Joya de Feliz Navidad
Se podría ver como un joven de cabellos oscuros como el manto nocturno y ojos verdes como las mismas esmeraldas se encontraba saliendo del santuario para ir a caminar en esa tranquila noche de navidad, solo quería escapar de ese ambiente tan empalagoso desde el aroma dulzón del ponche hasta por la actitud de sus compañeros en el deber de guardianes de los dioses incluida la suya que celebraban esa festividad a pesar de ser dioses griegos, a la cual fue obligado a ir por Poseidón que solo había asistió por su amada Athena que ni caso le hacía, se sentó al filo de un desfiladero donde escuchaba como las olas golpeaban sin compasión las rocas, concentrando su mirada en las estrellas del cielo – el suicidarte no cambiara nada – escucho que le decían desde sus espaldas, suspirando al saber de quien se trataba – ¿qué es lo que no cambiara? – Pregunto sin quitar la vista del cielo a su acompañante – el hecho que tu hermano ya no te necesita a su lado – respondió acercándose más a el – jajaja es triste saber que mi único familiar se olvida de uno – dejo con ironía - ¿y qué hay de ti? ¿A que debo el honor que el gran Radamanthys de Wyvern me brinde de su compañía? – cuestiono volteando a verlo.
El rubio se acercó hasta el general marino – solo quería salir de ese lugar, demasiadas gente para mi gusto – contesto con molestia de recordar, al peli-negro no le extrañaba la respuesta – amargado – dijo con burla al de ojos dorados que se sentó a su lado – al menos a mí no me obligaron a venir bajo amenaza – respondió con gracias al ver como se sonrojaba el mayor al recordar cómo habían hecho para que fuera – esa bruja de Tithys no sabe tener la boca cerrada – dijo bajito
– ¿quieres caminar? – pregunto Wyvern parándose y ofrecer su mano al mayor que solo sonrió tomando la mano del menor
– Es triste enterarse por tercero que tu hermano se va a casar – empezó a contarle – en ocasiones pienso que debe odiarme, después todo de cierta forma yo fui el culpable de que él se suicidara – termino de decirle desanimado.
– no creo que él te odie, tu hermano debe tener sus razones el que no haya dicho sobre su compromiso, ya tendrás oportunidad de hablar con el – le contesto calmadamente.
– Jejeje espero que tengas razón – dijo con una pequeña risa – sabes Odio estas fechas – confeso llamando la atenta y aguda mirada del menor – hace que me dé cuenta de lo solo al no tener a nadie que me tenga en sus pensamientos o de que nunca podre tener aunque sea una pizca de cariño de esa persona, créeme si una simple caída de una precipicio como el anterior bastara para acabar con mi miserable vida ya lo habría hecho desde hace mucho tiempo – esto sorprendió al Juez que detuvo su andar haciendo que su acompañante también detuviera sus pasos – ¿sucede algo? – preguntó.
– Kanon – por primera vez nombro al azabache desde que habían empezado a hablar – nunca vuelvas a decir eso delante de mí – le empezó a decir molesto mientras lo tomaba de los hombros y lo miraba reprobatoriamente – nunca vuelvas a menospreciar tu vida, detestaría tener que juzgarte – dijo con pesar.
– créeme muchos estarían feliz si yo ya no existiera – aparto la vista de menor a no poder soportar aquella mirada que le quemaba – lo único que he hecho es traer desdicha a los que me rodean y dolor – le decía con amargura.
– Eso no es verdad Kanon – dijo seriamente apretando su agarre en los hombros del más bajo que solo cerro los ojos al sentirlo.
– CLARO QUE ES VERDAD – grito el azabache zafándose del agarre del rubio – he escuchado como todos lo han dicho al menos una vez su deseo por mí muerte, no soy sordo incluso en este días ellos aún me siguen viendo como un traidor, cada mirada, gesto o palabra de desprecio es peor que un golpe, incluso esta cicatriz que yace en mi pecho es un recordatorio de mis pecados – cada palabra que decía venia cargada de odio, frustración, ira que se cristalizaron en lágrimas – me odio a mí mismo por haber hecho que las manos de mi hermano se manchara de sangre, de que en mis delirios de poder personas inocente murieran, pero lo que más odio es mi egoísmo de querer ser feliz de no querer morir sin tener una familia como cualquiera de ellos – refiriéndose a los que seguían en la fiesta, dejándose caer de rodillas dejo ocultando su rostro – soy patético – susurro a pesar de su llanto.
Radamanthys abrazo al azabache que al sentir el calor del menor se abrazó a él ocultándose en el cuello del menor que sintió la tibieza de sus lágrimas – que tiene de malo desear la felicidad de uno mismo, no puedo negar tus pecados que has cometido, son parte de tu pasado el cual no volverá y que no se puede cambiar – consolaba sin dejarlo de abrazar y brindarle caricias en su cabellera – se egoísta por tu propio bien, tienes derecho a vivir y si para eso necesitas pasar sobre ellos hazlo y no te arrepientas de tus acciones después de todo estas son partes de ti – separo un poco el rostro del azabache que al verlo mostro sus ojos que estaban rojos y sus esmeraldas eran opacadas por sus lágrimas y sus mejillas sonrojadas como húmedas por su llanto que aun fluían con libertad – y te equivocas no todos desean tu muerte, yo al contrario deseo que vivas – esto hizo que Kanon se sorprendiera – por eso no vuelvas a decir que no mereces vivir – le decía con voz suave mientras secaba las lágrimas con sus pulgares.
– gracias siempre me consuelas – agradeció con una tímida sonrisa alejándose del rubio parándose con ayuda de este – perdona por haber arruinado tu navidad – se disculpó apenado
– eso aún se puede arreglar – aseguro abrazando al azabache por la cintura con una mano y con la otra tomo su el rostro para acercarlo al suyo – aceptando ser mío por toda la eternidad – esto dejo asombrado al azabache que se sonrojo aún más de lo que estaba al verse observado por la penetrante mirada del menor que esperaba su respuesta.
Kanon llevo sus brazos hasta el cuello del más alto abrazándolo – si – contesto siendo besado suavemente por el menor, al separase vio cómo el mayor le sonreía con una hermosa sonrisa que no había mostrado desde hace algunos años – Radamanthys – nombro mientras acariciaba su rostros – feliz navidad – deseo antes de volver a ser atrapado por los labios del rubio.
– Feliz Navidad Kanon – le deseo también – vamos – dijo alzándolo para cargarlo y desaparecer de donde se encontraba y aparecer en el castillo del rubio – Desde este día este será nuestro hogar y nada hará que te deje ir, eres lo más valioso desde tiempo atrás para mí, te amo Kanon – declaro mientras llenaba de besos el rostro del azabache que se dejaba hacer por el menor
– Te amo Radamanthys – le respondió – gracias por hacer de esta Navidad algo tan especial – dijo para besar a ese Wyvern que no dejaría ir al infame, orgulloso, poderoso pero frágil Dragón Marino que ahora su más apreciada joya que su codicia haya deseado que se le concedió en un día de Navidad.