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Monochrome por Ellie77

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Todos los derechos de Owari no Seraph (Seraph of the End) pertenecen a Takaya Kagami, Yamato Yamamoto y a Daisuke Furuya

¿Lo ven? ¡Lo prometido es deuda! Mencioné que volvería a escribir algo en este fandom acerca de esta hermosa pareja y heme de nuevo por aquí.

Es un short-fic de no más de quince capítulos (incluso creo que solo llegará a los diez cuando mucho) así que espero que les guste. Principalmente es MikaYuu aunque habrá más parejas implícitas. Así que espero, de todo corazón, que les guste :D  

Notas del capitulo:

Disclaimer: Todos los derechos de Owari no Seraph (Seraph of the End) pertenecen a Takaya KagamiYamato Yamamoto y a Daisuke Furuya

¡Hola!

Heme aquí con una nueva historia de este hermoso fandom y de esta sensual pareja. Espero que les guste :D

Sin más que agregar, ¡al fic!

.

—Monochrome

.

El tiempo pareció detenerse.

Era como si el escenario que los rodeaba comenzara a desaparecer poco a poco. Los rostros de las personas, los grandes edificios que se alzaban en la ciudad, los frondosos árboles que estaban en esplendor, todo se difuminó en el mismo instante en que su vista se posó en ella. De igual forma las molestas voces de los transeúntes y el ensordecedor ruido del tráfico también dejaron de escucharse. Ahora solo eran ella y él, él y ella. Solos. Si nadie más.

Él se acercó con suma lentitud, casi como si temiera caminar. Conforme sus pasos avanzaban, más dudaba acerca de las reacciones que su acción podría conllevar. Todo era demasiado bueno, casi como si de un sueño se tratase; ¿acaso ese ya era el ansiado encuentro? ¿El encuentro con su persona? ¿El que por tanto tiempo esperó? ¿Por fin la había encontrado?

Además, ¿de qué podría hablarle, cómo debía empezar? ¿Mencionando el caluroso clima o lo hermosas que son los flores de cerezo cuando la primavera está a flor de piel? ¿Debería mencionarle que era la mujer más hermosa que había visto en su corta vida, que era la persona por la que tanto había esperado?  

Y fue cuando sucedió. Ella, tímida pero decidida, también comenzó a caminar. Parecía que sus pies se despegaban del suelo, dando la sensación de que estaba flotando hacía él. Todo ello, sumado su precioso aspecto, la hacían lucir como un ángel, un ente que con su belleza era capaz de opacar hasta la calidez del día de abril que los envolvía.

Sus ojos verdes resplandecían con el reflejo del sol; sus mejillas se arrebolaban más y más a cada paso que daba; su cabello, oscuro y sedoso, se ondeaba a la par de la fresca brisa de esa mañana. Perfecta. Única e inigualable. Su corazón amenazaba con salírsele del pecho en cualquier momento, esperaba que ella se sintiese igual que él.

Pronto solo quedaron a un paso de distancia cada uno. Quizá toda la palabrería que previamente había ideado venía sobrando en tan mágico momento. Lo que tenía que expresar era mucho más inmenso, más significativo, más sincero que un «eres la chica de mis sueños», «no sabes cuánto te esperé», «te encontré».

Ella le sonrió para después estirar uno de sus brazos, acercando con parsimonia su mano y acariciar la mejilla de él con la delicadeza propia del toque de un infante. Él cerró lo ojos, disfrutando del primer contacto como si del primer beso se tratase.

No necesitó cruzar si quiera una palabra con ella, ni preguntarle su nombre, su dirección, a qué se dedicaba o cuál era la historia de su vida. Algo dentro de él sabía que no hacía falta tanta parafernalia para poder apreciar la verdad que su interior gritaba desde el instante en que la miró.

No había dudas: era ella.

.

.

.

Una vez finalizado el relato, cerró el cuaderno y alzó la vista hacia la niña que reposaba en la cama. Los marrones ojos de la pequeña centellearon de emoción y una amplia sonrisa adornó su pueril rostro. El joven no pudo evitar devolver el gesto.

—¿Te gustó, Akane?

La aludida asintió frenéticamente, parecía como si su cabeza fuera a zafarse del resto de su cuerpo.

—¡Ha sido hermoso! Eres increíble, Mika; tienes mucho talento.

A pesar de las enternecedoras palabras, Mikaela no dejó entrever su bochorno. Carraspeó ligeramente para después negar con la cabeza.

—No es para tanto…

—No soy profesional ni sé mucho de esas cosas —interrumpió Akane —, pero soy una experta en romance, y déjame decirte que este pequeño cuento me ha llegado. Me has hecho emocionarme y por eso  eres un gran escritor.

No sabía que tan experta podía ser en romance una chiquilla de escasos nueve años de edad, pero eso no le importó mucho. A pesar de que Lida Akane solo fuera una niña que apenas había comenzado a tomarle gusto a la lectura, su opinión tenía mucho más peso que la de los profesores del colegio en el que estudiaba Mikaela. Además, solo las palabras de Akane era capaces de animarlo a aventurarse en el inestable mundo de la literatura para convertirse en escritor.

Si algún día llevaba uno de sus tantos cuentos o los capítulos de su novela ligera a una editorial, sería por influencia de Akane.

La pequeña bajó de la cama, mas un ligero mareo impidió que pudiera mantenerse en pie. Mika, alarmado, por suerte alcanzó a sostenerla. Al ayudarla a volver a subir a la cama, Akane pudo soltar una risa nerviosa.

—Disculpa… a veces lo olvidó.

—ES normal, no te preocupes.

—Pero esto no será para siempre. Yo sé que algún día podre levantarme de esta fea cama y podré salir de aquí —gritó, casi al borde de la euforia —. Iré a con mis padres, comeré todo lo que quiera, jugaré con mis amigos de nuevo, volveré a la escuela… Por cierto, ¿ha cambiado mucho la escuela desde que dejé de ir?

—Bueno, no sé en qué momento dejaste de asistir.

—Dime, ¿no han construido nuevos salones? ¿No han talado ningún árbol, verdad? ¿Siguen siendo los mismos profesores?

Las preguntas iban más y más en aumento, convirtiéndose en una analógica avalancha para Mika. Akane solo preguntaba mientras él solo se limitaba a responder cada uno de los cuestionamientos. Duraron así varios minutos, hasta que una pregunta llegó a oídos de Mika, una que sí logró llamar especialmente su atención.

—¿Y tienes amigos? —Mika se quedó callado. No tenía ni la menor idea de en qué momento llegaron a ese tema tan peculiar —. ¿Una novia? Apuesto a que sí debes tener una novia.

El joven solo pudo sonreírle.

—Eres una niña muy curiosa.

—Sabes —volvió a interrumpir, impidiéndole cambiar el tema —, siempre he querido saber si tienes alguna inspiración para escribir esos cuentos tan románticos.

—Amo las palabras, amo las letras y amo escribir. El cuento mismo es mi inspiración.

—Le quitas la magia, Mika —reprochó.

—El trabajo de un escritor es poder plasmar sentimientos en los personajes sin necesidad de sentirlos uno mismo. No necesito estar enamorado para poder escribir de un chico enamorado. Basta solo con que use mi imaginación.

—¿Entonces nunca has estado enamorado de alguien?

Esa pregunta quedó al aire.

Mika estaba por cambiar el rumbo de la conversación cuando su vista se posó en el reloj de pared. Poco más de las siete de la tarde. Si no quería ningún reclamo del imbécil de su tutor, debía despedirse y marcharse cuando antes. Akane comprendió la silenciosa declaración y se despidió de Mikaela con dulces palabras y un gesto de mano, obligándolo a cumplir la promesa de volver al día siguiente para contarle alguna otra de sus historias.

El joven se levantó de la silla y salió de la habitación de la pequeña. Comenzó a recorrer los amplios pasillos de lugar, en los cuales el olor a alcohol era un tanto más tenue aunque el inmaculado blanco de las paredes le mareaba todavía más. A pesar de que la habitación de Akane también fuera blanca y tuviera impregnado el olor a medicamentos, mantenía un ambiente diferente, una que a Mikaela se le antojaba casi familiar.

En la recepción, cuando iba a registrar su hora de salida, se encontró con Hiiragi Shinoa, otra de las voluntarias del servicio social. Después de saludar por mera cortesía a la chica que apenas conocía, y que tampoco le caía en gracia, abandonó el hospital.

El otoño ya había hecho estragos en todo el paisaje. Las hojas recién caídas de los arboles crujían al ser pisadas y el aire fresco era capaz de colarse por su uniforme escolar; el cabello le revoloteaba, enmarañando sus rubias hebras. Y lo único que Mika podía hacer contra eso era seguir caminando para llegar a casa cuando antes.

Luego de cruzar el ruidoso centro de la ciudad, el ruido del tráfico disminuyó y los molestos murmullos de las personas hablando acerca de sus problemas se hicieron inaudibles para sus oídos. Si estuviese más acostumbrado a sonreír por algo más que no fueran sus momentos en el servicio social, lo hubiera hecho.

Faltaban tan solo un par de calles para llegar a su destino. Tantos eran sus deseos de arribar a casa que nada podría hacer que frenara sus pasos, ni siquiera el sonido de una pelea proveniente del callejón detuvo su andar. No fue sino hasta que un tipo salió de ahí totalmente herido que hizo que Mika se detuviera para prestar atención.

No solía interesarse demasiado en asuntos vandálicos, más que nada porque consideraba la violencia innecesaria y porque nunca era bueno meter las narices en cuestiones de ese tipo. Así que su conciencia le dictó que hiciera lo más racional: ignorar el problema y seguir con su camino.

—¡Nunca vuelvas a decir eso!

Creyó que era para él, por eso volvió a detenerse. Su mirada se posó en el interior de aquel callejón y sus ojos, al contemplar semejante escena, se abrieron un poco más de lo habitual.

El tiempo pareció detenerse.

Era casi hasta cómica. Un chico de cabello oscuro, que lucía más o menos de su misma edad, tomaba del cuello a un tipo que fácil le superaba en estatura. A pesar de que el joven se veía magullado, el otro lo lucía más. Las siguientes palabras emitidas por aquellos fueron dichas en un tono tan bajo que Mika no logró captar nada. Lo que sí pudo escuchar fue el ensordecedor sonido del puño del chico dando de lleno en la mejilla del otro, luego en su estómago para después dejar caer el cuerpo y acribillarlo a patadas hasta que el más grande dejó de moverse.

Él se acercó con suma lentitud, casi como si temiera caminar. Conforme sus pasos avanzaban, más dudaba acerca de las reacciones que su acción podría conllevar. Todo era demasiado bueno, casi como si de un sueño se tratase; ¿acaso ese ya era el ansiado encuentro? ¿El encuentro con su persona? ¿El que por tanto tiempo esperó? ¿Por fin la había encontrado?

El otro tipo que había logrado huir salió del shock y miró a Mika de forma suplicante. Le pidió ayuda y también le mencionó que debía marcharse y mantenerse a salvo de aquel demonio. Grave error. Su voz pareció advertir al chico de oscuro cabello, el cual, sin dudarlo, caminó hasta donde ambos.

Y fue cuando sucedió. Ella, tímida pero decidida, también comenzó a caminar. Parecía que sus pies se despegaban del suelo, dando la sensación de que estaba flotando hacía él. Todo ello, sumado su precioso aspecto, la hacían lucir como un ángel, un ente que con su belleza era capaz de opacar hasta la calidez del día de abril que los envolvía.

El chico destilaba un aura asesina incluso todavía estando lejos. Mika se sorprendió de no haberse alejado y continuar mirándolo casi como si le hubiera hipnotizado. El tipo a su lado, solo se echó a correr, en un patético intento por huir de su fatídico destino. Sin embargó, sus pies tropezaron y su cara dio de lleno al suelo; un calambre le impidió moverse. Mikaela se sorprendió de no sentir ni una pizca de pena hacia él.

Sus ojos verdes resplandecían con el reflejo del sol; sus mejillas se arrebolaban más y más a cada paso que daba; su cabello, oscuro y sedoso, se ondeaba a la par de la fresca brisa de esa mañana. Perfecta. Única e inigualable. Su corazón amenazaba con salírsele del pecho en cualquier momento, esperaba que ella se sintiese igual que él.

Por otro lado, la imagen del muchacho iba haciéndose más nítida a cada paso que daba. Joven, seguro sin sobrepasar la mayoría de edad; delgado, por lo que le sorprendió esa increíble fuerza; tez ligeramente bronceada, seguro suave al tacto; cabello tan oscuro como la noche; y sus ojos… verdes, como esmeraldas, grandes y encantadores.

La mirada del chico se intercalaba entre el tipo aquel y Mika. Aquel muerto de miedo y Mika reprochándose el hecho de seguir parado ahí como idiota cuando todas las señales de alerta dentro de sí se habían activado. Señales de alerta, no de miedo, ni siquiera de tener precaución. Era una sensación tan desconocida, casi tanto como el hecho de que su corazón latiera tan rápido sin haber corrido siquiera una calle.

Pronto solo quedaron a un paso de distancia cada uno. Quizá toda la palabrería que previamente había ideado venía sobrando en tan mágico momento. Lo que tenía que expresar era mucho más inmenso, más significativo, más sincero que un «eres la chica de mis sueños», «no sabes cuánto te esperé», «te encontré».

Él chico le dio una mirada rápida, sus ojos se cruzaron por una milésima de segundo antes de que se acercara a patear al otro tipo con sumo salvajismo. A Mika por un instante le causó curiosidad el motivo por el que aquel joven estaba tan furioso con aquellos. Escaneó de nuevo al moreno, dándose cuenta que sus pantalones eran grises y su saco de igual color tenía la insignia del colegio al cual Mika asistía. Era un gran descubrimiento, quizá ya lo había visto en otra ocasión, tal vez incluso habían coincidido. Extrañamente ese insignificante detalle fue capaz de subirle el ánimo.

Ella le sonrió para después estirar uno de sus brazos, acercando con parsimonia su mano y acariciar la mejilla de él con la delicadeza propia del toque de un infante. Él cerró lo ojos, disfrutando del primer contacto como si del primer beso se tratase.

Cuando el tipo en el suelo dejó de moverse, aquello ojos verdes volvieron a posarse en Mika. Debido a su distracción, no sintió cuando el chico se acercó, invadiendo su espacio personal. Y por el embelesamiento tampoco pudo detener a tiempo el puñetazo que le propinó en la mejilla.

—¡También vienes con ellos, eres un refuerzo! —vociferó el de cabello oscuro, sus ojos centelleando de furia —. ¡Dime lo que tengas que decir para poder partirte la cara de una vez!

El próximo golpe estaba por dirigirse a su estómago, repitiendo el mismo patrón que usó con el tipo del callejón. En ese momento, Mika agradeció el haber tomado clases de defensa personal y haber pertenecido al club de Karate varios años. Logró frenar el golpe, y a pesar de detestar la violencia, por defensa propia, se vio obligado a darle un rodillazo en el abdomen que hizo que el chico de bonitos ojos verdes perdiera el aliento.

Aquel, humillado por tal atrevimiento, volvió a alzar el puño, pero para Mika fue fácil adivinar sus movimientos y coordinar los suyos para tomar ventaja. Una patada en los costados lo hizo tambalear, otro golpe en la mejilla volvió a descolocarlo y poner un pie entre los del otro para hacerlo perder el equilibrio y que cayera en el asfalto.

Sin darle tiempo a levantarse, se posicionó sobre él, poniendo ambas piernas sobre las del de cabello oscuro y tomándolo por las muñecas, inmovilizándolo. No podía arriesgarse a soltar a aquella fiera.

No necesitó cruzar si quiera una palabra con ella, ni preguntarle su nombre, su dirección, a qué se dedicaba o cuál era la historia de su vida. Algo dentro de él sabía que no hacía falta tanta parafernalia para poder apreciar la verdad que su interior gritaba desde el instante en que la miró.

—Idiota… ¡Suéltame!

Mika no dijo nada, no estaba dispuesto a hacerlo rabiar todavía más. Solo se dedicó a observarlo de cerca. Su cuerpo se sentía cálido; sus mejillas, ahora arreboladas por el enfado, debían ser suaves y sus ojos eran como dos grandes esmeraldas que lograban brillar con la poca luz que brindaba el atardecer.

—¡Qué me sueltes!

Su voz era estruendosa, algo ronca y bastante varonil. Su aliento pegarle de lleno al rostro, sorprendiéndose de que eso le fuese agradable. A pesar del asco de persona que parecía ser a simple vista, Mika lo encontró sumamente interesante.

Aunque su voz le agradó, las palabras salieron sobrando en el encuentro. No hicieron falta para Mika y esperaba que para aquel chico tampoco.

Los labios de Mikaela se abrieron solo para pronunciar:

—¿Tú…?

No había dudas: era él.

Notas finales:

¿Y qué tal? ¿Qué les ha parecido? ¿Bueno, malo… un asco? Ya saben que sus opiniones son válidas y me encantaría saberlas :3

No se dejen engañar por ese comienzo tan “dulce”. No será un angust pero las cosas no serán tan color de rosa para Mikaela ahora que se ha topado con Yuu. Sufrirá, y mucho (?) Vale, no tanto XD.

Espero actualizar lo más pronto posible. Mañana regreso a la universidad y no sé que tan pesado vaya a ser este nuevo semestre, pero intentaré dedicarle mi tiempo libre a este hermoso pasatiempo mío y por ende a este fic XD.

¡Nos leemos!

Ellie…


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