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¡Excitarse...un juego de niños! por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada

Historia creada por dos autoras: Kaoru Himura y Fullbuster.

Actualización: Domingos.

Número de capítulos: Indefinido

Prólogo

Aoba Seragaki POV

 

Mi nombre… mi nombre es Aoba y he vivido encerrado en esta oscuridad toda mi vida. Nací y me crié en un laboratorio, todos los días una prueba diferente. Pastillas… inyecciones, sueros, fármacos… aquí dentro llegas a perder la noción del tiempo, da igual el día en el que vives, da igual la hora en la que estás, tan sólo puedo mirar por la ventana el cielo azul y al ver esas aves volar… imagino lo que sería la libertad. ¿Qué es la libertad? ¿Qué se hace con ella? Tan sólo tengo dieciocho años… creo… pero no sé nada del mundo.

Los científicos que vienen por aquí un día sí y otro también dicen que les encanta mi voz, yo no sé a qué se refieren. Ellos siempre dicen que es mi mejor cualidad pero yo no lo creo, creo que mi mejor cualidad es mi cabello azulado. Nací con un cabello único, no tenía pigmentación y ellos le dieron este tono azul con sus pruebas, supongo que sólo soy eso, una rata de laboratorio con la que hacen experimentos. De todas formas eso no es lo más raro de mí, lo más extraño es que mi cabello desarrolló terminaciones nerviosas, quiere decir que siento en el cabello lo mismo que siento en el resto de mi cuerpo.

No puedo cortarme el pelo, sería como cortarme yo mismo, siento un dolor inimaginable pero lo peor… lo peor no es el dolor, es que mi cabello es demasiado sensible y el día a día se ha vuelto insoportable, este estúpido cabello me ha vuelto sensible a muchas cosas, ahora… Odio la sensibilidad.

Aquí dentro sólo tengo un amigo, se llama Ren y es un cachorro aún, el perro más encantador que he tenido. También experimentan con él y sé que no es fácil, pero yo intento no separarme de él, lo adoro, es mi mejor amigo, mi único amigo y sé que él siempre me protegerá como yo lo protegería a él.

Estoy sentado en el suelo con la espalda apoyada en la pared y con Ren entre mis piernas pidiendo caricias y sonrío al verle tan a gusto. Miro la ventana de nuevo y lo único que puedo pensar es que quiero la libertad, quiero vivir fuera de aquí, quiero saber lo que es el mundo real.

- Un día saldremos de aquí, Ren – le digo cogiéndolo mostrándole mi mejor sonrisa y acercándolo para tocar con mi frente la suya – un día saldremos, no más experimentos, no más dolor, te lo prometo – le digo aún sonriendo para calmarle pero una lágrima cae de mis ojos y Ren con un cálido lengüetazo la limpia lamiéndome la mejilla intentando calmarme él a mí.

¡Al final… siempre es él quien tiene que consolarme a mí!

 

Capítulo 1: Primer día

Aoba Seragaki POV

 

Estaba frente al edificio que a partir de hoy sería mi hogar. Se trataba de una universidad exclusiva que tenía su propia residencia para los estudiantes. Tras escapar de mi prisionera vida en aquellos laboratorios, estuve perdido por la ciudad muerto de hambre junto a Ren, él era mi amigo y jamás le abandonaría por lo que salí de aquel horrible lugar con él. Pero un día un buen hombre se nos acercó y nos ofreció su ayuda. Nos acogió en su casa durante unos meses y nos enseñó a desenvolvernos en este mundo desconocido para nosotros. Un día me dijo que si quería conseguir algo en la vida, debía acudir a esta universidad porque era la mejor y yo me decidí a hacer la prueba de admisión. Mi esfuerzo y mis horas de estudio dieron su fruto porque pasé la prueba con una gran nota, por lo que ahora podía ser alguien en este mundo.

Caminé hacia el interior con Ren a mi lado acompañándome a cada paso que daba mientras sujetaba con fuerza mi mochila con las pocas pertenencias que poseía. Me fijé en los letreros que había por el camino para saber cómo llegar hasta la secretaría. Este sitio era enorme, tenía unos jardines inmensos y parecía que tenían pistas para practicar cualquier tipo de deporte. Esperaba que tuvieran una piscina, nunca me había bañado en una y me gustaría hacerlo, aunque me daba un poco de miedo porque no sabía nadar... tendría que aprender de Ren, que me enseñase a nadar a su manera, como un perrito adorable. Sonreí por la idea, Ren tampoco se había metido en una piscina pero seguro que estaría muy tierno y gracioso chapoteando porque estaba convencido de que él si sabía nadar, era parte de su instinto animal.

Me alegraba mucho que dejasen tener animales dentro de la residencia, fue una de las razones por las que también me decidí a entrar en esta universidad porque así no tendría que separarme de Ren aunque durante las clases era otra historia... Ahí no permitían la entrada a animales aunque para mí Ren no era un animal, era mi compañero, mi mejor amigo y mi familia… la única que tenía. Tendría que pensar en algo para poder colar a Ren durante las clases, no quería separarme de él, siempre había estado conmigo y sabiendo que él estaba a mi lado, no me sentía tan nervioso ni tenía miedo.

- ¿No estás ansioso, Ren? Yo lo estoy y mucho, por fin vamos a tener una vida normal y dejaremos nuestro pasado atrás. Somos libres al fin – le dije con una gran sonrisa en mi boca y Ren me contestó con un ladrido.

Tras varios minutos dando vueltas por aquel patio enorme, vi el edificio que correspondía a la administración de la universidad. Caminé a paso ligero impulsado por mis ganas de descubrir más cosas de este mundo y poder avanzar en él junto a Ren. Al llegar, abrí la puerta y me dirigí hasta la parte de secretaría donde un hombre joven estaba al otro lado de la ventanilla.

- Buenas tardes – saludé de forma educada.

- Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarte? - me contestó ese hombre.

- Soy nuevo, este año empiezo a estudiar aquí y no sé muy bien lo que tengo que hacer.

- ¿Nombre? - me preguntó mientras tecleaba algunas cosas en su ordenador.

- Seragaki Aoba – le respondí.

Aquel hombre me miró durante unos segundos tras terminar de teclear y me pidió que esperase un momento mientras se levantó desapareciendo en el interior de aquella oficina. A los pocos segundos regresó junto con una bolsa en una mano y unos papeles junto a unas llaves en la otra, entregándome todo a través de la ventanilla.

- Dentro de la bolsa tienes un par de uniformes, si necesitas más deberás venir aquí para rellenar una solicitud y te entregaremos los que te hagan falta. Es obligatorio llevarlo durante las horas lectivas aunque en tu tiempo libre puedes vestir como quieras. Aquí tienes las normas de la universidad junto con un mapa y éste es tu horario de clase – me dijo señalándome los papeles – Tu habitación es la 306 – me informó tras darme las llaves – Si tienes alguna duda o algún problema, no dudes en pasar por aquí, intentaré ayudarte en todo lo que pueda.

Tras darle las gracias, me despedí de aquel trabajador tan amable cogiendo mis nuevas pertenencias y saliendo de aquel edificio para marcharme hacia la residencia. Miré el mapa que me había dado y me dirigí feliz hacia el lugar donde viviría a partir de ahora, tenía ganas de saber cómo sería mi dormitorio pero estaba seguro que sería mejor que la jaula donde estuvimos encerrados Ren y yo durante tanto tiempo. Seguí caminando tranquilamente y me crucé con un par de personas que me miraron curiosos, supuse que por mi color de pelo ya que no era muy común, pero no les di importancia.

Llegué hasta el edificio donde estaban los dormitorios, abrí la entrada sin usar ninguna de las llaves, supuse que como aquí vivían todos los estudiantes y el recinto estaba cerrado para que ningún extraño pudiera entrar libremente, no había necesidad de tomar medidas de seguridad extraordinarias. Mantuve unos segundos la puerta abierta para que Ren pudiera pasar y después miré a mi alrededor, había unas escaleras que supuse llevarían a las plantas superiores, un par de ascensores y varios pasillos con puertas enumeradas a partir del cien.

- Parece que el primer dígito indica la planta en la que está la habitación, aquí sólo veo que empiezan todas por el uno – le comenté a Ren que me miró moviendo su rabo, parecía que estaba feliz – Vamos – le dije para que me siguiera y él me respondió con un par de ladridos.

Subí por las escaleras, no me apetecía meterme en una caja metálica, estaba seguro que me traería malos recuerdos y no quería ponerme triste ni preocupar a Ren. Éste era un nuevo comienzo para los dos y debía dejar el pasado atrás. Al llegar a la tercera planta, busqué la puerta con el número de mi habitación hasta que di con ella. La abrí con una de las llaves y entré en aquella estancia sorprendiéndome. Dentro había un pequeño salón con una diminuta cocina pero todo me pareció demasiado lujoso comparado con el lugar en el que había estado viviendo toda mi vida. Había dos puertas, una de ellas estaba cerrada y la otra estaba entreabierta donde podía ver parte de una cama, así que supuse que la que estaba cerrada debía ser el baño.

Me acerqué hasta el dormitorio y abrí la puerta entrando por ella, pero me detuve en cuanto vi a un chico de espaldas a mí con el pelo blanco. ¿Quién era y por qué estaba en mi cuarto? Estaba a punto de preguntarle cuando me fijé en la extraña colección de máscaras que había colgada en la pared. ¡Qué extraño! ¿Por qué estaba eso ahí?

- ¿Eres mi compañero de cuarto? - escuché una voz ahogada cerca de mí.

Giré mi cara hacia el chico y vi que llevaba puesta una máscara de gas. De forma instintiva, di un paso hacia atrás. ¡Ese tío era muy raro!

- ¿Compañero de cuarto? - logré decir.

- Sí, aquí los dormitorios se comparten aunque cada uno tiene su propia habitación, el salón es común para los dos – me informó y yo sólo conseguí asentir con la cabeza.

¡Vaya compañero me había tocado! Al menos podía refugiarme en mi habitación si quería escapar de él. Aunque tuviese esa máscara puesta, sentía que me miraba con intensidad a través de ella y eso me incomodó, así que intenté conversar un poco para tratar de aligerar el ambiente.

- ¿Esas máscaras son tuyas? -  le pregunté señalando la colección de la pared y él me contestó que sí - ¿Para qué sirven? - me atreví a preguntar.

Ese chico se quitó su máscara y pude ver que tenía los ojos de color rosa, un extraño tono que de alguna forma creí que encajaba perfectamente con él.

- ¿Quieres averiguarlo? - me respondió con una sonrisa lasciva en su boca que me estremeció de miedo.

- Quizás en otro momento – le contesté mientras caminaba hacia atrás para huir de allí.

Me alejé de aquel extraño individuo y caminé a paso ligero hasta la puerta cerrada con Ren tras de mí, abriéndola al llegar. Una vez dentro, cerré la puerta y me apoyé en ella nervioso y asustado. Cuando me calmé un poco, observé mi cuarto el cual tenía una decoración sencilla con una cama y una mesita a su lado, un armario y una mesa de estudio. Dejé mi mochila y la bolsa con los uniformes encima de la cama y me agaché para hablar con Ren.

- ¿Te apetece dar una vuelta para conocer mejor el lugar? Como no hay clases, tenemos tiempo de sobra para explorar, además así nos alejamos un poco de nuestro... inquietante compañero – le comenté a Ren y él me ladró en señal de conformidad.

Abrí lentamente la puerta que conducía a la zona común y comprobé que la puerta de enfrente estaba ahora cerrada, solté un suspiro de alivio y salí cerrando la puerta tras de mí para dirigirme al exterior.

Salí por la puerta y recorrí los jardines hasta que me cansé, no aguantaba mucho caminando y es que no estaba acostumbrado a tener que hacerlo. Me había criado en un laboratorio, lo máximo que caminaba era de mi habitación a la sala donde experimentaban conmigo. Era duro vivir así, siempre encerrado y tenía pánico a los científicos, a esas pruebas, pero no quería decir nada y me hacía el valiente por Ren aunque muchas veces… creo que él era más valiente que yo. ¿Cuánto habían experimentado con él? Demasiado.

Después de todo lo que le habían hecho, ahora Ren podía convertirse en humano durante un tiempo limitado aunque no podía mantener su forma humana cuando había gente cerca, sólo conmigo, no entendía el motivo y creo que él tampoco, pero era así. Yo empezaba a suponer que era porque yo le daba más tranquilidad.

Me senté en uno de los bancos para descansar mis piernas y Ren se subió de un salto a mi regazo. Sonreí y toqué su suave pelaje, me calmaba mucho tocarlo y cerré los ojos relajándome por unos momentos hasta que una suave brisa sopló moviendo mi cabello.

Toda mi piel se erizó de golpe estremeciéndome, mi cuerpo reaccionaba a la excitación y es que de las peores cosas que habían obtenido de mí los científicos era esta maldita sensibilidad en mi cabello, las cosas rutinarias que no deberían afectarme a mí lo hacían. Gemí suavemente y traté de ahogar el gemido intentando pensar en algo desagradable como Ren me decía que hiciera cuando me pasaban estas cosas, pero era imposible controlarlo, mi miembro empezaba a excitarse y cuando abrí los ojos vi como Ren me miraba con esos ojillos de cachorrito.

- Lo siento – le dije sonriendo dándome cuenta de que había apretado mi mano al sentir la excitación – lo siento mucho, no puedo evitarlo.

Ren me dio un pequeño lengüetazo en el dorso de la mano y yo sonreí de nuevo acariciándole.

- Volvamos dentro, esta brisa no me hace ningún bien – le comenté y él lanzó un lastimero aullido.

Sé que él quería estar un rato más por aquí fuera, su vida no era fácil, siempre siendo un perro, pudiendo ser pocas veces un ser humano pero seguía siendo mi mejor amigo igualmente. Cuando estábamos a solas y él se convertía en humano, podía hablar con él de muchas cosas y tenía una gran sonrisa… creo que la ponía para animarme porque aunque yo trataba de animarle a él, siempre acababa siendo él quien me animaba a mí.

- Te prometí que un día saldríamos al otro lado de esos barrotes – le dije mirando las nubes – míranos… estamos fuera, Ren. Espero que aquí no nos encuentren. Vayamos dentro, te prometo que mañana saldremos un rato más si no hay esta brisa.

Lo cogí en brazos y caminé hacia el edificio. Seguía muy cansado pero supongo que todo era acostumbrarse a mi nueva vida, me alegraba estar aquí fuera, respirando el aire libre aunque también era cierto que era un infierno vivir así, la sensibilidad de mi cabello no me lo ponía nada fácil. En los laboratorios pocas cosas me excitaban, las duchas y poco más pero aquí fuera… el mínimo roce, las brisas, el agua, el aire, los alumnos que podían tocarme el cabello también eran un gran riesgo pero debía asumirlo… quería aprender a vivir, mejor dicho quería vivir.

Ya volvía hacia el edificio cuando escuché un quejido no muy lejos de aquí y decidí dar una pequeña vuelta en los alrededores para intentar descubrir si alguien necesitaba ayuda y así era, porque había un chico con el cabello de un rubio bastante oscuro en el suelo sonriendo. Miré a los dos chicos frente a él que al parecer le habían dado una buena paliza pero ese chico seguía sonriendo. Cuando fueron a atacarle de nuevo decidí intervenir y salí de mi escondite corriendo hacia aquellos chicos y poniéndome en medio para que no le golpeasen.

- Parad ya – les dije – por favor.

- ¿Quién eres tú? – me preguntó uno de aquellos chicos y yo miré al que estaba en el suelo.

- ¿Estás bien? – le pregunté.

- Lárgate, mocoso – me dijo – no necesito ayuda, además… ni siquiera parece que sepas pelear.

- Creí que necesitabas ayuda – le dije.

- Pues te equivocas – me dijo enfadado y no entendía por qué.

- Noiz siempre está metido en peleas – dijo uno de los chicos sonriendo – pero no aprende que no puede con nosotros. ¿Eres nuevo? No te habíamos visto por aquí antes – me preguntaron – eres muy guapo aunque ese cabello es inusual – me dijeron acercándose a tocarlo pero yo le aparté la mano de él antes de que lo tocaran, no quería que nadie descubriera mi secreto o podrían aprovecharse.

- Soy nuevo, sí – le aclaré – y espero que podamos llevarnos bien, pero dejad al chico cabezota este de una vez, por favor.

- Si me lo pides con esa dulce voz, hecho – me comentó sonriendo y llamó a su compañero marchándose de allí.

Me giré hacia el chico que aún estaba en el suelo y giró su cabeza sonrojado. Creo que no le gustaba que nadie le salvase.

- Vale, no me des las gracias, no hace falta – le dije empezando a caminar para marcharme pero él se levantó de golpe cogiéndome de la muñeca.

- Tienes una voz muy especial – me dijo de golpe y yo no lo entendí.

¿Por qué todos me decían que tenía una voz especial o una voz sensual? Yo no lo entendía, sólo era una voz más como cualquier otra. A veces me preguntaba si aquellos científicos también habrían jugado a ser dioses y habrían hecho algo en mi voz, pero no creo que eso se pudiera hacer… aunque tampoco me creía la sensibilidad del pelo hasta que me había tocado vivirla.

- ¿Qué es eso? – le dije tocando algo que sobresalía de su labio.

- Es un piercing – me dijo - ¿De dónde vienes? ¿Nunca has visto un piercing?

- Pues no – le dije - ¿Por qué los llevas? Estás lleno de ellos.

- El primero lo coloqué porque quería saber lo que era sentir dolor, pero por muchos que me he hecho… no he sentido nada.

- ¿No sientes dolor? – le pregunté aturdido y le pellizqué en el brazo.

- No hagas eso – me dijo.

- ¿No te duele?

- No – me repitió – sólo es molesto que todos intenten hacerme daño y es frustrante porque nadie lo consigue.

- Empiezo a entender por qué estás en tantas peleas. Me voy ya.

Empecé a caminar cuando su mano agarró con mayor firmeza mi muñeca y me giró hacia él empotrándome contra un árbol cercano uniendo sus labios contra los míos. Aquello me sorprendió y no supe cómo reaccionar, era el primer beso que me daban en mi vida y no había sido para nada como me esperaba que fuera mi primer beso. Ni siquiera lo sentía romántico y cuando sus manos rozaron mi cabello al colocar su mano en mi nuca profundizando el beso, ahogué el gemido en su boca.

- ¿Te excitan tanto los besos? – me preguntó sonriendo y yo me sonrojé, porque no era eso, era mi maldito cabello.

- No es eso – le dije asustado soltándome de su agarre y marchándome cogiendo a Ren en brazos.

Cuando me marchaba toqué con los dedos mis labios, no podía creerme que mi primer beso me lo hubiera robado un chico de apenas diecinueve años lleno de piercings que no sentía dolor alguno. Este internado sólo tenía bichos raros y yo… lamentablemente era otro bicho raro con la maldición de este cabello que me excitaba a cada roce que sufría.

Llegué a la habitación confundido y al cerrar la puerta tras de mí, lo primero que me encontré fue una máscara de gas frente a mí que llevaba mi compañero completamente desnudo y asustado salí corriendo hacia la primera puerta que encontré entrando de golpe en el baño. ¡Esto no era mi habitación! Yo quería encerrarme en mi cuarto, así que salí corriendo de nuevo gritando apartando de mí a mi desnudo compañero y entrando en mi cuarto cerrando la puerta tras de mí intentando recuperar la respiración mientras él me comentaba que sólo era una broma, pero yo ya no quise abrir la puerta. Menudo comienzo de Universidad había tenido… me habían robado mi primer beso y mi compañero se paseaba desnudo y con una siniestra máscara de gas por toda la habitación.

 


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