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Secretos por estheyaoista

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2.- Preocupaciones

-Le conté que yo...bueno pues, que a mí, a mí me gustan los hombres.

-¿Qué a ti qué?

Wolfram miró a su madre, sus ojos eran inexpresivos, al menos no le demostraban lo decepcionada que se encontraba de él, quizás era mejor eso a verla sin alguna expresión en su rostro.

-El, a él no le pareció una idea tan bien tomada por lo que, me golpeó.

-Pero mi  niño ¿Desde cuándo a ti te gustan los hombres?

-Desde siempre Nana, perdón si te decepciono pero, desde siempre he sentido atracción por los chicos, claro que también me gustan las chicas pero, es diferente… Yo, perdón por ser una vergüenza de la familia, madre.

La mujer de cabellos rubios se levantó de su puesto y caminó hacia su hijo, aun sin expresión en su rostro, Wolfram miro triste a su madre, se esperaba aquella bofetada en su mejilla y en su corazón. Meiko miraba preocupada por lo que iría a hacer Cecile, pero grande fue la sorpresa de ambos cuando se arrodillo y abrazó a su hijo con todas las fuerzas que tenía.

-Madre.

-A mí no me importa si te gustan los hombres o las mujeres, sigues siendo mi hijo y el orgullo de mi familia, sigues siendo una persona y sobre todo, un hombre…Te amo como eres, hijo, y no permitiré que nadie se burle de tus inclinaciones sexuales por nada del mundo, eres así y así serás siempre.

-Gracias, madre. Te amo.

-Tengo que hablar con Adalberto, no se pueden quedar las cosas así.

-No, te dije que no te preocuparas por eso, madre, él ya fue sancionado por la rectora.

-¿Pero estás seguro que no te molestará nunca más?

-El futuro es incierto, puede que lo haga, pero si lo vuelve a hacer, sabré defenderme como es debido, esta vez me tomó desprevenido, Madre.

Cecile miró a su hijo, esperaba que esas palabras se convirtieran en un hecho y no se las llevara el viento, se levantó y acarició sus cabellos para luego volver a su puesto y mirarlo con una sonrisa dibujada en su rostro.

-¿Y?

-¿Y qué?—Cuestionó Wolfram un tanto nervioso de lo que le iría a preguntar su madre.

-¿Te gusta algún chico?

-¡Madre!

-¿Pero qué tiene de malo que te pregunte al respecto?—Escuchó la risa de su Nana y se avergonzó un poco.

-Es que no estoy acostumbrado, además—Miró a Meiko y está supo porque no quería hablar del tema.

-Si es por mí, no te preocupes mi niño, estos temas no me importan la verdad, es más, tengo un nieto que incluso vive con su pareja, mi hija se lo ha tomado igual que tu madre, no debes de preocuparte por mí—Le dio una sonrisa sincera y el chico se apenó un poco por lo dicho de parte de su Nana.

-¿Entonces me vas a responder mi pregunta?

Wolfram agachó su cabeza avergonzado, el secreto lo había mantenido desde pequeño, desde que en tercer año de su escuela había conocido a un niño tan lindo que incluso le había pedido tener una cita juntos. Aunque había sido el primero y con el único niño con el que había salido, el sabía que le gustaban los chicos por la simple razón de que a las chicas no las encontraba tan llamativas como ver a un chico de rasgos lindos. Ahora, se encontraba en la mesa platicando sobre algún chico que le gustase, siempre se había hecho a la idea de que se tendría que casar con una chica para no decepcionar a su madre y a su nana.

-No.

-Oh, qué lindo, entonces puedes enamorarte de uno que sea lindo y dulce contigo, cuando te interese uno, me lo presentas ¿De acuerdo?

-Madre

-Por cierto Meiko ¿Su nieto cuantos años tiene?

-M-madre… ¿N-no pensarás?

-Es simple curiosidad.

Sus ojos brillaban como advirtiéndole que no era solo curiosidad y que tenía un plan en mente. El pobre rubio tembló aterrado sintiendo el peligro que corría junto a su madre.

-Bueno pues, él ya tiene veinticinco años, y como dije vive con su pareja.

-Uhm, que pena.

¡¿Qué pena?! Mamá pero si me gana por ocho años.

-Hijo, para el amor no existe edad, recuérdalo.

-Ahora que habla de mi familia, Cecile-san, este fin de semana viene mi nieto y quería saber si puede quedarse con nosotros por una temporada.

-¿Su nieto? ¿Y no que vivía con su pareja?

-Ah, no, me refiero a su hermano menor, mi hija Miko tiene dos hijos que son mi adoración, el mayor es Shouri de veinticinco años, es un poco serio pero tiene su lado amable, sobre todo cuando se trata de su hermano menor, Yuuri de diecinueve años, él siempre se pasa metiendo en problemas, vaya, en la familia aun no comprendemos como ha sido capaz de sobrevivir en la vida.

-Entiendo.

-¿Entonces puede quedarse con nosotros una temporada? Hace siete años que no lo veo y su imagen es casi borrosa.

-Claro que puede quedarse con nosotros, Meiko, nosotros apenas somos tres en esta gran casa, uno mas no nos incomoda y menos si se trata de su familia. Será todo un placer.

-Muchas gracias, Cecile-san, de verdad le quedaré en deuda.

-No tiene por qué deberme nada, usted ha trabajado con nosotros desde que vivía en Tokio y Wolfram era apenas un bebe, así que yo le debo de agradecer por todo su trabajo y apoyo.

Las dos mujeres sonrieron divertidas por tanta cordialidad mientras el rubio sonreía levemente detrás de ellas.

-Si me disculpan, tengo que descansar ya que mañana hay clases, la cena estuvo deliciosa, Nana, como siempre. Nos vemos mañana.

-Hasta mañana mi niño, que descanses.

-Duerme bien mi Wolffy, espero que mañana sea un día soleada.

-Yo también madre, yo también—Miro a su madre y sonrió—Hasta mañana.

Subió las escaleras escuchando la conversación de su madre y su Nana con respecto a la habitación que iba a ocupar el nieto de su Nana, cruzó por el pasillo y llegó a su habitación, puso la mano en la perilla y dio un suspiro, temblaba sin saber porque razón lo hacía, aunque así lo intentaba ver, la razón era más que clara en su cabeza y en su cuerpo.

Giró la perilla y abrió la puerta con lentitud, adentrándose a la obscuridad de su habitación, no quiso encender la luz, así se sentía mejor. Cerró la puerta tras de sí y se acercó a su cama tirando su cuerpo a ella con brusquedad, el dolor del brazo rápidamente se hizo presente y sonrió en las penumbras. Vio la pantalla de su celular encenderse y con sus temblorosas manos lo tomó para ver lo que decía el mensaje que había llegado.

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Miércoles: 11H35 PM
De: Desconocido.
Asunto: Trabajo.

Mañana a las dos de la tarde, en el salón de actuación del instituto. Te esperamos, no faltes.

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Tiró el celular a su lado y se tapó los ojos con su antebrazo, dando nuevamente una sonrisa mientras un camino de lágrimas se formaba en sus mejillas y llegaba hasta su barbilla.

-Trabajo ¿Verdad?

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Dos mujeres se encontraban tomando él te en uno de los balcones de la casa, encima de una elegante mesa color blanca con adornos en color dorado se encontraba asentada una linda tetera que hacia juego con la mesa y las tazas. La mujer de mayor edad dejó delicadamente la taza encima de su platillo y miro preocupada a su acompañante, quien repitió el acto hecho anteriormente mientras ella fijaba su vista hacia los abriles que se encontraban detrás de su casa.

-Cecile-san.

-Lo sé, Meiko, la situación no es como la ha pintado, ambas lo sabemos.

-Creo que el hecho de que venga mi nieto acá puede ser incomodo, si gusta le diré que para otro momento o quizás…

-No, Meiko, no le diga que no venga, su nieto no me será ninguna interferencia en esto, es más, tal vez y sea la mejor solución para el problema.

-Pero Cecile-san ¿Cómo podría serlo?

-Quizás su nieto y mi hijo se vuelvan buenos amigos y así, Wolfram pueda conseguir una persona con la cual desahogar todo el dolor y el sufrimiento que tiene escondido.

-Puede que tenga razón, a mi nieto no le preocupan esta clase de dilemas, es un chico de mente abierta puesto que ha vivido con su hermano mucho tiempo.

-Como quisiera que ellos se volvieran buenos amigos, algo me dice que su nieto es el antídoto de la felicidad que tanto hemos buscado para mi hijo. Meiko, no le impida la felicidad a Wolfram.

-No lo quiero hacer pero… ¿Está usted segura, Cecile-san?

-Muy segura, Meiko. Yo quiero lo que toda madre quiere para su hijo, la felicidad plena.

-Está bien, entonces se quedará en casa.

Ambas mujeres sonrieron sintiendo que con la llegada del nieto de Meiko, Wolfram iba a tener un cambio extremo.

-Por cierto, quería agradecerte por haber actuado como si no supieras nada del tema de su inclinación sexual, ha sido de gran ayuda.

-No se preocupe, Cecile-san, ha sido para que se sintiera cómodo al decirlo, además, debíamos de dejar que él nos cuente sobre sus gustos y no acorralarlo a que nos diga la verdad.

-Si hubiera estado yo sola ese día en el que me enteré, le aseguro que me hubiera ido corriendo a su instituto para reclamarle porque no me había contado, gracias Meiko por encontrarse siempre en mi vida.

-Es mi trabajo cuidarlos a ustedes dos. La verdad que es que he podido ver en usted aquella hija que…

-No lo diga, Meiko, es mejor guardar eso como un recuerdo. ¿Sabe una cosa? Yo también la siento como mi madre.

Meiko sonrió complacida, la verdad es que recordar acontecimientos pasados le solía provocar dolores en su pecho tan fuertes que se quedaban por un largo periodo. El pasado que ella había tenido que vivir no había sido fácil y menos el tener que vivirlo con una hija que podía darse cuenta de todas las cosas que pasaban a su alrededor.

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-¿Está todo listo para mañana?

-Sí, señor, tenemos todo planeado para el día de mañana.

-¿Y cómo va la introducción del nuevo integrante?

-Como viento en popa, señor, nos será de utilidad por el momento, no tendremos que ensuciarnos las manos en un largo periodo.

-Así me gusta, que trabajen eficazmente, espero que ese amiguito tuyo no vaya a soltar la lengua con alguna persona que pueda perjudicar el negocio.

-Claro que no, señor, él se encuentra en la palma de mi mano, es tan fácil de manejar y aunque aún sigue siendo un niño de mamá, con esto que tenemos en nuestro poder, el hará todo lo que le pidamos, porque él también tiene un orgullo que proteger y no creo que le sea fácil deshacerse de él.

-Eres todo un genio, por eso eres mi mano derecha, espero contar contigo por un largo tiempo, Adalberto.

-Así será señor, así será.

.

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.

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Continuará.

Notas finales:

Espero que les haya gustado, nos vemos pronto.


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