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No Junjou na Kanjou por Pananmaca

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Notas del fanfic:

Me inspiré para escribirlo en una de mis canciones favoritas de Siam Shade, "1/3 No Junjou na Kanjou", y cuando me decidí por participar en la convocatoria no me podía sacar de la cabeza que la letra le venía como anillo al dedo, y pues surgió esta cosa media rara(??') La verdad me hubiese gustado que fuese más extenso, pero tal y como me dijeron un par de amigas lo escribiría corriendo los últimos días, y así fue :'V Realmente espero que les guste, porque a pesar de todo quedé satisfecha con el resultado. Aquí les dejo el link de la canción por si la quieren escuchar mientras leen https://www.youtube.com/watch?v=qCztoIX3qnQ En algunas partes del shot quizás salga la letra desordenada y con traducciones de distintas fuentes para cada parte, ya que puse la que más iba acomodando con el escrito. Al final hay un pedacito algo subido de tono, aviso por si las moscas... no es porno escrito ni nada(??')

Eso, espero y disfruten de la lectura~ ¡Y feliz tercer día del Hikari Month! ♥'

Notas del capitulo:

Los personajes le pertenecen a Tadatoshi Fujimaki, yo sólo los ocupo para darle amor al Fandom~ Pido disculpas por cualquier dedazo o falta ortográfica.

Sentía la suave brisa otoñal rozándole gentilmente las mejillas, los aún cálidos rayos de sol de media tarde le mantenían a una agradable temperatura corporal; le gustaría quedarse así por siempre. Nada mejor que saltarse los entrenamientos. Pero como suelen decir, lo bueno no dura para siempre y con él no iba a ser la excepción.

— ¡Dai-chan! ¿Hasta cuándo piensas estar holgazaneando aquí arriba?—se removió inquieto, y al abrir sus azules ojos se encontró con dos enormes cosas que le tapaban la luz; detrás de ellos el enfurruñado rostro de Satsuki.

—No molestes—murmuró molesto mientras se ponía de medio lado y le daba la espalda. El perezoso bostezo que intentó dar fue interrumpido por un suave, pero no menos doloroso, puntapié en la espalda baja.

— ¡¿Qué te pasa?!—se sentó y se sobó la zona afectada; jodida chica y jodidos zapatos duros. La pelirrosa le miraba desde arriba con el ceño fruncido, los brazos a modo de jarra y los mofletes inflados. No pasó ni un minuto para que diera paso a un suspiro y relajara su postura, ¿por qué tenían que ser tan raras?

—Bien, haz lo que quieras, pero no te quejes cuando Seirin te humille de nuevo en el campamento de entrenamiento que tendremos la próxima semana durante las vacaciones—sonrió triunfante al ver el rostro desfigurado del moreno al saber las buenas nuevas—. Oh, ¿acaso olvide decirte acerca de eso, Dai-chan~?

—Dame veinte minutos y bajo—se puso nuevamente de espaldas y cerró los ojos esperando a que la chica le dejase solo.

—Okay~, nos vemos al rato—dijo cantarinamente para dirigirse a las escaleras y bajar del techo. Había encontrado el punto de presión para Aomine y eso la dejó satisfecha, quizás lo tendría entrenando quince minutos, pero algo es algo y con eso era suficiente para él; al menos por ese día.

Observó el cielo incómodo, sin poder volver a dormir luego de haber escuchado nombrar a los ganadores de la pasada Winter Cup, y no es que les guardara rencor por haberlo derrotado, porque sí que fue doloroso, pero al mismo tiempo hicieron que su pasión por el Basket volviera y que pudiese divertirse una vez más a la hora de jugar al deporte que tanto amaba. Era culpa del idiota de cabello rojo. Era aquel extraño sentir que se posaba en su cuerpo cada vez que tenía a Kagami Taiga enfrente, al principio pensó que era porque había encontrado al rival que tanto buscaba en él, pero con el paso del tiempo se dio cuenta de que era mucho más que eso. Su respiración se aceleraba y sentía como un calorcillo desconocido lo recorría de la punta de los pies a la punta del cabello, sabía lo que era, después de romperse la cabeza negándolo se dejó estar al admitirlo, pero eso no significaba que lo fuese a decir en voz alta.

<< Ni siquiera soy capaz de decir que te amo, mi corazón. Las largas e insomnes noches susurran “Esto es el amor”, refiriéndose a mis sentimientos por ti. >>

Lo peor de todo es que no sabía cómo sobrellevarlo, lo desesperaba, era algo tan fuerte que sentía que le quemaba. Cuando se ponía a meditar en la intensidad de todo lo que le pasaba quedaba en blanco, se le hacía un nudo en la garganta y le dolía el pecho; no entendía cómo era posible querer tanto a alguien. Le fascinaba verlo sonreír, le gustaba molestarlo y ver sus reacciones, escuchar sus respuestas a los insultos que le lanzaba. Adoraba ver con la pasión que manejaba el balón.

Chasqueó la lengua intentando buscar alguna posición que le permitiera volver a dormir, o simplemente que le dejasen de pasar idioteces por la cabeza; y justo hoy había olvidado sus revistas en el salón de clases. Gruñó incontables minutos maldiciendo todo cuando por fin se rindió y decidió por ir a entrenar. En ese instante se arrepintió de haber mirado el firmamento; aquella bóveda arrebolada parecía burlarse de él al hacerlo acordarse del tigre de Seirin. Mierda.  

<<Aunque te amo tanto que me destroza, eso no lleva ni un tercio de mis sentimientos. >>

***

El rechinar de las zapatillas y el bote del esférico parecían ser los únicos componentes de su sinfonía, no había más para ellos. Ambos jugaban con una sonrisa tatuada en los labios e ignoraban completamente al resto de las cosas que los rodeaban. Sólo estaban los aros, el balón y sus ganas de seguir en aquella cancha.

<<Trayendo humedad a mi desnuda y seca piel como la lluvia de mediados de verano, tu sonrisa deslumbra. >>

Hasta que una irritada voz los interrumpió en medio de su ensoñación.

—Daiki, Taiga… sería genial si nos dejaran unirnos a ustedes—un escalofrío los recorrió a ambos al escuchar la fría voz del emperador de Rakuzan, ni hablar de la horrible sensación que los paralizó por un momento al sentir cómo los miraba—. No se preocupen, nada los apresura—una sonrisa peligrosa surcaba el rostro de Seijuurou.

—Lamentamos interrumpir el momento, pero vinimos aquí a jugar Basket, no a ver como se comen con la mirada mientras hacen como que entrenan, idiotas—y Hanamiya  Makoto hacía su aparición sólo como él puede. Ambos chicos se sonrojaron hasta las orejas entretanto algunos soltaban risillas ahogadas y unos pocos se carcajeaban sin pudor, como Kise y Takao.

El moreno sintió como se le revolvían los emparedados que había desayunado ante la situación, pensó que la semana pasaría sólo junto a los miembros de Seirin, pero ahí estaba toda la Kiseki, los Reyes Sin Corona y sus respectivos equipos, los únicos que faltaban eran los que se graduaban ese año ya que estaban a unos pasos de los exámenes de admisión. Pero no le molestó como pensó que lo haría; todo lo contrario. A lo lejos pudo ver como todos se divertían a su modo, y se sintió en paz porque supo que pertenecía ahí.

—Aomine-kun, por favor reacciona, estás asustando a los demás—sintió como le subía el alma a la garganta al sentir la voz de Kuroko tan cerca, pero antes de que pudiese reaccionar –o gritar- este ya se había ido a salvar a Nigou de las garras de Momoi. Pudo ver como todos se dividían en grupos al azar –todo patrocinado por Akashi- y también escuchó como Riko organizaba los partidos que se llevarían a cabo durante esa tarde.

—Oi Ahomine, nosotros somos los primeros—se estremeció al sentir aquel tibio roce en su brazo izquierdo, y cuando por fin tuvo la mirada despejada luego de recibir la pechera en la cara de una forma nada delicada, pudo ver aquella brillante sonrisa que le traía como idiota, aquella que le convencería de hacer cualquier cosa a ojos cerrados. Sintió como todo empezaba de nuevo y le siguió sintiendo como el corazón le latía desbocado en el pecho, con la adrenalina dispuesta para hacer todo lo que estuviese en sus manos dentro de aquel cuadrilátero de cemento para que fuese así por siempre; para poder apreciar aquella sonrisa aunque fuese un poquito más.

<<Al hablarme sin parar mi trémulo latir cambia en un suspiro mezclado con una suave fiebre. Dame sonrisas y días brillantes. >>

Los muchachos llegaron molidos al hotel en el que se hospedarían los seis días restantes, fue una buena jornada, pero la castaña de Seirin les exprimió todo lo que tenían como si estuviesen en la final de alguna copa, lo único que querían era bañarse e irse a la cama, sólo un “pequeño” problema los separaba de su cita con Morfeo.

—Lo sentimos mucho, mis chicas cometieron un error al tomar nota de las reservas y de todas las habitaciones que han pedido con dos camas falta una, que sería la matrimonial que ellas anotaron aquí, y lamentablemente no tenemos cómo cambiarla, estamos copados todas las vacaciones—decía la encargada pidiendo disculpas entre exageradas reverencias –a todos les recordó a alguien conocido- mientras les decía que pidiesen lo que fuera como compensación; definitivamente no quería perder a esos sustanciales clientes.

—No se preocupe, nosotros nos arreglaremos con lo que nos han guardado, no se preocupe—una sonrisa de Ikemen se instaló en el rostro del vocero de los pobres en todo ese enredo –alias Akashi- para poder calmar a los nerviosos dueños. Luego se dispuso finalmente a distribuir los cuartos en cuestión.

Lo primero que hicieron por decisión unánime fue asegurar una habitación en donde dormirían Satsuki y Riko para que estuvieran más cómodas, eso y que habían varías parejas esperando aprovechar la habitación de la discordia. Se marcaron, cortaron y doblaron papeles con los respectivos números de cada dormitorio y se introdujeron en la primera bolsa de plástico que tuvieron a mano. Aquello sería decidido por el destino y el más emocionado con todo eso era la zanahoria de Shutoku.

En una esquina, apartado del embrollo, se encontraba un Aomine cruzando los dedos y todo lo que se pudiese poner en pose para ganar por suerte y dar un paso más en su difícil situación; o tal vez no. De lo único de lo que estaba seguro es que necesitaba al chico cerca, no importaba que fuese estando espalda con espalda o que quizá alguno se viese obligado a dormir en el suelo; su presencia le brindaba fuerzas incluso si no podría llegar a decirle lo que sentía en algún momento.

<<Mientras más separados estamos, más me doy cuenta de cuanto te amo. Mientras más te anhelo, más dolorosa siento la distancia. >>

—Todavía puedo escuchar los gritos y lloriqueos de Kise por haber quedado con Kuroko, sin Kasamatsu aquí fácilmente le pudo haber tocado con Hanamiya por el intercambio de papeles que empezó Takao para quedar con Midorima—cristalinas gotas descendían por el trigeño pecho del pelirrojo mientras se terminaba de secar el cabello con una toalla pequeña—. ¿Aomine?—el pelirrojo se sentó en su borde de la cama haciendo que ésta se inclinara con el peso extra. Dejó de pensar racionalmente al sentir la respiración contraria sobre su rostro y destensó un par de músculos al sentir como se alejaba luego de que el chico comprobara que estaba dormido; era un maldito cobarde.

Escuchó atentamente cada una de las acciones de su compañero de cuarto mientras se terminaba de poner el pijama, y egoístamente se fue imaginando todo lo que estaba ocurriendo a sus espaldas. Luego de un rato escuchó el “click” de las luces y como aquel cuerpo de posaba de nuevo a su lado, pero esta vez bajo las colchas. Quiso haber sido un avestruz en ese momento, ya que la idea de enterrar la cabeza en la tierra se le hizo muy atractiva.

Al poco tiempo la respiración del ojirojo se acompasó e incluso juró haber oído un par de ronquidos, pensó que con el tigre durmiendo por fin podría pegar un poco el ojo, pero cambió de idea al sentir los fuertes brazos del Tigre envolviéndolo por la cintura. No era un jodido peluche. Estuvo a punto de gritarle un par de cosas, pero al mirar de reojo y verle tan tranquilo al dormir todas sus barreras se desplomaron un poco más por él. Suspiró y se rindió al calor que el cuerpo tras suyo le brindaba y quiso pensar que quizás Midorima tenía razón con todo eso de los astros y alineación de planetas. Cerró los ojos y se entregó al sueño más pacífico y feliz que había tenido en años.

<<Con tu sonrisa hasta la más fría de las congelantes noches es buena y puedo soportarla. >>

***

La semana pasó amenamente si se ignoraban los espartanos entrenamientos a los que fueron sometidos. Era el último día y después de un par de juegos recibieron como compensación el resto de la tarde libre. En esos momentos sentía sus entrañas hervir, pero no de manera agradable como le hubiese gustado. La razón de su enojo era aquella escena con la que se había topado luego de echarse una siesta en el césped. Taiga estaba conversando amenamente con el Corazón de Acero de Seirin, pero no era sólo eso, estaban jodidamente cerca y Kagami tenía un adorable rojo carmín pintándole la cara; arrebol que para el dolor de  su pecho no era por él. Putos celos. Su parte racional le decía que lo dejara pasar, que por más que lo deseara él y Taiga no eran nada y no tenía ningún derecho en las cosas que hacía, pero venga, todos sabían que era de todos menos racional y ni se dio cuenta cuando ya había tomado al pelirrojo de la muñeca y lo había llevado a un bosque cercano. En ese momento no supo interpretar la sonrisa que se estampó en la cara de Kiyoshi al ver su ataque de posesividad.

—Oye, ¿qué te pasa?—estaba furioso, no tenía que mirarlo o escucharlo para saberlo, sólo el aura que desprendía lo hacía temblar, pero como dice el dicho –o algo así- lo hecho, hecho está y ahora que ya se había dejado en evidencia no tenía más que hacer que seguir adelante con todo eso—. Aomine, te estoy hablando… ¡Suéltame!—se soltó bruscamente de su agarre y al darse vuelta pudo ver como se sobaba levemente la zona afectada, y no supo qué le dolió más, el haberle hecho daño, o esa miraba furibunda que le estaba dando y que le calaba hasta los huesos.

<<No te pongas de golpe indiferente, porque podemos sobrellevar lo que se nos ponga en el camino. >>

—Yo…—las palabras se le quedaron a media garganta y se odió por no ser lo suficientemente valiente para soltarlo todo de una. Pero tenía que hacer algo, y rápido antes de que Kagami se aburriera y se largara del lugar, además podría ser la última oportunidad que se le presentara para decirle al Tigre cómo se sentía, y definitivamente no quería perderla por ser tan lento.

— ¿Tú qué?—le preguntó con voz áspera y agria. Se le estaba acabando la paciencia con el moreno y su actitud sólo estaba haciendo que se enojara más—. No sé qué te pasa, y no puedo ayudarte sino me lo dices, pero independiente de eso no tienes ningún derecho para haber reaccionado de esa forma, si Kiyoshi-senpai está enojado para cuando vuelva sería poco.

— ¿Eso es lo único que te importa?, ¿lo qué puede llegar a pensar tu Senpai?—preguntó irritado y marcando con ironía la última palabra.

— ¿Qué?—preguntó descolocado, pero luego de procesar un poco las palabras del chico en frente suyo, una pequeña corazonada sobre lo que le podía ocurrir al peliazul hizo que le flaquearan un poco las piernas, pero aun así se mostró firme y enojado—. Y según tú, ¿qué es lo que debería importarme más que el hecho de que hayas interrumpido mi conversación con un amigo como si fueras un animal?

— ¡Yo!—gritó sin pensar, y al toparse con la conmocionada mirada de Kagami entró en pánico. Pudo sentir como los colores se le subían a la cara, quiso huir, pero las piernas no le respondían y lo único que pudo hacer fue darse media vuelta y patear un tronco de porte mediano que estaba cerca.

—... —para cuando Taiga proceso lo que el moreno había dicho no se encontraba en mejores condiciones que el muchacho en frente suyo. Su rostro estaba tan rojo como su cabello y sus piernas estuvieron débiles una vez más, ni siquiera pensó en girarse o irse de ahí, su mente estaba demasiado revuelta como para intentar otra cosa. Suspiró, intentó serenarse e intentó tantear un poco el terreno—. ¿Q-Qué quieres decir con eso?—quiso abofetearse al sentir su voz temblar.

—E-Eh… a ver, ¿cómo decirlo?—murmuró mientras se rascaba la nuca nervioso. Por fin llegaba el momento que tanto había esperado, pero se había paralizado, no sabía qué decir, sabía con exactitud lo que sentía, sabía al pie de la letra cada una de las sensaciones que el ojirrojo le hacía padecer, pero aun así le era imposible colocar aquellas palabras en sus labios, pareciese que su cerebro y su corazón estaban en batalla por ver quién haría la respectiva declaración; y hay que aclarar que su cerebro no trabajaba bien bajo presión.

<<Si te amo más que a nada, estos pensamientos deberían llegar a ti, ¿verdad? Hasta en mis propios sueños estoy seguro de que te lo podría decir. >>

—Mmm, ¿digamos que me caes mejor de lo que deberías?—se dio vuelta y quiso no haberlo hecho cuando vio los anhelantes ojos que le miraban de vuelta, y al mismo instante se sintió estúpido por lo que acababa de decir, pero sólo le quedaba esperar.

— Por favor, explícate—pidió con un marcado tic en la ceja derecha, Aomine definitivamente estaba jugando con fuego al no ir al punto.

—Me agradas Kagami, y no como amigo—dijo atropelladamente mientras obligaba mentalmente a sus piernas que no se movieran sin su consentimiento y lo hicieran salir de ahí cagando leches.

—C-Creí que te “agradaban” las chicas de pechos grandes—murmuró mirando al musgoso suelo del bosque. Muchas veces soñó con aquel momento, pero sólo fue eso, y nunca se preparó mentalmente para reaccionar ni nada por el estilo, y una de las cosas que tenía en común con el Ace de Tōō es que ninguno de los dos pensaba antes de hablar.

—Yo creía lo mismo antes de conocerte—no pensó que le costase soltar tanto aquello, y ni quería imaginar cómo sería cuando tuviese que decirle con las palabras correspondientes lo que sentía por él. Tragó grueso sintiendo el sonrojo cubriéndole hasta las orejas y dio un par de pasos en dirección al pelirrojo; era ahora o nunca.

<<Dame sonrisas y días brillantes, dame sonrisas y días agradables. Si tan sólo mis brazos se pudiesen encontrar contigo en un abrazo. >>

— ¿Aomine?—estaba confundido, si bien el moreno hizo un intento de aclararle su reacción –y estaba jodidamente feliz por la respuesta-, no sabía que venía ahora, y él ni siquiera había respondido como se debía, y que el chico se acercará con los ojos azules tan decididos hizo que se pusiera más nervioso y retrocediera hasta chocar con un árbol a sus espaldas. Jodidos japoneses y sus formas raras de actuar.

—Sólo, no digas nada, ¿sí?—susurró cuando estuvo lo suficientemente cerca de su objetivo como para poner sus manos a los lados de su rostro. Siempre había sido una persona de acciones, así que si no podía decir lo que sentía con palabras, pues lo diría con su cuerpo. Lo máximo que podía pasar era terminar todo machucado, pero se arriesgaría igual.

Movió sus manos de tal manera de acunar el rostro contrario entre ellas, y poquito a poco fue acercándose a los belfos contrarios, primero sintió como la agitada respiración de Kagami rebotaba suavemente contra su nariz, incluso juró haber podido sentir su acelerado corazón palpitando en sus oídos ante lo inminente, entrecerró levemente los ojos y casi al instante los labios de aquel que le traía loco rozaron suavemente los suyos. Primero suave, dulce y con temor, pero agarrando potencia y pasión mientras más tiempo pasaban en medio de aquel primer ósculo tan esperado. Ambos decían todo lo que sentían entre jadeos, mordiscos y jalones de cabello, pero pronto tuvieron que separarse para recuperar el aliento. Puta falta de oxígeno.

—Supongo que ahora queda claro que no quiero que nadie se te vuelva a acercar a ti a menos que sepa que eres mío—murmuró mientras apoyaba suavemente sus frentes y apretaba un poco más al Tigre contra su pecho.

—Yo también te quiero, Daiki—respondió besándole dulcemente la mejilla, estaban tan cerca que casi se carcajea al sentir como la respiración del moreno se detenía por un momento.

—Oh, cállate—bufó y escondió su rostro en el cuello de su ahora novio –porque lo daba por firmado y ni se daría la molestia de preguntar-, e intentó esconder el rojo que se había apoderado otra vez de sus mejillas. No le daría el privilegio de verlo sonrojado tantas veces en un solo día.

Aspiró aquel aroma tan característico que desprendía el cuerpo entre sus brazos y se sintió tan dichoso que no le sorprendería si explotaba en cualquier momento. Había esperado tanto por tenerle así que deseada que el tiempo se detuviera y que no tuviesen que irse nunca, pero sabía que no podría ser, y que lo más probable es que en un rato más los empezaran a buscar. Ya se imaginaba las chillonas voces de Kazunari y Ryouta al enterarse de su relación, él no les iba a decir, pero de seguro y el señor absoluto ya lo sabía todo sin tener que someterlos a un minucioso escrutinio con el Ojo del Emperador, y sabía también que no se quedaría con la boca cerrada sólo para fastidiarlo.

Ahora sólo quedaba obligarse a decir el “Te Amo” que su tigre se merecía, pero aún tenían el suficiente tiempo juntos como para ir ensayando y elegir el momento indicado, sólo debía disfrutar cada hora, minuto y segundo que pasara al lado de aquel muchacho de ahora en adelante.

*FIN*

Extra:

El silencio de aquel espacioso departamento era roto sólo por los sonidos provenientes del cuarto principal. Gemidos y jadeos con el nombre del otro se repetían una y otra vez sin ninguna pizca de pudor. El húmedo sonido del roce de pieles junto al incesante choque de la cama contra la pared componían su canción de pasión desenfrenada. Se entregaban el uno al otro como si fuera la última vez, sin importarles si los vecinos llegaban a oír aquel intimo ritual que llevaban a cabo. Estaban pendientes sólo de las sensaciones que los embargaban con cada movimiento que iban efectuando en aquella danza de amor.

Un par de embestidas más y tocaron el cielo al mismo tiempo mientras entrelazaban sus dedos y se miraban a los ojos con infinito cariño. El moreno salió del interior del ojirojo para luego atraerlo a su pecho y cubrir la desnudes de ambos con las mantas. Apartó suavemente los rojizos cabellos de la tostada frente y depositó un cálido beso en el lugar, entre tanto su mano derecho acariciaba delicadamente su espalda baja.

—Daiki… —la voz ronca de Kagami hizo que se estremeciera levemente.

— ¿Mmm?—sintió como el cansancio empezaba a hacer mella en su cuerpo, pero no por eso detenía sus mimos ni dejaba de prestarle atención a su amado.

—Te amo—fue un susurro casi inaudible, pero aquellas palabras llegaron fuertes y claras a sus oídos para ir directo a su corazón. El calor que sentía en su pecho era inigualable, pero no era la primera vez que lo sentía, le pasaba cada vez que escuchaba aquello con la voz del chico. Aún no se acostumbraba a eso, cada vez que se lo decía quedaba completamente desarmado y pensaba que nunca estaría preparado para escucharlo, y eso le encantaba.

Le besó suavemente la coronilla e intentó acercarlo incluso más a su cuerpo, y es que a veces tenía la sensación de que se desvanecería de su lado sin avisar y cuando se le presentara la oportunidad, y eso lo angustiaba a horrores.

—Oi, ¿no vas a decir nada?—escuchó su voz de reproche y sin tener que estar viéndolo a la cara supo que tenía que haber inflado levemente los mofletes. Suspiró, y de nuevo le dieron ganas de ser una avestruz, quizá en alguna de sus reencarnaciones fue una, era la única explicación coherente que se le pasaba por la cabeza cada vez que se veía envuelto por esos ridículos impulsos. Tomó aire y soltó lo que su novio esperaba.

—Yotambiénteamobuenasnoches—le dio un rápido beso en los labios y se dio media vuelta para no tener que toparse con ese par de ojos rojos acusadores.

—Buenas noches—Taiga se acurrucó en su espalda mientras pasaba sus brazos por su cintura y le besaba el cuello para acomodarse a dormir, juraría de cabeza que una sonrisa triunfante se tatuaba en el rostro de Aomine.

Quizás aún le costaba decirlo en voz alta, pero esos puros sentimientos que tenía por el otro eran suficientes por ahora.

 

Notas finales:

Si llegaron hasta aquí es porque soportaron leer todito(??') *le tiran almohadas* Espero que les haya gustado y que mi granito de arena para el Hikari Month haya valido la pena. Ahora sólo queda esperar por el resto de bellos escritos que vienen en camino.

Nos leemos~


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