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Alegría. por AmbarMellark21

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Y lo peor de todo, no sabía cómo iba a reaccionar.

 

Kouki vivió con la idea de que siempre se casaría con una chica linda y dulce, después de todo fue por eso que se metió al equipo de baloncesto al ingresar a la preparatoria. Lo que nunca supo era que el destino le tenía preparado una enorme sorpresa al iniciar la Winter Cup. Ahora, le agradecía en escondidas a su entrenadora por mandarlo a la junta de los milagros junto con Kuroko y que a pesar del miedo que sintió cuando lo vio oculto en sombras con esa mirada amenazante se había enamorado. Y no solo el, sino también el Oh-Gran-Akashi-Seijuro, que cuando terminaron las finales y después de aquel no tan agradable encuentro con el integrante del equipo ganador decidió por preguntarle si quería salir con él. Aun sabiendo que el otro no se negaría.

 

Los días iban pasando y cada uno se enamoraba más. Kouki ya sabía cómo controlar al emperador y, aunque el miedo siguiera ahí con algo de fuerza, era capaz de hacerle berrinches y pucheros sin darse cuenta de que eso volvía loco al pelirrojo. Y Seijuro ye se había memorizado cada una de las expresiones del castaño. Distinguía los brillos en sus ojos y conocía perfectamente de que trataban sus sonrojos. Eran diferentes personalidades pero se complementaban tan bien como un rompecabezas. La distancia no era un problema, Akashi visitaba cada fin de semana Tokio y se hospedaba en un hotel a petición del castaño. Por otro lado, Kouki viajaba en sus ratos libres hasta la mansión Akashi y se quedaba a dormir ahí a escondidas del Akashi mayor.

 

Era un hecho que ninguno de sus amigos conocía la relación que mantenían ellos dos. El emperador le había dejado claro a Kouki que su padre no le permitía tener relaciones con personas como él. El castaño se sintió un poco triste por aquella declaración pero sus ojos volvieron a brillas cuando el capitán de Rakuzan le prometió hablar con su padre al respecto, y con algo de temor Kouki le hiso jurarle que no volviera el otro Akashi. Mientras que el pelirrojo lidiaba con el problema de su progenitor, Kouki debía entender  sus compañeros de equipo, en especial Fukuda y Kawahara. Era claro que ninguno se tomaría bien la noticia de que salía con un chico y para rematar, el ex capitán de Teiko.

 

Y cuando llevaban 6 meses de relación, Furihata despertó con síntomas raros. ‘Una erección mañanera era algo común en los jóvenes adolescentes’ pensó, pero ahí no se quedaba. Se volvió más cariñoso de lo común que al llegar a clases saludaba a todos con una enorme sonrisa, abrazo con fuerzas a sus mejores amigos quienes, preocupados, le hicieron contestar cual era la droga que se metía. Estaba sentimental llegando a llorar durante los entrenamientos cuando Riko lo corregía, comenzó a llamar a Kiyoshi y Hyuuga como ‘’Otosan’’ y ‘’Okasan’’ respectivamente y le compro 2 malteadas a Kuroko cuando fueron al Maji Burger declarándole su admiración. Y eso no era todo…

 

— Furihata está muy raro. — Comento Fukuda durante los estiramientos mientras miraba la puerta del gimnasio esperando a que aquel castaño cruzara por ella.
— Se comportó como un gato ayer. — Continúo Kawahara estirando las piernas. — No quiso respondernos cuál era la que se metía.
— ¿M-Metía? — Un rubor apareció en las mejillas de Koganei al escuchar a si Kohai. — ¿Fuirhata se mete algo? — Volteo a ver a Mitobe quien le hizo una señal con la mano dándole a entender que no era lo que pensaba. — Ahhh. ¡Yo pensé que se metía algo por ahí! Ya sabe…
— Ya cállate, Koganei — Interrumpió Hyuuga con una vena saltando en su frente. Sus compañeros tenían que ser tan mal pensados. — No creo que Furihata utilice drogas, Kawahara. Si lo hiciera ya nos habríamos dado cuenta.
— Bueno — Alargo Kiyoshi mientras se levantaba y estiraba sus brazos. —  mí me gusto que me dijera Otosan. Creo que es el papel indicado para mí, — Sonrió bobamente al recordar la ternura que emanaba Kouki en ese momento. — Y a Hyuuga le queda el papel de mama.
— ¿¡Que dices, idiota!? — El de lentes se levantó encarando al mayor, pero solo le llego al pecho. — ¡¡Yo no soy una madre!! — El mayor rio y aprisiono al pelinegro entre sus brazos.
— Claro que si, Hyuuga. — Lo abrazo más fuerte cuando el de lentes trataba de zafarse. — Serias una buena madre de mis hijos pero por el momento tienes que practicar con ello. — Volteo a ver a sus compañeros quienes miraban la escena indiferente.
— ¡Suéltame, Kiyoshi! ¡Nunca tendré tus hijos!

 

La puerta del gimnasio se abrió sin darle tiempo a Teppei de contestar. Todos voltearon a su dirección y vieron al castaño entrando agarrado de la mano de Kuroko y Riko a su lado. Kouki comía una paleta mientras que el peli celeste y la entrenadora platicaban. Aida busco con la mirada a los jugadores y les sonrió tétricamente al verlos sin hacer nada, en especial a Kiyoshi y Hyuuga quienes seguían abrazados.

 

— Chicos, ¿qué creen que hacen? — La pareja se separó rápidamente ante aquel tono de voz y volvieron a calentar en silencio ignorando al trio. La chica bufo e indico al dúo de jugadores que le siguieran hasta al almacén. — Estos son los resultados de tus exámenes, Furihata-Kun. — Hablo una vez dentro mostrando un sobre blanco.
— No quería hacerme exámenes, Aida-Senpai. — Mascullo berrinchudo antes de comer de su paleta. — Odio las inyecciones, además me toquetearon por todas partes. — Confeso sonrojado.
— Ayer Furihata-Kun se comportó muy extraño y preocupo a todos. — Dijo Kuroko aprontando el agarre entre sus manos. — Solo queremos ver que este bien.

 

Kouki asintió aun comiendo su paleta y Riko abrió el paquete sacando la hoja después, la desdoblo y leyó con tiempo lo que estaba escrito. Los menores solo la miraban impacientes esperando una respuesta. Después de unos cuantos segundos, los ojos de Riko se abrieron al tope y levanto la vista hacia Kouki y de vuelta al papel, su boca se abrió en sorpresa y volvió a ver a Kouki. Los dos jóvenes se voltearon a ver entre sí.

 

— ¿Pasa algo malo, Aida-Senpai? — Pregunto Kuroko, a pesar de su expresión indiferente se imaginaba lo peor.
— Furihata-Kun, ¿sabes que es un doncel? — E castaño negó con la cabeza aun con curiosidad en su rostro. — Son aquello hombres que se pueden embrazar.

 

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Su paleta toco el suelo y su rostro se volvió pálido ante aquella pregunta. Riko seguía hablando pero el ya no escuchaba nada. ¿Podía embarazarse? ¿Tener hijos? Nunca, ni en sus peores fantasías, había imaginado aquello. Sus ojos miraban ausentes el suelo y el agarre de su mano con la del jugador fantasma se disolvió, callo un sollozo de su garganta y salió del almacén corriendo hacia la salida. Escuchaba los gritos de Riko y Kuroko tras el así como las preguntas de sus compañeros.

Corrió sin saber hacia dónde, solo quería estar solo para poder procesar la información. Eso no era normal, ¿Cómo podría tener el hijos siendo hombre? Por un lado estaba feliz al saber que sería posible formar una familia con el Oh-Gran-Akashi pero a la vez tenía miedo. No quería ser rechazado por su familia y amigos, en especial Fukuda y Kawahara. ¿Sería capaz de engendrar? ¿De cargar con un bebe durante 9 meses? ¿Y si dolía? ¿Si no era capaz de hacerlo? ¿Y si era mal padre? Tenía sentimientos encontrados. Continúo corriendo hasta sentir el cuerpo de alguien debajo de él.

— Lo siento… — Se disculpó mientras se levantaba sin ver a aquella persona.
— Kouki, ¿Por qué lloras? — Esa voz y ese tono serio que Kouki conocía muy bien resonó en sus oídos, abrió sus ojos y elevo la mirada hacia el frente.
— Sei… — Murmuro. Y al tenerlo en frente empezó a dudar. ¿Sei lo aceptaría siendo un doncel? ¿Lo querría como antes al saber que era fenómeno? Porque hasta donde el castaño sabia no conocía a otros hombres que pudieran dar a luz. Se lanzó a él con fuerza y escondió su rostro en el pecho contrario comenzando a sollozar. Si esa sería la última vez que lo viera, quería tener un buen recuerdo de su aroma.
— Kouki, dime que pasa. — Ordeno rodeándolo con sus brazos. No esperaba encontrarse a su pareja de esa forma. — Sabes que no me gusta verte llorar.
— Me amas, ¿verdad? — Tenia que saberlo. Oírlo de sus labios para estar seguro de sus sentimientos y poder confesarle.
— Ya te lo he dicho varias veces, Kouki. — Pero eso no era necesario, tenía que oírlo en ese momento. Se separó de él y limpio algunas lágrimas con la manga de su uniforme para después mirarle a los ojos.
— Dime que me amas. Que nunca me dejaras por cualquier cosa. Que me seguirás amando hasta que me muera. Que… estarás siempre a mi lado. Dímelo, Sei.

 

Rogo en sollozos con la mirada fija en aquellos ojos heterocromaticos. Akashi recordó a su madre por un momento y resignado dejo soltar un par de lágrimas y curvar sus labios en una sonrisa sincera. Atrajo al otro en un beso y lo poso en su pecho acariciándole sus cabellos castaños con delicadeza. ¿Si no lo amara porque habría salido con él? ¿Por qué desafío las reglas de su padre solo por él? ¿Por qué Kouki estaba presente en sus pensamientos día y noche? ¿Por qué a pesar de ser el un León puede comportarse como un gatito cuando esta con él?

 

— Kouki… — Dijo suave. — Te amo como a nadie en este mundo, ¿entiendes? Tú y mi madre son las personas que más amo y amare en toda mi vida. — Su corazón se relajó y sus lágrimas corrían de alegría al escuchar al emperador hablarle tan dulce. Apoyo su barbilla en el hombro del pelirrojo y se acercó a su oído.
— Soy un doncel. Podremos tener hijos. — Los ojos de Akashi se abrieron y disolvió el abrazo para mirarlo a los ojos. Una lágrima corrió por su ojo dorado y sonrió apoyando su frente en la contraria.
— Eso si es una sorpresa, pequeño chihuahua.


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