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Clandestinos por PandoraBoxx

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Notas del fanfic:

 

 Los personajes que usé, son prpiedad de Oda-sensei.. sólo los tomo prestados por unos momentos y los regreso de inmediato..

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas del capitulo:

Bueno, aqui el primer episodio de este escrito...

 “Cuando el amor está prohibido el dolor se siente, el sufrimiento es añadido por que no comprenden que el amor no entiende de edades ni reglas, de razas ni sexos, los horizontes del amor son tan inmensos que a veces no hay mas remedio qué aprender a perder y aceptar sin mas lo que el corazón decida hacer…

Nach: Amor clandestino“

Pasos fuertes retumbaban haciendo eco en el interior del cuarto módico de Sanji, un joven seminarista con apenas veintiún años de edad que se encontraba en su descanso, ese permiso que se les brinda al terminar sus estudios sacerdotales en el cual, les permiten regresar a su hogar por un tiempo, dependiendo  completamente en ellos si quieren volver o no.

Sanji había vuelto apenas un par de días atrás, su regreso a esa pequeña capilla fue lo esperado, su padre —el cardenal regente en ese sitio— fue quién lo había recibido en la puerta de la misma, la iglesia ya era antigua se notaba en la fachada rustica que se caía por partes.

Un poco de nostalgia se posesionó del corazón del seminarista al ver el gran árbol en el patio y contemplar a todos los pequeños niños que jugueteaban alrededor del mismo, le recordó su infancia y por consecuencia a sus antiguos “hermanos” y también le remarcó el porque de su regreso a esa pequeña iglesia. Él tenía dos razones en particular, la primera: era su hogar y consideraba al cardenal su padre; la segunda: en ese sitio había carencias muy drásticas y pretendía ayudar ya que con tanto pequeño sin hogar más que ese, siempre hacia falta algo.

“Toc toc” se escuchó en la puerta seguido después del rechinar de la perilla, su padre estaba ahí, ya que tenía unos encargos para su hijo.

—Berenjena, debes ir…

El cardenal se interrumpió; Zeff era uno de  los altos rangos en la jerarquía anglicana, pero no se regía por las reglas que poseía la iglesia y menos cuando se trataba de sus niños, aunque su lugar original era en la catedral de la gran ciudad,  se había comportado como todo un brabucón y haciendo uso de su poder se quedó en esa pequeña capilla, no hubo poder mundano alguno que lo sacara de su terco pensamiento y de ahí que un cardenal de renombre se quedara en una  pequeña e insignificante —para algunos— iglesia.

Zeff abrió la puerta de par en par y observó a Sanji hincado, concentrado en sus rezos matutinos, mantenía sus manos juntas y en ellas un crucifijo, oraba en voz baja teniendo los ojos cerrados, el cardenal aún no estaba seguro de que su hijo estuviera hecho para el habito y menos con la personalidad que poseía, sí incluso a él le había costado estar ahí, y no era para dudarse, ni con la larga túnica en negro junto con la gargantilla en blanco que rodeaba su cuello se disminuía la fiera apariencia de ese sujeto, sus bigotes trenzados junto con su mirada penetrante terminaban de completar el cuadro que hacían de Zeff un hombre peligroso cuando se lo proponía, por eso él conocía bien las características de Sanji ya que el joven rubio era su espejo de juventud.

—Listo, perdona viejo, ¿qué necesitas? — Comentó  Sanji sacudiéndose las rodillas y encendiendo un cigarrillo.

Zeff alzó el ceño, no le gustaba que le dijeran viejo, pero por ser Sanji ya estaba más qué acostumbrado.

—Será hora del desayuno de los mocosos y hoy es miércoles, en este día de cada semana les traigo muffins de la cafetería de Zoro, quiero que vayas por ellos, te pasaré el pedido en cuanto bajes, no tardes…

Zeff se dio la vuelta dejándolo con el ceño fruncido, tenía años de no ver a sus amigos, cuatro chicos “problemas” similares a él, esa sería la primera vez en casi nueve años en verlos de nuevo, se mantenían en contacto leve gracias a cartas que se enviaban seguido, en ellas le explicaban a grandes rasgos que continuaban juntos y trabajando, que lo extrañaban y que Zoro garantizaba que le patearía el trasero en cuanto lo viera, de los cuatro jóvenes  el que menos escribía era Zoro y el que más le mandaba cartas era Luffy;   y todo esto porque a la edad de doce años Sanji tuvo que dedicarse por completo a sus estudios católicos viéndose forzado a viajar al extranjero.

—Zoro… será interesante verlo después de tanto tiempo…

 Hablaba Sanji ajustándose la corbata negra y fajándose la camisa blanca dentro del pantalón —en tono a la corbata— antes de cerrar la puerta alcanzó el chaleco con el mismo tono que las dos prendas oscuras y su gargantilla en blanco, abrochando lo ultimo llegó hasta su padre quien limpiaba las esculturas dentro del enorme lugar, ese sitio poseedor de todas las similitudes de las iglesias: frías y con muchas esculturas que parecían vigilar cada movimiento dentro de sus confines; pero para Sanji era su casa y estaba mas que acostumbrado a ello.

—Aquí tienes, trata de no tardar y sobre todo, nada de  peleas, la cafetería del perdedizo está en la esquina… ah y algo más, deja el dinero en la barra, y sal sin decir nada…

— ¿Tiene su propio establecimiento?

—Si, ha prosperado bastante, pero sigue siendo el mismo torpe de siempre.

Sanji tomó la pequeña lista en sus manos y se dirigió a la salida.

A contra esquina de la iglesia, el cantar era otro; Zoro y los chicos estaban un poco atrasados con sus preparativos para la apertura habitual y todo porque el joven dueño con la misma edad que el seminarista se había perdido; siempre era la misma historia: Zoro perdiéndose y terminando en un lugar completamente distinto a su destino,  por eso que sus tres compinches tomaran la decisión de ir por él, no obstante ese día se pasó la hora de llegada y creyendo que no irían, se quiso adelantar, diez minutos ”extras”,  les tomó encontrarlo unas calles mas al fondo de su casa.

Luffy corría de izquierda a derecha ajustando los manteles blancos de las pequeñas mesas redondas que se esparcían en el interior de la planta baja, ese era su trabajo y lo desempeñaba con su característico gran humor, ni siquiera el uniforme de pingüino le quitaba el animo, al contrario, se enorgullecida de ser parte del equipo representante de esa cafetería.

En la planta alta, Usopp se apresuraba para ajustar la sombra eléctrica que se extendía en esa bella terraza en los días que amenazaba lluvia—cómo en esa mañana gris— la desplegaban para que los clientes disfrutaran de la vista resguardados, Zoro le confiaba plenamente ese sitio, después de todo el mismo Usopp lo había diseñado y era él mismo quien lo mantenía funcionando al cien por ciento, por eso  no había problema alguno si resultaran algunos fallos o detalles nada que el ingeniero Ussop-sama no reparara.

En la entrada principal Ace lucía demasiado apresurado, barriendo a gran velocidad, limpiando las mesas y sillas exteriores, un pulpo quedaría corto con tantos brazos de ver como Ace hacia todas esas cosas al tiempo, al final de cinco minutos lo único que le faltaba era limpiar los enormes cristales enmarcados finamente con caoba tanto de ventanas como  puertas; Sanji miró desde la glorieta adornada con una fuente —establecida enfrente a la entrada de la cafetería— la algarabía en todos los sentidos, pero algo llamó su atención, ¿Dónde estaba el dueño?

Se sentó en la pequeña barda que rodeaba esa fuente y encendió un cigarrillo, tenia tiempo de no disfrutar de ese tipo de espectáculo más bien, estaba recreándose unos momentos al  ver a sus compañeros y no interrumpiría hasta tener una imagen que lo satisficiera o hasta que alguno de ellos lo divisara, todos vestían el mismo estilo de uniformes, con largos delantales en blancos, en combinación con la camisa, pantalones y chalecos en negro completaban los atuendos y en cada uno de ellos un extra, ya que cada uno tenía un estilo propio, Luffy siempre cargaba consigo un sombrero de paja y no importaba que el uniforme y  el gorro no se llevarán, simplemente no lo dejaría de lado; Ace usaba un collar hecho con esferas en rojo, ese color también contrastaba con el uniforme, pero tampoco le importaba; Usopp nunca se separaba de sus gogles, según él le ayudaban en cuestiones de reparaciones rápidas, con eso Sanji supo ver que seguían siendo los mismos idiotas con lo que antes compartía todo.

Una mueca graciosa se apoderó de su rostro al ver correr a Luffy en dirección de la salida, llevaba en sus manos un enorme trozo de pastel de chocolate y detrás suyo Zoro, quién corría tratando de detenerlo, Ace se quitó de el paso de la arrolladora persecución y Usopp se carcajeaba desde la segunda planta, esas escenas le brindaron recuerdos de la infancia que había tenido en compañía de esos chicos, suspirando se puso de pie y caminó a  la entrada  unos instantes después de que el par que correteaba regresara y se perdiera dentro de la cafetería,  Ace estaba limpiando la mesa cuando una figura varonil le estorbó.

—Disculpe joven, pero aún no abrimos —Decía sin alzar la vista y moviendo en círculos el limpiador.

—Pues ya pasan de las nueve de la mañana pecoso de porquería, ya era para que estuviese abierto.

Ace alzó la vista y ahí lo vio parado en frente, sonriendo plenamente con un cigarrillo en la mano.

—Cuanto tiempo Ace —Mencionó Sanji alzando su  mano.

Ace soltó su limpiador y eludió la mesa con el único fin de abrazarlo, lo rodeó con fuerza alzándolo al aire.

—¡¡Mucho tiempo cejudo!! ¡Maldición! ¡¡¡Te extrañé mucho!!!

Declaraba sacudiéndolo y girando con Sanji en brazos, quien  se dejó querer por uno de sus  mejores amigos, Usopp miró desde arriba y no lo creía, salió corriendo a la planta baja y se unió al festejo colgándose del cuello de Sanji e incrementando la emoción de verlo.

—¡¡¡Sanjiiiiii!!!! ¡¡Mucho tiempo de no verte!!

Ese trío reía abiertamente y festejaba, los únicos que no estaban ahí eran Luffy y Zoro.

— ¡A-alto Ace! ¡Ya bájame!

Gruñó Sanji, quien se sofocaba por el “amor” demostrado de ese par, Ace lo soltó y comenzó a  ajustarle la corbata y chaleco, Ussop se quedó abrazándolo por los hombros y palmeándole el pecho, pero ninguno de los dos, dejaba de ver la gargantilla en blanco, aunque sí disimulaban bien.

— ¿Cuánto tiempo te quedarás?—Preguntó sin soltarlo, la confianza a él nunca se había perdido, el que  no estuvieran cerca no significaba que ya no se quisieran como el grupo de chicos desastrosos que eran.

—Pues estoy en mi “descanso” aún no sé cuánto tiempo tomaré…

— ¿Te quedarás en la iglesia? —Agregó Ace muy curioso.

—Si, esa es mi casa…

—Anda, pasa…. Estoy seguro que Luffy se emocionará al verte  y Zoro, bueno, no menciones nada, ni a broma de su aspecto, después te ponemos al tanto, ¿si?

La aclaración de Ace era muy seria, más que sugerencia parecía ser una orden, Sanji no era metiche, pero por fastidiar al marimo diría lo que fuera y eso lo sabían a la perfección todos los presentes.

Juntos entraron y vieron como Karmen una pelirroja con el pelo de puntas y largo vestido estilo flamenco de prolongados holanes y colores vistosos como el rojo y rosa fucsia, hablaba seriamente con Zoro, Sanji lo miró analizándolo a detalle.

Mientras más se adentraban en el establecimiento Sanji podía mirar con detenimiento ese lugar, acogedor y muy placido, con aroma a café predominando y aperitivos dulces, mesas forradas en blancos manteles, la cristalería bien acomodada en cada mesa, la barra hasta el fondo era la que funcionaba como despachador, la caja registradora también era visible en ese lugar, además de varios molinos de café e incontables —por el momento —cafeteras inmensas.

Después de curiosear el sitio se fijó en Zoro, había embarnecido al igual que todos sus amigos, Luffy se mantenía fuera de panorama y por mas vistazos que dio no logró verlo; un taconazo de la pelirroja lo obligó a regresar la vista a esa pareja, separada por escasos centímetros de distancia, el mandil del propietario cubría el pantalón negro hasta la rodilla, dejando a la vista el chaleco en “v” de Zoro y la camisa blanca debajo del mismo, ahora usaba anteojos quizás su vista se cansaba más al usar sólo su ojo derecho, el izquierdo se mantenía cerrado debajo de una larga cicatriz, pero su mirar era triste y vacío, ¿algo pasaba con el marimo? No era igual que antes, eso le causó un escalofrío al seminarista, pero se mantuvo sereno caminando en compañía de los chicos.

 En la pared de fondo observó varios cuadros enmarcados; entre todos ellos  se encontraban muchos con fotografías de Zoro y una joven de cabello rosa en distintos sitios y también varias en distintas facetas de ellos cuando eran niños, una de ellas mostrando a un Luffy con el brazo enyesado y a los demás luciendo un ojo morado y muy inflamado y todo porque el moreno intento trepar un árbol y gracias a la gravedad calló,  el ojo morado se debió a que todos habían sido castigados por Garp, el abuelo de Luffy.

— ¡Recuerdo está! Ese viejo nos reprendió a todos por igual. —Declaró Sanji apuntando la fotografía enmarcada en color azul cielo.

—Sin contar que después el tuyo nos castigó con leer la biblia por más de tres horas. —Respondió Ace limpiando una leve mancha en la barra.

Los tres se carcajearon a pulmón abierto; era cierto que después de que todos fueron adoptados seguían siendo unidos, asistían a la misma escuela e incluso, había días en que dormían todos en las casas de los otros, dato curioso era que los nuevos padres se encargaban de los recién integrados a su familia, pero también se adjudicaban al resto, ejemplo: Luffy y Ace quienes sí eran hermanos  fueron adoptados por Garp un oficial de la marina con alto rango, pero cuando llegaban sus dos hijos acompañados del resto de la parvada cuidaban de todos como si fueran propios; en el caso de Usopp, Shanks era su guardián y en el de Zoro, Koshiro era su protector.

Las sonoras risas llamarón la atención de Zoro quien continuaba discutiendo con Karmen a la entrada de la cocina, miró en dirección del las risas y de inmediato notó a Sanji, un estrujón en su estomago lo hicieron titubear en acercarse o no.

—Espera… no tardo...

Zoro caminó dejando a la pelirroja cruzada de brazos, no creía lo que veía Sanji estaba ahí y lucía de lo mas normal, eso le agradó mucho ya que a él nunca le gustó la idea de que el rubio se convirtiera en sacerdote. Él no creía en Dios desde que tenia uso de consciencia y todo por que siempre había tenido que luchar por todo lo que quería y sin importarle que estuviese siendo cuidado en un orfanato católico dejaba en claro que sus creencias no tenían nada que ver con el sitio ni la crianza que le impartían en ese lugar, para suerte suya, el cardenal era persona muy paciente y consideraba una fortuna tener un pequeño renuente;  todos ellos eran de la misma camada de niños que habían vivido en la iglesia y de todos ellos él era único que había sido adoptado por un empresario de renombre mundial.

A pesar de que Sanji era un seminarista y de que luchara lo mas que pudiera contra su instinto nato, ese que se dio cuenta que poseía desde el orfanato, terminó por sucumbir, primero únicamente mirando de lejos a Karmen, pero después comenzó a caminar pasando de lado, ignorando a Zoro quien fue completamente omitido y todo porque el rubio estaba en camino a la pelirroja que molesta, aguardaba por Zoro.

— ¡Un bello ángel ha caído a este sitio! Gloriosos los ojos que se deleitan con semejante belleza…

Los chicos no creían lo que miraban y sus muecas lo demostraban; Ace con ambas cejas en alto y sonrisa burlona; Usopp escupiendo ya que su carcajada estaba siendo contenida y Zoro mirando seca y fríamente; un seminarista,  a un paso de ser sacerdote estaba coqueteando con una mujer, eso era digno de llamarse blasfemia, pero para ellos simplemente se trataba de la rutina de Sanji.

Karmen estaba enfadada si, pero lo estaba con Zoro, para rechazar el toque caballeroso del rubio extendió su abanico e intentó regresar a la cocina, no obstante el joven terco  con movimientos graciosos le estorbaba en su paso mientras continuaba con el intento de alcanzar su mano y, cuando casi lo conseguía, un portazo que esquivó la pelirroja  derribó a Sanji al piso dejándolo tirado, Luffy le cayó encima, cuando se observaron no necesitaron de palabras, con las sonrisas infantiles se dieron la bienvenida y las gracias, respectivamente, juntos comenzaron a reírse como locos, ese par era demasiado unido y no había nada que les gustase mas que estar juntos, bueno, excepto estar en compañía de los demás.

La sonrisa de Luffy era justo como Sanji la recordaba, plena y demostrando mucha confianza en todo, en lugar de enfadarse se incorporó hasta quedar sentado con Luffy en medio de sus piernas hincado.

—Shishishi, lo siento. —Aclaraba el último rascándose la cabeza.

—No importa… —Respondía Sanji ajustándole el chaleco.

Ace ayudó a su hermano a ponerse de pie y Usopp hizo lo  mismo con Sanji, al momento de incorporarse por completo, Zoro sin quererlo desató la bomba.

—Entonces ¿Qué esperas? Será  mejor que regreses a la cocina, hoy es miércoles y justo a esta hora se debe entregar un pedido importante.

El tono de voz de Zoro no dejó camino abierto a diálogos, pero Karmen estaba enfadada por lo que no aceptaría ese tipo de sugerencias tan fácilmente y para suerte suya, Sanji se encontraba en ese instante ahí.

— ¿Se puede saber que demonios estas diciendo  marimo altanero y grosero?

—Nada que te interese cejudo ridículo…

Para Sanji el modo de hablarle a una mujer y el modo en que la tratara valdría mas que cualquier palabra, él aún conservaba ese comportamiento caballeroso de ser, el ademán en que abría la puerta para el paso de las damas, dejarle el asiento a una pequeña cuando no había otro, ayudarle con objetos pesados, etc…  él insistía desde pequeño en cuidar de las mujeres, de todas por igual, cosa que  sus  hermanos no entendían, pero no le recriminaban nada, en el fondo sabían que sería gastar palabras en balde…

 Por eso de que se molestara con el tono de voz hacia la pelirroja, siendo esto el inicio de una pelea entre ese par, ese era justo el modo en que se entendían desde que eran niños, con peleas, mismas que los otros chicos ya conocían y sabiendo bien lo que se avecinaba, atinaron a quitar todo lo que estorbara en un próximo remolino de patadas y golpes.

Los chicos pensaron que al haber estado internado en un sitio en donde únicamente se interesaba en la paz hacia el mundo y en que se egresaran los siguientes sacerdotes, Sanji habría perdido su grandiosa habilidad de pelea, porque cada uno de ellos era excelente combatiente, que no necesitaran demostrarlo era una historia completamente distinta, más con la primer patada del seminarista se percataron de que nada en él había cambiado, bueno, si había embarnecido un poco al igual que ellos y su cabello ahora estaba cubriendo su ojo derecho además de que su característico rizo ahora estaba al iniciar su ceja, pero esos eran cambios menores que no alteraban nada en el rubio.

Para Zoro el pelear con él era reconfortante, ya que con Sanji  expresar sus sentimientos sin necesidad de palabras, diez minutos pasaron poniéndose al tanto en sus acciones —golpeándose— hasta que el golpe final por parte de cada uno puso fin a esa pequeña conversación, una patada del seminarista se estampó en el rostro de Zoro, quien al mismo tiempo estrelló su puño en la cara de rubio, ambos terminaron sentados en el piso exhaustos y tratando de retomar el aliento.

—Sigues siendo una mierda al pelear con las manos limpias, idiota…

—Y tú sigues usando tus pataditas sabiendo que no sirven de nada, imbécil…

Suspirando y agitados se tendieron la mano mutuamente para ponerse de pie, con esa pequeña “pelea” se habían contado muchas cosas, pero no respondía a la pregunta que merodeaba en la mente de Sanji, ¿Qué te pasó para que estés tan triste? Y justo cuando pensaba en meterse donde no le llaman, una figura vestida con sotana y bigotes trenzados se posó en la puerta.

—¡¡Se supone que  no te tardarías!!

—Argh… el viejo…

Los chicos borraron las sonrisas de sus rostros y dieron un par de pasos atrás, según ellos comenzaron a ordenar el desastre previo ignorando esa fiera presencia vestida de sacerdote.

—Berenjena ya se pasó la hora del desayuno de los pequeños… y tú —Señaló a Zoro— Si tienes establecimiento deberías de atender como es debido, ya sabes que es miércoles y los niños esperan sus desayunos…

Él era el único ser en la tierra que podía intervenir en una pelea de esos dos y salir bien librado, ambos le tenían mucho respeto rozando con miedo; Karmen ya tenia tiempo trabajando en “Le Caffe Gourmett” por lo que ese pedido ya lo conocía muy bien, desde que Zoro le mencionó de la orden importante se dedicó a prepararlo  y ya lo tenía listo, únicamente faltaba empacarlo.

—Ya lo sé… —Respondió Zoro ajustándose el chaleco y sacudiendo el mandil —Estaba saldando cuentas pendientes…

— ¿Cuáles cuentas, idiota? —Le interrumpió Sanji doblando sus mangas y fajando su camisa.

—No tienen nada que ver contigo, aquí tienes tu orden, ahora  vete…

—Yo hago lo que quiera cuando quiera, tú no eres nadie para darme órdenes, musgo andante.

—¡¡Basta los dos!! En otra ocasión terminan de charlar, Sanji, los niños aguardan toma el pedido y lárgate.

Esa orden fue completa e irrevocable, Sanji tomó el pedido de manos de Zoro y viendo directamente a sus ojos le dedicó una sonrisa abierta y amistosa, una que decía “Me alegra haber regresado”, Zoro correspondió a esa mueca con una muy tenue risa, no importaba que tratara de fingirla, simplemente la tristeza le ganaba.

Sanji salió  sin mirar atrás cargando la bolsa, dejando a los demás con la interrogante de ¿Cuándo lo volverían a ver? Pero Zeff no era mala persona y viendo las caras tristes de todos, bueno exceptuando a Karmen quien continuaba molesta, dijo algo que les regresaría de súbito el buen humor, mismo que necesitarían ya que era hora de comenzar con el ajetreo diario en la cafetería.

—Prepara una tarta de chocolate con mandarinas, a las nueve justamente enviaré por ella, y espero, —Hizo una pausa mirándolos a todos. — Que no se tarde mas de una hora en entregarla, a las diez meriendo para después dormir.

—Esa… ¿la aceptaría como cortesía por parte de todos nosotros? —Preguntó Zoro mirándolo directamente.

Zeff suspiró, no le agradaban las caridades —extraño para una persona que dirigía una iglesia ya que muchos feligreses se empeñaban a ayudar económicamente a la pequeña capilla— por eso se empeñaba en pagar el pedido aún cuando Zoro se negaba a tomar el dinero, el cardenal tomó la decisión de dejar el pago en la mesa, de ahí la advertencia de dejar el dinero en la barra, todos los que trabajaban en esa cafetería seguían apreciándolo, y en muchas ocasiones todos tomaban la decisión de llevar ropa y utensilios de primera necesidad al orfanato; con las miradas encima de sus allegados, al cardenal no  le quedó de otra opción que aceptar la cortesía.

Dedicando mirandas momentáneas a cada uno asintió, las sonrisas que provocó le causaron un hormigueo en el cuerpo, ignorando completamente esas emociones salió dejando a los curiosos viéndolos dirigirse a la iglesia, Sanji esperaba por su padre en la acera de enfrente.

—Es bueno verlo de nuevo, ¿no lo crees?—Preguntó Ace al tiempo de limpiar el cristal de la ventana.

—Da igual… —Respondió fríamente Zoro sin dejar de ver al cardenal y el seminarista caminar juntos. No tenia caso que lo negara, con ver a Sanji todas sus emociones hacia él habían regresado, pero… ¡No! Negó con un movimiento de cabeza.

— ¿No?—Recalcó el pecoso mirándolo pícaramente.

— ¿Qué demonios estás haciendo? ¡Termina tu trabajo! —Gritó Zoro con un leve rubor en las mejillas.

— ¿Por qué siempre tengo que ser yo quien barra las hojas?

—Porque para eso te pago.

—Eso  no te da derecho…

Sanji miraba desde la otra esquina como los dos chicos discutían, era bueno haber regresado a casa ahora tenia que pensar muy bien si regresar después de su descanso o quedarse con ese grupo de chicos, esa decisión era para pensarse y así lo hizo por el resto del día, hasta que llegó el momento de ir a recoger la tarta que Zeff había recibido como regalo.

—Ya sabes que yo meriendo a las diez… me imagino que con una hora tendrás para despejar tu mente por un momento…

—Tardaré menos, viejo…

Hay estaba de nuevo esa palabra, sin darle tiempo a responder, Sanji se dirigió a la salida para después cruzar la calle, a esa hora la cafetería estaba por cerrar por lo que lenta, pero segura se comenzaba a desalojar, el gentío no le agradaba mucho, así que encendiendo uno de sus cigarrillos se sentó en la misma barda de en la mañana y observó.

Le agradó mucho ver la iluminación tenue en ese lugar, la terraza lucía muy romántica con las tiras de luces artificiales, la farola de la esquina les brindaba una escasa luz propicia para el cortejo a las parejas que disfrutaban de sus bebidas en las mesas de la acera y, dentro del lugar, los pocos candelabros en lo alto alumbraban sutilmente.  Todo ese sitio estaba hecho para declaraciones románticas, reconciliaciones y citas placenteras, o cuando menos eso le parecía.

Un cuarto de hora perdió esperando que se vaciara un poco, finalmente vio la oportunidad y comenzó con el trayecto hasta la entrada, desde ese punto escuchó y observó algo que le ayudaría con sus objetivos y que al mismo tiempo, le beneficiaria anímicamente.

—¡¡Tienes que estar bromeando!! ¡Cuando menos dame tiempo de buscar tu remplazo!...

Gritaba Zoro al esquivar objetos distintos lanzados desde la cocina, Ace miraba atento recargado en  una de las mesas paralelas a la puerta abierta desde donde veía los proyectiles lanzados al dueño.

—Esto no es nada bueno, ¿cierto? — Preguntaba Usopp bajando las escaleras a un costado de Ace.

—Para nada —Respondía.

—Pero no puedes… oye vamos…¡¡Maldita sea!! —Gritaba el joven dependiente cubriéndose con una charola plateada mirando a sus compañeros. Instantes después se terminó el ataque con un azotón  proveniente de la puerta trasera del establecimiento, Zoro suspiró para después dar la mala noticia.

—Karmen acaba de renunciar…

Los chicos guardaron silencio pensaban en lo que venia, cuando Luffy salía lamiéndose los dedos, limpiando el chocolate, de inmediato supieron lo que había pasado, el chico glotón se había jambado el ultimo trabajo de Karmen que era la torta para Zeff, Ace su cubrió la frente mientras movía su cabeza en negación, Usopp ahorcaba a Luffy acusándolo de no darle ni una sola rebanada del postre y Zoro entró a la cocina a ver el daño echó.

Usopp soltó el cuello de Luffy cuando Zoro regresó a la barra.

—Quizás alguno de ustedes pueda cubrir su lugar, después de todo, es la cocina, no puede ser tan difícil…

—¡¡ ¿Qué no es difícil?!!

El grito desde la puerta abierta llamó la atención de los presentes, Sanji estaba muy atento a todo. Entendía lo que Zoro trataba de decir, pero que tomaran la cocina a la ligera le molestaba y mucho.

—No me hagas reír árbol andante, la cocina tiene que ser respetada de lo contrario te masticará y te vomitará. —Declaraba Sanji fumando y reclamando.

Zoro no creía su suerte, ¿En verdad ya se había terminado el día? Pensaba sin dejar de mirar al rubio.

—Hoy no ha sido un buen día —Alegaba el propietario frotando sus sienes.

—Y vaya que no.

La sonrisa satisfecha de Sanji le mostró que tenia la solución al problema en el que estaban metidos, ya de antemano el seminarista sabía que no habría modo alguno de que cumplieran con el pedido así que, en lugar de recordarles la orden, les hizo una pregunta que ayudaría a esclarecer dudas.

—Entonces, ¿Te molestaría si yo preparo el postre de mi padre?

— ¿Continuaste con tus estudios culinarios? —Pregunto tímidamente Ace.

—Claro que si, es mi pasión después de todo… ¿Qué dices? ¿Puedo?

Una mirada provocativa acompaño esas preguntas, a la cual Zoro no pudo contenerse, asintió y le permitió el acceso a la cocina.

¡Vaya desastre que la pelirroja había dejado en verdad que estaba enfadada!; harina regada por todas partes, trastes fuera de lugar y adornando el suelo, pero lo que a Sanji le molestó fue el desperdicio de comida, huevos estrellados en el piso: chocolate, azúcar, mantequilla, leche y demás estaban mezclados y a esas alturas no se podía rescatar nada; los chicos vieron el desdén en el rostro del rubio y acertaron en el mismo tema, rápidamente comenzaron con la limpieza mientras Sanji presumía de sus artes culinarias, en lo que la tarta se horneaba él también ayudaba a limpiar después de todo, quería disfrutar del mayor tiempo posible con sus hermanos.

Media hora justamente tardó en preparar el mismo postre que Karmen había dejado, pero para el olfato catador de Luffy, esa era mucho  mejor. Costó trabajo evitar que terminara por devorarla igual que la anterior, un coscorrón de su hermano le sustituyó esa idea con un chichón.

—Prefecto, entonces chicos, tengo que llevarle esto al viejo antes de que se haga mas tarde, nos veremos en otro momento, ¿si?

Alegaba al caminar en dirección de la puerta con la torta ya empacada, los chicos se quedaron cuchicheando hablando con Zoro.

—Debes decirle, es la mejor opción que tenemos.

—Anda Zoro, no lo dejes que se vaya.

—Piénsalo, ¿Cuánto tiempo te tardaras en conseguir otro cocinero? Además ya escuchaste a Luffy, su postre fue mejor.

— ¡Bien, ya!— Gritó Zoro al momento de salir corriendo en dirección de Sanji.

El rubio ya estaba en la glorieta cuando el grito de Zoro lo detuvo, mirando en su dirección esperó por el comerciante.

— ¿Qué pasa? —Preguntó curioso al verlo cruzar la calle.

—Necesitamos de tu ayuda, cuando  menos hasta que consiga un remplazo… necesitamos que trabajes con nosotros como cocinero, Karmen se fue y por lo que todos vimos no piensa regresar, no tengo a nadie más, los idiotas esos —Señaló a los chicos que miraban desde la puerta— Sólo sirven en la cocina cuando se trata de comer, claro que tu salario será bueno y puedes llevarles postres y desayunos a los niños las veces que quieras... ¿Qué dices?

La desesperación de Zoro era mas que evidente, mira que golpear el punto débil de Sanji era bajo incluso para él, pero para el seminarista era la opción perfecta, de esa manera aportaría en la iglesia con lo que los pequeños necesitaran y estaría con sus compañeros justo como cuando eran niños, sin contar con el extra de que cocinaría, esa era la pasión de Sanji que rebasaba incluso el ser sacerdote, pero por una promesa se mantenía firme a ser hombre de religión.

—Tengo permiso de un año… pero necesito un mes menos para alistar las cosas necesarias, te podre ayudar  por aproximadamente diez meses…

—Tiempo suficiente para conseguir a alguien más….

— ¡Bien!

Con esa palabra y un saludo fuerte de manos cerraron el trato, desde el día venidero Sanji se uniría al equipo de trabajo de “Le Caffe Gourmet”, más que nada, estaría con ellos por todo el día. Eso le causaba euforia que a duras penas lograba disimular, pero en su rostro se dejaba ver que quizás al cardenal no le agradara esa situación y Zoro supo discernir eso, en esa cuestión, Sanji tendría que lidiar solo con su padre.

—No lo olvides, entras a las nueve y este es mi numero de teléfono para que avises si irás o no.

Extendió su mano entregándole un pequeño trozo de papel con el numero de su móvil, Sanji sintiendo lo tomó y guardo en el bolsillo de su chaleco y justo en ese instante, Zoro pudo divisar la tira blanca en su cuello, apretó fuertemente sus ojos y suspiró.

—Más tarde te mando un mensaje, ahora debo ir a llevar esto, el viejo se puede enfadar si  me tardo.

El joven empresario se quedó viendo la silueta de Sanji cruzando la calle para después perderse al doblar la esquina, no había cambiado en su decisión de ser clérigo y eso le molestaba. Girando y con un movimiento afirmativo de su cabeza les indicó que él había aceptado, pero al cruzar la calle y explicarles se dieron cuenta de que faltaba que Zeff dijera que si,  todos conocían lo estricto que era el cardenal, pero también sabían lo terco que era Sanji, esa seria una batalla de titanes y lo entendían a la perfección, aunque el rostro del propietario  mostraba la confianza en que el seminarista sí iría y esa sensación era muy notoria.

En la iglesia, Sanji llegó hasta la cocina y ahí lo esperaba su padre, preparando café para su hijo y té para él; el rubio dejó la tarta en la mesa y comenzó a alistar los cubiertos y demás, juntos se sentaron a disfrutar del postre y las bebidas, Sanji sin dudas le dejó saber la noticia.

—Desde mañana empiezo a trabajar en la cafetería… —Comentó dando un leve sorbo a su taza de café.

Zeff le clavó la mirada, pero lejos de enfadarse, continúo con la conversación.

— ¿Entraras a las nueve, cierto?

—Si, igual que los demás.

—Bueno… que no se te olvide que tienes que dejar tus labores cumplidas, el almuerzo de los niños sobre todo, de lo demás me encargo yo.

— ¡¿Qué?!

—Lo que escuchaste, no pensaste que por conseguir empleo tus obligaciones aquí serian omitidas, ¿o si?

—Claro que no.

Continuaron con la charla amena hasta que se terminaron sus bebidas, para después marcharse cada uno a sus aposentos, Sanji se fue más que contento al saber que al día siguiente comenzaría un nuevo capitulo en su vida, pero sobre todo porque  de nuevo estaría cerca de sus compañeros, la emoción le recordó que tenía que enviar mensaje al perdedizo. Sacó su móvil y comenzó a teclear, cuando el mensaje estuvo hecho buscó en su bolsillo frontal el trozo de papel en el que estaba anotado el numero de móvil del marimo, anotó,  oprimió “Send” y puso su móvil bocabajo en el buro para después quedarse viendo fijamente al techo con los brazos cruzados sosteniendo su cabeza.

Para Zoro recibir ese mensaje le causó un alboroto de estomago peor que cuando recibió la noticia de que se casaría, pero ese era otro cantar, de eso ya hacia dos años atrás; ese mensaje lo compartió de inmediato con los demás y todos con la alegría reflejada en sus rostros se fueron a descansar, al día siguiente las cosas serian distintas a la rutina diaria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Trataré de actualizar seguido, perola verdad lo dudo mucho... aún así no las dejaré con la duda, eso lo garantizo... os vemos!


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