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Doppelgänger por Lizama24

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Notas del fanfic:

Hola, pues... One-shot.

Notas del capitulo: Es la primera cosa de terror que escribo y espero no sea tan mala.
El joven de cabellos castaños corría cada vez más rápido, con terror de que fueran a alcanzarle. Se podía escuchar su respiración acelerada y cada latido que retumbaba en su pecho debido al silencio y penumbra que lo rodeaba en ese lugar que era parecido a un bosque por los enormes árboles que se lograban divisar.

El aire era helado y los sonidos ocasionados por golpear las ramas contra éste daban muchas más razones a sentir escalofríos por todo el cuerpo. No había forma de distinguir entre una roca o un arbusto por la oscuridad. Sus pasos eran torpes tentando el camino por el cual ir.

Sus piernas temblaban y la desesperación lo consumía a grandes medidas, dejándolo sin aliento. Terminó por esconderse detrás de uno de los troncos de los árboles, ligeramente confiado de que no le encontraría. Aunque el terror le seguía poseyendo en todo momento. Abrazó sus piernas y se quedó quieto, sollozando y rezando como si la vida se le fuera en eso.

Un grito salió de sus labios al sentir unas manos levantarle, rodeando por completo su cuello el cual apretaba con rudeza. El joven gritó, chilló y pataleó en un intento de zafarse de su agresor. Las lágrimas salieron de sus ojos de forma desbordada y sus manos se posaron sobre los hombros de aquella bestia. Pronto sus cabellos fueron arrancados a mechones por una de esas manos quien parecía querer dejarlo sin uno de estos. Fue arrojado y golpeado contra el suelo. Su rostro seguía desfigurado por el miedo y la garganta se le desgarraba a cada grito horrorizado al sentir impotencia sobre su propia vida pues sus golpes eran en vano y las súplicas hasta sonarían divertidas para el contrario.

Se vio obligado a presenciar cada tortura ejecutada en él mismo. Vio cuando su torso ahora desnudo era marcado por cada puñetazo. Los puños se estampaban contra su cuerpo dejando marcas moradas pero no se detenía hasta que lograba desgarrarlo y sacar sangre. Podía jurar que ese impacto llegaba hasta dañar sus órganos por la violencia y brutalidad de estos golpes.

La garganta ya no daba para más y sus gritos de dolor eran lamentables. Su respiración se moría con los segundos. Tan sólo cerró sus ojos y esperó con toda la paciencia y resignación al ver que las manos ajenas por fin le brindarán la muerte. No había nada más qué hacer. Estaba condenado y todo terminaría al final.





Se sentó de golpe sobre su cama, abriendo los ojos y sintiendo sus manos heladas y sudando al igual que su frente. Llevó a su pecho una de sus manos para sentir sus pulsaciones que iban a un ritmo violento.
Takashima se dejó caer en el colchón, intentando calmarse de cualquier forma. Sólo fue una pesadilla se consolaba en su cabeza. Aunque no era la primera que la tenía.

Tomó el móvil a su lado y tras confirmar la hora lo bloqueó de nuevo. Se hizo de costado y abrazó sus piernas para seguir calmandose.
Eso no podía seguir así y lo sabía. No podía dormir las siguientes cinco noches luego de soñar algo como eso y cada vez creía que estos no eran sólo por obra de su imaginación. Tenía que haber un motivo... Y esto lo espantaba más.

— ¿Otra vez? —preguntó con una de sus cejas alzadas, negando con la cabeza y finalizando con un suspiro. — Las gafas te delatan, Uruha.

—Ya no sé qué hacer. —susurró, hundiéndose en uno de los sillones y retirándose los lentes. Se cubrió el rostro con las manos y lo frotó.—Odio esto.

— ¿Has considerado ir a un psicólogo ya?

— ¿Crees esté enloqueciendo?

Su pregunta no iba en serio en realidad, hasta una sonrisa había aparecido en sus labios. Tras un suspiro y el silencio de su acompañante sólo pudo negar con la cabeza y dejar caer su frente contra la mesa entre ellos, cerrando sus ojos por el cansancio. Sintió a su compañero levantarse por lo que incorporó su cabeza para poder verlo, apoyándose en su palma luego de dejar su codo contra el cristal de la mesa.

—Si te soy sincero... Sí. Creo estás loco.—era broma, Takashima lo sabía pero aquello le hizo crecer su agotamiento y al fin se dejó caer sobre la superficie transparente.




Luego de unos días el sueño pudo volver a vencerle. Decidido se había hecho una cita con un psicólogo, sin embargo no había sido de mucha ayuda. Estrés, le dijeron. Y tenía cierta lógica pero su estrés ocasionado por la banda no era el necesario como para ocasionar tal horror en su vida. Era en todo caso una razón insuficiente para el guitarrista, algo muy poco convincente.

Pero le parecía más descabellada la idea que el vocalista le había sugerido para resolver su "problema". Consultar a uno de sus amigos — y aquí Uruha se ponía a pensar qué tipos de amigos tenía —el cual tenía "conocimientos" sobre los sueños y cosas así, honestamente su atención no la tenía. Al final aceptó ¿qué diablos tenía que perder?

Su casa no era como se la había imaginado. De la mejor forma imaginó una choza de paja con miles de cosas de colores en la fachada y que dentro estuviera llena de cosas inservibles y polvorientas. Que sería un drogadicto amante de los alucinógenos. Y aunque lo último no lo descartaba lo primero era muy contradictorio. La casa era normal, pequeña y con un aspecto hogareño. Era limpia y parecía recién remodelada. Al conocer al tipo ese tan sólo pudo hacer una media sonrisa e imaginando darse de topes contra la pared. Si bien parecía un hippie el hombre era bastante guapo y aseado.

—En resumen... tu sueño siempre es sobre tu muerte.

¿En resumen? Pensó creyendo que esto le había importado poco. Paseaba por todo el estudio ajeno. Apreciaba la decoración en cada pared, aunque luego de ver una o dos cosas se desviaba hacia el suelo de nuevo por tener poco interés en seguir viendo.

Lo escuchaba, él seguía hablando pero tan sólo podía captar ideas tontas a su parecer "universos paralelos" "profecías" y Ruki en una esquina tan sólo fumando importandole poco su querido amigo.

Se agachó para poder halar su pantalón que se había atorado en una de las astillas de la silla de madera la cual había rodeado todo ese tiempo. Posó su vista en un cuadro sobre un estante en donde aparecían dos hombres que para él seguro eran gemelos, quizás parientes del loco hablando a sus espaldas que al parecer le daba la mínima importancia a si le ponía atención o no. Pero abajo en letras cursivas decía Doppelgänger.

—Doppelgänger...—murmuró quizás muy alto.

—¿Disculpa?—cuestionó el mayor aún detrás de su escritorio, acomodando sus gafas a un lado de sus cuadernos apilados en un costado.

—Oh... Nada. Es que aquí lo dice. —señaló la fotografía dentro del cuadro recargado sobre una veladora volviéndose luego a su silla frente a él. Echó una mirada hacia donde había estado el vocalista quien de seguro se hubo cansado y andaba por los pasillos.

—Ah, sí. Es un término alemán. Se refiere al doble andante. Es decir alguien igual a otra persona... ¿has escuchado lo del "gemelo malvado"? —se le veía divertido sobre el tema. Al menos eso pensaba al ver su sonrisa más amplia de las que había tenido anteriormente—. Seguro que sí.

—Algo... ¿esos dos son dobles?

—No, Uruha. Uno de ellos es el doble del otro. —aclaró. Tomó su cigarrillo que estaba sobre el cenicero para dar una calada y expulsar el humo poco tiempo después.

Tosió un par de veces antes de continuar, levantándose de su silla y caminando hacia un extremo del escritorio cuya superficie recorría con su mano libre.

—Dicen que si un amigo o conocido llega a ver al doble de alguien significa enfermedad. Tragedia. Y su muerte segura.

El guitarrista alzó sus cejas para luego fruncir el entrecejo. No podía estar creyendo lo que ese charlatán decía. No era más que ficción.

—Hubo un caso de una maestra... Emilie Sagée. Ella daba su clase a unos niños jóvenes quienes vieron cómo se desprendía algo de ella que fue un espíritu idéntico a esta mujer. Caminó por todo el salón a la mirada de los niños... nadie podía tocarla. —golpeó la madera de repente, como si intentase pegarle un susto al más joven quien sólo se removió en su silla.—
Pero no sólo es un espíritu.

Kouyou escuchó la historia de Maupassant. Un hombre con muchas posesiones, rico, con reputación impecable. Era respetado y envidiado. Un genio en los negocios con muchas empresas.
…ste había conocido a su doble. Idénticos. Nacidos el mismo día, el mismo año y mes. Casados con una mujer llamada Marie, los dos.

Curioso le había parecido al hombre y como algo increíble le había mandado una carta para citarlo en uno de sus restaurantes favoritos pero ese mismo día de la cita su "doble" fue atropellado por un carruaje. Y él, Maupassant, fue asesinado esa tarde.

No podía negar que la historia se le había hecho un poco terrorifica. El sólo hecho de imaginarse en sus zapatos no le parecía agradable el conocer a alguien igual a sí mismo.
Su cabeza divagó, de nuevo perdiendo el interés en ese tipo frente a él.

Sus manos temblaron de repente por un recuerdo. Sus ojos se abrieron de más y pareció dar un respingo.
Hace algunas semanas justo antes de que sus pesadillas empezaron, Akira le había mostrado muy divertido una foto sacada de internet de un participante de los últimos juegos olímpicos con una apariencia muy parecida a él.

¿Desde cuándo te gusta la natación, Shima?
Había dicho canturreando pasandole el portátil. En ese momento no le había dado importancia pues... ¿quién no tiene alguna persona en el mundo con rasgos similares?
Pero no eran similares, sino idénticos. Y su ficha mostraba la misma edad que él. Y después de eso, casi a la semana, sus tormentosos sueños habían iniciado.

Los ojos se le llenaron de lágrimas debido al pánico. Abrazándose a sí mismo fue puesto de pie por su acompañante quien lo llamaba pero para él esa voz era como un zumbido. De su cabeza no salía esa foto. Sus labios temblaban como sus manos y piernas y pronto un grito salió de sus labios.

Forcejeó y se apartó de él con violencia, retrocediendo de espaldas titiriteando. Le veía horrorizado, como si le hubieran dicho la fecha de su muerte.

—Oye... Tranquilo.

Intentó en vano acercarse pues Uruha atinó a lanzar bruscos golpes para apartarlo, escondiéndose en una de las esquinas hasta sentarse en el piso, abrazándose a sí mismo. Diciendo una y otra vez que eso no podía ser. Se quería ir.





Llevaba alrededor de cuarenta minutos con la vista puesta en el mismo punto, recostado y los brazos extendidos a sus costados. El ventilador daba vuelta en un ritmo lento por lo que el calor había logrado humedecer su rostro con una que otra gotita de sudor, principalmente su frente. La luz estaba apagada y los rayos solares se habían desvanecido ya hace unas horas. Eran las dos o tres de la mañana y sus ojos no se habían cerrado más que para parpadear.

Se le veía tranquilo, debía estarlo. Pero sus párpados pesados le daban ese malestar horrible que le hacía sentir igual que hace unas horas.

Al fin se dio la vuelta y salió de la cama. Caminó por el suelo, descalzo, con un desinterés en si chocaba con algo.
Se acercó a la mesita en una esquina del living y tomó el teléfono inalámbrico. Se sentó en el sofá más cercano y luego de teclear el número de Akira lo puso en su oído. Sonó; una, dos, tres, hasta siete veces y con frustración colgó y lo arrojó lejos de él.

Atrajo sus piernas y se hizo ovillo, abrazandose con fuerza y sintiendo sus ojos cristalizarse de nuevo. Se sentía solo y tenía miedo. Era un niño a quien se le había contado una historia de terror y que no le había dejado dormir esa noche, y estaba solo en casa con los rechinidos de los muebles.

Pero cuando iba a caer en llanto de nuevo su teléfono sonó. Corrió a levantarlo y contestó de inmediato, acomodandolo entre su hombro y oreja. Se escuchó la voz adormilada del bajista quien pedía disculpas por no haber alcanzado a coger el móvil.

—Akira... Necesito algo. —titubeó, intentando relajarse para no preocupar al mayor. Respiró varios segundos antes de continuar.— ¿Recuerdas esa foto de quien se parecía a mí? Un competidor de natación. Necesito saber dónde encontrarlo.




Había pensado en dos soluciones: una era el ir hasta Sendai para encontrarse con dicho hombre, quien ahora sabía que se llamaba Jinn Kishaba, y hablar con él para darse cuenta que no le mataría ni nada de eso y que ese loco sólo hablaba cosas sin sentido.
Y la otra era simple: aceptar su destino y ver qué sucedía si su "doble" lo veía frente a él. Que aunque esto fuera arriesgado no le quedaba de otra. Estaba cansado de tener que vivir con su cabeza torturandolo por esos pensamientos estúpidos. No podía ser, así de fácil.

Le contó a Reita todo esto. Todo lo que pensaba. Después de todo eran amigos y le tenía más confianza que al resto. El rubio al principio no supo qué decir, pensaba era un mala broma. Pero el verle de esa forma tan demacrada le quitó las dudas y hasta se ofreció a acompañarlo. Cosa que consoló al más alto.

Tardaron un par de horas en avión y pronto ya estaban en su destino. Había citado a Jinn con la excusa de ser un gran admirador suyo y que le gustaría mucho conocerlo. Para no parecer raro la cita fue en un lugar público, con mucha gente, algo que igual le vino de maravilla al guitarrista.

—Cuando se den cuenta que nos escapamos nos darán un buen regaño.—Reita le sonrió, colocando su mano en su hombro para presionarlo con suavidad.

Kouyou asintió con levedad y una sonrisa apenas visible. Suspiró y pronto su mandíbula tembló al verlo unos par de metros lejos de él. El corazón se le aceleró. Retiró sus manos de la mesa casi al instante, escondiéndolas.

Tranquilo, estoy aquí. Le susurró Reita en la oreja para luego dar un beso en su mejilla y palmear su espalda de forma fraternal.

Jinn se puso frente a ellos con una sonrisa y extendió su brazo hacia él para saludarlo. Uruha se puso de pie y la estrechó, al igual que Akira. Al sentir su mano sintió un escalofrío que casi le entumece pero disimuló y volvió a sentarse.

Creyó que Reita había pensado lo mismo que él. Y es que no había necesidad de ponerse uno a lado del otro para darse cuenta del enorme parentesco entre ellos. Jinn no podía verlo porque Kouyou llevaba gafas y una chamarra con gorro que escondía además parte de sus labios por tenerla abrochada hasta arriba.

Tomó asiento su nuevo conocido y pronto se empezó a presentar a lo cual los dos respondieron con nombres falsos. Al parecer no se le hizo sospechoso nada pues pronto empezó a hablar muy animado.

—Estás en esto desde hace diez años ¿cierto?

—Más o menos. Siempre me ha gustado mucho y tuve la oportunidad de hacerme bueno en ello. Es mi pasión.

—¿Tienes familia?

—La tengo. Mis padres viven y tengo dos hermanas mayores.—el castaño se quedó en silencio por varios segundos, viéndolo con fijeza por lo que Reita se apresuró a seguir la conversación para no incomodar.

Se dieron cuenta de varias similitudes entre ellos. Cosas simples y otras que dejaban al guitarrista sin habla. Era muy obvio que su "doble" parecía esto. Pero Jinn era demasiado gentil, amable. Estaba comprometido y lo que decía de su esposa era por demás meloso. Estaba entregado a su sueño y lucía muy feliz. Quizás estaba en los mejores años de su vida.

Se despidieron y quedaron de verse algún otro día. Le invitó a su casa y Uruha le dijo que le tomaría la palabra después pues ahora tenía cosas qué hacer.

—Te ves más tranquilo.—dijo el mayor con una sonrisa más amplia y mucho más animado. Le abrazó por los hombros mientras se dirigían al hotel donde se quedarían esa noche.

—Estoy... muy tranquilo. Me siento mejor. Gracias por haberme acompañado. Sin ti no podría haberle ni estrechado la mano.—liberó una risa de sus labios a la par que se abría la chamarra y quitaba el gorro quedándose sólo con las gafas oscuras. Soltó un suspiró y volteó a verle.

—Nunca te dejaré solo. Que te quede claro.—afirmó, muy seguro de sus palabras. Pues jamás podría dejar al castaño cargar con algo él solo. Era su mejor amigo desde hace mucho y lo adoraba.






No era la persona más inteligente. Lo sabía desde siempre. Pero quería arrancarse los cabellos por ser tan idiota en haberle dicho dónde podría encontrarlo.
Ahora se encontraba corriendo por los pasillos del edificio, yendo descalzo para no hacer ruido con sus zapatos. Se escondía en las sombras, detrás y debajo de muebles.

Tenía que acallar sus propias respiraciones para no ser escuchado por su agresor quien parecía otro totalmente distinto a aquel hombre de ese almuerzo tan grato.

Tembló y retrocedió al escuchar sus pasos. Corrió y se encerró en el cuarto de limpieza que por fortuna, quizás, estaba sin candado. Pero dicha fortuna se le acabó al ver que por dentro no había forma de cerrarla. Al parecer ese cuarto había sido dejado porque las paredes estaban en mal estado y faltaban cosas. Seguro ya ni de cuarto de limpieza serviría.

Apresurado empujó varios muebles para cubrir la puerta, escuchando sus pasos acercarse, derribar cosas a su paso haciendo que se le pusieran los pelos de punta. Luego de bloquear dicha puerta se metió entre dos estanterías, escondiéndose sentado contra la pared y tratando de notarse lo menos posible.

Escuchaba sus latidos retumbar en ambos oídos. La cabeza ya le daba vueltas.
Cerró sus párpados con fuerza y se quedó por completo inmóvil, respirando de la forma más discreta que podía.

Tragó al oír esos golpes contra la puerta, retumbando en los muebles frente a esta y tirando varios objetos. La fuerza de quien estaba detrás era inhumana, nunca hubiera imaginado que alguien delgado como él pudiera derribar esa entrada para pasar al interior del cuarto.
Ahogó su llanto y permaneció en silencio. Le pedía a Dios no abandonarlo en ese momento o al menos no dejarlo morir de esa forma.

—Sé que estás aquí.—su voz sonaba más ronca que antes, era distinta por completo. Algo horroroso. —Creo que estás consciente de lo que pasará ¿no es así?

El castaño se mantuvo callado, temblando y deteniéndose de los estantes a sus costados para sostenerse y no perder el equilibrio, pues no podía estar sentado por completo. Se atrevió a abrir sus ojos y en ese momento pudo ver frente suyo el rostro de aquel. Palideció y sus ojos se llenaron de lágrimas. Esas orbes eran del mismo color que las suyas pero tenían una mirada perturbadora.
Todo él era idéntico a sí mismo y esto le causaba un terror incomprensible.

Sollozando le pidió que por favor no le hiciera nada. No lograba entender por qué le sucedía esto.

—Entiendelo... No puedes existir. Eres un error en este mundo. Sólo puede haber uno de nosotros. —susurraba, aproximándose hasta él pero sin dejar de estar de pie. Colocó su mano en esa mejilla empapada de lágrimas. —Y es claro que eres tú quien debe morir.

Tiró de su cabellera para sacarlo de ahí, tirandolo en el suelo sin que pudiese hacer algo. Se sentía vulnerable, tan rompible. Su doble se le quedó viendo mientras intentaba ponerse de pie pero pronto sintió el zapato ajeno estamparse contra su cabeza, dejando su rostro contra el suelo el cual estaba cubierto por alguna sustancia viscosa.

Se removió inquieto, dando golpes hacia arriba para zafarse. Al lograrlo retrocedió a gatas pero no pudo huir. Aquel monstruo haló de sus pies para darle vuelta. Se posicionó sobre él sentándose en su abdomen.
Pidió auxilio, gritando con fuerza pero de inmediato fue callado por una de esas manos. La fuerza que ejercía en su cuello era grotesca, sentía que le rompería éste con tan sólo hacer más presión o lo arrancaría al dar un simple jalón hacia arriba.

—Cállate, mierda.—gruñó con enojo contra su oreja, gozando del rostro ajeno en completo pánico y que sus manos luchaban por abrir los dedos de su mano. Sonrió satisfecho.—Es algo increíble sentir la vida de alguien entre tus manos. Y muy cómico ver cómo, aún sabiendo que morirás, sigas luchando por escapar.

Soltó su cuello muy confiado de que no podría gritar. Rompió su camiseta para dejar su torso descubierto. La víctima encajó sus uñas en su cuello y lo apretó para intentar detenerlo, algo inútil por completo. No hizo una mueca ni seña de dolor. Continuó con su mirada fija en esos ojos aterrados.

Sus uñas y dedos empezaron a encajarse entre su piel, arrancando con rapidez esta gracias a su increíble y brutal fuerza. Encajaba y rasgaba hasta lograr retirarla. Llegando hasta su carne los cuales también pudo manipular con facilidad.

El castaño gritaba de forma ahogada, removiendose tanto como podía y dando puñetazos al rostro de su atacante. Sus ojos desbordaban lágrimas y pronto empezó a escupir sangre. Veía borroso, difícil de distinguir lo que sucedía en su cuerpo. Pero la carne siendo retirada lo podía sentir. Sentía su piel humedecerse de su propia sangre y lo escuchaba reír de repente, disfrutando de su degenerado acto.
—Deja de luchar... Sólo te estás lastimando más. Déjate morir y esto acabará pronto.

Aquellas palabras eran zumbidos para él, incomprensibles. Sus rodillas se estampaban contra la espalda baja ajena y sus manos, cansadas, daban puñetazos a su rostro el cual tenía varios moretones.

Tenía su abdomen abierto, con órganos perforados. Los pulmones daban su último esfuerzo y sus labios no paraban de pedirle se detuviera. Seguía llorando, gritando y gimiendo de dolor. Todo lo sentía, era testigo de todo lo que le hacía a su cuerpo. Su rostro estaba desfigurado por los moretones, sangre y lágrimas.

En un impulso le empujó para poder incorporarse un poco, cosa que sólo le sirvió para ver su torso por completo dañado y destruido. El aliento se le esfumó así como la fuerza. El terror era demasiado para seguir, estaba traumatizado. Dio una última mirada al opuesto mientras los recuerdos de su vida le venían a la mente. Se odió por terminar con una vida tan buena de esa forma. Absolutamente todo por lo que había pasado no valió la pena.

Cubrió su cuerpo con unas sábanas viejas que había encontrado y le metió en el escondite donde lo había encontrado. Suspirando se sacó la camiseta llena de sangre y salió de ahí para irse antes de que amaneciera. Pues Reita debía encontrarlo en el apartamento antes de que despertara. No debía crear sospechas.
Notas finales: Gracias por su tiempo. ¿Rw?

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