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La boda perfecta por Roronoa Misaki

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Notas del fanfic:

¡Hey, chicos!

Bueno, después de como mil intentos (mi internet me odia, lo sé) aquí está ya el one-shot que le prometí a Ariel-chan por ganar la trivia de HTH :D.

Perdón por la tardanza, pero es que el tema que me diste me dio una idea que se me fue un poquito de las manos (se habrán dado cuenta, es el one-shot más largo que he escrito hasta ahora xD).

Por cierto, estuve investigando un poco al respecto con mi madre, y por lo menos lo que son las bodas civiles acá no me convencía para usarlo, así que hice mi propio desvarío aquí, espero que no les moleste.

No sé, creo que me salió un poco cursi, pero bueeeno, espero que les guste ;)

Notas del capitulo:

Todos los personajes de One Piece pertenecen a Eiichiro Oda, yo sólo los utilizo para mi entretenimiento y el de los lectores.

[La boda perfecta]

Justo en ése momento una ligera ráfaga de aire los cubrió, causando que su abrigo ondeara y su cabello se alborotara todavía más. Sus mejillas se encontraban bastante enrojecidas, que si bien antes el causante de ello era el clima nocturno bastante frío, ahora era otra razón muy distante. Su corazón se había disparado bombeando sangre a toda velocidad y sus aturdidos sentidos no eran capaces de captar nada de lo que pasaba a su alrededor.

Y todo se resumía a eso. A ese momento. A ese hombre que tenía frente a él. A esos ojos grises inundados de esperanza y amor. A esas palabras que él acaba de pronunciarle con suavidad. A esa respuesta que estaba queriendo salir disparada de su garganta.

Mugiwara-ya, ¿te casarías conmigo?

Lo siguiente que supo, fue que ya se había lanzado a los brazos del mayor con un sentimiento de completa felicidad hinchándole el pecho.

*

*

*

*

[Meses después]

—No lo sé, Robin, en verdad esas están muy lindas pero, éstas otras son más elegantes, ¿no te parece?

Luffy rodó los ojos con exasperación y, soltando un lamento, se dejó caer contra el respaldo del sofá. Estaba aburrido. Condenadamente aburrido. No lograba comprender cómo o por qué Nami y Robin debían pasarse tanto tiempo decidiendo el diseño para las invitaciones de su boda. Y mucho menos comprendía para qué rayos lo querían a él ahí, si la peli naranja ni siquiera escuchaba sus opiniones, descartándolas todas con un «Esa es demasiado simple» o «No es adecuada» o cualquier otro comentario negativo que rechazara su elección. Tal vez sería un poco más llevadero si Law estuviera ahí con él, pero su prometido había sido solicitado desde hacía unas horas en el hospital por una emergencia, a saber cuál sería en esta ocasión, y entonces a Luffy le había tocado ser arrastrado por las chicas, de nuevo, hacia el sofá de la estancia de la casa que compartía con sus hermanos y sufrir al ser obligado a tomar parte de los preparativos para la ceremonia.

—Nami, iré un momento a la cocina. —La chica siguió ensimismada en su plática con Robin y Luffy dudó un poco de que lo hubiera escuchado, pero en lugar de hablarle de nuevo se escabulló de la manera más sigilosa que pudo, saliendo de la estancia y echando un último vistazo a ambas antes de salir, prácticamente corriendo, hasta la puerta de la cocina.

De verdad, él quería mucho a Nami, pero cuando se ponía en modo planeadora de bodas era de armas tomar. Comenzaba a creer que deseaba la llegada del día tan esperado sólo por el hecho de librarse de todo esto de los preparativos, más que para casarse con Law.

Sacudió la cabeza para disipar ese pensamiento. No señor, él amaba a Law y era por eso que estaba tan ansioso de que llegara el día, aun cuando su amiga lo hiciera desesperar cada vez que llegaba a su casa con algo más que decidir al respecto. Y todavía faltaba cerca del mes para la fecha programada. Soltó un suspiro al tiempo que entraba en la cocina.

—¿Cansado? —preguntó Sabo, mirándolo con una media sonrisa desde su lugar frente a la estufa, donde se encontraba preparando la comida.

—Si algún día te casas, no dejes que Nami organice tu boda —dijo como toda respuesta, sentándose en uno de los bancos que había junto a la barra.

—Lo tendré en cuenta. —El rubio sonrió un tanto divertido y dejó frente a su hermano un plato con unas cuantas papas fritas. Al chico le brillaron los ojos y se lanzó sobre ellas al instante—. Pero, ¿de verdad te parece tan malo planear la boda?

Luffy pareció pensarlo mientras tragaba lo que tenía en la boca—. No es que sea malo, es sólo que yo no sé mucho sobre centros de mesa, ni flores, ni invitaciones, ni nada de eso, y Nami no me deja elegir las comidas ni los postres, y siguen obligándome a estar con ellas todo el tiempo como si de verdad estuvieran esperando mi aprobación para algo cuando ya han tomado una decisión. Sé que su intención es buena pero, yo lo único que quiero es poder casarme con Law y divertirme en la fiesta. —Terminó de comer sus papas, formando un ligero puchero con los labios.

Sabo sonrió enternecido y revolvió el cabello de su hermano con una mano—. Bueno, velo de esta forma, cada vez que estás atrapado con ellas es un detalle más cerca del día definitivo.

Luffy le sonrió al mayor y asintió con la cabeza.

—Buenas tardes.

—¡Law! —El pequeño amplió su sonrisa todo lo posible y en menos de dos segundos se levantó de su asiento y se abalanzó sobre su prometido, casi quedando colgado de su cuello al ser más bajo que el otro.

El de ojos grises no tardó en regresar el gesto, rodeando la cintura de su pareja con los brazos y plantando un ligero beso sobre su cabello azabache—. También me alegra verte, Mugiwara-ya.

La respuesta que obtuvo fue una risa golpeando con suavidad contra su cuello y después un ligero y dulce beso sobre sus labios. Beso que fue interrumpido antes siquiera de que pudiera corresponderlo por un carraspeo que se escuchó tras él.

—Por favor, mantengan las muestras públicas de afecto en el grado mínimo, por lo menos antes de la boda —dijo Ace, ingresando también en la cocina.

Sabo negó con la cabeza, esbozando una pequeña sonrisa y regresando a su labor para terminar la comida, Law sonrió de lado y Luffy abrazó al mayor aún más fuerte.

—Law es mi prometido y puedo besarlo cuando quiera —declaró, sacándole la lengua al pecoso como haría un niño pequeño discutiendo con otro.

Ace sintió una vena palpitando en su frente y un tic nervioso instalarse en su ojo izquierdo—. Tú, pequeño idiota, ya verás…

—¡Entonces!—interrumpió el rubio, colocando un brazo sobre los hombros de su hermano para impedir cualquier acercamiento hacia los otros dos—, ¿qué dices Law, estás nervioso? Falta poco para el gran día.

El moreno giró su rostro al pequeño que todavía tenía entre sus brazos, quien lo miraba a la espera de su respuesta, y sonrió levemente acariciando su cabello con cariño—. Ansioso, diría yo.

Luffy sonrió ante su respuesta y acomodó la cabeza en el hombro de su pareja, aunque no pudo disfrutar mucho de esa posición pues casi de inmediato su amiga peli naranja irrumpió en la cocina.

—Luffy, ¿qué tanto estás haciendo? Robin y yo estamos esperando a que regreses. Oh, hola Law —dijo apenas reparando en la presencia del médico antes de tomar al pequeño por un brazo y comenzar a jalarlo fuera de ahí—. Ya hemos decidido el diseño de las invitaciones, sólo tenemos que hacer el pedido, así que por el momento nos encargaremos de planificar la ubicación de los invitados.

El pelinegro le envió una mirada suplicante a los tres mayores antes de que la chica lograra llevárselo, provocando que sus hermanos estallaran en risas y su prometido formara una sonrisa ladeada, pero antes de que pudiera decir nada Nami volvió a aparecer, esta vez acercándose al de ojos grises y repitiendo la escena.

—Tú no te salvas, que también estás metido en esto.

Entonces las carcajadas de los chicos aumentaron al ver la mueca en el rostro de Law antes de que desaparecieran por la puerta. Una vez ya calmados Sabo comenzó a preparar el postre, mientras que Ace lo observaba, medio sentado en la isla de la cocina.

—Oye, Sabo —llamó el pecoso después de un rato, con la mirada fija en el movimiento de sus pulgares golpeando con suavidad sus rodillas.

—¿Sí? —Cerró el horno después de colocar el pay de queso en el interior y se volteó hacia su hermano.

—Tú… ya sabes… ¿crees que Luffy está listo para esto?

—¿Para esto? ¿Te refieres a casarse? —El pecoso asintió y él se acercó, colocándose a su lado—. ¿Tú no lo crees?

—Es sólo que… aún es muy joven, ¿no te parece? Entiendo que Law quiera casarse, tiene veintinueve años, pero Luffy sólo tiene veintidós, y él… sigue siendo un niño, sigue comportándose como tal, y hasta he llegado a dudar que entienda de verdad todo lo que implica el matrimonio. Tú y yo sabemos que no es tan fácil como un vivieron felices para siempre, ¿pero él lo sabe?

Sabo suspiró y recargó los codos en la superficie tras él, inclinándose sobre ellos y echando la cabeza hacia atrás, mirando hacia el techo—. Ace, ¿no deberías tenerle un poco más de confianza a nuestro hermanito? Tal vez Luffy siga comportándose algo infantil para su edad, pero ambos sabemos que cuando la situación lo amerita es capaz de comportarse a la altura, no es un niño, aunque nosotros lo veamos como tal. No voy a negarte que también he tenido mis inquietudes al respecto, pero Luffy no es la clase de personas que se toma estas decisiones a la ligera, de verdad es feliz con Law y tiene la intención de estar a su lado por el resto de su vida. Nadie es adivino ni podemos saber lo que en realidad nos depara el futuro, pero eso es lo que hace que la vida sea interesante, ¿no crees?

Ace lo miró con algo de indecisión, un poco de preocupación reflejándose en sus ojos—. Lo único que quiero es que sea feliz y que no sufra.

—Es lo que todos deseamos, y lo que Law quiere lograr. Ahora que van a casarse es su turno de asegurarse de ello. Eso no quiere decir que nosotros quedemos de lado, Ace, como sus hermanos mayores siempre vamos a estar ahí para él.

Ace suspiró y se dejó caer con la espalda contra la superficie—. De verdad va a casarse, ¿cierto?

—Lo hará, y tú deberías dejar de ver a Law como el hombre que te robó a tu hermanito y comenzar a verlo como el que quiere hacerlo feliz.

—No es tan simple —replicó frunciendo el ceño.

—Y yo no he dicho que lo sea, pero tendrás que hacerlo, se convertirá en nuestro cuñado de por vida después de todo. —Sabo sonrió al ver la mueca de su hermano y le palmeó un hombro—. Y no te preocupes, Ace, que Luffy sea el primero en casarse no quiere decir que tú no puedas hacerlo después, no es como si nos estuviera dejando atrás.

—¡¿Y quién dijo que yo quería casarme?!

El rubio se soltó a reír y Ace se le abalanzó encima, rodeándole el cuello con un brazo y con su puño libre revolviendo el cabello de su hermano, mientras comenzaba a reír también—. Vamos, ¡atrévete a repetir eso!

—¡Venga, que no tiene nada de malo! No seas tímido.

—Yo no…

—Ejem.

Ambos dieron un respingo del susto, y cuando Sabo se dio la vuelta de golpe Ace terminó cayendo de bruces al suelo.

—¡Hey, ten cuidado idiota!

—Perdón Ace.

El pecoso gruñó en disgusto mientras se apoyaba de la superficie donde antes estuvo sentado para poder ponerse de pie y mirar a quien les había metido tremendo susto.

—¿Qué sucede? ¿No pudiste soportarlas y escapaste? —preguntó con un toque de burla en la voz.

—En realidad, aproveché un momento de distracción para venir aquí y hablar con ustedes —contestó Law, asomando la cabeza hacia el pasillo para asegurarse que nadie se acercara y después se aproximó a los hermanos—. Necesito su ayuda.

—¿Nuestra ayuda? ¿Para qué? —preguntó Sabo, elevando una ceja con curiosidad.

—Es algo sobre la boda…

—¡No me digas que vas a echarte para atrás ahora!

—¡Shh! ¡Baja la voz, idiota! —masculló el rubio, propinándole un golpe en la cabeza al azabache por ser tan impulsivo y haber gritado.

—No es nada de eso, Ace-ya, estoy muy seguro de querer casarme con tu hermano.

Ace miró a Sabo con recelo mientras se sobaba el lugar golpeado antes de volver a dirigir su atención hacia el mayor—. Entonces, ¿para qué nos necesitas?

—Verán…

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«Una semana después»

«9:30 a.m.»

—Hey, Luffy… Luffy, despierta… ¡LUFFY!

El pequeño que hasta un segundo atrás se encontraba vagando en el mundo de los sueños despertó largando un sonoro grito y moviéndose con brusquedad en la cama, ocasionando que cayera al suelo arrastrando con todo y cobijas.

—Auch, qué golpe… ¿Qué sucede, Sabo? Aún es muy temprano —se quejó el azabache desde su posición en el piso, tratando de liberarse de la maraña de mantas en la que había terminado enredado tras la caída.

El mayor suspiró y se acercó a su hermano para ayudarlo a salir de ahí y ponerse de pie—. Toma una ducha y alístate, prepararé el desayuno mientras tanto —indicó caminando hacia la salida al pasillo.

—¿Eh? ¿Alistarme para qué?

Sabo le dedicó una sonrisa desde el umbral de la puerta—. Es una sorpresa, tú sólo asegúrate de estar listo que nos vamos en menos de una hora.

Luffy ladeó la cabeza, confundido, mientras su hermano abandonaba su habitación sin borrar esa extraña sonrisa risueña de sus labios. No comprendía por qué diablos el chico lo había despertado a tan temprana hora, siendo como era domingo, y mucho menos a dónde se suponía que irían, que él supiera no tenían ningún compromiso ni una salida programada, a menos que se le hubiera olvidado. Después de un par de segundos reaccionó en que su hermano había dicho desayuno, así que dejando de lado toda su confusión se apresuró a entrar al baño y tomar una ducha no muy larga, que lo único que quería en ese momento para compensar las horas de sueño que le habían robado era una muy bien cargada primera comida del día. Salió del baño con tanta prisa que casi terminó resbalando con la misma agua que aún escurría por su cuerpo, después de eso decidió que era mejor idea terminar de secarse antes de cualquier otra cosa.

Terminó tomando lo primero que estuviera a su alcance en el armario (unos pantalones negros y una camisa roja) y saliendo de su habitación a medio vestir, acomodándose las ropas mientras se dirigía hacia el comedor. Obviamente su sombrero de paja colgando de su cuello, ni falta que hace aclarar.

Una vez sentado a la mesa y con la comida delante comenzó a devorarla a su manera casi desesperada, como si no hubiera probado bocado en un mes completo o más—. ¿Fonbe egfa Ade? (¿Dónde está Ace?) —preguntó con la boca llena, pues no había visto a su hermano en toda la mañana y estaba más que dispuesto a ir a despertarlo si es que aún seguía dormido. Cuando terminara su desayuno, claro está.

—Oh, él tuvo que salir un momento. Nos alcanzará más tarde. —El rubio se levantó con los platos vacíos en mano para  colocarlos en el fregadero y le echó una mirada al reloj colgado en la pared—. Hora de irnos, Luffy.

Y así fue como Luffy terminó sentado en el asiento del copiloto del coche de sus hermanos ─sí, lo compartían, no tenía ni idea de cómo se ponían de acuerdo para hacer uso de él, pero lo hacían─ escuchando la música que ponían en la radio y a Sabo cantar de vez en cuando. Después de media hora de camino se desesperó y comenzó a molestar al rubio preguntándole a dónde iban y cuánto más faltaba para llegar, pero el chico se limitaba a contestarle «Es una sorpresa» «Ya falta poco, Luffy», subir el volumen de la música y cantar a todo pulmón, haciendo desesperar al menor al grado de querer darse de topes contra la ventanilla. Si no estuviera tan desesperado por descubrir a dónde demonios se dirigían se habría quedado dormido en cuanto subiera al coche, pero no, la intriga no le dejaba cerrar los ojos ni por quince segundos.

Llegó el momento en que se cansó de no recibir respuesta por parte del mayor y se dedicó a observar el paisaje pasando a toda velocidad. Desde mucho rato atrás que habían abandonado la ciudad y ahora el verde predominaba por los alrededores. Bajó el vidrio para poder sentir la brisa de la mañana golpeando con suavidad su rostro, revolviéndole el de por sí ya alborotado cabello azabache—. Se siente bien. —Sonrió y cruzó los brazos sobre el borde de la ventana, apoyando ahí su cabeza con los ojos cerrados, dispuesto a disfrutar del momento.

No volvió a abrir los ojos hasta que sintió que el auto se detenía, un par de segundos antes de que el motor se apagara por fin después de poco más de una hora de viaje.

—Ya hemos llegado, Luffy.

El aludido bajó de inmediato. Unos cuantos metros frente a él se alzaba orgullosa una gran casa de color marrón, de lo que parecían ser sólo dos pisos a pesar de ser tan alta. Tal vez algo así como mansión sería un mejor término, dado que ocupaba el espacio de lo que bien podrían haber sido tres o cuatro casas de su vecindario ─aclarando que las casas de su vecindario no eran con exactitud lo que la gente consideraría pequeñas─. Un sendero de piedra guiaba el camino desde donde se encontraban a la pequeña escalinata de la puerta principal atravesando todo lo largo del colorido jardín frontal, siendo todo esto rodeado por un gran terreno de altos árboles que por temporada todos tenían las hojas de un avivado color verde, algunos de ellos con sus frutas correspondientes colgando de las ramas.

—Wow, ¡es genial! ¿Qué hacemos aquí, Sabo? —preguntó entusiasmado, queriendo salir corriendo para explorar todo el enorme lugar. Lo habría hecho, por supuesto, si su hermano no lo hubiera tomado del cuello de su camisa desde que bajara del coche, conociéndolo bastante bien como para prever sus instintos aventureros.

—Ven, sígueme. —El chico le sonrió, sujetándolo del brazo para evitar que se le escapara, y comenzó a caminar por el sendero que debía de medir como mínimo unos veinte metros, y eso le parecía poco. Cuando llegaron hasta la gran construcción Luffy casi salió disparado por los pocos escalones hacia la puerta, pero el rubio negó con la cabeza, aún sin soltarlo, y caminó rodeando la casona por el lado izquierdo. La quijada del azabache casi topa contra el suelo al llegar al jardín trasero.

El espacio, como todo en ese lugar por lo que el chico podía notar, era enorme, con una prominente fuente colocada en medio y de la cual se dispersaban cuatro senderos que atravesaban todo el jardín como si fueran los puntos cardinales de un plano. Alrededor de esta, dejando libre un espacio circular lo suficientemente grande como para albergar a una buena cantidad de personas, se encontraban esparcidas por todos lados unas mesas circulares, manteles plateados bordeados con un listón escarlata cubriéndolas a todas. Una muy larga mesa colocada junto a lo que parecía ser un pequeño quiosco cerca de los límites antes de llegar a la arboleda, mientras que del otro lado del mismo unos cuantos hombres trabajaban alzando lo que debería terminar siendo un pequeño escenario.

—¿Qué… qué es todo esto? —preguntó el azabache en apenas un hilo de voz, sin terminar de salir de la sorpresa inicial. El chico a su lado tuvo que contener una pequeña risa.

—Esto —contestó, haciendo un gesto con las manos para abarcar todo lo que podía apreciar—, es tu boda, Luffy.

El menor abrió los ojos como platos, pero antes de que pudiera decir nada una muy conocida voz los interrumpió.

—¡Luffy! —exclamó Nami, atravesando las puertas de cristal que daban al interior de la casa y acercándose a paso veloz hacia donde ellos estaban—. Qué bien que estás aquí, creí que llegarías tarde. Sabo, ¿por qué no me avisaste que ya habían llegado? —le recriminó al rubio, sin darle tiempo a defenderse antes de volver a hablarle al menor—. Mira nada más cómo tienes el cabello, es un completo desastre, ¿qué demonios estuviste haciendo? Bueno, no importa, la estilista ya está aquí así que vamos ya, ella podrá arreglar… eso. —La chica lo tomó del brazo, pero antes de darse la vuelta volvió a girarse hacia el mayor, señalándolo acusadora con su dedo índice—. Y ni creas que aquí termina todo, estoy muy enojada con ustedes tres, adelantar la boda, ¿pero es que se han vuelto locos? ¡Y lo han cambiado todo! Esta me las voy a cobrar.

“Mierda, vamos a morir” pensó Sabo, un escalofrío recorriendo su espalda mientras observaba cómo la peli naranja arrastraba a su hermano hacia el interior de la casa, el chico aún con la expresión confundida pintada en su rostro. Rió un poco por lo bajo. La verdad, cuando Law les había pedido a ambos que le ayudaran con esa boda sorpresa les pareció una completa locura ─Ace casi había pegado el grito en el cielo─, pero después de pensarlo un poco terminaron aceptando. Convencer a Nami de que ellos terminarían de arreglar los preparativos sí que había sido tarea difícil, y ahora que sabía que le habían mentido un poco estaba seguro de que la chica los quería ahorcar, pero todo valía la pena si al final del día su hermanito era feliz.

En ese momento recibió un mensaje. Era Ace, avisándole que ya estaba a punto de llegar con los trajes de ambos y la pequeña sorpresa que tenían preparada para antes de la boda. Sonrió ampliamente y se dirigió de nuevo hacia el frente del lugar.

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Law daba vueltas de un lado a otro en la habitación. Mentiría si dijera que no estaba nervioso. No era como si estuviera comenzando a dudar ahora del gran paso que estaba a punto de dar, sino más bien que se le ponían los pelos de punta de sólo pensar en que algo podría salir mal, ¿qué tal que no le salían las palabras al decir sus votos? ¿Y si se le olvidaban los anillos? Y eso en el caso de que Nami no lo matara antes de llegar al altar, que la chica parecía estar a punto de robar un cuchillo de la cocina y clavárselo.

Suspiró para tratar de tranquilizarse y se acercó al gran ventanal que ocupaba el centro de una de las paredes del cuarto y tenía vista hacia el jardín trasero. Y ahí lo vio. Su adorado novio, en compañía de su hermano y la peli naranja. El chico paseaba su mirada por todos lados, y Law no pudo evitar una sonrisa al captar por unos segundos su rostro sorprendido. Sólo con esa expresión se daba por bien servido, y por ver ese brillo especial en sus hermosos ojos oscuros no le importaría hacer una locura como esa de nuevo. Le dieron ganas de salir de la habitación, bajar las escaleras al primer piso y salir al jardín sólo para poder atrapar al menor entre sus brazos y sentir sus dulces y suaves labios sabor manzana (no tenía ni puta idea de por qué ese sabor, pero no lo cambiaría por nada). Sólo había un par de detalles problemáticos con su plan, uno: estaba en bata, pues la estilista apenas había salido de la habitación pocos minutos atrás y él no había tenido cabeza para colocarse el traje aún; y dos: Nami acababa de llevarse a Luffy, seguramente a la habitación que le asignaran para alistarse.

En ese momento escuchó unos suaves golpes en la puerta, que se abrió después de que el diera su aprobación para pasar.

—Trafalgar-san, vengo a informarle que Luffy ya ha llegado, la estilista se está encargando de él ahora.

—Gracias, Nico-ya.

La mujer asintió, pero antes de volver a salir se detuvo a observarlo, el de ojos grises no se apartaba del ventanal, con la vista en el exterior, sin moverse ni un ápice. Sonrió ligeramente—. ¿Nervioso?

El moreno por fin se dignó a mirar a su acompañante, atraído por la pregunta—. No, para nada —contestó en un gesto automático, sorprendiéndose al darse cuenta de que era verdad. Ver a Luffy lo había distraído tanto que ni siquiera se dio cuenta cuándo se tranquilizó.

—Me alegro. Bueno, me retiro para que pueda terminar de arreglarse.

Law asintió hacia ella como despedida y se alejó del ventanal una vez la puerta estuvo de nuevo cerrada, dirigiéndose hacia el armario de madera que estaba frente a la cama, pegado a la pared. Y es que si Nami llegaba a aparecerse por su cuarto y él aún no estaba listo, podía ir haciéndose a la idea de recibir ese cuchillo en medio de las cejas.  

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Cuando Luffy por fin se encontró a solas en esa habitación a la que lo había llevado Nami rato atrás tuvo cerca de cinco minutos para sentarse en el sofá de una plaza que se encontraba en medio del lugar y pensar acerca de lo que estaba pasando antes de que la puerta volviera a abrirse, esta vez dándole paso a sus dos hermanos mayores.

—¡Ace! ¡Sabo!

Ambos chicos vestían trajes conformados por un saco color azul rey, con cuello plateado y solapas negras, dejando ver debajo una camisa negra y una corbata de un blanco perfecto, mientras que el pantalón era de un color plateado, y los lustrosos zapatos negros. Un pañuelo blanco acomodado en el bolsillo izquierdo de sus pechos. Mientras que él aún llevaba sólo la bata que le habían proporcionado para su encuentro con la estilista.

—Luffy, ¿qué tal va todo?  —preguntó el rubio una vez llegaron hasta donde su hermanito, quien en realidad se había levantado de un salto al verlos entrar.

—Pues, no lo sé… aún no puedo creer que hicieran todo esto, ¡y ni siquiera me di cuenta!

—Todavía estás a tiempo de echarte para atrás. —Ace recibió un codazo bajo las costillas de parte de Sabo por su comentario, y el menor lo miró con los labios fruncidos—. Vale, ya, perdón. Tenía que hacer un último intento.

—Lo que Ace quiere decir; Luffy, ¿seguro que esto es lo que deseas? —preguntó apoyando ambas manos en los hombros del azabache, mirándolo con seriedad.

El aludido contestó sin vacilar—: Muy seguro. Es increíble que no tenga que esperar más para poder casarme con Law —agregó esbozando una enorme y resplandeciente sonrisa.

El pecoso suspiró por lo bajo, sonriendo de lado con un dejo de resignación—. ¿Estás feliz, cierto?

Luffy lo miró a los ojos, sin disminuir su sonrisa, y asintió.

—Eso es lo único que nos importa. —Sabo envolvió al chico en un fuerte abrazo, para después estirar un brazo hacia Ace y jalarlo hacia ellos para que se les uniera. No sabía cuándo había sido la última vez que se abrazaran de esa forma los tres, pero en ése momento era algo que él sentía necesario, para todos—. Siempre estaremos aquí Luffy, a tu lado para apoyarte. Si necesitas algo sólo llámanos, ¿lo sabes, verdad?

—Lo sé. Gracias chicos.

De repente en medio del abrazo se escuchó algo parecido a un sollozo mal contenido.

—Ace, ¿estás llorando?

—¡Por supuesto que no! —exclamó el mencionado, rompiendo el abrazo y pasándose el dorso de la mano disimuladamente sobre los ojos—. Es sólo que… el cabello de Luffy me picó los ojos.

Sus hermanos se miraron, cómplices, y soltaron una estruendosa carcajada

—Sí claro Ace, lo que tú digas —comentó el rubio sin parar de reír.

—¡Váyanse a la mierda!

Mientras Luffy seguía descojonándose de risa y el pecoso le echaba la bronca por ello, Sabo aprovechó un momento para escabullirse fuera de la habitación y tomar el paquete que había dejado junto a la puerta con anterioridad. Para cuando volvió el mayor casi estaba ahorcando al novio, por lo que tuvo que intervenir antes de que se fuera a cancelar la boda por ya no tener a uno de los celebrados.

—¡Bueno! Creo que es momento de revelar lo que en realidad vinimos a hacer, ¿no te parece, Ace? —El pecoso esbozó una sonrisa un tanto maliciosa en respuesta.

—¿De qué hablan? ¿Qué es eso? —preguntó Luffy con curiosidad al darse cuenta de lo que su hermano llevaba en manos.

—Esto, es un pequeño regalo de boda. Para ti, claro.

—¡¿De verdad?! —Al menor le brillaron los ojos y prácticamente le arrebató el paquete de las manos al rubio, y ni lento ni perezoso lo abrió, aunque toda su emoción se esfumó al ver lo que había en el interior—. ¿Pero qué…? —Levantó la mirada hacia sus hermanos, palideciendo un poco al verlos acercarse a él con unas extrañas y escalofriantes sonrisas—. ¿Chicos?

Ambos mayores se abalanzaron sobre él en un rápido movimiento, y Luffy comenzó a forcejear con toda su fuerza sin ser capaz de quitárselos de encima—. ¡Waaahhh! ¡No, aléjense! ¡Nooooooooooooooo!

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Law se acomodó una vez más la corbata y el saco antes de alejarse del espejo y salir de la habitación. La ceremonia se llevaría a cabo en el salón de la casa, que se hallaba en el lado oeste del primer piso, para después pasar al jardín trasero donde sería la fiesta. Él había decidido bajar de una vez, puesto que faltaban cerca de unos veinte minutos para la hora programada y creía que se sentiría menos ansioso si estaba ya en su puesto que sólo encerrado en la habitación. En realidad lo que quería era ver a su novio, pero Nami ni siquiera había querido decirle en qué habitación se encontraba, por el mismo hecho de que no quería que lo buscara antes de la boda. Si le preguntaban, le parecía una tontería, pero tampoco era como si pudiera ir viendo de puerta en puerta intentando encontrarlo, con la cantidad de cuartos que existían en esa gran casa. Aunque, casualmente, mientras caminaba por uno de los largos pasillos en dirección a la escalinata principal, escuchó un barullo proveniente de algún lugar cercano y, atraído por la curiosidad ─y por qué no decirlo, la preocupación de que algo que pudiera intervenir con la boda estuviera pasando─ giró hacia la izquierda en la siguiente desviación. Conforme se acercaba aquél escandalo fue tomando forma en lo que él pudo identificar como una mezcla de gritos y risas de unas voces bastante conocidas, y ya a unos cuantos metros del lugar de origen, que al parecer era una de las habitaciones que se encontraba con la puerta abierta, pudo escuchar con claridad.

—¡Cabrones! ¡Les juro que esta me la pagan!

Una zapatilla deportiva voló por el aire, golpeando contra la pared del otro lado del pasillo con una fuerza violenta, al tiempo en que Ace y Sabo salían de la habitación patinando en el suelo a toda velocidad para después salir corriendo, levantando una cortina de polvo tras ellos por la prisa de su huida, sin dejar en ningún momento de carcajearse a mandíbula abierta. Pasaron por su lado como si él fuera un simple retrato en la pared, o al menos así lo sintió hasta que el rubio giró el rostro sin detener su camino.

—¡Nos vemos en un rato, cuñado!

Y en dos segundos ambos chicos habían desaparecido. Law se quedó mirando el lugar por donde escaparon sin tener la más mínima idea de cómo debería reaccionar ante tal situación, aunque no tuvo que preocuparse por averiguarlo pues aquella voz volvió a escucharse estruendosa y enfurecida dentro de la habitación, y sin dudarlo se acercó a la puerta.

—¡Vuelvan aquí malditos! ¡Les voy a patear el culo, hijos de…! —Luffy enmudeció y abrió los ojos como platos al verlo parado en el umbral, para que un segundo después su rostro adoptara una tonalidad rojiza hasta las raíces de su cabello—. ¡Law, no mires!

Pero ya era muy tarde, aunque desviara la mirada en ese momento ya había tenido la oportunidad de captar la imagen frente a él. Su lindo y adorable Luffy estaba ahí,  con el rostro más rojo que le había visto en todos los cinco años que llevaban juntos, luciendo  con vergüenza un despampanante y esponjoso vestido de novia, del blanco más pulcro que él conociera y un escote que de haber sido chica habría destacado sus atributos casi con descaro. El corsé se ajustaba a su torso como si hubiera sido confeccionado exclusivamente para él, algo alarmante a su parecer, adornado con un muy complicado diseño conformado con relieves, encajes y pedrería brillante.

—¿Debería… preocuparme? —preguntó tratando de ocultar un poco el tono burlón de su voz y la sonrisa que deseaba asomarse por sus labios.

Luffy formó un puchero y bajó la mirada hacia su atuendo. Debía de verse ridículo—. Ace y Sabo me jugaron una broma —explicó como si estuviera reprochándole que se divirtiera a su costa. Estiró los brazos hacia atrás, tanteando su espalda hasta encontrar el lazo que sujetaba el vestido y tirando de los extremos en un intento por aflojarlo y poder sacárselo de una vez, pero parecía que mientras más trataba más se ajustaba el condenado—. ¡No puedo!

—A ver, déjame ayudarte. —Law se colocó detrás del menor, haciendo una mueca al ver el desastre enredoso en el que se había convertido aquél lazo, y se dispuso a tratar de deshacerlo.

Luffy se quedó en completo silencio durante un rato, aún demasiado avergonzado por la situación en la que su prometido lo había encontrado, y esperó con la casi inexistente paciencia que poseía, hasta que algo le pasó por la cabeza—. Law, ¿puedo preguntarte algo?

—Dime —contestó el moreno, casi en modo automático por estar demasiado concentrado en su tarea. Bueno, ¿es que acaso los hermanos de Luffy habían esperado que saliera así vestido? Porque parecía imposible que el chico por sí solo hubiera sido capaz de quitárselo.

—¿Por qué decidiste adelantar la boda?

Las tatuadas manos detuvieron todos sus movimientos abruptamente—. Te… ¿te molesta que lo haya hecho?

—¡No! No es eso —aseguró el menor de inmediato, y Law pudo sentir cómo el aire regresaba a sus pulmones con alivio.

—¿Oh, en serio?

Luffy asintió con insistencia—. En realidad… bueno, me hace feliz, me emociona. Sólo que no comprendo por qué lo hiciste.

Law sonrió de lado, tanto por las palabras del otro como por que el nudo ya comenzaba a aflojarse—. Escuché la conversación que tuviste con Sabo-ya la semana pasada, acerca de los preparativos. Me di cuenta de que en realidad no era algo que disfrutaras, y que la fiesta no estaba resultando en lo que a ti te gustaría que fuera, y esa no era la idea. Quiero que te diviertas, que goces la boda y de todo lo que hay en ella, de eso se trata. Así que le pedí ayuda a tus hermanos y unos cuantos amigos, para hacer algo que de verdad te guste.

—Pero, ¿y tú? ¿Qué hay de lo que tú querías para la fiesta?

—En realidad no tenía una visión específica al respecto, con que la boda te haga feliz es suficiente para mí. —Un último tirón más y... listo—. Ya está, puedes quitártelo ahora.

Luffy se sostuvo el vestido a la altura del pecho para evitar que cayera de golpe hasta el suelo ─aunque no era como si el mayor no lo hubiera visto ya en incontables ocasiones como llegó al mundo, pero sentía que en esta situación aquello no encajaría bien─ y se dio la vuelta para verlo de frente, sonriéndole con suavidad y cariño.

—Soy feliz Law, no sólo por el hecho de que hayas hecho esto por mí, sino también porque tú eres la persona con quien voy a casarme, y eso es lo más importante para mí. Incluso aunque mis hermanos me hayan jugado esta broma —comentó con diversión, estirando sólo una mano para colocarla en el hombro del más alto—, no podría pedir una boda más perfecta que esta.

Trafalgar dejó escapar un pequeño resoplido de risa por el comentario anterior, que también era en parte de alegría, con una pequeña y ladeada sonrisa formándose en sus labios. Acarició la mejilla del menor con su pulgar, como si temiera lastimarlo si hacía más que sólo rozarla, y se deslizó por su piel hasta posar su mano en el cuello del otro, al tiempo que su mano libre hacía lo propio en su cadera, donde parecía amoldarse a la perfección.

—¿De dónde diablos sacaron un vestido de novia para ti, de todos modos?

Luffy rió—. No tengo ni idea.

Y casi como si se hubieran puesto de acuerdo ambos se acercaron, sin prisas pero ansiosos a la vez, hasta que sus labios se encontraron. Oh, cómo amaba ese bendito sabor a manzana. Y era por eso que no había vuelta atrás para ninguno, el camino de regreso había desaparecido por completo. Law lo sabía desde hace mucho tiempo, tal vez desde la primera vez que lo probó aunque en ese entonces no se diera cuenta, pero lo sabía, que por más años que viviera y por más larga que pudiera ser su vida jamás encontraría algo que pudiera comparársele a ese sabor sobre sus labios, o a esa sensación hormigueante que surgía en su pecho y se esparcía por todo su cuerpo. Y lo amaba tanto que no lo dejaría ir jamás.

Law deslizó su brazo hasta haber rodeado por completo la estrecha cintura de su pareja, atrayéndolo hacia sí hasta que no había más intermediario entre ellos que la ropa de ambos, y Luffy, quien ya no tenía la necesidad de sostenerse el vestido pues no había forma de que cayera en esa posición, se abrazó a su cuello, enroscándose en él con tal de estar lo más cerca posible.

—Luffy, faltan sólo… ¡¿Qué demonios llevas puesto?!

Ambos rompieron el beso al escuchar el grito femenino proveniente de la puerta, donde encontraron a una muy horrorizada Nami observándolos.

—Hey, no me mires así, culpa a mis hermanos.

—¡FALTAN CINCO MINUTOS Y NO ESTÁS LISTO! —exclamó la peli naranja aproximándose a ellos con grandes zancadas—. ¡Y tú, Law, te dije que no podías ver a Luffy antes de la ceremonia! ¡Ve a tu lugar! ¡Luffy, ¿qué estás pensando que sigues sin cambiarte?! ¡Vamos, muévanse¡ ¡YA!

Dado que Nami parecía estar al borde de un colapso nervioso los chicos decidieron hacerle caso, aunque Law no pudo ni dar un paso antes de que ella lo tomara por el brazo y comenzara a arrastrarlo hacia la salida, sin dejar de mascullar lo desconsiderados que todos eran.

—Te veo en el altar —alcanzó a decir antes de que la chica lo sacara de la habitación.

—¡Ahí estaré! —Luffy rió y se quitó el vestido por fin para terminar de arreglarse.

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Robin, sentada en una de las primeras filas, observó con una sonrisa ladeada cómo la peli naranja estaba a poco de arrancarse el cabello de la cabeza, y eso que apenas iban unos cuantos minutos de retraso.  Los invitados comenzaban a hablar en susurros para distraerse un poco mientras esperaban, y fue entonces cuando Nami hizo una seña con la mano derecha y Brook comenzó por fin a tocar la marcha nupcial en el piano que se encontraba en uno de los extremos del salón. Todos los presentes se pusieron de pie y las puertas laterales de la habitación se abrieron a la par, dejando ver por un lado a un alto y elegante joven de ojos grises, vestido con un traje blanco impecable, una camisa negra debajo y una corbata plateada. Un pañuelo blanco en el bolsillo de su pecho completaba su vestimenta. Luffy,  por su parte, lucía un conjunto conformado por un saco color vino con solapas negras y una bolsa a la altura del abdomen con un borde negro a la par del bolsillo en su pecho que contenía un pañuelo blanco, y los botones dorados brillando gracias al reflejo de la luz, camisa negra y corbata blanca al igual que sus hermanos. Los trajes habían sido uno de los pocos detalles que se conservaron de los preparativos originales.

Desde una de las bancas Bon Clay sonrió con lágrimas en los ojos al ver a la hermosa pareja luciendo con orgullo los trajes que él personalmente había confeccionado para ellos ─también había hecho los trajes de los hermanos de Luffy y el vestido de novia que estos mismos le habían pedido, con la condición de que debían conseguirle una fotografía una vez hubieran logrado ponérselo al menor─ mientras caminaban al ritmo de la melodía por el camino que había quedado libre a la mitad de las filas de invitados y que guiaba hacia el pasillo central.

Cuando los novios se encontraron frente a frente Law estiró su mano hacia el menor, con su ladeada sonrisa instalada en el rostro—. ¿Juntos?

Luffy sonrió ampliamente y tomó la mano que le tendía su futuro esposo—. Por siempre.

Tomados de las manos y aferrándose al otro con el deseo de no soltarse jamás caminaron hacia el altar, bajo las miradas felices y sonrientes de todas aquellas personas que los querían y apreciaban y a quienes consideraban como su enorme familia, hasta colocarse frente al juez que oficiaría la boda, Dracule Mihawk, quien les dedicó una mirada que denotaba cierto orgullo acompañado de un asentimiento que correspondieron casi al instante. El hombre los conocía a ambos por distintas razones desde que eran pequeños,  y había tenido la oportunidad de ver cómo crecían para convertirse en las grandes personas paradas frente a él.

Cuando Dracule comenzó a hablar, rompiendo con el momentáneo silencio que se formara al parar la música, Luffy apenas podía escuchar lo que decía pues el sonido de su corazón retumbando contra su pecho le tenía algo aturdido, pero no lo suficiente como para hacerlo perder el hilo de cómo avanzaba la situación, sabía muy bien lo que estaba pasando y con cada segundo parecía que su pulso aumentaba más y más. Oh, estaba tan jodidamente nervioso, casi sentía que en cualquier momento se desmayaba. ¿La razón?  Bueno, acababa de recordar que Robin había prometido ayudarle a escribir sus votos cuando faltaran unos días para la boda, pero la fecha se había adelantado a escondidas de él para mantener la sorpresa, lo que ahora significaba que... no tenía votos para decir.

—El matrimonio no es sólo la unión de dos personas, sino también de dos vidas, dos almas que se vuelven una, que están dispuestas a compartir todas las alegrías y también las tristezas con el otro, que saben que pasarán el resto de sus vidas velando por la felicidad y seguridad de su compañero antes que la suya propia.

»Trafalgar Law, ¿aceptas a Monkey D. Luffy como tu legítimo esposo, para serle fiel, amarlo y respetarlo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

—Acepto.

Oh dios, oh por dios...

—Monkey D. Luffy, —¿sería demasiado tarde para suspender la boda unos minutos en lo que ideaba algo?—, ¿aceptas a Trafalgar Law como tu legítimo esposo, para serle fiel, amarlo y respetarlo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Luffy tragó saliva para humedecer un poco su garganta seca y asintió—. Acepto.

—Los votos, por favor.

¿Fingir un desmayo sería demasiado teatral?

Luffy trató de tranquilizarse mientras se giraba de frente a su novio, y tuvo que levantar la cabeza para poder verlo a los ojos debido a la diferencia de altura. Los orbes grises brillaban con seguridad, anhelo y, sobre todo, con el amor que él ya había conocido durante el tiempo que llevaban juntos. El mayor tomó sus manos estrechándolas con suavidad, con la calidez de su tacto esparciéndose sobre su piel, y le sonrió. Le devolvió la sonrisa y se preguntó entonces por qué estaba tan nervioso antes, en ese momento nada podía salir mal, no mientras Law estuviera ahí con él.

El cirujano tomó aire para poder hablar—: Cuando tú y yo comenzamos a salir, hace ya casi cinco años, todo el mundo me decía que no iba a durar, que no éramos compatibles, y que lo más probable era que terminara ahorcándote —éste último comentario causó algunas pequeñas risas entre los invitados y el mismo Luffy, todos sabían que tratar con él no era lo que muchos considerarían como una tarea fácil—. Pero ahora, mirando hacia atrás, puedo darme cuenta de que he cometido muchos errores en mi vida, pero tú no eres uno de ellos. No existe nadie más en este mundo que me comprenda tanto como tú, que me haga sonreír con sólo recordarle, que me haga pensar en mis acciones desde un punto de vista diferente al que siempre tuve. Eres mi complemento, soy mejor persona gracias a ti, y es por eso que quiero pasar el resto de mi vida a tu lado, porque no hay manera de que encuentre a alguien que en cien años sea capaz de hacerme sentir siquiera la mitad de lo que tú logras con sólo sonreírme. Porque sé que el camino frente a mí aún es muy largo, difícil y tal vez doloroso, pero no tengo miedo de recorrerlo si es a tu lado.

Luffy inhaló profundo y se sorbió la nariz lo más discretamente que pudo. Miró a Law, aguantándose las ganas de saltarle encima y comérselo a besos, y supo que en realidad no necesitaba de un discurso preparado con antelación para saber lo que quería decirle en ese momento.

—Desde que era niño deseé poder tener increíbles aventuras, como los personajes de los cuentos que mis padres nos contaban a mí y a mis hermanos, pasé la mayor parte de mi vida buscándolas en donde sea que pudiera encontrarlas, algunas veces me metí en problemas por eso…

—¡¿Sólo algunas veces?! —se escuchó la voz de alguno de los invitados, ocasionando una nueva oleada de pequeñas risas.

Luffy rió un poco y continuó como si no lo hubieran interrumpido—, pero era feliz con encontrarlas, por más pequeñas que fueran. Hasta que me topé contigo. Tú, Law, eres mi más grande hazaña, cada día que he pasado a tu lado es una nueva e increíble aventura sólo por el hecho de estar contigo. Nada de lo que he hecho hasta ahora es tan especial como lo que he logrado a tu lado. No quiero volver a tener una aventura si no tú estás en ella, y es por eso que deseo que nuestros caminos se junten y no vuelvan a separarse nunca, porque contigo todas las tristezas, los problemas, los malos y buenos momentos, las risas y la felicidad que pueda conseguir de ahora en adelante serán parte de una gran aventura.

Mihawk sonrió casi imperceptible mientras los dos chicos frente a él intercambiaban los anillos de matrimonio, y como no quería hacerlos esperar más ─tenía el presentimiento de que si no se daba prisa Luffy rompería con el protocolo en cualquier momento para lanzarse sobre el mayor, en realidad le sorprendía que no lo hubiera hecho ya─ en cuanto ambos tuvieron el anillo en su lugar correspondiente pronunció por fin las palabras por las que todo el mundo ahí estaban esperando.

—Por el poder concedido a mí, con todos los presentes como testigos y bajo la ley de los hombres yo los declaro ahora, Trafalgar Law y Monkey D. Luffy, esposos. Pueden besarse.

Y como había previsto, Law tuvo que retroceder un paso para mantener el equilibrio cuando su esposo se abalanzó sobre él, rodeándole el cuello con los brazos y asaltando sus labios al instante, a lo que él respondió sujetando su cintura con firmeza y correspondiendo el beso con gusto.

—¡Qué vivan los novios!

El salón no tardó nada en llenarse con aplausos y vítores, exclamaciones alegres y alguno que otro llanto por ahí. Sabo no pudo evitar soltarse a reír cuando volteó hacia el pecoso y lo encontró tallándose los ojos tratando de borrar toda evidencia en su contra. Por su lado Franky no tenía problema con que alguien lo notara a él.

Cuando los recién casados rompieron el beso se sonrieron mutuamente, sin necesidad de decir nada más, y entrelazaron sus manos para hacer el recorrido de salida y dirigirse al lugar de la celebración.

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—¡MUGI-CHAAAN!

—¡Bon-chan! —Luffy sonrió con alegría al ver acercarse a él a un hombre dando pronunciadas, y tal vez un poco exageradas, vueltas de bailarina. Law, parado a su lado, soltó un suspiro discreto. Aún no terminaba de comprender a ese hombre, y no era que no le agradara, sólo que a veces era demasiado… llamativo.

Cuando Bon Clay llegó a donde se encontraba el menor le dio un muy fuerte abrazo—. ¡Muchas felicidades, Mugi-chan! La ceremonia estuvo hermosa, ¡hermosa! De verdad fabulosa. ¡Law-chan, felicidades a ti también!

—Gracias, Bon Clay.

—¡Pero mírense! Sabía que los trajes eran perfectos para ustedes pero esto supera mis expectativas, se ven simplemente magníficos. Dime, Mugi-chan, ¿qué tal te quedó el vestido de novia?

—¡Bon-chan! ¿Tú tuviste algo que ver con eso? —preguntó el menor medio ofendido.

—Eeeh… ¿tal vez?

—Joo, Bon-chan —reclamó Luffy, haciendo uno de sus conocidos y adorables pucheros.

—Perdón Mugi-chan, pero es que no pude resistirme cuando tus hermanos me lo pidieron, era demasiada tentación para mí. ¡Lo que me recuerda que debo ir por mi recompensa! Nos vemos después, tortolitos. —Y Bon Clay se fue de la misma forma en que se acercó, dando vueltas.

Law sintió que una gota de sudor resbalaba por su sien, pero retiró la mirada de él al notar al hombre que ahora se acercaba a ellos, riendo un poco al ver al otro alejándose.

—Él siempre ha sido así —comentó el pelirrojo, para después voltear hacia el de ojos grises y extenderle la mano—. Law, felicidades.

—Akagami, gracias por venir —contestó cortés, estrechando la mano que se le ofrecía.

—Es un placer.

—¡Shanks, me alegra que estés aquí! —Luffy no perdió tiempo y se lanzó a abrazar a su mentor, quien lo recibió con los brazos abiertos. En todos sus años de trabajo y enseñanza en el medio artístico, el hombre nunca había conocido a un joven tan alegre y entusiasta como el menor, ése chico era alguien único, y agradecía haberlo conocido desde tan pequeño y tener la oportunidad de verlo crecer para después pasar a ser su maestro.

—No me lo habría perdido por nada, Luffy.

—Yo debo ir a saludar a otras personas, si me disculpan. —Law se excusó con ellos, sabiendo que a su pareja le agradaría tener un momento de privacidad con el mayor, y se alejó en dirección a un pequeño grupo de hombres conversando, entre los que se encontraba su padre. “Sólo espero que Cora-san no vaya a causar un accidente”.

—Te ves feliz, mi pequeño monito. 

—Lo estoy. —Luffy sonrió mientras observaba a su esposo ─vaya, se sentía tan correcto llamarlo de esa forma, a pesar de que hacía nada que estaban oficialmente casados ya se había acostumbrado a pensarlo de esa forma y ahora era libre de expresarlo— hablando con su padre y otros tantos amigos de la familia, para después tomar en su mano el sombrero en su cabeza (el cual Nami le había impedido por todos los medios posibles que llevara en la ceremonia) y respirar hondo antes de voltearse a su acompañante y tendérselo—. Toma Shanks. Me dijiste que te lo regresara cuando hubiera cumplido mis metas y sueños, como dije antes, lo que siempre soñé fue una gran aventura. Ahora la tengo. Creo que ya es tiempo de devolvértelo.

Akagami observó el sombrero por un par de segundos, sorprendido, y sonrió con orgullo—. Quédatelo. Considéralo como un regalo de boda.

—¿Qué? Pero, Shanks…

El mayor tomó el sombrero y se lo colocó al chico de nuevo sobre la cabeza—. Algún día Luffy, tal vez dentro de unos años, te encontrarás con un niño, pequeño, valiente, y fuerte, verás su sonrisa y sus ojos llenos de vida y voluntad y pensarás “Es él, quien debe portar este sombrero de ahora en adelante”, alguien que será capaz de luchar contra todo, contra el mundo entero si es necesario, con tal de cumplir sus sueños y proteger a las personas que ama. Esa es tu tarea ahora Luffy, dale este sombrero a quien tú creas que merece llevarlo, ¿estás de acuerdo?

El chico sonrió, con labios un poco temblorosos de la emoción, y asintió con efusividad—. Lo haré, te lo prometo.

—¡Papi!

Ambos voltearon a tiempo para ver a un pequeño niño pelirrojo de no más de cuatro años corriendo hacia ellos con los brazos abiertos y una sonrisa en el rostro, detrás de él una mujer peli verde sonreía mientras lo veía y cuidaba a la distancia.

Shanks se acuclilló para recibir a su hijo, rodeándolo debajo de la cintura con su brazo para poder levantarlo—. Hey, campeón, ¿qué estás haciendo?

—Mami dice que no puedo id a los ádboles, podque me puedo pedded —contestó el pequeño, quien aún tenía unas dificultades para pronunciar la letra “r”, formando un pucherito—, pedo yo quiedo id a los ádboles papi.   

—Hmm… ¿y qué te parece si yo te acompaño, para que no te pierdas?

—¡Sííííí!

Shanks sonrió mientras el pequeño le hacía señas a su mamá para decirle que iría a los árboles con él, y se giró hacia su primer acompañante—. Bueno, iré con Makino un momento. Nos vemos después, Luffy.

—Claro, nos vemos. Adiós Kent.

—Adiós Luffy. —El pequeño se despidió con una sonrisa y un movimiento de mano, y él lo observó alejarse en brazo de su padre hasta llegar donde se encontraba su esposa esperándolos y quien los recibió a ambos con un beso. Eran una hermosa familia feliz, pensó con una sonrisa.

—¡Hey, Luffy!

Usopp y Chopper le hacían señas desde el lugar junto a la fuente que habían asignado como pista de baile y él se acercó a ellos rápidamente, lo que no tardó en terminar con los tres haciendo uno de sus extraños y cómicos bailes en medio de los demás invitados. En menos de un segundo Franky también había aparecido junto a ellos.

Desde su lugar junto a la mesa de aperitivos y bebidas Law observaba a su pareja divirtiéndose con sus amigos, sonriendo al verlo rodeado de toda esa gente que lo quería y apreciaba tanto.

—Tienes un esposo muy particular, ¿no? —comentó Corazón, colocándose a su lado al momento de encender un cigarrillo.

—Sí, así es.

Law no apartó la mirada del menor hasta que llegó a sus fosas nasales un olor cercano de lo que parecía ser… algo quemándose. Se dio la vuelta con rapidez sólo para encontrar un pequeño incendio en el mantel de la mesa que sabría dios cómo diablos había empezado, aunque ya se podía ir dando una idea.

—¡Cora-san apaga eso! ¡Apágalo!

El resto de la fiesta transcurrió sin contra tiempos, Law y Luffy se dieron el tiempo de charlar y bailar con los invitados y además estar juntos, durante el brindis Garp dio un discurso un tanto vergonzoso que casi logró que Luffy le arrojara a la cabeza su copa y cualquier otra cosa que tuviera en alcance, de no ser porque sus hermanos habían estado cerca para evitarlo, y el banquete había estado bastante animado por doquier. Para cuando llegó la hora de que los recién casados se fueran todo el mundo los escoltó hasta la entrada para despedirse de ellos antes de que entraran al coche que los llevaría al aeropuerto. Como con todo lo demás, Sabo y Ace se habían encargado de alistar el equipaje de su hermano menor y empacar cualquier cosa que pudiera necesitar durante la luna de miel. Mientras el vehículo se alejaba de la multitud que lanzaba palabras de despedida por el camino que Luffy había recorrido horas atrás junto a su hermano rubio sin saber lo que estaba pasando, el menor observaba por la ventana al tiempo que jugueteaba un poco con el anillo en su dedo, recordando la ceremonia y las palabras que se habían dicho uno al otro. Por alguna razón, algo no parecía encajar ahí.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Law, colocando una mano sobre la rodilla de su pareja para llamar su atención. Agradecía que el conductor hubiera subido el vidrio que lo separaba del lugar de los pasajeros en cuanto subieran al coche para darles un poco de privacidad.

—Hay algo que no me gustó de nuestra boda, Law.

El mayor se alarmó al instante. ¿Algo que no le gustó? Pero si él había estado seguro de haber hecho todo según sus gustos. ¿Qué pudo no haberle gustado? ¿La comida? No, por supuesto que no, le había pedido a Kuroashi que se encargara del banquete y le había proporcionado una lista de las comidas favoritas del chico, lo que prácticamente se resumía a cualquier platillo que contara con la carne como ingrediente principal. ¿La música? No, tampoco podía ser eso, Brook se había encargado de elegir cada segundo de música que se había tocado durante la fiesta, incluso había traído a una pequeña banda local que él conocía y estaba seguro de que el chico había disfrutado mucho de ella. ¿Los invitados? Qué va, si Luffy adoraba a todas las personas que habían estado presentes, no había parado de ir de un lugar a otro para poder pasar algo de tiempo con todos. A menos que… ¿acaso se le había olvidado invitar a alguien?

—¿Qué… qué es lo que no te gustó? —preguntó con un poco de nerviosismo.

Luffy dirigió su mirada hacia su mano y acarició su anillo con delicadeza, como si fuera a desvanecerse en cualquier momento—. «Hasta que la muerte nos separe» —repitió esas palabras como si nunca debieran de haber sido pronunciadas en primer lugar, para después levantar la mirada hacia su acompañante—. No quiero que nada nos separe nunca Law, incluso si muero, o si tú me dejas aquí primero, sé que no habría manera de que encuentre a alguien que ocupe tu lugar, sin importar cuánto tiempo pase. No me gusta pensar en que la muerte sería capaz de terminar con nuestro lazo.

Law suspiró, en parte por alivio, en parte porque esas palabras lo habían conmovido, y colocó una mano sobre la mejilla del menor, deslizándose en el asiento para acercarse más a él—. Bueno, ¿y qué tal si lo cambiamos un poco?

—¿Cómo?

Los ojos grises lo miraron con complicidad y el moreno se inclinó hasta rozar con los labios su oído al susurrar—: Monkey D. Luffy, ¿me aceptas a mí, Trafalgar Law, como tu legítimo esposo, para serme fiel, amarme y respetarme por el resto de tu vida, para que llegado el momento de que la muerte nos separe, esperar nuestro reencuentro y así poder estar juntos por el resto de la eternidad?

El pequeño sonrió y colocó sus manos en el cuello de su esposo para hacer que se separara un poco y poder besar sus labios con cariño, con suavidad y amor, y mirarlo a los ojos una vez ya habiendo sido terminado el contacto. Bueno, ese hombre de verdad tenía algo que lo hacía sentirse seguro con cada paso que avanzaba junto a él, sin dudas ni remordimientos en absoluto.

—Acepto.

Law sonrió y volvió a besarlo, pero antes de que pudiera intensificar el contacto, como él ansiaba, el menor se separó lo suficiente para poder hablar.

—Oye, tú también debes prometerlo.

—¿Crees que si no fuera a aceptarlo te lo habría propuesto? —ironizó el mayor, tratando de volver a besarlo. Sin embargo Luffy logró esquivarlo y lo miró con ojos de cachorrito.

—Anda, por favor.

Trafalgar suspiró. ¿Por qué diablos él tenía que ser tan condenadamente adorable cuando hacía eso? ¡Maldición, siempre le ganaba así!—. De acuerdo, está bien. Acepto.

Y entonces Luffy se arrojó sobre él con una enorme sonrisa para iniciar un ansioso e intenso beso como el que no habían podido darse con todo el público que había en la fiesta. El reducido espacio no tardó en acalorarse, al igual que sus cuerpos.

El conductor del coche subió el volumen de la radio y comenzó a silbar al ritmo de la música, haciendo como si nada estuviera pasando del otro lado del vidrio a su espalda, y siguió conduciendo con tranquilidad, sumergiéndose en la noche de aquél que había sido un hermoso día de primavera.

¿Fin?

Notas finales:

Yyyyy, eso es todo por hoy :3.

Espero sinceramente que haya sido de su agrado y no los haya hecho derramar demasiada miel(?).

Aprovecho para dar un pequeño aviso. A los que seguían a portgasace117 o alguna de sus historias ("Dulce, dulce universidad" o "Una navidad de chocolate"), me ha pedido les informe que no le será posible continuar publicando, al parecer tiene unos problemillas con la cuenta, además de falta de tiempo entre otras asuntos personales, pero les manda miles de disculpas, sean comprensivos chicos.

Si has llegado hasta aquí te lo agradezco de todo corazón <3 y ya que están pueden mandar un review, ya saben que acepto de todo, opiniones, sugerencias, críticas, comentarios, o lo que se les ocurra escribir es bien recibido mientras sea con cortesía.

¡Ariel-chan espero que te haya gustado!

Cuídense mucho y besos.

Misa-chan


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