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Expresiones. por Hiroshi Hayato

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Notas del fanfic:

Este escrito en realidad no es muy largo, y me disculpo si la extensión no les basta para saciar el primer día de este hermoso mes. Para mi escribir un one-shot es un poco complicado, puesto que yo solo hago drabbles.

Pero dejo mis tontas excusas a un lado y los dejo leer.

—Expresiones —

 

 

Algo que Aomine Daiki amaba con demasía eran las expresiones que mostraba su novio, pues cada día se enamoraba más de todas ellas:

 

La primera expresión que Aomine vio en Kagami fue desesperación; desesperación porque el pelirrojo no podía hacerle frente en aquel reto 1 a 1 la primera vez que lo vio. Había escuchado de Momoi Satsuki que el chico de ojos color rubí tenía lastimadas las rodillas después del impactante juego contra Shutoku, e independientemente a eso, no le importó.

Pero aquel encuentro no había resultado tan interesante a su parecer, ya que el vencer a un chico lastimado no le había traído mucha satisfacción como lo había pensado en un principio.

 

Pensaba que haber ido a retar al as de Seirin cuando éste no podía dar todo su potencial, sería divertido, pero al ver el rostro de desesperación del chico, supo que no había sido una buena idea ya que esperaba más de él; algo más que en ese momento Kagami no podía ofrecerle: un rival digno de él.

 

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La segunda expresión que notó de Kagami fue la de la derrota; aquel rostro decepcionado de sí mismo por no haberle podido hacer frente en aquel juego de la Inter-High, donde, obviamente, Touou había ganado por una gran diferencia.

Todo el equipo de Seirin estaba devastado, pero jamás podría olvidar la expresión de derrota que inundaba el rostro del as del equipo rojiblanco.

 

Fue en esa ocasión en la que empezó a sentir algo extraño dentro de su pecho; algo que no había sentido en toda su vida y por consecuencia no supo que era esa  sensación dentro de su pecho.

 

No estaba feliz consigo mismo.

 

Había herido a su mejor amigo, Tetsu, e incluso le había dicho que sus esfuerzos eran en vano; no podía negarlo: estaba decepcionado del chico de cabellos celestes, no por otra cosa, sino porque el chico tenía un gran potencial como para haber conseguido a una nueva luz… y que esa nueva luz fuera muy tenue… La luz de Kagami no era lo suficientemente fuerte como para sacar a relucir lo mejor de Kuroko. Claro que estaba decepcionado.

 

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La tercera expresión que miró de Kagami fue la del reto. Esos ojos que irradiaban fuego y chispas…

Ambos habían entrado a la zona en aquel partido de la Winter Cup.

El sonido a su alrededor dejó de existir; su campo de visión cambió: los demás jugadores dentro de la cancha habían desaparecido para él, todo a su alrededor era blanco y negro, excepto él; podía fácilmente notar el color rojo… un color carmesí que irradiaba fuego. Sólo podía notar al de Seirin y esos ojos felinos que lo desafiaban a jugar con lo mejor que tenía. No perdía de vista cada movimiento de su rival: movimientos rápidos y precisos que lo hacían sumirse más en la Zona. Todo su mundo se redujo a ese chico pelirrojo que no se dejaría vencer con facilidad.

 

El calor agobiante inundaba su cuerpo; su corazón latía como loco y sus manos sudaban como nunca le había pasado. Eran sensaciones tan complejas y aun así lo supo: Se había enamorado de Kagami Taiga; y lo supo al sentir esa sonrisa que se formaba en sus propios labios.

 

¿Cuándo fue la última vez que había jugado con todo lo que tenía?

 

Y se dio cuenta de que la oscuridad en la que había vivido por varios años iba desapareciendo ante el fuego de aquellos ojos rojos.

 

—¿Por qué pones esa cara? Volvamos a jugar, te derrotaré cuando quieras.

 

Su pecho dolía tanto por aquella derrota, pero también se sentía feliz por recibir la aprobación del pelirrojo para volver a jugar de la misma forma y esperaba que aquellos pequeños encuentros se suscitaran pronto.

 

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La primera sonrisa sincera que recibió de Kagami, y cuarta expresión que vio de él,  fue como un boom en su interior que lo dejó totalmente embobado.

 

Habían jugado 1 a 1 como lo hacían desde hacía unas semanas y después del juego se dirigieron hacia Maji Burger, donde Kagami había pedido una docena de hamburguesas, lo cual al moreno no se le había hecho algo extraño… se estaba acostumbrando a la excesiva cantidad de comida que el pelirrojo ingería.

 

El moreno, sin saber por qué, había pagado toda la comida del 10 de Seirin, recibiendo como agradecimiento una linda sonrisa que de repente lo hizo sentirse muy nervioso. A esas alturas el de Touou ya tenía claros sus sentimientos, pero no se atrevería a confesarse…

No lo haría, porque sabía que podría arruinar una estupenda relación de amigos; claro que no se atrevería a derrumbar lo que con esfuerzo había construido.

 

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La quinta expresión que vio de Kagami fue aquel rostro de enojo… y fue por culpa suya… o al menos eso es lo que creía él, pero aquel suceso fue un detonante para saber que el pelirrojo también sentía algo por él.

 

Hacía 6 meses que venía frecuentando casi diario al pelirrojo, pero un Sábado, Momoi Satsuki lo obligó a ir con ella, sin que la chica de cabellos rosas le dijera a dónde, cosa que al moreno le había molestado demasiado; pero no pudo negarse, así que decidió finalmente acompañar a su amiga de la infancia a donde quiera que ésta lo arrastrara.

 

Tuvo que hacerle saber al as de Seirin que se pospondría el juego del fin de semana hasta nuevo aviso, cosa que el pelirrojo entendió a la perfección.

—De acuerdo, que te diviertas con Momoi. —Fue lo último que Aomine escuchó de su amado pelirrojo antes de colgar a la llamada que tenía con él.

 

Al día siguiente Momoi fue hasta su casa y prácticamente lo sacó a rastras de su cuarto; por la forma en la que la chica vestía, supo que iban a algún lugar importante, y por más que trató de interrogar a la pelirrosada, ésta no le dijo nada sobre el lugar a donde iban.

 

Entraron a una casa extraña para él, pero que Satsuki conocía a la perfección y notaron a varios chicos y chicas en el lugar.

—¡¡¿Citas a ciegas?!! —Le gritó a su amiga. ¿Por qué demonios ella no le había dicho nada sobre eso? No se sentía nada conforme. ¿Cómo podía salir con alguien cuando su mente no dejaba de pensar al pelirrojo?

—No seas aguafiestas, Dai-chan. Sé que te divertirás, sólo dale una oportunidad a estas citas a ciegas.

 

Seguro que mataría a Satsuki por haberlo metido en ese embrollo.

 

La cita a ciegas había sido un infierno para él, la chica pelinegra con quien había salido era muy molesta, y para colmo ni siquiera tenía buena delantera… toda una molestia para el moreno.

Ahora se encontraba encaminando a la chica hasta su casa, pues a pesar de que ella resultaba muy molesta, él tenía educación y sabía que debía terminar con aquel infierno al menos encaminando a la chica a su casa.

 

Pero en una esquina, al dar la vuelta a la calle un chico chocó con él y para sus ánimos lo primero que hizo Aomine fue fruncir el ceño.

—¡¡Oye idiota fíjat— Sus palabras fueron cortadas al ver el par de rubíes que lo miraban con sorpresa. —Kagami. —Habló, sintiendo cómo su acompañante se colgaba de su brazo ante la escena.

El de Seirin enfocó sus orbes en los del moreno, y luego en la chica, regresando su mirada hacia Aomine.

—¿Quién es ella? —Cuestionó incrédulo sintiendo cómo en su pecho comenzaba a aparecer aquella incómoda sensación.

—Soy su cita… la pasamos bien. ¿Verdad, Aomine-kun? —La pelinegra respondió, con una pequeña sonrisa, esperando la respuesta del de cabellos azules.

—¡No! Es decir… sí, pero… no es lo que t— No sabía qué excusa dar para salir de ese problema, era cierto que había tenido una cita con la chica, pero no era algo que él quisiera, más bien lo había hecho porque Momoi lo había obligado, literalmente.

 

Miró cómo poco a poco la mirada de Kagami cambiaba, de decepción su rostro mostró furia y enojo, no podía entender por qué el moreno le había mentido. Había cancelado sus planes del fin de semana para salir con una chica que claramente no era Momoi.

El pelirrojo dio media vuelta y se apresuró a caminar por donde había llegado, y al ver aquello Aomine dejó a la chica a un lado y corrió hacia donde el pelirrojo, sin importarle que la chica gritara su nombre.

 

—¿Qué rayos pasa contigo? —Habló en voz fuerte una vez que Aomine alcanzó a Kagami, deteniéndolo del brazo.
No recibió respuesta inmediata, en lugar de eso, miró cómo la furia en los ojos rojos de Kagami salía, y por alguna razón aquellos ojos le dieron un poco de miedo.

—¿Acaso estás celoso? —Preguntó con un tono juguetón, notando cómo las facciones del de Seirin cambiaban radicalmente.

—Idiota. —Fue la única respuesta que recibió, sintió cómo el aura amenazadora de su pelirrojo se desvanecía, parecía que tenían mucho de qué hablar por ese día.

 

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La siguiente expresión que miró de Kagami Taiga fue el gran sonrojo y vergüenza del chico.

Una semana después de aquel incidente de los celos del pelirrojo, decidió declararse. En realidad el declararse no estaba en sus planes, pero al notar el enojo y rabia de Kagami, supo que era una buena oportunidad, ahora que pensaba que sería correspondido por su amado.

 

Pasó toda la semana martirizándose a sí mismo y pensando una y otra vez en cómo declararse; llegó a la conclusión de que dejaría que su boca hablara en ese momento por ella misma, ya que no tenía un plan ni mucho menos palabras pensadas para la ocasión.

 

—Me gustas mucho, Bakagami, así que… sé mi novio, o… algo así. —Pudo decir aquella ocasión después de que ambos terminaran su juego 1 a 1 como todos los fines de semana.

Kagami no necesitó de una repetición de aquellas palabras, pues de inmediato enfocó su vista con mucha sorpresa en el otro chico.

Aomine pudo notar ese enorme sonrojo que el rostro del pelirrojo le regalaba, era un sonrojo grande que incluso teñía de carmesí sus orejas.

—Me encantas…— Dijo de nuevo, sólo porque el de Seirin había quedado congelado y sin habla.

 

Kagami no sabía qué decir, y lo único que pudo hacer fue acercarse al moreno y abrazarlo, tratando de esconder su rostro en el hombro ajeno, evitando de esa forma que el de Touou siguiera mirando su muy notable sonrojo.

—También me gustas, tonto.

 

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La sexta expresión que miró de Kagami, y la que fácilmente podría elegir como su favorita, fue la del placer desmedido que denotaba.

 

Llevaba 6 meses de relación con el pelirrojo cuando ambos decidieron dar el siguiente paso en su relación.

—Quiero que me hagas el amor. —Fueron las palabras que sorprendieron a Aomine, esas palabras que habían salido de los labios de su novio fueron tan sorpresivas que no supo qué decir en ese momento.

 

Por unos días había huido del tema, por el simple temor de no saber cómo hacerlo, porque aquella era la primera relación ‘gay’ que tenía. No sabía ni siquiera cómo empezar, dónde tocar, qué hacer.

¿Qué tal si lastimaba a Kagami? ¿Qué tal si a éste no le gustaba? ¿Qué tal si Taiga esperaba más después de haberlo hecho?

Las inquietantes llegaban a su mente, y la inseguridad lo embargaba.

 

Pero una noche, sentados en el sillón, mientras miraban una película americana por la televisión, el pelirrojo se adueñó de sus labios, en un beso tierno que poco a poco fue subiendo en intensidad.

Aomine sabía lo que su novio quería, o más bien lo que necesitaba… y aunque se sentía nervioso, trató de complacerlo, porque él también deseaba sentirse uno con el pelirrojo, deseaba hacerlo suyo.

Se había preparado en todos los aspectos para ese momento; había recaudado información de internet y al menos en ese momento ya sabía cómo hacerlo…

 

Después de varios minutos, el rostro de placer que Kagami le regalaba al moreno era algo hermoso. Los gemidos que lo acompañaban eran música para sus oídos, y aquellas uñas que se encarnaban en su espalda lo hacían saber que estaba haciendo un buen trabajo.

 

—Daiki…—Musitó el pelirrojo, sintiendo las suaves embestidas del nombrado. Las olas de placer llegaban al cuerpo de ambos chicos y el silencio era roto por aquellos gemidos y jadeos de ambos.

Aomine no podía apartar su vista del rostro de aquel ángel debajo de él; aquella expresión era la mejor que Kagami le podía regalar, pues era una expresión que sólo él podía lograr en su pelirrojo novio.

 

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Durante esos tres años de relación con Kagami Taiga no sólo había ganado a un rival… había ganado al amor de su vida, a alguien quien lo amaba por lo que era, con todos sus defectos y virtudes.

No todo había sido miel sobre hojuelas, pues en cualquier relación había altibajos, la diferencia de ellos era que habían aprendido a salir adelante de esos problemas y habían madurado en el proceso.

Aomine veía en su futuro al pelirrojo, y mientras éste quisiera seguir a su lado, él estaría encantado y feliz.

 

Durante esos tres años había vislumbrado más expresiones, y cada día  aprendía más sobre ellas, pero había sólo  6 expresiones que lo hacían enamorarse más, y las cuales no podría sacar de su mente.

Esas eran las cosas que hacían amar a Kagami Taiga cada día con más fervor.

 

Notas finales:

Gracias por leer, espero que les haya gustado o de lo contrario igual pueden dejármelo saber con sus reviews :)


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