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Siete minutos en el paraíso (HunHan) por Edin Bubble girl

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Notas del fanfic:

Este es mi primer fanfic, espero les guste y disfruten la lectura de mismo. ¡Nos leemos!

Notas del capitulo:

Este es primer encuentro entre los dos protagonistas, espero les guste este capitulo y quieran seguir leyendo el segundo. 

 

Las manos me sudaban y aún no comprendía por qué. El clima no era caluroso, pero el vaso de polietileno que sostenía entre los dedos comenzaba a resbalarse poco a poco. Quizás eran nervios, estar rodeado de rostros desconocidos era una novedad, estar fuera de las paredes en las que día a día me encerraba, era abrumador. Mis ojos se perdían en los distintos y extraños diseños de la alfombra, simulaban la delicada forma de una flor de lis, sin detalles, tan similares a las imperfectas pero oscuras sombras de quienes bailaban unos metros delante mío. El juego de luces que se mezclaban entre sí lograba marearme por momentos, verde, rojo, azul, además del titilante y molesto haz plateado que parecía fraccionar los segundos y los movimientos de las personas. Un frío aliento chocó contra la parte trasera de mi oreja, ocasionando que la piel se me erizara instantáneamente.

"¿Qué hace un muchacho tan lindo aquí solo?", la voz retumbó calidamente y pude reconocer con rapidez quién era.

"No debí venir." Le dije.

Jongdae lazó un suspiro, era una de las pocas personas con las cuales interactuaba, un buen amigo desde hace dos años. Algo serio, pero con esa pizca de sarcasmo y doble sentido que lograba cautivar a cualquiera, tanto así, que con paciencia me tomó del brazo y practicamente me arrastró hacia este lugar.

¿Quieres volver a tú estado anterior?, si continuas así, los síntomas regrasarán." Él mantuvo la calma, audazmente robó el vaso que tenía y lo dejó vacío en tan solo un trago. "Tranquilo Luhan, disfruta aunque sea una noche. Sé cenicienta por hoy." Una ladina sonrisa se hizo presente en su rostro mientras me daba pequeños golpecitos con el codo, solo podía negar con la cabeza, deseaba salir corriendo nuevamente hacia mi apartamento. La agorafobia me había cambiado la vida, durante cuatro años el miedo y la inseguridad consiguieron arrebatarme los minutos, las horas, las personas y logros que anhelaba conseguir. Los abrazos de mi madre, los besos de despedida, el simple roce de manos desencadenaban un ataque de pánico.

"¡Vamos!", las palabras escaparon fugazmente de los labios de Jongdae, arrojó el polietileno blanco a una pila de basura al pasar, sus dedos se apretaron contra mi muñeca alejándome del lugar de confort y haciendo que vuelva nuevamente a la realidad. Mis pupilas se dilataron justo cuando el laser verde me cubrió el rostro, cerré los ojos y de un momento a otro sentí como mi trasero chocaba torpemente contra el suelo.

"¡Qué comience el juego!", desconcertado y con algo más que duda reflejada en las facciones observé el entorno. Pestañas largas y extremadamente rizadas enmarcaban los pálidos semblantes de dos adolescentes, las únicas mujeres del círculo que formábamos con el resto de las personas, completos desconocidos en mi escaso ámbito social.

"¡Pon la botella en el centro!", exclamó la de cabellos rojizos, tal vez el exceso de alcohol en la sangre la impulsaba a actuar de esa manera, jocosa y vivaz, aunque graciosa y molesta desde mi punto de vista. Atiné a levantarme del lugar, pero las miradas asediadoras de los externos me impedían realizar movimiento alguno. Por un instante las emociones se intensificaron, la ansiedad me corría por las venas y me aceleraba el ritmo cardiaco. En la última sesión con el psicólogo, el especialista comentó que todo era producto de mi mente, entonces tomé la iniciativa de relajarme y ser más liberal, lo mismo que haría este día.

"Hoy eres cenicienta, disfruta como si fuese tú últmina noche en este mundo", pensé. A pesar de los nervios, dejé que los mismos se esfumaran en conjunto con los pensamientos que vislumbraban mi mente. Después de todo, no era el único que formaba parte del juego, la posibilidad de que aquel cuello fino o la base transparente que giraba en el centro me escogiera, era escasa.

"Siete minutos en el paraíso". Acotó uno de los jóvenes. "¿Quienes serán los primeros?"

Sonreí cuando el vaso plástico que este sostenía se derramó un poco, el dedo índice de Jongdae tocó mi hombro varias veces, no me había percatado hasta que el carraspeo de su garganta hizo eco en mi oído derecho. "¿Qué te sucede? Dijiste que lo disfrutara, ¿No?", mencioné.

"Si, y hay alguien que disfruta mirarte", soltó un carcajada, no comprendía por qué, no hasta que mi retina encontrara unos finos y rosados labios, irreconocibles. El tiempo se detuvo, la sangre comenzaba a circular de manera irregular y luego de unos repetidos pestaños elevé la mirada, ojos perfectos, cabello oscuro y una nívea tez, sin imperfecciones, hipnotizante.

"Joder, deja de mirarlo, deja de mirarlo", recalqué para mis adentros. Cuando entré en razón era tarde, el contacto visual entre los dos era tenso, contemplé la marcada manzana de Adán subir y bajar por su garganta, pero las manos de quienes estaban a los costados se volvieron mi cable a tierra. Sentí como la mandíbula se me estrellaba contra el suelo, de manera literal.

La parte trasera de la botella indicaba que sería la víctima. "¿Cómo pudo pasar", no deseaba ver a la persona que tenía en frente, pero en un acto de casualidad, el rol del secuestrador recayó en aquel extraño joven.

Mis acciones no concordaban con las órdenes que enviaba al cerebro, las paredes se movían y las suelas de las zapatillas que traía puestas acortaban la distancia hacia lo desconocido.

"No...", alcancé a susurrar. La puerta se cerró tras mi espalda y un halo de oscuridad me cegó, el sosiego se hizo presente y el vello que sobresalía de mi nuca se erizó. "Mierda, mierda, estúpido Luhan, eres idiota." Maldije por dentro a Jongdae, maldije los labios que me mantuvieron desconcentrado y más aún la insensata idea de sentirme especial aunque sea una vez. Como pude deslicé una mano tratando de encontrar el picaporte, deseaba huir, no importaba si me convertía en el hazme reír del resto, quería estar a salvo, pero algo impidió que lograra mi cometido.

Las voces del exterior comenzaban a apagarse paulatinamente hasta desaparecer. El sonido del silencio me atrapó, al igual que los brazos adversos conseguían hacer nula la distancia entre ambas anatomías. Estaba completamente inmóvil, mis instintos no lograban ayudarme y aquel aliento con una dulce fragancia mentolada se propagaba por el lúgubre y pequeño cuarto.

"¿Tienes miedo?", cuestionó. "No", simple y seco respondí a su pregunta, claramente estaba mintiendo, jamás había estado tan cerca de alguien, jamás mi corazón bombeó tanto líquido vital como en este momento.

"Deberías tenerlo, porque a partir de ahora no podrás olvidarme." Aquella respuesta me sorprendió y el blanco esclerótico de mis ojos se hizo presente. Los dientes impropios tomaron posesión de mi plexo labial inferior estirándolo con ansias, acallando las respuesta que aunque quisiera no podría fundamentar, no tendrían valor.

El frío me recorrió la espina dorsal, al mismo tiempo que un intenso calor invadió cada sección de mi cuerpo, causando una tormentosa desesperación interna. Tenía la mente en blanco, inconscientemente me fundí entre sus labios, correspondí. Las yemas de mis dedos percibieron por primera vez en mucho tiempo piel que no me pertenecía. Colisioné contra la puerta, la madera cumplió el deber de acorralarme, mientras, las manos de aquel descendían hasta la parte inferior de mis jeans, no había distancia, los milímetros eran inexistentes y pude sentir su entrepierna rozar con la mía.

Agradecía que el tono carmín que seguramente se extendía por mis pómulos, fuese opacado por la falta de luz. Un apretón en el glúteo derecho y la falta de aire en los púlmones consiguieron centrarme, no sabía quién era, más no importaba, deseaba continuar. Permití que los impulsos manipularan mis músculos, pero cuando iba a tomar la iniciativa de unir nuestros cerezos una vez más, el éxtasis llegó a su fin.

"¡El tiempo se acabó!". el agudo tono de un joven se oyó potente. El efecto tardío nubló mis pensamientos, para cuando pude salir de ese breve trance mental los fornidos brazos ya no me rodeaban y en un mínimo lapso de tiempo la presencia de aquel se esfumó de mi lado. El fulgor me obstruyó la visión, la gentil mano de Jongdae ayudó a que mantuviera los pies firmes a cada paso que daba.

"¿Cuantos dedos ves?", dijo mientras paseaba sus delgados dígitos frente a mí varias veces. Quizás se atemorizó al verme inexpresivo, ni siquiera en los más recónditos sueños había pensado en vivir tal situación.

"No sé como se llama", repetí en voz baja, decidí enmudecer y guardar ese recuerdo de los gloriosos siete minutos con Morfeo, así compuse el apodo. "Gracias por hacerme soñar despierto." 

Con la misma volatilidad con las que los sueños acaban, el desánimo se tornó una pesada mochila que me carcomería un largo período, lamenté no haber preguntado el nombre o siquiera haber susurrado el mío. 

"Esta vez la cenicienta no fue quién escapó, sino su príncipe y lo peor es que no sabes si volverá a cruzarse en tú camino. Bravo Luhan, dejaste marchar la oportunidad." Esa efímera y nostálgica reflexión retumbó en mi cráneo, logrando que me sintiera más decadente aún.

Notas finales:

¿Qué les pareció?, espero les haya gustado y me lo cuenten a través de una review.

Mañana subiré el segundo capitulo. 

Nos leemos, gracias.

XOXO.


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