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Beber de tu sangre por Lady_yuu

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Notas del fanfic:

Tenía este fic guardado. No es nada en especial. Esta es una de mis parejas favoritas. Jin Akutzu se presta para todo tipo de tormentos y cosas insanas… Sengoku tiene mala suerte con él, pero hacen linda pareja.

 

 

 

Disclaimer. Ningún personaje me pertenece, sólo la historia

Notas del capitulo:

.

 

 

BEBER DE TU SANGRE

 

Subía a la azotea. En el camino se encontró con Taichi y sus compañeros que bajaban corriendo las escaleras, sus risas lo aturdieron. Sengoku preguntó la gracia.

 —Nada, Sengoku-sempai, es sólo que...

 —Akutsu-sempai está con una chica y...—dijo uno de los niños, mientras los demás reían.

 —Y... luego ¿qué es lo gracioso?—preguntó Sengoku irritado.

 —Es que él...—intentó decir Dan pero sus amigos con las carcajadas no ayudaban. Se desesperó, apartó a los niños y decidió subir.

 —Espera Sengoku-sempai, no subas—llamó en vano Dan.

 Despacio abrió la puerta. Escuchó gemidos, por la rendija de la puerta se asomó y vio Akutsu tener sexo con su ex novia. Pasmado, observó sin poder reaccionar. Dan lo llamó dos pisos abajo, reaccionó. Se escondió tras la puerta y notó a un salvaje Jin profanando violentamente a la chica. La cual estaba amoratada de las piernas y brazos... golpes quizá. Dan volvió a llamar.

 —Maldito traidor…—susurró.

 —Sengoku-sempai, será mejor que nos vayamos—el menor insistió muchas veces hasta que decidió marcharse.

 Desconcertado bajó las escaleras. Dan lo tomó del antebrazo conduciéndolo hasta su salón. Las ideas frescas giraban en su mente. Su chica con esa bestia. Pero... había algo en esas escenas. No era Mika quien le interesaba en ese momento. Sino Jin. Nunca vio esa pasión en su rostro, en nadie. La furia de sus ojos, la adrenalina con la que azotaba el frágil cuerpo de la joven. Sus músculos, su fuerza y esa potencia con la que penetró a la joven. Ni el mismo había logrado que ella gimiera de esa manera. Era envidia reprimida.

 —Sengoku-sempai… lo lamento, yo no quería que vieses eso. Cuando subiste las escaleras pensé que alguien te dijo lo que pasaba y ellos…—Dan se avergonzó, si sus amigos no actuaran como mocosos de preescolar, burlándose como idiotas, Sengoku ignoraría todo.

 —No te preocupes Dan-kun-dijo alegre Sengoku, encogió los hombros—ellos dos ya son adultos.

 —No diré nada yo…

 —Ve a clase, nos vemos más tarde en el entrenamiento.

 Alborotó el cabello del pequeño y regresó al salón antes que llegara el profesor. Seguía con la mirada  perdida. Sus compañeros miraron extrañados. En las clases consecutivas perdió el hilo, desinteresado todo a su alrededor.

 

 

En los vestidores el ambiente era el mismo. Muchachos burlándose de otros, risas, recuerdos, comentarios al aire; cuando apareció Sengoku, callaron.

 —…Llegas tarde— reprendió Minami con tono dulce.

 — ¡Que cara luky! Vete a casa—dijo Nitobe burlándose como de costumbre.

 —No tengo muchas ganas de entrenar—comentó Sengoku sin ganas.

 —Sí, estás deprimido, lo sé pero... no por eso tu mundo se va a terminar, no es la única  mujer—Minami trataba de animarlo.

—No, no entenderías, es que...

—Sobre que Akutsu  y ella…—inesperadamente Touji se adelantó—toda la escuela lo sabe.

 —Qué vergüenza—observo Masami indiferente al tema.

 — ¡Akutsu!—exclamó Sengoku, como si olvidara algo.

 —Esos temas deberían quedar fuera del club. Se pierde concentración. Por esa razón nadie sale con chicas—afirmó Masami con tono serio.

 —Que aburrido, por eso dicen que somos gays—después de oír a Kita decir aquello, rieron.

Sengoku clavó su mirada en la puerta del casillero que una vez fue de Akutsu. El entrenamiento fue pésimo.

 

 

La noche paso casi en vela de no ser por la radio que lo llevó a la cama. Seguía confundido, no sabía cómo sentirse al respecto. Por qué estar molesto ¿Ver a su novia con Akutsu o que Akutsu estuviera con su ex? No sentía ganas de partirle la cara a aquel traidor, además no era su estilo. Ella y él terminaron días atrás. Y si fue por Akutsu le daba igual. Su relación duro poco y fue divertido, los últimos días era monótono.

 ¿Qué es lo que tenía?, ¿qué pasaba? Había miedo en sus actitudes, cada vez que alguien se acercaba terminaba dando un brinco o a la defensiva. Miedo de que Jin se enterara que lo vio, quizá lo golpearía. Que más daba, a veces discutían por tonterías. Se trata de un ser incomprendido.

 En el descanso por curiosidad e inercia, volvió a subir a la azotea. La puerta estaba cerrada. Imaginó a Jin con Mika. Sintió rabia y comenzó a patear la puerta. Gritaba desesperado: “¡Ábrete maldita sea! Sé que estás ahí”. Al tercer golpe se abrió. Observó una silueta recostada sobre el suelo. De ella emanaba humo de cigarrillo. Jin Akutsu estaba ahí. Se giró levemente para mirar quien había entrado. Al instante se azotó la puerta por un fuerte viento. Akutsu se levantó tranquilo, con pesadez en sus movimientos.

 — ¡Ah! Creo que ya es costumbre, primero ella y ahora tú...

 Sengoku imaginó de qué hablaba. ¿Realmente quería saber? Giró sobré sus talones en dirección a la puerta. No tenía la intención de hablar con él o lo que fuera a decirle. Nunca han sido amigos, pero tampoco enemigos. No estaba obligado a darle una explicación.

 — ¿Vienes a preguntar lo de aquella zorra...? no tenemos nada.

 Sengoku se detuvo a una distancia prudente. Le daba la espalda, escucharía por cortesía y curiosidad.

 —Ella me dijo que habían terminado... yo sólo quería sexo. ¿Te diste cuenta ayer no?— Sengoku le dio la cara. Jin regresó al suelo con el mismo modo natural—no pasa nada, ya somos adultos. ¿O jugamos a serlo? De cualquier manera nos entrenan como a los cachorros. No significa nada. ¿Qué pasa? Estas molesto… si te hace feliz, ven y dame un golpe. Estoy aburrido así que no tengo ganas de pelear.

 No le tuvo miedo. Nunca le puso mayor importancia que no fuera deportivamente. Banji les dijo que era muy agresivo y solitario. Que no había nada que lo divirtiera; su mundo era tan aburrido. ¿Qué debía hacer? Jin se levantó y quedo frente a Sengoku.

 — ¿Te duele? ¿La querías? Era una perra, mereces una mujer distinta, algo como una muñeca de aparador...

Jin sacudió su pantalón, iba marcharse al no obtener alguna respuesta. Sengoku gritó palabras mordaces sin pensar, dejó que sus sentimientos volvieran a dominarlo. Sí, le dolió el asunto de la traición, pero le pesaba más no entender que le pasaba. No odiaba a Jin. Sentía celos de ambos, los quería a los dos.

 

— ¡Malditos traidores!—exclamó con nostalgia.

 — ¿Traidores? ¿te traicione?—preguntó Jin confuso. Sengoku no contestó—no somos amigos, nada… yo no la busque, ella apareció, dijo algo sobre odiar las rutinas y… ¡No tengo que darte explicaciones a ti! Mocoso. No es mi culpa que no madurez, otro día tienes mejor suerte con las  mujeres—Jin caminó rumbo a la puerta, pasando de Sengoku como si no existiera.

 —Ese es el punto. Te importa poco lo que la gente haga a tu alrededor y haces lo que quieres. Ya sé que no somos amigos… ¡Pudiste respetar mi existencia!—Akutsu lo ignoró, giró la manija de la puerta- ¡detente ahí! No he terminado. ¡Se honesto Akutsu! ¿Qué conseguiste?, ¿la deseabas o me odias? Maldito perdedor…— susurró finalmente. Aquello lo hizo sentirse mejor. El miedo desapareció.

Akutsu tiró el tabaco y fue contra Sengoku, le dio un puñetazo en la cara que lo envió al suelo. Su uniforme blanco comenzó a tornarse rojo; la sangre caía descontrolada de la nariz. Intentó levantarse, pero de una patada en el estómago, Jin lo regresó. Sengoku empezó a toser, como pudo se contrajo de dolor.

 — Te dije que no estaba de humor ni para pelear. Y dije la verdad, sino estas satisfecho, pregúntale a ella.

 — ¿También la trataste así? Acostumbras golpear a la gente que te dice la verdad. ¿Qué hizo ella para que la…?—no terminó la frase, Jin le dio un puntapié en el rostro. Enseguida dos golpes más, en las piernas, el estómago. Sengoku se retorció mientras cubría su rostro. Akutsu lo tomó de los cabellos naranjas y dio dos golpes en el rostro. Ya no había manera de detenerlo.

 — ¿Esto es lo que buscabas? Pelearte conmigo por una cualquiera… No pensé que defendieras tanto a las mujeres pese a su reputación—Sengoku no respondió, limpió la sangre de su boca y nariz, intentó levantarse cuando Jin se alejó.

 — Pendejo—lo ofendió Sengoku. ¿Ya no pensaba con claridad o los golpes le atrofiaron el cerebro? Jin curvó sus labios en una sonrisa siniestra. Se dirigió a la puerta para cerciorar el candado. En ese lapso de tiempo, Sengoku logró incorporarse dispuesto a enfrentarlo. ¿Qué le estaba pasando?

 —Nunca te he tenido miedo—retó intentando sostenerse en pie porque su estómago dolía y la hemorragia nasal no paraba—y ya empecé a tomar clases de box.

Jin rió fuerte, sus carcajada era acida y opaca. Sengoku sonrió de la misma manera. Lo esperaba. Jin corrió hacia él, lo tomó de cuello. Lo miró a los ojos.

 —Box…enséñame. ¡Vamos!—aquello comenzaba a tener tintes entretenidos para Jin—si ganas me hincare frente a todos y te pediré una disculpa por lo que paso con la puta esa… Si yo gano, me pides perdón y...— Jin cerró sus labios por un momento, Sengoku lo interrumpió.

 —Me parece bien… Aumento la apuesta—desafió con valor—me haces lo que quieras

 — ¿Te estás drogando?—preguntó Jin con sorpresa—deja de ingerir drogas experimentales.

 — Es enserio Akutsu…

 Sengoku temblaba. Su mente no comprendía todavía la palabra que había dicho. Jin lo azotó al suelo, colocándose sobré él. El timbre de la escuela sonó.

 —Vamos a divertirnos un rato—después de eso, un grupo de golpes cayó sobre Sengoku. Su rostro quedo hinchado. Quince minutos más entre patadas, puños en la espalda, golpes en el rostro. Su uniforme fue desgarrado por unas manos toscas y desesperadas.

 — ¿Qué haces?—Sengoku se asustó—no has ganado

 —Yo creo que si… no tienes fuerzas. ¡Te sienta bien el rojo, combina con tu de cabello!—Jin se burlaba al terminar de arrancar el pantalón de Kiyosumi.

Sengoku entre el adormecimiento de sus músculos por el daño ocasionado, intentó apartar a Jin que estaba sobre su cuerpo. El peso era un desafío. Moverlo o gritar era opcional. Aunque quisiera regresar a la lucha, estaba perdido. Jin ganó.   

 — ¿Qué haces?—volvió a preguntar cuando vio volar su ropa interior. Jin no contestó. Era lógico adivinar. Sengoku exclamó frases altisonantes que provocaron risas en Jin.

 Mientras lamía el rostro de Sengoku con restos de sangre, éste intentó liberarse de su opresor. Jin lo descubrió y tomó ambos brazos que aprisionó con una sola mano.

 —Alguien vendrá...—logró susurrar Sengoku.

 —Nadie, está cerrada la puerta...—río fríamente.

 —Como broma es suficiente Akutsu…

 — ¿Tienes miedo? ¿No es esto lo que querías acaso?

 Sengoku no respondió. Miedo y duda, miedo y pánico, miedo y curiosidad. Es lo que llevó a retar a Jin y provocarlo. El resultado no era el que esperaba, pero desconocía porque lo deseaba tanto. Entre golpes y sangre, despertó un instinto profundo que los humanos mantienen oculto porque es considerado una blasfemia.

 Al paso de los minutos el dolor de sus heridas ya había desaparecido, su cuerpo estaba adormilado. Entumidas las piernas y los brazos por los golpes. La sangre seca en la boca, la nariz, en su entrepierna. Tumbado en el suelo igual que un cadáver, su mente flotó, buscó escapar de la lógica. Sexo con un hombre.

 Su voz ya no sonaba, se había consumido detrás de los gritos. Y Jin, profanando con intensidad. Sengoku admiró su rostro, el mismo de aquella vez. Sus ojos brillaban, se divertía, su cabello platinado se agitaba. Le gustaba.

 —Por qué no gritas... di algo, no es divertido sino escucho tu voz...—dijo Jin al oído de Sengoku—si no te escucho gritar yo mismo lo provocare.

 Que más podía hacer Akutsu, el dolor era otra forma de placer. Al no recibir respuesta, mordió su oreja, hubo más sangre pero ninguna queja. Jin se fastidió.

—Tu novia era más divertida—mientras lo embestía con rabia.

 Sengoku cerró los ojos y despacio con sus manos molidas, tocó el rostro de Jin y lo besó. Después de todo no lo odiaba, como odiarlo. Estaba completamente seguro que Jin necesitaba ayuda. Y él quería ser una especie de héroe, no importaba si lo golpeaba diario o cada vez que quisiera ayudarlo. Le gustaba.

Jin se contrarió por esa acción inesperada. Veía resignación y quizá amor. Se apartó de él con un miedo extraño. Sengoku se levantó con dificultad y lo abrazó, se aferró a su cuerpo queriéndose adherir a él. Luego fue bajando lentamente por su pecho desabotonó el uniforme por un camino de besos, llegó a su abdomen y comenzó a lamer su miembro. Espero quedara satisfecho. Jin lo miró consternado e intentó apartarlo sin conseguirlo.

 Más tarde Akutsu, recargado en la protección de la azotea fumaba un cigarro mirando la nada. Sengoku acostado tras él sin dejar de mirar su silueta.

 —Akutsu...—logró decir débilmente— Akutsu... quiero ayudarte— Jin lo escuchó pero no respondió, seguía el paisaje —Yo quiero ayudarte... cuidarte... ¿Por qué no respondes...? Golpéame, así sabré si me escuchas.

Akutsu seguía indiferente. Sengoku logró levantarse con lo poco que quedaba de su ropa y caminó hacia él. Lo abrazó. Jin no lo apartó pero tampoco reaccionó.

 —Ódiame... si me odias por ser tan imprudente y abrazarte, sabré que... de verdad sientes algo por mí.

 —Nunca dije algo que me comprometiera. Eres hombre…

 —Tú también y si no te has fijado, me hiciste las mismas cosas que a una mujer... ¿Por qué?

 —Yo que sé… fue la adrenalina, como un juego extremo. Sí, eso fue, un juego extremo.

 Sengoku se aferró a su espalda. No quería escuchar nada, quería silencio y cerrar los ojos o quizá brincar juntos la reja de seguridad.

 —También sentiste curiosidad

 —No de la misma manera que tú Sengoku. Ya estás a la par con ella.

 Jin se giró violentamente. No quería mirarlo a Sengoku, sabía que si lo hacía nada de lo que hiciera ahora en adelante sería igual. Pero ya no importó. Vio su rostro amoratado con los restos de sangre. Él lo había hecho.

 —Para ti debe ser un día especial... para mí es uno más... ¿aun así quieres estar a mi lado?

Sengoku no respondió, se desplomó en el suelo.

 

 

Cuánta dulce tortura quietamente sufrida

Cuando, picada el alma de tristeza sombría,

Sabedora de engaños, me pasaba los días

¡besando las dos manos que me ajaban la vida!

 

Notas finales:

Gracias por leer. Cualquier duda, comentario, sugerencia, ya saben dónde.


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