Y después de todo el niño se acercó al dragón
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PRÓLOGO
Harry amaba a los dragones. Siempre fue así, desde que era niño, pues su padre siempre le contaba magníficas historias sobre ellos. Cuando cumplió once años salió a su primer viaje solo, esta vez su padre no lo acompañaría pues era una tradición familiar ir solo al Bosque Prohibido al llegar a esa edad. La vegetación era espesa y se decía que había muchas criaturas malignas allí, cosa que Harry nunca creyó; sin embargo, la tradición familiar dictaba que debía llegar hasta sólo unos pocos kilómetros adentro después del borde donde terminaba el campo abierto.
El pequeño niño iba montado en su caballo, con una bolsa a un lado y un frasco con agua. Como prueba de que la tradición se cumplía debía llevar una planta que al parecer sólo crecía en aquel lugar. Sin más demora, Harry cogió unas plantas con forma de estrellas que en las puntas tenían sólo pétalos blancos, casi como si se estuvieran marchitando. Guardó las muestras en un pequeño frasco de vidrio que su padre le había dado para la ocasión, se sintió orgulloso de sí mismo, ahora era oficialmente un "niño grande" y ya podría acompañar a su padre a sus viajes largos o ir de aventura con él.
El cielo aún estaba iluminado pues no debía ser poco más de medio día, así que tomó agua y decidió regresar pronto a casa. Cuando ya estuvo montado en el caballo, sintió un viento fresco, llevaba el olor de la lavanda y la canela. Harry sintió curiosidad por la hermosa combinación y siguió el olor con su cabeza hasta que halló que venía de más adentro del Bosque.
-Aún tengo algo de tiempo.
Tras decir esas palabras, tomó las riendas del caballo y lo guió en la dirección de la que provenía la brisa. Era como si esta lo llamara, lo guiara. Pasó casi una hora de caminata cuando Harry estaba a punto de rendirse porque no encontraba el lugar del que provenía el olor. Cuando de pronto lo vio.
En un claro, justo en el medio del bosque un dragón blanco de ojos plateados se asomaba imponente. Su mirada era afilada, sus alas tan grandes que Harry podía caber debajo y sobrar espacio para otras cinco personas. Animado por su descubrimiento intentó acercarse pero el dragón lo miró desafiante y le mostró los afilados colmillos. El corazón de Harry se paralizó por un segundo, reaccionó y tomando las riendas de su caballo partió a su casa lo más de prisa que las fuerzas del animal se lo permitían.
Las semanas transcurrieron y Harry, aún impresionado por haber visto a un dragón tan de cerca y fuera de las áreas de protección, decidió ir de nuevo al Bosque en busca de aquella criatura.
Tomó su pequeño morral café y dentro de él metió una gema verde que había encontrado en una de sus expediciones; se lo daría al dragón, algo así como una ofrenda de paz. Llevó agua y dos panes. Esperó a que su padre saliera de casa y que su madre se hubiera ido al pueblo para salir.
Hizo el mismo recorrido de la primera vez, dejándose envolver por aquel olor dulzón que lo llevara la primera vez ante el dragón.
Cuando llegó apenas era la mitad de la mañana, el sol calentaba pero sus rayos no quemaban como solían hacerlo en la tarde, de alguna extraña forma aún se conservaba el rocío sobre algunas hojas y el dragón estaba recostado sobre el pasto. Viéndolo así a Harry no le pareció tan malvado, sólo se sentó a observarlo y a esperar hasta que el dragón despertara.
Si todo sale bien espero verlos en la siguiente entrega, por favor, dejen reviews.
Nos vemos.
¡Saludos y cuídense! ^^