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Sahara por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Bueno, heme aquí con otra entrega de este fic. Disculpen si tardé demasiado, pero por problemas personales tuve que dejar de escribir por una larga temporada. Empero, el tiempo y algunas otras cosas me han ayudado a recuperar un poquito de energía y ánimos para continuar.

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Notas del fanfic: El corto de Aioria no termina en esta entrega, pues quise darle la debida importancia a la misión que Mu le encomendó anteriormente. No obstante, sí haré menciones del romance de Shaka y Mu de forma paulatina, a manera de interludio, para que la historia siga fluyendo.

Disclaymer: Los personajes e historia original de Saint Seiya, así como la canción 'Sahara', son  de sus respectivos autores.

Parte 13: Estratagema


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Abría los ojos con suma lentitud, intentando que la luz vespertina no le hiriese más de lo que ya se sentía. En cuanto lo logró, miró a su alrededor, topándose con las expresiones tétricas y miradas vacías de aquellos rostros que el dueño de aquel lugar arrancara de sus víctimas y ahora luciera cual trofeos de guerra. A pesar de llevar poco más de cinco días, aún no lograba mirarlas sin sentir ese escalofrío siniestro deslizarse desde sus sienes hasta su espalda y sus hombros, o el hormigueo producido por la vertiginosa velocidad a la que su piel se erizaba, o las contracciones de su estómago al observar el pútrido y grisáceo color que tomaban las otroras pieles bronceadas y rebosantes de vida.


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"Tienes cinco días para decidir, Aioria; o hablas, o su rostro y los de sus hermanitos formarán parte de mi colección"


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Un gruñido de exasperación e impotencia brotó de su boca y garganta. Se maldecía por haber sido tan descuidado y estúpido. De todas las posibilidades contempladas, de todas las alimañas de su lista negra, aquella era la más peligrosa, y cometió la osadía de mirarla como a cualquier bicho rastrero.


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"Baja el arco, y nadie saldrá herido"


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Aquellas palabras, una afilada hoja contra su espalda, y un golpe certero en la nuca, habían sido el inicio de la encrucijada en que su captor le pusiera hace cinco días. Lo recordaba bien.


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Después de aquel golpe y varias horas de inconsciencia, se encontraba de rodillas, con las manos atadas por la espalda, frente a aquel a quien Afrodita, el bello sirviente de la Gran Esposa Real, le vendiera su libertad y el resto de su vida.


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—¡Máscara de Muerte! —musitó.


—El mismo.


—¿Qué significa esto? —reaccionó, en cuanto sintió sus ataduras— ¡¿Por qué me has traído aquí?! ¡Suéltame, o te voy a...!


—Eres tú quien está tras mi ave de presa —respondió el ex-mercenario, sin inmutarse—; yo debería preguntarte por qué


—¡¿De qué estás hablando?!


—No te hagas el tonto, Leoncito. A ti no te interesan las aves de presa. Sin embargo, arriesgas tu pellejo por mi bello ejemplar y sus polluelos. Alguna muy poderosa razón tendrás —Máscara de Muerte se aproximaba cada vez más, hasta quedar a su altura y a unos cuantos centímetros de distancia—, y me la dirás en este mismo instante.


—O si no... ¿Qué? —desafió.


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Una señal de manos le advirtió que no se encontraban solos. Dos hombres armados salían de lo que parecía ser la recepción, y, luego de pocos minutos, regresaron con cuatro personas cubiertas de pies a cabeza con harapientos ropajes que anteriormente fueran azul índigo. Máscara de Muerte se alejaba de él para aproximarse a la persona más alta de aquellas cuatro, y luego de sacar de su bolsillo un afilado cuchillo, lo recargó contra uno de sus costados, sin llegar a herirle.


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"¿Qué significa esto?"


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Una abrumadora y sofocante sensación de asfixia le recorrió el cuerpo entero en cuanto brotaron de aquella persona unas cuantas líneas entonadas con una voz clara y cristalina... una voz que ya había oído antes.


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—En efecto, Aioria —respondió su captor a su pregunta silenciosa, al tiempo que le removía el manto que cubría la cabellera rojiza como fuego de una mujer—. Esta hermosa ave de presa es la misma cantora a quien persigues con tanto ahínco....


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Una... dos... tres palpitaciones en su corazón, fugaces pero punzantes como cuchillos, le advirtieron que lo peor estaba por venir. Tan rápido como un parpadeo, el ex-mercenario jaló del brazo a la cantante y la rodeó con el otro. Luego movió la afilada hoja y la recargó sobre el blanco cuello de su víctima, haciendo que resbalaran unas gotas color carmesí.


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—Tienes cinco días para decidir, Aioria; o hablas, o su rostro y los de sus hermanitos formarán parte de mi colección.


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"Oh, su Ilustrísima" Un pensamiento hacia la Gran Esposa Real lo trajo de vuelta a la realidad "Yo, al igual que usted, no permitiría que esta alimaña tome más vidas inocentes cual trofeos... pero... su vida estaría en grave peligro en cuanto esta alimaña tenga el más mínimo conocimiento de la gran misión que me ha encomendado..."


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En tanto, en uno de los tantos recintos que conformaban el harem, la Gran Esposa Real revisaba los balances que la Tesorera le entregara momentos atrás, no encontrando ningún problema con los suministros ni los pagos a las servidoras. Sin embargo, un movimiento llamó su atención.


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—Señorita Nekmet —se dirigió a ella, con su habitual dulzura— ¿Podría ayudarme a resolver una duda, por favor?


—Por supuesto, su Majestad ¿De qué se trata?


—Veo que han separado a la señorita Shaina de las demás institutrices ¿Podría decirme a qué se debe?


—Nuestra princesa Yuzuriha ha adoptado a un par de niños y ha solicitado que la señorita Shaina sea su institutriz particular. Nuestro rey lo ha aceptado y así lo ha decretado


—Entiendo —suspiró—. Muchas gracias. Puede retirarse si así lo desea.


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Si bien amaba a su hermana Yuzuriha, a veces la envidiaba, pues, al no ser elegida como la Esposa Real, adquirió libertad para vivir su vida a su manera. Para comenzar, ella tampoco vivía en el harem (1), sino en su propio palacio, del cual entraba y salía a su antojo. Luego, tenía una larga lista de pretendientes que podía darse el lujo de rechazar o elegir para pasar sólo una noche, por supuesto sin comprometerse ni formar un matrimonio. Y aunque fuese la segunda opción, al menos sería elección suya y no un decreto hecho desde su niñez. Por otra parte, ella no se había conformado con sólo dominar las artes propias de cualquier princesa, cumplir con su rol de hermana mayor dentro de la realeza, y ejercer cierta autoridad dentro del harem; también tenía entrenamiento en el uso de algunas armas como forma de defensa personal. Además, ella ya había viajado por algunos lugares de los que sólo se hacía una vaga idea gracias a los relatos de su amado cuentista. Y ahora, el hecho de que ella eligiera ser madre, sin necesidad de casarse, así como la educación que llevarían sus hijos, sin que Shion se opusiera, le recordaba lo que siempre había sabido: sin importar de cuántos títulos gozara ni cuánta autoridad poseyera sobre el Alto y el Bajo Egipto, su vida no le pertenecía.


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Un movimiento proveniente de su vientre le sacó de sus cavilaciones. Sonrió ampliamente y acarició esa parte de sí donde resguardaba a un nuevo ser que pronto abriría los ojos al mundo. Desde hacía un tiempo, a hurtadillas de Shion y en sus ratos libres, se dedicaba a transcribir varios de los cuentos que su amado Shaka le había narrado cada noche, al amparo de una pequeña lámpara de aceite y de un frondoso sicomoro (2) bastante alejado del Palacio Real.


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"¿Puedo pedirte algo?" Recordaba una noche de hacía aproximadamente un año y medio, en que su Médico Real y cuentista le narraba un cuento antes de dormir.


"Su Ilustrísima, encarnación de Hathor (3), Estrella de la noche y la mañana, este simple mortal obedece sus..."


"Lo he dicho antes... aquí y ahora no somos ni el Médico Real ni la Primera Gran Esposa Real... sólo somos Shaka y Mu, y es Mu, el humano, quien humildemente te hace una petición"


"¿Qué es lo que desea, amor mío?"


"Puede sonar un poco tonto e infantil... pero... yo... me preguntaba... ¿Me permitirías transcribir cada uno de tus cuentos?"


"Hermosa beldad... no necesita de mi aprobación para ello. Empero, me intriga un poco el que desee registrarlos, cuando me tiene a su disposición para narrarlos cuantas veces lo pida"


"Shaka... los dioses ya han determinado mi destino, y estoy consciente de que, en algún momento, nuestros caminos deberán separarse. Por ello, quiero tener un recuerdo... alguna evidencia de que alguna vez amé y fui amado, de que mi vida me perteneció a mí y no al Alto y Bajo Egipto"


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Al final de aquél agridulce recuerdo, la hermosa línea dibujada en sus labios desapareció, y una duda nueva le asaltó: ¿Qué destino le tendrían los dioses a esta criaturita, una vez nacida en Palacio? ¿Acaso sería el mismo que el suyo?


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En alguna región del Sahara próxima a Egipto, cierto ex–Médico Real se preparaba para algo importante, después de meditar por días enteros. La revelación que Dohko le hizo sobre la maldición de la que su amada reina era víctima, ciertamente ponía todo su mundo de cabeza.


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—¡¿Enloqueciste?! —Milo fue el primero en replicar, en cuanto el asirio comunicó lo que quería hacer —¡Si te reconocen, no dudarán en matarte!


—Lo sé, pero no puedo seguir huyendo mientras su Ilustrísima y mi hijo están a merced de ese hombre que se cree un dios


—¿Al menos tienes la certeza de que es tu hijo? —inquirió Camus, con su habitual parsimonia.


—Sí, la tengo —respondió el asirio firmemente— Y no pretendo condenarlo a vivir en una lujosa prisión como lo hicieron con su Ilustrísima


—Shaka, no te conozco de toda la vida pero te considero casi como un hermano; como tal, es mi deber decirte que estás cometiendo un gran error —el tono de Milo era más serio de lo usual— Si llega a oídos del Faraón cualquier indicio de tu presencia en Egipto, por mínimo que sea, no dudará en llevarse a tu reina a un lugar más remoto... incluso si es otro país ¿Entiendes lo que eso implicaría?


—Lo entiendo. Por eso debo actuar rápido. No falta mucho para que nazca el bebé, y si al final comprueban que es mío, no dudarán en matarlo.


—Hasta donde he leído y tengo entendido —apeló Camus—, no pueden hacer eso sin que te juzgue el Gran Visir


—Saga es leal al Faraón, y además me detesta.


—Dohko ¿Tú no dirás nada?


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En ese momento todo quedó en silencio. Mientras Shun, Hyoga, Shiryu y Shunrei jugaban cerca del nuevo campamento montado por los mayores, Dohko miraba a ningún punto en particular, como si su alma se hubiera separado de su cuerpo y estuviera de viaje hacia Orión (4). Después de algunos minutos, bastante tensos para los hombres azules, el castaño dio su veredicto.


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—Independientemente de quién sea su padre, es una vida inocente que no tiene por qué pagar por las culpas de sus antepasados. Por ello, Shaka... voy a ayudarte en esta cruzada. Tú te ocuparás de liberar a tu reina, y yo me encargaré personalmente del Faraón.


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"Después de todo, aún tenemos una cuenta pendiente... mi amado Shion"


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CONTINUARÁ...


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Notas finales:

1.- Ya había mencionado, en entregas anteriores, que en los harenes del Antiguo Egipto vivían las mujeres del faraón: su madre, sus hermanas, la Esposa Real, esposas secundarias, concubinas, hijas y toda su progenie. Empero, Yuzuriha es la excepción y daré más detalles conforme avance la historia.

2 y 3.- Hathor, hija del dios del Sol, Ra, fue una divinidad muy popular entre el pueblo egipcio. El nombre de esta diosa significa "La Casa de Horus", por ser la madre y esposa de este dios. Como tal, la reina de Egipto se identificaba con Hathor.

Su nombre en jeroglífico se representa como un halcón dentro de un cuadrado representando la casa.

Hathor es la diosa del cielo, el amor, la alegría, la música y la danza. Diosa protectora de la maternidad y de los niños.

Esta diosa se ve representada principalmente como una mujer con orejas o cabeza de vaca, cuernos liriformes y disco solar. También puede representarse con cabeza y cuerpo de vaca. Aunque puede manifestarse con otras apariencias.

Su árbol sagrado era el sicomoro (Ficus sycomorus), perteneciente a la familia de las Moráceas y natural de Siria, Egipto, Sudán y parte de África Tropical. Fue apreciado en Egipto por sus frutos, una especie de higos de poca calidad pero sí de gran producción; y, por su madera, muy resistente y utilizada inicialmente en la construcción.

Se creía que cuando un difunto invocaba a la diosa, que vivía en un sicomoro, ésta le proporcionaba agua, alimento y cobijo, y lo acogía en su seno como hijo. Por eso, en las paredes de las tumbas se representaba una escena en la que el sicomoro aparece humanizado y mostrando virtudes maternales, como grandes pechos con los que amamanta al recién nacido en su nueva vida. Según la tradición, del sicomoro se extraía también el alimento para los dioses, el Nut (similar a la ambrosía de los dioses del Olimpo) y era tal la devoción que se le profesaba que, en algunos monumentos, se representa a campesinos rodeando el árbol fervorosamente y dejando en sus pies ofrendas de alimentos y bebidas.

*Comentario de autor: Ya lo sé, demasiado rollo, pero quería hacer énfasis en la devoción que Shaka le tiene a Mu, y que detallaré más adelante :v

4.- Los egipcios creían que el destino interestelar al que irán sus almas después de la muerte, se encontraba en la Duat, la porción de firmamento donde se encuentran las constelaciones de El Cazador (Orión) y El Perro (Can Mayor).

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De momento es todo. Muchas gracias y nos leemos en la siguiente entrega. Chaito


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