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Volver a empezar por Katrinna Le Fay

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TITULO: Volviendo a empezar

 

Capitulo: Uno

 

Serie: Card Captor Sakura
Resumen: Aunque te hayan roto el corazón, siempre hay que volver a empezar.
Pairings: Eriol/Yukito-Yue

 

Category/Raiting: Slash/Yaoi. Angs, Drama, Romance. G

 

Disclaimer: Yo no poseo a los personajes de CCS, pertenecen a sus creadoras y respectivos socios comerciales. Ésta solo es una historia escrita de fan para fans, sin fines lucrativos.
Lo único mío es la historia y OCC (Personajes originales).
De todas maneras si te gusta la historia y quieres publicarla, te pediría que antes lo consultes conmigo.
CAMPAÑA LE FAY : No permitamos que el PLAGIO se lleve nuestro trabajo, así que si conoces una historia Robada, por favor denúnciala a sus respectivos dueños. No es justo que nuestras horas de dedicación se vayan a la basura y se vean inmiscuidas en una total falta de respeto para el Autor y los lectores. Entre más luchemos, más saldremos adelante. ALZA LA VOZ, NO TE QUEDES CALLADO ANTE EL PLAGIO.
Tiempo: En calidad de Universo Alterno.

 

Lugar: Ciudad de Tomoeda, Japón.

 

FEEDBACK:          katrinna_le_fay@yahoo.com.mx

 

katrinna_le_fay@hotmail.com  

 

MSN:          shania_xs@hotmail.com

 

 

Warning: Este fic No contiene Lemon pero si  M-Preg. (Embarazo Masculino). Si te molesta u ofende el contenido de este material, entonces te pido de la manera más atenta que No lo leas. Pues No me hago responsable de incredulidades, perjuicios  o exabruptos. Ya Te he notificado.
Pero Si decides leer, entonces, ¡Qué lo disfrutes!.
KLF

 

 

 

 

 

            Las lágrimas no dejaban de salir por más que lo quería.
Ya habían pasado dos horas y aun continuaba en la misma posición. Sentado en el piso, imposibilitado para ponerse de pie o dejar de derramar lágrimas que manchaban su blanca y casi albina piel.

 

De sus ojos grises cual cielo invernal, solo el rojo del llanto podía mirarse ya.

 

En su rostro siempre despreocupado no se vislumbraba la sonrisa que lo caracterizaba. Aquella que no perdía ni siquiera en el peor de los momentos.
Pero en aquella ocasión no existía y era remplazada por el dolor, los espasmos y los sollozos que se hacían inevitables.

 

-To-ya. Pronunció con dolor, como si aquel de estoico porte y cabello azabache, se encontrara frente a él. Tan impasible e “inhumano” como siempre.

 

Creyó que había logrado lo que jamás nadie y todos deseaban: Ablandar el corazón de Touya Kinomoto. El chico que aparentaba fiereza, frialdad y fortaleza, para evitar ser lastimado como en su pasado.

 

Se creyó el único vencedor y el dueño de su mundo.

 

Pero había errado. Él no era más que...otra de las tantas personas heridas a su paso.

 

Trató de levantarse. Debía recordar su dignidad. Recobrar su vida y sobre todo pensar con frialdad. Más no podía hacerlo. Su cuerpo simplemente se negaba a mover un solo músculo, por lo tanto ni la magia servía en ese momento.

 

-¿Por qué?. Preguntó, mirando que el departamento usualmente iluminado y cálido, se sentía frío y en soledad. Aquella que su contraparte excelentemente sabía enfrentar.

 

Pero Yue no se encontraba en ese momento con la disposición de ayudarle a solucionar sus conflictos. Bien sabía que el riesgo de vivir como “humano”, era el de solucionar sus propios problemas como toda persona normal.
Más en ese momento el guardián de las Cartas Sakura se sentía también desbastado, pues su corazón se había vuelto a romper en mil pedazos.

 

Mejor era dejar a Yukito en su lugar y aislarse, reprimirse. Pensar que a él nada le ocurría.

 

Yukito miró nuevamente la puerta y suspiró derrotado. Cada vez que la hueca y sólida puerta miraba, el recuerdo de unos ojos azules y gélidos le traspasaba el corazón.

 

¿Hasta qué grado había Touya llegado a afectarle?.

 

En grandes cantidades sin duda alguna, pues de lo contrario no se encontraría en tan deplorable estado.

 

Se había enamorado del chico Kinomoto en cuanto los ojos de Yukito Tsukishiro se posaron en él.
Había sido una rápida y profunda atracción, que después se remplazó por conexión.

 

En un principio eran los mejores amigos, porque negar que le agradaba. Pero al paso del tiempo y después de saberse un ente de magia, sentimientos con mayor intensidad afloraron en él.

 

La bomba fue entonces el sacrificio de Touya, cuando le cedió su energía y su escasa magia, para que no desapareciera debido a la debilidad mágica de su nueva dueña.

 

Pensó que Touya lo amaba y tiempo después lo “confirmó”. Cuando caminando de regreso a su casa, bajo la luna como único testigo; el chico de cabello negro y ojos azules le confesó un amor verdadero, que según él iba más allá de lo que había experimentado.

 

Su primera impresión fue la de sonrojarse y sentirse nervioso. Más cuando Touya se acercó para besarle, sus sentidos se alertaron y tan finamente como si fuera de cristal, fue besado con la mayor de las dulces intensidades.

 

Sintió un mar de emociones y colores. Incluso el distante Yue saltó en su interior, aceptando aquel maravilloso comienzo.

 

Por fin ya no estaría solo, ni tendría que simular una familia que en más de una ocasión deseo poseer.

 

Con Touya todo era diferente y sabía que nada jamás los separaría. O al menos eso quiso creer durante Cinco años, hasta que ese día, hacia escasas horas, encontró la respuesta verdadera a su mundo de fantasías.

 

=Flash Back=

 

         Después de terminar la preparatoria y encontrar una carrera Universitaria que cubriera sus exigencias. Toya Kinomoto y Yukito, habían decidido vivir juntos.
Un paso gigantesco para el joven albino, el chico inseguro pero tierno en aquella relación.

 

El chico de piel blanca agradecía el trato amable que los Kinomoto continuaban regalándole. Fue entonces que descubrió que hacia mucho que tenia ya una familia.

 

Sakura ya crecía, y era una señorita encantadora rodeada de pretendientes, que la mayoría del tiempo dejaban sus andanzas debido a las amenazas de Touya.

 

Yukito sabía que ese lazo entre hermanos jamás se rompería, pues un complejo protector era y a la vez envidiable y divino.

 

Su vida al lado del “dulce” To-ya, transcurrió llena de un sin fin de ensueños y amor.

 

Amaba despertar entre los fuertes brazos del moreno y sentir la protección que por lo menos él, jamás había sentido en su vida.
Le preparaba un desayuno suculento, con demasiado cuidado pero infinito amor. Y miraba como Touya lo comía, alabando sus divinas manos de chef.

 

Yukito solo atinaba a sonrojarse, para después recibir un beso que culminaba en un desenfreno total sobre la cama, si el moreno no tenía compromisos importantes por la mañana.

 

Ambos contaban con trabajos estables. Y eso ayudaba un poco en el sostén “familiar”.

 

Yukito pensaba que su vida era más que perfecta. Ya no tenía que llamar a su Alter Ego por alguna emergencia, sino que vivía con la enorme fortuna de tener amigos y una “dueña”, que se preocupaba por su bienestar y salud.

 

Pero cómo todo en la vida, nada es para siempre, ni mucho menos un cuento de hadas que se trata de vivir cuando es falso.

 

Yukito solía llegar temprano al departamento que compartía con Touya. Después de limpiar un poco preparaba la cena y solo era cuestión de esperar a que el hambriento moreno arribara en busca de un beso apasionado primero y alimento para el cuerpo, después.
Pero ocurrió que a finales del mes que había pasado, se encontró con que su amado novio y pareja se retrazaba para la cena.

 

“Tengo mucho trabajo en la oficina”. Solía decirle con voz dulce, después un beso y un “buenas noches”.

 

Al principio el joven de tez blanca simplemente aceptó que entre más la vida avanzaba, más responsabilidades se tenían y su To-ya, estaba pasando a ese nivel.

 

El moreno trabaja por las tardes en un bufete de abogados, donde la mayoría del tiempo se enfrascaba en la resolución de juicios y penalizaciones conforme la ley lo exigía.
Yukito no comprendía mucho sobre el tema, pero se esforzaba en alentar al, en algunas veces decaído futuro abogado Kinomoto.

 

Por su parte y pese a su corta edad, el chico de tez blanca era chef en jede de un distinguido restaurante internacional y sabía que en cuanto terminara su carrera Universitaria, el éxito y sus platillos, conquistarían fama mundial.

 

Eso era lo que lo alentaba a continuar y pese al cansancio de Touya y a que en ocasiones el moreno no escuchaba su conversación o preocupaciones, se sentía feliz de compartir su vida al lado de un maravilloso hombre.

 

Pero ocurrió que el arribo tardío de Touya se hizo más frecuente, hasta el punto en que en ocasiones solo llegaba a ducharse, mudarse de ropa y salir de prisa hacia la Universidad.

 

Yukito entonces suspiraba, mirando el suculento desayuno olvidado y admirando en el espejo las ojeras que presentaba, debido a la larga espera por su amado.

 

Eso Touya jamás lo supo y el joven de doble personalidad comenzó a pensar que algo malo se avecinaba para él.

 

La respuesta llegó el día anterior, cuando su restaurante respaldaría una comida distinguida por el arribo del embajador Chino a tierras Japonesas.
Solo los mejores estaban invitados y Yukito se sintió feliz por aquel reconocimiento.
Más su pareja jamás estuvo en casa para comunicarle su dicha y tuvo que partir hacia el evento con un grueso nudo en la garganta.

 

Al principio su siempre sonriente faz halagó a todos por igual, sonrojándose de vez en cuando por algún reconocimiento lanzado a su persona.
Pero cuando miró a distancia, la escena que le desgarraría el alma tal vez de por vida, supo que jamás se recuperaría de tan grande desdicha.

 

Lo habría creído todo sobre To-ya. Que era frío, distante, un chico que había sufrido pérdidas significativas desde muy temprana edad y que debido a eso su carácter era estoico.
Incluso habría creído que su To-ya, era un ángel enviado especialmente para él.
Pero jamás, habría creído que el moreno de ojos azules y en antaño excéntrico, lo engañaba con una chica de cobriza cabellera y ojos almendrados.
Jamás lo habría creído, de no haberlo visto él con sus propios ojos.

 

Recordaba vagamente que sobre sus manos llevaba una charola con copas importadas, la cual y tras el doloroso cuadro frente a él, dejó caer al suelo, propiciando un estruendo que más de uno miró.

 

Jamás se borraría de su mente el momento en que un ladino Touya Kinomoto, terminara su apasionado beso con la chica y lo mirara horrorizado al verse descubierto por aquel que había engañado.

 

-To-ya. Había susurrado Yukito, para después correr fuera de aquel salón, con lágrimas en los ojos y una profunda herida.

 

Yue entonces le había ayudado a llegar a su hogar, pero lo dejó solo cuando las lágrimas se hicieron cuantiosas y el corazón se le oprimió de una ruda manera.

 

Lloró toda la noche sin consuelo alguno. Culpándose y analizando el porque de aquella increíble traición.

 

Él amaba hasta la locura al moreno, pero al parecer este ya no lo amaba y así se lo hizo saber cuando arribo al departamento, muy temprano esa mañana.

 

-Lo nuestro es monótono Yukito. Ya no funcionamos. Exclamó, omitiendo el “Yu-ki” que solía brindarle al albino un poco de conford.
-Pero To-ya. Había tratado de objetar el chico, mientras más lágrimas empañaban su rostro.
-No digas más. La conocí en el bufete. Aclaró el moreno, tras cerrar un par de valijas repletas de su ropa.-Y con ella puedo ver la vida desde otra perspectiva. Fui feliz contigo Yukito, pero...es hora de seguir adelante y continuar con la vida.
Te deseo lo mejor, amigo mío. Había dicho con tono taciturno y un tanto helado, para después abrir la puerta, salir y no regresar jamás.

 

Yukitó entonces trató de correr y detenerlo, pero algo, su sexto sentido tal vez, le indicó que era mejor quedar ahí de pie. Pues su Touya se había ido con “ella” y todo estaba terminado entre ellos.

 

Se derrumbó entonces, llorando lágrimas que no terminaban de salir jamás.
Lágrimas donde su dolor iba impregnado de pena y desengaño.

 

=Fin Flash back=

 

-To-ya. Volvió a llorar el albino, después de haber recordado aquel fatídico momento.

 

-“Levántate”. Exclamó Yue en su interior. En un tono duro y orgulloso.
-No puedo. Suplicó Yukito, tratando vanamente de que sus lágrimas dejaran de fluir cual río salado.
-“Levántate Yukito, porque “ese” no merece que sufras así. Ese, que algún día nos amó y que con la misma intensidad nos traicionó. Levántate Yukito y acepta que todo terminó”. Fueron las sabias palabras de su Alter Ego y aunque doliera, Yukito reconoció que el ángel halado tenía la razón.

 

Con temblantes movimientos, cual cordero recién nacido, se puso de pie.
Su estilizada figura y sus ropas cubiertas de llanto, le recibieron entonces en un espejo no muy lejano.

 

Yukito reconoció la pena en sus siempre felices facciones. Fue entonces cuando comprendió que nada era mentira y que Touya, su To-ya, jamás regresaría.
El moreno le había dicho: “Amigo Mío” y fue así como el chico albino le dijo adiós al único ser sobre esa tierra, que le había robado el corazón.

 

Olvidar sería difícil, más aun cuando su vida la había consagrado explícitamente al joven Kinomoto.
Pero tenía que recordar que la “vida humana” se le había otorgado y con ello cientos o tal vez miles de congojas y alegrías.
Yukito tenía que continuar sin su Touya y desearle felicidad, al igual que el moreno se lo deseó a él.

 

-Adiós...amor mío. Se despidió el albino, cuando en un arranque de furia desmedida y posterior tristeza, destrozó todo rastro de aquel, su primer y tal vez único amor.
Pues para él el Amor, estaba prohibido y jamás creería de nuevo en él.

 

 

 

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Cd. de Tomoeda. Tres años después.
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         Como cualquier persona retraída en su mundo, caminaba con la vista introducida en uno de sus libros.
La elección de ese día: “Wars of the World”.
No era precisamente la selecta colección científica o matemática que solía leer en sus ratos libres, pero era bueno cambiar de lectura de vez en cuando. Sobre todo para él, cuyo pensamiento viajaba más rápido que el de cualquier otro mortal.

 

Cuando sintió que estaba frente a la tienda comercial que buscaba, de inmediato guardó su libro y se introdujo en el edificio que pronto lo recibió con cortesía.

 

El ascensor estaba repleto, pero como viajaba hasta el último piso, decidió aguardar su arribo con su siempre usual paciencia y abrir nuevamente el libro que con tanto interés leía.
Dos, tres, cuatro veces el ascensor se detuvo en pisos equivocados, más su sonrisa, cuando alguna persona ansiosa lo miraba, era la calma perfecta para cualquiera.

 

-Después de usted. Le sonrió a una joven mujer, cuando el ascensor por fin se detuvo en el piso correcto.

 

La mujer se sonrojó sin miramiento, pues el joven que cortés le cedía el paso, era realmente apuesto.

 

Él sonrió para si, comprobando que ese aire de “nobleza” jamás lo dejaría. Era lo único humano que se permitía conservar pese al pasado tormentoso que lo acosaba.

 

Volvió a guardar su libro y caminó hasta una puerta de cristal, donde al entrar una pequeña campanilla indicó su arribo.

 

-Bienvenido. ¿Desea alguna mesa?. Le indicó una cortés y atractiva muchacha. Cuyo uniforme azul le causó ternura.
-Muchas gracias, pero no por el momento. Deseo pasearme por ahí primero. Guiñó con cortesía y la chica se sonrojó con gravedad.

 

Sonriendo entonces por su incorregible exceso de amabilidad, decidió caminar entre los corredores y observar cual de los postres era el más apetecible.

 

Se encontraba en una inmensa repostería. Una que era asediada por jovencitas preparatorianas o parejas golosas, que ante la perspectiva de poder comer dulces, golosina y postres, invadían el último piso de aquel elegante edificio.

 

Se preguntó una vez más el por qué estaba ahí y solo supo responderse con una sonrisa, recordando que en realidad el dulce era su debilidad.

 

Con atención y sujetando sus finos anteojos, miró cada dulce que encontraba en el camino.
Amaba el pay de limón con queso, pero también el pastel de chocolate, zarzamora y piña.
La gelatina de leche era su favorita y el flan napolitano su perdición definitiva.
Debía escoger de entre toda la suculenta variedad de aperitivos, sin olvidar llevar una bolsa de galletas de vainilla y un pastel de cerezas.

 

Se lamió los labios con dulzura y cuando estaba a punto de tomar un mazapán de almendras, se topó con otra mano cuyo dueño al parecer pensaba igual que él.

 

-Oh, cuanto lo lamento. Inquirió la voz apenada de un muchacho, cuando miró que el llamativo dulce de la discordia había caído al piso.
-Es una lamentable pérdida sin duda. Asintió él alzando el dulce.-Pero nada que otro dulce no pueda remediar.

 

Su sonrisa fue imitada por el otro joven, quien hasta ese momento que le miraba a los ojos, se percató de que ya lo conocía.

 

-¿Eriol?. Murmuró con un tremendo nudo en la garganta. Por primera vez desde hacía muchos años, Yue saltaba de emoción en su interior.

 

El joven de blanca tez pero estilizada presencia enfocó sus anteojos y terminó asintiendo, al reconocer a la persona con la que se había topado sin querer.

 

-Pero que bonita sorpresa nos muestra la vida, ¿no crees?.
-Si. Eso parece. Medió sonrió el joven alvino, tratando de que Yue controlara sus ansias locas de revelarse en público.
-Mi buen Yukito Tsukishiro. Que agradable es volver a verte después de tantos años. ¿No te parece?.

 

Los enigmáticos ojos índigo del peliazul brillaron con viva emoción al observar la muy diferente silueta de Yukito.
El muchacho había cambiado bastante y a pesar de que continuaba conservando su delgadez, intuyó que los rasgos cansados y la sombra en sus regularmente chispeantes ojos castaños, tenían un por qué.

 

-Al parecer continúas yendo al ataque de las golosinas.
-Si. A veces. Admitió el alvino sonriendo con más confianza. La impresión de haberse topado al peliazul precisamente en ese lugar, había sido mucha.-Cuando tengo días de descanso vengo aquí y paso un rato.
-Un especial lugar sin duda alguna. Lleno de dulces aromas.

 

Yukito rió, sintiendo que Yue también lo hacía en su interior.
Cuánto había extrañado el ser mágico esa voz, aunque Eriol Hiragizawa se obstinaba en decir que ya no era un mago.

 

Era difícil pasar desapercibida el aura mágica que el peliazul llevaba siempre consigo.
Resultaba extraño no compararlo con el mago que en otra vida había sido; simplemente porque ambos, mago y reencarnación, sonreían tanto y tan humanamente que no podía evitarse compararlos.

 

-¿Y tú que haces aquí?. Se arriesgó el albino a cuestionar. ¿O sería Yue?. Ya no sabía cual de tantas emociones encontradas era suya.
-Bueno. Acabo de llegar hace unos días y me dijeron que este lugar era bastante alegre si deseaba comprar dulces. Y aquí entre nos. Señaló acercándose a su compañero.-Después de perder las “cartas” no me atrevo a hacer una que haga dulces. Prefiero comprarlos.

 

Y rió, como si lo expuesto hubiera sido una broma extraordinaria.

 

Yukito no supo que hacer pero sin ser descortés sonrió a la “gracia”.

 

-Pero bueno, tú estabas eligiendo. Te dejaré que prosigas y tal vez y si tienes tiempo, podamos conversar un poco.
-Por supuesto. Me encantaría saber de ti.

 

Cuando Eriol hubo regresado a Londres, Yue había sido el único que había visto y escuchado el veredicto del anterior mago.
Sin embargo y desde hacía unos años, el ente mágico que había preferido dormir, compartía con Yukito los recuerdos y sensaciones de toda una vida al lado de Clow y Sakura. Emociones que al parecer se habían convertido en suyas pues el ángel y él eran uno.

 

Decir en ese momento que le alegraba ver a Eriol de regreso, sería expresar cosas que no podía asimilar como suyas, pero que sin embargo le embargaban con demasiada gracia y misticismo.
Le agradaba ver que el tiempo había sido favorecedor en el muchacho, que a escasos veintitantos, lucía tan esplendorosamente encantador como ni en sus años mozos lo había hecho.
Su cabello alguna vez corto y refinado, descansaba en su espalda bajo la protección de una coleta sencilla y corta. Lo suficiente para no parecer un rebelde sin causa.
Pero Eriol Hiragizawa jamás podría parecer eso, pues la innata elegancia en sus movimientos, en su lenguaje, en sus gestos y hasta en la manera de vestir, hacían de él una persona a la cual debía admirarse a toda costa.

 

-Bien, toma asiento por favor. Ordenaremos desde aquí.

 

El albino se asombró al mirarse envuelto en la candidez del inglés, quien le cedía con total educación una silla frente a una acogedora mesa junto al ventanal.
Una ubicación que miró magnífica, después de salir de su asombro.

 

-Luces un poco contrariado, Yukito. ¿Te sientes bien?. Fue la cuestión del educado muchacho, después de pedirle a la mesera un par de tazas de chocolate para empezar.
-Oh…si, si, claro que me siento bien, solo que estoy….asombrado. Perplejo, sería la verdadera palabra que busco.

 

Eriol sonrió, con esa gracia que solo él poseía.

 

-Mi querido Yukito, siempre tan encantadoramente expresivo. Me alegra saber que estos años te han provisto de mucha más madurez emocional. Y ya sabes a lo que me refiero. Agregó, dándole a la frase una connotación misteriosa.
-Si. Yue y yo nos hemos…adaptado bien. Asintió el albino, procurando hablar despacio y sin tropiezos.
-Es bueno escucharlo. Mi pobre Yue necesita mucha comprensión. Una que solo tú podías darle.
-Pero somos…
-Uno, lo sé. Sonrió el peliazul con gracia.-Pero al mismo tiempo dos personas totalmente diferentes y opuestas, que se necesitan para complementarse a la perfección.
Tú eres la expresión que Yue no puede mostrar y él es la aguerrida parte que necesitas para actuar y pensar con claridad. Dos posiciones bastante asombrosas que la mayoría de los humanos matarían por tener.

 

Y ahí estaba, el filosófico ex mago hablando con maestría.
Aunque Eriol lo negara, jamás dejaría de ser Clow.

 

-Eres muy observador.
-Gajes de mi oficio solamente. Restémosle por el momento importancia a mi vida y hablemos de ti. ¿Cómo has estado?.

 

Cuando esa pregunta fue pronunciada, Yukito sintió que se quebraba un poco por dentro.
Durante esos años había estado evitando hacerse la misma cuestión, pero había llegado el momento para responderla.
No se puede evadir por siempre la realidad.

 

-Mal. Susurró, bajando el rostro completamente.

 

Eriol despidió a la camarera que amablemente les había llevado su orden, para después mirar la figura inmóvil de su compañero.
Lucía realmente cansado y aunque sus anteojos podían hacerle resaltar sus hermosos rasgos, no bastaban para devolverle esa jovialidad de antaño.

 

-¿Qué sucedió contigo, Yukito?. Cuando te dejé eras la persona más feliz del mundo. ¿Qué te ocurrió para que ahora sea la más infeliz de todas?.

 

Siempre refinado, directo y al blanco. Esa era la manera de hablar de Eriol.
El albino sonrió un momento para después hablar lo que durante años había tratado de reprimir con ayuda de Yue, el cual, accedió a dejarle el paso a los sentimientos de su alter ego.
El inglés escuchó entonces durante hora y media todo el sufrimiento que Yukito llevaba dentro.
Todas sus dudas, sus frustraciones, sus dolores.
Todas la preguntas que jamás tendrían respuesta alguna.
Escuchó sobre la traición de Touya y el cómo él se fue consumiendo poco a poco hasta negarse casi la existencia.
Pero Yue lo había mantenido en pie, a pesar de que el ente mágico habría podido tomar su figura en ese mundo.
Pero el ángel no lo había hecho, pues a pesar de que también se había enamorado del estoico Touya Kinomoto, había permitido que Yukito viviera y enfrentara la vida como un humano cualquiera.
De ello casi cuatro años y cada momento su rutina se había hecho palpable.

 

Había dejado el trabajo en el restaurante, para buscar otro dónde las pesadumbres humanas lo obligaran a enfrascarse en la labor para no pensar en nada, consiguiendo un puesto en una respetable línea de restaurantes de comida rápida.
Era el gerente y como la palabra rápida lo indicaba, a veces no tenía tiempo ni de pensar en sí mismo.

 

La vida del antes apacible Yukito Tsukishiro se había transformado totalmente para darle paso a la indiferencia pura.
La sonrisa del albino casi nunca aparecía y sus dulces frases habían terminado por extinguirse por completo, siendo utilizadas solamente en momentos necesarios.
Su amabilidad había dado paso al abatimiento y a la depresión, la cual se mantenía pendiendo de un hilo con la posibilidad de caer para siempre.

 

Eriol supo que al alter ego de su preciado Yue le había costado mucho trabajo salir adelante después de que Touya lo dejara, y él lo comprendió, porque su único deseo tras haberlo abandonado en Tokio, había sido que él y Yue fueran terriblemente felices con su nuevo amor. Cosa que al parecer no había funcionado.

 

Cuando el relato de Yukito finalizó, el peliazul guardó un momento de silencio, esperando con ello que su solidaridad con el luto en el alma del albino se viera solidificado.

 

-No sabes cómo lamento escuchar todo esto, Yukito. Habló, cuando supuso que el tiempo de silencio había sido el necesario.-Créeme que de haber sabido lo que te ocurriría, jamás habría permitido que ni tú ni Yue se quedaran aquí.
-Pero ocurrió. Murmuró el albino sin comprender el reclamo.-Y nada puede hacerse ya al respecto, solo…seguir.

 

Mucha razón tenía el antes sonriente muchacho, pues las heridas solo cicatrizan siguiendo adelante con la vida.
El inglés bebió un poco más de su taza ya fría y le dedicó unos momentos a degustar la exquisita esencia que el recipiente contenía.
Amaba disfrutar cada momento y segundo de su vida, así como de vivir su existencia con total parsimonia y lentitud.
Solo se vivía una vez y aunque él había tenido la gracia de reencarnar en Eriol Hiragizawa, no tenía la certeza de que lo volvería a hacer. Por ello trataba de que toda su existencia fuera disfrutada lo mayormente posible. De esa manera lo recordaría siempre.

 

-A veces las cosas no salen como uno lo contempla. Mi intención no era encontrarte, pero al parecer el escurridizo destino así lo ha planeado.
-Si, eso parece. Mencionó el albino, con muy pocos deseos de comer o hablar algo. Después de exponer todo lo que durante tres años se había guardado, estaba exhausto.
-Y otras. Prosiguió el peliazul como si Yukito no hubiera hablado.-Hay cosas que debemos enfrentar para salir adelante. Touya fue un imbésil total y jamás le perdonaré lo que te ha hecho.

 

Con poca energía el albino elevó el rostro para encontrarse con las duras facciones de un usualmente gentil Eriol, el cual continuaba bebiendo de su taza, pero con una lentitud tan marcada que le causó calosfríos.
Ese determinismo y seriedad, solamente podía utilizarlas cuando algo muy serio se había presentado en su camino.
Si bien lo sabía por los recuerdos de Yue y por la sensación que esa imagen le hizo experimentar, no era lo mismo mirarla tan claramente.

 

-No necesito que me defiendas. Yo…he sabido seguir sin él. Alentó, procurando mostrar la fortaleza que durante esos años había ganado.
-Lo sé, lo sé mi querido Yukito. Sonrió el más joven, pero aun así sus ojos azules no dejaron de mostrar la oscuridad de una idea macabra.-Te has vuelto muy fuerte y eso me llena de absoluto gozo, pero…siempre hay cosas pendientes que necesitan ser resueltas.

 

Yukito no entendió nada pero el determinismo en el ojiazul lo desconcertó un poco.

 

-Yo…debo irme. Me…me dio mucho gusto haberte…encontrado. Señaló el albino, decidido a pensar con mayor detenimiento su casual encuentro con Eriol.
-Seguro. Ha sido un largo día para ti. Me ha gustado verte, Yukito. Sonrió el muchacho, cambiando radicalmente el aura oscura que de pronto se había cernido en él.
-Aja. Sonrió con esfuerzo el aludido, incorporándose de aquella encantadora mesa que no había sido, a su parecer, muy bien aprovechada.

 

-Espero verte de nuevo. Apuntó el inglés, incorporándose también de su asiento como muestra de cortesía.
-Si, yo también lo espero. Ha sido muy…grato encontrarte.

 

Antes de que otra cosa sucediera Yukito se retiró del lugar, pendiente de no voltear atrás.
El imán que Yue tenía para con Eriol era increíble, tanto que no estuvo seguro de poder contenerlo.
Las ansias locas del ángel por reencontrarse con el inglés eran asfixiantes, tanto como habían sido las suyas, siempre que se mencionaba a Touya.

 

-To-ya. Murmuró, sabiendo que cada noche en sus sueños el muchacho acudía a él y le susurraba palabras calmas que extinguían su dolor, incluso le confesaban que la cruel realidad no era más que una pesadilla y que él jamás lo dejaría.

 

Pero la verdad lo asaltaba cuando abría los ojos nuevamente y en lugar de encontrarse abrazado al de cabellos negros, se encontraba aferrado a una de las camisas olvidadas por el moreno.
Y aunque habría querido ser tan fuerte como se lo había dicho a Eriol, la realidad era otra. Lloraba, lloraba todas las noches y las mañanas, porque aun y a pesar de los años no podía olvidar al muchacho que se había llevado su vida, su corazón y sus sueños y que no podía olvidar tan fácilmente.

 

Yukito era una conmoción total de sentimientos que no lograban calmarse hasta que este realmente lo necesitaba para comenzar su día de una manera apesadumbrada y depresiva.

 

Así era su rutina y a pesar de ello no había tenido el valor de confesarse así mismo que no había superado lo de Touya y que aun continuaba con la esperanza de que este regresaría.

 

Al llegar a casa, esa dónde había compartido innumerables momentos felices al lado de su To-ya, caminó hacia la habitación y sin desear hacer algo más se dejó caer en la cama. También la misma en la que varias noches había mirado el amor entre el morocho y él. Un amor que se había ido a la basura pero no al olvido.

 

-To-ya. Volvió a pronunciar con dolor, aferrándose a la vieja camisa que todas las noches lo acompañaba en su terrible soledad, memorándole momentos de deliciosa felicidad.-Te extraño To-ya, te necesito. ¿Por qué te fuiste?. ¿Por qué me dejaste?. Cuestionó, sabiendo que al igual que siempre no conseguiría las respuestas deseadas.

 

A veces pensaba que lo mejor sería dejarse morir y olvidar, pero la muchacha en la que se había convertido Sakura, no se lo permitía.
La chica le profesaba un enorme cariño incomparable, pero no el que su desgarrada alma necesitaba para sanar.
Solo por ella y tal vez por el empecinamiento de Yue era que continuaba con vida. Pero a su parecer solo respiraba, pues su vida se había ido también con Touya.

 

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Hacía mucho tiempo que no utilizaba esa posición.
Hacía mucho tiempo que no pensaba siquiera en sentarse en ese viejo sillón rojo que lo acompañaba a todas partes y desear, con ese simple gesto humano que era tomar asiento, no pensar realmente en todo lo que tenía que meditar.

 

Había regresado de Inglaterra solamente para cerrar unos cuantos negocios de su padre y para serse franco, no pensaba buscar ni a Sakura ni a sus guardianes. Todo lo que había tenido que ver con la cazadora de cartas había desaparecido y sus únicas obligaciones residían en las que su nueva vida le había regalado.
No deseaba más, nada. Vivía estable, feliz, pero como lo había dicho esa tarde: el caprichoso destino continuaba jugando con él y no podía negarse a atenderle, no después de haber visto a su querido Yukito en aquel deplorable estado.

 

Su pasión por la vida era mucha, pero lo era más con aquellas personas que habían compartido con él mucho más que una compañía.
Ahí se encontraban Nakuru y Spinel, los dos guardianes que había tenido que crear por cuestiones que salían de su jurisdicción pero que se habían convertido en sus mejores compañeros y amigos.
El guardián de figura femenina se dedicaba a velar aun por su seguridad, pero al igual que un humano, buscaba su felicidad.
El libre albedrío era lo que les había concedido a sus guardianes y en esos momentos de paz, lo tenían.
Ambos se habían quedado en Londres a pesar de que habían insistido en acompañarle. Así lo había dispuesto él pues no deseaba que ninguno de los dos volviera a encontrarse con el pasado.
Kaho Mizuki, la encantadora mujer pelirroja y fiel seguidora se había al final asentado en una bella villa Inglesa, dónde impartía clases en un prestigiado colegio de señoritas que acrecentaba sus conocimientos pedagógicos.
Aun mantenían contacto, ambos se habían vuelto muy amigos, pero lamentablemente él jamás habría podido corresponder a los sentimientos que de apoco habían nacido en la mujer.
Solo una amistad y nada más. Solo eso, pues él era un solitario por naturaleza.

 

Suspiró, odiaba perderse demasiado en sus memorias, pero no podía evitar hacerlo cuando una de ellas regresaba, tan nítida y hermosa como en el pasado.
Yukito o Yue, se encontraba en graves problemas y no sería un buen amigo y ser humanos sino se preocupara por él.

 

Yue, su hermoso ángel de alas blancas había sido lo más precioso que la vida le había concedido para si.
Le había sido terriblemente difícil dejarle ir aquel día, dónde se había presentado ante él reclamando su presencia nuevamente.
Habría dado sus dos vidas enteras por haber accedido a lo que el bello guardián le pedía. Lo habría dado todo, pero su único deseo había sido que fuera feliz y cómo su felicidad se encontraba al lado de Touya Kinomoto, simplemente lo había dejado ir.
Pero ahora todo era diferente. Touya, la persona que había creído sería la cura para su ángel, lo había abandonado y ambos: guardián y hombre se encontraban devastados ante tal maldad.
Sus bellos ángeles no se merecían sufrir así.

 

Abrió los ojos tras horas de meditación y se encontró con las llamas de la chimenea, repiqueteando con osadía.

 

-Mi magia ya no es suficiente para curarles. Pronunció, mirando la mano que sujetaba un pequeño báculo en forma de llave.-Ya no está en mí poder ayudarles con mi magia. Ustedes ya no me pertenecen.
Y no sabía que era más frustrante, saberse completamente amarrado de pies y manos para ayudar a quien deseaba, o comprender que Yue y su alter ego ya nada tenían que ver con él.

 

Había preservado su báculo sagrado a pesar de que ya no le necesitaba. Lo había hecho por si algún día algo pudiera suscitarse, pero al parecer nada de eso había pasado.
La calma del mundo habitual lo había obligado a sumergirse en su papel de humano y a relegar un poco las artes mágicas que en su vida pasada habían sido su fascinación.
Pero al parecer debía volver a utilizarlas, con un último fin y tal vez el más valioso. Curar las heridas de un noble corazón lastimado.

 

Repentinamente el ventanal abrirse le sacó de concentración, pero a pesar de ello no tuvo que mirar para saber quien había ido a visitarle.
Sonrió. Al fin se enfrentarían cara a cara.

 

-Pensé que esta casa había sido destruida. Murmuró aquel que había hecho acto de presencia.
-Lo fue. Pero a veces me gusta jugar con la materia. Respondió Eriol sin inmutarse siquiera.

 

El invitado recorrió con la mirada el lugar.
Nada había cambiado, la casa, aquella ilusión continuaba siendo la misma que recordaba haber conocido hacía unos años, cuando había aparecido para pedirle a Clow que lo llevara con él.

 

-¿A qué has venido, Yue?. Pensé que no te aparecías más sin el consentimiento de Yukito.
-No lo hice. Él sabe que yo…
-¿Olvidas a caso que yo soy un mago?.

 

La criatura mágica asintió. Por un momento había pretendido excusarse con su antiguo dueño, pero mago siempre sería.

 

-Yo…no quise importunarle.
-Nunca lo harías, Yue. Jamás.

 

El ángel había esperado largas horas para poder apropiarse del dormido cuerpo de Yukito para tomar su original forma.
Había saltado de gozo cuando su forma humana y Eriol se habían encontrado y había tratado inútilmente de presentarse ante el muchacho, pero la voluntad de Yukito se lo había impedido.
En esos momentos, cuando había recorrido media ciudad en busca del peliazul, no pudo hacer nada más que acercarse a él y arrojarse a su regazo. En una forma de sumisión y amor que solo él poseía.

 

-Lo extrañé tanto, tanto. Murmuró la mágica figura, importándole muy poco dejar de lado su pose estoica y poco emotiva.-Yo sabía que regresaría cuando supiera que él…Yukito sufría.
-No regresé por eso, Yue. Mis motivos no tuvieron nada que ver con Yukito y su sufrimiento. Añadió Eriol, vencido por la tentación de acariciar los blancos y brillantes cabellos del guardián de la luna.
-Pero está aquí. Aseguró Yue con fervor.-Está aquí y es todo lo que necesito. Es todo.
-Yue. Aquella vez te dije que yo no soy Clow. ¿Lo recuerdas?.

 

La criatura halada asintió, aferrándose aun más al regazo del muchacho que no impidió el acercamiento.

 

-Soy una nueva persona, Yue. Una persona con recuerdos de su vida pasada y con la magia que alguna vez poseí. No soy el mago que tú esperabas y jamás lo seré.
-¡No me importa!. Gritó el guardián, mirando las azules pupilas de Eriol.- Con que usted esté vivo, me es más que suficiente.
No tiene idea….no tienes idea de todo lo que sufrí con tú ausencia, Eriol.

 

Era la primera vez que Yue lo llamaba por su nombre actual y eso le hizo sonreír con ternura.
El ángel estaba comprendiendo que el muchacho que abrazaba era una persona independiente del recuerdo de Clow.

 

-Yo solo quería lo mejor para ustedes.
-¡Pero Yukito es un tonto!. Se exaltó el guardián regresando al regazo del muchacho.-Si él no se hubiera obstinado en amar a Touya, ahora no estaríamos sufriendo.
-Pero si tu parte humana no se hubiera enamorado del joven Kinomoto, tú jamás habrías comprendido lo que Clow te trató de explicar, Yue.

 

El aludido volvió a mirar a Eriol, quien con suave tacto acarició las pálidas mejillas del guardián.

 

-¿Qué es lo que quiso enseñarme el amo Clow?
-Que el amor humano es tan maravilloso que es capaz de realizar maravillas cuando lo desea.
-Pero duele. Duele mucho. Pronunció, con un dejo de tristeza que hasta al mago enterneció.
-Si, duele, pero es el más maravilloso de los dolores que pueda existir.
-Pues yo no necesitaba de eso. Yo no necesitaba saberlo. Aclaró Yue tras aferrarse al cuello del muchacho.
-¿Por qué?. Cuestionó el inglés sabiendo de ante mano la respuesta.
-Porque yo siempre lo amé a usted, amo Clow.
-Yue…
-Y cuando lo miré de nuevo, cuando se presentó ante nosotros con esta nueva apariencia yo…lo amé aun más.

 

Eriol no le permitió a Yue besarlo, como este lo habría deseado, sino que le permitió que se abrazara a su cuerpo a modo de protección.

 

El joven mago acarició una y otra vez los largos cabellos blancos de su antiguo guardián, el cual reposaba tranquilamente a su lado, en el pequeño sofá que había presenciado dos vidas.
Eriol tenía conocimiento de ese amor que Yue le había profesado a Clow, pero desconocía el que decía tenerle a él.
Él sabía, por la fuerte magia que poseía, que Yue, guardián de la luna se había enamorado también de Touya y que había sufrido mucho al perderle.
Ahora, con su nueva aparición las cosas se complicaban un poco, pues el guardián aspiraba a cosas que tampoco había contemplado, mientras que su parte humana, Yukito, continuaba sufriendo por un amor dañino.

 

¿Qué cosas le deparaba aun el juguetón destino?.
Ya lo comprobaría después.

 

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Cuando Yukito despertó, supo, por el olor a almendra, que no estaba en su casa.
Se incorporó poco a poco de la abrigadora cama y miró a su alrededor.
Una habitación amplia y de largos ventanales le daba los buenos días, especialmente después de la noche de llanto que había tenido.
Podía sentir los ojos hinchados, como todas las mañanas, pero el hecho de no encontrarse en su cama lo asustó un poco.

 

Se levantó y caminó alrededor de la habitación. Definitivamente por las hermosas maderas y decorados, no estaba en su casa. ¿Estaría nuevamente soñando?.

 

-Pensé que aun te iba a encontrar dormido. Muy buenos días.

 

La voz a su espalda lo exaltó un poco pero cuando miró de quien se trataba, se relajó completamente.

 

-¿Cómo llegue aquí?.
-Bueno, eso es algo que debes discutir contigo mismo. Indicó el joven de gafas y cabello azul, quien llevaba una charola de plata en las manos.
-Oh, lo volví a hacer, ¿no es así?.

 

Eriol depositó la charola en una mesita al fondo de la habituación, después miró sonriente a Yukito.

 

-Digamos que Yue estaba impaciente por verme.

 

El albino no podía saber el por qué Eriol sonreía tanto, pero aun así le agradó mirar al menos que el ambiente era cálido.

 

-Vamos, ven a desayunar. Te he preparado té de Jazmín. Mi madre decía que es bueno para recuperar la fe y la confianza.

 

Yukito sonrió al significado de tan lindo nombre, por lo que aceptando la taza humeante que le cedían, probó un poco de tan exquisito líquido.

 

-Delicioso. Sonrió el albino, sabiendo que si no recuperaba la fe y la confianza, al menos se recuperaría de su extraña noche.

 

Eriol tomó asiento en una de las sillas junto a la mesita y se dedicó a mirar al muchacho que lo imitó minutos más tarde.
Yukito era un chico muy bello, pero había tenido la desgracia de probar los sinsabores de la vida de la manera más cruel.

 

Ningún humano estaba exento al dolor y eso muy a su pesar, hasta él lo había sufrido. No solo una sino dos veces.
En ocasiones lo malo de haber reencarnado, era recordar cosas que prefería no saber.

 

-Entonces, ¿cómo llegué hasta aquí?.

 

La pregunta de Yukito lo regresó al presente. Sonrió apenas sentirse lejos de sus pensamientos.

 

-Digamos que anoche, Yue me visitó. No tuve corazón para mandarlo a tú casa. Por eso despertaste aquí. Respondió el peliazul, tomando un poco de ese té que había preparado especialmente para su invitado.
-Oh, ya veo. Suspiró el albino con cierto pesar.-Pensé que no volvería a salir sin decírmelo.
-Fue algo que no pudo controlar, como te dije hace un momento, él deseaba verme.
-¿Y de que hablaron?. Se interesó el de ojos castaños, esperando no sonar impertinente. Pero realmente deseaba saber lo que la reencarnación del mago más poderoso del mundo y su alter ego habían conversado.
Él sabía que Yue jamás le permitiría conocer esa información.

 

Eriol miró con cierta ternura a su invitado. Realmente eran muy diferentes los dos entes que compartían un cuerpo.
Pero realmente bellos y sensibles, como nada en el mundo.

 

-Hablamos del pasado y también de ti. Confirmó. No iba a mentirle.
-¿De mi?.
-Si. ¿Por qué te extrañas?. Pareciera que realmente no lo hubieras deseado.

 

Y así era. Habría preferido que su otro yo no lo mencionara.

 

-Lo que sucede es que…no sé realmente que es lo que pudiste hablar con Yue. No hay muchos temas que  puedan abordarse cuando ya sabes todo de mi. Musitó, bajando un poco la vista a sus piernas.

 

-Siempre tan consolador, Yukito. Pero definitivamente hablamos cosas importantes, tanto para él como para ti.
-¿Qué cosas?.
-Veo que no te disuadiré tan fácilmente, ¿verdad?.

 

Las pálidas mejillas del albino tomaron un color rosa con la oración del inglés, el cual se deleitó un poco con ese inusual acontecimiento.

 

-Bien, te lo diré entonces. Resolvió el mago, reclinándose en la silla tal y cual era su costumbre.

 

Yukito asintió, poniendo total atención en el relato que seguía.
Estaba seguro que si él había sido mencionado no era por algo sano.

 

-Él está preocupado por ti, Yukito.
-¿Yue?. Exclamó mitad sorprendido, mitad dubitativo.
-Así es. Aunque no lo creas él está preocupado por ti. Dice que aun sigues llorando a Touya.

 

El nombre del mayor de los Kinomotos fue pronunciado con mucha suavidad pero aun así Yukito experimentó un escalofrío recorrerle todo el cuerpo.
¿Por qué Yue le revelaba esas cosas a Eriol?.

 

-¿Eso es verdad?. Preguntó el inglés aunque ya sabía la respuesta.
-Si. Asintió el aludido muy bajito.-Pero él no tenía porqué decirte…
-Lo hizo porque yo se lo pedí. Además me preocupo por ustedes.

 

La firmeza, el coraje, la protección que los ojos azules del inglés mostraron en su oración resultaron total sorpresa para el albino, quien suspiró hondo para no temblar de extrañeza.

 

-No…tienes porque preocuparte. Nosotros sabemos cuidarnos bien.
-Y no lo dudo. Pero a veces es bueno pedir ayuda, Yukito. Tres años llorando el amor que se fue no es sano para nadie. Mucho menos cuando te miras al espejo y lo único que quieres es morirte.

 

Yukito cerró los ojos. No deseaba saber más de esa conversación. Yue había revelado todos sus secretos y eso no se lo perdonaría. No importaba que compartieran el mismo cuerpo.

 

-Se que estas enfadado con Yue, pero te lo repito, él está preocupado por ti. No desea que te martirices más.
-¿Entonces por qué no acaba él mismo con mi sufrimiento?. ¿Por qué no me reemplaza aquí en la tierra y fin de todo?. No lo comprendo. Debatió el muchacho, mirando con rabia y tristeza al de ojos azules.

 

Eriol entonces se acercó y tomó la mano de Yukito, el cual reprimió un sollozo.

 

-Yo sé que a veces deseas desaparecer, Yukito, pero sabes que eso no remediaría nada.
-Al menos ya no sentiría. Agregó entrecortadamente.
-Si, tienes razón. Sonrió el inglés pasándole un pañuelo a su invitado.-Pero te perderías de cosas maravillosas que aun existen a tú alrededor y no has querido ver.
-No entiendo. Gimió el albino, retirándose los anteojos para secar sus ojos llorosos.
-Ya lo entenderás a su debido tiempo, por el momento lo único que te pido es que sigas viviendo. Verás que cada segundo de tú vida es un recuerdo realmente hermoso. Aunque hayas sufrido el más grande de los daños.

 

Yukito no sabía que era lo que Eriol Hiragizawa tenía en su sonrisa que todo lo solucionaba.
Con él, apoyándolo en ese momento, cuando jamás en la niñez del inglés se habían tratado, todo parecía más llevadero.
Él sabía que Yue confiaba plenamente en Eriol y quiso, por primera vez en tres dolorosos años, confiar en alguien.
Tal vez de esa manera, las cosas serían más llevaderas.
Eso lo quería Yue y también, muy en el fondo, él mismo.

 

 

Continuará…

 

Yo quería un solo chap pero al parecer me ha salido muy largo.
Una pequeña espinita más que deseo quitarme.
Dedicado a los recuerdos y al amor.
Gracias por leerme y seguirme.

 

Nota: Los ojos de Touya en el manga son azules, así que en eso me baso para su descripción ^^
KLF

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