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Kurama por Higary

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Notas del capitulo:

Holi hola, gente bonita!! Antes que nada, ¡muchas gracias a quienes leyeron y comentaron el final de mi fic Otro yo! XDSiguiendo con la semana de festejos (Kyuu: Porque ayer 18 fue su cumpleaños y el sábado 23 será el de su hermana ¬¬), esta vez les doy la bienvenida a un nuevo fanfic que es un reto personal, pues si bien sí habrá una pareja principal, el verdadero protagonista va a ser Kurama (Kyuu: ¡Por fin se me hará justicia! Kukuku) o.o Ehem, además de eso, a diferencia de mis otros fanfics que primero escribo en cuaderno y luego los transcribo, éste lo hago directamente en mi laptop… Espero que eso no resulte contraproducente u.u En fin, no tengo más que añadir de momento, mejor pasen a lo que vinieron: ¡¡a leer!!

 

Disclaimer: Como es bien sabido, los personajes son propiedad de Masashi (vendido) Kishimoto. La idea para este fanfic no recuerdo cómo surgió.

PRIMERA PARTE

 

La familia Uzumaki, cuyos miembros mayormente se distinguían por poseer el cabello rojo, era una familia humilde y trabajadora. Vivían en un pueblo pequeño y tranquilo, aunque había conflictos en otras partes del país, ellos todavía podían gozar de días pacíficos. Un hombre de cabello blanco iba recorriendo una montaña en compañía de dos pequeños pelirrojos (niña y niño), buscaban hierbas para preparar medicinas y venderlas.

-Ojii-chan –llamó la niña-, ¿qué es eso?

Señaló una enorme roca en donde se encontraban tallados unos extraños y complejos símbolos. El hombre les hizo retroceder mientras él examinaba la roca, pero no parecía tener nada especial.

-Quizá sólo sean las ruinas de un templo –comentó él

Sin embargo el niño se acercó con curiosidad y tocó la piedra que empezó a brillar apenas le puso una de sus manitas encima. Una vez el cegador resplandor se desvaneció, los tres pudieron observar a un pequeño zorro de color anaranjado y nueve colas que yacía inconsciente en el suelo.

-¡No se le acerquen! –ordenó el mayor- Podría tratarse de un espíritu maligno.

Con cautela se aproximó a la criatura, la cual lentamente abrió sus ojos y se encontró con el hombre. Observó a su alrededor y luego chocó su mirada con los pequeños pelirrojos que lo contemplaban con una mezcla de miedo y fascinación. Pero sin duda lo que más le llamó atención fue el color de su cabello.

-¿Quiénes son ustedes? –preguntó

Los otros tres se sorprendieron al escucharlo hablar, de modo que la niña al notar que estaba tan fatigado se agachó hasta él para poder revisar que no tuviera ninguna herida. En cuanto lo tomó en sus brazos, el zorro sintió un extraño pero reconfortante calor. Era como si de alguna forma supiera que ahí es donde debía estar.

-Soy Uzumaki Yumi –se presentó y le sonrió-. Ojii-chan se llama Uzumaki Kaito y mi otouto es Uzumaki Tarou.

-Uzumaki, ¿eh? –sonrió levemente y cerró los ojos- Ya veo…

 

Y después de aquello transcurrieron los días. El demonio zorro, que dijo llamarse Kurama, se quedó a vivir con ellos mencionando que se convertiría en su protector. Al inicio el abuelo Kaito estaba renuente con esto, pero al ver que Kurama realmente no tenía intenciones de atacarlos, sino que por el contrario, parecía llevarse bien con sus nietos, decidió dejar de ser tan receloso con él e incluso terminó por tomarlo como parte de su familia.

 

El tiempo de vida de los humanos corre diferente al de los demonios. Kurama vio crecer a Yumi y Tarou, estuvo ahí cuando Kaito falleció y les brindó compañía y consuelo. Cada uno de los chicos formó su propia familia, él decidió vivir con Yumi, siempre tuvo más conexión con la gentil niña (como la recordaba) que le tendió una mano cuando despertó. Pasaron los años y continuaron naciendo descendientes Uzumaki. El zorro de igual manera los observaba crecer y luego morir, era un ciclo inevitable, y si bien le dolía cuando perdía a uno de los humanos a quienes les había tomado cariño, siguió a su lado, esperando a la razón por la que despertó.

 

Kurama nunca revelaba mucha información de sí mismo, aún así todos los de la familia se habían encariñado con él. Terminó viviendo ahora con el menor de la familia, Uzumaki Keita y su esposa Akira, puesto que su hermana mayor lamentablemente falleció un par de años atrás. Keita desde niño siempre fue muy respetuoso con él, lo veía más como una deidad sagrada que como demonio, lo cual le causaba gracia. Igual que con sus antepasados, lo vio crecer, casarse y ahora Kurama se encontraba recostado en la sala de la casa esperando al joven matrimonio, pues Akira ese día saldría del hospital después de haber dado a luz a su primogénita, una preciosa pelirroja a la que llamaron Kushina.

 

El feliz y orgulloso padre la llevaba en brazos cuando ingresaron a la casa. Kurama de inmediato se levantó y caminó hacia ellos. Akira le sonrió mientras que el hombre se sentó para que el demonio pudiera contemplar a la pequeña.

-¿Qué opinas, Kurama-sama?, ¿verdad que es hermosa?

El zorro la observó fijamente. La niña dormía con tranquilidad, apenas había nacido dos días atrás, pero él ya lo sabía: era ella. Un día ella daría a luz a la persona que Kurama tanto había estado esperando

-No dejaré que cualquiera se le acerque –fue todo lo que decretó, sin embargo fue suficiente para los padres primerizos

Con aquellas palabras tenían total certeza de que el demonio protegería a su niña y no permitiría que alguien la lastimara.

 

De esa manera Kushina comenzó a pasar sus días con Kurama. Desde bebé se acostumbró a ver a ese zorro que siempre la acompañaba y vigilaba, sonreía cuando jugaban juntos y lloraba cuando la alejaban de él. Cierto día, cuando ella tenía dos años, sus padres tenían que salir de emergencia, pero no sabían con quién dejar a la pequeña, por lo que Kurama se ofreció a cuidarla.

-Pero… -Akira dudaba, observándolo fijamente

-Ah, lo dices por mi aspecto –se rascó una oreja-. Eso tiene solución.

Frente a ellos se transformó en un atractivo joven de largo cabello anaranjado (como su tono de pelaje), ojos rojos, orejas de zorro en la cabeza, sus mejillas eran adornadas por tres líneas en cada una y sus nueve colas lucían desde la parte trasera. Vestía un sencillo yukata rojo y, al verlo, de inmediato la niña pidió que la cargara.

Kudama, Kudama! –gritaba, agitando los bracitos

-Ya, tranquila –dijo, tomándola en sus brazos, y miró a los otros dos-. ¿Lo ven? No habrá ningún problema, mocosos.

-… ¡Puedes transformarte en humano! –gritó Keita, señalándolo- ¡Nunca nos lo habías dicho!

-Calma, cariño –consoló su esposa al verlo tan dolido-, seguro Kurama-sama tuvo sus razones. Entonces le encargamos mucho a nuestra pequeña.

-Sí, como sea, ahora váyanse.

Una vez el matrimonio se marchó, Kurama prestó atención a la niña que alegremente jugaba con sus mejillas y cabello; parecía que estaba inspeccionando los cambios físicos en su amigo, como asegurándose que realmente era el mismo zorrito con quien siempre estaba.

-¿Y bien?, ¿qué quieres hacer ahora, enana?

 

Así fueron pasando los años y Kushina creció viendo a Kurama como su compañero de juegos. El zorro la protegía e incluso a veces la aconsejaba, trataba de ilustrarla sobre la vida, por lo que sus padres tenían que recordarle constantemente que ella seguía siendo una niña. Un poco por la genética, otro poco por la influencia del demonio, pero Kushina era una personita muy enérgica y orgullosa que defendería sus opiniones a capa y espada y no dudaba en meterse en problemas si alguien la molestaba. Para bien o mal desde pequeña aprendió a pelear (esto sí fue culpa de Kurama), así que fácilmente podía trapear el piso con cualquiera de su compañeritos varones. Por esto y su cabello rojo, los demás niños la apodaron “Habanero sangriento” y se ganó su temor y respeto.

 

De esa manera Kushina llegó a la edad de siete años e ingresó a Primaria. El zorro estaba en la cocina con Akira quien preparaba una deliciosa comida para celebrar el primer día de clases de su hija. No pasó mucho tiempo para que el torbellino rojo ingresara corriendo a la casa, seguida de su padre quien sólo sonreía al verla tan emocionada.

-¡Estoy en casa! –anunció- ¡Kurama, Kurama!

-¿Qué pasa, habanero? –preguntó él

-Conocí a un montón de niños nuevos y la escuela es enorme.

-Claro, comparada al pequeño jardín infantil al que asistías, esa escuela es gigantesca.

Keita fue a ayudar a su esposa mientras escuchaban platicar a esos dos, o más bien Kushina hablaba sin parar de todo lo que había hecho. Era sorprendente y reconfortante la manera en que se llevaban.

 

Cuando Kushina llegó a la edad de diez años, ella comenzó a relatarle sobre un niño sonriente que a veces la exasperaba por su carácter tan tranquilo, pero a la vez terco y decidido. Por lo que Kurama pudo entender, el chico acababa de ser trasladado a la clase de la pelirroja y por alguna razón ella sentía algo de recelo hacia él. O quizá era por su carácter, quién sabe. Si se lo proponía, Kushina podía ser todo un misterio para el zorro con el que vivía.

-Y a todo esto –habló él-, ¿cuál es el nombre de ese mocoso?

-Minato –contestó y lo miró con suspicacia-. Pero no le hagas nada, seré yo quien lo venza, Kurama.

-… Oye, ¿qué me crees? No iba a comérmelo ni nada parecido. A menos que…

-¡Kurama-sama! –escuchó el grito exaltado de Keita

-Ya, ya. Humanos exagerados.

 

A pesar de su inicio tan peculiar que hasta incluyó una graciosa rivalidad entre ambos, Kushina y Minato llegaron a convertirse en mejores amigos. La pelirroja confiaba en él como en ninguna otra persona (salvo su familia y claro, su compañero demoniaco) y Minato la consideraba como un tesoro muy preciado que por nada del mundo quisiera perder. Ella solía compartir con el niño rubio los conocimientos aprendidos de Kurama e incluso le hablaba de él en particular, de lo que jugaban o miraban juntos en la tele, así que no fue raro que el chico sintiera curiosidad por ese misterioso personaje.

-¿Quién es Kurama-san? –preguntó cierto día sin poder aguantar su curiosidad-, ¿algún familiar tuyo?

-Algo así –respondió sin saber cómo explicarlo-. Mmm… Minato, ¿puedo confiar en ti?

-¡Sabes que sí! –se oyó algo dolido y ofendido por semejante cuestionamiento

-Bien, entonces escucha todo lo que voy a decirte, pero antes debes prometer que me creerás y jamás se lo contarás a nadie. ¿De acuerdo? –le extendió su dedo meñique el cual el otro niño no dudó en sujetar con el propio

-Te lo juro por mi vida, Kushina.

 

Así la pequeña Uzumaki le relató todo lo que sabía sobre su amigo demonio. Minato por supuesto al inicio pensó que era una broma, pero conforme escuchaba el relato (especialmente desde cuándo Kurama formaba parte de su familia) se sorprendió y desconcertó. La ventaja de los niños es que pueden creer incluso en las cosas más fantásticas con mayor facilidad que los adultos.

-Vaya… ¡Kushina! ¿Puedo conocer a Kurama-san? ¡Jamás he visto un demonio en vivo!

-Mmm –ella pareció meditar la petición de su amigo-… Debo preguntárselo a él primero para que decida. Y también a mis papás.

-¡Entendido! Pero trata de convencerlo para que acepte, ¿sí?

 

Ese tarde, cuando los padres de la pelirroja escucharon lo que había hecho, se molestaron un poco, pero luego el demonio oportunamente les recordó que en algún momento incluso Keita también tuvo que hablarle a Akira sobre la identidad de Kurama. O de lo contrario, cómo iba a explicarle el que tuviera a un zorro de color anaranjado y además con nueve colas que era sumamente longevo. El demonio no vio nada de malo en que Minato visitara la casa, si el chico resultaba ser un problema tan sencillo como que se desharía de él a escondidas de Kushina y los demás, así que aceptó.

 

Al día siguiente el rubio estaba muy emocionado de conocer al famoso Kurama, había escuchado tanto de él por su amiga que se moría de curiosidad. Ambos niños llegaron a la casa Uzumaki donde los padres de la pelirroja los esperaban. Estaban a punto de confiarle el mayor secreto de su familia a un desconocido, pero Keita deseaba creer en el criterio de Kushina y que Minato, a pesar de ser tan joven, sabría corresponder a la confianza que le estaban depositando.

 

El niño llegó a la casa sin borrar su radiante sonrisa. De inmediato Kushina lo tomó de la mano para guiarlo a la sala, donde estaban los padres de la niña y en el sillón del medio se encontraba sentado un zorro de pelaje anaranjado y con sus nueve colas extendidas hacia arriba. Mostraba una expresión que asustaría a muchos, en cambio el rubio se le aproximó e incluso hizo una graciosa reverencia.

-¡Mucho gusto, Kurama-san! ¡Yo soy Namikaze Minato!

La primera conclusión que el demonio tuvo sobre ese humano fue sencilla: era un idiota. Bueno, quizás había que tomar en cuenta que todavía era un niño inocente; además la sonrisa con que Kushina observaba su interacción le hizo recordar que prometió a la pelirroja conocer a ese amiguito del que tanto hablaba.

-Al menos eres respetuoso conmigo, mocoso –fue lo que le dijo

 

Akira les llevó botanas para que los niños conversaran a gusto con el zorro. Después de ver que parecía no haber ningún problema, Keita regresó al trabajo, confiando en que su esposa cuidaría bien que las cosas no fueran a salirse de control o algo similar. Minato hacía muchas preguntas al zorro, pues sentía gran curiosidad sobre cómo sería la vida de un demonio.

-Kurama-san, ¿qué clase de poderes tiene?, ¿puede maldecir a las personas y esas cosas?

-Si te dijera todo lo que puedo hacer, te aterrarías, mocoso. Sólo te daré una pequeña demostración de ellos.

Ahí frente a los niños adquirió su forma humana. Minato no pudo reprimir el grito de admiración por lo que acababa de ver mientras Kushina de inmediato se le colgaba al brazo. Aunque le gustaba mucho la forma animal, cuando su amigo estaba como humano ella podía trepársele encima sin problemas.

-¿Y por qué vive con la familia de Kushina? –preguntó el rubio

-Bueno –puso expresión tétrica-… fui un demonio muy cruel y despiadado que cometió atrocidades y arrasó con aldeas enteras, así que me desterraron al mundo humano para expiar mis pecados, kukuku.

El niño se alejó un poco, con miedo, pero la pelirroja se cruzó de brazos, enfurruñada.

-Kurama, a mí me dijiste que mataste a mucha gente y los dioses te castigaron condenándote a cuidar de una familia humana hasta que nazca un primogénito varón, ya que en los Uzumaki el primogénito siempre es mujer.

-Esa parte es correcta.

-Sí… ¡Pero a mi padre le contaste otra historia y a mis abuelos también!

-¿Y? Tengo derecho a guardar secretos.

-¿Entonces no es verdad? –interrogó el niño, ahora sí confundido

-Ni idea –contestó su amiga y luego se señaló, orgullosa-. Sea como sea, ¡un día yo voy a tener al bebé que Kurama está esperando! ¿Verdad? –volvió a colgársele del brazo, sonriendo con alegría

-Así es, habanero –le revolvió el cabello rojo con algo de rudeza, pero con cariño

 

Y el tiempo siguió pasando. Esos niños llegaron a la adolescencia todavía siendo mejores amigos. Pero para alguien como Kurama, que los había visto crecer y convivir, sabía que algo más estaba sucediendo entre ellos. La primera en hablar de eso fue Kushina, quien ahora era una hermosa pelirroja de dieciséis años. Ese día ella y el demonio se encontraban solos en casa, pues Keita salió de viaje de negocios y su esposa lo acompañó. Para el de cabello anaranjado (estaba con su forma humana para que la gente viera que la chica estaba acompañada y nadie se acercara con malas intenciones) era evidente su nerviosismo y por supuesto que sabía el motivo, pero la dejó que hablara cuando se sintiera preparada.

-Eh... K-Kurama, ¿puedo pedirte un consejo sincero?

-Como siempre, habanero –sonrió de medio lado-. Es raro verte de esta manera, pareces una chica.

-¡Oye! –reclamó, pero también sonrió que el demonio lo había hecho para relajarla- Kurama… ¿qué opinas de Minato?

-Que es un rubio idiota… Sin embargo es buena persona, a veces demasiado amable para su propio bien, pero no cabe duda de que se puede confiar en él.

-Sí, tienes mucha razón –sonrió con ternura

-Deberías decírselo –notó que ella lo miraba con confusión-. Al rubio idiota, que estás enamorada de él. Seguro que te dice que sí.

-¡¿Cómo sabes eso?! Digo, ¡Minato no me gusta!

-Tú sola acabas de delatarte, habanero, deja de negarlo.

-Y-Yo… de acuerdo… Es verdad, él me gusta mucho –sus mejillas se sonrojaron-. Pero es que hemos sido mejores amigos desde hace mucho tiempo, ¿qué tal si él no me ve como posible pareja? Ni siquiera soy muy femenina que digamos.

-Concuerdo con eso –esquivó el golpe sin borrar su sonrisa burlona-, sin embargo sólo un ciego no se daría cuenta de cómo se le iluminan los ojos cuando apareces en escena.

-¿Eh?, ¿lo dices en serio, Kurama?

-Ya dije demasiado –le dio un ligero golpe en la frente-. Tú debes decidir qué harás ahora con esos sentimientos.

 

Dos días después de eso Minato fue a la casa Uzumaki porque él y la pelirroja debían hacer una tarea en equipo. Ella fue a preparar algo para que almorzaran, dejando al chico con Kurama (quien seguía con su forma humana). El rubio, nervioso, miraba de reojo al de largos cabellos naranjas quien tranquilamente leía el periódico. Aunque en realidad el demonio se estaba divirtiendo de lo lindo con las expresiones del chico, era un libro abierto cuando se lo proponía. Quizá lo mejor sería darle un empujoncito o durarían todo el día (y puede que años) así.

-¿Tengo algo en la cara o qué? –preguntó con la “amabilidad” de siempre

-¿Eh? –se sobresaltó un poco- N-No, es sólo que… bueno…

-Déjate de rodeos y habla de una vez, mocoso.

-Bien, yo… Kurama-san… a mí me gusta Kushina –declaró, sonrojándose un poco

-Ahh… ¿Y por qué me lo dices a mí?

-Es que… Kurama-san es la persona en quien ella más confía –parecía algo celoso-, la ha cuidado desde antes de que naciera, la conoce muy bien. Kushina ha sido mi mejor amiga desde que éramos niños, pero ahora… eso ya no es suficiente –intercambió miradas-. No sé qué hacer.

-Siempre he sostenido que eres un idiota, mocoso, a pesar de que algunos digan que eres un genio –notó su desconcierto, así que continuó-. Si dices que esa relación de amigos ya no es suficiente, entonces deberías decírselo, o de lo contrario sólo te vas a quedar mirando mientras aparece otro sujeto y se la lleva.

-… ¡Eso nunca lo permitiré! Yo…

-Rayos –gruñó, eso de inmiscuirse en sentimentalismos humanos no era lo suyo-… Se valiente y no pierdas el tiempo, porque si algo pasa no quiero que después vengas a llorarme mientras te lamentas no haber aprovechado la oportunidad cuando tenías tiempo, mocoso idiota.

 

Para el final de esa semana Kushina llegó sumamente feliz y con la cara roja anunciando que Minato se le había declarado después de clases y ahora eran novios. Kurama no pudo evitar sonreír al recordar que Keita llegó a casa con la misma expresión boba en el rostro cuando comenzó su relación con Akira. Mientras la chica seguía hablando sin parar de todo lo que conversó con su ahora pareja, el demonio entrecerró los ojos sin retirarle la mirada de encima. Un día Kushina sería madre y estaba seguro que eso cambiaría su vida para siempre. Lo supo cuando ella nació… así que seguiría esperando con paciencia a ese bebé del cual no tenía dudas que su padre sería Minato. Aunque claro, la amenaza que después le dio al rubio sobre que, sin importar que lo conociera de años, lo torturaría lenta y dolorosamente si no cuidaba bien a la Uzumaki, no pudo faltar.

 

Los años siguieron su curso y como era de esperarse Kushina y Minato se casaron. Kurama se fue a vivir con ellos, era una especie de tradición en su familia, así como una vez dejó la casa de los padres de Keita para irse con él, ahora era turno de seguir a la pelirroja. La joven pareja había crecido con ese demonio, estaban demasiado acostumbrados a él que les parecería extraño no tenerlo cerca; ellos tres eran una familia. Cierto día Kurama (con su forma de zorro) se encontraba acostado en la sala cuando escuchó a la mujer llegar a casa luego de ir de compras. Ella le sonrió en saludo y él intentó corresponder al gesto, pero sintió algo extraño mientras la observaba.

-¿Qué sucede? –le preguntó Kushina

-Tú… Es raro… ¿Te sientes bien?

-¡Claro! Bueno, en realidad me mareé un poco en el camino, pero nada de importancia.

 

Una semana después de eso Kushina fue a sentarse junto al demonio mientras le acariciaba el pelaje. Él seguía percibiendo esa extraña sensación que venía de ella, así que se recostó en su regazo y lo sintió. De inmediato alzó la cabeza para cruzar sus ojos con los de la pelirroja, quien sonrió con ternura y su mirada se iluminó.

-Así que… mis sospechas son ciertas, ¿verdad, Kurama? –lo abrazó con fuerza- ¡Estoy embarazada! ¡Ese bebé por fin viene en camino!

Él sólo atinó a darle palmaditas en la espalda utilizando una de sus patas. Su pecho se estrujaba de emoción, miedo, euforia, melancolía y un montón de sensaciones más. Justo como ella dijo, ese bebé pronto llegaría al mundo y el zorro lo estaría esperando con ansias. Ya habían transcurrido muchos años de esa manera, unos cuantos meses no le harían daño.

 

Aquella noche Minato casi se desmaya cuando recibió la noticia de que sería papá. Por supuesto que debían hacer un análisis médico, pero para él que Kushina y Kurama afirmaran el embarazo era prueba suficiente de su veracidad. Cargó a su esposa mientras le daba las gracias y le llenaba el rostro de besos; ella sólo reía ante tanta alegría y emoción. Una vez la bajó, el rubio se acercó al demonio y le sonrió de aquella deslumbrante manera que lo caracterizaba.

-Kurama-san, tal y como lo hiciste con Kushina y con sus familiares antes de ella, por favor cuida mucho a nuestro bebé.

-Hum, ni siquiera tienes que pedirlo, Minato idiota.

 

El embarazo fue un tanto complicado debido a los antojos y cambios de humor. Ni Minato ni Kurama se salvaron de ellos y por eso hacían lo posible por complacer a Kushina antes de que ella quisiera asesinarlos por no conseguir lo que quería. Todos esos estragos, noches en el sofá y desveladas buscando tiendas abiertas valieron la pena cuando poco más de ocho meses después llegó al mundo el pequeño Naruto, un regordete bebé de cabello rubio (y con tres marquitas adornándole cada mejilla) que dormía profundamente salvo cuando rompía en un estruendoso llanto exigiendo alimento. Y Kurama agradeció que nadie presenciara las lágrimas que derramó cuando en secreto se presentó en el hospital y lo vio por primera vez.

Notas finales:

HIGARY-NOTAS:

Ahí tienen el primer capítulo, más que nada esto es una introducción a la historia la cual creo que no será muy larga (Kyuu: Pero todo puede suceder ¬¬). Una disculpa si tiene horrores ortográficos, pero ya no me dio tiempo para terminar de editarlo… Resulté ser una persona muy solicitada XD Como siempre esperaré sus comentarios con salduos, golpes, pedradas, felicitaciones, cebollazos, flores, amenazas, jitomatazos, bombas y demás. El siguiente capítulo no sé para cuándo se los traiga, me faltan algunos detalles de agregar. En él ya verán a Naruto más crecidito y cómo conocerá a los hermanos Uchiha, jeje. Pero por hoy es todo, queridos lectores, se me cuidan mucho y nos seguimos leyendo. ¡Bye byee!


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