mejor basquetbolista?.... No… No lo haría… Y por ello no veía la necesidad en crear lazos con sus compañeros de equipo.

 

Todos eran piezas de un gran juego, después de todo.

 

Y ese pensamiento le dominó por mucho tiempo (quizás demasiado)…

 

Pero en Shohoku…

 

Algo en Shohoku cambió… algo se salió de sus carriles y cayó por un largo y profundo precipicio; uno del que todavía no veía el final… y quizás, tampoco quería hacerlo…

 

Pensando en eso ahora, quizás fue el profesor Anzai quien le motivó en su cambio cuando le dijo: Conviértete en el jugador número uno de las preparatorias de Japón…. Después de derrotar a Ryonan y esperar por las Nacionales. Quizás fueron sus enseñanzas y lecciones de vida lo que le llevaron a mutar en esto.

 

Posiblemente incluso, fue Takenori Akagi, el capitán del equipo. El pilar. El corazón. El centro y protector de la canasta. Puede ser que su seguridad, su empuje, su confianza, sus sueños… le motivaron a unirse al equipo. Quizás le inspiró en llegar a las Nacionales con Shohoku.

 

Tampoco podía descartar a Miyagi, Mitsui e incluso Kogure y Ayako. Cada uno de ellos, con sus propias habilidades, con sus propios caracteres, con sus aportes personales, lograron hacerle sentir parte de algo. Le hicieron creer en verdaderos compañeros de equipo; porque con ellos se sentía, no como con simples personas con quienes compartes un camarín y juegas con el mismo uniforme, sino parte de algo más grande… más profundo… Quizás más significativo.

 

Y probablemente…

 

Quien más influenció en su vida y decisiones… fue Hanamichi Sakuragi. Ese chico que alguna vez fue el principiante cabezahueca; el novato que a penas y sabía driblear. El presumido que se la pasa gritando y vociferando durante los entrenamientos (porque aun lo sigue haciendo).

 

Kaede nunca pretendió ser su amigo. Nunca pretendió hablarle, conversar o unirse a él. El tipo le odiaba, y él correspondía totalmente el sentimiento, por lo que hacia oído sordos a los delirantes planes del profesor Anzai de hacerles un dúo ganador.

 

Rukawa, la verdad, no puede decir cuándo las cosas comenzaron a cambiar. Cuando todo empezó a salirse de control. Cuando su ambición tembló en su mente y su cabeza fue llenada con otros pensamientos (inútiles e inservibles, a su parecer).

 

Se atrevía a decir que fue esa mañana de agosto, poco antes de las Nacionales en su primer año de preparatoria. Ese día en el que Rukawa se encontraba practicando y jugando sin molestar ni a una mosca, cuando, de la nada, apareció el idiota con su escándalo.

 

“¡Hey, tu! ¡¿Qué haces aquí?!” Le había gritado Sakuragi apuntándole con el dedo y acercándose con supuesta intimidad. Kaede se había sentido exasperado e irritado con la interrupción, especialmente de parte de ese necio que no hacía más que molestarle.

 

“¿Qué te parece? Entrenar, estúpido” Contestó inmutable para enojarle. Después de insultarse y gritarse un poco más, el pelirrojo se rindió y arrinconó en su parte de la cancha practicando sus tiros. Kaede se preguntó si de eso se había tratado el entrenamiento secreto que tuvo con el profesor Anzai durante el campamento; sin embargo, tan rápido como vino la pregunta, subió los hombros y siguió con lo suyo…Lo que ese tonto hacía no era de su incumbencia…

 

Pero, a pesar de sus propias palabras, de sus propios pensamientos, Kaede se encontró esa mañana prestándole poca atención a su tablero y pelota, mirando con (poco) disimulo como Sakuragi intentaba tirar el balón desde todos los ángulos una y otra y otra vez. Encestaba, encestaba y encestaba. Cuando erraba, gruñía y apretaba los puños, pero lo seguía intentando.

 

Este es mi compañero de equipo… Había pensado Rukawa esa mañana. Sakuragi quizás era un presumido. Un creído. Un bocón. Un idiota. Pero, era un estúpido con talento; uno que Kaede ya no podía negar.

 

“No mejorarás en nada si te pones a saltar como imbécil” Le interrumpió cuando vio al pelirrojo empezar a tirar la pelota al tablero con poder, pero poca coordinación y precisión, saltando fuera de tiempo y agotando sus piernas y cuerpo en el proceso.

 

Hasta el día de hoy Kaede no puede responder qué le motivó a ayudarle; qué le empujó a provocarle y meterse en su camino. Esa mañana, al menos, se dijo que le ayudaría por el bien del equipo…  Ya que, si Sakuragi mejoraba, entonces todo Shohoku mejoraba. Hoy en día, en cambio, no creía que fue esa la razón principal. Es decir, si, la ambición y el egoísmo estaban ahí, todavía presentes en cada jugada, en cada palabra. Incluso con Sannoh su juego seguía siendo individual… pero… esa mañana de agosto… Hanamichi Sakuragi entró a su vida como un torbellino; como una tormenta que le mojó de pies a cabeza.

 

Kaede supone que lo debió haber visto venir, la verdad; pues durante toda su vida sus sentimientos y estados emocionales se habían mantenido estables, equilibrados y controlados, pero con ese pelirrojo, todo se alteró y mutó en el algo que Rukawa se negó a reconocer. No importa cuántas veces le buscaba con la mirada en los entrenamientos. No importa cuántas veces se sentía… aliviado… al entrenar con él en una cancha publica… sólo los dos… No importa lo que le irritara que Sakuragi mirara tanto a la nueva asistente.

 

No. Importaba… Y eso se dijo miles, millones de veces en las mañanas cuando le veía con esa sonrisa idiota. Se lo repetía en la tarde cuando se lo encontraba medio desnudo en los camarines. Y se lo gritaba en la noche cuando imágenes de Sakuragi, todo sudado y riendo, le asaltaban la cabeza.

 

Pero no todo podía permanecer perfecto, o eso pareció en ese partido de práctica en abril de su segundo año; aquel en el que Miyagi, el nuevo capitán del equipo, cayó enfermo sin poder asistir al encuentro contra Shoyo. Sakuragi, como el bocón y engreído que es, no tardó en tomar las riendas y gritar discursos baratos en el camarín. Kaede simplemente le ignoró, ya acostumbrado a su escándalo, y sabiendo que sin importar lo creído que fuera, la verdad es que sus rebotes, gran estado físico y clavadas, eran parte fundamental de Shohoku. Lo que no esperó sin embargo…Fue ese:

 

“¡¿Qué te pasa, zorro?! ¡Concéntrate!... ¿O acaso ese rookie es mejor que tu?” Después de enfrentarse al nuevo recluta de Shoyo, un chico de primero que jugaba de base como un profesional. Al comienzo, Kaede sintió furia ardiente envolverle cada músculo de su cuerpo.

 

No necesito que me lo recuerdes, estúpido, pensó el pelinegro… Cayendo él mismo en frustración e irritación, pues un maldito chico de primero le estaba haciendo polvo… Por lo que, no, gracias. No necesitaba las estúpidas palabras de un idiota.

 

“No olvides el lema de Shohoku, bastardo…” Continuó Sakuragi ahora más serio y en un susurro. Rukawa, todavía respirando agitado, sudando y molesto consigo mismo, se encontró ardiendo por dentro, pero por una razón completamente distinta. Sakuragi nunca le había hablado de esa manera: Tan íntima. Tan privada. Tan madura.

 

“No hables estupideces” Susurró Kaede bien bajito, bajando la cabeza para ocultar el calor de su rostro.

 

“¡Somos fuertes, zorro!.... eres fuerte… Asique no dejes que un niñito venga a patearte el trasero… ese es mi trabajo” Comentó con el rostro volteado y las mejillas rosadas. Rukawa, sin poder creer que Sakuragi, el presumido y autodenominado rival, admitiera eso en voz alta.

 

Kaede, con los ojos brillantes, los labios secos, la boca salivando, la piel en llamas y el corazón bombeando como loco, se sintió caer, caer y caer a merced del pelirrojo.  Ya no había dudas. No había cuestionamientos. No podía negarlo. Y menos cuando esas simples palabras parecieron inyectarle energía y poder a su sangre y mente. Después de eso jugó de manera perfecta, brillante e inspirada… Y todo gracias a ese torpe…

 

Lo demás simplemente vino como el otoño sobrepasando al verano. A Kaede todavía le costaba trabajo digerir todo. Le tomó meses aceptarlo y mirarlo como algo, quizás no malo, pero no algo necesariamente bueno.

 

Ese estúpido le gustaba… Y no sólo como compañero de equipo. No sólo como (potencial) amigo.

 

Y si le faltaban razones para creerlo, entonces sólo debía recordar el campeonato Nacional del mes anterior, aquel en el que perdieron en las semi finales contra un equipo de Tokio, y Sakuragi se quedó pegado muy cerca del tablero, con los ojos abiertos y sus músculos estáticos. Ese día Rukawa había bajado los hombros en derrota. Había tensado su figura en disgusto consigo mismo, por no haber ayudado más, por no haber dado más en el encuentro, por no haber hecho más puntos, o al menos ayudar a hacerlos… Una nube negra había cubierto su rostro y espíritu… hasta que vio a Sakuragi prácticamente traumado en esa esquina. Al verlo ahí no sintió pena, diversión, rabia o compasión… sino, empatía… Porque Kaede sabía que ambos compartían los mismos sentimientos cuando se trataba de baloncesto… Siempre dentro de la cancha estaban en sintonía… Siempre en armonía…

 

Y por ello, cuando vio a el capitán Miyagi acercase al pelirrojo, pasarle un brazo por su cintura e intentar reconfortarle, algo se sintió mal, incorrecto… desagradable… en su estómago y piel. Porque Miyagi no entendía. Nadie podía entender a Sakuragi como él en esos momentos.                 Ni siquiera esa chiquilla que seguía dejando a ese idiota sonrojado como una niña. Sin pretenderlo, les había quedado mirando (como un acosador) llamando la atención del más bajo, y siendo llamado de inmediato. Cuando se acercó, Ryota-san se fue y les dejó solos. Y Kaede le sacó de ese estado aturdido de la única manera que sabía… provocándole… enrabiándole… Y lo logró…

 

Éxito que dibujó una sonrisa en su rostrodurante el resto del día… a pesar de la derrota…

 

Y por eso ahora, una noche fresca de septiembre, cercana al otoño, Rukawa se encontraba caminando con pasos tranquilos pero seguros al gimnasio de Shohoku, donde sabía, Sakuragi estaría revolviéndose en dudas… porque cuando se trataba de basketball… siempre estaban en sintonía…

 

Esta tarde había visto al pelirrojo ausente y desconectado de la práctica… y para aumentar sus sospechas, no habló (gritó) ni presumió durante todo el enteramiento. Demás está decir que apenas el resto de los chicos se fueron, Kaede se acercó a Miyagi y le preguntó con extremo disimulo sobre el torpe número uno de Kanagawa. Ryota-san le había comentado que se saldría pronto del equipo y que seguramente Sakuragi se convertiría en capitán. Y sinceramente, Rukawa estaba esperando una explosión de altanería por parte de su rival… no a ese Sakuragi silencioso y casi depresivo…

 

Pero pronto lo entendió… Pronto unió y comprendió las miradas prolongadas de Sakuragi al capitán, a Ayako, y el profesor… Y todo cayó en su lugar.

 

Por eso ahora mismo, en silencio y con su rostro inmutable, deslizó la puerta corrediza y se apoyó en  el marco observando a su compañero de equipo. Sakuragi estaba estirado de espaldas en la cancha, con sus manos sobre su estómago y los ojos clavados en el techo. A penas le escuchó, se sentó y volteó el rostro.

 

“¡Zorro! ¿Qué haces aquí?” Preguntó Sakuragi con sus ojos castaños abiertos y las facciones relajadas. Kaede, como nunca, le vio tranquilo y calmado. Esa llama que siempre estaba envolviendo parecía domada y débil, y aunque en su primer año Rukawa habría hecho de todo para que ese idiota se comportara de esta manera, ahora mismo sólo quería al Hanamichi escandaloso y presumido que todos conocían y amaban…

 

Sabiendo que no podría responder la pregunta sin dejar en evidencia lo embebido que estaba en sus asuntos, metió ambas manos en sus bolsillos y avanzó con tranquilidad, sin sentarse y mirándole directamente hacia abajo.

 

“¿Qué haces tu aquí, torpe?” Kaede estuvo tentado de reír cuando un fuego pasó por los ojos de su compañero. Funcionaba cada vez. Molestar a Sakuragi era más fácil que encender un fósforo.

 

“Yo pregunté primero” Rebatió como un niño, frunciendo los labios y echando la cabeza hacia atrás en desafío. Rukawa rodó los ojos y suspiró sin cambiar su postura, preguntándose si decir la verdad o alegar algo distinto. Pero… cómo explicar por qué estaba aquí… Porque estaba preocupado… Porque te conozco… Porque sé que, a pesar de lo que demuestras a los demás, tienes una inseguridad dentro de ti…. Porque quería verte…

 

“Ryota-san me dijo que serías el capitán” Rukawa se limitó a contestar volteando el rostro hacia uno de los tableros para evitar un sonrojo humillante.  

 

Cuando Sakuragi no respondió nada, Kaede bajó la mirada hacia él, preguntándose qué decir y cómo decirlo. Negando con la cabeza, se agachó y sentó cerca con las piernas cruzadas, bajando los hombros y observándole.

 

“Lo harás bien” Rukawa susurró bien bajito, volteando el rostro y jugando con los dedos. Probablemente Sakuragi le gritaría, insultaría, golpearía o quizás qué cosas… pero Kaede pensó que se lo debía. Hanamichi, sin saberlo, le había ayudado mucho este último año. Gracias a él había salido de su mundo oscuro y egoísta. Gracias a él, le gustaba pensar, se estaba convirtiendo en una mejor persona…

 

“Obvio que lo haré bien, bastardo… ¡No hay duda!... Pero… este genio es indispensable bajo la canasta… un talentoso atleta como yo tiene que entrenar día y noche asique… no sé si… no estoy seguro si podré--… no sé si tengo el tiempo para esas cosas…  como hay tanto que practicar y hacer y todo eso….” Rukawa nuevamente quiso reír ante su extraño nerviosismo y vulnerabilidad.

 

Kaede estaba a punto de replicarle algo, cuando, de la nada, sintió una mano de Sakuragi cerca de su muslo. El pelinegro, inconscientemente, tensó todo el cuerpo; dejó de respirar y clavó los ojos en el suelo. ¿Podría ser…?...

 

Pero… ¿Sakuragi está embobado por esa niña… por la asistente?... O al menos así parecía…

 

“¿De verdad… crees que lo haré bien?” Susurró Hanamichi. “…No es que necesite tu opinión o algo así, maldito… Este talentoso jugador sabe que-”

 

“Lo sé. Sé que lo harás bien… estúpido” Murmuró observándole profunda y fijamente, sin estar consciente de que sus facciones estaban relajadas, transmitiendo dulzura y compresión.

 

Rukawa, sabiendo que quizás estaba cometiendo el peor error y estupidez de su vida, movió una mano hasta la de Hanamichi. Dejó que toda su palma, fría por las bajas temperaturas, cubriera la piel cálida del pelirrojo… Kaede abrió los ojos con asombro cuando su compañero le devolvió el gesto, mirándole con una sonrisa tímida y los labios entre sus dientes…

 

Mierda… Mierda. Mierda. Mierda…

 

¿Acaso él… siente lo mismo?

 

Cualquier pregunta, cualquier duda, cualquier ataque que amenazara a Kaede, desapareció cuando Sakuragi agarró entre ambas manos la suya, llevándola a su regazo y apretándola después contra su corazón, que latía con la misma intensidad abrumadora que el suyo. Los dos, sonrojados como cangrejos, desviaron los rostros hasta el tablero… y se quedaron ahí hasta que la helada noche les obligó a buscar refugio.

 

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“¿Dónde le encontrarás? Casi en cualquier parte donde tenga oportunidad de progreso o de mejorar. En cualquier parte donde pueda avanzar y sacar adelante sus ambiciones secretas”

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Kaede Rukawa, alumno de tercer año de Shohoku, tenía su mente lista y dispuesta a un solo objetivo: ser el mejor basquetbolista de Japón. Costara lo que costara. Sin importar los sacrificios y las horas que tendría que dedicar a ello. Él estaba decidido a lograrlo.

 

Desde que el profesor Anzai se lo había dicho hace ya dos años, Kaede trabajaba, entrenaba y practicaba a diario. Sin descanso y sin pausa. Sólo por ruego de su madre dejaba los domingos para dormir hasta bien tarde y hacer nada más que algunas tareas para la escuela. Por mucho tiempo, meses y meses, su rutina se vio reducida a levantarse temprano para trotar. Trabajar físicamente su cuerpo en algunas máquinas para sus brazos, hombros y piernas… y por las tardes entrenaba hasta que su cuerpo no sintiera más que dolor y satisfacción…

 

No obstante, desde septiembre del año pasado, las cosas habían cambiado ligeramente… pues otra persona se había insertado en su vida de manera impetuosa. Una persona escandalosa, vibrante, energética, presumida y… encantadora… Hanamichi Sakuragi, como un torbellino, como una tormenta, como una visión, irrumpió en su vida y se negaba a salir de ella. Y honestamente, Kaede esperaba que se quedara para siempre…

 

Sin embargo, sin importar lo mucho que disfrutara de sus tardes flojas en el cuarto de cualquier de los, besándose lentamente, con lamidas y chupetones profundos; sin importar lo mucho que disfrutaba el almorzar o cenar en familia con Hanamichi y su madre cuando estaban libres; sin importar lo mucho que le gustaban las tardes que vagaban por la ciudad con la Gundam molestando; sin importar lo mucho que le amaba y deseara… El futuro se acercaba. El futuro y la incertidumbre del mañana golpeaban la puerta con insistencia.

 

Y Rukawa sabía que quería hacer; sabía que tenía que hacer.

 

Unirse al All-Japan…

 

Gracias al profesor Anzai estaba postulando y hablando con las personas correspondientes (entrenadores, directivos, médicos) para entrar a los try-outs.

 

Pero… ¿Qué pasaría con Hanamichi?

 

El equipo de Japón quedaba en Tokio, y la prefectura de Kanagawa quedaba (en metro) aproximadamente a más de una hora de la capital. Tiempo que para cualquiera podría parecer una niñería, pero… Cuando Kaede ingresara al equipo, tendría que entrenar todos los días, sin descanso y tiempo para viajar y visitar a su novio cuando le diera la gana. El mismo profesor Anzai le había dicho que era una tarea demandante y sacrificante, especialmente si pensaba además ir a la universidad. Pero Rukawa se negaba a renunciar a Hanamichi… Y por eso, desde que habían comenzado las clases, llevaba insistiéndole y preguntándole sutilmente a su pareja qué quería hacer una vez que terminaran la preparatoria…

 

Kaede, sin importar si parecía una niña de 1er grado o un  idiota enamorado, soñaba con que su novio también se uniera al All-Japan… Fantaseaba con un Sakuragi que se mudaba con él a Tokio, y juntos vivirían nuevas aventuras, nuevos desafíos, pero siempre juntos, agarrados de la mano y apoyándose…

 

No obstante… la realidad, como siempre ha demostrado, es ligeramente distinta y sorprendentemente más cruel…

 

“… ¿Te quedarás aquí?... ¿En Kanagawa?” Preguntó Rukawa con la cabeza tensa en el pecho de su pareja. Este día domingo de octubre, aprovechando que la madre de Sakuragi había salido con unas amigas, los amantes aprovecharon para retozar por cada rincón de la casa, bautizando el baño y la cocina, y terminando, como siempre, en el cuarto del pelirrojo, con las sábanas revueltas entre las piernas, la ropa tirada por el suelo y las respiraciones aun agitadas.

 

Kaede, sintiendo todavía el ardor en su trasero, las mejillas rojas y calientes, la pulsación de sus caderas, intentó respirar para calmar los latidos erráticos de su corazón… porque… Sakuragi había decidido…

 

Y no le había escogido a él…

 

Bueno, en realidad era egoísta verlo desde aquella perspectiva, pero Hanamichi le acababa de decir que había decidido ingresar a una universidad local, más cercana a casa y accesible a lo que su familia podía pagar; le dijo que aun no estaba seguro de qué estudiar, pero que probablemente sería algo relacionado con los deportes…

 

“Mmm--… Yohei también está postulando… Los otros tres no sé si podrán entrar, pero ya sabes como son… Lo bueno es que queda cerca de mi casa asique no tendré que gastar en transporte y eso Nyahahh… por lo menos mi mamá estará feliz” Continuó Hanamichi ignorando la lucha interna de Rukawa, quien para distraerse, estiró la mano y jugó con algunas hebras rojas de su pareja.

 

¿Acaso este era el momento? ¿Debía decirle… rogarle… pedirle que se fuera con él?... Porque sin importar lo determinado que Rukawa estaba, aun no le decía a su novio que a finales de marzo del próximo año se mudaría a Tokio.

 

Y quizás… quizás este es el momento…

 

“Yo… Me uniré a All-Japan… En Tokio” Susurró con los labios pegados en la piel de Hanamichi. Kaede sintió de inmediato la rigidez de sus músculos. Sintió como la mano que antes estaba acariciándole la espalda detuvo cualquier movimiento. Percibió la respiración de su pareja agitarse.

 

“… ¿A Tokio?” Murmuró con la voz ronca, desprovista de la ligereza y humor anterior. Rukawa, consciente de que no podía ignorar la situación, se levantó y sentó sobre las mantas. Hanamichi le siguió enseguida, viéndole con las cejas fruncidas y un brillo en sus ojos. Sin ser capaz de sostener la mirada, asintió dos veces. “… ¿Y cuándo pensabas decírmelo?... ¡¿Cuándo tuviera que llevarte a la estación?!” Kaede sabía que esta reacción violenta era predecible, pero aun así le asombró que su novio se levantara de la cama con tanta brusquedad y comenzara a buscar su ropa.

 

“No grites, tonto” Alegó con el corazón palpitando y palpitando, aumentando su frecuencia y amanzanado con abrumarlo.

 

“Voy a gritar todo lo quiera… ¡Dios!... ¡Eres un maldito bastardo!... ¡¿Hace cuánto que lo decidiste?!” Preguntó colocándose su ropa interior y polera. Rukawa sabía que su respuesta le merecería un golpe, pero prefería ser sincero a mentir y aumentar la tensión.

 

“Lo sé desde el año pasado” Sakuragi le quedó mirando con los ojos en llamas, el cuerpo estático y los puños apretados. “… No puedes alegarme nada, Hanamichi. Tu desde el comienzo sabías que quiero jugar basketball” Continuó con pretendida calma, levantándose para vestirse. “…Pero aun así lo siento… Por no decírtelo antes… No sabía como” Se disculpó avanzando hasta su novio para observarle a los ojos, intentando transmitirle que estaba decidido, pero que aun así se arrepentía por no ser más honesto.

 

“¿Y cuándo te vas?” Hanamichi preguntó más calmado, pero no menos rígido.

 

“A penas me gradúe”

 

Sakuragi se pasó las manos por sus cabellos. Caminó en círculos por la habitación. Gruñó y se golpeó las mejillas unas cuantas veces. A los pocos minutos, se sentó en la cama y le miró a los ojos. Tan castaños, como chocolate amargo. Tan profundos, como el arrecife del mar. Tan dulces, como los helados que compartían en verano. Rukawa nunca lo amó tanto como ese momento. Nunca lo deseó tanto como esos segundos.

 

“Ven conmigo” Se escuchó diciendo. Hanamichi abrió los ojos con asombro. No obstante, Kaede no podía parar. Quizás no estaba pensando de manera lógica, racional o cuerda. No estaba siendo él… Pero no quería renunciar a su pareja… no quería renunciar a la persona que le hacía más feliz en el mundo entero. “Ven conmigo a Tokio… Al All-Japan… Tienes el talento, Hana… Podemos lograrlo… Podemos ingresar y vivir juntos y-”

 

“¿Y cómo se supone que lo voy a pagar, zorro? ¿Y como voy a costear donde viva, la comida, el transporte y todas las otras cosas que tenga que comprar?”

 

“…Podemos conseguir un trabajo de medio tiempo. Podemos dividir los gastos-”

 

“Kaede” Le interrumpió con una suavidad extraña en él. Rukawa se temió lo peor. “… Ese es tu sueño. No puedo aprovecharme de él… Ni tu tampoco puedes obligarme a que yo lo siga” Dijo con calma, lentitud pero serenidad. Rukawa se encontró a sí mismo con los labios y ojos abiertos, asombrado por esa madurez, por esa sabiduría… Pero también, por la realidad de sus palabras.

 

Que había amor entre ellos, era indiscutible. Que había deseo, fuego, cariño, afecto, era innegable. Pero el futuro y la incertidumbre del mañana golpeaban la puerta con insistencia. Y ellos aun eran muy jóvenes para pensar de manera tan fatalista. Quizás los pasajes de su vida tomarían distintas rutas, pero ello no significaba que nunca se volverían a ver.

 

Rukawa Kaede tiene un sueño. Tiene una meta. Un objetivo. Hará lo que sea para conseguirlo. Entrenará hasta agotar sus músculos. Practicará hasta caer dormido… Pero nunca renunciará a Hanamichi Sakuragi.

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“En un gran grupo, es posible que ni siquiera le adviertas al principio, pues él está ocupado observando, calmo y silencioso, a las personalidades resplandecientes, encantadoras, agresivas y brillantes que le rodean. Cualquiera del grupo te dará la impresión de estar mejor equipado que él para la carrera, sea cual fuere ésta. Muchos de ellos fanfarronean, otros tienen miedo, pero todos parecen tan preparados, tan pulidos, que no da la impresión de que Capricornio tenga nada que hacer frente a ellos… Pero aun así la Cabra les ganará

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Ishida Toshiyuki; Itoi Tadashi y Terazawa Masahiko eran sus máximos competidores. Si había personas en los entrenamientos preliminares del All-Japan por las cuales podría perder su lugar o verse opacado, sería por ellos. O así pensaban Rukawa a estas alturas.

 

Ishida-kun era un chico ruidoso, extrovertido y altísimo. Sus saltos llegaban a los 70 centímetros sin mucha dificultad, y se la pasaba haciendo bromas y hablando hasta casi reventar los oídos de su desafortunado oyente (Kaede, por supuesto, nunca estaba entre ellos). Según lo que había escuchado, contra su voluntad, Toshiyuki venía de una pequeña escuela rural de Kioto, en donde jugaba de centro (o pívot), y llegó aquí sólo por el apoyo de su madre y entrenador. Su entusiasmo inagotable probablemente se debía a estar en la gran capital y en un equipo de renombre.

 

Itoi-san, un joven dos años mayor que Rukawa, era casi de su misma altura y con un cuerpo enorme y musculoso. Según él mismo había comentado en un almuerzo grupal (en el que Rukawa se concentró más en su comida), antes había pertenecido al equipo de futbol americano de su escuela, y la figura le quedó. Ese monstruo decía jugar de defensa, preferentemente como ala-pívot.

 

Terazawa-san, también un poco mayor, tenía una personalidad reservada, introvertida, y madura, sin embargo, parecía que atraía a las personas con magnetismo; seguramente porque su estoicismo inspiraba seguridad; como la de un padre, la de un hermano mayor; la de alguien que no dudará en pararse frente a ti ante cualquier peligro. Masahiko-san, también alero, corría con una elegancia y naturalidad que Kaede sólo podía relacionarla con Sendoh, pero… era algo más… El tipo era simplemente asombroso.

 

A estas alturas, Rukawa sentía la mayor competitividad y vibra de desafío proveniente de ellos, llevando en Tokio ya tres meses, con unos entrenamientos durísimos y eternos; el doble e incluso el triple de lo fueron alguna vez en Shohoku.

 

Sólo uno de los entrenadores, Kenzo, Taisuke, era quien le tenía confianza y esperanzas, alentándole en su entrenamiento y corrigiéndole cualquier error. El resto de los encargados, directivos, asistentes y equipo médico, le miraban con desdén o indiferencia (dependiendo de la ocasión). Y Kaede sabía que su actitud fría y silenciosa no ayudaba demasiado en mejorar su imagen, pero no cambiaría por ninguno de ellos.

 

Con el baloncesto les probaré… Con un balón entre sus manos y el tablero en su mirada, Rukawa probaría quién era y cuán lejos llegaría.

 

Y eso hizo…

 

Dejando a todos con los ojos y bocas abiertas en el primer partido en el que invitaron al equipo oficial de una de las más prestigiosas universidades deportivas…

 

Se parece a Michael Jordan… es lo que murmuraban ahora por los pasillos cada vez que se dejaba ver.

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“Está rodeado por una pared de ladrillos que él mismo construyó. Es tímido, pero fuerte y recio; agradable, pero orgullosamente ambicioso. Como los legendarios y silenciosos vaqueros del Oeste, parecerá que al hombre Capricornio le gustara estar solo, pero no es así en realidad”

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Por la pequeña ventana del camarín, una brisa breve y helada entró con fuerza desde la noche oscura de finales de diciembre. Kaede, debajo de la regadera, recibiendo la calma y caricia del agua caliente, a penas fue consciente del cambio de temperatura en el ambiente, cerrando los ojos y lavándose el cabello negro más corto que años anteriores.

 

“¡Hey! ¡Alguien, por favor cierre esa maldita ventana!” Alegó uno de sus compañeros desde el fondo.

 

“¡Sí! ¡Se me están congelando las bolas!” Aportó otro.

 

“¿Todavía tienes? Creí que tu novia te tenía bien agarrado de ellas” Se burló Ishida-kun con la lengua fuera y una mueca de gato travieso.

 

“Ja-ja, que gracioso” Le replicó el burlado junto con un manotazo. A penas los minutos pasaban y los jóvenes fueron terminando sus duchas y limpieza, la mayoría se retiró a sus habitaciones. Rukawa, normalmente uno de los últimos, vio a Ishida y Terazawa esperándole en la puerta. Kaede subió los hombros internamente, sin entender por qué esos dos habían tomado la costumbre de hablarle o sentarse con él en el almuerzo (era agradable, no podía negarlo, pero no lo entendía).

 

“¿Por qué siempre tardas tanto, Kaede-chan?” Preguntó Ishida con el rostro ladeado y una sonrisa. Rukawa le frunció el ceño e impuso su altura (que era más baja) con la mirada más asesina que había perfeccionado con  Hanamichi.

 

“No me llames así, estúpido” Respondió con los ojos fríos.

 

“¿Qué van a hacer para navidad?” Interrumpió Terazawa con esa calma y serenidad que le seguía como halo. Tanto Kaede como Ishida se tranquilizaron de inmediato, afirmando sus bolsos y avanzando hasta sus habitaciones.

 

“Mm~, me hubiera gustado ir a mi casa, pero el pasaje es muy caro… ¡Pero~! Shimizu-sama me invitó a cenar con su familia” Shimizu era uno de los entrenadores del equipo, el más joven y con el que los chicos se llevaba mejor, llegando incluso a invitar a todos los jóvenes que se la pasarían presumiblemente solos a su hogar. Dado que Rukawa no aportó nada, Terazawa habló lentamente.

 

“Mis hermanos pequeños vendrán a la ciudad, por lo que la pasaremos en un restaurante del centro. ¿Y que tal tu, Rukawa-kun?”

 

Kaede miró hacia el frente pensando con molestia en sus planes. Él tampoco tenía el dinero para comprar el pasaje hacia su ciudad natal, y cuando le había mencionado la idea a su madre de pasarla juntos, sus padres insistieron en que ellos viajarían a Tokio. No obstante… Kaede quería, ansiaba, necesitaba ir a Kanagawa, y no exactamente para ver a su familia.

 

“Mis padres vendrán” Respondió con flojera levantando los hombros.

 

“¿Aah--? ¿No vas a ir ver a tu novio?” Rukawa tembló un poco con la pregunta, maldiciendo el día en el que, hablando con Hanamichi mediante una video-llamada, Ishida entró a su habitación sin tocar o avisar, presentándose al pelirrojo y preguntado con descaro quién era. Sakuragi, quien hace ya tiempo había superado la vergüenza de esa pregunta, se rió y respondió que el “el novio de este bastardo egoísta”

 

“No” Contestó sin mirar a nadie. Sintiéndose repentinamente irritado y frustrado, aceleró el paso para llegar a su cuarto, escuchando desde atrás los gritos del pueblerino (como le llamaban todos). Al entrar, notó a su compañero de habitación sumido en un juego de su computador. Se miraron y saludaron con un gesto de la cabeza antes de ignorarse. Kaede ordenó sus cosas, se cambió a una muda de ropa más cómoda, y salió de la habitación. Se apoyó en la pared y deslizó hasta quedar sentado en el suelo del pasillo sacando su celular. Lo desbloqueó y se metió a la sección de fotos.

 

Muchas de ellas (si es que no todas) eran de él y Hanamichi. Peleando a golpes. Discutiendo a gritos. Abrazándose con incomodidad. Posando con muecas tontas. Besándose. Hanamichi riendo. Hanamichi enojado. Hanamichi sonriendo con la lengua afuera. Hanamichi sin polera sobre su cama. Hanamichi entrenando. Hanamichi con sus amigos. Hanamichi con los padres de Kaede. Hanamichi estirado sobre la arena de la playa. Hanamichi. Hanamichi. Hanamichi….

 

Cómo le extrañaba… Cuanto le extrañaba… Cuánto deseaba que estuviese a su lado… Gritando estupideces. Hablando de tonteras. Golpeándole por alguna discusión. Apretándole contra su pecho. Posando sus labios contra su mejilla, frente, cuello, manos.

 

Abrumado, frustrado y furioso, Kaede cerró los ojos y respiró profundamente para calmar ese apretón asfixiante de su pecho.    

 

Ya pronto vendrían los supervisores a constatar que todos estaban en sus habitaciones, por lo que no tenía mucho tiempo. Apoyando la espalda contra la pared y subiendo la vista hacia el techo, tomó el celular y marcó a su novio.

 

“… ¿Zorro?” Se escuchó la voz de Sakuragi sobre un ruido incómodo desde el fondo. Mirando la hora de su reloj, supuso que su pareja estaba con su ejército, lo cual fue confirmado cuando se escucharon risas y bromas (probablemente de Takamiya y Ookus).

 

“Hola” Susurró junto con un suspiro. Hanamichi le entendería de inmediato; como siempre lo hacía.

 

“¿El entrenamiento estuvo duro, eh?... ¡Te falta aguante, zorro!... No como a este talentoso atleta” Bromeó con una risa fresca y ligera, tan calurosa como los días más intensos de verano. Rukawa se encontró sonriendo con dulzura, percibiendo a través de la llamada el calor que tanto extrañaba y añoraba a su lado.

 

“¿Cómo van tus clases?” Preguntó después de un pequeño silencio.

 

“¡Obviamente bien!  No soy un genio sólo en la duela, tonto… No como otras personas” Provocó con una clara mofa en su voz. Kaede notó que el ruido de atrás desapareció, por lo que probablemente su novio buscó privacidad.

 

“Tu fuiste el idiota que reprobó como 9 materias” Le recordó con un bufido.

 

“Siete, bastardo. Siete. Y a ti no te iba mucho mejor”

 

“Porque me quedaba dormido”

 

“No hables en pasado, descarado. Ishida me contó que siempre llegas tarde y que normalmente te quedas dormido en la ducha” Rukawa frunció el ceño.

 

“¿Hablas con Ishida? ¿Por qué?” Preguntó con molestia y curiosidad. ¿Y ese como había conseguido el numero de Hana?... Y más importante, qué hacía llamándole.

 

“Eeehh, no sé, un día me llamó… Creí que tu le habías dado mi número”

 

“Arg, ese estúpido” Gruñó Kaede, pensando que mañana mismo encararía a ese tonto. Pensando en los posibles golpes que le daría, se distrajo al escuchar la fuerte y vulgar risa de su novio. “¿De que te ríes?”

 

“De que ahora no me llamas a mi así”

 

“No te ilusiones, tu sigues siendo el idiota más grande del planeta”

 

“Y tu un creído y egoísta”

 

“Bocón”

 

“Presumido”

 

“Inútil”

 

“Bastardo”

 

“Torpe”

 

“Zorro”

 

“Ese no es un insulto” Interrumpió con los labios fruncidos.

 

“Ya sé…” Hanamichi replicó con suavidad. Kaede sintió como su corazón crecía como tres veces su tamaño. Probablemente ya no había espacio entre sus costillas. Probablemente mañana despertaría con un agujero en el pecho por la explosión. Probablemente terminaría derretido por el calor que le producía su novio. O terminaría como un idiota por todas las neuronas que le mataba al hablarle de esa manera tan dulce y baja.

 

“…. Te extraño…” Murmuró sin poder evitarlo.

 

“Yo también” Dijo Sakuragi enseguida.

 

“Quiero verte en mi cumpleaños” Decidió enderezándose contra la pared y fijando los ojos en su mano libre.

 

“Kaede, no puedo viajar ahora-”

 

“Yo iré. Les pediré el dinero a mis padres… No me importa si es sólo por un día… Hanamichi… quiero verte” Dijo con un tono suplicante. Sakuragi al otro lado suspiró y rió un poco.

 

“Me estás obligando a comprarte un regalo” Se burló aceptando la oferta. Kaede rió despacito.

 

“¿Acaso todavía no me tienes uno? Eres un pésimo novio”

 

“Pero aun así me amas”

 

“Si…” Suspiró cerrando los ojos “Y por eso yo debo ser el más idiota más grande del planeta”

 

“¡Hasta que por fin los admites!”

 

“Cállate, tonto”

 

Si… la verdad es que lo amaba… mucho… Quizás demasiado.

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“En sus sueños más íntimos, Capricornio es un romántico incurable, pero su naturaleza está encadenada por Saturno. El severo planeta de la disciplina le exige un comportamiento tranquilo, acciones prácticas y seriedad de intención.”

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Pasaje, listo. Bolso con todo lo necesario, listo. Dinero, listo. Regalo, listo. Celular, listo. Con todo ya chequeado y preparado, sólo faltaba subirse al tren y llegar a Kanagawa al mediodía. Tal y como lo había planeado hace unas semanas, pensó Kaede entrando al metro y situándose en un asiento junto a la ventana. Se colocó sus audífonos y puso música mientras se mandaba mensajes con su novio y algunos amigos (si es que a ese entrometido de Ishida se le podía llamar así).

 

Hanamichi pensaba que Rukawa no podría ir a su cumpleaños, hoy 1era de abril, por una práctica urgente con el All-Japan senior, pero todo eso era parte de un plan para sorprenderlo. Había llamado a Yohei hace unas semanas atrás, y juntos acordaron prepararle una pequeña fiesta al bocón más grande de la historia, invitando a todos los chicos de Shohoku y de esa época, además, por supuesto, de la cantidad incalculable de amigos que había hecho este último año en la universidad.

 

Kaede tendría a Hanamichi para él solo hasta 8 de la noche, hora en la que tendría que llevarlo a su casa para, supuestamente, cenar con su madre, cuando en realidad todos le estarían esperando.

 

Ya no podía esperar para ver su cara… Para abrazarle, apretarle contra su cuerpo, sentir su piel, acariciar sus músculos con manos desesperadas, besarle cada rincón...

 

Kaede, aunque se negaba a admitirlo abiertamente, se sentía emocionado e impaciente por llegar y besarle con todas sus fuerzas; pues la última vez que se vieron cara a cara fue para su cumpleaños en enero, y desde ahí se limitaron a llamadas, videos y textos. Lo que no era, para nada, suficiente.

 

El viaje de más de una hora se sintió eterno en sus huesos. El paisaje fue aburrido y repetitivo. Su pierna derecha bajaba y subía en repetición, causando que algunos pasajeros le observaran con molestia; él los ignoró con frialdad, pensando que sólo él se sentía así de desesperado, ansioso e irritado. Cuando la voz femenina del altoparlante indicó la parada correspondiente, Rukawa fue el primero en pararse y acercarse a la puerta corrediza.

 

Se bajó y caminó con pasos apresurados hasta la parada de autobús que le llevaría a la casa de su novio (donde Yohei le aseguró se encontraría aun dormido después de salir toda la noche anterior). Al llegar, tocó la puerta con calma.

 

“¡Kaede-kun! Que alegría verte. Hana no me dijo que vendrías” Saludó la madre de su pareja con una sonrisa fácil y dulce, igual a la de su hijo. Kaede bajó la cabeza en respeto.

 

“Buenos días, Sakuragi-san. Y él no sabe que estoy aquí, es una sorpresa” Sonrió con suavidad haciendo un gesto a su bolso.

 

“¡Oooh~! Que dulce de tu parte… Pero que maleducada, pasa-pasa~” Le indicó haciéndose a un lado para darle la pasada al pequeño salón conectado a la cocina. Como siempre, todo lucía impecable y reluciente (no como el cuarto de Hanamichi). “¿Te puedo ofrecer algo? ¿Jugo, té? ¿Algo para comer?”

 

“No, muchas gracias. Me serví algo antes de venir”

 

“Pero dime, ¿cómo has estado? ¿Te está yendo bien? ¿Cómo está el equipo? Hana nunca me cuenta nada” Rukawa rió para sus adentros, pues hace ya tiempo había deducido que esa facilidad de palabra que tenía Sakuragi venía de su madre. La mujer, aunque hablaba mucho, a diferencia de su hijo, era educada y calmada, quizás tranquilizada con los años de experiencia y por tener un hijo tan inquieto.

 

Sentándose lentamente en el único sillón de la sala, le comentó como estaba todo en el equipo y en la universidad; le describió un poco los entrenamientos y como eran los entrenadores y algunos compañeros. La mujer, de cabellos castaños y cortos, reía y le preguntaba con entusiasmo, siempre asombrada de que un chico tan serio y educado como Kaede fuera tan cercano e íntimo con su hijo.

 

“Bueno, no te detengo más, de seguro estás impaciente por ver a Hana” Sakuragi-san rió cuando Rukawa se sonrojó y bajó la mirada. “---Está aun en su cuarto, de seguro dormido. Te doy permiso de golpearlo, porque llegó muy tarde” Bromeó con un guiño antes de partir al patio trasero. Kaede, sin hacerse esperar, subió hasta la habitación de su pareja, abriendo la puerta y encontrándole (predeciblemente) sólo con su ropa interior tirado de estómago sobre las deshechas mantas. Su rostro volteado dejaba ver su boca abierta, con baba corriéndole por los labios, y un ronquido susurrante.

 

Rukawa negó con la cabeza y se sentó a su lado. Sin poder aguantarse o querer controlarse, dejó que una de sus manos bajara por la espalda dura y tibia, musculosa y marcada por el baloncesto callejero que seguía practicando con sus amigos deportistas. Hanamichi suspiró y se removió, dejando que una sonrisa pequeña saliera de su boca. Kaede bajó el rostro y le besó lentamente el cuello, acariciándole con la nariz e inhalando profundamente su aroma. Desesperado por más, se acostó a su lado y le pasó los brazos por la cintura, apretándose a su costado y pegando sus frentes.

 

“¿E-eh?” Balbuceó Sakuragi con los ojos nublados de sueño. Kaede le sonrió y acercó para darle un besito (sin importarle el aliento matutino). “¿Zorro?”

 

“Sorpresa” Susurró con el rostro carente de expresión, pero sabía que sus ojos azules estaban brillantes, atentos y fijos en los de su novio, impaciente por una reacción, ansioso por el calor de Hanamichi.

 

“¡¿Q-qué haces aquí?! Creí que no podías venir” Dijo abriendo los ojos y sentándose en la cama. Kaede le siguió, besándole el hombro y apoyando después su barbilla.

 

“Mentí” Replicó acercándose para dejar que su nariz jugara con la mejilla contraria. Hanamichi, todavía un poco dormido, gruñó y volteó para besarle profundamente, abriéndole los labios y metiéndole la lengua con brusquedad, como si le castigara.

 

“Maldito, me pudiste haber avisado” Murmuró después de separarse.

 

“Entonces no habría sido una sorpresa, tonto” Se burló antes de besarle de nuevo en los labios, en el cuello, en la clavícula, en el pecho. Sin poder aguantarse, se subió a su regazo y pasó ambos brazos por su cuello. Sakuragi le sonrió y acercó para continuar besándole, acariciándole los costados, apretándole la espalda, estrujándole las nalgas y meneándose contra su entrepierna.

 

“Más tarde” Susurró Hanamichi mordiéndole el labio inferior. Kaede quiso protestar, decirle que más tarde tendría una fiesta con todos sus amigos, pero… eso también era una sorpresa… Además, no tenía por qué ser tan egoísta, de todos modos tendría a su novio todo el día de mañana.

 

Si… por el bien y felicidad de Sakuragi podría aguantarse… (Creía)

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“Tal vez te parezca frío y poco sentimental. No será un amante fogoso que te corteje con los ojos llenos de estrellas, ni con palabras floridas y apasionadas, pero te protegerá de todos tus miedos. Es hombre rígido, pero de corazón tierno. Y por mas canas, kilos de más o arrugas que te vaya sumando el correr del tiempo, para él siempre serás aquella persona que consiguió hacerle decir: <<Te amo>>. Y si te detienes a pensarlo, ¿que necesidad hay de que te lo repita una y otra vez?... Pues con una vez… basta

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Kaede no sabía por qué estaba tan nervioso. No es como si le fuera a pedir matrimonio o algo parecido… pensó suspirando y moviendo el balón entre sus manos con impaciencia. Bueno, tampoco es algo menor, se recordó boteando la pelota con fuerza en la cancha callejera. Hanamichi perfectamente podía decirle que no. Podía mirarle a los ojos, decir que lo sentía, pero que no podía… que no quería… Habían miles de posibilidades, pero Rukawa sólo quería pensar en una; en el “Si, zorrito, quiero ir contigo”

 

Habían pasado poco más de dos años desde que había arribado a Tokio para unirse al All-Japan, pero hace sólo unos meses atrás le nombraron titular para un partido por primera vez. Sakuragi, lamentablemente, no pudo estar presente en ese partido ni en los siguientes, pero su novio alegaba que le vio por televisión cada vez.  Y justamente porque Rukawa llevaba demostrando su valía y habilidad frente a entrenadores y directivos, le nombraron titular para los encuentros que se llevarían a cabo en España la próxima semana. Y Rukawa preguntó si podía llevar a alguien. El entrenador principal le recordó que estarían en cuarentena, y con abstinencia total durante la competencia, pero que si se comprometía a cumplir con esas normas, entonces podía llevar a alguien.

 

Y por eso estaba aquí el día de hoy, en Kanagawa un día de semana, Arrancó de Tokio a penas tuvo la oportunidad y le mandó un mensaje a su novio avisándole que estaba esperándole donde solían entrenar en su época de preparatoria.

 

“¡Hey, zorro!” No bien escuchó el grito, sintió el abrazo poderoso y asfixiante de unos brazos alrededor de su cintura. Rukawa botó el balón y devolvió el gesto cerrando los ojos con fuerza, notando sólo ahora lo nervioso y asustado que se sentía. “… ¿Tanto extrañabas a este genio?” Bromeó Sakuragi con una sonrisa socarrona.

 

“Sueña, tonto” Respondió con el ceño fruncido. Hanamichi rió y le besó suavemente la frente y las mejillas. Rukawa volteó el rostro y unió sus bocas con poca coordinación, disfrutando del calor y la resequedad. Gimiendo despacito cuando su novio le separó los labios para explorar su boca con pericia.

 

Estuvieron pegados por varios minutos, bromeando entre ellos, riendo y gruñendo por los insultos y mofas. Un mundo privado y colorido cayó sobre sus cabezas y les alejó del resto de los habitantes del planeta. Ninguno de los dos fue consciente del tiempo, ni de la temperatura, ni de las personas que pasaban y les miraban con curiosidad.

 

“Ya, ahora en serio” Interrumpió el momento Hanamichi, relajando sus facciones y tomándole de la mano. “¿Por qué viniste?” En otras circunstancias Kaede se sentiría ofendido con la insistencia, pero la verdad es que no era nada normal de él venir así de la nada, especialmente con un horario tan increíblemente apretado y agotador.

 

“Quiero preguntarte algo” Dijo Kaede mirándole directamente a los ojos. Sus labios, antes húmedos por los besos compartidos, se sintieron secos y ásperos contra la brisa que pasó entre ellos. Sus manos sudaron y las rodillas le temblaron por unos segundos.

 

“¡No me digas que me vas a pedir matrimonio! Kaede, te amo, pero… ¿no crees que estamos muy jóvenes?” Hanamichi gritó con escándalo, observándole con diversión y una mano en el corazón. Rukawa se relajó un poco, mostrándose ofendido y pegándole en el pecho.

 

“Cállate, idiota. No es eso”

 

“¿Entonces qué?”

 

“¿Recuerdas que te conté sobre el torneo en España?” Hanamichi le asintió con una mueca confundida. Kaede respiró profundamente para darse valor. “…Bueno, me nombraron titular asique obviamente voy a ir…” Su novio abrió los ojos y los labios, pero antes de que pudiera decir algo, Rukawa continuó “… le pregunté a mi entrenador y… él me dijo que… que podía llevar a alguien asique…. Eso--… Tu… ¿Quieres?, es decir, ¿quieres venir conmigo?”

 

“¿Lo dices en serio?”

 

“No, estúpido, es una broma. Obvio que lo digo en serio, tarado. ¿Quieres o no?” Preguntó irritado e impaciente.

 

“¡Oye! Otro insulto y te digo que no” Sakuragi vociferó con el ceño fruncido y el cuerpo tenso. Rukawa, jurando que su corazón se detuvo, tragó y se mordió el labio.

 

“¿Entonces si?” Susurró.

 

“¿Tu que crees?... ¡Como si desaprovecharía la oportunidad de ir a España para ver a una de las mejores ligas de basketball!” Hanamichi sonrió y rió con alegría. Rukawa enseguida le miró con molestia.

 

“¿Sólo por eso?”

 

“¿Por qué más iría?” Preguntó su novio con el rostro ladeado en confusión e inocencia.

 

“¿Sabes qué? Me arrepentí, no quiero que vengas” Kaede resopló dándose la vuelta y caminando fuera de la cancha. Sakuragi rió bien alto antes de correr tras su pareja.

 

“¡Hey, hey, zorro! Era una broma, tonto. Obvio que quiero ir para verte… Es lo único que me importa” Le susurró abrazándole por la espalda bien fuerte.  “Te amo, estúpido” Le dijo con los labios pegados a su cuello, mandando una serie  de corrientes eléctricas por todo su cuerpo.

 

“Está bien, si puedes venir”

 

Hanamichi rió y le molestó por el resto del camino a su casa, donde hicieron el amor hasta el amanecer…

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COMPATIBILIDAD

 

El Carnero y la Cabra

 

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“En numerosas ocasiones discutirán por temas de aparente escasa importancia. Los dos querrán tener la razón y llegarán a situaciones tensas. Con un poco de tranquilidad y el carácter tolerante de Capricornio, las aguas volverán enseguida a su cauce. Además, los Aries siempre tienen reservada una última ocurrencia para romper la tensión del ambiente”

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“¿Eres idiota o te haces? Este color no viene con los muebles” Kaede bufó al ver el tono que había escogido su pareja para las paredes del salón del apartamento que pretendían arrendar en el centro de Tokio, ahora que Hanamichi se había graduado de la universidad.

 

“¡¿Cómo me llamaste, bastardo?!... ¡Y obvio que combinan! ¡Tu eres el ciego, idiota!” Gritó Sakuragi en medio del centro comercial, en la sección de “Hogar”.

 

“Estás haciendo un escándalo, inútil” La verdad es que a Kaede le daba lo mismo si las personas les miraban con molestia o no, pero enfadar a Hana era uno de sus pasatiempos favoritos (justo detrás de dormir), y además, así podría distraerle de la horrible elección que estaba haciendo con el color para las paredes.

 

“¡Y qué me importa si hago un escándalo! ¡Voy a gritar todo lo que quiera!... Y no creas que se me va a olvidar, estúpido. Este es el color que quiero. Tu mismo dijiste que yo elegiría el tono para el living” Recordó Hanamichi con un dedo levantado en advertencia. Kaede resopló con los ojos volteados.

 

“Pero no creí que elegirías tan mal”

 

“¿Y acaso crees qué me gusta el que tu elegiste para la habitación?” Replicó Sakuragi rojo de la rabia.

 

“No dijiste nada. ¿Se supone que tengo que leerte la mente?” Rukawa preguntó con sarcasmo, limitándose a levantar una ceja y meter sus manos en sus bolsillos.

 

“¡Estaba siendo educado y respetando nuestro acuerdo, maldito estúpido!”

 

“Hay una primera vez para todo” Susurró con burla.

 

“¡Aghr! ¡Una palabra más y te reviente la cabeza, imbécil!” Amenazó Hanamichi con venitas en su frente. Kaede, acostumbrado a esas explosiones de temperamento, subió los hombros y suspiró.

 

“Si lo haces, tu mamá se va a enojar contigo”

 

“¡No metas a mi mamá en esto!... Además, apuesto que ella estaría de acuerdo con mi elección”

 

“Hmp, sí, claro. Si fuera daltónica”

 

“¡¿Sabes que?! ¡Le voy a preguntar ahora mismo!” Rukawa, con los labios abiertos en asombro, vio como su pareja sacaba su celular para sacarle fotos a los colores que tanto él como Rukawa habían elegido para las paredes; enseguida después de eso, se dedicó a redactar un mensaje explicándole la situación.

 

“No seas infantil” Regañó Kaede con poca convicción, apoyando su barbilla en el hombro de Hanamichi para leer qué le escribía a su madre. A los pocos minutos después, el celular con el desagradable ringtone de Sakuragi resonó por los pasillos de la gran tienda.

 

“¡Mamita! ¡Hola! Y--- ¿Viste los colores? ¿Verdad que yo tengo razón, y ese zorro es un inútil que no sabe nada?” Hanamichi saludó apretando el botón de altavoz.

 

“Primero, no vengan a comportarse como niños a esta altura de la vida… ¡y menos en un lugar público!... Segundo, Hana, los tonos que elegiste dejarían ciego a cualquiera” Rukawa sonrió engreído, ante lo cual Sakuragi le golpeó con violencia la cabeza. “Tercero, Kaede, cariño, la habitación es un cuarto de relajación, tranquilidad; tiene que transmitir un sentimiento de comodidad y familiaridad… lo que elegiste me deja depresiva… Y por último, salgan inmediatamente del centro comercial y espérenme en casa. Obviamente los dos son inútiles en cuanto a decoración” Terminó y colgó sin despedirse, dejando a los dos jóvenes mudos y estáticos en el pasillo de colores.

 

“Nyahahah, la dejaste depresiva, zorro” Se burló Hanamichi al recuperar el habla.

 

“Y tu ciega, torpe” Replicó Kaede por inercia. Sin querer desobedecer, comenzaron a salir del centro comercial. Sakuragi, inquieto y ruidoso, se golpeó el estómago. 

 

“Tengo hambre” Se quejó con un puchero.

 

“Te compro un helado de camino a casa”

 

“¿Ves? Por eso te amo” Kaede sonrió y se acercó para besarle con fuerza.

 

“Idiota” Susurró con las mejillas rosadas.

 

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“El dinero será uno de los puntos más complejos de la relación, pues mientras Capricornio necesita una estabilidad a todos los niveles, Aries no mira y es un saco roto que puede gastar y gastar. Es ahí donde ambos deberán hacer algún tipo de concesión y de comprensión mutua. Además, para que la relación no caiga en la indiferencia, Capricornio deberá abrirse y aprender a decir “te quiero” más a menudo.”

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“¿Francia?... ¿Quieres ir a París?” Kaede, mirando los cientos de folletos (a su parecer) que su pareja le había entregado, ojeó con rapidez los precios, tensado el cuerpo y temblando cuando pensó en lo que terminarían gastando con el pasaje, la estadía, el transporte, la comida, y otros tantos gastos varios. Demasiado, pensó dejando los papeles a un lado. Hanamichi sentado a su lado y viendo televisión, levantó el control remoto para bajar el volumen.

 

“Mmm, si… Ishida fue el verano pasado. Dijo que era genial. Podríamos aprovechar que tenemos vacaciones al mismo tiempo” Sakuragi comentó con ligereza, sonriendo y pasándole un brazo por los hombros.

 

“Es muy costoso” Comentó frunciendo el ceño. “¿Por qué no mejor China, Turquía o Egipto?” Propuso sin decir que justamente había leído que a esos países era bastante conveniente viajar, ya que no significaba un detrimento para el bolsillo.

 

“¡¿Qué?! ¡Ah, vamos, zorro! no es como si saliéramos del país todos los años. Incluso, sería la primera vez que gastaríamos tanto” Alegó Hanamichi alejándose de su cuerpo.

 

“¿La primera vez?... Y qué me dices de ese ridículo cuadro que compraste en la exhibición a la que nos invitó Terazawa… Te salió un ojo de la cara, tonto” Replicó con una ceja levantada.

 

“¡Fue para ayudar a su hermana, bastardo!”

 

“¿Y el auto? No necesitábamos uno deportivo, pero tu fuiste y compraste el último modelo”

 

“¡Me hicieron un descuento!”

 

“No vamos a gastar tanto en un viaje, Hanamichi” Dijo con firmeza y seriedad. “Es absurdo; con esa cantidad de dinero podemos dar dos vueltas a Japón” Rukawa quedó sorprendido cuando su pareja se levantó con violencia. Le vio gruñir y bufar.

 

“Apuesto que ni siquiera sabes por qué lo propuse” Sakuragi desafió con los ojos nublados y el cuerpo rígido. Kaede se encontró acorralado, sabiendo que se estaba perdiendo de algo, pero no entendiendo de qué se trataba. Sin saber qué decir, levantó los hombros y calmó sus facciones, intentando parecer menos rudo y desagradable. Pero Hanamichi aun así bajó el rostro, negó con la cabeza y murmuró bien bajito.

 

“Por nuestro aniversario. Cumplimos 6 años juntos. ¿Qué logro, eh?” Terminó con una sonrisa amarga y sarcástica, antes de salir del apartamento con pasos apresurados.

 

Con el susurro del televisor de fondo, Kaede suspiró y apoyó  la cabeza en el respaldo del sillón. Era un idiota. ¿Cómo no se había acordado de esa fecha? La cual siempre había sido una gran ocasión para Hanamichi, siempre insistiendo que salieran a cenar o que hicieron algo distinto para variar. Para Rukawa no era tan relevante, la verdad; no porque no amara a Sakuragi o agradeciera su presencia en su vida, sino porque no creía que un día hiciera la diferencia. Para él todos los días con su pareja eran una bendición. Todas las mañanas se levantaba y quedaba mirando su rostro como un tonto, sin poder creer que él era el maldito afortunado que podía besarle, abrazarle y poseerle cuando le diera la gana. Todas las tardes entrenaba esperando con ansiedad la hora de llegar a casa y ver su sonrisa. Todas las noches se acostaba a su lado, desesperado por tocarle y apretarle a su cuerpo.

 

Pero para Hanamichi era importante… Y todo lo que hiciera a su pelirrojo feliz, a él le hacía el doble de feliz.

 

Como era predecible, Sakuragi no apareció hasta bien entrada la noche, cuando Kaede estaba en la cama revisando unos mensajes en su celular. El pelirrojo entró al baño sin darle ni una mirada, con el ceño fruncido y las facciones enfadadas. Kaede escuchó el ruido de la ducha, por lo que se preparó para esperarle.

 

Sakuragi salió al rato después, con una toalla alrededor de su cintura y los cabellos goteando por todo el piso. Rukawa se mordió la mejilla para no regañarle por el desastre que estaba dejando. Lo más seguro es que lo está haciendo a propósito… sólo quiere provocarte... Hacerte enojar… se dijo con un suspiro. Hanamichi se colocó una polera vieja, sin molestarse con pantalones sobre su ropa interior, y se acostó prácticamente tirándose sobre el colchón.

 

“Hana” Le llamó en un susurro.

 

“¿Qué?” Gruñó Sakuragi sin volverse.

 

“¿Podrías voltear, por favor?” Pidió aguantando la respiración. Sakuragi pareció pensarlo por unos segundos, ponderando y casi causando una ataque en el pobre pelinegro, hasta que al fin, se sentó y le miró con ojos cansados. Kaede no tardó en estirar una mano hacia él, en la cual mantenía dos pasajes de avión. Sakuragi, como si sostuviese una bomba, alargó el brazo y le sacó los boletos con precaución. Sus ojos castaños se abrieron en sorpresa cuando leyó el destino. “… Lo siento. Me comporté como un idiota”

 

“Si, lo hiciste” Hanamichi susurró todavía precavido, sin creerse que su pareja había comprado los pasajes en lo que llevaba de día.

 

“Si quieres a París, entonces iremos. Si quieres ir Zimbabue, iremos. O al Cairo. O a Perú. O a Singapur. Londres. Donde quieras. Te llevaré al fin del mundo si quieres… haría todo por ti, ¿lo sabes, verdad?” Rukawa preguntó serio y con los ojos clavados profundamente en los castaños. Hanamichi, sonrojado, asintió dos veces antes de sonreír con la calidez del sol.

 

“Eres un cursi, zorro”

 

“Yo no fui el cantó una serenata que despertó a todos los vecinos” Kaede se burló con los labios fruncidos y los pómulos rojos de vergüenza.

 

“¡Dijiste que te gustó!” Rebatió su pareja con risa en su voz y ojos…

 

Quizás Kaede no decía “Te amo” todos los días… pero eran sus acciones y gestos las que le cantaban “Te amo” a cada hora…

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“La impulsividad de Aries cautiva a Capricornio, pues le cuesta expresar sus sentimientos; a la Cabra le da pánico equivocarse, por eso se transforma en un obsesivo perfeccionista. A Aries, en su lugar, le agrada que Capricornio se rija por su instinto libre, o que encuentre soluciones adecuadas a los problemas que surgen a diario. Bajo estos signos surgen uniones estables, apasionadas y equilibradas”

 

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“Hey, Hana ¿Estás listo?” Preguntó Yohei desde el marco de la puerta. Sakuragi, viendo su imagen en el espejo, sonrió y se arregló una vez más su cabello cubierto de gel y peinado impecablemente.

 

“¡Tch! ¡Nací listo!” Respondió con una sonrisa socarrona, aunque Mito notó como sus dedos le temblaban. Para aligerar el ambiente, rió y le golpeó suavemente el hombro.

 

“¿Entonces qué estás esperando genio? Kaede ya salió” Con sólo escuchar el nombre de su pareja, Hanamichi pareció derretirse y convertirse en un fideo sobre cocido. Su rostro, nervioso y sudado, sonrió y se sonrojó como una colegiala. Yohei, si fuera menos hombre, en estos momentos se sentiría inmensamente celoso de la felicidad que estaba atestiguando, pero la realidad era que no podía estar más orgulloso de sus dos amigos.

 

Hanamichi Sakuragi, el ex pandillero de Kanagawa; el agresivo y brutal chico que se confesó a 50 chicas y fue rechazado por cada una de ellas; el principiante que se unió al equipo de baloncesto sólo para impresionar a otra chica; el talentoso jugador que en menos de tres meses aprendió baloncesto; el miembro de Shohoku que llevó a su equipo a las Nacionales; el presumido y bocón que tenía un ego del porte de Rusia, ahora mismo estaba a punto de celebrar una ceremonia emulando al matrimonio. Con nadie más y nadie menos que Rukawa Kaede; el antes conocido rey de hielo que no hablaba de nada ni con nadie. El individualista que miraba en menos el trabajo en equipo. El egoísta que creía ser el único que dejaba el alma en la cancha; el chico que trabajó hasta morir para llegar al All-Japan.

 

Eran una pareja extraña, por decir lo menos.

 

Pero increíblemente, funcionaban a la perfección. Y lo habían hecho desde que se unieron ese septiembre de su segundo año de preparatoria.

 

Hanamichi era impetuoso, extrovertido, impulsivo, ruidoso y escandaloso. No pensaba antes de actuar. Se tiraba de cabeza a todo. Era descortés y bocón, y un presumido de características que ni siquiera podía imaginar. En cambio Kaede era reservado, frío, serio y silencioso. Le gustaba pensar y meditar las cosas antes de hacerlas o decirlas. Era constante. Decidido. Firme y trabajador.

 

No eran iguales, pero tampoco eran opuestos. Eran complementos. Mientras uno empujaba hacia adelante con fuerza, el otro prefería avanzar con un paso más lento, pero seguro. Mientras uno alzaba la voz y gritaba insultos a diestra y siniestra, el otro pensaba sobre la situación antes de juzgarla.

 

Para Yohei, gracias a Kaede, Hanamichi había logrado mucho de lo que hoy en día poseía. Por Rukawa es que Sakuragi se esforzó tanto en sus estudios. O consiguió un trabajo de medio tiempo. O dejó de meterse en tantas peleas. O continuó practicando basketball. Por él tenía una vida estable, equilibrada; tenía un hogar al que regresar en la noche, y una  persona incondicional a su lado apoyándole. Y por otro lado, gracias a Hanamichi, la vida de Kaede no era monótona, rutinaria y lenta. Gracias al pelirrojo, Rukawa empujó muchas veces su suerte. Gracias a él aprendió a verbalizar sus deseos y pensamientos. Gracias a él se embarcaba en aventuras cada ciertos meses. Gracias hacia volvía a un hogar lleno de risas.

 

Si… definitivamente eran complementos…

 

Y eso se dijo y pensó cuando Kaede y Hanamichi se pararon en medio del salón, en lo que debió haber sido un altar, rodeados de todos sus amigos y familiares, sonriéndose como tontos enamorados, sonrojados de cuello a mejillas, intercambiando anillos y describiendo lo que sentían por el otro con palabras rudas e insultos inofensivos.

 

“Ahora puedes besar a la… No… ¡Ahora los novios pueden besarse!” Declaró Akagi con un tono de voz de solemne y profundo, pero sonriendo como un padre, como un hermano mayor.

 

Kaede, sin hacerse de rogar, estiró una mano y acercó con fuerza a Hanamichi hasta su boca.

 

Se besaron y besaron hasta entumecer sus labios… hasta respirar todo el aire del otro cuerpo…

 

Hasta que todos los presentes rieron y comenzaron a burlarse…

 

Sakuragi gruñó y alegó por privacidad, y Rukawa les frunció el ceño a todos mientras tomaba la mano de su novio para arrastrarlo fuera de ahí…

 

Si… definitivamente son complementos… Pensó Yohei con una sonrisa.

 

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FIN

 

Notas finales:

 Yyyy---~~ que les pareció?? :3

¿Creen que Hana y Kaede efectivamente calzan con sus signos? ¿Y ustedes????! ¿Los aries y capricornios encontraron alguna similitud??

Respecto a la historia, espero que no se haya sentido falso el momento en el que Rukawa decidió ayudar a Sakuragi, pues en el anime (especificamente en el capi 66 también lo hace de una manera "similar xD)

**Como puse al principio, este pretende ser un Fic multifandom, asique quizás escriba de otras parejas! :)

***Para los que leen mis otras historias, la proxima actualización será para el "Abecedario de las Clavadas", en el cual viene la letra C dedicada a Aliethz :)

Eso es todo!!! Nos leemos pronto! Y recuerden, cualquier comentario es bienvenido ;3


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