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Locos de amor por Romina Fujoshi

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Notas del fanfic:

Holaaaa :D

Estoy emocionada, este es mi primera historia original, con personajes nacidos en mi imaginación.

Debo decirles que toda la idea de esta historia me vino a la cabeza con 3 cosas; El libro de la historia del loco, la pelicula de Elisa Graves y la película de la isla siniestra. No me he basado en esas cosas pero en serio que cuando las ví y leí, toda la idea me ataco xD

Gracias a Ale Kamijou por la sugerencia para el titulo del fic. Gracias a las personas que deseen darme una oportunidad con lo que escribo.

¡Bienvenidos!

Notas del capitulo:

El primer capítulo es, considero que es muy largo, creo podría llegar a ser un poco pesado de leer, pero prometo hacer capítulos más cortos.

Este primer capitulo va narrado por nuestro protagonista.

Trate de adentrarme un poco en el mundo de la psiquiatria, pero si hay algo que no se entienda un carajo pueden preguntar y yo responderé cualquier duda :D

Capítulo 1: Hoja de ingreso

 

¿Estar loco o no estarlo? ¿Es algo que realmente importa? ¿Cuál es el límite que existe entre la cordura y la locura? La línea establecida entre estas dos facetas de la personalidad es tan delgada que se pude romper fácilmente. No depende de los seres humanos, no depende de la forma de ser, no depende de nada. Pero a  veces, la locura llega por sí misma. Mi abuela decía ‘De locos todos tenemos un poco’ Y cuánta razón tenía.

A los 19 años me enamoré como un loco, valga la redundancia de mi enfermedad. Me enamoré de verdad, me enamoré tanto, que a veces sentí miedo de mis emociones. Me enamoré del chico más lindo que pudiera existir sobre la tierra o al menos así me lo parecía. Era una persona maravillosa, lleno de facetas, lleno de miedos y de valentías, eso era lo que lo hacía aún más interesante, tenía el cabello más negro que el carbón, tenía la piel más blanca y suave asemejándose a la porcelana, era hermoso, su mirada irradiaba todo ese tipo de emociones que me hacía leer en sus ojos lo que pensaba. Los dos éramos como piezas de rompecabezas perfectamente diseñadas para estar juntas. Mi familia conocía de mi homosexualidad y no les sorprendía verme así de entusiasmado. Las voces dentro de mi cabeza eran apenas como un susurro desde que comencé a sentirme como un hombre enamorado, teníamos la misma edad cuando nuestros cuerpos se encontraron en la máxima expresión de placer.

Al decir todo esto, podría pensarse que mi vida era perfecta en ese entonces, pero no es así. Daniel, Sí así se llamaba el chico del que estaba enamorado, era un amante de los deportes extremos, amaba el riesgo y la adrenalina que su cuerpo producía cuando estaba en las alturas o algo similar. Un día fuimos juntos a las montañas, yo estaba muerto de miedo, antes de comenzar a escalar, tomé la medicación indicada de ese día. Ese molesto psicotrópico que me secaba la garganta y hacia que me doliera la cabeza. La vida de un loco no es nada sencilla, el depender siempre de un medicamento u otro, llega a ser demasiado insoportable, pero yo quería estar bien para él, quería ser lo más cercano a la cordura, nunca le hablé de mi padecimiento, nunca le dije que tomaba pastillas, me aterraba la idea de que eso lo alejará de mí. Pero en los últimos días, nuestra relación se había tornado tan seria que me sentía lleno de valentía para contarle todo, y lo haría después de esa excursión.

Yo escalaba la montaña lleno de terror, aferrándome con todas mis fuerzas a esa cuerda que era mi salvación. Un experto escalaba conmigo y a nuestra derecha iba Daniel. Escalaba sin problema, con agilidad, con destreza, era increíble, realmente amaba lo que hacía. Pero como bien dicen los libros de ciencia ficción ‘El peligro es un enemigo al asecho’ y desde ese día supe que odiaba el peligro más que a mi locura misma. Un derrumbe se suscitó frente a mis propios ojos. Todo lo que recuerdo son imágenes borrosas, lo que vino después fue algo que no me esperaba.

Despertaba en la cama de un hospital -¡¿Dónde está él?!- Gritaba, removiéndome en la cama intentando arrancar todas las conexiones que tenía en mi cuerpo, pero no había respuestas, no había nada, solo silencios y evasivas.

Daniel había muerto, había muerto justo frente a mis ojos y yo no fui capaz de hacer algo para ayudarlo. El mundo se me vino encima, era el final de un sueño, era el final de una relación, era el final de una felicidad pasajera. No pude rescatarlo de las sombras, no pude sacarlo de ahí. Escuchaba las voces dentro de mi cabeza en una asamblea  bastante molesta, gritaban miles de cosas y yo luchaba por descifrar lo que me decían “Fue tu culpa, fue tu culpa” Insistían dentro de mí y yo negaba –No fue mi culpa, no fue mi culpa- La escena se repetía una y otra vez, el hospital en que me atendían, tenía cero conocimientos sobre psiquiatría, todo lo que hacían era inyectarme sedantes que me desconectaban de la realidad.

Mi vida había dado un giro de 360 grados, dejo de importarme adaptarme a la sociedad, dejaron de importarme muchas cosas, fingía tomar mi medicación pero no lo hacía, mi madre confiaba demasiado en mí. Mis voces me gritaban que hiciera muchas cosas, casi no comía, casi no dormía. En ocasiones las voces eran tan fuertes que no me dejaban dormir.

Fui diagnosticado con esquizofrenia desde que tenía 10 años, un golpe bastante duro para mi familia, no fue nada fácil que me acostumbrara a la medicación. Cada medicamento tenía un efecto secundario distinto  y me volví un chico enfermizo. Siempre tuve problemas de aprendizaje debido a mis distracciones constantes. Mi madre lucho con todas sus fuerzas para nunca verme recluido en un hospital psiquiátrico. Fue tanta su dedicación hacia mí, que mi padre un buen día se esfumo sin decir nada, fastidiado de mis padecimientos, dejando a mi madre más sola que nunca. Mi hermano Carlos con tan solo 3 años más que yo, se volvió su apoyo, y mi hermana, esa chica rebelde que siempre tenía problemas de conducta, 2 años menor que yo, no hacía mucho para ayudar a la casa. Era una familia bastante disfuncional.

Cuando cumplí los 19, todo parecía ir bien, pero después de la muerte de mi ángel (Así decidí llamarle a Daniel) Todo comenzó a ir mal. Me adentraba en mi mente y trataba de recordar cómo es que termine dentro de una ambulancia con mis manos atadas. Dos hombres fornidos me miraban con seriedad y yo era incapaz de romper el silencio. Mis voces no se callaban, estaban ahí dentro, gritándose entre sí, confundiéndome tanto como les era posible. Nos detuvimos y los hombres me tomaron entre los dos, no sabía cuál era el jodido problema que tenían conmigo, estaba atado ¿Qué necesidad había en que me tomarán con tanta fuerza?

-¿Sabes porque estás aquí muchacho?- Me dijo uno de ellos, el hombre de la cicatriz en la mejilla derecha, su piel era obscura. El gesto en su rostro era de hostilidad, pero en su voz había un tono amable, casi tranquilizador

-¿Qué paso? ¿Qué es este lugar?

-Estas en Bethlem Royal Muchacho- Me respondió el segundo de ellos. Este era un hombre con la piel más blanca y no tenía cabello “Bethlem Royal” Analice el nombrecito en mi cabeza y mi pensamiento hizo ‘click’ Estaba en un maldito psiquiátrico, la peor de mis pesadillas se hacía realidad, no era más que un loco fuera de control que había terminado en un lugar como ese. Luego fue como si el ambiente de ese lugar estimulará mis recuerdos… Mi madre lloraba y me pedía de me detuviera, mis voces gritaban “¡Hazlo…Hazlo!” y mis manos terminaron alrededor de su cuello, apretando con tanta fuerza que me hacía imposible detenerme. Mis dos hermanos llegaron detrás de mí e intentaban alejarme de ella, pero mi fuerza era desmedida, una fuerza violenta que nada ni nadie podía frenar. Ahí estaba el recuerdo, yo había intentado asesinar a mi madre, pero no sabía porque, ¿Qué había iniciado todo? Faltaba una pieza, una pieza que no encontraba por ninguna parte.

-Pónganlo ahí- dijo un hombre que vestía una bata blanca. Su cabello y una ligera barba que había en su rostro eran de color gris, era alto, con un poco de sobrepeso y tenía la mirada más fría y sombría que puedan imaginar –Voy a ordenar que te desaten ¿Entendido?- Asentí medio confundido y los dos hombres con los que apenas había cruzado unas palabras liberaron mis manos –Déjenme a solas con él- Los hombres salieron y el viejo se acomodo en la silla detrás de su escritorio -¿Sabes porque estás aquí?

-Intente asesinar a mi madre- ¿Negarlo? No tenía caso

-¿Cuál es tú nombre?

-Fernando Silva

-¿Sabes en qué mes estamos?- ¡Mierda!...No tenía la menor idea, pero acudí a mis recuerdos, la semana pasada había sido el cumpleaños de Carlos así que debíamos estar en Agosto

-Agosto- Respondí confundido, a pesar de la rapidez con la que había trabajado mi cerebro, no me sentía convencido

-¿Año y día?- Su mirada me incomodaba, odiaba esos ojos negros con todas mis fuerzas, el hombre era muy imponente

-Es el año 2010 y ¿Es miércoles?

-Buen intento Fernando, pero no. Es el año 2011 y es lunes, lunes 9 de agosto. Dime algo ¿Escuchas voces?- “Dile que no, díselo”

-¡No!

-¿Estás seguro?... ¿A caso no fueron ellas las que te indicaron que asesinarás a tu madre?- “Dile que no…No te dejes engañar, este hombre es peligroso…Ten cuidado Fernando”

-Lo siento señor, pero yo no escucho voces

-¿Hace cuanto que dejaste de tomar tu medicación?- “No le digas nada”

-¿Perdón?- Debía hacer caso a mis voces, debía actuar con cautela y tal vez podría salir bien librado de ese doctor

-Tus medicamentos, ansiolíticos, somníferos, antidepresivos, litio… Toda la medicación que requieres para tu padecimiento ¡¿Hace cuanto que dejaste de tomarla?!

-Yo siempre tomo mi medicación

-¿Estás seguro?... Porque tus hermanos dicen todo lo contrario

-¡¿Dónde están ellos?!... Ellos son lo que me enviaron aquí ¿Cierto? ¡Mi mamá nunca lo hubiera permitido!- Me alteré, desobedecí a mis voces, perdí el control, quería ver a mi madre, quería ver a mis hermanos, quería salir de ahí, y quería hacerlo rápido

-Soy el doctor Ricardo Evans, soy el psiquiatra titular de este hospital. He revisado tu expediente, eras un paciente bastante controlado y la conducta que tu familia nos reporta es un claro caso de inhibición de medicamentos, dejaste de tomarlos ¡Admítelo!

-Quiero ir a casa, quiero ir a casa por favor

-No lo estas entendiendo, tu madre y tus hermanos te tienen miedo. Te quedarás aquí un tiempo hasta que estés listo para reintegrarte a la sociedad ¿Lo entiendes ahora?- Mis ojos se abrieron demasiado, me daba miedo, yo no podía estar en ese lugar, yo quería estar en mi casa, con mi familia con mis cosas, con mis recuerdos, con mis voces.

Los dos hombres entraron de nuevo. El médico ordeno la medicación que debían darme y todo eso y me sacaron de la oficina

-¿A dónde me llevaran?- Tranquilo muchacho, estrás bien en este lugar, solo es cuestión de obedecer y seguir las reglas.

Caminamos por un largo pasillo y pude ver mi reflejo frente a un espejo. Era un desastre, un verdadero desastre, tenía mi cabello castaño hasta los hombros y una barba desarreglada, lucía espantoso, mis ojos grises se veían tan sombríos, sin ninguna emoción en ellos. No recuerdo cuando fue la última vez que me vi frente a un espejo, pero era una imagen despreciable. Ese no era yo, me desconocía por completo… “2011” Recordé el año que el médico menciono, eso quiere decir que ha pasado un año desde que mi ángel murió. Un año desde que dejé de tomar mi medicación y dejé de preocuparme por mi aspecto físico. Perdí la noción del tiempo, eso pasa con los locos, siempre decían así en las noticias.

-Tomate esto- El hombre calvo me dio varias pastillas que le entregó una enfermera y un vaso de agua. Mis voces gritaban “No lo hagas, no lo hagas. No tomes nada” Pero no me quedo de otra, tenía a esos dos sujetos con sus ojos clavados en mí. Así que puse las pastillas en mi lengua y con ayuda del agua pude sentir como se abrían paso entre mi garganta hasta que las tragué.

-Bien hecho muchacho, bien hecho- Mi nombre es Benjamín- el de la cicatriz en la cara extendió su mano y la estrecho con la mía

-Soy Fernando Silva

-Yo soy Andrés- Me dijo el hombre sin cabello -También puedes llamarme Andy, así me llaman las chicas de enfermería- Al parecer estos sujetos eran agradables, entré en ese dormitorio donde había muchas camas amontonadas, la noche era calurosa y debía acomodarme por donde fuera posible. Fui el centro de atención, todos comenzaron a mirarme extraño. Sería ridículo que yo hablará de locura, porque dentro de este lugar todos somos iguales. Aquí no hay diferencias, todos somos pacientes psiquiátricos y no hay marcha atrás. Me acomodé en una cama que estaba demasiado pegada con la de otro sujeto. Me miraba de arriba abajo, sentí algo de miedo, pero este miedo desapareció cuando ese chico de cabello ondulado y rojizo me mostro una sonrisa, sus ojos verdes se abrieron para demostrarme su aceptación y pude respirar tranquilo

-Soy Tomás y ¿Tú eres?

-Fernando- esboce en mis labios una sonrisa y me acomodé en la cama

-¿Puedo llamarte Fer?... Tu nombre es jodidamente largo, tú por favor llámame Tomy, es más corto

-De acuerdo Tomy, puedes decirme Fer

-¿Qué fue lo que te trajo aquí?

-Estoy loco, a veces oigo voces- Mentí ¿A veces? Vaya mentira, las escucho siempre

-Yo soy un paranoico, tengo un año en este lugar, estoy convencido de que el mal está en todas partes e intenta destruirnos

-¿Qué posibilidades hay de salir de este lugar en menos de un año?

-Nulas- Dijo con convicción -Los tratamientos psiquiátricos son largos procesos, pueden ser 13 meses o dos años, no te podría decir con certeza. Todo tratamiento es variable de acuerdo al desorden mental

-¿Te dan muchos medicamentos?

-Más de los que yo quisiera… ¿y a ti?

-El doctor ese, el viejo gordo…

-Evans- Tomy completo mis palabras y yo asentí con la cabeza

-Me ordeno un montón de pastillas, intenté no tomarlas pero los sujetos esos, los fortachones me vigilaban. Parecen ser tipos agradables pero…

-No te fíes de nadie en este hospital, en este lugar nada es lo que parece, esos tipos son los mensajeros de Evans, no me sorprendería que ahora mismo estuvieran pegados en la puerta luchando por escuchar nuestra conversación

-Quiero irme de este lugar

-Ese es el sueño del 97% de la población de este hospital, pero siento decirte que no es nada fácil una recuperación…Cuéntame algo Fer… ¿Qué te dicen tus voces?... ¿Dicen algo del mal? ¿Te avisan cosas que van a suceder?- Mordí mi labio con amargura, para mi mala suerte mis voces siempre me gritaban cosas autodestructivas

-Mis voces no dicen nada interesante

 

****

Mi imagen seguía siendo la misma, no le encontraba lo interesante a cambiar mi aspecto, de vez en cuando recortaba un poco mi barba y el cabello ya casi estaba más debajo de mis hombros, cuando me miraba al espejo me desconocía, era un nuevo Fernando, una creación extraña del destino, una creación bastante fuera de lo normal, ese no era yo, no era la imagen que recordaba de mí. Tomé una liga y recogí mi cabello en una coleta, me apresure en salir del dormitorio para ir a una sesión de grupo. No nos dejaban mirar el calendario, pero suponía que ya había cumplido un año en ese lugar, mi hermano Carlos venía de vez en cuando a visitarme y la última vez que lo hizo me felicito por mi cumpleaños número 21. Mis memorias eran más borrosas, cuando pasas tanto tiempo privado de la libertad, aprendes a vivir con lo que hay. Debí acostumbrarme al mal sabor de la comida, debí acostumbrarme a los insoportables efectos secundarios de la medicación que me daban. Cada que sostenía una conversación con el doctor Evans, mi medicación se veía modificada, solo eran pequeños ajustes a las dosis pero los medicamentos seguían siendo los mismos. Termine acostumbrándome a la soledad. ¡Sí! A la soledad, porque mis voces me habían dejado, se habían ido, ya no estaban en mi cabeza ni siquiera como pequeños murmullos, era yo solo y nadie más. Aunque Tomy y yo nos habíamos hecho buenos amigos, éramos los pacientes con más progresos en nuestra recuperación. Incluso cuando hablábamos parecía que éramos ‘Normales’ Por decirlo de alguna manera.

-¿Qué hay Fer?- Lo encontré en esa sala. La doctora Rocha no solía retrasarse, era la psicóloga que más nos agradaba porque tenía mucho sentido del humanismo

-¿Aún no llega la doctora?

-Ella está en un lugar mejor…Oye Fer, había algo que quería preguntarte desde que llegaste a este lugar

-¿Qué es?

-¿Cuántos años tenías cuando fuiste internado en este hospital? ¿Y qué fue lo que te trajo aquí?- Me extraño su pregunta, era cierto, eran cosas que nunca me había preguntado

-Intente estrangular a mi madre y tenía 20 años cuando llegue a Bethlem Royal

-Algo así escuche

-¿Escuchaste?- Algo no andaba bien con Tomy, tenía la mirada perdida, su mirada no era para nada similar a la que siempre solía tener, actuaba misterioso y me parecía que demasiado callado

-Así como lo oyes Fer, yo leí tu expediente

-¿De qué hablas Tomy? ¿Te sientes bien?- De pronto su mirada me parecía indescifrable, paso su brazo sobre mi hombro e hizo que inclinará mi cabeza para decirme algo en secreto

-La doctora Laura Rocha tenía tu expediente cuando la mate- La sangre se me helo por completo. Abrí los ojos y estaban llenos de terror, la sonrisa de Tomy era una que nunca antes le había visto. ¡No! No podía ser cierto, yo confiaba en él, siempre tomaba sus medicamentos, parecía ir mejorando, parecía ir enfrentando su enfermedad de manera progresiva. Comenzó a reír de una manera sarcástica y mi cuerpo se estremeció

-¿Qué hiciste qué?

-Ella era el mal, quería destruirnos, era el mal ¿Lo entiendes Fer?... Era mala, muy mala

-¿Dejaste de tomar tus medicamentos cierto?

-Ella era el mal, era el mal, nos hemos salvado

-Tomy- Lo tome por los hombros -¿Cuánto hace que dejaste la medicación?

-Ella era el mal…Estamos salvados- Lo perdí, su mirada era sombría, mi amigo, ese amigo que creía conocer como la palma de mi mano se había esfumado. Debió dejar la medicación, debió vomitarla o algo así

-¿Dónde está ella?...Tomy ¿Dónde está el cuerpo de la doctora Rocha?

-Ja ja ja… Nos libramos Fer, nos libramos- No me escuchaba, había perdido todo contacto con  la realidad. Me apresuré a salir de esa sala, no sabía qué hacer me sentía asustado. En todos esos meses de encierro, medicación y terapia, siempre vi recaídas de muchos de mí compañeros, pero la de Tomy era dolorosa. Estaba de nuevo en la línea de la locura, no se me ocurría que hacer, corrí como un cobarde, como un maldito soplón al único lugar donde podía hacerlo. La oficina del doctor Evans. El hombre podía llegar a ser un maldito despiadado si se lo proponía pero no se me ocurrió nada mejor que hacer. Se lo dije, le conté lo que Tomy me había dicho, solicito la ayuda de dos enfermeros y fueron a donde Tomy estaba. Él reía recitando las palabras ‘Estamos salvados’  Andrés y Benjamín llegaron agitados

-La encontramos, su cuerpo está en la bodega

-¿Está muerta?- Cuestiono el doctor Evans

-Lo está…Tiene señales de estrangulamiento- Respondió agitado Andrés. Entonces Evans se acercó a Tomy y lo enfrento como si se tratase de un policía

-¿Por qué lo hiciste Tomás? ¿Hace cuanto que dejaste la medicación? ¿No eras tú el que decía ansiar la libertad?

-¿Libertad doctor?... ¿Qué sabe usted de la libertad?...Se la vive en este hospital rodeado de personas que han perdido la cordura. Solo tiene sus investigaciones y un escritorio lleno de expedientes ¿Cree que usted conoce la libertad?- Evans pareció meditarlo y luego mostro una expresión llena de furia

-¡¿Hace cuanto que dejaste la medicación?!

-No sé, un mes, dos meses, tres meses…Hay muchas posibilidades

-¿Por qué mataste a la doctora Rocha?

-Ella era el mal, el mal encarnado en persona… ¡Era el mal!... Quería destruirnos

-Llévenlo al edificio B- Andy y Benjamín se miraron entre sí. La orden se Evans les sorprendía demasiado. Por lo que había escuchado, Bethlem Royal se dividía en edificios, el edificio A que era donde yo estaba y el edificio B que albergaba a los enfermos mentales de mayor peligrosidad, desconocía realmente que era lo que sucedía en ese lugar, pero los ojos de Tomy se llenaron de terror y esta vez intento escapar. Andy hizo uso de su velocidad y fuerza para atraparlo y Benjamín se acerco para ayudarlo -¡Suéltenme!...Yo no pertenezco a ese edificio, el edificio A es mi hogar, ¡Yo no puedo ir a ese horrible lugar! ¡Suéltenme! ¡Fer! ¡Fer! No dejes que me lleven ¡Ayúdame! ¡Diles que fue para librarnos del mal! ¡Díselos!- Un nudo en mi garganta era la sensación más extraña que podía tener, era mi amigo y se lo llevaban por mi culpa y yo no podía hacer nada para cambiar las cosas.

La historia se estaba repitiendo era como un maldito dejavú que me atormentaba, una persona que me importaba se alejaba de mí. Los recuerdos de Daniel venían a mi cabeza y  me golpeaban con crueldad, mis culpas, mis complejos…todo se aglomeraba en mi pecho. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo tendría que soportar ver a una persona partir?

-Ven conmigo Fernando- Seguí a Evans a su oficina y la policía no tardo en llegar. El hospital se volvió un revuelo y la duda se instalaba en lo más profundo de mí ser ¿Qué le harían a Tomy? ¿Qué quería decirme Evans?

-¿Cómo supiste lo que hizo el paciente Tomás?

-Él me lo dijo

-¿Notaste algo extraño en su comportamiento de los últimos días?

-Nada- Me encogí de hombros –En verdad nada

-Dime algo Fernando ¿Sigues escuchando voces?

-Hace casi 4 meses que me dejaron tranquilo

-¿Entonces admites que las escuchabas?

-¿Tendría caso negarlo en estos momentos doctor?

-¿Sabes en qué año y mes estamos?

-Es algo incierto, no podría responderle con franqueza, pero haciendo algunos cálculos mentales. Mi cumpleaños fue la semana pasada, así que debemos estar en Septiembre del 2012 ¿O me equivoco doctor?

-Haz armado muy bien tu respuesta- Se acarició la barbilla –Dime algo más… ¿Qué hay de tus pesadillas? ¿Te dejaron tranquilo?

-A veces tengo una pesadilla a la semana, casi no es nada

-Interesante

-¿Qué es lo que quiere decirme?

-Veras Fernando, la academia Beckneham nos hará una agradable visita y tú eres uno de mis proyectos más exitosos

-¿De qué habla?

-Eres un claro ejemplo de que la psiquiatría funciona…De que el tratamiento farmacológico en un ser humano puede ser de más ayuda de lo que la misma medicina se ha planteado

-¿Quiere decir que piensa que me he recuperado?

-No te equivoques…La demencia siempre está al asecho, puede regresar tan rápido como se fue. La esquizofrenia no tiene cura, solo se controla. Pero estoy seguro de que con la medicación correcta y psicoterapia emocional, podrías reintegrarte a la sociedad antes de que cante un gallo- Sacó un puro del cajón de su escritorio y empezó a fumar –La academia Beckneham es una de las más importantes escuelas de Psiquiatría de todo el país, su nueva generación esta por graduarse. Utilizaremos la cámara gesell para hacerles una pequeña entrevista a los pacientes en estados graves de demencia y los que están cerca de su alta. Tú por supuesto figuras en la lista de esos pacientes que serán expuestos en la cámara gesell, eres afortunado Fernando, no suelo prevenir a mis pacientes sobre esto, pero ahora lo sabes.

-¿Cuándo será eso?

-Mañana. El doctor Petterson será el que lleve a cabo tu entrevista clínica, él decidirá si eres apto para salir de este lugar haciendo una comparativa entre su evaluación y tú hoja de ingreso

-¿Los estudiantes de Beckneham estarán observándome?

-Así es

-¿Qué propósito tiene que me advierta sobre esto?

-Te lo dije, eres la máxima expresión de que la psiquiatría funciona, si Petterson se da cuenta de que puedes reintegrarte a la sociedad, me ascenderán de puesto, quizá me trasladen al edificio B…Adoro los retos, siempre he querido pertenecer al grupo de especialistas de ese lugar. Querías ir a casa ¿No?- Le dio una calada a su apestoso puro y luego expulso el humo con lentitud -¿Nunca te has preguntado que paso con tu madre?... ¿Qué hay de esa noche Fernando? ¿Encontraste la pieza que te faltaba? ¿Descubriste porque intentaste asesinar a tu madre? ¿Qué fue lo que detono tus impulsos?

-Yo…- mis manos se cerraron sobre mis muslos arrugando el pantalón que tenía puesto –Yo no lo he podido recordar

-No te preocupes, ese recuerdo llegará a ti en cualquier momento

-¿Por qué menciono a mi madre?- Me llene de dudas. Pensé que mi madre debía odiarme, pero el sarcasmo de Evans me confundía ¿Qué sabía él? ¿Por qué Carlos nunca me dijo nada?

-No intentes saber demasiado Fernando. Mucha información podría saturarte el pensamiento. Espera a que las cosas lleguen por si solas. Se levantó de su silla y me ofreció su mano -¿Tenemos un trato?

-¿Un trato?- Entrecerré los ojos

-Darás lo mejor de ti en la entrevista con Petterson ¿Trato?...Esto podría ser tu libertad Fernando- ¡HA! Mentiroso, como si le importara mi libertad. Solo le importa el reconocimiento y el ascenso de puesto

-Trato- Estreché mi mano con la suya y una promesa quedo sellada

-Hay algo que debo advertirte. Ahí habrá pacientes del edificio B, no te dejes intimidar, algunos podrían amenazarte, lo que sea que veas no permitas en ningún momento que tus sentimientos superen tus pensamientos. No hagas contacto visual con nadie. Concéntrate en ti, Puede que veas cosas que no te gustarán- Sus palabras iban acompañadas de algún mensaje oculto que me costaba descifrar. Pero mi libertad estaba en juego así que acepté todas las condiciones.

 

****

Andy me llevo a ese lugar, nos adentramos en un pasillo, otros dos sujetos eran los candidatos a ser dados de alta, todos éramos pacientes de Evans, pero al parecer yo era la mejor de sus creaciones. –Suerte chicos- Andy nos dejó ahí sentados. Regresaría cuando todo eso terminará. Los pacientes del edificio B, empezaron a llegar, eran 3, busque entre ellos a Tomy pero no lo encontré, no era ninguno de ellos –Ignacio Gutiérrez- Era el chico que estaba a mi derecha. Una hermosa enfermera lo llamó, al parecer sería el primer entrevistado, en esa absurda y falsa demostración de recuperación, Bethlem Royal no era la gran cosa, pero si las cosas salían bien y los estudiantes de Beckneham se llevaban una buena impresión seguramente el hospital obtendría un reconocimiento muy importante. Me dejé llevar por mis pensamientos y por algunos segundos me desconecté del entorno hasta que una voz llamo mi atención.

-¡Suéltenme!...Suéltenme ¡Tengo miedo! Ellas no se callan, me dicen cosas, me molestan, me amenazan… ¡Quiero ir a casa!- Esa voz estaba llena de terror, al parecer ese chico también escuchaba voces. El enfermero que estaba junto a él sacó algo de su bolsillo no alcance a ver que era pero cuando lo puso sobre la piel de ese joven, lo supe, le propino una descarga eléctrica en el cuerpo -¡Cállate!...Si no quieres más de esto debes estar callado- Eso era terrible, lo más terrible que podían hacerle a un ser humano, era injusto y me llene de rabia. Ahora los terribles rumores que se escuchaban sobre el edificio B, tomaban sentido, los métodos que ahí empleaban, eran mucho más crueles -¡Ellas no se callan!...Quieren torturarme, ¿No se dan cuenta?... Me aconsejan que los destruya, así lo haré. Cuando me liberé de esta cosa los mataré a todos ustedes con mis propias manos- El enfermero volvió a darle una descarga eléctrica y no pude más, me levante de donde estaba sentado y lo miré con una furia endemoniada.

-¡Basta ya! ¡Deja de hacerle eso!

-Tú eres un pirado igual que este tipo- Ese sujeto era un maldito arrogante. Estaba haciendo todo lo contrario a lo que Evans me había advertido. Pero es que, no soportaba las malditas injusticias

-Le haces daño

-Cállate el hocico de una buena vez, si no quieres que te haga lo mismo

-¿Qué está pasando aquí?- Una enfermera abrió la puerta y corto nuestra discusión

-Este sujeto, no se le ocurre nada mejor que darle descargas electicas a este chico

-Son los métodos que este paciente tiene indicados, no te metas en asuntos donde nadie te llama muchacho- Esa enfermera amargada estaba de su lado. Llamo al tipo y ambos se alejaron revisando unas bitácoras

-Gracias…Eres mi ángel- Las palabras de ese chico atado con una camisa de fuerza me sorprendieron de repente. Me había dicho que era un ángel justo como yo le decía a Daniel. “No hagas contacto visual con nadie” ¡A la mierda!... Tenía que mirarlo, tenía que mirar al chico que me dirigía un agradecimiento. Bajé mi rostro hasta encontrarme con el suyo y ahí lo vi con detenimiento. Era hermoso, era como un ser que resplandecía en las sombras de ese obscuro pasillo, Su cabello negro, era demasiado obscuro, era tan lacio que su flequillo cubría uno de sus ojos. Sus ojos eran azules, tan azules como el azul del mar cuando el sol se refleja en él, tenía unas largas pestañas y su piel era demasiado blanca haciendo que el rosado de sus labios resaltara de manera llamativa “¡Hermoso!” Era tan parecido a… “¡No! No juegues Fernando, éste chico no es Daniel” Medía como 1.68, era tan delgado que se veía realmente frágil atrapado en esa camisa de fuerza ¿Cómo era posible que le hicieran eso a un ser tan bello como él?

-¿Estás bien?- Contuve mis ganas de tocarlo y me paralice, reflejándome en sus ojos.

-Nunca nadie había pedido que se detuvieran cuando me hacían eso ¡Gracias!- Sus labios hicieron un movimiento muy parecido a una sonrisa. Mi corazón latió con fuerza y mis labios se abrieron demasiado

-Yamil Navarro- La enfermera de voz dulce salió de la cámara gesell con Ignacio Gutiérrez que lucía bastante confundido. El idiota gordinflón que torturaba al chico de mis sueños se apresuro a tomarlo y fue cuando comprendí todo. Su nombre era Yamil Navarro y era el siguiente en entrar a la cámara gesell “Yamil Navarro” Repetí para mí mismo y me sentí en libertad de sonreír. Ese chico se veía incluso más joven que yo, ¿Qué fue lo que lo dejo tan mal? ¿Qué fue lo que le hizo terminar en este hospital?

Me propuse a mi mismo rescatarlo, liberarlo, sacarlo de las sombras de ese lugar. Era nuestro primer encuentro. ¿Cuándo y cómo volvería a verlo? Era algo incierto, pero lo ansiaba demasiado. Mi mente empezó a trabajar rápido y aunque ya no escuchaba voces hubo una parte de mí que me grito “Rescátalo de este lugar” Así lo haría. Encontraría la manera, encontraría los medios, pero tenía que rescatarlo. El era mi nuevo ángel, mi nueva ilusión ¿O sería que me recordaba demasiado a Daniel? ¡No se! Y no me importa averiguarlo.

-¿Cómo te fue Ignacio?- Me acerqué al tipo que había sido víctima de la primera entrevista

-Ese hijo de puta es un perro…Sus preguntas son un enredo, es un maldito monstruo con bata blanca

-¿Qué?

-Así como lo oyen, parece que disfruta torturando nuestras mentes- Mi entusiasmo se fue por la borda, al parecer ese tal Petterson era un maldito, así que no tenía caso. Nadie saldría libre jamás.

Los siguientes minutos avanzaban demasiado lento. Al parecer algo salió mal. Sacaron a Yamil sedado y no pude verle más, se lo llevaron y fue mi turno para pasar a esa tonta entrevista, en la cual sabía que estaba siendo observado

 

****

La hora en la que me sacaron de la cama, era algo poco habitual, tenía sueño cuando Andrés llegó por mí. Lo seguí sin entender bien lo que pasaba y cuando la puerta de la oficina de Evans se abrió mis ojos encontraron a mis hermanos. Diana lucía hermosa, su larga cabellera rubia estaba perfectamente arreglada, hacia un año que no le veía, sus ojos color miel se llenaron de brillo cuando me vio y Carlos mi querido hermano se abalanzo sobre mí dándome un fuerte abrazo, el medía 1.80, dos centímetros más que yo, pero aún así era demasiado fuerte y me apretujaba

-¿Paso algo? ¿Qué hacen aquí?

-Toma asiento por favor Fernando- Me indico Evans y me acomode en la silla que Carlos había dejado libre, el se puso detrás de mí, sus manos sobre mis hombros me reconfortaban de manera agradable y Diana mi hermosa hermana tomaba mi mano con fuerza.

-Fernando… Me harías el favor de firmar esto- Evans me entregó una hoja y al leerla me confundí más de lo que ya estaba. Era una carta compromiso para seguir llevando al pie de la letra mi medicación

-Esto quiere decir que…

-Que estas dado de alta. El día de hoy concluye tu tratamiento en Bethlem Royal, mi trabajo está hecho. Petterson quedo bastante convencido con tu recuperación, puedes ir con tu familia. Diana rompió en llanto y Carlos apretó mis hombros

-Soy libre…Soy libre

-Así es paciente Silva- Evans enarco sus cejas y sonrió victorioso –Solo hay que llevar al pie de la letra la medicación y sugiero acudir a terapia psicológica

-Vamos a casa Fernando- Dijo mi hermana y finalmente pudimos unirnos en un abrazo.

 

10 de Septiembre del 2012. Puse un pie fuera del hospital Bethlem Royal, mientras entraba en el auto de mi hermano mire las puertas de ese sombrío lugar. “Volveré por ustedes… ¡Volveré por ti!” Así es, volvería a ese lugar, había alguien que esperaba por mí, había un amigo que suplico mi ayuda y había alguien indefenso que necesitaba protección. Volvería, volvería a ese lugar. Cualquier plan era incierto, pero yo regresaría tan pronto como me fuera posible.

Bajamos del auto y la casa parecía otra, no recordaba algunos muebles, la calidez de mi hogar me hizo sonreír y solté la pregunta que me había estado guardando todo el camino

-¿Y mamá? ¿Dónde está ella?- Mis hermanos se miraron entre sí, parecían aterrados por mi cuestionamiento

-Escucha Fernando. Hay algo que debemos decirte- La expresión de Carlos me daba miedo

 

Continuará…

 

Notas finales:

¡Gracias por leer! ^^

Actualizaré los viernes :D

Ojala me regalen un review, si no, muchas gracias por su lectura

nos leemos luego :3


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