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BLIND por Crimson

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Notas del fanfic:

Mi primera vez trabajando con el KaixUruha.

En lo personal, no me llama mucho la atención esta pareja, pero la idea solo surgió así, y no puedo ir en contra de mi lado creativo.

Ojalá me dejen sus opiniones para saber qué tal lo hice. 

Notas del capitulo:

Esto lo terminé ayer, pero no lo pude subir hasta hoy por temas de tiempo y conexión. 

Como siempre, gracias a mi editora Caroshii

No los molesto más. Los invito amablemente a que se sienten, a leer...

-¡Chicos ya es hora, se fue la última!-Gritaba alegremente Takanori mientras daba graciosos saltitos junto a la ventana.

 

Por fin se había ido a trabajar la última vecina, lo que significaba que por fin podrían ensayar en paz. El pequeño vocalista odiaba vivir rodeado de gente amargada que no sabía apreciar su arte. Siempre era lo mismo; no podían ensayar temprano porque decían que despertaban a todo el mundo con sus “molestos ruidos” y tampoco era posible hacerlo de noche ya que los reclamos de los vecinos se repetían. Además, cuatro de los cinco muchachos trabajaban por noche.

 

–Todos los días la misma mierda. No entiendo por qué no ensayamos en otro lado –Reclamó el ceñudo bajista mientras se desparramaba en el sofá.

 

– Recuerda que Ruki es el único que tiene una casa decente ¿O quieres que te recuerde el cuchitril en donde vivimos, Reita? –Objetó un serio pelinegro con su amada guitarra sobre su regazo

 

– Sí, sí. Cariño, no te enojes ¿Qué hay de malo en ir a la casa de Uruha? Su mamá nos haría galletitas-Volvió a hablar el bajista.

 

– Ni lo sueñen. Luego de la fiesta que hicimos para Halloween no quiere ni saber de ustedes y todavía agradezcan que no me ha echado de la casa por seguir hablándoles –Dijo el primer guitarrista

 

– No fue para tanto. Además, yo le ayudé a limpiar ¿Por qué me deja en el mismo grupo que a ellos? –Se lamentó Kai desde atrás de su batería mientras hacía un tierno puchero que le robó un suspiro al primer guitarrista, aunque nadie lo notó.

 

– Suficiente charla por hoy. Quiero cantar ¡Kai, dame ritmo!-Exclamó el más bajo de todos mientras tomaba su siempre fiel micrófono.

 

– Sí –Exclamó el castañito para luego hacer sonar sus baquetas.

 

 Y así comenzaba otro ensayo para The Gazette. Los cinco muchachos se habían conocido por esas casualidades de la vida cuando Ruki intentaba buscarle pelea a un altivo pelinegro en el metro por haberlo ensuciado con un extraño jugo azul. Justo cuando el pequeño rubio lanzaba el primer golpe al moreno, que se reusaba a disculparse objetando que el menor se le había cruzado de improvisto, aparecieron un castaño alto seguido por un chico con una graciosa bandita en le nariz. Forcejaron una rato con el más bajo y, sin querer, golpearon a un muchacho que pasaba sonriente por ahí. Lo cuatro se disculparon y lo volvieron a hacer al notar que se trataba de un discapacitado, pero éste solo les sonrió como si nada hubiese ocurrido. Al final del día, los cinco acabaron comiendo helado en una plaza céntrica, burlándose los unos de los otros y riendo sin preocupación alguna. Ellos se llevaban muy bien, desde ese día eran los mejores amigos. El solo hecho de compartir su pasión por la música los hacía sentirse como hermanos. Todos tenían los mismos sueños; querían ser famosos, vivir de su arte y tener el poder de transmitir un mensaje a todo el mundo. Y estaban más que seguros de que lo lograrían, a pesar de no tener un lugar fijo para ensayar, a pesar de no hacer más de uno o dos eventos al mes, a pesar de tener pocas, pero buenas, canciones y tener que rellenar sus shows con covers de otras bandas más famosas. Ellos sabían que lo lograrían si estaban unidos. Los cuatro músicos confiaban ciegamente en su líder, Kai, ya que éste también lo hacía en ellos, solo que él de manera literal.

 

 Sí, su líder y baterista era ciego. Pero aquello no representaba impedimento para ellos. Al contrario, solo era una razón más para que los cuatro músicos admiraran más al siempre sonriente castaño oscuro. Yutaka, o Kai como le apodaron, era de las personas más independientes que alguna vez podrían encontrar en la vida. El castaño sabía cocinar, cosa que ellos estando completamente sanos no podían hacer, tocaba la batería como todo un profesional, lo que delataba cuanta práctica y amor tenía por aquel instrumento. Además era muy bueno en matemáticas, entre otras cosas. Sin lugar a duda, él era una persona excepcional, uno en un millón, al que lamentablemente le tocaba sufrir una enfermedad de uno en un millón. El baterista sufría de una enfermedad congénita llamada aniridia, en palabras simples sus ojos no poseían cornea y su visión era menor a 20%, el castaño sólo podía percibir débiles sombras a su alrededor más cercano, siempre y cuando hubiera buena iluminación, sino todo era oscuridad.

 

– ¡Mierda! –Exclamó un molesto pelinegro haciendo que todos sus compañeros frenaran enseguida con el ensayo.

 

– ¿Qué ocurre? –Dijo preocupado el baterista. Aoi se escuchaba de lo más enojado y eso lo asustaba un poco.

 

– Oh, lo siento –Se disculpó el pelinegro al notar que había sobresaltado a todos, especialmente a Kai, quién por razones obvias no notó lo que ocurría-Se me ha cortado una puta cuerda-informó con el ceño fruncido.

 

– ¿Te han dicho que te enojas con demasiada facilidad? –Bromeó Uruha mientras se dirigía a su mochila y comenzaba a buscar algo.

 

-Sí, Akira se encarga de repetírmelo cada vez que llegamos a casa, de hecho, estoy considerando el irme a vivir bajo un puente para no tener que escucharlo de nuevo, así que mejor cierra el pico maldito pat…-el pelinegro nuevamente estaba comenzando a refunfuñar, pero se le fueron todas las ganas de reclamar al ver que el sonriente Uruha le ofrecía una bolsita con una cuerda de guitara idéntica a las que se le había roto– Gracias, maldito pato – El sonriente moreno apretaba la bolsita entre sus manos una y otra vez. Para Shiroyama, nada era más importante que su guitarra y cualquier cosa relacionada con ésta era algo vital para su vida.

 

Por su parte, Kai “veía” la escena con una sonrisa. A pesar de la mala iluminación pudo notar vagamente como la sombra correspondiente al cuerpo de Shiroyama abrazaba a la que parecía era el cuerpo de Kouyou. En el último tiempo esos dos se veían muy amigos, demasiado, pero por más tristeza que eso le provocara al batero, no podía hacer nada, ¿qué ganaba confesando sus sentimientos hacia Uruha? Nada. Él no podía ofrecerle nada al castaño y no pensaba atarlo a su persona valiéndose de la lastima.  Kouyou merecía ser feliz  y, sí todo era como él pensaba, quizás lo sería junto al gruñón de Aoi.

 

Pasaron las semanas, la banda estaba prosperando. Ruki entró sonriente a la sala, luego de haber salido a contestar su teléfono, con una excelente noticia: los querían para una presentación esa misma noche en el “Gallows”.

 

Era un bar bastante conocido en la ciudad, por lo mismo, cada noche era frecuentado por un numeroso público. Pero aquel no era el motivo por el que los cinco muchachos estaban tan interesados en esa presentación. La verdadera razón era el dueño de aquel bar, pues el hombre era también el presidente de una pequeña discográfica, o sea, ¡una pequeña oportunidad de saltar a la fama!

 

Se vistieron, maquillaron y peinaron lo mejor que pudieron. Como no tenían maquilladoras ni nada que se le asemejara, la mayoría del trabajo lo hacía Ruki. Básicamente, su maquillaje consistía en el rostro totalmente blanco y los ojos con un intenso delineado negro, se podría decir que el maquillaje era un tanto tosco.

 

– ¡Ruki, parezco un payaso! –Se quejaba el bajista, como ya era de costumbre. Reita no era una persona envidiablemente conformista, sino todo lo contrario– ¿Acaso sabes hacer esto? Pudimos llamar a alguien para que nos maquillara –Agregó mientras hacía gestos frente a espejo que había en la pequeña estancia a la cuál llamaban “camerinos”, pero por el nivel de desorden y mala iluminación parecía más un basurero con espejos.

 

– Claro que sé lo que hago, pero con tu cara fea no se puede hacer mucho. Y para tu información me inspiré en el teatro Kabuki, no en el circo. Además, no tenemos dinero ¿Con qué planeas pagarle a un maquillador profesional? ¿Eh? –Argumentó totalmente altanero el enano vocalista, cuando en realidad sí se le había pasado la mano con los cosméticos, pero nunca lo admitiría.

 

– ¿Y yo? ¿Cómo me veo? –Dijo inocentemente en baterista mientras se levantaba de un salto y se alisaba la ostentosa ropa que tanto él como sus compañeros vestían en cada presentación.

 

– Hermoso –Dijo el guitarrista principal totalmente embobado con la imagen del castaño oscuro, causando un sonrojo en éste y miradas extrañadas en sus demás compañeros de banda.

 

– ¡Gazette  a escena en 5 minutos! –Gritó alguien desde el otro lado de la puerta cortando el incómodo momento. Por su parte, Takashima soltó un suspiro de alivio al verse a salvo de las burlas de  sus compañeros por ser tan obvio con sus sentimientos supuestamente secretos. Todos comenzaron a correr tratando de terminar su maquillaje a tiempo, colocarse los accesorios faltantes y demás cosas. Todos excepto Aoi, que probaba diferentes poses frente al espejo mientras charlaba animadamente con Kai, a quién habían arreglado antes que a nadie.

 

Entre histéricos gritos de sus más que emocionadas fans, salieron al escenario. Los cinco estaban en el paraíso, el lugar estaba completamente lleno gracias a ellos, escuchaban las múltiples voces corear a Ruki y los aplausos siguiendo el ritmo de Kai. Su repertorio musical no había sido suficiente por lo que tocaron covers de X Japan, y repitieron un par de sus canciones propias para rellenar. Tocaron hasta que los bajaron del escenario, pues era de madrugada y el lugar debía cerrar en unas horas, todo había salido bien, tan bien que el dueño los había llamado a su despacho.

 

Treinta minutos después, sacaban a rastra a un histérico Takanori de la pequeña y sucia oficina del dueño. 

 

– ¡Hijo de puta! ¡Por gente como tú el mundo es una mierda! ¡Metete tu puta disquera por el culo!-Gritaba un enfurecido Takanori mientras Reita, con el ceño totalmente fruncido, lo tomaba en brazos para evitar que se fuese contra el cincuentón. 

 

– ¡Nunca!  ¡¿Me escuchó?! Nunca lo dejaremos, es nuestro líder y amigo –Dijo Uruha quién, por mero impulso, había tomado de la mano al baterista, y sin soltarlo salió de aquella oficina, llevándoselo consigo. Era totalmente increíble, aquel hombre viejo y panzón les había ofrecido la oportunidad de sus vidas; un contrato por cinco años, sacar su propio disco y más. Pero con la condición de que cambiaran de baterista, en palabras de aquel viejo “Un chico ciego no sirve para la industria de la música, eso no vende, ni siquiera podrá caminar solo sobre el escenario, esto es una empresa, un negocio, no beneficencia”.

 

–  ¡váyase a la mierda! Quédese con su bar de mala muerte ¡Seguimos siendo la mejor banda que ha tocado en este puto basurero! –Gritó Shiroyama mientras salía de allí mostrándole el dedo corazón al hombre que había quedado más que impactado con la reacción de aquellos muchachos, y lo quedó mucho más al ver por la ventana al chico de la cresta en la cabeza lanzando una piedra enorme contra su auto. Llamó a la policía, pero en menos de dos minutos, los cuatro chicos huían corriendo camino abajo, uno de ellos llevando al baterista en su espalda.

 

Al día siguiente, Kai, como buen líder, los había regañado severamente por su conducta vandálica. Aunque, eso no evitó que luego llorara de emoción y gratitud en los brazos de sus buenos amigos.

 

La misma historia se repitió más de una vez, los escuchaban tocar, los ilusionaban y los botaban, o mejor dicho ellos renunciaban.

 

 A veces el mundo es muy cruel con las personas diferentes, y cada día Kai se veía más apagado, ya no sonreía como antes y rara vez se quitaba las gafas, aquellas que antes con suerte lucía una vez a la semana, ahora no desaparecían de su rostro en ningún instante. Todos se sentían enojados, no con el castañito, sino con la sociedad, con el mundo ¿Por qué tenía que ser todo tan injusto? Ellos no querían dejar a Yutaka, él era parte indispensable de la banda ¿Qué harían sin sus sonrisas? ¿Qué harían si sus abrazos cada vez que estaban mal? ¿Quién les haría pasteles para celebrar la composición de una nueva canción? Aquellos pensamientos  surcaban la cabeza de Ruki, Reita y Aoi, confirmando así que no estaba en sus planes abandonar a su baterista. Mientras que en la mente de Uruha solo cabía una silenciosa plegaría “sonríe, por favor sonríe, Yuta”

 

 

 

Se habían presentado a una audición abierta para una productora independiente con todas sus esperanzas puestas en las tres canciones que se les permitieron interpretar, las letras eran buenas, el sonido fue estupendo y se habían esmerado para lograr una maquillaje decente. Lamentablemente, el mismo proceso de siempre se repitió. Definitivamente, el mundo de la música estaba cerrado para alguien diferente.

 

Esa misma tarde, Kai daría un comunicado al finalizar el ensayo, lo que extrañó a los cuatro presentes, pues el baterista estaba muy callado últimamente. El ensayo transcurrió con normalidad, una que otra queja estúpida por parte del bajista, uno que otro ceño fruncido del pelinegro guitarrista, y por supuesto lo que para todos ya se había hecho normal, que Takashima mirase fijamente al baterista.

 

 

 

El sol se escondía tras el horizonte, el reloj marca las nueve y treinta, los instrumentos dejaron de sonar y los muchachos se dejaron caer al suelo, totalmente cansados, o más bien frustrados por los sucesos ocurridos. 

 

– Chicos-llamó solemnemente Yutaka, aún sentado tras de su batería– Sé que hemos tenido tiempos difíciles. Yo quiero verlos… –Una pequeña una risita irónica escapó de sus labios al escuchar sus propias palabras–… Yo quiero saber que son felices. Este es su sueño, y yo sólo les estoy estorbando –Todos observaron perplejos como el castaño se levantaba de su asiento y caminaba a través de la estancia– Quizás aquel tipo tenía razón, el tipo del bar. Un chico ciego no sirve para el mundo de la música, sé que ustedes tienen el potencial necesario para él… La vida les ha dado muchas oportunidades que siempre  rechazan por mi causa y yo no quiero eso. Sigan sin mí, alcancen sus sueños en mi nombre. Espero algún día poder escuchar algún disco de Gazette. Yo ya he tomado mi decisión y si me voy a joder, lo haré solo, no los arrastraré conmigo –El castaño baterista apretó los puños tratando de contener el llanto, ya a mitad de su discurso se le había quebrado la voz y no quería que sus amigos lo viesen llorar. Sintió una mano acariciar su brazo, pero la alejó de un manotazo, su decisión era por el bien de todos, ya estaba hecho y no podría volver atrás.

 

Todos en la sala se habían quedado estáticos, congelados con el comunicado de Kai. Los cuatro músicos tenían la mirada perdida en algún punto de las blancas paredes. Ruki apretaba el micrófono con ambas manos, como si buscara ahorcarlo o desahogar su furia con aquel objeto, Aoi sin hacer ni un solo ruido, sin derramar una lágrima, en un verdadero shock, se abrazaba a Reita quien parecía ser el más tranquilo. Uruha se había quedado de pie a mitad de la sala acariciando su mano, la cual había sido golpeada por el castaño cuando trató de consolarlo.

 

Habían pasado apenas cinco minutos pero que ellos habían sentido como una hora o tal vez más.

 

– Yuta, no te vayas –Un débil susurro que resonó en toda la estancia debido a silencio casi sepulcral que mantenían los presentes– Se fue –Nuevamente un susurro. Uruha estaba hablando completamente solo ya que Yutaka había abandonado la casa de Ruki hace ya varios minutos– ¡Se fue y no hicimos nada! –Gritó totalmente histérico. Sin esperar ni un minuto más, Takashima lanzó su guitarra al suelo y salió corriendo. El piernilargo sabía que Kai no frecuentaba muchas calles pues tenía un temor secreto a perderse, su recorrido a casa siempre era el mismo, en todo caso eso no importaba, recorrería toda la ciudad si fuese necesario, todo por encontrar a su baterista.

 

Llevaba varios minutos corriendo, su  celular vibraba como loco pero no le tomaba mayor atención. Justo cuando creyó que le faltaría el aliento para seguir su frenética carrera lo vio, caminaba lento, acompañado de su siempre fiel bastón. Llevaba sus gafas de sol haciendo aún más evidente su condición. Ya estando más cerca pudo notar que sus hombros daban pequeños espasmos y constantemente llevaba sus manos a su rostro, su pequeño estaba llorando.

 

– Yuta –Le llamó lo más calmado que pudo, pero su respiración estaba demasiado agitada por la carrera. El castaño siempre había gozado de un muy buen oído por lo que no le fue difícil distinguir aquella voz tan especial, la voz de Uruha. Aun así lo ignoró, esa no sería la primera vez que su mente le jugaba malas pasadas a su corazón recreando algún aspecto del mayor. 

 

– Yuta –Habló nuevamente el guitarrista, logrando que por fin el otro se volteara buscando de dónde provenía aquel llamado– Aquí –Dijo Uruha mientras tomaba la mano ajena para indicarle hacía que sentido voltear.

 

–Ya les dije. No cambiaré mi decisión –Espetó Yutaka con dolor, el baterista sentía que en cualquier momento se derrumbaría. Le dolía dejar su banda, a sus amigos, pero ya no podía más con aquella situación. Cada día estaban más frustrados al punto de insinuar que quizás su música no era buena. Él no podía permitir aquello sabiendo bien cuál era el verdadero problema ahí.

 

– Yuta, si te quieres joder solo, lo entiendo, una decisión respetable, pero debes llevarme contigo. Yo no te dejaré, no puedo –El guitarrista sentía como si se hubiera sacado un peso de encima ya que, a su especial y abstracta manera, había confesado sus sentimientos.

 

-No-Cortó repentinamente las palabras del otro, dejándolo pasmado – Shima, ya perdieron mucho tiempo por mi culpa… – Muy a su pesar, el batero no pudo decir ni una solo palabra más, pues los labios de Takashima aprisionaron quitándole el aliento.

 

– Esos días no volverán y no importa, prefiero perder diez años de mi vida a dejarte ir. En mi mundo no hay pasado ni futuro, solamente estás tú  –Cariñosamente, el piernilargo rodeó con sus brazos el cuerpo ajeno, pero solo unos segundos después un fuerte empujón lo separó de su castañito. 

 

– No me tengas lástima. Tú podrías estar con cualquiera, he visto cómo te trata Aoi, harían linda pareja. Yo estaré bien, enserio –El baterista acomodó sus gafas y prosiguió su camino, dejando a tras a ese adorable guitarrista. El momento de separar sus caminos había llegado.

 

– ¡No digas tonterías! –Exclamó con una risita el piernilargo– Aoi es tan bruto que solo puede estar con un bruto igual a él. Además, yo te quiero solo a ti, nadie es tan lindo, tierno  y amable como tú –Nuevamente, los brazos del más alto rodearon el cuerpo de Kai. 

 

– Yo no soy normal –Murmuró el castañito mientras se acurrucaba en el pecho del guitarrista y dejaba que su masculino aroma inundara sus sentidos. 

 

– Eres mi Kai y con eso me basta –Yutaka sintió sus mejillas siendo acariciadas con cariño y, por primera vez en semanas, se quitó las gafas, dejando a Takashima disfrutar de aquellos ojos, en apariencia vacíos, pero que a él parecían llenos de gentileza y bondad, aquellos orbes oscuros que reflejaban su rostro, aquellos a los que, silenciosamente, les prometió amor eterno aquella noche de invierno. 

 

Un teléfono vibrando rompió el dulce momento que ambos compartían, descaradamente, Kouyou rechazó la llamada y regresó toda su atención a su castañito.

 

– Volvamos, los chicos deben estar preocupados. Reita ya está llamando –Sigilosamente, el guitarrista tomó la mano de Kai. La verdad, Takashima no tenía claro qué eran ahora y le eso estaba molestando. Él quería tener a Kai siempre a su lado, sin importar la existencia o no de “Gazette”.

 

Un escalofrío recorrió todo el cuerpo del castaño claro cuando la mano ajena se separó de la suya en un movimiento brusco.

 

– No volveré –Anunció el baterista con decisión. Muy en el interior, Yutaka estaba feliz por saber que Kouyou lo quería a pesar de su ceguera, pero por ese mismo amor que le tenía debía alejarse. Prefería vivir el resto de su vida en soledad que condenar a su amado a una eternidad siendo el sirviente de un ciego inútil– Tengo a alguien más –Murmuró dificultosamente el castaño oscuro, cuando Shima intentaba convencerlo. La mano que segundos atrás había sujetado con aprensión el abrigo de Yutaka, ahora se dejaba caer totalmente lacia a un costado del cuerpo al que pertenecía, mientras los ojos de Kouyou se empañaban al punto de impedirle la visión de lo que ocurría y pequeños espasmos sacudían sus hombros. Yutaka escuchó claramente los sollozos ajenos, pero los ignoró y lo más tranquilamente posible se acomodó de cuenta nueva las gafas de sol para evitar que sus ojos humedecidos por las lágrimas delatasen su tristeza, sujetó su inseparable batón y continuó su camino.

El baterista maldijo internamente sus ojos, le servían para llorar pero no para ver. Por su parte, Takashima se quedó ahí, de pie, viendo como el que probablemente era el amor de su vida de alejaba lentamente, como si esperase que lo detuviera, como si le estuse dando la chance de hacerlo cambiar de opinión. Ante esta idea, Kouyou quiso ir tras su castañito, pero las palabras de éste resonaron en su cabeza, su castañito ya tenía a quién amar. Resignado, el guitarrista  se devolvió sobre sus pasos, si Kai ya tenía a alguien, su deber era desearle la mayor felicidad y no interferir más de lo que ya había hecho. Solo debía alejarse y rogar porque aquel afortunado muchacho pudiera amar más de lo que él lo hacía a su castañito, que lo cuidase del mundo cruel en que vivían, y le brindara todas alegrías y caricias que él nunca pudo, ni podría, darle.

 

“Si lo amas déjalo ir, si regresa es tuyo, sino nunca lo fue”.

 

Y para su desgracia, ambos creían fielmente en aquel proverbio.

 

Aquella noche, en la fría calle iluminada por un suave manto de luna y una que otra farola parpadeante del alumbrado público, el profundo silencio fue roto por los pasos de dos jóvenes, ambos por caminos separados; uno de ellos, probando camino con ayuda de su bastón, se dirigía a su casa, pues solo en la soledad de su habitación podría llorar la despedida de su amor, mientras que el otro; iba sin rumbo por la acera y, a pesar de ver como la luna brillaba totalmente ajena al  mundo y las luces los faroles parpadeaban amenazando con extinguirse en cualquier momento, todo para él era oscuridad.

 

 

Notas finales:

Esta es la primera vez que hago algo en tercera persona. Soy algo inexperta en ese tema, así que acepto todo tipo de opiniones, concejos o crítica.


[Mi primer objetivo con esta historia, independiente de la historia romántica, fue mostrar cómo los estereotipos y prejuicios de la sociedad limitan a las personas diferentes al punto de hacerles sentir inútiles y que son una carga para los demás. Aunque, no creo que alguien lo haya visto desde ese punto de vista]


Que tengan buena noche.


Au revoir~


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