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Todo tiene solución. por DraculaN666

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Notas del fanfic:

Bueno, por fin después de meses de no poder escribir un carajo, algo decidió salir esta noche en forma de... esto.

 

Esto que no ha pasado la prueba de calidad de la jefa porque lo terminé hoy y hoy necesitaba subirlo. Quería hacer algo ya, ya. De esas veces que tienes un bloqueo monumental y sientes que te volverás loca sino haces algo al respecto. Podría haber llorado de la frustración, pensando que hasta aquí había llegado todo lo que podía dar de mi.

 

Por fortuna creo que no ha sido así aunque no es de lo más extraordinario. De hecho hay una historia muy curiosa detrás de esto one shot.

 

En el 2012 escribí un cuento infantil con el que gané un premio a nivel nacional en México. Y dineros también, jó. Antes del cuento había escrito mi historia "Vacío" parra una amiga y esos mismos personajes fueron los protagonistas de mi cuento, en un mundo alterno y nada relacionado. Esta vez es diferente. Porque son esos mismos personajes, los del cuento, muchos años después.

 

Porque, obviamente, para mi todo es shaoi en esta vida. Ni mis personajes se salvan de ello.

 

Y por aquella época yo le prometí a mi amiga, a la que le escribí la historia de Vacío, a quien le dediqué mi cuento y quien amablemente lo ilustró, que haría algo más de ellos dos, ya grandes y todo eso.

 

Ahora, tres años después, al fin le puedo cumplir la promesa.

 

Steff, han pasado muchas cosas, ya no nos vemos como antes, pero que sepas que te quiero mucho, muchote a pesar de todo.

 

Todo para ti, con el amor que a veces no me tengo ni a mí misma.

Notas del capitulo:

Y pues eso. Los personajes son míos, míos al completo. Cualquier parecido con la realidad, con personas ya sean vivas, muertas, escondidas o desaparecidas es mera coincidencia.

 

Yo sólo quiero confirmar que aún puedo escribir.

 

Aclaración de un chistesillo en la historia: mamadas en México no se usa sólo como referencia al sexo oral. Cuando decines "Ay, tú y tus mamadas" se puede 'traducir' como "tú y tus tonterías".

 

Y así (:

1

—¿Por qué terminamos? Creo que esa es una muy buena pregunta. Otra muy buena sería ¿por qué comenzamos? —Se quedó mirando al vacío como si realmente meditara sobre ello—. No, en serio, no me mires así, es realmente una buena pregunta. En qué momento de nuestras vidas creímos que comenzar una relación de índole romántica, siendo amigos desde la infancia, era una idea viable. Debiste mirarme así en aquel momento, no ahora. Ahora es tarde… Oh, sí que es tarde. Él está allá y yo aquí, hace unos dos meses que no hablamos y vivimos a dos kilómetros.

Observó en silencio la agria mirada del hombre que estaba frente a él. No sabía si le reprochaba sus acciones o que le estuviera contando todo eso, que lo más seguro es que le importara un comino.

—Pienso en ello todos los días —continúo, desviando la mirada para no sentirse tan patético—. Pienso en él, pienso en mí y en cómo comenzó todo. No me refiero al sexo y eso… sí, obviamente hemos tenido sexo. Y del bueno si me permites agregar —Sonrió para evitar la carcajada ante la mirada de espanto del otro—. Por favor, tengo veintiún años, soy un chico sano y necesito menearla de vez en cuando… ya, me callo, me callo —Tomó la manga de su interlocutor para evitar que se fuera—. Te decía que no pienso en todo eso, sino en nosotros con diez años, pequeños, estúpidos y solitarios. Ya sabes, fue muy típico. Yo el niño rico encerrado en casa con todo lo que pudiera desear y sólo deseando estar fuera de este lugar. Él un niño con más libertad de la que pudiera manejar anhelando un poco de compañía. Deberíamos hacer una novela, vendería millones.

El silencio volvió a reinar un par de minutos más, como si buscara la forma de continuar la historia.

—La verdad es que no sé por qué terminamos —agregó al fin, con un suspiro derrotado. Sus ojos color miel recorrieron la habitación, buscando algún nuevo detalle que en las cientos de veces que había estado ahí no hubiera visto—. No había tedio, ni monotonía, ni cansancio entre nosotros. Es curioso cómo después de casi quince años de conocernos siempre encontramos fascinante al otro. Supongo que todo fue culpa de la universidad. La verdadera vida comienza ahí, piensas demasiado en el futuro y te entra prisa por vivir y ser o hacer algo. Conoces gente nueva, vives cosas nuevas. Los celos, las inseguridades. A veces creo que querer a alguien no es suficiente para mantener a flote un matrimonio, sólo mira a mamá y papá… o no porque nunca están, así que… cómo saberlo —calló abruptamente ante la mirada malhumorada de su acompañante—. Sabes que tengo razón, no me voy a disculpar por eso.

Se retaron con la mirada unos momentos, como si alguno fuera a ceder a la molestia del otro. Pero se rindieron al ver que eran igual de testarudos.

—Te decía que… —siguió con su relato al obtener esa tregua momentánea— cometimos errores, no demasiado graves, no nos hicimos daño, dijimos más que hicimos. Nos lastimamos con palabras y lo hicimos intencionadamente. El inicio fue turbulento y creímos que el tiempo lo borraría. Que yo saliese con todo lo que se movía y le recriminara a él cada pareja que tenía, sin duda no fue lo más romántico, pero al final parecía que las cosas iban por buen camino. Pero me equivoco más veces de las sanamente recomendadas.

—Ethan…

—No, no, déjame terminar, tú preguntaste… —vio las intenciones de interrumpirle de nuevo, por lo que rápidamente agregó—, o quizás no preguntaste, pero no tengo con quién hablar de estas cosas y el terapeuta más cercano está a dos horas. Mi crisis existencial no podría con la espera —el silencio fue toda su respuesta—. La verdad es que casi lo golpeé cuando tuvo novia, y ni te cuento lo que hice cuando tuvo novio —suspiró ruidosamente, como si no quisiera pensar en ello—. Era un estúpido ¿de acuerdo? Y aún lo soy. Pero en aquel momento me sentía como si fuera su dueño. Papá paga sus estudios y eso me hacía sentir su dueño. Así que tener pareja estaba descartado. Obviamente yo podía ir como mariposa de flor en flor… Oh dios, ¡no me mires así! Ya te dije que era un idiota, lo admito. Y me golpeó por ello, muchas gracias… ajá, ahora sí sonríes, envíale chocolates si te sientes tan satisfecho por su logro —no dudó, por la mirada oscura y penetrante de su compañero que de verdad considerara enviarle algún presente—. Después de ese golpe vino el sexo, claro, no te daré los detalles pero fue brutal, se mueve como… valeee, me guardo los detalles. Pero ese fue el principio. Recuerdo eso y todo lo demás, pero el final está difuso. Me gustaría estar de nuevo en ese momento y poder impedirlo… ¿Qué por qué? Bueno, porque lo amo ¿no es obvio? Creí que el idiota aquí era yo… ¡Yo siempre lo he querido, no lo dudes! Pero si se llega a alejarse de mí, entonces sí que no sabría qué hacer.

Volvió a mirar hacia la ventana, ofuscado, abandonando las ganas de seguir con el tema.

—Ethan —llamó después de unos minutos el hombre a su lado. A sus casi treinta años y habiendo crecido con el chico que miraba triste y melancólico por la ventana, sentía la necesidad de decir algo. No era sólo su mayordomo, era su amigo y como todo amigo debía decir algo cuando se comportaba como un completo idiota.

—¿Qué? —Obtuvo réplica después de unos largos minutos.

—¿Por qué me lo estás diciendo a mí y no a Ariel? Sabes que vive a menos de un kilómetro.

—Porque soy así de cobarde.

2

—No terminamos, nos dimos un tiempo… bueno, quizás sí que terminamos —rectificó ante su incrédula mirada—. Oh por favor, por favor, no compares mi relación con tu fallido matrimonio con mamá, por favor. Yo no salí corriendo como ella… ¡Vivimos en el mismo puto pueblo, no es que pueda ir muy lejos...! Lo siento, lo siento, no quise gritar ni decir malas palabras pero es que… Oh joder, nunca pensé tener esta conversación contigo… no papá, no es normal que tu hijo gay te cuente sus penas… no, de verdad no quieres saber si he tenido sexo con él.

La pausa incómoda de varios minutos fue respuesta suficiente.

—¡No me hables de condones en este momento, papá, ese no es el punto! —Intentó regular su respiración mientras enmarañaba sus negros cabellos—. Yo no quería terminar ¿de acuerdo? Pero las cosas se salieron de control. Él gritó, yo grité, nos dijimos cosas horribles, me siento terrible por todo lo que le dije… no te lo voy a repetir, aún me siento miserable de sólo recor… Bien, puede que le dijera que el que su padre me pagara la carrera no significaba que yo tuviera que ser su puta… ay no, no me mires así, te dije que me siento como si fuera basura ¿no? Ya puedes imaginar su cara. Pero estaba enojado, me trataba como a un objeto, como si sólo le perteneciera a él. La universidad, ya sabes, fue un cambio radical. No se compara a este pueblito, donde nunca pasa nada. La gente, el ambiente… la gente. Hicimos amigos que no debimos, hicimos cosas que tampoco debimos… no, eso no te lo voy a contar, no papá —Humedeció sus labios, nervioso, antes de continuar—. Él siempre me gustó, lo sabía bien. No gustar como amigo sino como algo más. Pero después de tanto tiempo encerrado en su burbuja de cristal se desató por completo. Las noches de fiesta, la gente con la que estuvo, de la que siempre hablaba… el mundo en el que se estaba adentrando dejándome de lado. Estaba aterrado. Intenté alejarme de él, concentrarme en otras cosas. La carrera, los amigos, alguna pareja. Pero era complicado teniéndole siempre a mí alrededor queriendo controlarme sin hacerme parte total de su mundo. Entonces puede que yo… ya sabes, lo golpeara —Escondió su rostro, rojo hasta las orejas, entre sus manos—. No lo digas, por favor, ni me mires así. Él fue un cretino y yo no pude más. De ahí a cómo pasamos a tener sexo aún es un misterio que intento descifrar.

Se quedó en silencio ante la mirada escudriñadora de su padre, pensando cómo continuar con lo que decía. O saber si realmente quería continuar.

—Lo quiero papá. Eso es algo que sí sé. Y creo que él me quiere pero, ¿es eso realmente suficiente?

—Escucha Ariel —Levantó una mano en señal de silencio cuando su hijo estuvo a punto de interrumpirle—. A veces amar no es suficiente, lamento decirlo. A veces puedes intentarlo una y otra vez, y otras muchas veces más antes de darte cuenta de que no se puede. Pero al menos sabes que lo intentaste y continúas con tu vida buscando algo más que pueda funcionar. Pero rendirte a la primera y pensar que tu vida es miserable y nunca encontrarás a nadie más a quien amar es patético. Y lamento ser yo quien te lo diga, pero al menos soy sincero.

Observó la cara compungida de su hijo, pero no se amedrentó y continúo con lo que debía decir.

—Francamente pienso que sois unos idiotas los dos. La universidad les dio una perspectiva diferente de la vida y se dejaron absorber por ella, y no está mal, de verdad que no, así se supone que es la vida. Pero si van a venir aquí y lamentarse, porque estoy seguro de que Ethan también está lloriqueando en su casa, sólo confirma que sois unos niños idiotas y que deberíais hacer algo al respecto. Follar si es preciso —meditó eso último antes de agregar algo más—, pero aquí no, por favor. Aquí, no.

Vio la mueca de culpabilidad en el rostro de Ariel.

—Oh diablos, ¿¡qué!? ¿¡Cuándo!?

—El verano pasado puede que… nos dejaras solos mucho tiempo, en el sofá… sí, en el que estás sentado —vio como su padre se levantaba de un salto con cara de horror.

Cualquier otro tema a tratar esa tarde sobre sus problemas con Ethan se vio relegado por el sermón monumental del que fue víctima.

—¡En el sofá no carajo!

3

—Ya sé que han pasado tres días, muchas gracias por llevar mi agenda —resopló Ethan desde el diván en el que estaba recostado—. Creo que sabes la respuesta a tu pregunta. No he hablado con él por cobarde… ¿No te lo dejé claro el otro día? Bueno, ahora te doy ejemplos. He pasado los últimos tres días sentado en la heladería que está cerca de la casa de Ariel tragando helado como si no estuviéramos a casi ocho grados, porque no puedo avanzar más. Y el helado de brownie está de muerte. Pero supongo que eso no es relevante. Ayer salí corriendo después de verle pasar con su padre… oh sí, el madurito porque el que te he visto suspirar, mira que si Ariel se va a poner así con el tiempo no me importaría que… oh, sí, estoy divagando. Pero creo que he dejado claro mi punto, sobre todo al verme aquí hoy por si ayer Ariel me reconoció con mi magistral representación de señor con gafas y bigote falso…

Un suspiro molesto fue toda su respuesta.

—Yo qué sé, quizás las cosas debieron ser así. Y quizás te mentí un poco el otro día porque sí recuerdo el día que terminamos, aunque preferiría no hacerlo… no, no volvió a golpearme. Pero creo que los dos estuvimos a punto de golpearnos un poco. Aunque no fue realmente necesario, las palabras pueden llegar a doler mucho más. No dijo ninguna mentira pero no por ello duele menos. Y me di cuenta de que estaba más molesto conmigo mismo por hacerle decir todas esas cosas que con él. Si yo fuera, no sé, diferente, quizás las cosas no estarían como están ahora.

—Si tú fueras diferente las cosas serían diferentes, estás lleno de sabiduría.

—Imbécil —masculló el castaño entre dientes—. Pero quizás sea eso lo que necesita.

—¿El qué?

—A alguien diferente.

4

—Yo sé que ese era Ethan con un bigote falso papá, no se necesita ser Sherlock Holmes… no, no fue adorable por su parte… quizás un poco, tampoco lo halagues tanto o pensaré que quieres hacerle cosas non sanctas. O quizás sólo quieras hacérselas al mayordomo… ¡Lo gay no se contagia! ¿No eras tú el que decía que podemos seguir buscando a quien amar? Sólo son diez u once años de diferencia, seguro que tu muy maduro ser le encantaría entre su piernas mientras le… ya, ya, tampoco es necesario que te pongas grosero —se miraron con molestia por largos segundos—. Creo que debería disculparme… ay papá, no contigo, esta conversación no gira a tu alrededor, hablo de Ethan. ¿Por qué? Para comenzar por todas las cosas que hice y dije. La mayoría de las cosas que él dijo o hizo fueron en respuesta. Somos niños aún, no puedes juzgarnos. Todo eso de que los hombres maduran mucho después que las mujeres… A veces creo que haber nacido mujer me habría facilitado las cosas. O no, quizás estaría en la misma situación y embarazada. ¿Te imaginas? Me da escalofríos de sólo… lo siento, estoy divagando, pero no sé qué hacer, si dejo las cosas tal y como están nada va a cambiar. No, no papá, el tiempo no arregla las cosas. Si uno no hace algo el tiempo pasará y las cosas estarán justo en el mismo lugar donde las dejamos.

—¿Cuándo te volviste tan sabio?
—No seré un niño para siempre aunque me quiera comportar como uno…

5

—¿Estás seguro?

—No.

—Excelente, me cuentas cómo te fue cuando regreses.

Y de un empujón Ethan se vio fuera de casa, escuchando cómo la puerta se cerraba con el tintinear de sus llaves desde dentro.

—No vas a entrar hasta que hayan hablado o al menos follado. No acepto menos que eso.

—Bueno pues… lo que esperas es un milagro.

—Tienen veintiún años y las hormonas totalmente alborotadas. Lo que espero es que follen y luego hablen. El orden de los factores no altera el producto.

—Ya, porque el sexo siempre es la solución a los problemas…

—En los adolescentes generalmente sí.

—Muy sabio de tu parte —masculló alejándose de la puerta y comenzando a caminar hacia ningún lugar. Debía encontrar un buen banco en el parque para pasar la noche.

6

—No.

—No era una sugerencia Ariel.

—Sigo diciendo que no.

—Ariel…

—¡Qué no papá! No puedes obligarme.

Por la mirada que puso su progenitor supo que sí, sí que podía obligarle.

7

Ethan llevaba al menos tres horas sentado en aquel banco del parque. La tarde era fresca aunque había un poco de sol. El lugar estaba completamente desierto debido a las bajas temperaturas. Parecía que sus pies perdían más y más valor para seguir avanzando conforme pasaba el tiempo. Ahora ni siquiera era capaz de llegar a la heladería y se había sentando a observar el deprimente aspecto del parque lleno de hojas caídas y árboles que se extendían desde la tierra como garras puntiagudas. Pensar en aquel escenario triste y desolado le hacía sentir menos triste y desolado en su interior. O patético por compararse con un paisaje invernal.

Su mente era un hervidero de ideas debatiéndose entre hacer o no algo sobre su situación. Quizás con el tiempo y la distancia dejarían las cosas como estaban y las superarían, pudiendo ser amigos nuevamente y quedándose sólo con un buen recuerdo. Y aunque era algo que quería poner en práctica, se encontraba a sí mismo pensando en un futuro, quizás no demasiado lejano, con Ariel en brazos de otra persona, besando esos labios que se hinchaban y enrojecían por sus besos. En alguien más acariciando su piel de porcelana y encontrando los lunares esparcidos por su cuerpo para besarlos con la misma devoción que él. La cólera que le inundaba era casi ridícula y parecía que su mente al fin volvía a tomar valor para ir a su encuentro.

Pero no, estaba congelándose el culo en un parque totalmente desolado pensando en que quizás así estaba bien todo. No más palabras hirientes, no más celos descontrolados e injustificados. No más lágrimas ni reproches ni nada, no más dolor ni lastimarse el uno al otro.

No más Ariel.

Y sólo pensar en ello dolía.

8

Daba gracias a que el parque estuviera totalmente desolado. No quería ni saber cómo se veía detrás de un árbol, rezagado para que nadie notara cómo observaba fijamente a Ethan. Su cabello castaño usualmente bien peinado estaba hecho un desastre y sus ojos, enormes y de color miel, estaban enrojecidos. Quizás por la falta de sueño, quizás por el cansancio y, oh mierdademoniosjoder, quizás por estar llorando.

Las cosas entre ellos nunca fueron fáciles. Al inicio eran dos niños separados por dos mundos imaginarios en el que los adultos se empeñaban en encerrarlos. Pero su persistencia y coraje les dieron fuerzas para seguir adelante, para aferrarse a lo único que sentían, que era auténtico en sus vidas, su amistad. Y con el pasar del tiempo parecía que todo mejoraría. No fue así aparentemente, dado que sus sentimientos se transformaban conforme ellos iban creciendo. Las hormonas se alborotaban, los deseos infantiles de abrazar a su mejor amigo se convirtieron en ganas de romperse los labios a besos y perder las manos bajo las capas de ropa que siempre los cubrían. Todo eso fueron nuevas dificultades a superar. La negación de los sentimientos, la necesidad de olvidar en brazos de otras personas, fueron error tras error hasta que un día estallaron. Quizás ignorar los problemas y pasar directamente al sexo sin hablarlo fue la cúspide de sus errores. Porque las cosas sólo siguieron acumulándose en su interior hasta que un fatídico día, dos meses atrás, no pudieron más con ello.

Y Ariel se sentía miserable porque no supieron manejar las cosas como los adultos que se suponían que eran. Por mucho que se empeñara el mundo en decir que sólo eran unos niños, la verdad era que ya estaban algo grandecitos para dejar de ser tan viscerales. Los gritos resonaban en su cabeza todas las noches, las palabras hirientes que salían de su boca aún le sabían amargas y los ojos le escocían al recordar las palabras que obtuvo a cambio. No era enteramente su culpa pero si sacaran porcentajes él llevaría las de perder.

Sin embargo, y conociendo tan bien como conocía a Ethan, seguramente se culpaba de todo, más enojado consigo mismo que con el propio Ariel, avergonzado por el desenlace de las cosas. Y oh ironías de la vida, eso le hacía sentir miserable y culpable y, de verdad, ¿cómo habían terminado en ese círculo vicioso? Donde, aparentemente, ninguno de los dos tenía intención de hacer algo al respecto. Se había sentido con algo de valor al ver que Ethan tenía las agallas de acercarse aunque fuera un poco, con la esperanza de verle, con un ridículo disfraz porque los dos eran un poquito cobardes. Pero tarde se dio cuenta, ahí parado detrás de un árbol, de que estaba demasiado asustado como para acercarse y enfrentar su mirada derrotada, la misma que debía tener él.

Así que se quedó tres largas horas detrás de aquel árbol, tiritando de frío y recordando que su padre no le dejaría entrar en casa a menos que hubiera hablado con Ethan.

Ya podía él también ir buscando un banco para dormir esa noche.

9

Sería insultar la inteligencia de Ethan pensar que no sabría que la cabellera negra que se asomaba detrás de aquel frondoso árbol pertenecía a Ariel. No en vano había pasado largas noches recorriendo las oscuras hebras con sus manos, sintiendo la textura suave mientras el sopor del orgasmo abandonaba su cuerpo.

Pensar en ello era lo único que le mantenía un poco caliente. El sol se había ocultado detrás de unos nubarrones grises y aunque aún eran poco más de las tres de la tarde, el día se había tornado oscuro y frío. No en la forma metafórica y nostálgica, sino con la amenaza de lluvia. Suponía que el clima estaba igual de indeciso que él y no terminaba de decidir si quería llover o estar soleado.

Un par de gotas escurriendo por su mejilla le hicieron saber que algo allá arriba había llegado a un acuerdo y si él no se apresuraba terminaría mojado hasta el alma. La cuestión era intentar ir a casa y dar lástima como el cachorrito perdido que era o buscar una alternativa con la cual su dignidad no saliera tan lastimada.

En esas estaba cuando de golpe se desató la lluvia y las frías gotas se deslizaron por su cuerpo. Lo cual sólo duro unos instantes antes de que un paraguas se interpusiera en su camino.

—Sigues sin revisar el tiempo antes de salir de casa —dijo esa voz que había deseado tanto escuchar durante meses, levantando el rostro para ver el paraguas verde que le había regalado un par de años atrás.

Una sonrisa trémula se extendía por los labios de Ariel aunque sus ojos intentaban aparentar una seguridad que realmente no sentía. La mano que sostenía el paraguas se agitaba ligeramente, quizás de frío o de los nervios y la otra se encontraba escondida en el bolsillo de su chaqueta, apretada en un puño que le impedía salir corriendo de allí. Tenía que hacer las cosas bien. Debían, en realidad, hacer los dos las cosas bien porque se estaban saliendo de control y a ese paso ninguno de los dos podría volver a casa sin arrastrarse un poco por el suelo, humillados y sintiéndose más patéticos que en ese momento.

—Es difícil abandonar los malos hábitos —Se encogió de hombros Ethan, como si no estuviera también temblando como gelatina por dentro.

Se quedaron en silencio un rato, simplemente observándose como si fuera la primera vez. Como aquel momento tantos años atrás, con Ethan sentado en el césped que adornaba su casa, dibujando en su cuaderno con un sinfín de colores mientras Ariel, al otro lado de la reja que les separaba, donde el césped no era tan verde, trazaba con un pequeño lápiz sobre una libreta desgastada, un mundo mucho más colorido que el de Ethan. Pensaron en aquel momento y se aferraron al recuerdo de dos niños inocentes con muchas más dificultades para estar juntos que las que tenían en ese momento, y se preguntaron qué es lo que era tan complicado ahora. Ya no había rejas que los separaran. Ya no había adultos interponiéndose en su camino, porque vivían en mundos separados.

Parecía que todos habían entendido que pertenecían, de una forma u otra, al mismo mundo, y ahora ellos se empeñaban en separarse.

Las escenas de su ruptura comenzaron a trazarse por sus mentes y pensaron en los verdaderos motivos que ocultaron tras las palabras hirientes.

Ariel estaba lleno de dudas porque Ethan era un señorito de clase alta que algún día tendría que ver con todas esas cosas que deben ser importantes en las familias ricas, –ignorando, deliberadamente al parecer, que Ethan tenía muchos hermanos mayores que ya se encargaban de ello- creyendo que estar con él era un gusto pasajero, como si no pudiera confiar en la sinceridad de sus sentimientos, y explotando con una verborrea sin sentido e hiriente.

Ethan vivía perpetuamente confundido por las inseguridades de Ariel, sin entender por qué un día estaban bien y al otro eran un desastre. Y, como plus, sin entender que era él con sus acciones desinteresadas, sus excesivas muestras de cariño a terceros y el descuido en su relación lo que provocaba todo eso. Y ninguno estaba nunca por la labor de hacer o decir algo al respecto, como si los silencios y la ignorancia fueran el santo remedio a todo.

Pero tenían que explotar y lastimarse hasta sentirse satisfechos porque siempre habían visto que las cosas se solucionaban de esa forma en ese tan aterrador mundo adulto en el que vivían.

Ariel soltó un suspiro cansado, sosteniendo con un poco más de firmeza el paraguas y viendo cómo la lluvia caía a su alrededor. Se encontraba parado detrás el banco donde Ethan permanecía sentado, mirando a la nada, intentando vagamente cubrirlos del agua. Un escalofrío recorrió ambos cuerpos, sacándolos de su trance.

—Deberíamos ir a otra parte —propuso Ariel, buscando con sus ojos grises los de color miel.

—No creo que en casa me dejen entrar.

—Bueno, busquemos un puente donde vivir porque a mí tampoco me dejarán entrar hasta que hablemos.

—¿Y esto no cuenta?

—No creo…

—Entonces hablemos, espero que hayas traído tu cartera porque no tengo suficiente efectivo para pagar solo una habitación en el hostal y no dormiré bajo un puente.

10

Y por hostal se refería a unos pequeños cuartos que alquilaban en el pueblo y que rara vez estaban ocupados. Si a los pocos comensales que se encontraban en el lugar –pues también era un bar-restaurante- les pareció extraño verles llegar y pagar una habitación, no dijeron nada al respecto. Con el tiempo fueron aprendiendo que, en realidad, a la gente le importa un carajo lo que los demás hagan o dejen de hacer. Una lástima que de niños les inculcaran estar siempre pendientes de la opinión pública, como si esta fuera a guiarles por el camino correcto de la vida.

La habitación era pequeña, con una cama matrimonial en el centro, un ropero empotrado en una de las paredes laterales, una ventana tan pequeña que poder ver algo sería casi un milagro y un cuarto de baño que parecía querer competir en pequeñez contra los baños de los aviones.

—¿Es muy tarde para ir a buscar ese puente? —preguntó Ethan, en tono jocoso, quitándose la chaqueta, dejando que se deslizara por sus hombros hasta el suelo y saltando sobre la cama, que dio un lastimero crujido.

—Peor es nada —razonó Ariel, no muy convencido de sus palabras, también quitándose su abrigo, que dejó sobre el intento de sofá que había y recogiendo la chaqueta de Ethan.

Se quedaron nuevamente en silencio. Realmente no se habían dicho nada mientras caminaban bajo el paraguas hasta el lugar, ni intentaron romper la tensión que se hacía más palpable a cada minuto. Ethan se había sentado en la orilla de la cama, un poco temeroso porque esta cediera a su peso mientras Ariel recorría con la vista todo el lugar, incómodo y sin saber cómo iniciar una conversación decente.

Su propósito era hablar como personas civilizadas, sin volverse a dejar llevar por sus emociones. No quería que se gritaran y se recriminaran por cosas que ya habían pasado, pero tampoco quería un “lo siento, follemos”. Aunque esa última parte no sonaba nada mal, sería caer en lo mismo.

Dejó salir un suspiro ofuscado. No sabía si las cosas eran realmente tan complicadas o estaba siendo melodramático.

Unos brazos envolviendo su cintura y un rostro enterrado en la curvatura de su cuello le trajeron a la realidad de un sobresalto, sintiendo la cálida respiración de Ethan en su cuello, que dejaba salir un suspiro entre aliviado y algo excitado. Aunque prefirió no tomar muy en cuenta eso último.

—Lo siento —Fue el susurro que chocó contra su piel, que se estremeció ante el contacto de su aliento y como reacción a sus palabras.

—Yo también lo siento —respondió con la misma voz queda, pasando sus manos por los brazos que envolvían su cuerpo, alejando la añoranza que esos dos meses había estado presente en su cuerpo. Moría de ganas por recorrer cada centímetro de la piel lechosa de Ethan, dejando marcas de mordidas allá donde tuviera acceso su boca.

—Te quiero Ariel, soy un idiota, pero de verdad te quiero y me gustaría que me quisieras así de idiota.

Una sonrisa algo estúpida se extendió por los labios de Ariel, saboreando las palabras antes de responder.

—También te quiero idiota. Y me alegro de que me quieras así de inseguro —Los brazos en su cintura ejercieron más presión, sacándole un poco el aire, pero no importaba porque no se veía en ningún otro lado que no fuera rodeado por el cuerpo de Ethan hasta casi morir asfixiado.

Se giró sin soltarse del abrazo hasta quedar de frente, envolver el cuello de Ethan y poder, al fin, saborear esos labios que por tanto tiempo atormentaron sus recuerdos. El contacto fue torpe y seguramente el sabor metálico se debía a haber chocado sus dientes con sus labios. Pero era simplemente perfecto saborear todo lo que pudieran ofrecer. El contacto de sus lenguas fue húmedo y caliente a pesar del frío exterior. Ariel hizo más presión con sus brazos alrededor del cuello de Ethan, como si en lugar de querer acercarle se quisiera fundir con él. Su lengua ganó terreno dentro de la boca del castaño, mordiendo y saboreando con desesperación para, segundos después, bajar un poco el ritmo, retirándola para juguetear con la punta sobre sus labios, incitando a su compañera para que hiciera lo mismo y huyendo del contacto. Una sonrisa burlona se formó en sus labios cuando Ethan soltó un gemido de desesperación antes de ir a su encuentro nuevamente, tomando con sus labios la lengua del castaño y jugueteando con la punta.

—Extrañaba besarte, joder —alcanzó a exclamar Ethan con un suspiro necesitado.

—Seguro que no es todo lo que extrañaste —respondió Ariel, hundiendo sus manos en el cabello castaño y alborotado de Ethan, empujando con fuerza su cabeza hasta que sus labios volvieron a entrar en contacto.

El armario crujió con fuerza cuando se estrellaron contra él. Ethan sintió su espalda resentirse por el golpe, pero no le importó porque continuaban besándose. Sentían los labios hinchados y enrojecidos por la rudeza de los besos, pero era lo de menos. Había tiempo que recuperar.

—La verdad es que también extrañé tus mamadas —volvió a hablar el castaño mientras comenzaba a bajar con sus labios, pasando por las mejillas hasta llegar al cuello de Ariel.

—¿Metafórica o literalmente? —se burló Ariel, ladeando el rostro para que Ethan tuviera más espacio para maniobrar sobre su piel.

—Ambas —fue toda la respuesta que otorgó antes de hundir sus dientes en la tierna carne tan dispuesta ante él.

—Mieeeerrrda —exclamó Ariel ejerciendo más fuerza con sus manos, que aún se encontraban entre el cabello castaño de Ethan, como si quisiera que esos dientes se fundieran con su piel—. Eso puedo… ya sabes… puedo arreglarlo.

Y con esas palabras, las manos de Ariel comenzaron a serpentear desde el cuello de Ethan hasta bajar por sus costados, deshaciendo el abrazo y llegando a la cintura, donde le tomó por las caderas y de un fuerte jalón le separó del armario, empujándole hasta la cama, que volvió a crujir por el peso. Sin embargo, ninguno puso atención a ese detalle, estaban más concentrados en deshacerse de todas las prendas que estorbaban en su camino.

Ethan se quitó los zapatos como pudo, impulsando con un pie uno y repitiendo el proceso con el otro, más torpe al verse sin calzado. Su cinturón y el cierre de su pantalón fueron otra historia, porque dieron más pelea de la normal, pero cuando al fin se vio liberado de todo, Ariel, totalmente desnudo, ya se encontraba sobre su cuerpo.

Volvieron a unir sus labios, recorriendo con las manos cada parte de sus cuerpos. Ethan masajeó con deleite el trasero de Ariel, haciendo que sus miembros entraran en contacto. Cada uno sofocó el jadeo que esa acción provocó en la boca del contrario, más concentrados en la batalla que sus lenguas mantenían. Se separaron con un sonido húmedo. Ariel lamió sus labios para comenzar a bajar poco a poco, pasando por la barbilla hasta el cuello, donde dejó una enorme y roja marca, en venganza por la mordida que había recibido. Aunque todo lo que obtuvo fue un gemido por parte de Ethan, que levantó sus caderas para poder volver a sentir fricción con su cuerpo.

Ariel lo empujó por los hombros hasta que volvió a quedar recostado en la cama y le observó desde arriba, con una sonrisilla maliciosa en los labios.

—Quieto, quieto —ordenó mientras volvía a su labor de juguetear con su lengua con todo lo que hubiera a su paso.

Comenzó nuevamente por el cuello, donde lamió a conciencia hasta que se topó, un poco más abajo, con uno de los pezones. Dio una larga lamida antes de atraparlo con sus dientes y retorcerlo con delicadeza. Acción que por sí sola logró arrancar un par de suspiros de Ethan. Una vez los dos pezones estuvieron humedecidos, comenzó a succionar uno mientras una de sus manos retorcía el otro, y por si fuera poco, con su otra mano le apretaba el pene con fuerza.

—Joder, para, para, para —exclamó Ethan, aturdido por las sensaciones.

—Siempre con tan poco aguante —dijo con una risilla Ariel, abandonando los pezones y bajando nuevamente con su lengua, recorriendo el abdomen con la punta, jugueteando un poco con el ombligo hasta que su barbilla se topó con el glande.

—Cabrón…

Las vibraciones de la risa de Ariel recorrieron todo el cuerpo de Ethan cuando, sin previo aviso engulló la mitad del miembro duro y húmedo por la cantidad de fluidos que manaban de la punta. Fue un comienzo lento, como una especie de tortura porque Ariel sólo bajaba y subía con una lentitud desquiciante. Sus labios envolvían sin demasiada presión, dejando espacio a su lengua para enroscarse en el tronco o juguetear con la punta, saboreando todo el líquido que desprendía para volver a bajar y succionar una vez su garganta estuviera llena por completo.

Continuaron de esa forma durante un largo rato, Ethan sentía que se volvería loco si no terminaba de una vez. Cuando los espasmos del orgasmo comenzaban a vibran en su cuerpo, Ariel daba un ligero apretón en la base, impidiéndole llegar el clímax y deteniendo sus labios en el glande, donde la punta de su lengua lo recorría con lentitud hasta que el orgasmo se retrasaba, y entonces comenzaba de nuevo. Sentía la saliva escurrir por el pene, humedeciendo todo a su paso. Pero eran tantas las sensaciones y emociones, que le resultaba difícil concentrarse en una sola cosa. Por eso mismo no sintió cuando un par de dedos comenzaron a juguetear más abajo, pasando por sus testículos y bajando aún más. Sólo cuando el estremecimiento que su entrada le provocó recorrió todo su cuerpo fue consciente de lo que pasaba.

—¿Qué demo…?

—Ya es mi turno, Ethan —respondió Ariel aún entre sus piernas, con una sonrisa de labios hinchados y húmedos, restregándole el pene por una de sus nalgas mientras sus ojos brillaban juguetones y algo maliciosos.

No es que el cambio de roles fuera algo extraño en ellos aunque Ethan prefería ser siempre quien llevara el mando. Suponía que era por tener el control de la situación. Le era difícil ceder del todo, pero con Ariel las cosas siempre se daban de manera extraña y natural, así que no se negó cuando el primer dedo invadió su cuerpo. La incomodidad fue difícil de disimular. Había pasado tiempo desde que se habían visto en esa posición pero pronto le encontró el gusto cuando el dedo comenzó a inspeccionar su interior, entrando y saliendo de su cuerpo con ritmo. Pronto fueron dos abriéndose y cerrándose en su interior, y para cuando ya eran tres, le era complicado disimular los sonidos que su garganta soltaba sin que pudiera evitarlo. Que Ariel estuviera jugueteando con la punta de su pene, chupando un poco con sus labios y lamiendo otro tanto con su lengua creaba un caos en su cabeza.

Negaría por siempre el sonido de frustración que soltó cuando se encontró vacío de pronto y sin esa boca haciendo maravillas sobre su pene, pero se vio recompensado cuando tuvo de nuevo todo el cuerpo de Ariel sobre el suyo, reconfortándole con su calor. Pasó sus manos por la espalda, aferrándose a él en un nuevo beso mientras sentía cómo el pene se restregaba entre sus nalgas. Su boca estaba siendo invadida por una lengua intrusa cuando se vio lleno de golpe, su interior recibía con satisfacción la intrusión, que no esperó a que se acostumbrara antes de que las embestidas comenzaran.

Los movimientos de ambos eran erráticos, casi desesperados. Ariel se frenaba con los brazos a cada lado de su cabeza, mientras él le atraía con sus manos y piernas, empujando con los talones desde su trasero para que se enterrara aún más, aunque eso no fuera posible. A cada arremetida su cuerpo se estremecía con violencia y su pene daba un respingo complacido, aunque preferiría ponerle más atención le era imposible hilar con coherencia sus pensamientos. Ariel por su parte se concentraba en el movimiento de sus caderas, intentando dar en el punto exacto en el que la mente de Ethan se ponía en blanco y su boca mascullaba deliciosas maldiciones y le rogaba por más, pidiéndole que le follara más duro. Concentrado en eso fue una sorpresa cuando las piernas del otro abandonaron su cintura y sus manos le empujaron hasta dejarle recostado en la cama. Desde su nueva posición observó cómo el castaño le sonreía algo prepotente, balanceando sus caderas con fuerza.

—Ya sabes cariño, yo mando —se mofó Ethan relamiéndose los labios sin detener sus movimientos, cosa que en otro momento hubiera ofuscado realmente a Ariel, sino le pareciera lo más excitante que le había pasado en la vida.

—¿Ah sí? —Intentó parecer incrédulo y sorprendido, dejando que el otro se moviera a voluntad antes de llevar sus manos hasta su cadera y sujetarle con fuerza—. No lo creo amorcito —Sonrió al ver el ceño fruncido del otro por el mote, mueca que no le duró lo suficiente antes de que le hiciera detener todo movimiento, sujetándolo con tal fuerza que seguramente la mañana siguiente tendría marcas, alzó sus caderas con violencia, enterrándose de golpe en el cuerpo de Ethan.

—¡La puta qu…! Jooooooddderrrr, Ariel —fue más un chillido que una exclamación al sentir los brutales movimientos. Olvidó por completo atender su erección, olvidó que él quería llevar la voz cantante, olvidó si quiera que cualquiera fuera de esas cuatro paredes pudiera oírlo. Lo único importante era sentir ese miembro entrar y salir de su cuerpo con fuerza, golpeando su próstata una y otra vez hasta hacerle delirar y aún así continuar sin darle tregua.

A pesar del frío, el sudor perlaba sus cuerpos, recorriendo sus frentes, bajando por la espalda de Ethan, que comenzó a botar con violencia sobre las caderas de Ariel. Adoraban el sonido que el choque de sus pieles provocaba, aunque seguramente quedaran enrojecidas después.

Ethan se dejó caer un poco sobre el cuerpo de Ariel, sin dejar de mover las caderas de arriba hacia abajo hasta empalarse a sí mismo. La poca cordura que parecía mantener se fue al carajo cuando la mano de Ariel apresó con fuerza su pene y comenzó a masturbarle al ritmo de las embestidas. Intentaron varias veces mantener un beso en esa situación, pero lo único que lograban era morderse los labios, lamer sus lenguas o maldecir en voz baja, rogando porque llegara el final pero deseando que el momento fuera eterno. Ethan podría estar rogando por siempre que el miembro de Ariel entrara y saliera de su cuerpo, golpeando su próstata hasta hacerle sentir desfallecer. Las piernas comenzaban a fallarle y era difícil continuar con ese ritmo, pero ninguno de los dos quería dar tregua, no ahora que se sentían tan cerca.

El primero en sucumbir fue Ethan, contrayendo todo su cuerpo con fuerza. La oleada fue potente y su semen manchó su mano, su pecho y parte del pecho de Ariel. Fue liberador y agotador a partes iguales, sobre todo con la fuerte presión que el miembro del moreno aún le generaba. Pero todo se vio multiplicado cuando algo caliente se derramó en su interior.

Ariel masculló algo entre dientes cuando la opresión sobre su miembro se volvió casi dolorosa y se dejó ir con un gemido bastante ruidoso.

Los dos se quedaron quietos en esa posición, Ethan sobre su cuerpo, respirando con fuerza y aún sin dejar ir a Ariel del todo. Su cuerpo lleno de sudor emitía un calor reconfortante y aunque su peso no le dejaba recuperar la respiración normal, no podía pedir nada más perfecto.

—Eso fue genial —habló por fin, un poco más recuperado y restregándose sobre su cuerpo como un gatito mimoso—. Si así es el sexo de reconciliación deberíamos pelear más a menudo —bromeó Ethan dejándose mimar por esas manos que recorrían su espalda con languidez y estrujaban de vez en cuando su trasero.

—Si así es el sexo deberíamos hacerlo más a menudo —fue la respuesta de Ariel, impulsando sus caderas hacia arriba para adentrarse nuevamente en Ethan, aunque su pene ya estuviera algo flácido.

—Diosssssss, por mi perfecto —y volvieron a besarse, con menos rudeza, con menos sangre, pero con la misma pasión de siempre, buscando fundir sus lenguas y saborear sus labios, esperando que fuera así por siempre.

11

—Espero que no estén bajo un puente —dijo la voz al otro lado del teléfono.

—No sé si los prefiero follando.

—Claro que los prefieres follando. Es eso o una neumonía con este clima.

—Sí, sabes que hablas de tu hijo y su mejor amigo ¿no?

—Hablo de mi hijo y su novio.

—Ay dios…

—A esa edad todo se resuelve follando.

Un silenció algo incómodo se extendió al otro lado de la línea.

—¿Y a tu edad? —habló de nuevo la voz del otro lado, un poco más insegura.

—Follando también, obviamente.

No pudo verla, pero imaginaba con nitidez la sonrisa del hombre al otro lado del teléfono. Ya podrían en otro momento solucionar ellos sus problemas.

Notas finales:

Oh, yo y los finales. No diré que los extrañé porque es lo único que me sigue fastidiando.

 

En fin, denme amor <3

 

PD: Ya corregido por la jefa (Lady Henry) me doy cuenta de a pesar de los años... aún me falta mucho por aprender.


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