Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Again por LycanZero

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes de Kuroko no Basuke no me pertenecen, son propiedad de Tadatoshi Fujimaki y esta historia participa en el "Mes AoKi" para la comunidad de Fanfiction y FB "AoKiLovers~"

“Primera vez”. Tú no sabes lo que eso significa, de hecho creo que pocas veces pones atención a tus “primeras veces”. Más cuando están ligadas a él, recuerdo cuando por fin entendiste que sentías algo por él, sin embargo te negaste a admitirlo, preferiste huir como un cobarde y renegaste de aquellos sentimientos que no hacían más que crecer en tu pecho hasta el punto de asfixiarte por no dejarlos salir. Además de flojo y engreído, eres tan cabeza hueca que no te esfuerzas en pensar en el significado de todo lo que pasa a tu alrededor a tal punto que dejas escapar detalles que, sin saber, te marcarán en un futuro. ¿Crees que exagero y que sólo lo hago para molestarte? No, esa no es mi intención, te lo aseguro… Es más… rememoremos algunas cosas.

 

¿Cuándo fue la primera vez que le viste?... Muchos creen que fue en el segundo año de la secundaria, pero tú y yo sabemos que no fue así. ¿No lo recuerdas? Pues yo sí, era un día de verano, uno donde el sol estaba en lo más alto y sus rayos calurosos te hacían morir de sed, pero aun así no dejaste de correr por toda la cancha dribleando o dando brincos creando fintas algo raras con un balón de básquet en mano, aun cuando eras un niño te esforzabas por saltar lo más alto posible. Y en una de esas ocasiones el balón se te resbalo y se dirigió a un niño que tuvo la mala suerte de pasar en esos momentos frente a la cancha. Aquel balón le golpeó en la cabeza y como estaba con la guardia baja, el pobre terminó en el suelo, sobándose la parte dañada.

 

Corriste presuroso no porque estuvieras preocupado por haber golpeado a aquel niño, sino que sólo querías tomar tu balón y seguir jugando. ¿Ahora recuerdas?... el pequeño tenía cabellos rubios y ojos de un dorado ámbar. Te disculpaste de manera despreocupada antes de dar vuelta y comenzar de nuevo a jugar, centrándote en el juego, ignorando los pucheros que aquel rubio hacía mientras se retiraba del lugar, insultándote por tu falta de educación.

 

Los años pasaron y fuiste mejorando tu propio y único estilo en el básquet al punto de que en el club de tu secundaria, una muy famosa por cierto, entraste en el gimnasio de la primera categoría lo cual fue una gran proeza, un lugar al que sólo entraban los mejores y de años superiores. Conociste a personas con habilidades únicas como tú, un poco extraños en cuanto a sus actitudes pero buenos amigos, y no lo niegues, sabes bien que llegaste a apreciar cada uno de ellos incluyendo sus extraños hábitos. Incluso conociste a Kuroko Tetsuya, tú mejor amigo y fiel confidente, aunque recuerdo que la primera vez que lo viste creíste que era un fantasma, hasta prometiste cosas que tú y yo sabemos jamás podrías cumplir. No porque no quisieras, sino porque simplemente te olvidarías de cumplirlas.

 

¿Prometer dejar de ser flojo? ¡¡Por favor!! No existen milagros tan grandes... Bueno, bueno, ese no era el punto al que quería llegar. Ahora, recordemos aquel día memorable, aunque no lo tomaste como tal hasta ahorita. Fue en un día cualquiera y hora de entrenamiento. Estabas de un excelente humor e ignoraste el motivo de aquello, simplemente deseabas jugar hasta que el cuerpo te reprendiera por el excesivo ejercicio. Y fue en uno de esos movimientos en el que el balón se te fue de las manos, saliendo cual bala derecho a un objetivo, golpeando la cabeza de alguien, otra vez. Corriste por tu balón y te sorprendiste al ver que era el famoso modelo Kise Ryôta a quien habías golpeado, reíste y te disculpaste, lo hiciste de una manera tan despreocupada y con una radiante sonrisa que ignoraste la ligera sorpresa que habías causado en el rubio mientras te devolvía el balón, quejándose de tu actitud, de nuevo.

 

Aquel momento pasó sin más, y como siempre ignoraste lo importante a tu alrededor, ¿y aun así te enojas de que te diga idiota? En fin, después de unos cuantos días te encontraste con él, otra vez. Un chico que en poco tiempo logró estar en la misma categoría que ustedes, aunque eso no te sorprendió, sí, había tres como tú, de habilidades asombrosas, ¿Por qué no habría uno más?

 

Pero no estabas preparado para lo que venía. Poco a poco Kise se fue acoplando no sólo a su forma de juego como equipo sino también a ustedes, como un amigo pero más contigo, siempre te pedía un one vs one sin importarle que siempre perdiera, una y otra vez era lo mismo, cada día un reto para intentar superarte, copiarte con esa habilidad asombrosa que poseía, sin embargo nunca logró su objetivo. Reto tras reto perdía, y aunque eso le frustraba te sonreía cuando aquel “berrinche” se le pasaba y tú, poco a poco, fuiste dándote cuenta que aun cuando era algo de todos los días, lo disfrutabas como un momento único.

 

Y… llegó ese día en el que te diste cuenta de que el rubio valía más para ti que como un simple amigo. ¿Qué hiciste? Yo lo sé, te comportaste como un cobarde, huiste de ese sentimiento, renegándolo y enterrándole en lo más profundo de tu mente y corazón. Tú, el gran Aomine Daiki, te alejaste de alguien que lo único que quería era que le reconocieras como un digno rival. Tú no lo sabes, pero él también sufría al ocultar sus sentimientos hacia a ti, porque te conocía también que tenía claro que si te decía algo perdería la amistad que había formado contigo. Y eso fue lo que pasó.

 

No tiene caso fingir que no lo recuerdas, porque lo tienes bien presente. Cuando descubriste que tus habilidades crecían y crecían de una forma tan abrumadora que ya no tenías contrincante alguno te encerraste en ti mismo y te negaste a ver lo que pasaba a tu alrededor. Lamentablemente la Generación de los Milagros también había cambiado, la camaradería que tenían de sus primeros partidos se había perdido, incluso lastimaste a tu mejor amigo diciéndole que ya no recordabas como eran sus pases. Sí, es algo de lo que hasta hoy día te arrepientes pero has aprendido a vivir con ello, puesto que a pesar de ser un obstinado sabes que hay cosas que no pueden cambiar.

 

Y aun sabiendo que las cosas del pasado jamás podrán ser cambiadas, cometiste un error con el que no has aprendido a vivir, al contrario, lamentas cada que puedes aquel suceso. Fue antes de la graduación cuando Kise pidió hablar contigo a solas, se quedaron en los vestidores del gimnasio. Notaste que estaba nervioso y que se removía con cierta incomodidad mientras poco a poco sus mejillas comenzaron a tornarse de un tierno color rojizo, en aquel momento sentiste un cosquilleo en tu estómago y el cómo tu corazón comenzó a bombear con más velocidad. Algo estaba a punto de pasar, lo sabías y eso te aterrorizaba. Comenzabas a actuar más como una liebre asustada en vez de una feroz pantera.

 

-Me gustas, Aominecchi… desde hace tiempo…— Soltó el rubio de repente, causándote un shock y provocando que por primera vez tu cerebro comenzara a funcionar. Habías recibido incontables confesiones, desde chicas lindas con grandes pechos hasta de las estudiosas y de pecho plano. A todas las has rechazabas, simplemente algo te impedía decir un corto “sí”, importándote muy poco si las dañabas o no, la culpa era de ellas por confesarse. Al menos esa siempre fue tu forma de pensar. Sin embargo en esta ocasión te quedaste completamente mudo, sopesando en cómo actuar sin causarle daño empero, con todo lo que estabas pasando mandaste la consideración a la mierda y te comportaste como lo que eres ahora, un grandísimo idiota inconsciente.

 

-No seas ridículo Kise. No estoy de humor para tus estúpidas bromas. Somos hombres, ¿Qué no te das cuenta? —Esa fue tu respuesta, ácida y llena de repudio. Ryôta sólo sonrió como siempre, era consciente de tu posible respuesta y estaba preparado para sufrir tu desprecio aunque eso no le evitaba querer retorcerse de dolor debido a tus palabras.

 

-Gracias por escuchar, Aominecchi. —No te dijo más. Sonrió y te dio la espalda para poder retirarse del lugar. Tú no lo sabes, pero él lloró semanas a causa de tu rechazo, sin embargo tenía dignidad y no iba a permitir que esta se fuera al suelo por tan solo tu recuerdo. Así que se mostró con la frente en alto el último día que se reunió la Generación de los Milagros para hacer la promesa de encontrarse pronto en una cancha, como rivales y averiguar quién era el mejor de todos.

 

Tienes que admitir que te sorprendiste al ver a Kise aquel día, con una sonrisa divertida y entusiasta, actuando como si nada, como si la confesión nunca hubiese existido y, ¿sabes qué?, eso fue lo que más te dolió. Su cruda indiferencia, actuando como si su confesión no hubiese sido importante, porque en ese momento te negabas que fuera significativo para ti. Por primera vez sentiste una impotente frustración; no podías reclamar algo que habías rechazado.

 

Pero… ¿Qué importaba eso? En esos momentos, según tú, tenías cosas más importantes en qué pensar o más bien no querer pensar en nada. Te centraste en el incontrolable crecimiento de ti mismo, deportivamente hablando, y no sabías qué hacer o qué buscar, tus enemigos te creían un monstruo y comenzabas a sufrir una especie de “cuestión existencialista”. Preguntándote sí había alguien capaz de vencerte.

 

Pasó el tiempo y, como era de esperarse olvidaste muchas cosas de la secundaria y te centraste en tu aburrida vida de preparatoriano. Tus calificaciones de alguna manera se mantenían aceptables, algo que me sorprende de sobremanera si te soy sincera. Faltabas a las prácticas del club puesto que metiste en esa cabeza hueca tuya que nadie podía vencerte excepto tú mismo. ¡Ja! Perdona si me río de tu infantil forma de pensar pero esa es la frase más ridícula que había escuchado en mi vida, aunque admito que encontrar un digno rival no fue nada fácil, además de que tus compañeros de equipo no hacían mucho por obligarte a practicar, ni siquiera el entrenador. A excepción de Satsuki, ya que al ser tu mejor amiga aún se preocupaba por ti y anhelaba que su querido amigo regresara.

 

En fin, pasó un tiempo antes de que comenzaran los partidos para la Interhighy aunque lo negaras esperabas mucho de la nueva luz de Kuroko. Pero te decepcionaste demasiado cuando viste que no era, aún, un digno rival para ti. Sin embargo lo importante vino después, en el partido final. Jugarías contra Kise Ryôta, en un partido serio y donde relucirían sus nuevas capacidades, con un nuevo equipo y con una mentalidad diferente a la que había tenido en la secundaria porque, tú bien sabías, que Seirin le había vencido en un juego de práctica.

 

El partido fue intenso, sentiste la emoción y nostalgia al enfrentarte uno a uno contra Kise, otra vez. Pero también sabías que había algo distinto. Su empeño en alcanzarte le hizo llegar a un punto que jamás creíste que podría llegar. Logró copiar tu estilo, aquellos movimientos únicos que sólo tú podías hacer eran imitados por el rubio. Llegó un momento en el que te desconcertaste y bajaste la guardia, asombrado por el empeño del otro por querer superarte. Un rival que quería ser reconocido. Sin embargo todo cambió con aquella mirada que te dio, una decepcionada, llena de tristeza y de un sentimiento indescifrable para ti en aquel momento.

 

Quieras o no eso te hizo recapacitar, rememorar muchas cosas, incluso me atrevo a decir que fue en esa ocasión donde desenterraste los sentimientos que creías olvidados. Por ello diste a Kise el juego que tanto anhelaba, uno serio y sin restricciones; la victoria fue para ti pero aun así no entendías porqué tenías un extraño mal sabor en la boca, dándote cuenta que esperabas conseguir algo en aquel partido. Con impotencia viste como Ryôta luchaba por pararse. Te diste cuenta que el imitarte fue una carga muy pesada para su cuerpo, principalmente en las piernas. Querías levantarlo, abrazarle y decirle que fue un buen partido sin embargo tu cobardía te detuvo.

Y entonces viste como el capitán de su equipo se acercaba y le ayudaba a levantarse. Las lágrimas de tristeza recorrieron las mejillas del rubio al mismo tiempo que tu sentías un gran golpe de culpa en el pecho no por vencerle, sino por haberle rechazado cuando se te confesó, por haber fingido que no pasaba nada y por ocultar tus verdaderos sentimientos a tal punto que creíste eran una simple ilusión. Aun así te negaste a decir palabra alguna, sólo agradeciste por el partido y te retiraste como si nada.

 

Además experimentaste un nuevo sentimiento al ver como Kasamatsu, el capitán de Kaijô ayudaba a Kise, una ola de enojo golpeó tu cuerpo, provocando que la sangre hirviera y comenzaras a ver todo rojo, querías acercarte y golpear a aquel “enano” por haber tenido la osadía de ser el apoyo de Kise, aunque lamentablemente seguías actuando como un niño y te abstuviste siquiera gruñir a causa de la ira. Los celos que sentías en aquellos momentos eran incontenibles y te estaban asfixiando cual anaconda apretando a su presa. Por ello te fuiste lo más rápido posible de ahí, no soportabas ver como Ryôta se apoyaba y sonreía a otra persona que no fueras tú. Aunque eso se escuchara muy egoísta.

 

Volvió a pasar el tiempo y los partidos se reanudaron ahora para el otro torneo más importante, Winter CupEn esta ocasión había una emoción incontenible ya que no sólo tú participarías, sino también todos los que conformaban la Generación de los Milagros. Deseabas enfrentarte a todos, anhelando más excitantes partidos, pero tu anhelo no se llevó acabo.

 

Fuiste derrotado por Kagami Taiga, la nueva luz de tu antiguo mejor amigo, Kuroko Tetsuya. Fue una gran batalla, una que disfrutaste al máximo porque encontraste a un digno rival que estuvo a tu nivel, haciéndote recordar porqué amabas tanto el básquet. Tu momento en aquel torneo terminó, sin embargo algo del viejo tú regresó nuevamente, teniendo como objetivo darle por primera vez orden a tu vida.

 

Centrándote principalmente en el vínculo que tenían Kuroko y Kagami. Aun cuando muchos no lograron verlo tú pudiste hacerlo perfectamente. No era camaradería lo que tenían, sino algo más profundo. Un sentimiento tan intenso que lograba provocarte envidia, porque era algo que anhelabas de manera inconsciente. La confianza que compartían era tan grande que por ello consiguieron derrotarte. El apoyo que se tenían dejaba claro que la amistad había pasado a segundo plano. Sus ojos brillaban con aquel famoso “amor” en el que tú no creías porque, como siempre, pensabas que era una estupidez. Algo que el ser humano creó para justificar muchas de las tonterías que hacía en nombre de tan incoherente sentimiento.

 

Aun así lo deseabas y sólo te imaginabas a una persona con la que compartir aquello. Pero te empecinaste en seguir como si nada, hasta que te volviste a encontrar con Tetsuya, vaya sorpresa te llevaste cuando oíste su petición. Quería que le enseñaras a tirar, a poder encestar para poder ser más útil a su equipo, fingiste aceptar a regañadientes empero no te arrepentiste de aquella decisión. Entre enseñanza y práctica te confesó que era pareja de su nueva luz. Te contó que era feliz al lado de Taiga, que el amor que le profesaba le complementaba de maneras inimaginables y era en nombre de aquel sentimiento que disfrutarían al máximo todos los retos que vinieran hacia ellos, porque estando juntos eran capaces de cualquier cosa.

 

Lo dicho por él te hizo reflexionar en muchas cosas, inclusive te atreviste de hablar de ello con tu mejor amiga, Satsuki. Grande fue tu sorpresa al enterarte que ella conocía perfectamente lo que estabas sintiendo desde secundaria y te regañó por haber tardado mucho en darte cuenta.

 

-Dai-chan siempre sonreías cuando estabas al lado de Ki-chan. Cada que estaban juntos era un ambiente diferente, se adentraban en su propia burbuja y nadie quería romperla. —Explicó con una suave sonrisa, dándote aquella mirada maternal que siempre ponía cuando estabas a punto de tener una especie de epifanía, porque entendía que cuando aclararas por tu cuenta aquellos sentimientos empezarías a abrumarte con ambivalentes pensamientos e intentar negar lo que era desconocido para ti.

 

 

Menudo testarudo, cabeza hueca.

 

 

Pero todo tu empeño se fue al caño cuando viste a Kise jugar contra Haizaki, aquel tipo con el que habías tenido algunos roces “violentos” en la secundaria. El maldito había osado lastimar más a Kise de lo que estaba, eso provocó que tu sangre hirviera y la impetuosa necesidad de golpear a Haizaki hasta el cansancio poseyera tu cuerpo. El rubio estaba empeñándose al máximo para obtener la victoria para su equipo como para que alguien como Haizaki arruinara el momento. Y aun con sus trabajos sucios Ryôta logró llegar a la siguiente etapa.

 

Por ello tuviste que salir una vez el partido hubo terminado, porque sabías muy bien que alguien como Shougo no se calmaría sólo con un partido. Al contrario, agresivo como era, estaba esperando fuera del domo a Kise para darle una paliza. Con lo que no contó es que tú estarías ahí para evitar tal cosa. ¿Recuerdas aquel momento en el que le diste un único y poderoso golpe?... La adrenalina estaba corriendo por todo tu cuerpo, con trabajo lograbas controlar la imperiosa necesidad de deformarlo a golpes. Sin embargo, lograste controlarte y noquearlo con un simple puñetazo en la cara.

 

Le dejaste tumbado, como la basura que es. Y con paso tranquilo te dirigiste a la salida, esperando a que el rubio saliera. Ya estaba bien de andar actuando como un cobarde, Aomine Daiki no es así. Si quiere algo lo toma, si tiene que decir algo simplemente lo  hace. Así eres tú, una pantera decidida a atrapar a su presa y no una liebre cobarde que echa a correr con el mínimo estímulo de peligro.

 

-¿Aominecchi? — Después de unos largos minutos de espera pusiste atención en la voz de aquel chico, quien te veía con sorpresa. No esperaba que estuvieras ahí y de momento el ambiente se volvió tenso, ninguno de los dos quería decir palabra alguna. Todo el ruido que había a su alrededor se desvaneció y quedaron sumergidos en su pequeña burbuja, donde sólo se veían el uno al otro como si fuesen la cosa más maravillosa del mundo.

 

-Necesito hablar contigo. — Fue la escueta oración que dijiste. Sonaste tan desinteresado que de ser yo te hubiera rechazado y mandado bien a la…; todo lo contrario a Kise quien inmediatamente acepto escucharte, aunque eso no le quitaba su expresión sorprendida, y es lógico, no esperaba que tú le pidieses que hablaran. Su equipo tardaría en salir, él había decidido adelantarse a causa de que su pie aun le dolía y no quería ser un atraso para los demás. Caminaron aun paso demasiado lento y aún el silencio permanecía.

 

En ese momento te compadecí, sólo un poco, porque entiendo que te quemaste el cerebro de tanto pensar en cómo decir las cosas de manera adecuada para que el otro llegase a comprenderte. Después del rechazo que le habías dado en la secundaria no estabas enterado de si aún te quería o no. Cansado, Kise se detuvo en uno de los primeros bancos que había en el parque, se sentó y sobó un poco la pantorrilla antes de hacer círculos con el pie, le dolía a horrores y ya no podía caminar más. Al darte cuenta te reprendiste y regresaste los pasos que habías avanzado hasta sentarte a su lado, con la mirada hacia arriba y una pose despreocupada, aparentemente claro está.

 

-Jugaste bien, felicidades. —Fue lo primero que lograste decir. De alguna manera las ideas no carburaban bien en tu cabeza. Ryôta sólo te ve con más incredulidad, ya que jamás, JAMÁS, en su vida hubiese esperado que tú, el gran Aomine Daiki le dijera tales palabras.

 

-Amm… gracias…— Fue lo único que contesto ya que los nervios le carcomían. La ventaja de estar en escuelas diferentes es que no se frecuentaban casi nada, aun así Ryôta no pudo evitar ponerse nervioso ante tu sola presencia. Además de que oír una alabanza y felicitación de tu parte le tenía totalmente perdido, con esfuerzo evitó que sus mejillas se pusieran rojas. — ¿De qué… querías hablar? —Te motivó a seguir, esa fue su intención pero en ti logró el efecto contrario. Te quedaste en blanco. Poco a poco giraste el rostro y encaraste a Kise. Tus ojos azulinos, oscuros y profundos, vieron con intensidad aquellos ojos ambarinos, dorados casi igual al de los felinos.

 

-Perdí contra Tetsu y Kagami… me recordaron mis días en Teiko. —Si Kise estaba confundido, ahora lo estaba más. Su ceja se alzó para demostrar su extrañeza pero te dejó hablar, ya que admitir tu derrota es… simplemente increíble. —Me hizo pensar en muchas cosas… y recordar otras…

 

El silencio se extendió, te sentías incómodo y Kise demasiado ansioso, que te dieras cuenta de muchas cosas no le importaba mucho, ¿sabes? El único interés que Ryôta tenía es si entre todas aquellas meditaciones y pensamientos estaba él. Sus pensamientos fueron interrumpidos por tu largo suspiro, inclinaste la cabeza y te la frotaste con la mano para mostrar tu desespero, no sabías como más seguir. La cursilería no se te da, eso lo sabemos muy bien, tienes tanto sentimentalismo como el tamaño de un grano de arena.

 

-¿A…Aominecchi? —Kise estaba en duda de si tocarte o no, esperar a que dijeras algo más o si querías que él comentara algo. Ninguna de las dos cosas fue echa porque levantaste el rostro de repente y le viste de manera intensa, tú no lo sabes pero con esa pequeña acción causaste que el corazón del rubio comenzara a latir de mil por hora.

 

-Kise… confiésate de nuevo. —… Bueno, creo que tener la esperanza de que dijeras algo lindo murió con aquella frase. ¿Es en serio? De todas las cosas idiotas que podías decir dices justamente aquello. Está claro que no va a funcionar, y lo sabes por la cara de indignación que puso Kise después de recuperarse del repentino shock que había tenido.

 

-¿Disculpa? —Los labios de Ryôta estaban tan apretados que solo se veía una fina y recta línea, lo has hecho enojar y a lo grande. ¡¡Felicidades!!

 

-Que te confieses de nuevo… es más fácil… — Definitivamente no sirves ni servirás para las confesiones. Tu falta de tacto se da a relucir.

 

-¿¡Más fácil qué!? — Pese a su dolor Kise logró levantarse y plantarte cara. Estaba demasiado enojado por lo que estabas pidiendo, si fuera tú esperaría un golpe de su parte. — ¡¿Para eso me llamaste?! ¡¿Quieres burlarte de mí nuevamente?! — De la ira pasó a la tristeza, pasó por muchas cosas para superar tu rechazo. Peleó demasiado para poder vivir con el dolor que se mantenía a causa de tu desprecio en secundaria. ¿Qué esperabas que pensara cuando se te ocurrió la brillante idea de pedirle que se te confesara de nuevo?

 

-¡Joder! ¡Claro que no! —Te diste cuenta en ese momento de que habías hecho las cosas de tal manera que se malinterpretaron de la peor forma. Recuerdo que te costó demasiado trabajo pensar en alguna forma de remediarlo. —Ya te dije que he pensado y recordado cosas… entre ellas lo que sentías o sientes por mi…— Me acuerdo perfectamente que suspiraste aliviado cuando Kise se quedó mudo, viéndote con incredulidad, en esa ocasión dijiste palabras certeras aunque un poco desconcertantes.

 

-¿Y? —Esa fue mi parte favorita, recuerdo muy bien que cuando viste la mirada brillante y llena de esperanza de Ryôta el corazón te dio un vuelco, los cosquilleos en tu estómago se hicieron más fuertes y el calor quería llegar a tus mejillas. Desviaste la mirada para evitar que te viera avergonzado. Te veías lindo, lo cual es gran triunfo si me termites decirlo.

 

-Pues… es más fácil… ahora… entender algunas cosas. Y… como dije… recordando otras… — Esa fue otra de tus primeras veces, aun cuando eras del tipo directo en esa ocasión balbuceaste y hablaste entre rodeos… incluso sentía que mi cabeza comenzaba a doler. — Siento algo, Kise — Admites al reunir todo el valor que tenías. Le viste a los ojos y él te mantuvo la mirada, paso a paso se te iba acercando, un poco vacilante. De alguna forma estaba pensando que el dolor le estaba causando alucinaciones para menguarlo. —Y es más fácil decir un “yo igual” o un “también yo” a cosas cursis y rosas, ¿sabes? Eso no va conmigo… así que si te apresuraras quizá podríamos terminar con esto.

 

Kise rió divertido por tu excusa y tu impaciencia, y le importó poco que estuvieras con el ceño fruncido. La alegría llegaba a su corazón como no tienes idea. Incluso cuando le destrozaste el corazón en el pasado la esperanza que él tenía de algún día significar algo en tu vida persistía. Así de insistente es el rubio y serás el imbécil más grande del mundo si lo dejaras ir nuevamente. Hablo en serio. Ryôta es el único ser en la tierra que aguanta tu áspero carácter y que ama el  de ahora y que sigue amando lo que fuiste en el pasado.

 

-Te amo Aominecchi, siempre lo he hecho. — Una vez se hubo tranquilizado, los ojos ambarinos de Ryôta te vieron con intensidad y lleno de esperanza, aquella delgada línea de molestia que eran sus labios desapareció para dejar a la vista la más deslumbrante de las sonrisas, sus mejillas rojas le daban un tinte tierno que amaste desde ese instante, y llegaste al punto de jurar que sólo tú podías verle de esa manera. Hermosa y apetecible.

 

-Yo también, Ryôta. —Sonríes con soltura, le abrazas por la cintura y terminas por pegar a tu cuerpo. El rojo en sus mejillas se intensifica, aumentando tu deseo de hacerlo solamente tuyo. Descendiste tu rostro poco a poco, viéndole siempre a los ojos e incluso juras que oíste el armonioso palpitar de sus corazones. Y por fin sucedió, terminaste con aquella distancia que separaba sus labios de los tuyos; sentiste el ligero jadeo que provino de los labios del rubio, lo viste cerrar los ojos y entregarse por completo a su primer beso contigo, el primero de todos los que se darían en un futuro.

 

Cerniste su cintura con fuerza y seguiste lentamente, tanteando el terreno que pisabas. Actuabas como un adolescente primerizo, pero creo que lo entiendo, a fin de cuentas los besos y roces que tuviste con las chicas que pasaban el momento contigo no eran nada a comparación de Ryôta. Él es importante, único y al que siempre amarías.

 

Lamiste sus labios de manera seductora, pidiendo permiso para poder recorrer su húmeda cavidad. El rubio los abrió con timidez pero sólo bastó una pequeña abertura para que filtraras tu lengua y ésta se dedicara a recorrer cada recoveco, danzar con la lengua contraria en un sensual juego. Los segundos pasaron a ser los más largos y grandiosos que has vivido, en ese momento pudiste comprender las palabras que Kuroko había usado para expresar lo que sentía por Kagami. Tú en ese momento lo sentiste, tu complemento, algo en tu rutina que por más repetitivo que fuera jamás sería aburrido y, de alguna forma, nunca el mismo momento.

 

Después de eso le acompañaste a casa, todavía te aferrabas a su cintura, y aunque me digas que era para darle apoyo y que no esforzara demasiado el pie no puedes engañarme. Querías más contacto con él y asegurarte que esto no era un sueño sino un hecho real, que la liebre había desaparecido para que la pantera apareciera de nuevo. Después de eso les costó un poco de trabajo acoplar sus horarios para verse aunque fueran unas horas, además, Kise aún tenía unos partidos que jugar, por lo que los entrenamientos le consumían en demasía.

 

Cosa que a ti no te agradaba, independientemente de no poder verlo más tiempo te preocupabas de que volviera a lastimarse. Hubo varias peleas con él ya que siempre expresabas que no debía sobre esforzarse por la condición de su pie, él siempre te decía que era consciente de lo que hacía y eso te enfadaba aún más porque por primera vez te estabas preocupando por alguien que no eras tú mismo y éste salía con esa actitud infantil.

 

Si creías que su relación iba a ser miel sobre hojuelas, viste con tus propios ojos que eso no iba a ser tan sencillo. Eran dos personas que se amaban pero que al mismo tiempo tenían personalidades muy opuestas y, lógicamente, ideas diferentes que siempre causaban ciertas peleas. Tú no cedías y él menos. No fue hasta el intenso partido que tuvo contra Seirin que te diste cuenta de que más que amarlo, era tu vida misma, ahora eras tú el que admiraba su espíritu de lucha y su trabajo en equipo. En ese aspecto se parecía mucho a Tetsuya, el aprecio que sentía hacia sus compañeros, un sentimiento que también tenías olvidado desde la secundaria.

 

Después de eso todo fue más tranquilo, poco a poco comenzaron a acostumbrarse al carácter del otro y poder discutir de manera decente lo que ambos pensaban y poder llegar a un común acuerdo. Otra cosa maravillosa, ya que tu terquedad no es fácil de doblegar. Aunque Kise también tuvo que acostumbrarse a tus incontrolables celos, comprendió que eres bastante posesivo y que defiendes lo tuyo con fiereza, eso en vez de molestarle le encantaba.

 

-Me gusta saber que soy tuyo. —Confesó en una ocasión en la que estaban los dos solos, en tu casa, con la lluvia golpeando con ira las ventanas. Y esa frase fue la que rompió todas las barreras que habías construido para tener un completo control sobre tu cuerpo, pero nada de eso importó ya; el rubio tenía la culpa por poner una expresión tan bella acompañado de aquellas palabras.

 

Te arrojaste sobre él, exigiéndole un beso largo, de aquellos en los que perdías todo el aire. Se vieron a los ojos y ambos expresaron la imperiosa necesidad de más. Después de seis meses de relación no habían pasado a mayores, sólo besos y abrazos, una tortura para ti si mal no recuerdo. Pero querías hacer las cosas bien, por una vez en tu vida, así que decidiste que solo darían el “siguiente paso” cuando Kise estuviera listo.

 

Ese día se pertenecieron. Se entregaron sin remordimiento, recorriendo el cuerpo ajeno, jadeando por cada caricia y gozando de cada beso. Tú recorriste el cuerpo de Kise a conciencia, preguntándote porqué a pesar de ser hombre se veía más sensual que cualquier voluptuosa mujer. Sus reacciones te encendían, cuando tocabas un punto sensible gemía fuertemente y se arqueaba de una manera tan grácil que te hipnotizaba. Aun con tu impaciencia te dedicaste a querer cada centímetro de piel, besarlo y acariciarlo como lo que era, tu amante, tu complemento.

 

Y el verdadero placer llegó cuando entraste en él. Tan estrecho, tan apretado que fue un milagro no haberte corrido al instante en que entraste de lleno. Su rostro sonrojado, sus ojos acuosos y sus labios hinchados seguían seduciéndote. Sonreíste con altanería y comenzaste a moverte de manera lenta, pausada, procurando que se acostumbrase poco a poco y no causarle más dolor del necesario. Recuerdas que te abrazó por el cuello mientras sus piernas se aferraban a tu cintura. “Más rápido”. Aquella súplica desató la fiera que había en tu interior, una de tus manos se aferró fuertemente en la cadera y la otra abrazó la delgada espalda.

 

Comenzaste a embestir con dureza. Saliendo y entrando de manera frenética, impulsado por los constantes lloriqueos y jadeos que Kise soltaba, su voz normalmente chillona ahora se te hacía el sonido más hermoso que pudiese existir en la tierra. Lo sé, estar enamorado te hace un cursi empedernido pero ¿Qué hacerle? Sabes que no te arrepientes de nada que hayas hecho con él.

 

Cuando terminaron, el clímax les hizo olvidar todo. Sus nombres, sus vidas, todo. Simplemente eran dos partes de una sola pieza que volvían a estar juntas. No hubo palabras después de eso, sólo se abrazaron y durmieron así, desnudos, hasta el amanecer.

 

Sorpresa fue la que les invadió cuando despertaron y vieron a tu madre parada frente a ustedes. Jamás olvidaré aquel día. Tenías una expresión tan horrorizada que sentiste que de moreno pasaste a albino por lo pálido que te pusiste, mientras que Kise no sabía dónde ocultarse, su rostro completamente rojo se ocultaba entre las sabanas. Tu madre no dijo nada, solo pidió que se bañaran y bajaran a desayunar en cuanto estuvieran listos.

 

Desconcertados obedecieron al instante, tuviste que ayudar a Ryôta ya que por alguna “inexplicable” razón el pobre no podía mantenerse en pie. Se bañaron de forma lenta, como queriendo alargar su momento juntos antes de ser decapitados por la señora Aomine. Cuando bajaron tu madre les esperaba en la mesa con una expresión seria. Lo primero que hizo fue felicitarlos por su noviazgo, no estaba escandalizada por esto, al contrario, regañó a su hijo por tardar tanto en volver a Kise su yerno.

 

-Aun cuando tienen mi consentimiento para ser novios, pido que sean conscientes en cuanto a sus actividades sexuales. Con tanta enfermedad que ya pulula por el mundo deben tomar ciertas precauciones. Imagínense que tengan una infección y lo vergonzoso que sería decirle al médico que les revise sus…

 

-¡Ya entendimos mamá! ¡Seremos responsables!— expresaste con una cara completamente roja mientras que Kise se tapaba el rostro con las manos. Nunca pensó que tendría una conversación así y menos con su suegra, y tardó mucho en volver a pisar tu casa.

 

Pasaron los años y pronto saldrían de la preparatoria. Tú decidiste entrar a la academia policíaca mientras que Kise decidió dejar de ser modelo y comenzar a estudiar para ser piloto. Rentaron un departamento para poder tener por fin una vida en pareja, cosa que también fue difícil. Ni tú ni él sabían cocinar así que… bueno, solo diré que me sorprende que sobrevivieran el primer mes sin pedir ayuda.

 

Ryôta era el que más tenía tiempo libre debido a que sus horarios de estudio eran flexibles, así que tomó la decisión de inscribirse a una pequeña escuela donde daban clases de cocina. De momento te pareció bien que lo hiciera, por la supervivencia de ambos, sin embargo poco a poco fuiste pensado en que era una mala idea al ver la clara atracción que sentía el “profesor” hacia tu novio.

 

Expusiste tu incomodidad pero te sorprendiste al oír a Kise reírse de ello. Frunciste el ceño y mostraste clara molestia. Estabas expresándote de manera “civilizada” y él solamente se reía, ¿pues quien se creía que era?

 

-Lo siento Aominecchi, pero me parece absurdo que creas que le haré caso. —Sus ojos ambarinos brillaron con verdadera alegría, se te acercó y puso a horcajadas sobre tu cuerpo. —Tú eres al único que deseo y amo. En mi corazón no hay espacio para nadie más que para ti. —Sonreíste con orgullo por aquellas palabras y, de nueva cuenta, te encargaste de poseerle, de dejar incontables marcas para que aquel sujeto se diera cuenta de que Kise sólo era tuyo. Aunque eso sirvió muy poco, ya que incluso con las bellas palabras dichas por Ryôta seguías sintiendo celos y siempre lo demostrabas cuando le hacías el amor.

 

 

De una manera bruscamente placentera.

 

 

Un día saliste temprano, así que fuiste donde Kise para recogerlo e irse juntos a casa, y fue cuando viste algo que te desagradó en demasía, hizo que te molestaras en un segundo. "Pensar". Como si Aomine Daiki supiera el significado de aquella pequeña palabra. Tú, en estas circunstancias, no era de los que razonaban en lo que hacían, simplemente se deja llevar por sus instintos como una bestia salvaje, libre de hacer lo que deseara sin temor a enfrentarse a las consecuencias.

 

Y en estos momentos lo que marcaba tu instinto era tener en sus brazos lo que te pertenecía. Una sonrisa dedicada a otra persona fue lo desencadenó tu naturaleza posesiva. Se supone que esa sincera sonrisa, esa expresión feliz solo podía pertenecerte a ti, y aun así Kise Ryôta tuvo la osadía de mostrársela a alguien más. Qué imprudencia, qué blasfemia. Tendrías que castigarlo por ello.

 

Cuando le viste solo no fue difícil dominarlo, un simple apretón en la muñeca fue suficiente para hacerlo sucumbir a tu presencia. Lo guiaste al solitario departamento y lo arrojaste a la cama con brusquedad. Los ojos ambarinos te vieron con desconcierto, no comprendiendo tu conducta agresiva, aun así aquella mirada fiera, llena de ira y celos comenzaban a causarle placer. Un calor repentino fue consumiéndole, haciendo que se recostara por completo y abriera las piernas en una clara invitación. Sabía de antemano lo que venía. Cuando ponías esa mirada era una advertencia de un castigo que, aun acompañado de dolor, le causaba un infinito placer. Estaba tan acostumbrado a estos arranques que ya no le daba importancia a saber qué era lo que había hecho para causarte semejante reacción.

 

Te sorprende al no encontrar temor en aquellos ojos y que, de manera sumisa como te encanta, el rubio se ofrece como una deliciosa ofrenda. El rojo en sus mejillas y el claro deseo reflejado en sus ojos era una prueba de la creciente excitación que comenzaba a invadirle. Una sonrisa depredadora apareció en tu rostro, la mirada fiera comenzó a tener un brillo travieso. "Desnúdate", ordenas aun al borde de la cama, relamiéndote los labios al ver como Kise obedecía de inmediato, al mismo tiempo que tú también comenzabas a desnudarte con lentitud, sus ojos jamás se movieron de la vista que tenía enfrente.

 

Los movimientos ansiosos y torpes te causaban gracia, provocándote aún más. Observaste con detenimiento como a cada segundo la piel blanca comenzaba a estar completamente expuesta. Definitivamente, no había ser más perfecto para ti que Kise Ryôta. Un ser capaz de saciar hasta el más primitivo de tus deseos, alguien que le gustaba ser dominado por una "bestia" como tú y que podía perdonar hasta el más grande de tus errores para luego regalarte la más deslumbrante de las sonrisas y tranquilizarte con un suave: "Todo está bien. Yo siempre estaré con Aominecchi".

 

Una vez desnudos te subiste sobre su cuerpo, aplastándolo un poco con el tuyo pero procurando no dejar caer todo tu peso. Le exigiste un demandante beso, mostrando tu dominio en aquel ósculo. Kise te permitió hacer a tu antojo, siempre anhelaba tu toque, fuese rudo o delicado adoraba que lo tocaras una y otra vez. Te acomodaste entre sus piernas y entraste en él sin preparación alguna, te deleitaste por el desgarrador grito, una combinación perfecta de dolor y placer. No tenías tiempo de prepararlo necesitabas hacerle tuyo de nuevo. Recordarle que cada gesto te pertenecía y que no debía andarlos mostrando con alguien más.

 

Vaya que tienes unos celos enormes. Aun así creo que es comprensible. Jamás te habías imaginado que el estar enamorado era una de las sensaciones más hermosas que habrás de vivir en tu vida pero al mismo tiempo el temor entraba en el paquete. Aquel temor de que te abandone, que deje de amarte y se interese por otro. No, señor. Kise te pertenecía y si lo querían tendrían que matarte primero. Con aquella idea rondando tu cabeza comenzaste a moverte de manera frenética y desesperada, enterrando tus dedos en la cintura del rubio, de seguro a la mañana siguiente le quedarían moretones.

 

Él se arqueaba y retorcía en la cama, jalando las sabanas y gimiendo con fuerza. El placer le abrumaba y lo único que podía hacer era mover las caderas de manera provocativa, incitando aún más a tu bestia interna llena de deseo. Fueron pocas las horas en las que durmieron y muchas en las que recorriste su cuerpo con tus labios, tus manos y tu lengua. Lo poseíste de nuevo. Una y otra vez. No había palabras, sólo gemidos y roncos gruñidos. Mordiste sus hombros y cuello, incluso te atreviste a nalguearle con tu pesada mano.

 

Oh, adoraste aquella acción, ya que Kise se vino con la primera nalgada. Tu sonrisa se amplió ante aquel descubrimiento, ni en tus más locos sueños habrías visto a Kise rogar por otro pequeño golpe en su redondeado trasero. Te deleitaste con sus gritos, gemidos y suspiros pesados. Una y otra vez.

 

-Eres mío Ryôta. —Sentenciaste, susurrándole en el oído. Ahora lo tenías en posición de cuatro, obligándole a mantener las caderas levantadas para que así tus estocadas fueran más profundas. El rubio tembló ante tu voz, no por miedo, sino por el placer que le recorrió cada nervio al percibir el dominio en ella. —Sólo yo puedo ver tus sonrisas, tus sonrojos… todo, todo lo que tú eres y expresas… es mío. No vuelvas a compartirlo con nadie. —Se desconcertó por aquella orden, no comprendía que querías decir con eso, pero de todos modos asintió. No por sentirse forzado sino porque adoraba ser completamente tuyo y aún no lograba comprender el temor que siempre te embargaba.

 

-Y tú eres mío, Daiki. Sólo mío… ¿verdad? —Giró su rostro para que vieras la mirada anhelante que tenía. Sonreíste y te acercaste a darle un beso suave, el primero de toda la noche. Ahora comprendías que Kise estaba tan asustado de perderte como tú lo estabas.

 

-Sólo tuyo. Te amo, Ryôta. —Pocas eran las veces en las que le decías aquellas cortas palabras, muy contadas de hecho, pero siempre que lo hacías las pronunciabas con tanto sentimiento, con tanto deseo que… no sabría cómo explicar lo que pasaba con el rubio en esos momentos. Sólo podría decir que sus ojos brillaban como dos pedazos de sol, que su sonrisa se hace más y más hermosa, que la alegría que le rodeaba es palpable y, sobretodo, que te ve con un océano de sentimientos arremolinados en sus ojos.

 

-Yo también te amo, Daiki. —Responde con voz quebrada. También amas eso de él. Cada que te le confiesas él llora de la emoción. Siempre actuando como si fuera la primera vez que se lo dices cuando bien sabemos que se repite, no siempre, pero procuras decírselo de vez en cuando, ya que eres más de acciones que de palabras.

 

Y hablando de acciones… Terminas toda la escena “cursi” para salir y volver a entrar en su estrecho interior. No importaba cuantas veces le tomaras siempre te sorprendía lo apretado que se sentía su interior, volviéndote loco, llenándote de infinito deseo por más.

 

Una y otra vez. Hasta que llegara el cansancio. Lo bueno es que los dos tenían mañana el día libre, así que podían darse el lujo de despertarse tarde. Porque a pesar de lo bueno que era el sexo lo que venía después era mucho mejor. Se abrazaban y daban besos suaves. Se miraban como lo que son, dos tórtolos enamorados, por más que lo niegues Aomine. Sabes que lo haces.

 

 

Una y otra vez.

 

 

Cada que despiertas y ves sus ojos te enamoras de nuevo.

 

 

Un ciclo que no quieres romper y que está bien. El amor verdadero sólo llega una vez a nuestra puerta. Y son pocas las ocasiones en las que se nos brinda una segunda oportunidad. Idiota quien no la aprovecha pero tú… tú fuiste el menos idiota en aquel tiempo, donde dejaste atrás tu terquedad y estúpido orgullo para permitir que tus sentimientos tomaran lo que más deseaban. Un ser solo para ti.

 

Kise Ryôta. A quien pediste se te confesara de nuevo. Para poder amarlo una y otra vez.

Notas finales:

Espero sea de su agrado. Es la primera vez que escribo de esta forma.

 

Espero sus criticas, tomatazos y demás XD

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).