Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lagrimas de invierno por Icarum

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos, espero disfruten de mi primer trabajo.

 

Me gustaría dedicar este fanfic a LadyGodiva, puesto que es una persona muy importante para mí, porque siempre me impulsa a hacer cosas nuevas (que siempre acabo disfrutando mucho y han cambiado de maneras inimaginables mi vida). El hecho de que el día de hoy publique este fanfics y empiece a escribir fue todo gracias a ella. De todo corazón, gracias por estar cerca.

Corría el año de 1890, Londres. Como de costumbre el clima se encontraba húmedo, se podía sentir como el aire penetraba la piel, para encestar incesantes puñaladas en los huesos. En las calles no se podía vislumbrar ni un alma, a causa de la incesante lluvia y que el atardecer, alcanzaba su punto más álgido, para dar paso, al incierto, pero cálido abrazo que la noche que consigo trae a los viajeros. Lo único que permanecía, era esa pestilencia característica de los barrios del East End. Una pestilencia que invadía cada rincón de quien se atreviese entrar a esa zona.


Cuando la carroza conducida por Bard, llego a Flower and Dean Street. Un impulso casi instintivo, hizo al joven amo abrir la cortina, de sedas rojas, para observar tras la ventana, como si algo o alguien lo estuviese llamando. Finnian quien se encontraba sentado frente a él, notó la extrañeza con la que se había perdido en ese decadente paisaje.


Finnian, haciendo un gesto, como quien quiere alcanzar algo que sabe esta fuera de sus límites, intento saber que le pasaba al joven Phantomhive, más una pesada atmosfera evito que su mano le llegara.


-¿Joven amo? – Pregunto Finni con la voz cortada, como si alguien le hubiese robado la fuerza y el aire de los pulmones - ¿Se encuentra bien?


Ciel no se inmutó, no mostró la más mínima respuesta, era como si estuviera muerto en vida. Todo se debía a un pequeño local, ubicado en la esquina de esa calle. La construcción no era nada que ante sus ojos, no hubiese apreciado antes. Era la típica construcción londinense, la puerta daba directamente a la esquina, las demás partes del edificio seguían a las otras calles, todas sus ventanas estaban rotas y el segundo piso apenas se encontraba en construcción. Lo que realmente tenía en transe a Ciel, eran los recuerdos que como una explosión, provocada por la más pequeña chispa, llevan a una vorágine de eventos. Uno tras otro aparecían, lo arrastraban cada vez más lejos, como si quisieran liberarlo de sus penas, ahogarlo en lo que una vez fue lo más importante en su vida. Fue en un instante que sus ojos empezaron a perder su característico color azul y su piel se volvió blanca, como la nieve. En ese instante frente a él, un ataúd se hizo presente. Era una visión sumamente clara, ya no se sentía el frio que causan las lluvias de invierno, ni la pestilencia. En cambio se encontraba rodeado de gente, en sus caras se podía notaba cierta seriedad, inundada de una ya familiar y nostálgica tristeza.


Cuando el joven amo, hizo acopio de lo único que le restaba en ese momento, se dispuso a caminar hacia el ataúd. El camino que era corto, se convirtió en una eternidad, que parecía castigarle por su pasado. Cuando se dio cuenta ya se encontraba frente a ese féretro. Inmediatamente todo desapareció, la gente, los sonidos, los olores. Solo quedaba una infinita oscuridad y el ataúd.


Se acercó lentamente y con las manos temblorosas, abrió ese recinto, encontrándose directamente con el cuerpo inerte y frío de quien una vez llevó por nombre Tanaka.


Tras la revelación del cuerpo, no existió ninguna reacción, como quien abre una puerta y no encuentra nada, lo único que se movió, fueron sus ojos, quienes en contra de su voluntad, no pudieron hacer otra cosa más que dirigirse a sus níveos guantes. Una extraña fuerza que va más allá de la comprensión de quien no ha perdido una parte de su ser en el pasado, de a quien no le han robado una parte de si tras un amargo abandono, de quien no ha sentido la traición con cada uno de sus sentidos y tenido que vivir estrechando a la muerte como si fuese la única certeza que llega a su vida. Esa peculiar fuerza, lo obligaba a no apartar la mirada de la atrayente figura blanca.


La seducción de esa prenda, venia de sus más queridas memorias, memorias que sin importar el tiempo, jamás podrían ser olvidadas, pues, esos recuerdos pertenecían y fueron de la única persona a la que llego a amar, tras perder todo lo que le importaba.


El sentimiento de nostalgia que lo rodeaba era terrible, se adentraba en su cuerpo y comenzaba a carcomerlo lentamente. Comenzó a sentir una presión asfixiante en su pecho, la sangre comenzaba a acumularse en su cabeza, evitando que pudiera pensar con mucha claridad, las palabras fueron robadas de su boca y sustituidas por un nudo en su pequeña garganta, su cuerpo se encontraba tenso, como quien mira su futuro morir y no puede más que ahogarse en la impotencia. Sin darse cuenta sus ojos estaban fuertemente cerrados, los puños y todo su ser se estremecía y las primeras lágrimas empezaron a recorrer su tersa piel, hasta ser engullidas por la oscuridad que lo rodeaba. Las lágrimas cargadas de un profundo dolor y reproche, no eran para el mayordomo que le sirvió toda su vida, eran para aquel que dejó un hueco más en su alma, aquella persona que una vez lo acompaño y fue su soporte, en quien pudo depositar no solo su confianza y esperanzas más profundas, fue su primer y único amor. Esa persona que sin más explicación salió de su vida, como quien abandona cínicamente una mala obra de teatro y opta por volver a casa, sin la menor compasión.


En contra de su voluntad y sin importar cuanto lo intentaba los recuerdos lo volvían a enterrar, emanaban como el más fuerte de los caudales, hasta que llegó a esa fatídica noche de invierno. Noche que hizo su aparición después de uno de los días más cotidianos.


El joven amo se encontraba dispuesto a acostarse. Sebastian como de costumbre lo despojó de las ropas, que había usado para pasear con Lizzy esa tarde, delicadamente, como quien tiene un bebé en manos, prosiguió poniéndole una ligera, pero cálida pijama y con una extraña y satírica dulzura lo llevó hasta su cama, para quitarle el parche de manera sumamente ceremonial.


Sebastian – Los ojos de Ciel se encontraron con Sebastian - ¡Quédate hasta que me duerma!


A diferencia de la inmutable rutina, Sebastian no respondió nada, solamente hizo un ligero movimiento de reverencia, hacia la persona a la que llamaba amo, quedándose parado a su lado.


Una leve sospecha recorrió todo el cuerpo de Ciel, como si fuese un pequeño escalofrió, que atrapa solo a aquellas personas que se encuentran fuera de su hogar, le advertía que un cambio se volvería a cernir sobre su vida, mas y en contra de sus instintos, no le prestó ninguna importancia y al pasar de los parpadeos, se entregó ante los brazos  Morfeo.


La noche era tranquila como cualquier otra, y fría como todos los inviernos. La servidumbre, ya se encontraba dormida y Tanaka tomaba el último té del día.  


Sin previo aviso, el joven amo, encontrado en los brazos de Morfeo fue violetamente arrebatado de ellos, para probar la familiar caricia de Thanatos.


La mansión estaba ardiendo, las llamas ya habían penetrado la habitación del joven amo. El calor aumentaba a saltos agigantados, eliminando la presencia del invierno. Ciel bañado en sudor se despertó rápidamente y sobresaltado observaba como las llamas se acercaban, como si fueron un predador, dispuesto a darle el golpe de gracia. En su pequeña y delicada cara se reflejaban las llamas, su piel, parecía tener un color dorado, como quien se encuentra frente al atardecer.


– ¡Sebastian!, ¡Sebastian, ven!; ¡Sebastian te ordeno que vengas! – Grito con todas las fuerzas que pudo


Pero la única respuesta que consiguió fue el monótono ruido del crujir de la madera y los muebles al sucumbir ante tal infierno.


Los recuerdos de ese fatídico 14 de diciembre, en que perdió a sus padres y toda esperanza de tener una vida común, dieron el golpe final, a su cordura, el ya no era dueño de su cuerpo. Incapaz de mover un solo dedo, una enloquecedora desesperación lo hizo cautivo. No importaba cuando mirase sus manos, sus piernas, sus pies, parecían pertenecer a otra persona. Su mirada se concentró en la puerta y en la ventana, esperando, ver la figura de Sebastian, para terminar con esa incesante tortura.


 


A punto de perder la conciencia, por el humo y las altas temperaturas, una sombra irrumpió en la habitación desde la ventaja, tomo en brazos el frágil cuerpo que se encontraba abandonado en la cama, salto por la ventana y deposito con el cuidado de la más cariñosa de las madres, al joven amo en donde el fuego ya no podría devorarlo.


-Sebastian… – Murmuro Ciel, mientras con la mirada buscaba a su fiel mayordomo.


Después de pronunciada esa palabra, que había dejado de ser un nombre, era un conjuro, un agradecimiento, un lugar seguro. Sus ojos no encontraron otra cosa más que decepción, esos cariñosos brazos, no eran los de aquel mayordomo, eran los brazos de Finnian.


Como de costumbre Finnian se encontraba llorando y sollozando, abrazo fuertemente a Ciel. – ¡El… el incendio, el incendio empezó en el cuarto de Sebastian! – Exclamo estremecido.

Notas finales:

Gracias por leerme y espero con ansias saber que opinan sobre mis desvaríos


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).