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My World por ValeCaroline

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Notas del fanfic:

Soy una mala persona que ama el angst y hacer sufrir al resto. 

¡Prometo que voy a intentar hacer algo más alegre para la próxima!

El frío aire se coló entre su ropa. Una vez más estaba completamente arrepentido de lo que había hecho la noche anterior.


Miró los elementos a un lado y los empujó con asco. Quería llorar, pero sabía que no ganaría nada con eso. Encerró su rostro entre ambas manos y deseó no haber nacido. Pero a la vez sí. Su mente aún no estaba del todo bien.


Guardó todo en la bolsa que tenía a un lado y se levantó. Con un tambaleo ya conocido, comenzó a caminar.


En las calles, la gente se alejaba de él, lo cual le hacía sentir más asqueroso de lo que ya se sentía. Intentaba no mirar a nadie, no sentir los ojos de las personas clavados en su cuerpo andrajoso y esquelético. Lo sabía, sabía que le tenían miedo, asco, repugnancia, e incluso, algunos podían llegar a tenerle pena. ¿Y quién no la tendría?


Era un drogadicto, un asqueroso animal que no podía vivir sin sus sustancias, con el instinto a flor de piel, imposible de controlar, aun cuando quería cambiar. Solo bastaba un pequeño desliz para que el trabajo de toda una semana se viniera abajo. Y nuevamente las ganas de llorar lo invadieron.


Al menos antes no estaba solo. Pero ahora había aprendido a alejar a todos de su lado. No quería lastimar a nadie más. No quería que su familia sufriera porque él no podía controlarse. Sabía muy bien lo que había hecho con ellos. Incluso sabía que los había destruido por completo. Pero no había mucho que pudiese hacer más que seguir sus instintos.


Llegó a la plaza de siempre y abrió la bolsa. Ahí estaban, la maldita pipa y las estúpidas jeringas. Decidido, hizo todo un bollo y lo lanzó en el tacho de basura más cercano.


—Algunas aún tenían —murmuró, le parecía un desperdicio total del dinero. Podría revenderlas. Frenó su paso y miró de nuevo hacia atrás. Le vendría bien un baño, incluso algo de ropa. Sabía que cada una de esas jeringas sin usar saldría al menos 37.000 won. Tomó la bolsa de la basura y se dirigió a donde sabía habría compradores.


 


Con 400.000 won en el bolsillo, decidió ir primero a un baño público, para poder limpiarse, porque sabía que si iba de esa manera a comprar ropa, le echarían.


Se duchó y se puso la misma ropa. Le dio asco, pero decidió que era así o desnudo que saldría a la calle.


Lo corrieron de la primera tienda a la que entró. También de la segunda y la tercera. Quiso rendirse, como lo hacía la mayoría de las veces, y así lo hizo. No había mucho que pudiese hacer ante la sociedad, después de todo.


Aún con más de 300.000 won en el bolsillo, decidió ir a algún hostal para pasar la noche. No le dejaron entrar en ninguno, y él no quería quedarse fuera, muchos sabían que aún tenía dinero, y sabía que lo habían estado vigilando, que no había gastado nada.


Sin saber que más hacer, decidió ir a la iglesia. Si algún lugar había aprendido a ir, era la iglesia, ahí la gente como él era siempre recibido, seguramente, si lograba convencer al padre, quizá le dejase quedarse durante esa noche. Al menos una noche, eso era todo lo que pedía. Quizá podría tomar algunas de las ropas usadas que donaba la gente. Quizá, solo quizá…


El padre era nuevo, nunca le había visto antes. No lo juzgó, ni siquiera le preguntó porque pedía protección. De hecho, lo llevó a su casa, le dio alimento y le prestó algunas de sus prendas, aunque estas le quedasen pequeñas, el joven padre era mucho más bajito que él, aunque casi todo el mundo lo era.


—¿Cuál es tu nombre? —preguntó el padre mientras comían, sentados en la mesa, dentro de una cálida y modesta cocina.


—SeHun, Oh SeHun —contestó, algo cohibido. No era que el padre le intimidase, más bien le agradaba, pero tenía miedo de encariñarse con alguien, quería guardar las distancias. El hombre le miró con una cálida sonrisa.


—Yo soy Zhang YiXing. Vengo de China. Llegué hace una semana. —SeHun podía notar el extraño acento del padre, le sonrió de regreso—. No me gusta ser entrometido, pero ¿por qué estabas en ese estado?


SeHun bajó la mirada, queriendo esconderse. El tenedor jugaba con la comida dentro de su plato.


—No es algo de lo que estar orgulloso. Mi familia me echó de casa porque robé el dinero que guardaban para la operación de mi hermano. Necesitaba un trasplante de córnea, era ciego. Ya sabe, el milagro de la visión y todo eso… —intentó bromear, pero sus labios se curvaron hacia abajo.


—¿Por qué lo robaste? —Apenas YiXing hizo esa pregunta se arrepintió, porque sabía la respuesta. Pero SeHun no se molestó.


—Para comprar droga. Y estoy muy arrepentido. Siempre lo estoy cuando vuelvo a ser yo… pero cuando lo necesito… soy capaz de cualquier cosa.


—¿Y qué haces para controlarlo?


—No lo sé… no soy consciente. —Un suspiro salió de los labios de SeHun, sin poder controlarlo. A pesar que había estado mucho tiempo sin comer, sentía el estómago cerrado y el plato estaba con casi la misma cantidad de alimento que cuando lo había servido. YiXing, al notarlo, decidió levantar todo y ponerse a limpiar.


—Solo tengo una cama, así que úsala tú, seguramente estás cansado de dormir en la calle. Ve. Yo arreglo todo. —Le sonrió amablemente, y SeHun sintió una extraña calidez llenarle el estómago. Devolvió la sonrisa y se dirigió al cuarto del padre.


 


Al otro día, despertó con un cálido aroma invadirle las fosas nasales. SeHun se levantó de la cama y se dirigió a la cocina. Un delicioso desayuno le esperaba. Esta vez, comió con mucho ímpetu. Sin dudas la segunda mañana ya se sentía mejor, aunque sintió esa abstinencia a la que tendría que acostumbrarse hasta que su cuerpo no resistiera.


—¿Te sientes bien? —preguntó YiXing con su extraño acento, pareciendo preocupado.


SeHun negó.


—¿Qué te sucede?


SeHun tragó saliva, sintiendo el dinero de su bolsillo quemarle, como si fuera un carbón prendido.


—¿Quieres que te ayude?


SeHun asintió. —Quiero que termine esta tortura. No quiero lastimar a nadie más. —Y sin querer sus ojos se llenaron de lágrimas—. Lo intenté tantas veces. Tantas veces fracasé. Solo quiero que esto termine conmigo y no darle más problemas a nadie más. No quiero que me trates así, porque después sé que te decepcionaré y no querrás volver a verme.


—Tranquilo, Oh SeHun. Yo intentaré ayudarte en lo que pueda. Solo debes recordar que el Señor es bueno con todos los que están arrepentidos, si tu corazón quiere ser perdonado, él te ayudará. Llegaste a mi puerta por alguna razón.


SeHun asintió y decidió intentar comer.


 


Los días comenzaron a avanzar. YiXing le ordenaba cosas, le mantenía con la cabeza ocupada, pero sabía que SeHun podría explotar en cualquier momento.


—Si realmente quieres cambiar, debes demostrárselo al Señor. Él te mostrará el camino, solo debes recordar que no será fácil. Debes rechazar la tentación —le repetía, pero el cuerpo de SeHun era cada vez más agresivo. No quería que YiXing le viese en ese estado, así que cuando sentía que ya no podía más, se escondía en el cuarto e intentaba calmarse.


A veces exploraba los cajones del padre, para saber dónde escondía el dinero de las misas. Pero nunca había descubierto nada. Sabía que si le preguntaba, YiXing sabría lo que intentaba y no le diría, porque había prometido ser su protector. Pero SeHun a veces sentía que su piel quemaba y como las arañas trepaban por su cuerpo para comérselo vivo. Ellas nunca lo buscaban a YiXing.


En secreto, SeHun odiaba a YiXing. Odiaba como podía sonreírle a la vida. Lo odiaba porque él había tenido una vida fácil. También le odiaba porque el mundo estaba a su favor, y había cientos de personas que día a día se acercaban a él para darle que les diese mano. Odiaba la forma en que daba sin recibir nada a cambio.


SeHun nunca había recibido nada, él lo tomaba porque lo necesitaba y ya.


 


SeHun llevaba un mes en abstinencia y su cuerpo estaba un poco más relajado. Ya no sentía tanta necesidad de consumo, y YiXing lo notó. Ahora le dejaba salir, con la condición de que regresara antes del anochecer. También le dejaba ayudarle en las misas, él recogía el dinero de los creyentes, el cual, ahora sabía que se guardaba en una caja fuerte de la oficina. También sabía la clave. Y que el día número cuarenta de falta de consumo, sería el que llevaría a cabo su plan.


Esa noche robó todo el dinero que habían juntado y lo guardó en un bolso.


Se escapó de la casa que le había protegido por todo ese tiempo y se dirigió a la plaza. Allí estaba, el vendedor. Con una sonrisa se acercó a él, pero no notó como alguien le seguía de cerca. Tan cegado por su necesidad estaba, que cuando una navaja se clavó en su espalda y tomaron el bolso de sus manos, solo pudo pensar en que si se levantaba y lograba alcanzar a esa persona, quizá aún estaría a tiempo de comprar algo, antes de que su corazón dejase de latir.


Así que lo hizo, se levantó y comenzó a correr, ignorando el dolor y la forma en que la herida perdía sangre. Alcanzó al chico que le había robado, el vendedor no estaba lejos, y también quería comprar.


Después de una larga disputa, en donde uno de los guardias del vendedor intervino, decidieron gastar la mitad del dinero cada uno, y de esa manera, Oh SeHun llevó todo lo obtenido a uno de los callejones cercanos a la plaza y prendió la pipa, aspirando al fin ese dulce calmante que necesitaba. Después de tanto tiempo, al fin lo obtenía.


 


Zhang YiXing despertó el siguiente día con una extraña sensación, y al encontrar el sillón en el que SeHun solía dormir vacío, se preocupó mucho.


Sin saber qué hacer, decidió salir a buscarle.


SeHun le había contado muchas veces donde era que compraba y donde solía esconderse para consumir la mercancía. Así que rápidamente se dirigió al lugar.


Apenas ingresó al callejón, el olor a sangre le descompuso. Temiendo lo peor, ingresó a paso lento y cuidadoso.


El cuerpo de SeHun yacía en el suelo, tras uno de los tachos enormes, con múltiples cuchilladas en el torso. Como si quien le había matado, le tuviese rencor por algo.


Con lágrimas en los ojos, llamó a la policía.


A pesar de todo, se había encariñado con el chico, y había decidido cuidarlo.


Desde ese día, rezó día y noche para que Dios le recibiera, para que supiera que el chico había intentado cambiar. Para que cuando fuese su turno, pudiese conocer al SeHun bueno, que sabía vivía dentro de él, a pesar de todo. 

Notas finales:

Primero que nada, no soy una persona creyente, pero sé que la iglesia siempre está intentando ayudar a las personas con este tipo de problemas.

Segundo, amo lo real y sé que no es fácil dejar de consumir. 

Tercero, ¡no me maten! Yo los amo, y ustedes a mi, o al menos eso quiero creer...

Espero que lo próximo que escriba sea algo un poco más... ¿feliz? 

Bueno, sí, eso. 

¡Saludillos!


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