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El rescate por A k i i

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Notas del capitulo:

Espero te guste, Milis *3*

Y ojalá que cumplas muchíiiiiiiiiiiisimos años más :333 

U know I love you, sis <3

Akoya nunca había sido la clase de persona a la que le gustara mezclarse con la gente común, vulgar y silvestre. Le gustaba vestir ropa exclusiva, pasear por lugares en los que podía pagar para reservarlos, su estatus social se lo permitía y ciertamente se sentía mejor de esa forma que tener que relacionarse con cierta clase de gente.

Lamentablemente no siempre se salía con la suya, y esta vez, durante las vacaciones de verano, no logró tener esa exclusividad de la que tanto gozaba. Deseaba pasar un tiempo en la playa, pero en esa época, el lugar que siempre frecuentaba no podía ser reservado y sus padres no quisieron viajar a otra parte; aunque le dio algo de consuelo recordar que la playa solamente admitía a personas de su mismo estatus social.

 

La playa no estaba asediada por tantas personas como lo estaría una pública, pero podía apreciarse a unas cuantas familias disfrutando en el mar. A Akoya eso no le importaba, después de todo él había ido a la playa solamente para broncearse, le hacía falta color, y eso no era hermoso.

Antes había encontrado un lugar saliendo del hotel a unos cuantos metros, pero de repente las personas se aglomeraron y le molestaba el ruido, así que tomó su toalla y se dirigió a un lugar más apartado. Casi llegó a los límites del hotel donde se hospedaba; pero todo estaba calmo, apenas podía ver  a las personas que antes lo estaban molestando. Pronto se puso cómodo sobre su toalla, andaba sin camisa y con una calzoneta un tanto corta de piernas. Se recostó primero de espaldas mientras cerraba los ojos, disfrutando de un momento para sí mismo.

Aunque, para su desgracia, ese momento no duró más de diez minutos; pronto pudo escuchar a unos niños correteando a su alrededor mientras jugaban con una pelota. Akoya trató que el ruido no enturbiara su paz, pero pronto tuvo a los niños tirando la pelota casi en su cara.
Se sentó hastiado de todo, reunió toda la cordura que pudo y dijo:

—Niños, ¿podrían jugar un poco más lejos de aquí, por favor? —En verdad trató de guardar compostura, pero los tres pequeños lo ignoraron, lo que es más, la pelota golpeó su cabeza en una ocasión, y eso bastó para enfurecerlo.

No era porque doliera, el golpe había sido inofensivo, pero su momento de paz estaba siendo interrumpido y eso ya no podía soportarlo.

—¡Váyanse de una vez! —gritó—. ¡Jueguen más cerca de la orilla o lo que sea, pero aléjense! —dijo sin pensar, los niños estaban claramente asustados, pero eso hizo que obedecieran, Akoya los vio alejarse de él, no le importaba dónde fueran a parar los pequeños, pero no los quería cerca suyo.

 

Probablemente había pasado cerca de veinte minutos desde que estaba solo de nuevo, ahora solamente se encontraba recostado sobre la arena, bajo la sombra que le daba una sombrilla, estaba tranquilo pensando en qué hacer durante la noche cuando de pronto escuchó la voz de los niños de antes, farfulló algo ininteligible, se sentó para encarar de nuevo a esos chiquillos, pero se dio cuenta que ahora eran solo dos de ellos y corrían hacia él muy pálidos.

—Ayúdenos por favor —dijo uno de los niños—, nuestro amigo fue arrastrado por el mar y no sabe nadar. Nuestros padres están lejos de aquí.

Akoya podía tener nula tolerancia con las personas, pero no era un bastardo descorazonado. Tan rápido como aquel niño había pedido su ayuda, se levantó y corrió hasta la orilla,  pudo ver que el niño estaba luchando por no ser tragado por completo por el agua, pero el pequeño era arrastrado rápido, ya estaba a unos diez o doce metros de la orilla, necesitaba moverse rápido.

—Llamen a un salvavidas  y a sus padres —manifestó Akoya antes de adentrarse en el temido mar. Se sentía culpable pues él había sido quien le había sugerido a los niños jugar en la orilla; si no hacía algo, el cargo de conciencia sería enorme. Pero, para ser honestos, su condición física no andaba tan bien, además que luchar contra las fuertes olas era un gran reto.

Con mucho esfuerzo pudo llegar hasta donde estaba el pequeño ya sin muchas energías, lo tomó fuertemente y comenzó a nadar de regreso a la orilla, con la respiración acelerada y mientras comenzaba a sentir cómo le faltaba el aire, avanzaba cortas distancias con las brazadas y pataleadas. Ya estaba cerca, pero no contaba con que una ola de considerable tamaño iba hundirlo. Trató con desespero de no soltar al pequeño, pero entre el disturbio, perdió el sentido al tragar mucha agua.

 

 

Al abrir los ojos de nuevo, mientras tosía violentamente, pudo ver el cielo totalmente despejado, a un lado suyo estaba el pequeño a quien él había intentado rescatar, lo reconoció porque estaba empapado de pies a cabeza, al parecer de alguna forma lo había logrado.

—Qué bueno que estás bien, me preocupé cuando no despertabas. —Akoya rápidamente dirigió su vista hasta su otro costado donde había escuchado esa voz desconocida. Al ver que era un chico como de su edad a quien no conocía se sentó para encararlo, trató de decir algo, pero su garganta dolía—. Descuida, el dolor pasará. No temas, mi nombre es Io, muchas gracias por tratar de salvar a mi hermano —dijo el chico extraño con una sonrisa.

—¿«Tratar»? —Contestó Akoya extrañado, aunque poniendo más atención, aquel chico también estaba empapado.

—Sí, estos chicos me llamaron y justo cuando venía llegando vi que una ola los golpeó y quedaste inconsciente —Explicó Io—. Luego entré para poder sacarlos a ambos.

—Muchas gracias por arriesgarte —dijo el pequeño haciendo una reverencia—. Y perdón por las molestias —finalizó.

—Ah, entonces no salí por mis propios medios… entonces supongo que también debería agradecerte por rescatarme… ¿Io? —Dudó un poco en el nombre y en el agradecimiento y es que casi nunca se encontraba en situaciones donde debía hacerlo.

—Todos estábamos preocupados porque no despertabas. Pero mi hermano te dio respiración de boca a boca y regresaste, me sentí tranquilo porque no te moriste —dijo el niño con una gran sonrisa, lo que el niño no notaba era que Akoya había dejado de escuchar después de oír ciertas palabras, un color rojo comenzó a cubrir desde sus mejillas a sus orejas mientras en sus ojos se podía adivinar asombro y vergüenza, mucha vergüenza.

—Disculpa, no encontré otra forma de despertarte. —Sonrió Io apenado también, él había actuado sin pensar, pero al ver la reacción de Akoya, de repente se sintió avergonzado. Akoya por su parte había cubierto sus mejillas con sus manos, odiaba que lo vieran ruborizado, pero en ese momento no podía evitar estarlo… un extraño había tocado sus labios… y no solo eso, técnicamente, si lo pensaba demasiado, ese había sido su primer beso… ¡el primero! Definitivamente debía sentirse apenado.

—Está bien, no te preocupes, sino lo hubieras hecho, probablemente estaría muerto —replicó el pelirosa desviando su mirada. Debía tomarlo por ese lado y no darle mucha importancia, era un extraño después de todo.

 

Después de un tiempo, se dirigieron al hotel, en el lobby estaban los padres de los niños a punto de comenzar una búsqueda con la policía, si era requerido, para encontrar a sus niños, lógicamente todos se sintieron aliviados al verlos con bien. Entre aquella reunión de personas, Akoya simplemente dio la vuelta y comenzó a caminar con rumbo a su habitación —él ya no tenía nada que hacer allí—, debía darse un baño para quitar la sal y la arena de su cuerpo.

Cuando iba llegando al elevador, sintió que alguien tocó su hombro, se dio vuelta y vio que era Io.

—¿Sí?

—Ah, disculpa, es que… no pregunte tu nombre —dijo dudando.

—Es Akoya Gero —respondió el pelirosa.

—Disculpa la pregunta, y está totalmente bien si la rechazas, pero me gustaría invitarte a cenar… —Hizo una pausa para apreciar nuevamente cómo el contrario se sonrojaba, al parecer lo disfrutaba—. Es para agradecerte lo de mi hermano. —Akoya lo pensó un momento. No tenía planes, pero aquello era arriesgado también, aunque Io no parecía mala persona.

—Claro… —contestó dudando un poco—. ¿En el restaurante del hotel?

—Sí, a las ocho, si te parece bien. —Akoya asintió—. Bien, entonces nos vemos allá.

Akoya asintió nuevamente y luego siguió su camino hasta el elevador… al parecer ya había encontrado qué hacer por la noche. Solo tenía que trabajar en sus sonrojos, debía pararlos para no verse como una chica enamorada; aunque claro, él no estaba enamorado… no aún. 

Notas finales:

Esto viene tarde porque la idea que estaba escribiendo antes al final no me gustó y tuve que pensar en una nueva :'DDD.

Esta tampoco está preciosísima, pero me gustó más que las anteriores (sí, fueron varias las que intenté XD). 

 

Espero les haya gustado :D

Gracias por leer *-*)/


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