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Lija y terciopelo. por Oblivion

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Notas del capitulo:

El resumen un asco, lo siento.

Advertencias: Serie de viñetas con relación entre sí pero no en orden cronológico. El rating quizás varíe con la progresión de la historía. 

 

 

Las mejillas del pequeño se hincharon para luego tornarse levemente rojizas. Estaba indignado. Miró con aplomo a su compañero, le había estado molestando toda la tarde, incluso le había perseguido sin darle ni un solo minuto de alivio.
Frunció su pequeña naricita en un gesto de enfado que solo logró ser encantador y arqueó aquellas prominentes cejas, le sacó la lengua para después aventarle con decisión aquella piedra que había estado sosteniendo en la mano durante largo rato.
Vio como su intento de niñera, Francis, caía al suelo de espaldas. Sonrió, por fin había logrado asestarle un golpe certero. El mayor se llevó una mano a la cabeza, justo en su frente, donde apareció al instante un chichón.
-Bien si no me crees cuando te digo que tu pelo es horrible y necesitamos hacer algo con él allá tú.
Argumentó frustrado, el pequeño solo agachó la mirada. Pronto un puchero tembloroso se apoderó de sus labios, unos hoyuelos fueron salpicados por su mentón, y aquellos redondos ojos verdes se vieron opacados por el brillo inconfundible de llanto.
Francis se acercó a él, le preocupó aquel estallido tan sensiblero de Inglaterra, que en aquel instante solo berreaba a pleno pulmón. Con las mejillas arreboladas y mojadas, sus ojos fuertemente apretados y sus finos labios fruncidos.
Francia comenzó a desesperarse, Arthur llevaba una hora llorando sin parar. Había intentado de todo. Pero el pequeño solo le retiraba con las manitos, alejándole de él. Le había alagado, le había prometido un traje nuevo, una comida en su honor, y un sinfín de cosas, pero el crío no paraba. Empezó a asustarse; estaba tan rojo que creía que en cualquier momento se ahogaría con sus propias lágrimas.
-¡Francis, Francis! ¡Eh!
-¿España?
Francia dejó de prestar atención por un momento al berrinche de Inglaterra, que seguía ahí sentado sobre el verde pasto pataleando y gimoteando sin darse una tregua, y observó como España corría hacía él. Parecía traer algo en aquella cesta de mimbre.
-¿Has visto? ¡Los primeros tomates de la cosecha!
Francis miró la cesta con curiosidad, allí estaban; rojos y brillantes. Al parecer la cosecha había sido buena para España, esperaba que pudiera decir lo mismo de la suya. De repente sus ojos azules centellearon, ¿Escuchaba bien?, Silencio. Echó un vistazo hacía atrás, donde ahora Arthur yacía erguido, agarrado a su capa y mirando curiosamente a Antonio.
-¿Y este quién es?
Antonio acercó su cara a la del pequeño, invadiendo su espacio vital, casi podían rozarse las narices para disgusto del chiquillo. Pero éste no se retiró, le contempló de cerca; tenía una sonrisa amplia, y pequeños restos de tomate por ella y sus mejillas, unos ojos verdes vibrantes y curiosos, quizás se parecían a los de él en ese momento, y un cabello castaño desordenado. Estaba bastante desaliñado si lo comparaba con Francis.
- Es Inglaterra. Por fin se ha callado.
Dijo mientras se llevaba una mano al pecho teatralmente.
-¿Qué le pasa? ¿Está enfermo? Yo le veo bastante paliducho Francis.
Arthur frunció el ceño y se escondió en la capa de Francia, envolviéndose en ella sin consentimiento alguno. Francia bufó ante aquel acto, la capa le oprimía el cuello, dio un leve tirón para que Arthur le soltara. El niño salió a regañadientes.
-No, solo lloraba porque le molesté con su pelo.-Dijo con las manos apoyadas sobre sus caderas.- Pero es un salvaje, ¿Mira mi frente?
- Yo no le veo peligroso.
Habló mientras se posicionaba de cuclillas para observar a Arthur mejor. El pequeño le miró ofendido.
-I´m not a dog stupid.
-¿Qué ha dicho de un reloj?
-No sé, ni idea. Habla bastante raro. No estoy acostumbrado.
-¿Quieres un tomate?
Inglaterra le miró con desconfianza, aquel niño le parecía extraño, y que fuera amigo de Francis no le ayudaba a decidirse. El tomate estaba justo frente a él, solo tenía que mover su brazo y alcanzarlo. Lo hizo lentamente, como si Antonio le fuera a morder, en cuanto lo tuvo lo miró curioso. No comió ninguno antes, no sabía cual podría ser su sabor. Abrió la boca y dio el primer mordisco; suave, blandito y un poco ácido. No le desagradó del todo.
-¡Eh! Parece que le gusta Francis. ¿Crees que podré aficionarle?
- Lo dudo, ya tiene aficiones bastante raras.
España enarcó una ceja y después rió. Llevó su mano hasta la mejilla de Arthur y deposito una leve caricia sintiendo toda la suavidad de aquella nívea piel, el muchachillo solo giró la cara. No le gustaba aquella confianza que se daba el moreno que pareció divertido ante sus modales ariscos.
- Oye me tengo que ir Francis, seguro que llegaré tarde para jugar con Paulo.- Dijo rascándose la cabeza.- Ya nos veremos. ¡Adiós Inglaterra!
Le vio correr, alejándose de ellos, y volvió a fruncir los labios. Otra vez aquella mueca amargada lucia sobre su rostro. No parecía agradarle que España se hubiera ido tan pronto. Una sensación tan extraña como inhóspita golpeó su pequeño corazón. Miró el tomate que aún tenía en sus manos, quería que volviera, eso era. Lo arrojó contra el suelo cabreado. Francis le miró incrédulo.
-Bloody git!
Notas finales:

¡He amado escribir de ellos siendo solo unos bebes! Me los imaginaba y ay... 

Bueno, ¿Qué os ha parecido? espero que me lo hagáis saber.  


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