Un dicho muy común versa que la verdad siempre sale a la luz.
Mi verdad no es una de ellas; no es porque haya encontrado la forma definitiva de mentir, tampoco soy bueno en ello, de hecho soy muy ingenuo y si me enfrentara a alguien lo suficientemente astuto, acabaría confesando cosas que ni siquiera pasaron; mi mente es débil y me dejo manipular.
Eso me lo dijo una vez aquel por el cual guardo este secreto, «Cualquiera podría aprovecharse de tu ingenuidad» fueron sus palabras una vez cuando iba en segundo grado, unos compañeros me habían convencido de levantarle la falda a una niña, ni siquiera recuerdo cuáles fueron las razones que me dieron, ni siquiera sé si me importaron… pero por alguna razón obedecí. Así de grave era mi situación.
A medida crecía fui cambiando, ya no le prestaba atención a la gente, tan solo a él. Muchas veces repetí sus palabras en mi cabeza «Cualquiera podría aprovecharse de tu ingenuidad» y en algún punto llegué a pensar que estaba bien, siempre y cuando fuera él. Pero nunca lo hizo…
Detrás del patio de mi casa, cuando teníamos quince, él me dijo que yo le gustaba mientras jugábamos a la pelota, yo respondí que era recíproco… no lo dudé ni un segundo, estaba tan feliz que no me importó que él me hiciera prometer que sería un secreto, él sabía que nunca iría a romper esa promesa, sabía que no podía negarle nada… al parecer sí se aprovechaba un poco…
Luego de la confesión, pasamos a tener una especie de romance clandestino, de esos en los que hay que esconderse para darse un beso, tomarse las manos bajo la mesa, mentir en casa para poder estar más tiempo juntos… Durante muchos años aparentamos ser los mismos, tratamos de parecer lo más normales posibles ante los ojos de los demás; pero en mi interior sabía que él me amaba, así como yo lo amaba a él, no había ni un minuto del día que dejara de pensarlo; sentía que mi vida dependía de él, que respiraba por él, ¿y por qué no pensarlo? Si hasta mi corazón latía acelerado al más mínimo roce de nuestras pieles. Pero, una vez más, no era así. Él no pensaba en mí tanto como yo creía, su vida no dependía de mí, su corazón no latía por mí… al menos ya no más.
Durante el último año que pasamos juntos, él me decía constantemente que ya no podíamos seguir, que todos sospechaban que ninguno de los dos tuvo novia antes y ya estábamos en nuestros veintidós. Eso no me importaba, pero a él sí, siempre le había importado; fue por esa razón que estuve de acuerdo en no estar juntos más, sufrí, pero como ya estaba acostumbrado, aparenté seguir normal.
Un mes después él ya tenía novia.
No sabría decir cómo logré mantenerme callado tanto tiempo, tan sereno, como si nada pasaba; quiero suponer que aparentar por tanto tiempo que no lo amaba fue más que suficiente para aprender a ponerme una máscara de indiferencia.
Gracias a eso puedo estar tranquilo guardando nuestro secreto, aunque se me haga nudo en la garganta mientras intenta salir, mientras recuerdo nuestro tiempo juntos, sonriéndole a la nada mientras revivo nuestro primer beso… tan solo recuerdo todo lo que vivimos y que ahora está destinado a permanecer encadenado a mi memoria como el dulce amor que fue.
Ah, mi querido Tetsu…, al parecer sí fueron ciertas sus palabras, al final alguien terminó aprovechándose de mí, jugaba con mi absurda estupidez, me obligaba a callar algo que quería gritar… pero él sabía la forma exacta de hacerme callar… por él hasta podría cocerme los labios. Podría… podría hacer tantas cosas; pero ahora solo puedo hacer silencio y esperar con abundante paciencia a que vuelva a dirigirme esas palabras que tan feliz me hacían…
«Te amo, Leda».