Todos los días era lo mismo, observarlo desde lejos, en el umbral de la puerta, donde él no se percataba de su presencia, más que otros chicos y chicas. Solo quería ser notado por él, pero siempre se encontraba concentrado en su juego, pensando en Dios sabrá que cosas.
Odiaba que Near fuera indiferente con él, siempre que le propinaba golpes, ya sea en la espalda, en el estómago, etc. El seguía con la misma cara de indiferencia. Como le gustaría que un día le gritara que parara, el chico nunca se defendía... y eso era lo que pensaba Mello ahora mismo... que gritara que parara...
Si seguía con esa misma actitud de indiferencia ante Mello, tal vez tendría que acudir a lo que estaba pensando...
El rubio se acercó hacia la pelusa blanca que se encontraba en el suelo de aquella habitación donde muchos niños jugaban, y derribo el castillo de dados que había hecho.
Near cerró los ojos y luego levanto su cabeza hacia arriba, encontrando al tan afamado Mello. Se estiro un poco para empezar a rejuntar los dedos cuando una bota negra lo paro, tirándolo hacia el piso.
El rubio puso sus pies a cada lado del cuerpecito tirado de Near y se agacho.
—Quiero jugar un juego —dijo Mello sonriendo— ¿aceptas jugar?
Near pensó en algún juego retador sobre inteligencia entre él y Mello, aunque no sabía lo que le esperaba.
—Si. —respondió observando los ojos azules de Mello.
Mello se levantó y extendió una mano para ayudar a Near a levantarse, también empezó a juntar los dados que se había desperdigado por el suelo, algo que al albino le resultó extraño.
—¿Te parece si lo jugamos en tu habitación?, en la mía esta Matt y nos molestaría —pregunto Mello observando esos ojos oscuros y algo vacíos.
Near se encogió de hombros como respuesta y caminaron hacia la puerta, Mello lo tomo del hombro con una sonrisa socarrona, mirando por el rabillo del ojo si alguien se había dado cuenta de lo que acaba de ocurrir.
Unos minutos después, las paredes de la habitación del pequeño empezaron a esconder gemidos, gritos, jadeos ahogados de parte de los dos chicos, Mello espero así que Near le dijera de una vez que parara y lo logro... de una manera satisfactoria.
.
.
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—A-ah, M-Mello, p-para —dijo esa pelusa blanca, enroscada en un rubio de ojos azules, entre gemidos y embestidas fuertes.
REPETIDO POR EL LIMITE DE PALABRAS.
Todos los días era lo mismo, observarlo desde lejos, en el umbral de la puerta, donde él no se percataba de su presencia, más que otros chicos y chicas. Solo quería ser notado por él, pero siempre se encontraba concentrado en su juego, pensando en Dios sabrá que cosas.
Odiaba que Near fuera indiferente con él, siempre que le propinaba golpes, ya sea en la espalda, en el estómago, etc. El seguía con la misma cara de indiferencia. Como le gustaría que un día le gritara que parara, el chico nunca se defendía... y eso era lo que pensaba Mello ahora mismo... que gritara que parara...
Si seguía con esa misma actitud de indiferencia ante Mello, tal vez tendría que acudir a lo que estaba pensando...
El rubio se acercó hacia la pelusa blanca que se encontraba en el suelo de aquella habitación donde muchos niños jugaban, y derribo el castillo de dados que había hecho.
Near cerró los ojos y luego levanto su cabeza hacia arriba, encontrando al tan afamado Mello. Se estiro un poco para empezar a rejuntar los dedos cuando una bota negra lo paro, tirándolo hacia el piso.
El rubio puso sus pies a cada lado del cuerpecito tirado de Near y se agacho.
—Quiero jugar un juego —dijo Mello sonriendo— ¿aceptas jugar?
Near pensó en algún juego retador sobre inteligencia entre él y Mello, aunque no sabía lo que le esperaba.
—Si. —respondió observando los ojos azules de Mello.
Mello se levantó y extendió una mano para ayudar a Near a levantarse, también empezó a juntar los dados que se había desperdigado por el suelo, algo que al albino le resultó extraño.
—¿Te parece si lo jugamos en tu habitación?, en la mía esta Matt y nos molestaría —pregunto Mello observando esos ojos oscuros y algo vacíos.
Near se encogió de hombros como respuesta y caminaron hacia la puerta, Mello lo tomo del hombro con una sonrisa socarrona, mirando por el rabillo del ojo si alguien se había dado cuenta de lo que acaba de ocurrir.
Unos minutos después, las paredes de la habitación del pequeño empezaron a esconder gemidos, gritos, jadeos ahogados de parte de los dos chicos, Mello espero así que Near le dijera de una vez que parara y lo logro... de una manera satisfactoria.
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—A-ah, M-Mello, p-para —dijo esa pelusa blanca, enroscada en un rubio de ojos azules, entre gemidos y embestidas fuertes.