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¿Casualidad o destino? por Grifo

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Notas del capitulo:

¡Buenas, buenas! Acá actualizando bastante rápido debo decir. Durante un tiempo largo estuve trabajando en este fic y me dediqué demasiado a él. De a poquito quiero poder crear una linda historia y tener una escritura sin faltas ni errores de gramática y demás, espero que les guste y mi esfuerzo se haga notar.

Ésta es la primer parte. El fic consta de dos capítulos y éste será actualizado el día lunes 5 de Enero. 

Los personajes pertenecen al señor Masashi Kishimoto.

— Son dos mil trescientos Yenes — pronunció el vendedor al rubio frente a él mientras le entregaba una bolsa que llevaba el nuevo regalo de navidad. El cajero recibió el dinero  y continuó hablando— Los cambios se realizan de lunes a viernes por la tarde únicamente y con el ticket de compra — dijo desganado y recibió un asentimiento con la cabeza por parte del cliente que luego se marchó. No pudo evitar darle una mirada curiosa y cargada de molestia, sin embargo desinteresadamente continuó con su trabajo restándole importancia.

       El rubio, luego de salir de la tienda, comenzó a caminar por el centro comercial y algo desorientado miró su alrededor, la gente iba y venía inquieta, todos con una gran cantidad de bolsas en sus manos. Las fiestas de acercaban y la compra de regalos no se hacía esperar. Después de reconocer en que piso estaba sacó un papel y una lapicera de su bolsillo trasero. Miró detenidamente la pequeña lista, había anotado la cantidad de regalos que necesitaba y con la lapicera tachó aquello que ya había conseguido. Ya todo estaba comprado. Después de guardar el papel y la lapicera, del otro bolsillo sacó una graciosa billetera en forma de rana, la abrió y vio su contenido,  sólo le quedaban novecientos Yenes. Un gesto de fastidio invadió su rostro, ese último regalo le había costado caro… Sin darle más vueltas, decidió emprender su camino a la casa, ésta se encontraba sola, sus padres habían salido a visitar a unos amigos que hace tiempo no veían, y el rubio aprovechó el sábado para hacer las compras. Si tenía suerte, llegaría y escondería las sorpresas sin que ellos lo vieran.  Caminando a paso lento y tranquilo llegó hasta la puerta del gran centro comercial, lo que vio fuera a través del cristal lo dejó mudo y estático en medio del pasillo provocando que varios se voltearan a mirarlo mal por estar estorbando.  La lluvia caía muy intensa sobre el pavimento, y no parecía que fuera a detenerse. Las gotas eran cada vez más y golpeaban con fuerza en el suelo, vio como la gente corría a refugiarse bajo techo, los valientes luchaban con el fuerte viento que soplaba impidiéndoles avanzar, y algunos más osados se exponían a la vergüenza pública cuando su paraguas se volteaba, y en algunos casos, salía volando por el aire. El rubio miró su reloj, las cinco de la tarde, se le acababa el tiempo, debía llegar a su casa a como diera lugar y antes que sus padres. Envalentado hizo uso de la capucha de su abrigo color naranja y se cubrió la cabeza, ató las bolsas con un nudo para que no les entrara el agua y atravesó la puerta hacia lo que parecía el fin del mundo…

        Con el soplar del viento su capucha era imposible de usar, y a falta de paraguas su ropa termino completamente empapada. En ese momento agradeció que las bolsas de los regalos fueran de plástico. Caminó como pudo cinco cuadras hasta que llegó a Chūō-dori, la calle principal de Tokio. Allí se suponía que debía esperar el autobús, pero el clima lo hacía imposible. Decidió tomar el metro, caminó unas cuatro cuadras a la derecha, a penas vio la primer bajada al metro prácticamente se abalanzó a lo quería su salvación. Claro que no esperó encontrarse con la entrada clausurada, un cartel sobre ella rezaba “cerrado por reformas” y entonces recordó ese aviso en las noticias del día sobre la cancelación del servicio de la línea, al cual no le llevó el apunte.  Pensó y pensó todas las posibilidades, esperar bajo la lluvia el bus no era una opción agradable, decidió entonces caminar hasta encontrar un bendito taxi que lo lleve a casa y, si era posible, no gastar el poco dinero que le quedaba.

         El taxi se hizo esperar, caminó bajo la vehemente lluvia cuadras y cuadras, tantas que podía jurar que llegaría a pie. De pronto un ansiado automóvil amarillo estacionó justo frente a él cuando estaba a punto de cruzar provocando que detuviera su marcha, vio a las dos mujeres dentro del vehículo pagar la tarifa y descender del coche. Con una seña casi desesperada le pidió al conductor que lo deje subir y apenas recibió una afirmación corrió dentro del móvil despatarrándose sobre el asiento trasero. Una vez cómodo y después de haber indicado su destino dejó caer la cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos y un largo suspiro salió de sus labios. Miró las bolsas más abajo, estaban sanas…

 

 

        El vapor humedecía su rostro, logrando que unas gotas se resbalaran desde su frente hasta el mentón. Se recostó relajándose aún más en la amplia bañera, sintiendo como el agua caliente calmaba el frio que pasó momentos antes en la calle al estar empapado. Un paño también mojado se encontraba sobre su cabeza aplastando los rubios mechones, eso le daba aún más tranquilidad. De pronto unos ruidos se comenzaron a sentir en la entrada de su casa, y unas voces familiares sonaron.

 

— ¿Naruto? — la voz de su madre lo llamaba mientras subía las escaleras.

— Estoy dándome un baño, mamá — respondió el rubio en voz alta para ser escuchado por la mujer de rojos cabellos.

— Bien, deja limpio el baño una vez que salgas — la voz de Kushina ahora se escuchaba detrás de la puerta y sintió como ella pasaba de largo dirigiéndose al fondo del pasillo, supuso que a su dormitorio matrimonial.

— Naruto, ¿qué quieres para cenar? — esta vez era la voz del otro rubio, Minato, también detrás de la puerta. Ya sabía cuál era la respuesta.

— ¡Ramen, ramen! ¡Por favor! — el rubio dijo con alegría y pronunciando cada palabra con un canto. Minato no podía verlo, pero sabía que su hijo estaba revolviéndose dentro del agua por los chapuzones que podía oír. Naruto escuchó la suave risa de su padre y como éste momentos después se alejaba yendo escaleras abajo, supuso que iba hacia la cocina.

 

 

      Naruto no era un niño, aunque actitudes infantiles no faltaban. Exactamente diecinueve años tenía, vivía con sus padres y ya había finalizado sus estudios secundarios. A pesar de lo que muchos dijeron tiene el privilegio de ser uno de los estudiantes de la prestigiosa Universidad de Tokio, porque sí, él era inteligente. Trabajo tenía, aunque era uno de medio tiempo, trabajaba cuatro horas por la tarde cinco días a la semana, dejándole los fines de semana libres y las mañanas para el estudio. Se caracterizaba por ser alguien honesto y justo, con un carácter firme y siempre dispuesto a estar ahí para sus amigos, no sorprendió a nadie cuando tomó la decisión de estudiar abogacía y tuvo la suerte de conseguir un trabajo en un estudio jurídico como recepcionista. Amigos tenía muchos, algunos conservaba de la secundaria y a Sakura la conocía desde primaria. Su amiga, de cabello rosa, era como su hermana; ella todo de él sabía y viceversa.

     Sobre el terreno amoroso para que hablar. Había tenido una relación con la bella Hyüga Hinata, pero no duró mucho. La chica era una persona muy tímida y él alguien muy extrovertido, sus personalidades eran bastante distintas y, sin mentir, Naruto con el tiempo comenzó a despertar sentimientos que jamás pensó que tendría. Para no lastimar a Hinata decidió dejarla y la única persona ante la cual no pudo tapar su verdadero yo fue Sakura. Si bien había pretendido algo con la de cabellos rosas durante un tiempo y a pesar de haber tenido una novia ambos amigos sabían que las preferencias del rubio no estaban en las mujeres. La cierta atracción por los hombres comenzó bastante tarde; durante su niñez lo único que hacía era perseguir a Sakura por todas partes hasta que esa etapa se cerró y la comenzó a ver como una gran compañera. Con el tiempo su interés en el amor se hizo mayor y la hermosa Hyüga de ojos perlados apareció en su vida, al mismo tiempo que un gran amigo de la secundaria le confesó estar enamorado de él logrando provocarle una confusión que jamás había tenido. Lo primero que hizo fue hacer de cuenta que nada había pasado, pero con el tiempo consideró el hecho de sentirse atraído por los hombres, sobre todo porque éstos llamaban cada vez más su atención en cualquier ámbito que se encontrara. Por más esfuerzos que hizo para negarse a sí mismo Sakura, que no era ninguna tonta, terminó desenmascarándolo y después de un par de meses más por los que atravesó una fuerte contradicción decidió dejar a Hinata. Después de eso no salió corriendo por la calle gritando “¡Soy gay, mírenme!” pero sí muchos le interrogaron el porqué de la ruptura, a aquellos que lo conocían de pies a cabeza le fue difícil ocultarles la verdad y, como resultado, sus padres Kushina y Minato, y su gran amigo Gaara terminaron por llevarse una gran sorpresa. Kushina puso el grito en el cielo más un tiempo después lo aceptó, al igual que Minato quien optó por tomarlo con tranquilidad. Gaara siguió siendo Gaara, firme y fiel al lado de Naruto.

        Sumergido en éstos recuerdos estaba el rubio sin darse cuenta que el agua estaba comenzando a enfriarse y escuchó la voz histérica de Kushina quejándose porque tenía que bañarse y que no podía acapararse para él solo el baño, que hacía cuánto tiempo estaba ahí, que él iba a pagar la cuenta del agua, gas y electricidad; y un par más de frases que dejó de oír al encerrarse rápidamente en su habitación, poniéndole seguro a la puerta… Cambiando un poco de tema, sus exámenes de la universidad estaban cerca y tenía que ponerse a estudiar con toda la voluntad que eso requería. Procedió entonces a secarse y cambiarse bajo la seguridad de su alcoba y agarrar después esos horrorosos libros que lo estaban esperando.

 

      Dos días habían pasado de esa tarde de sábado, ya estábamos a lunes y Naruto se despertaba somnoliento con el chillar de la alarma, haciéndosele imposible sentarse en la cama si quiera. El domingo por la noche se había desvelando mirando el regalo que había comprado para su padre. Esa noche lo sacó de su bolsa y lo inspeccionó de arriba hasta abajo con detenimiento, cada minuto que pasaba perdía la confianza que le inspiró a comprarlo cuando lo vio ahí en la tienda tirado en un rincón. El pobre sweater color azul oscuro estaba arrugado y olvidado en un extremo del mostrador de ropa, se había caído de su percha y estaba en el suelo, sintió lastima por semejante desprecio y al tomarlo se compadeció del pobre reno blanco cocido con lana en el medio de la prenda y de los lindos copos de nieve color verde que caían sobre él. Miró en el interior del sweater la etiqueta que decía la talla y notó que le iba perfecto a Minato y se lo imaginó con el sweater puesto, sin dudarlo corrió al mostrador con un brillo especial en sus ojos y prácticamente se lo revoleó por la cabeza al de cabello azabache que atendía la caja quien lo miró con molestia, Naruto lo miró como diciéndole “cóbrame ya que estoy desesperado por regalar el sweater” y lo vio abrir levemente su boca para luego cerrarla, como si hubiera querido insultarlo a los cuatro vientos pero hubiera sido detenido porque apreciaba su trabajo. El pálido rostro del cajero no era para nada expresivo sin embargo el rubio sentía esa actitud hostil que lo había recibido aunque no le prestó atención, estaba en lo más alto del cielo, a punto de tocar las nubes, a punto de verle la cara al mismísimo Dios, era el mejor regalo de Navidad que Minato pudiera haber recibido en toda su jodida vida, era, era… era, bastante costoso a decir verdad, su pobre billetera sufrió la pérdida de una importante cantidad de Yenes con el regalo de Kushina, y ahora esto… pero no se dejó abatir y tomó feliz la bolsa que le entregó el de cabellos color azabache para salir del local con sus ojos transformándose en dos grandes corazones celestes. Recordó ese momento con molestia y miró la prenda en sus manos. El sweater nuevamente volvió a su bolsa después de haber sido revisado con algo de desprecio, si tuviera sentimientos el pobre se hubiera sentido ultrajado.

      Naruto ahora recién amanecido logró sentarse en la cama y miró la bolsa fijamente, si la ésta hubiera tenido ojos en ese mismo momento habrían estado haciendo un apasionante duelo de miradas, finalmente el rubio desistió, tenía que devolverlo. Primero lo primero, era lunes y tenía clases, la última clase antes del primer examen. Con pesadez se terminó de despertar tallándose los ojos y comenzó a cambiarse para luego bajar a desayunar y emprender camino…

 

      Con los pies cansados se dirigía a su aula, aunque mirando detenidamente por los pasillos en busca de alguien.

— ¡Naruto! — escuchó a lo lejos y se volteó, vio a su amigo Shikamaru caminando hacia él con una mano en el bolsillo y la otra levantada a penas un poco en señal de saludo. Le correspondió con una sonrisa y esperó a que éste llegara a su lado.

— Shikamaru ¿cómo has estado? — comenzó la charla a penas lo tuvo cerca y ambos empezaron a caminar en dirección al aula correspondiente. Shikamaru tenía la misma edad que Naruto, estudiaba Abogacía y ambos se conocían desde la secundaria. El aula del moreno quedaba cerca de la del rubio por eso siempre hacían juntos el recorrido hasta separarse y volverse a juntar al final de la cursada.

— Bien, estuve todo el fin de semana estudiando para el examen, ¿y tú?

— Genial, también estuve estudiando, aunque el sábado fui a hacer las compras para Navidad — le comentó mientras caminaba intentando encontrar caras conocidas para saludar. Manteniendo la conversación con Shikamaru, distinguió a lo lejos una reconocida cabellera roja, su amigo Gaara lo estaba esperando en la puerta del aula quince. Una vez llegaron con el pelirrojo Shikamaru se separó de ellos y continuó su camino hasta su clase dejando a Gaara y Naruto entrar al salón.

      La clase transcurrió normalmente, quizás los alumnos ese día estaban un poco agitados ya que era una clase destinada a hacer las últimas preguntas, habiéndose sacado todas sus dudas, al rubio le faltaba solo estudiar el último tema del examen. Al salir del salón acompañó a Gaara al bufet, el pelirrojo no acostumbraba a desayunar en su casa así que lo hacía en la universidad antes de tomar la segunda clase del día. Naruto lo siguió para charlar un rato más con él y, como todos los días, esperó a que Shikamaru se les uniera para comentar entre los tres lo interesante del fin de semana. Sin más, cuando el pelirrojo y  el moreno se pusieron de pie para encarar la segunda materia Naruto tomó sus cosas y se fue, él solo cursaba una materia por día, a diferencia de los otros dos.

      Con pasos rápidos se dirigió al metro, que ya habían terminado de reparar para su suerte, y se dirigió a su casa, una vez dentro tomó el jodido sweater y le dio una nueva mirada, definitivamente lo iba a devolver cuando terminara de trabajar. Su ritmo de vida era algo agitado, salía de la facultad, de allí a su casa a almorzar, se iba a trabajar y luego volvía. Trabajaba de dos a siete de la tarde, lo cual le dejaba espacio para tener vida y poder estudiar. Pero ahora estaba apurado, Navidad se acercaba y no podía no tener un regalo para su padre. Así que apenas terminó el almuerzo, con bolsa y todo se marchó, iría al centro comercial cuando terminara su jornada laboral.

      

 

 

      Nuevamente iba sentado en el metro, su semblante cansado no había cambiado desde la mañana, esa desvelada le había hecho mal. Llevaba sus auriculares puestos y la mirada perdida en el suelo, aún así al tener la música baja escuchó la voz que salía del parlante anunciando la estación en la que se encontraba, debía bajar en la siguiente. Con aburrimiento balanceó un poco entre sus piernas la bolsa que llevaba colgando de sus manos, se puso de pie cuando supo que estaba llegando y con pereza se bajó del vagón siguiendo a la multitud. El trabajo y la universidad lo habían dejado agotado, y tener que verse obligado a usar su cerebro una vez más no le daba gracia. La estación de metro lo conectaba a una entrada del mismo centro comercial por lo cual simplemente tuvo que subir unas escaleras mecánicas y ya estaba dentro de la monumental construcción. Cada vez que iba allí terminaba perdido, así que se acercó hasta un cartel que mostraba el mapa de todo el comercio. Éste tenía cuatro pisos y, adivinen, la tienda a la cual tenía que ir estaba en el cuarto. Se encaminó al local comenzando a sentir calor por la calefacción, afuera el frio provocaba que la gente se vistiera con todo lo que encontrara, gorros, bufandas, guantes y camperas enormes era lo que usaban, el invierno estaba por llegar y los primeros copos de nieve comenzaban a aparecer junto con el helado ambiente. A medida que iba avanzando se sacaba prenda por prenda quedando sólo con la camisa y el pantalón que usaba para trabajar. De lejos divisó unas grandes letras sobre una puerta lujosa, ahí estaba el lugar que buscaba. Sin prisa se aproximó hasta allá y traspasó la entrada. Una vez dentro miró al frente y reconoció al cajero de la última vez. Aquella vez no se paró a pensarlo ya que se encontraba feliz viendo venados por todas partes, pero el chico de la caja sí que era apuesto. Un poco más alto que él, de cabello color azabache, se movía con un porte muy elegante y tenía un aire sereno, sus ojos marrones rozaban el color negro y eran muy atrayentes, su mirada se fijaba en los ojos ajenos y era penetrante. Su piel pálida hacía un alto contraste con su cabello y sus ojos y, su actitud desinteresada le resultaba muy cautivadora. A Naruto lo invadió un sentimiento de curiosidad, ¿qué tipo de persona sería ese muchacho de cabello negro?¿cuál era su nombre? Su nombre… Una cantidad inimaginable de sensaciones se estaban adueñando de su cuerpo y mente, por un momento se olvidó del sweater y qué era lo que estaba haciendo ahí.

 

— ¿Señor? — amablemente, léase el sarcasmo, el guardia de seguridad que custodiaba la tienda se acerco al rubio que estaba parado estupefacto con la mandíbula desencajada estorbando en el medio de la puerta — ¿Puedo ayudarlo en algo? — terminó la pregunta parándose frente al rubio obstruyendo su campo visual y, por ende, el paisaje perfecto.

— Oh, eh, no, gracias… — Naruto se sobaba la nuca algo apenado y sonreía con gracia — necesitaba hacer un cambio-ttebayo — levantó la bolsa que había comprado el otro día como prueba. El guardia asintió con la cabeza y lo dejó pasar, pero sin quitarle los ojos de encima.

       Prácticamente obligado el rubio salió de su ensoñación y se adentró a la tienda, una de las empleadas se acercó a él para retirarle la bolsa una vez supo que Naruto quería hacer un cambio de ropa y lo dejó solo nuevamente para que pudiera elegir una prenda. Una vez a solas Naruto comenzó a inspeccionar cada uno de los percheros, esta vez sin dejarse cegar por nada, bueno, lo único que lo estaba cegando en ese momento era el atractivo del cajero. Hizo una selección minuciosa cuando encontró dos sweaters que le gustaron, sin venados ni copitos de nieve; se terminó decidiendo por aquel que era gris oscuro y tenía unas cuantas rayas finas color blanco, un estilo algo oscuro que no solía caracterizar a su padre pero sabía que sería de su agrado. Ahora venía el momento culminante, tenía que ir con el cajero… Su rostro pareció iluminarse y una sonrisa ancha se hizo presente. Claro que ese gesto le duró hasta que encaró al empleado, el rostro sereno que el de cabellos azabaches llevaba se había convertido en uno de notable molestia y, con el ceño levemente fruncido, lo recibió.

— ¡Hola! Quería cambiar una prenda que compré el sábado sabes-ttebayo — dijo muy simpático Naruto, haciendo uso de la típica muletilla que aparecía cuando estaba algo nervioso — A penas llegue a casa vi el sweater y me convencí de regresar a cambiarlo — continuó hablando ante la mirada de fastidio del otro que se apresuró a tomar la bolsa que le daba el rubio para realizar el cambio ya y que éste le dejara en paz. El empleado tomó el código de barras, tecleó un par de cosas en la caja registradora y luego colocó el nuevo sweater en la bolsa concretando el cambio, todo esto con un gesto irritado.

— ¿Es mucha la diferencia que debo pagar? ¡Espero que no! Esta Navidad me está costando demasiado dinero — intentó bromear el rubio sin lograr su cometido de hacer sonreír al otro.

— La diferencia es de mil quinientos Yenes — habló sin rodeos el de cabellos oscuros viendo como se le desencajaba la mandíbula al rubio por segunda vez en el día a causa de cierto cajero, porque sí, aquel empleado no pudo ignorar la intensa mirada que el rubio le dio al entrar al local. Bueno, casi nadie en realidad.

— Oh… ¿mil quinientos? — hablaba por lo bajo Naruto, mientras volvía a sacar la infantil billetera de rana ante el cajero, la pobre rana no soportaría que la vaciaran tantas veces. Con dolor en su pecho le entregó la diferencia al chico frente suyo y a cambio le devolvió la bolsa con el nuevo sweater dentro — Gracias… — continuó hablando bajo hasta que la sonrisa volvió a su rostro. Durante su lamento, estando con la cabeza gacha, notó que el de cabellos oscuros tenía enganchada en su formal traje una etiqueta con su nombre “Uchiha Sasuke” — Gracias, Sasuke — y olvidando todas las normas de cortesía que enseñan en la educación básica del país nipón, lo llamó por su nombre de pila sin olvidar, irónicamente, el característico honorifico de respeto. Como respuesta el empleado abrió atónito los ojos sintiéndose inevitablemente ofendido, pero no pudo hacer más que ver al rubio marcharse mientras agitaba su mano en forma de saludo y gritando que su nombre era “Naruto”. Naruto… ese nombre resonó en su cabeza todo el día. ¿Quién era ese tipo para llamarlo por su nombre?

 

 

       La Navidad había pasado rápidamente para la tristeza de muchos y estaban acercándose al Año Nuevo. El invierno llegó a enfriar los días de la gente y los atuendos abrigados y las bebidas calientes no se hicieron esperar. Era complicado comenzar, el despertarse ya muerto de frio no ayudaba a querer salir de la cama y Naruto había pasado por eso en la mañana. Con pesadez se levantó y se envolvió con el acolchado bajando hecho una oruga las escaleras para tomar el desayuno. Con frio y muy abrigado partió a la universidad, “a empezar de nuevo” se dijo, pero algo que no se esperaba sucedió ese día. Al llegar a la estación del metro se encontró con un tumulto de gente que iba y venía bastante escandalizada. Algunos miraban constantemente su reloj, otros muy enojados reclamaban ante los guardias de seguridad u otros pasajeros, y el resto salían irritados del lugar en busca de otro medio de transporte. Se acercó a uno de los guardias quien le informó que el servicio estaba con desperfectos técnicos, nuevamente, y que el tren estaba unos minutos retrasado. Con paciencia caminó a lo largo del andén sabiendo que tenía minutos de sobra hasta llegar a la universidad y se paró donde siempre a esperar el metro. Cuando éste llegó era un completo caos, pero con la necesidad de llegar a clases se subió al vagón quedando bastante apretujado entre los pasajeros. No fue hasta la segunda estación que obligado por la cantidad de pasajeros que subían en esa parada tuvo que hacerse más y más para atrás e intentar encontrar lugar donde cupiera su cuerpo, miró a su izquierda un espacio remotamente cómodo y ahí lo vio. Justo a su costado, también hacinado, estaba Sasuke. El rubio se posicionó rápidamente a su lado siendo llevado un poco más adelante por la corriente quedando en diagonal al otro chico. El de cabellos azabaches notó una mirada insistente sobre su persona y se miró al frente para encarar con molestia a quien fuera que lo estaba observando, llevándose una sorpresa al ver al tal “Naruto” sonriéndole. Haciendo gala de su elegancia disimuló muy bien el leve sonrojo que le produjo semejante encuentro cubriéndose un poco el rostro con su cabello, pero no se preocupó en ocultar su descortesía.

— ¿Qué haces aquí? — le espetó al rubio con la misma confianza con la que se dirigió a él la vez pasada al llamarlo por su nombre de pila.

— Estoy yendo a la universidad. ¿Cómo has estado Sasuke? — contento porque el otro haya iniciado la charla le sonrió.

— No te importa; y no me llames así, es descortés —Sasuke lo encaró  mirándolo penetrante a los ojos. Desde la última vez que lo vio que tenía la rabia contenida por la confianza del rubio, y le molestaba no poder sacárselo de la cabeza.

— Oh, lo siento, en verdad fui descortés — Naruto se disculpó sincero intentando llevar una mano a su pecho. No quería separarse del otro, quería seguir manteniendo ese intento de charla pero inevitablemente el metro avanzaba a gran velocidad — ¿En qué estación te bajas?

— No te importa, ya deja de molestar — terminó la frase con una mirada irritada para darse vuelta y atravesar al resto de los pasajeros, con tal de estar lejos de Naruto prefería que el resto lo mirara mal por molestar. No era del tipo de persona que iniciaba una conversación, si es que eso se podía llamar conversación, pero las ganas de darle un puñetazo al otro eran tan fuertes que le costó mucho contener la cantidad de palabras que le quería decir. Cortó por lo sano y se marchó, bajando unas paradas después sin que Naruto pudiera verlo.

 

     Impresionado por el encontronazo, Naruto no podía creer lo que había pasado, ¿siempre había coincidido con Sasuke y jamás se había fijado?... no podía ser así. Llegó a la conclusión que el de cabellos oscuros tomaba el mismo metro pero unos minutos antes que él, por lo cual coincidieron gracias al retraso del servicio. Pensó más de una vez en ir algún día a visitarlo al negocio donde lo conoció, sin embargo descartó esa idea al darse cuenta que no era aun lugar propicio para hablar con él, pero ahora se le estaba presentando una gran oportunidad, sólo tenía que tomar el metro unos minutos antes de lo acostumbrado y ya iba a estar viajando con el otro. Solo que un par de dudas lo asaltaron como, en que vagón solía viajar o a que horario tomaba exactamente el tren, sin embargo consideró que tendría tiempo para averiguarlo…

      Así fue como cada vez que tenía que tomar el metro para ir a la universidad lo hacía en un horario más temprano, y cada vez más y más temprano. La cara de sorpresa de Shikamaru y Gaara al mirar al interior del aula y verlo sentado durmiendo plácidamente sobre el pupitre  era épica. La incertidumbre abordaba al pelirrojo cuando se acercaba al rubio y le tocaba el hombro para despertarlo, pero terminaba zamarreándolo para luego verlo abrir sus ojos celestes y que comenzar a quejarse por no haberse cruzado a su enamorado ese día en el metro, oírlo hacer promesas de amor eterno y contar historias de valientes caballeros medievales. Hasta que el día de gloria llegó. Exactamente veinte minutos antes de lo acostumbrado en el mismo vagón en el que solía viajar, lo vio de nuevo. Esta vez, para su suerte, estaba sentado casi en el medio de los asientos con espacios vacios a ambos costados, estaba con su característico porte derecho y su espalda apoyada sobre el respaldo. Su vista fija en la ventana frente a él con su típica mueca desinteresada. Llevaba un morral negro que encajaba con un look formal, vestía de traje con el chaleco que usaba para el trabajo (notó que no tenía la etiqueta con su nombre) y usaba unos zapatos sobrios y claramente costosos, a todo el atuendo le agregó una bufanda negra y una chaqueta abrigada que ahora no llevaba puesta. Naruto se acercó a él con una amplia sonrisa, no vestía formal como el otro, simple y abrigado para ir a la universidad, ya para el trabajo usaría su traje. Avanzó decidido y tomó lugar al costado izquierdo del otro, pasándole por adelante para llamar su atención. Logró que la mirada de Sasuke se posara sobre él y al reconocerlo inmediatamente amagó a ponerse de pie.

 

— ¡Espera, espera! — Naruto lo tomó suavemente del brazo intentando no incomodar al otro con el agarre, sin embargo el de cabellos oscuros se soltó arisco y se volvió a sentar para ser interrumpido al empezar su protesta — Quisiera pedirte disculpas, se que fui rudo al hablarte con confianza… sólo quería acercarme… ¿podríamos empezar de nuevo? — preguntó esperanzado con una sonrisa conciliadora, sin embargo el otro seguía mirándolo con molestia.

— ¿Por qué quieres acercarte? No me interesas, déjame en paz — Sasuke le contestó bruscamente, estaba sumamente irritado.

— Porque sí, ¿no puedes aceptar tener una conversación con alguien que acabas de conocer-ttebayo? — Naruto era muy amigable, pero no alguien muy paciente, y la actitud arisca del otro lo estaba sacando de quicio.

— ¿Por qué habría de hacerlo? No te conozco, no molestes… — Lo miró amenazador y se apoyó en el respaldo intentando encontrar calma. Sacó su reproductor de música y una vez se puso los auriculares ignoró al rubio. Claro que como Naruto tenía una personalidad muy explosiva y era orgulloso hasta la médula, él era bueno hasta que lo volvían loco. Lo ignoró también, irritado.

        Todo el viaje fue así, ambos mirando al frente, ignorándose olímpicamente, fue Sasuke el que primero se levantó para bajar, ya no le importaba que Naruto supiera su destino, no le importaba que lo estuviera observando, ni que estaba haciendo uso de todo su orgullo para cerrarse a la supuesta amistad que el rubio le estaba ofreciendo. Claro que dio por sentado que después de semejante reacción Naruto no iba a volver a cruzarlo nunca más, que equivocado estaba…

 

— ¡Gaara, Gaara! — Naruto, a diferencia de días atrás, estaba despierto y esperando al pelirrojo fuera del aula. Campante lo vio aparecerse por el pasillo y comenzó a agitar su mano en el aire en forma de saludo mientras gritaba su nombre.

— Naruto ¿Qué suced…

— ¡Viajé con Sasuke esta mañana-ttebayo! — le habló atropelladamente a su amigo que siempre permanecía sereno. Empuñó sus manos y las llevó a la altura del pecho y sus ojos brillaban emocionados.

— ¿De verdad? Eso es muy bueno Naruto.

— Aunque no fue un gran viaje…

— ¿Cómo es eso? — Gaara se apoyó al lado del rubio, sin estorbar la puerta a los recién llegados. Ambos esperaban a Shikamaru para saludarlo y luego entrar a clases.

— Bueno… digamos que no platicamos mucho… casi nada — acotó desanimado bajando su tono de voz.

— Oh vamos, es la primera vez que viajan, con el tiempo tomarán más confianza.

— Si… bueno, en realidad peleamos — miró algo preocupado a su amigo quien se rió como respuesta — ¡pero mañana será distinto-ttebayo!

Volvió a empuñar su mano para luego comenzar a agitarla en el aire nuevamente para saludar a Shikamaru, quien no tenía idea de la cacería del rubio.  

Notas finales:

¡Espero que esta primer parte les haya gustado!

¡Nos leemos el próximo lunes! 


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