Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Despertando el pasado por koru-chan

[Reviews - 26]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

l

En una imagen borrosa podía apreciar, como espectador y protagonista, aquella escena de mi cuerpo desnudo tumbado sobre un lecho de suaves mantas; como sus dedos ávidos y tibios se deslizaban sobre mi fría piel calentándola con cada tenue roce de sus yemas. Con cada toque mí corazón nuevamente volvía a palpitar desenfrenado, con cada caricia la piel de mi vientre se contraían y los vellos de mi nuca se erizaban con cada susurro…

Abrí mis parpados sintiendo adrenalina en mi bajo vientre; esa sensación de golpe placentero cuando vives una situación amena y deseas revivirla una y otra vez. Cerré mis ojos con impotencia, y a la vez, simplemente rememorando, fantaseando con aquella escena; inventando hasta las sensaciones que ya se habían esfumado.  Y con frustración despegué mis pestañas enfrentándome a un nuevo día; anhelando, con regocijo, que aquella noche mi sueño se repitiera una y otra vez.

Pestañé repetidas veces. Había despertado hace diez minutos, pero la necesidad de sentir sensaciones perdidas pudo conmigo dejándome en un estado malogrado y confundido a la vez.

—Reita…

Murmuré su nombre girando mi cuerpo entre las mantas, ¿hace cuánto no sabía de él? ¿Siete años? No, tal vez diez o más...  Sonreí levemente con los ojos cerrados, No entendía. ¿Habían pasado tantos años…?

Inevitablemente mi mente me trasladó a una época que creí olvidada y lo vi ahí. De forma vívida recordé su rostro iluminado por los fuegos artificiales que deslumbraban la oscuridad infinita del cielo aquella noche. Podía rememorar su rostro joven de ojos soñadores. No sabía quién era en aquel entonces, pero varias veces me encontré observándolo.

No recuerdo que me llamó la atención de él. Quizás, ¿Su forma de ser? Él era una incógnita; era difícil de leer. Era misterioso. ¿Su belleza, tal vez? No era superficial, pero él no era mi prototipo actual de “belleza”—sí, en aquel tiempo soñaba con hermosos cantantes que aparecían en la televisión por cable—. Lo que me atrajo fue su postura, su seguridad ante la vida, su misticismo, su romántica forma de observar. Sus ojos me inquietaban...

Cuando el espectáculo pirotécnico llegó a su fin nos quedamos sentados sobre la yerba fría bajo nuestros cuerpos. Charlábamos banalidades en vez de dirigirnos a la casa deshabitada, por aquel fin de semana, de mi amigo la cual nos podría cobijar del gélido clima. Estúpida juventud. Esbocé una sonrisa añorando aquel tiempo despreocupado.

—No fue un mal año después de todo—recordé a aquel chico: él era quien nos albergaría en su hogar aquella noche de año nuevo. Parecía melancólico con una lata de cerveza en una de sus manos congeladas y las mejillas rebosantes las cuales brillaban en conjunto al espectáculo pirotécnico.

—Tú deberías estar más agradecido, ¡casi no pasas de curso este año!—se oyó la voz de un tercero arremeter quien se ganó un golpe por parte del alto castaño. Aquella instancia debió haber sido registrada en una fotografía. Las risas de aquel  grupo aún resonaban en mis oídos.

—No te enojes, de hecho, aún me tienes intrigado. ¿Qué tuviste que hacer para que el maestro te dejara pasar?—se carcajeó un moreno mientras una mirada picara se formaba en los ojos almendrados del anguloso chiquillo.

—Nada que tú no hayas hecho antes—le dijo seguro de sí mismo mientras dos chicos se trepaban sobre él aplastándolo con euforia para que le soltara aquella sabrosa historia. En medio del carcajeo colectivo puede ser partícipe como aquellos labios apetecibles y desconocidos esbozaban una sonrisa leve hacia aquel trio.

—¡Cállense!—gritó alzándose del césped mirando con las mejillas rojas a aquellos dos entrometidos. Al parecer la historia no era una invención en su totalidad. Expandí mis ojos mirando al castaño y tras un carraspeo incomodo entoné:

—¿Por qué no vamos a tú casa? Me estoy congelando—dije viendo como los ojos soñadores ahora se posaban en mi persona, haciéndome sentir extraño. Él chico, el cual, aún ignoraba su nombre, estuvo de acuerdo conmigo diciendo graciosamente que ya no sentía su nariz. Le sonreí viendo como este correspondía mis gestos.

Con rapidez nos encaminamos a casa del castaño. El alcohol comenzó a fluir rápidamente, botellas de licor aparecieron como por arte de magia inundando la sala donde, ésta, cálida nos cobijaba del frío exterior.

Mientras todos se embriagaban como viles paracitos. Reita y yo—que fue así como me dijo que le llamara. No cuestioné que no me rebelara su verdadero nombre; éramos adolescentes. Yo también le dije que era sólo Ruki—, nos preocupamos de charlar, de conocernos lo más rápido posible y una cosa nos llevó a otra… En cosa de segundos, nos encontrábamos saboreando la boca del contrario en un beso hormonal y subidito de tono.

—E-espera… Están los demás ahí—murmuré bajito sintiendo mi mente nublada mientras su ávida lengua y sus húmedos labios se paseaban en extensión por mi cuello.

—Están dormidos, escúchalos…—murmuró sin alejarse de mi piel. Mientras teníamos los sinfónicos ronquidos de fondo, el alcohol había cumplido su objetivo en ellos. Yo simplemente cerré mis ojos y me dejé llevar sintiendo como me acariciaba con cuidado, con dedicación y dulzura…

Sonreí apretando mis parpados y las mantas entre mis palmas mientras imágenes borrosas golpeaban mis memorias.

Recuerdo que todo fue tan extraño; había salido con chicos antes, había besado a otros también, y había experimentado una serie de toques a la piel contraria, pero nada más que eso, porque siempre había algo que no me dejaba ir más allá. A pesar que era adolescente, mi subconsciente estaba muy desarrollado, por ello no me iba a acostar con alguien que no me moviera el piso. Era consciente de lo que cuerpo sentía, y recuerdo que la mirada de Reita me produjo mucho más que las miles de sensaciones pasajeras. Él era el indicado. La persona correcta; la cual exploraría mi cuerpo por primera vez y pasara lo que pasara no me arrepentiría.

Volví a sonreí sintiendo mi rostro sonrojado, la inexperiencia, en mí, adolecía; me hacía avergonzar. Además que estaba el factor que mis amigos ebrios estaban acostado junto a nosotros y yo intentando por todos los medios no emitir ruido o sonido alguno.

Pensaba y pienso que cuando uno tiene ese tipo de encuentros pasionales, de esos que nacen de la nada y que sólo duran unas horas, las personas, al día siguiente, no se hablan. Se tratan como desconocido a  pesar de todo lo hecho horas atrás. Estaba preparado para miradas incomodas, pero estas no llegaron. Los dos fuimos consientes de nuestros actos; de nuestros cuerpos desnudos abrazados, de las yemas de sus dedos deslizándose por mi piel, de susurros que provocaban un cosquilleo en mi bajo vientre, de aquel beso de buenos días, de aquel día; el comenzó una relación intensa y fugaz.

Que tan pronto como comenzó acabó. Aquella relación sin nombre duró dos meses. No recuerdo la razón. Sólo él dijo adiós y no me quiso decir el motivo. Mi primer amor me hizo caer de lo más alto, haciéndome aterrizar de bruces contra el pavimento, ahí nació en mí el rencor, un dolor que se convirtió en vacío y luego en una banal la melancolía. Pero entendí que a pesar de todo, mis sentimientos habían sido verdaderos y había tenido la oportunidad de sentirlos. Ya con algunos años, entrando a la madurez, comprendí que aquel sentimiento único fue mi primer amor, y aunque saliera con nuevos chicos, esas sensaciones—que tuve con él—, jamás las volví a sentir.

Tal vez fue tan intenso porque era adolescente, con las hormonas enloquecidas, y ahora simplemente era un hombre mayor con sentimientos lógicos y enfocado en mi trabajo.

—¿Sólo hay una oportunidad para enamorarse?—suspiré revolviéndome entre las mantas mientras mi mente filosofaba de más—. ¿Sólo una y la desperdicié?—bufé melancólico—. No entiendo a esas personas que se enamoran una y otra vez, ¿sólo se mentirán así mismas?—murmuré escuchando como mi teléfono celular vibraba enloquecido sobre mi mesita de noche. Lo tomé un poco sobresaltado percatándome que ya era hora de levantarme. Siete de la mañana marcaba el aparato. Deslicé la pantalla táctil para silenciar el dispositivo y con pereza estiré mis  brazos para poner mis pies sobre la fría madera, aterrizándome a la realidad de mí día a día—. Me gustaría sentirme tan alegre y feliz como en aquel tiempo…

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).