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El Perdedor por Whitekaat

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Notas del fanfic:

Razón: Evento What If 
Escena: Escena de la serie clásica cuando Saga asesina al patriarca para apoderarse del santuario.

Al principio sería un fic sin parejas, pero mi amor por Saga y Aioria pudo más.

Notas del capitulo:

Espero les guste, lo hice corto porque no tengo mucho tiempo para explayarme y mis neuronas no andan haciendo sinapsis como de costumbre.

 

CAPÍTULO I
SALVACIÓN

 



—Hazlo y todo el poder será tuyo, entrégate a mí y aquellos ideales que tanto deseas serán tuyos, nuestros, gobernaremos este mundo y lo único que debes hacer es aceptarme —aquella voz le susurraba, no, un susurro era más bajo, lo que Saga escuchaba era una estruendosa voz, que gritaba dentro de su cabeza y revolvía todo, él no tenía nombre, pero el gemelo de la única manera que podía llamarlo era “ mi maldad”, ese era el nombre que le había dado a aquella voz y básicamente de eso se trataba, era el sonido de sus pensamientos más obscuros que se alzaba frente a su razón incitándolo con sus deseos más profundos a pecar. 

Saga se encontraba en su templo, caminaba de un lado a otro por los pasillos de la tercera casa mientras tapaba sus oídos buscando ignorar a su subconsciente, las palabras de muerte, traición y poder se tatuaba en su piel y en todo su ser, necesitaba ser salvado, con cada respiro se sentía desfallecer, cada partícula de aire que ingresaba a sus pulmones lo taladraba por dentro, sus boca ya no la sentía suya, al igual que sus piernas y poco a poco todo su cuerpo dejaba de pertenecerle, perdía, se dejaba vencer frente al dolor, frente a sus miedos, sombras y obscuridad. 

Los cabellos que se enredaban entre sus manos perdían aquel característico tono azul del ocaso, se comenzaban a quemar, porque eso era lo que parecía ahora su pelo, cenizas, como los rastros que dejan un campo de batalla, cerró sus ojos y al pestañear, ya nada era de él, perdió contra él mismo, contra “su maldad”, lloraba por dentro por que sabía lo que pensaba, lo que diría y ya sabía donde se dirigía; ya no existía nada lo que él pudiese hacer, no podía gritar y ni siquiera Kanon podría impedir lo que se avecinaba.

Star Hill era el lugar predilecto para descansar, donde el patriarca más pasaba su tiempo, el universo le entregaba paz a su avejentada mente y de paso le enseñaba que tenía deparado los hilos del destino para él, para los santos dorados y de paso la llegada de la reencarnación de la diosa. Llegó a él como una alucinación, como un flash momentáneo, una predicción de su futuro y probablemente de toda la humanidad, una mancha en la constelación de los gemelos, esa gota de obscuridad que opacaba sólo a esa estrella a la cabeza de los gemelos lucíferos. 

Shion dudaba de lo que se había presentado, eso cambiaba todo lo que llevaba años pesando para su legado, géminis ya no era viable, no podría manejar con justicia y lealtad si él mismo no era capaz de gobernarse a sí mismo, sintió el cosmos de alguien tras su espalda  siendo ya muy tarde para reaccionar, aquel individuo había sido capaz de atravesar la estancia del patriarca y llegar hasta terreno el cual estaba restringido para todos los demás como quien pasea por un campo de flores.

Aioros contuvo a Saga antes de que cometiera aquel horrible crimen, el caballero de géminis, su amigo y compañero no parecía ser el mismo que él conocía, sus cabellos lucían diferentes  esos sedosos cabellos azules añil pasaban a ser un color ceniza, gris como la piedra, aquellos ojos azules tupidos de pestañas largas y gruesas ahora eran de un color rosáceo, todo en Saga era distinto e inclusive su voz se oía de una manera distinta. El patriarca se había salvado y por muy poco, las manos de géminis estuvieron a punto de arrebatarle la vida, su existencia,  las manos de quien pensaba elegir para el puesto de patriarca, su puesto, pero para su suerte había sido salvado por el joven caballero de sagitario.

Otra vez la historia se repetía, géminis buscando poder, géminis sacrificando a los demás, dejándose mover por aquella gota de maldad que atormentaba sus puros corazones, Saga era el Aspros de aquellos tiempos pensó Shion, pero estaba vez la historia y la maldición que atormentaba a la constelación de los gemelos había tomado otro rumbo.

La crisis de Saga había pasado, había quedado al descubierto, su negro corazón salió a flote siendo presenciado por Aioros y el que casi fue su primer víctima, lloraba de impotencia y pedía perdón de rodillas frente al patriarca Shion mientras intentaba ignorar las voces interiores que lo insultaban, criticaban y deseaban quebrar por no haber cumplido con la tarea de matar al patriarca, de no tomar el control del santuario y no convertirse él en la poderosa cabeza a cargo de todo el terreno que comprendía tierra Santa.

El patriarca no estaba molesto, las estrellas le habían advertido un posible escenario de aquella magnitud, pero se lamentaba en no poder hacer nada por el joven, Saga de géminis era un ser demasiado fuerte, demasiado frágil y peligroso, peligroso para todos e inclusive para sí mismo, existía algo sumamente poderoso y lleno de maldad dentro de su interior y ese “algo” no se podía controlar, era libre y gozaba de aquella libertad de aparecer y desaparecer usando la debilidad y fragilidad del gemelo, Shion se lamentaba pero la traición, era traición no tenía otro nombre, no existían otros matices en un delito de ese índole y no se podía ser benevolente con un criminal.

Saga perdía su derecho a utiliza el “de Géminis” en su nombre, ahora era sólo Saga, la armadura se le había sido arrebata y con ello sus sueños y esperanzas, ya no era nadie dentro del santuario si no otra cosa que una lacra, un parásito que buscó destruir desde adentro para conseguir su propósito. Lo peor no era haber perdido todo, no era quedarse sin nada, perder su libertad y ser tratado como el vil personaje y antagonista de la historia, no, lo peor de todo aquello era la mirada verdosa de Aioros sobre él, la mirada pastosa puesta en su decadente y patética imagen.

Tristeza, decepción, compasión, pena y lastima; Saga las odiaba, odiaba todas y cada una de esas emociones que le mostraban los ojos de Sagitario porque le mostraba lo que él nunca podría ser, le demostraba sus falencias y lo dañado e imperfecto que era. Los ojos  del castaño eran su espejo, lo mostraba tal cual era y sin embellecerlo, débil, cambiante, soberbio, egoísta, codicioso y un sin fin de defectos que Saga ya conocía de él y ocultaba tras su mascara de seriedad y perfección, pero ya no existía máscara que cubriera sus grietas y defectos, el velo del honorable caballero de géminis había caído hasta sus pies, había sido encadenado de pies y manos y lanzado hasta la más profundas y solitarias celdas del santuario.

 

 


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