21- When The Earth Is Sad (II/II)
—Es hora de despertar —Escucha el susurro de una melodía proveniente del exterior de sus sueños; no obstante, aunque escuche el angelical llamado, continúa en aquella fase de ensueño.
Algunas lágrimas expulsadas de unas cuencas infantiles, descansan en un suave colchón hecho de suave y terso algodón. Parece que poco a poco el cielo quiere reventar en algo más que una tormenta y humedecer con un poco de esperanza la agonía de la tierra. Los relámpagos harán de las suyas, para tratar de ayudar a un niño reposando en imágenes de lo que un día llamó felicidad con juegos y brincos sobre estanques de agua cristalina y peces de colores, con paseos durante el ocaso de una cálida lluvia junto a un pequeño animalito moviendo su colita peluda, con noches amenas de un sumiso terror, o con buenos días acompañados de una exquisita taza de leche con chocolate; todos esos momentos acompañado con el niño de quien se enamoró a través de una inocente mirada infantil.
Es triste como todo puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos.
La última vez Jongin sonreía ampliamente jugando con Kyungsoo y Monggu, fue cuando sintió un tipo de latir extraño en su corazón. Justo cuando el niño de blanca piel llegó abrazándole por detrás y su aliento a fresas golpeó la piel desnuda de su cuello; Jongin lo sintió escandalosamente bien. Jongin tenía ganas inmensas de probar el misterioso sabor de Kyungsoo, escondido detrás de un tipo de crema frutal dulce y amarga a la vez. Corrió para alcanzarlo disfrutando del aroma a tierra mojada y de la fragancia afable de las flores sembradas alrededor de sus majestuosos jardines. Carcajadas y felicidad; unas vacaciones de verano inolvidables. Y pese a su felicidad debajo de la lluvia, Jongin pudo observar cómo Kyungsoo y su mascota quedaban debajo de una máquina pesada, quedando a merced de un río escarlata llamado muerte. Incluso en la inexplicable escena, lucía hermoso.
Aquel día Jongin tenía ganas de besarle.
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Mira a su alrededor, y el blanco es vasto en aquella habitación, las cortinas azules están separadas para poder ver el nítido cristal. A través del reflejo de su ventana mira su rostro, un rostro que un día reflejaba el cristal limpio de inocente alegría arrebatado de la negligencia de mentes adultas; demasiado inmaduras a su pensar. Le toma la mano, es la cuarta o tercera vez que lo hace, pero los signos vitales de Kyungsoo son nulos, y siguen congelados, frígidos ante el calor emergente de su piel.
—Es hora de despertar —le vuelve a llamar, mostrando esa perenne sonrisa de luz casi más resplandeciente que el sol, la estrella gigante de su planeta azul—. Vayamos a jugar, las flores que sembramos hace un mes están creciendo, debes de verlas ¡Son tan hermosas! Bueno… no más que tú —confiesa el pequeño niño de piel claramente bronceada, teñida de una puesta solar en los mares de verano. Sus mejillas comienzan a tomar el tenue color de la cálida estación, domada por lo caliente del sol por causa de Kyungsoo, quien se figura a un ser celestial.
Jongin tiene muchas ganas de besarle.
El reloj sigue avanzando. El monitor midiendo la vida de Kyungsoo, de alguna manera la reduce. Está solo, esperanzado en volver a verle sonreír.
—Me gustas, ¿yo…te gusto?
Cierra los ojos, como sabiendo la respuesta de Kyungsoo, para hacer su deseo realidad. Le besa dulcemente, creyendo hacerlo despertar como en los cuentos leídos por su mamá.
Y entonces abre los ojos.
Kyungsoo se ha ido.
Jongin observa su jardín llenarse de flores con la ayuda de la lluvia, mientras espera con una sonrisa su reencuentro con aquel niño de quien se enamoró con solo una mirada infantil.