25- The Last Universe
El mundo ha cambiado, las flores son solo vagos recuerdos de áreas coloridas, aquellos árboles con ramas frondosas y vivaces viven en la expiración de lo que fue y ya no será, las mantas verdes que solían cubrir el suelo son solo polvo con rastros de melancolía, y los ríos con su criaturas marinas se han extinguido por el canibalismo de un mundo egoísta, así como animales terrestres y aéreos han abandonado esta árida y gris naturaleza para vivir en otro universo más bondadoso, exento de muerte y guerras sin sentido.
El mundo ha cambiado, un poco.
Algunos transeúntes observan desde el techo un cielo nuboso, cuyo adorno de arreboles, se ven opacados por la contaminación; partículas de enfermedad se deslizan abruptamente por todo el lienzo oscuro borrando cualquier huella de luz, proveniente de aquel cosmos aún centelleante de vida.
—Jongin… —Kyungsoo voltea a mirarlo en un intento desesperado por no morir ante el oxígeno marcado de inmundicia por humo despedido por fábricas; unas clausuradas hace ya bastante tiempo.
—No te preocupes —le responde calmadamente, sabiendo el temor escondido bajo la voz de su pareja—. Estamos juntos.
***
Por la mañana, si es que todavía puede llamársele así a los días siempre oscuros, grises y crudos, Kyungsoo se levanta temprano junto a Jongin. Ambos salen tomados de la mano. Las calles y cientos de edificios están colisionando; es normal a su vista, por eso no le dan importancia. Llegan a un lugar, parece una bodega, ciertamente no es bonita como las del pasado, pero proveen comida cada 2 meses, y pronto, avisó una señora, abastecerán comida cada seis.
Un señor formado al final abraza a su hijo, y cuando una mujer intenta quitarle el lugar, éste la golpea. Ella intenta proteger su estómago, y no es tanto por lo moretones que le vayan a quedar, es más bien porque allí dentro, nacerá una nueva vida. Nadie defiende a la mujer, porque las personas allí, se amontonan para obtener un poco de alimento para sobrevivir. Es más importante su vida y no la de otros.
—No está bien tener hijos en este tiempo, morirá sin siquiera ver la luz del sol —musita Jongin.
—Quizá… Vámonos.
Se marchan no habiendo conseguido un vaso de agua y latas de tubérculos, deberán buscar ahora en otro lugar, pero las tiendas de comida están por desaparecer. Quizá, deberán buscar otra solución; en el peor de los casos, podrían incluso robar o matar. Unos ya lo han hecho, y definitivamente no se arrepienten
***
No les da la más mínima vergüenza caminar abrazados o tomados de la mano. Saben que la gente murmura acerca de su romance y de lo podridas que sus mentes deben estar. Pero está bien, a ellos no les importa, nunca les ha importado en el ahora y en el pasado. Pese a la devastación del paneta, solo importa mantenerse unidos hasta el último suspiro. Los pocos sobrevivientes todavía les gritan palabras obscenas llenas de odio, otros intentan acercarlos a ese Dios en el que ya nadie quiere creer, el poder del arrepentimiento por sus pecados.
Jongin y Kyungsoo no han cometido ningún pecado, solo se aman sin más. Las personas todavía desacreditan su forma de amar. Posiblemente morirán de esa manera, sin aceptarlos hasta que sea el verdadero final.
***
En esa tienda hay menos gente de la habitual. Es extraño, Kyungsoo siente miedo y Jongin al percibirlo, le pasa el brazo por su espalda. Pudieron conseguir dos latas de trigo y una botella de agua, tendrán para comer más que hace algunos días.
Cuando van caminando entre edificios cayéndose a gran escala, como si un terremoto quisiera hundirlos, ellos oyen lamentos. Kyungsoo siempre ha sido curioso, y echa un vistazo al lugar de donde provienen los turbadores sonidos. Está la mujer, en cuyo pasado un hombre la golpeaba. Ha dado a luz, lamentablemente está pereciendo, ellos puede verlo, sienten algo de lástima cuando al final un grito sale de las cuerdas bucales de la mujer. Luego de unos segundos, un susurro infantil se cuela a sus oídos.
Jongin y Kyungsoo aún son compasivos, por ese sentimiento, se llevan al bebé.
***
Dentro de un cuarto polvoriento y sucio, las ventanas tienen cristales rotos, ellos han tapado los hoyos con retazos de tela vieja para frenar el paso del viento y otras sustancias tóxicas, aunque ahora, ya todo lo es. En una esquina, Kyungsoo llora amargamente, sus lágrimas son un río en las quimeras de sus ayeres. Sentado en la cama y con una cobija blanca en brazos, se aferra a ella sin dejar de sollozar.
—¿Qué te pasa? —pregunta Jongin alarmado.
—¡Murió!, ¡el bebé murió!
***
Son casi las 12 de la noche, están acostumbrados a contar todavía el tiempo y a adivinar qué hora del día es. Es cierto que las noches, tardes y mañanas desaparecieron y ahora fungen como un cuento de fantasía, pero a Jongin y a Kyungsoo les gusta hacerlo, así se olvidan de la tristeza y las ganas de morir.
—¡Una luz! ¿La viste? —exclama Kyungsoo emocionado, pues ya no había podido ver luces enormes como la que está pasando frente a sus ojos.
—Sí, ¿sabes qué significa?
—Lo leí hace mucho tiempo, es nuestro fin ya, ¿cierto?
—Podría ser.
Hay gritos en la cuidad, o al menos lo que queda de ella. La gente corre como huyendo de su propia destrucción. La pareja sube con las manos entrelazadas y se sientan en el techo de la torre más alta para disfrutar mejor de esa luz enorme que ahora se ha desfragmentado. Parecen luceros cayendo a la tierra, tal vez para darles un poco de esperanza, es cierto que ya no la hay, pero prefieren pensar en un sí.
—¿Tienes miedo?
—No, porque estás conmigo.
Cualquiera podría pensar que el mundo ha cambiado, pero la verdad es que no.
La gente sigue gritando con pánico y terror siguiendo actuando indiferentemente para salvarse a sí mismos. Kyungsoo y Jongins solo se besan, admirando una última luz, su último universo.