Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Regalo de San Valentín por Roronoa Misaki

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hi hi chicos!! Aquí Misa-chan reportándose con el especial de San Valentín, un poquito tarde pero comparado con el retraso del año pasado esto no es nada xD Es la primera vez que utilizo esta pareja y la histora está un tanto romanticona para seguir con la tradición del día de los enamorados, así que leen bajo su propio riesgo, sobre aviso no hay engaño. 

Este fic está enteramente dedicado para portgasace117, a quien le prometí escribir algo sobre esta pareja hace mucho tiempo, espero que te guste ;) 

No he incluido lemon porque no me alcanzó el tiempo, pero espero que aun así puedan disfrutar de este One-Shot. Sin más por el momento, los dejo leer.

Notas del capitulo:

Todos los personajes de One Piece son propiedad de Eiichiro Oda, yo sólo los utilizo para divertirme y experimentar un poco con ellos.

[Regalo de San Valentín]

«(8:37 p.m.) De: Law
Lo siento, no pude conseguir tiempo libre mañana, mi jefe es un ogro, pero si no tienes problema podrías ir a mi departamento a cenar y quedarte a dormir. ¿Puedes?
»

«(8:39 p.m.) De: Ace
Está bien, no hay problema ;). Nos vemos mañana en la noche, entonces.
»

«(8:40 p.m.) De: Law
Perfecto. Te dejaré la llave donde siempre, y de una vez consérvala que ya viene siendo momento de que tengas una. Llegaré lo más temprano posible, lo prometo, y compraré tu comida favorita para compensártelo.
»

«(8:40 p.m.) De: Ace
¡Trato hecho! :D»

Ace sonrió y guardó su celular en el bolsillo de su pantalón, saliendo así de su momentánea burbuja de romanticismo y felicidad para volver a estar presente en el comedor de su casa, sentado en la mesa acompañado de su hermano menor mientras Sabo terminaba de preparar la cena de esa noche.

—…de verdad no habría sabido qué hacer sin ti Sabo, me salvaste —comentó Luffy desparramándose en su asiento acompañado de un suspiro de alivio.

—No exageres, Luffy, sólo fue un pequeño consejo —contestó el aludido desde la cocina, donde ya estaba sirviendo la cena.

—¿De qué hablan ustedes dos? —preguntó el pecoso alzando una ceja, confundido. ¿Se había perdido de algo?

—¡Pues que había estado rompiéndome la cabeza pensando en qué regalarle a Zoro, pero no se me ocurría nada! Se los acabo de decir hace poco, ¿acaso no me escuchaste? —preguntó el menor haciendo un pucherito como de reproche.

Ahora que lo pensaba, Luffy había llegado al comedor soltando un grito de frustración y golpeándose la cara contra la mesa en cuanto se sentara, pero justo después de que le preguntaran qué le ocurría fue que le llegó el primer mensaje de Law y entonces se desconectó del resto del mundo—. Ah, pues… la verdad…

—Creo que estaba demasiado absorto en su mundo de romance perfecto como para escucharte, Luffy. —El rubio se acercó a la mesa con dos platos en mano, sonriéndole un poco burlón al ver que se había sonrojado ligeramente por su comentario. Dejó los platos en la superficie frente a ellos ─Luffy se abalanzó sobre el suyo al instante─ y después regresó a la cocina por el suyo propio mientras seguía hablando —. Lo que pasa es que nuestro hermanito al parecer llevaba días tratando de pensar en un regalo para su novio, pero al final nada lo convenció, así que le dije que en realidad a Zoro le encantará cualquier cosa que le regale mañana, a fin de cuentas es San Valentín y lo importante es pasarlo juntos y felices.   

Ace, quien ya había comenzado a devorar su cena, escuchó la explicación de su hermano y asintió en señal de aprobación mientras terminaba con la poca comida que quedaba en su plato—. Sí, eso es verdad… lo importante es… —De repente Ace se atragantó y comenzó a toser muy fuerte.

—¡Ace! —Sabo se levantó de su asiento y en menos de un segundo ya estaba junto a su hermano, golpeándole la espalda tratando de ayudarle a tranquilizarse, hasta que el chico dejó de toser y empezó a respirar tratando de recuperar el oxígeno—. ¿Qué demonios pa…?

—¡¿Mañana es San Valentín?! —exclamó el pecoso interrumpiendo la pregunta de su hermano.

—¿No lo sabías?

—¡No! —Rápidamente sacó su celular del bolsillo para confirmar la fecha. 13 de febrero—. No puede ser…

—Ace, de verdad, ¿en qué mundo vives? ¿Cómo fue que no te diste cuenta? ¿Que acaso no hiciste planes con Law? —Mientras Sabo le arrojaba una avalancha de preguntas a su hermano, Luffy estaba destartalándose de risa y les robaba su cena a ambos aprovechando su distracción.

—Hicimos planes, sí, pero creí que sólo era una salida normal en un día normal… aunque eso explica por qué no quiso cancelarlo por completo cuando no le dieron el día libre… —Ace palideció y se derrumbó como si fuera un globo desinflándose hasta quedar con la frente pegada a la madera de la mesa—. ¿Qué voy a hacer ahora? No tengo un regalo preparado para él.

—Repito el consejo, lo que sea que le des estará bien para él —comentó el rubio, comiendo con tranquilidad la comida que había logrado salvar de las garras de su hermano, por lo cual Luffy tuvo que ir a la cocina a servirse otra porción.

—¡No seas vago y ayúdame a pensar en algo, Sabo! —En algún momento Ace se había levantado de su lugar y ahora se encontraba zarandeando a su hermano por el cuello de la camisa, desesperado.

—¡Está bien, lo haré! ¡Pero déjame! —exclamó asestándole un golpe en la cabeza al azabache, liberándose así del agarre—. Rayos, que es de mis camisas favoritas —comentó mientras se arreglaba la prenda, esperando a que su hermano volviera a tomar asiento—. Entonces, un regalo para Law… ¿podría ser un pastel casero?

Ace negó con la cabeza—. Odia el pan, ¿recuerdas? Probablemente me arrojaría el pastel a la cara… aunque tal vez no sería tan mala idea… ¡No! Concéntrate Ace, tienes que encontrar un regalo. 

Sabo sintió que una gotita de sudor bajaba por su sien al ver a su hermano discutir consigo mismo y prefirió interrumpir antes de que esa conversación se alargara—. ¿Una cena romántica?

—Él llevará la cena.

—¿Algún tipo de peluche?

—Le regalé a Bepo en su cumpleaños, no voy a repetir.

—¿Instrumentos quirúrgicos?

—Aniversario de hace dos años.

—¿Un abrigo?

—Navidad.

—¿Una fotografía enmarcada de ambos?

—Nuestro primer San Valentín.

—¿Chocolates?

—Demasiado común.

—¿Sexo desenfrenado?

—No necesita que sea San Valentín para conseguir eso, Sabo.

—¿Una carta a mano?

—¡Eso es demasiado cursi!

—¡Pues entonces no sé! —exclamó el rubio, derrotado—. Descartando todos los otros regalos que sé que le has dado desde que están juntos no se me ocurre nada.

—¡Ah, mierda! —Ace se llevó ambas manos a la cabeza y comenzó a revolver su cabello con desesperación—. Siete años de relación te dejan el cerebro seco.

—Y considerando todos los que todavía faltan, creo que mejor vas haciendo una cajita de ideas para el futuro, hermano. —Sabo rió un poco y se levantó de su asiento llevando su plato vacío hacia el fregadero.

—Ahora que lo pienso… —comentó Luffy de repente, haciendo sobresaltar al pecoso, quien había olvidado que su hermanito seguía ahí—, de verdad Law y Ace llevan mucho tiempo juntos, yo estaba en secundaria cuando comenzaron a salir.

—Sí, tienes razón —dijo el rubio con una sonrisa, comenzando a recoger todo lo que quedaba en la mesa—. De hecho, Ace, tú aún tenías diecisiete, ¿verdad? Recuerdo que tenías miedo de que el abuelo se enterara de su relación por eso, dado que Law ya era mayor de edad.

—Sí, y él tenía veintiuno —contestó Ace, sonriendo ampliamente al recordar aquellos tiempos—. Al final el abuelo lo aceptó después de dejar medio muerto a Law en su supuesta prueba. Aún me sorprende que no terminara conmigo después de eso.

—Supongo que no se iba a dejar intimidar tan fácilmente, ¿no?

—Sí, puede ser. —Ace se encogió de hombros, sonriendo, y apoyó el codo derecho sobre la mesa y el mentón sobre su mano—. Ahora sólo faltan unos cuantos meses para que cumplamos los ocho años, el tiempo en verdad pasa volando.

—Oye Ace, y después de tanto tiempo que has estado con Law, ¿aún lo sigues queriendo como al principio? —preguntó Luffy con curiosidad, con los ojos oscuros brillando en espera de la respuesta.

El pecoso suspiró, su hermanito era muy inocente a pesar de su edad y apenas estaba entrando en su primera relación amorosa, así que normalmente se la pasaba haciéndoles preguntas al respecto a ambos. Era bastante tierno, en realidad.

—De hecho, Luffy, no lo quiero como al principio, sino que aún más, y es justo por todo el tiempo que llevamos juntos, ¿has escuchado que el amor crece con cada día que pasas al lado de esa persona especial? Bueno, pues eso, algo así.

Sabo sonrió al escuchar la respuesta de su hermano, él era romántico a su manera. Se acercó a donde estaba y le revolvió un poco el cabello con la mano—. Mañana temprano te acompañaré al centro comercial, buscaremos un regalo que te convenza.

—¿De verdad? ¡Gracias hermano, eres el mejor! —exclamó Ace, levantándose de su lugar y dándole un fuerte abrazo al rubio.

—¡Oh, cierto! Sabo, ¿por qué le mentiste a Ace hace rato? Tú me dijiste que si en realidad quería darle un regalo a Zoro era una buena oportunidad para que pasáramos nuestra primera noche juntos, ¿lo olvidaste? —preguntó Luffy un poco confundido, iba a preguntarle aquello a su hermano desde antes pero con la cena se le había olvidado.

El aludido sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando del cuerpo del chico que lo estaba abrazando emanó un aura oscura y tenebrosa, y fue lo suficientemente inteligente para alejarse de él unos cuantos pasos antes de que explotara.

—¡¿QUE TÚ QUÉ?!

—¡Luffy, no tenías que decir eso! —Sabo golpeó a su hermano en la cabeza antes de comenzar a correr por el comedor y la estancia, tratando de escapar del monstruo de celos que lo perseguía.

—¡Vuelve aquí, voy a hacerle unos ajustes a tu cerebro para que pueda pensar bien! —Ace saltó hacia el sofá para después abalanzarse sobre el rubio, quien logró esquivarlo por poco provocando que el pecoso se estampara de cara contra la pared. Luffy comenzó a reír, pero antes de que Sabo pudiera relajarse su hermano ya estaba recuperado y reanudó la persecución.

—¡Espera Ace, todo tiene una explicación! —exclamó el rubio mientras se escabullía bajo la mesa del comedor, derribando las sillas desocupadas, para llegar al otro lado y en menos de un segundo estar de nuevo en pie y corriendo a toda velocidad para escapar de las garras asesinas del azabache.

—¡Explicación y una mierda! ¡Espera a que te atrape y verás!

Mientras sus hermanos mayores hacían el papel de víctima y victimario de un posible asesinato frente a sus ojos, Luffy se destartalaba de risa mientras presionaba su estómago con las manos en un intento por disipar un poco el dolor que ya le causaba su estado—. ¡Oh, cierto! Tengo que llamar a Zoro para decirle que mañana me quedaré a dormir con él. —Se levantó de un salto y salió disparado hacia su habitación.

Ace frenó en seco su persecución y se dio la vuelta hacia el pasillo por el que Luffy acababa de irse—. ¡Detente ahí! ¡REGRESA EN ESTE INSTANTE, LUFFY! —Pero antes de que Ace pudiera ir ahora a perseguir a su hermano menor Sabo lo tomó por el cuello de su camiseta, impidiendo así su avance—. ¡¿Ahora qué se supone que haces?! —exclamó girando la cabeza hacia el otro, pero toda la furia se le bajó de golpe al ver la expresión mortalmente seria del rubio.

—Puedes corretearme y apalearme todo lo que quieras, Ace, pero no voy a permitir que arruines los planes románticos de nuestro hermanito —declaró el rubio con un tono de voz que no daba lugar a replicas, soltando la prenda por la que sostenía al azabache—. Luffy tiene veintiún años, es todo un hombre y puede tomar sus propias decisiones. Deberías estar feliz por él: al fin encontró a alguien especial, bien sabes que nunca antes se fijó en otra persona de esa forma. ¿Que no te alegra verlo feliz?

Ace suspiró por lo bajo y desvió la mirada de la del rubio—. Por supuesto que me alegra, es mi hermano —dijo frunciendo un poco los labios—, es sólo que… no sé, supongo que aún no me acostumbro a que ya no sea un niño.

—Tienes un complejo de hermano mayor, eso es lo que pasa.

—¡Oye!

Sabo se soltó a reír a mandíbula abierta, y en cuestión de un par de segundos Ace le siguió, llenando la estancia con el sonido mezclado de las carcajadas de ambos.

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

«Febrero 14, San Valentín»

En cuanto cruzaron las puertas corredizas del centro comercial Ace sintió que el alma le abandonaba el cuerpo.

—Esto es misión imposible —comentó por lo bajo, más para sí mismo que para su acompañante.

Las tiendas en el primer piso estaban abarrotadas a más no poder, sobre todo aquellas en las que se hallaban pegados en los ventanales los carteles y todo tipo de propaganda anunciando descuentos especiales por San Valentín. Podía ver cómo los clientes se amontonaban para entrar a las tiendas, empujando a las personas que estorbaban en su camino, arrastrando las bolsas de lo que ya habían logrado comprar. También alcanzaba a ver en el interior de un par de locales cómo las mujeres peleaban entre ellas por conseguir comprar el último artículo disponible de lo que deseaban, obvio también había muchos chicos intentando realizar sus compras especiales. ¿Es que acaso todo el mundo era tan descuidado y dejaban las compras de San Valentín para el último momento? Pobres de sus parejas por tener a gente tan desconsiderada a su lado ─pensamiento de un chico que olvidó comprar un regalo para su novio.

Sabo, a quien también se le habían bajado los ánimos al percatarse del ambiente, se irguió todo lo que pudo, inflando el pecho, y con una mirada decidida tomó a su hermano por el brazo—. Adelante, hay que hacerlo —y con estas palabras lo arrastró hasta el campo de batalla, a una muerte segura.

Tuvieron que esquivar brazos que aparecían de la nada, pasar por lugares estrechos en medio de una maraña de cuerpos, gatear por el suelo debajo de personas que se peleaban por los artículos como si su vida dependiera de lograr conseguirlos, soportar los empujones aquí y allá —Ace juraría que sintió a alguien apretarle el trasero, pero cuando se dio la vuelta todo era un caos y le fue imposible saber quién había sido—, todo esto mientras lograban la hazaña de entrar y salir de las tiendas sin daños graves. Después de dos horas el azabache había perdido casi toda esperanza de conseguir un regalo medianamente decente para el cirujano y decidió tomarse un pequeño descanso, por lo que fueron al área de comidas, que estaba bastante menos llena que el resto del edificio, e hicieron fila por un par de minutos en una cafetería para al final comprar unos panecillos y un par de cafés y sentarse en una de las pocas mesas vacías del lugar.

Mientras el pecoso repasaba en su mente la lista de cosas que había descartado hasta el momento, más la lista de todas las tiendas que ya habían visitado, su hermano lo observaba, con una pizca de diversión en los ojos.

—Ace, ¿por qué no le das a Law un regalo más personal? —preguntó después de un rato.

—¿Eh? ¿Como qué? —preguntó el chico, saliendo de sus pensamientos.

—Bueno, no lo sé, pero hemos estado buscando al azar algo que tal vez le guste, ¿no sería más fácil que le dieras algo diferente a todo lo que le has dado hasta ahora? Algo que pueda demostrarle lo que sientes, por ejemplo.

—Pero Law ya sabe que lo amo, no necesita que se lo demuestre. —A pesar de sus palabras, Ace sintió una repentina preocupación instalarse en su pecho. Law lo sabía, ¿verdad?

—Tal vez sí, tal vez no, pero en realidad nunca está de más el hacerlo. —Sabo tomó un trago de su café, mirando de soslayo a su hermano y sonriendo para sus adentros al ver una nueva expresión pensativa instalada en su rostro.

—Tal vez tengas razón… pero no sé qué podría ser ese regalo especial.

 —Bueno, aún tienes unas cuantas horas para pensarlo —comentó el rubio, echándole una rápida mirada al reloj en su teléfono—, pero ya casi va siendo hora de que yo me vaya, tengo planes con Marco —dijo volviendo a guardar el artefacto.

—Espera, ¿qué fue eso?

—¿Qué? —preguntó elevando una ceja, confundido.

—Justo hace un momento, tu mirada se ensombreció por unos segundos —contestó Ace, señalándolo con su dedo índice.

—Ah… ¿de verdad? —Mierda, se había dado cuenta.

—Sí. ¿Qué sucede? Puedes confiar en mí, hermano.

Sabo iba a decir que en realidad estaba bien, que no pasaba nada, pero la mirada del azabache, mezcla de preocupación y decisión, hizo que se tragara esas palabras y agachara un poco la mirada—. Es Marco —confesó en voz baja.

—¿Qué pasa con él? ¿Están peleados? ¡¿Acaso te engañó?! —exclamó entre indignado y enojado, inclinándose un poco sobre la mesa.

—¿Qué? ¡Claro que no! ¿Cómo llegaste a esa conclusión? —preguntó ladeando la cabeza, incrédulo, debatiéndose entre reír o llorar.

—Ah, pues… yo… no sé…

—Gracias por tus buenos deseos, hermano —bufó el rubio.

—Bueno, tal vez exageré un poco… pero entonces, si no es eso, ¿qué? —Sabo suspiró y clavó su mirada en la manera en que su dedo se deslizaba por el borde del vaso de su café, como si eso fuera lo más interesante que hubiera visto en la vida—. Hace unos días… me pidió algo, y de seguro estará esperando una respuesta hoy…

Por la forma en que el chico hablaba del tema, Ace pensó que en verdad aquella petición debió haberle disgustado en sobre manera, o por lo menos incomodado—. ¿Qué te pidió? ¿Un trío o algo así?

El rubio levantó su mirada sólo para fulminar a su hermano con ella, en ese momento de verdad tenía ganas de darle un buen golpe en la cabeza. Volvió a suspirar y negó con la cabeza—. Me pidió… que me fuera a vivir con él.

Pasaron los segundos y Ace no dijo nada, por lo que Sabo volvió a levantar la mirada hacia su acompañante, quien tenía una completa expresión de sorpresa en el rostro. De repente Ace comenzó a descojonarse de risa.

—¿Era sólo eso? —preguntó el azabache en medio de sus carcajadas.

—¿Cómo que si «era sólo eso»? —gruñó el rubio, una vena en su sien comenzaba a palpitar de impaciencia.

—¡Eso es genial, Sabo! —exclamó con una amplia sonrisa, cortando al fin con la risa descontrolada—. Por la cara que pusiste yo creí que era algo más grave. —El contrario volvió a bajar la mirada y se dejó caer contra el respaldo de su silla. Ace elevó una ceja ante las acciones del otro, y entonces un pensamiento cruzó por su cabeza—. Espera, tú… ¿no quieres ir a vivir con él? ¿Es eso?

Sabo se mordió el labio inferior. En esos momentos se le antojaba bastante estar en su cama, hecho bolita bajo la seguridad de sus mantas—. No es que no quiera, en realidad… es que no puedo.

—¿No puedes? ¿Por qué?

—Ace, piénsalo, ¿cuánto tiempo crees que falta para que Law te pida lo mismo a ti? —El pecoso se quedó callado. En realidad no había pensado en ello, pero si se ponía a analizarlo… —No mucho —le contestó Sabo, apretando los puños sobre sus rodillas, debajo de la mesa—. Si yo me voy, y después tú te vas, ¿qué va a pasar con Luffy? Él no puede quedarse solo, y sé que no querrá irse de nuevo con el abuelo o Dragon, además de que eso significaría separarlo de Zoro. No puedo hacerle eso, ni a ti. No puedo irme ahora y condenarte a ti a quedarte con Luffy, llevas mucho más tiempo saliendo con Law de lo que yo llevo sólo de conocer a Marco, no sería justo.

—¿Entonces es justo que tú te sacrifiques? —replicó el pecoso, con una voz baja, suave pero seria a la vez.

—Es lo que tengo que hacer.

—No, Sabo. Eso no es lo que tienes que hacer. No sería justo para ti, ni para Marco, ni para nadie. —Sabo miró a su hermano con los ojos muy abiertos, sorprendido por el semblante serio y decidido que presentaba y cómo su voz parecía haberse transformado en una más grave y segura—. ¿Acaso tú crees que Luffy estaría feliz de saber que él es la causa de que te detengas aquí? Además, ¿no eras tú el que me decía ayer que Luffy es todo un hombre y puede valerse por sí mismo?

—Sí, pero...

—Pero nada. No hay excusa. Luffy estará bien, yo aún sigo aquí, y aun si me fuera sé que él estaría de maravilla. Además no es como si no volvieras a verlo, sólo dejarás de vivir en la misma casa, pero seguimos siendo hermanos, los tres. Podrás verlo cuantas veces quieras. —Ace suavizó su mirada y le dedicó una pequeña sonrisa—. Sabo, no detengas tu vida por nosotros. Si quieres vivir con Marco, hazlo, si eso te hará feliz no dudes de ello. Eso nos hará felices a nosotros también.

—Ace… —Sabo no aguantó más y se levantó de su asiento para abrazar al azabache, apretándolo entre sus brazos tal vez con demasiada fuerza, pero aun así el pecoso no se quejó, y le regresó el gesto con gusto—. Gracias hermano.

—No tienes que darlas —contestó con una amplia sonrisa. Tomó al rubio por los hombros y lo separó de sí mismo lo suficiente para poder mirarlo a la cara de nuevo—. Ahora, ve con Marco y dile que aceptas su propuesta. Si mañana llego a casa y tú aún nos has empezado a hacer tus maletas yo las haré por ti y te arrojaré a la calle junto con ellas, ¿entendido?

Sabo rió y se puso de pie. Su semblante era muy distinto al de momentos atrás, ahora tenía una sonrisa pintada en el rostro, el ambiente a su alrededor denotaba tranquilidad y alegría, y el chico en sí parecía estar queriendo gritar a los cuatro vientos el motivo de su felicidad—. Entendido. —No dijo más, sólo tomó la pequeña mochila que había llevado consigo y se alejó a toda prisa del lugar, corriendo a su nueva vida.

—Rayos, que Marco no se va a ir a ningún lado, no tienes que correr —comentó al aire, riendo un poco. Estaba feliz por su hermano, ahora sólo podía desear que las cosas le salieran bien.

Se terminó su café y el panecillo que aún quedaba y se puso de pie para comenzar a caminar hacia la salida del lugar. Aún tenía que pensar en un regalo para su novio. Ya para ese momento las tiendas se veían un poco más solas y se podía caminar con tranquilidad. Entrelazó sus manos detrás de su nuca, mirando los escaparates sin prestar verdadera atención pues estaba tratando de pensar en un buen regalo, hasta que algo lo detuvo.

En un pequeño local por el que iba pasando, colgado cerca de la entrada se encontraba un extraño gorro blanco con motitas negras por todas partes. Se veía algo bombacho, y casi parecía tener la forma de un hongo, pero era algo lindo y se notaba cómodo. Y, lo más importante, combinaba a la perfección con los pantalones favoritos de Law. Ace no creía que un gorro fuera suficiente regalo, al menos no con lo que Sabo le había dicho hace rato, pero era la primera vez que veía alguno así y no podía desaprovechar la oportunidad. Para cuando se dio cuenta ya había entrado en el local y caminado directo hacia el gorro, pero, justo en el instante en el que colocó una mano sobre él, una mujer que no había visto que estaba a su lado también lo tomó. Ambos giraron la cabeza y se miraron directo a los ojos, desafiantes. Tal vez en otra situación Ace habría dejado que la señora se llevara el artículo, pero no ahora, ese gorro era perfecto para Law y nadie merecía tenerlo más que él.

—Disculpe pero, creo que yo lo vi primero —dijo con una voz que intentaba sonar amable, forzando una sonrisa para dedicársela a ella.

—¿Perdón? No, no, yo lo vi primero, además es obvio que yo lo tomé antes que tú —contestó la señora, jalando del gorro en un intento por arrebatárselo.

Ace sintió una vena resaltar en su frente y borró su falsa sonrisa para reemplazarla por una mirada asesina, tirando del gorro en su dirección—. De verdad, estoy muy seguro de que yo lo tomé primero.

—Por supuesto que no, fui yo, jovencito. —Tirón.

—Usted no comprende, es muy importante que yo pueda comprar este gorro. —Tirón.

—No puede ser más importante que la razón de que yo lo compre. —Tirón.

—Yo creo que sí. —Tirón.

El tira y afloja fue subiendo de nivel y en poco tiempo Ace se encontró jalando del gorro con ambas manos, apoyando todo su peso sobre su cadera para intentar jalar con más fuerza mientras la señora hacía lo mismo por el otro extremo.

—¡Es mío!

—¡No, mío!

Entre jalón y jalón el gorro se les soltó de las manos a ambos y salió volando, aterrizando en una repisa llena de muñecos de peluche del otro lado del local. Compartieron una mirada fulminante antes de salir corriendo hacia esa repisa. Ace rápidamente tomó la delantera, pero la señora le lanzó su pesado bolso a la cabeza ─¿qué demonios llevaba ahí? ¿Ladrillos?— mandándolo al suelo con eso. Ella sonrió triunfante y siguió con su carrera, pero entonces Ace desde el suelo le tomó del pie derecho, sacándole la zapatilla y provocando que tropezara y cayera justo contra las repisas repletas de peluches de todos los tamaños, los cuales cayeron como una avalancha sobre el cuerpo de la señora. El pecoso se levantó del suelo, arrojando la zapatilla por ahí sin importarle mucho dónde cayera, y se acercó a la montaña de peluches para tomar el gorro que había caído en la cima de todos.

—¡Ja! ¡Yo gano! —Y con una enorme sonrisa triunfante se dirigió a la caja para pagar por su artículo, ante la atónita mirada de la dependienta que lo atendió, y salir del local mientras un par de personas trataban de sacar a la señora de donde había quedado enterrada.

Una vez fuera del centro comercial y cargando con la pequeña bolsa donde llevaba su premio, sacó su celular del bolsillo para comprobar la hora. Aún era muy temprano, tenía tiempo de sobra para preparar algo… si es que alguna idea lograba llegar a su mente pronto. Iba a guardar el aparato de nuevo cuando fue ahí, mirando el fondo de pantalla, que se le ocurrió algo que podría utilizar como regalo. Era algo realmente cursi, pero ¿de eso se trataba San Valentín, no? Sonrió para sí mismo y se apresuró en ir hacia la parada del bus, tenía trabajo que hacer. 

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

«Hospital General Shin Sekai»

Law se contuvo de hacer cualquier comentario o gesto, porque de hacerlo no sería ninguno cortés ni educado, al ver cómo la señora que había entrado en el consultorio lo miraba con recelo y desconfianza, seguramente por los tatuajes en sus manos y los pircings. Estaba harto de recibir esa mirada, todo el día había sido la misma cantaleta con cada paciente que entrara por la puerta. Lo miraban con recelo, disgusto, desaprobación. Algunos incluso habían vuelto a salir después de haber dado sólo un par de pasos dentro, no queriendo arriesgarse a que alguien como él se encargara de la salud de sus hijos. Y no es que le importara lo que la gente pensara de él, después de todo la gente era estúpida  y podía pensar lo que a su diminuto coeficiente intelectual le diera su regalada gana, pero él no había asistido a trabajar ese día, que se suponía tendría libre, sólo para recibir ese trato cada cinco segundos. ¡Si ni siquiera estaba en su área! Estaba en pediatría. ¿Qué mierda hacía un cirujano en el área de pediatría? Simple, estaba reemplazando al muy idiota al que se le ocurrió tener una emergencia familiar de último minuto. Law ya imaginaba que esa emergencia familiar se reducía a que su esposa lo dejaría dormir en la sala por semanas si la dejaba tirada sola en casa ése día.

Suspiró para sus adentros. Sólo un poco más, sólo tenía que aguantar unas pocas horas más para poder llegar a su departamento y disfrutar de una tranquila cena al lado de su pecoso novio ─o lo más tranquila que podría llegar a ser una cena al lado del pozo sin fondo que era el azabache. De sólo pensar en Ace y el momento en que por fin pudiera verlo después de varios días su mal humor bajó considerablemente, los padres de sus próximos pacientes deberían agradecerle al chico por brindarle la paciencia y control para lidiar con ellos sin abrirles cualquier parte de su anatomía con un bisturí. Bueno, mejor que siguiera con su trabajo, sólo esperaba que no le tocara alguien que llamara a seguridad pensando que un delincuente se había infiltrado en el hospital haciéndose pasar por médico. Con una vez que hubiera pasado ya era suficiente, muchas gracias.

Cuando la tarde cayó y el sol ya estaba a poco de esconderse Law se derrumbó en la silla del consultorio, masajeándose las sienes como si presintiera un dolor de cabeza acercándose. Pero ya había terminado, no había más pacientes por el momento y tampoco faltaba mucho para que su turno acabara. Pensó en que Ace tal vez ya estuviera esperándolo impaciente en su departamento, aunque probablemente fuera más por el hecho de haberle prometido llevar su comida favorita, pero aun así la perspectiva de ser recibido por su pecoso novio le sacó una pequeña y ladeada sonrisa mientras dirigía su mirada hacia uno de los bolsillos del abrigo que estaba colgado en el perchero junto a la puerta, pero antes de que pudiera siquiera hacer el amago de levantarse e ir hacia él una enfermera irrumpió en la habitación y, sin darle tiempo a reaccionar, dijo—: Doctor Trafalgar necesitamos su ayuda, es una emergencia.

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

Ace llegó al departamento de Law cargando en su hombro una pequeña mochila donde llevaba todo lo que necesitaría. Había dejado su cuarto hecho un desastre después de pasar su buen par de horas buscando por todos lados, pero ya se encargaría de eso después, ahora su prioridad era terminar su sorpresa antes de que el oji gris volviera del trabajo.

Se acuclilló frente a la puerta. Ya cerca del suelo alcanzaba a ver una pequeña cadena que apenas sobresalía por la rendija inferior. La tomó entre sus dedos y jaló un poco de ella, deslizando por el suelo la llave que se hallaba en el otro extremo. En lugar de entrar después de abrir la puerta se quedó observando por un momento la llave que ahora tenía en mano. Law había dicho que se la quedara, ¿acaso sería ese su regalo? Aunque no era como si él estuviera esperando recibir algo de parte del otro, no le importaba mucho, sólo con pasar un buen rato juntos era suficiente para él, pero aun así el contar de ahí en adelante con su propia llave del departamento le daba cierta felicidad, lo hacía sentir, de alguna manera, más cercano a ese lugar y a quien habitaba en él.

Sonrió de lado y sacó el llavero del bolsillo de su pantalón para añadir su nueva adquisición antes de entrar en el departamento y cerrar la puerta. Pasó por completo del recibidor y fue directo al pasillo donde se encontraba la habitación, entrando en ella, encendiendo la luz y dejando la pequeña mochila en la cama. Ahí, recargado contra las almohadas, se encontraba un gran oso de peluche blanco vestido con un traje anaranjado de cuerpo completo.

—Hola, Bepo —dijo el azabache con una sonrisa, sin preocuparse por el hecho de estarle hablando a un muñeco inanimado—. Recuerda que sólo a ti te dejo que compartas su cama, así que cuídamelo mucho. —Rió un poco, pues él sabía que cuando no se quedaba a dormir con Law el mayor solía recurrir al oso como su compañía nocturna. Negó con la cabeza, aún con una sonrisa en el rostro, y abrió la mochila apresurándose a sacar todo para así poder comenzar ya con su tarea.

*.*.*.*.*

—Uff, terminé. —Ace se dejó caer de espalda sobre el mullido colchón, cerrando los ojos y desparramándose a su gusto en la superficie. Tenía que admitir que había tardado un poco más de lo que pensara al principio, pero después de un rato había logrado concluir, obteniendo el resultado que deseaba.

Se quedó recostado por un par de minutos, si alguien hubiera entrado en ése momento a la habitación habría pensado que estaba dormido, pero muy pronto abrió los ojos y volvió a levantarse, caminando hacia el armario para buscar un cambio de ropa. Porque sí, él tenía su buena cantidad de ropa y su propia sección en el armario de Law. No era como si él hubiera llegado un día con un cargamento y se hubiera hecho un espacio en el armario, en realidad todas eran prendas que en su momento olvidaba cuando se quedaba a dormir o pasar unos días con su novio, al igual que algunas otras pertenencias suyas que se habían quedado por ahí con el tiempo. Law nunca le había pedido que se las llevara ni él había pensado en hacerlo, y con el tiempo habían tomado su propio lugar en el departamento. En realidad, si lo pensaba bien, la única razón por la que se podría considerar que él no vivía ahí era por el hecho de que no llegaba a dormir todas las noches, porque bien podría decidir mudarse y ni siquiera tener que trasladar nada desde su casa, con la cantidad de cosas suyas que habían en el lugar.

Tomó un pantalón de vestir negro que sabía le resaltaba bastante bien la forma de su trasero ─Law se lo había dicho cada vez que lo veía con él puesto, de alguna u otra forma─, una camisa manga larga blanca y un ajustado bóxer y salió de la habitación dirigiéndose a la puerta contigua. Aún no era muy tarde así que tomaría una ducha. Sólo esperaba tener el tiempo suficiente para que el moreno no llegara y lo encontrara en el baño. “Aunque, tampoco estaría mal…” pensó recordando una de las tantas veces que habían terminado teniendo sexo en la ducha. Sí, en definitiva no se quejaría si pasara de nuevo.

Una vez ya bañado, cambiado y perfumado se recostó a un lado de Bepo en la cama y se puso a jugar un poco con su teléfono, ya no debía faltar mucho para que Law llegara. O al menos eso pensó él, pero para cuando se dio cuenta la luna ya había salido de su escondite e iluminaba la oscuridad de la noche al lado de las brillantes estrellas. Eran las 10 p.m., ya se había recorrido todos los juegos del celular y hartado de ellos, en la televisión de seguro no habría más que películas romanticonas y especiales de San Valentín que no tenía ganas de ver y, lo más importante, se estaba muriendo de hambre, cosa que su estómago le recordó con un gruñido de tripas. Bueno, no pasaba nada si comía algo antes de que Law llegara, ¿no? Después de todo también podía comer lo que él trajera, tenía espacio suficiente.

Salió de la habitación para ir a la cocina a preparar algo que pudiera calmar el monstruo que amenazaba con hacerle un hoyo en el estómago, ya volvería a la recamara cuando terminara.

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

Law cerró la puerta de su coche tal vez con demasiada fuerza y no perdió tiempo para encender el motor. Había pasado un accidente de tráfico cerca del centro de la ciudad, un autobús de preparatoria se había volcado tratando de evitar chocar contra una avalancha de coches en un semáforo en rojo porque los frenos no servían, causando un desastre con todos los vehículos a su alrededor y las personas que circulaban cerca. Él se había pasado bastantes horas metido en el quirófano atendiendo a algunos de los que resultaron heridos de mayor gravedad y ya era casi medianoche.

Aprovechó un semáforo en rojo para sacar su celular del bolsillo y llamar a Ace, ni siquiera había tenido tiempo para mandarle un mensaje sobre el retraso, pero le mandó al buzón de voz. Chasqueó la lengua, el chico debía estar bastante enojado, lo había dejado plantado y no era la primera vez que pasaba, y ni siquiera podría llevarle la cena porque a esa hora los restaurantes ya estaban cerrados. Suspiró y se apresuró lo más posible en llegar a su departamento, que estaba como a unos quince minutos de distancia.

Cuando entró las luces estaban todas apagadas, Ace no estaba en la cocina ni en el recibidor. Dejó su maletín y su abrigo en el sofá, dirigiéndose después a la habitación y abriendo la puerta sólo un poco tratando de no hacer mucho ruido. La lámpara de noche estaba encendida, iluminando tenuemente la recamara, y pudo ver a su azabache novio acostado en la cama, estrujando a Bepo contra su cuerpo con brazos y piernas, sumergido en el mundo de los sueños. Exhaló con pesadez, a veces se preguntaba por qué Ace no lo había dejado ya después de todos sus desplantes, cualquier otro lo habría hecho, pero el chico seguía ahí presente, sonriéndole, saltándole encima con felicidad, besando sus labios y abrazando su cuerpo, y él no podría estar más agradecido, la verdad no le gustaría averiguar cómo sería sobrevivir a este mundo sin Ace a su lado.

Abrió un poco más la puerta para poder entrar y se acercó a la cama, sentándose en el borde y estirando un brazo para comenzar a acariciar el cabello del azabache, quien después de unos momentos comenzó a despertar, soltando un bostezo y tallándose los ojos con el dorso de su mano.

—¿Law? —preguntó aún adormilado.

—Hola.  

—¿Qué hora es? —Ace se sentó para terminar de despabilarse, dejando a Bepo en la orilla de la cama haciendo equilibrio precario para no caer.

—Es medianoche. Lamento llegar tarde, hubo un accidente y mucha gente llegó al hospital, ni siquiera pude mandar un mensaje para avisarte.

—Está bien, supongo que no había nada que hacer, es tu trabajo después de todo.

—¿De verdad no te importa que te deje esperando o plantado tantas veces? —preguntó un tanto inseguro.

—Bueno, no es algo que se sienta bien, pero, oye, fue mi decisión salir con un médico, ¿no? No voy a pedirte que dejes tu trabajo de lado por mí, no sería justo y no es lo que espero que hagas.

Law sonrió de lado y volvió a acariciarle el cabello, acomodándoselo detrás de la oreja—. De todas formas, no me gusta fallarte así.

—Ya me lo compensarás después —dijo dedicándole una de sus grandes y hermosas sonrisas, deslizándose lo suficiente para alcanzar su boca con suavidad al tiempo que posaba una mano en su cuello. Law no tardó en rodear su cintura y acercarlo un poco más, moviendo los labios al ritmo lento que él había impuesto pero impacientándose muy pronto e intentando intensificarlo. Pero Ace rompió el beso antes de que pudiera lograrlo, sonriendo al ver el ceño levemente fruncido del otro—. Dime, ¿te gusta la decoración?

—¿Decoración? —preguntó alzando una ceja, confundido. Ace hizo un ademán con la cabeza hacia la pared que se hallaba frente a la cama, la cual no había visto porque se encontraba dándole la espalda. Como en realidad no podía vislumbrar mucho con la tenue iluminación de la lámpara se levantó para accionar el interruptor junto a la puerta, abriendo los ojos por completo en cuanto la luz se hizo presente.

Ace había movido la cajonera hacia un lado, y en el centro de la pared se encontraba un gran corazón formado de fotografías de diferentes épocas, tamaños y hasta formas. Se acercó a él para poder observarlas mejor, había algunas de cuando ambos aún eran estudiantes, Law en la universidad y Ace en preparatoria, cuando habían comenzado a coincidir porque el pecoso visitaba con frecuencia la enfermería del plantel ─normalmente por haber peleado con algún idiota─, donde el oji gris era voluntario. También había otras tantas de las veces que Luffy los había arrastrado a las salidas con sus amigos, ya fuera al parque de atracciones, al festival de Año Nuevo, la celebración de Navidad, la fiesta de disfraces de Halloween ─Ace vestido de un atractivo y condenadamente sexy vampiro había sido su favorito de todos los disfraces que le había visto─ o cualquier otro lugar al que al pequeño se le antojara ir y quisiera llevar a sus hermanos. Bueno, en resumen había bastantes fotografías representando todos los años que ya llevaban juntos, y Law se tomó su tiempo para apreciar cada una de ellas y recordar el momento y lugar en que fueron tomadas antes de pasar su atención a otra cosa. En medio del corazón formado por las imágenes había una tarjeta que estando doblada tenía aproximadamente la medida de una hoja tamaño carta, con la inscripción «Law & Ace» escrita a mano. El oji gris levantó la tapa para poder leer el contenido.

«Por todos los recuerdos que hemos hecho juntos,
y los que aún nos faltan por hacer.
Por todo el tiempo que hemos vivido al lado del otro,
y el que todavía nos falta por vivir.
Por todo el amor que hemos compartido,
y el que nos falta por compartir.
Por nosotros, nuestra vida, nuestros sueños y nuestra felicidad.
Ayer, ahora, mañana y siempre.»

—Feliz San Valentín, Law.

El nombrado se dio la vuelta, sólo para encontrar a su novio parado frente a él, sonriéndole como sólo él sabía y extendiéndole una caja de regalo azul marino. Law la tomó, aún sorprendido por el detalle del otro, y abrió el paquete para encontrar un peculiar gorro dentro de él. Entonces se formó en su rostro la sonrisita un tanto retorcida que era usual en él y miró al chico para hablarle, con un toque un tanto burlón en la voz, pues no podía evitarlo en una situación así, le encantaba molestar y avergonzar al otro, se veía bastante tierno cuando lo hacía.

—Así que te esforzaste mucho para hacer esto, ¿no, Ace-ya?

El pecoso sintió el calor invadiendo sus mejillas y desvió la mirada hacia cualquier otro lado, tratando de ocultar su sonrojo—. No lo creas… no ha sido nada, en realidad…

Aún con la sonrisita en el rostro Law dejó el regalo sobre la cajonera y, tomando al chico desprevenido, sujetó su barbilla para voltearle el rostro y robarle un beso, lento, suave y cariñoso, saboreando su sabor con detenimiento. Se separó un par de segundos después, tomándolo de la cintura para apegarlo a su cuerpo—. Gracias por el detalle, Ace.

El menor sonrió y rodeó el cuello del otro con los brazos para volver a unir sus labios, dejando que esta vez el oji gris se apoderara de su boca con la intensidad que siempre lograba enloquecerlo mientras lo apretaba entre sus brazos, y fue sólo cuestión de tiempo para que ambos cayeran en la cama con los cuerpos enredados y la sensibilidad a flor de piel, dejando que Bepo cayera al suelo por el movimiento causado, pero estaban demasiado ocupados tratando de sacarle la ropa al otro como para darse cuenta de ello.

o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o~o

—¿Qué es esto, Law? —preguntó Ace observando su mano izquierda con confusión. Se había despertado hacía cosa de un par de minutos, gracias a los besos que el mayor había estado repartiendo por su rostro y cuello, y al tallarse los ojos tratando de disipar su ensoñación se había topado con una gran sorpresa que aún estaba tratando de asimilar. Ahí, rodeando la base de su dedo anular, se encontraba un anillo de plata con las palabras «Marry me» inscritas en la superficie.

—Tu regalo de San Valentín. Y te advierto desde ya que no acepto una negativa como respuesta —contestó el cirujano sonriendo y tomando con su mano derecha la izquierda del otro para entrelazar sus dedos.

Ace lo miró con los ojos como platos por, exactamente, tres segundos antes de lanzarse sobre él como si fuera el platillo de carne más delicioso que hubiera visto jamás, con toda seguridad de que no lo dejaría abandonar esa habitación durante todo ese día, y tal vez el siguiente. Después de todo, podían comenzar a planear la boda desde ahí, pero por el momento tenía unos planes diferentes, como practicar un poco para la luna de miel.

 

¿Fin?

Notas finales:

Bueno, eso es todo por esta ocasión, chicos, espero sinceramente que les haya gustado, y no olviden que pueden hacerme saber sus opiniones, críticas, sugerencias y comentarios en un review, recibo de todo mientras sea con cortesía ^-^. 

Muchísimas gracias a todos por leer, cuídense mucho y besos. 

Misa-chan


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).