Si alguien se atrevía a insinuar que Heero se había aprovechado del estado de embriagues de Duo, tendría una lenta y dolorosa muerte. O simplemente se desvanecería en el viento mientras Heero sonreiría un poco maniaco. Sólo un poco.
Porque él no se había aprovechado de nadie. La tensión sexual entre ellos dos podía cortarse en rebanadas y servirse con guarnición y todo para almorzar. Sólo había dado un pequeño empujón –observó con interés la abolladura en la puerta y asintió, satisfecho consigo mismo-. En realidad quizás fuera más que un simple empujón.
En su defensa diría que Duo fue quien le tentó. Se había propasado con las copas y decidió que balancear sus caderas al ritmo de la música frente a Heero era buen plan. Y lo era, claro, si el plan consistía en ponerle duro como una piedra entre los pantalones y que se lo follara hasta desfallecer en la cama de Wufei. Jé.
Pero nadie debía enterarse de eso último. Sobre todo si el afectado no llegó a dormir en la noche y Heero pretendía limpiar todo para aparentar que "ahí-no-pasó-nada-oh-dios-mío-qué-le-pasó-a-tu-puerta."
Un plan a prueba de tontos, sin duda.
Pero no a prueba de Duos, meditó Heero por la mañana. Porque el plan original era levantarse, limpiar y salir pitando rogando por sus vidas. No verle la cara de pánico y morbo al observar su cuerpo desnudo y tener una nueva erección mañanera.
Así que el plan se torció ligeramente cuando hizo que Duo regresara a la cama, volviendo a remarcar los chupones que impregnaban el cuerpo de su acompañante. Era importante dejar en claro en esta ocasión qué hicieron y cómo había sucedido todo. Que no lo olvidara por un largo rato. La mueca de dolor y placer que dibujó el trenzado cuando arremetió contra su cuerpo de una sola embestida y comenzó a moverse sin tregua le dio a entender que no hacía falta tanta marca. Duo definitivamente recordaría cómo se lo estaba follando cada que caminara, se sentara o simplemente hiciera algún movimiento en falso y mal calculado. Se encargaría que así fuera.
Aunque poco después con Duo a cuatro en la cama aferrándose con fuerza a las sabanas -resignado a recibir los violentos embates de Heero contra su trasero y jadeando un "más joder, ahí más" casi suplicante-, pensó que encontraba cierto placer morboso en dejar marcas por toda esa piel tersa y suave. Le fascinaba ejercer un poco de presión con sus manos en las caderas del otro y darse cuenta que las marcas quedarían ahí.
Heero alcanzó su orgasmo cuando el cuerpo de Duo convulsionó en el suyo propio y casi asfixió su miembro.
Se dejaron caer en la cama, uno al lado del otro con la respiración agitada y una sonrisa satisfecha en el rostro.
—¿¡Pero qué cojones…!? —gritó Wufei desde la puerta abollada, con una expresión de horror en el rostro, que tenía rojo como un tomate.
Ah, sí, el plan. Recordó vagamente Heero, aún disfrutando de su orgasmo.