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A partir de ti por Azhel

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Notas del fanfic:

Este es mi primer fic original. Reconozco que no soy una persona muy constante y que pocas veces he logrado finalizar las historias que inicio. Pero esta vez prometo esforzarme para no decepcionar a las personas que decidan leerme y apoyarme en este humilde proyecto.

I

Errores

 

Las voces de los paramédicos eran apenas un murmullo lejano en medio de la oscuridad en la que estaba sumido. No lograba entender sus palabras a pesar de que estaban cerca; sentía sus manos atenderle y ataviarle con un sinfín de instrumentos. Tenía la mente y el cuerpo entumecidos. Le dolía la cabeza, no podía abrir los ojos, y las extremidades le pesaban tanto que no respondían a las órdenes de su cerebro. ¿Qué había ocurrido? No tenía ni la más remota idea. El último recuerdo que vagaba por su mente, amenazando con desaparecer, era estar bailando desenfrenadamente con su novio, Daniel, o Dan, como le llamaban todos sus amigos. Habían salido de fiesta y la noche prometía. Pero no recordaba nada más.

Todos esos ruidos molestos, las palabras ininteligibles, esas manos desconocidas, tocándole, doliéndole, desaparecieron repentinamente. Fueron sustituidas por una cálida voz, que le arrullaba continuamente. Le era sumamente familiar, pero no lograba averiguar a quién pertenecía. Estaba solo, en una estancia blanca. Su única compañía era ese suave murmullo, igual de comprensible que los anteriores, pero de alguna manera reconfortante.

Se miró las manos, o más bien lo intentó, porque no había nada frente a sus ojos. ¿Siquiera tendría ojos? Podía sentirlo, sentirse, pero era como si no estuviera allí, como si fuese un fantasma, un sueño ante su propia mirada. Aún así, esa voz parecía dispuesta a no abandonarle, aunque él se hubiera abandonado a sí mismo. Cada vez podía escucharla con más claridad y certeza. Con más intensidad. Hasta que logró entender su nombre en un murmuro. ¿Había sido su imaginación? No, podía escucharlo cada dos por tres. Solo su nombre, el resto seguía siendo incomprensible para él.

 

****

 

-¿Mamá…?- fue tan solo un hilo de voz, casi inaudible, pero fue suficiente para hacer saltar a la mujer del sillón del hospital y abalanzarse sobre la camilla, donde su hijo había permanecido dormido, inmóvil, durante las últimas semanas.

-Oh dios, oh dios, Alex, cariño.- exclamó eufórica, tomando la mano del chico  y besándola con devoción- Voy a llamar a un médico, en seguida vuelvo, no te preocupes.- la voz que le había acompañado durante su sueño desapareció, y se vio sumido de nuevo en el silencio. Pero ya no era un silencio absoluto. Escuchaba un intermitente y molesto pitido muy cerca de él. Pasos mucho más alejados y de pronto la voz regresó. Entonces lo comprendió. Era su madre, había sido ella todo este tiempo, pero ahora la acompañaba otra voz, mucho más grave, pero igualmente suave. Aún no podía moverse pero había intentado abrir los ojos y la luz le había deslumbrado, así que había vuelto a cerrarlos. Alguien le obligó a abrirlos, incidiéndole con una luz aún más intensa y molesta.

-La pupila reacciona con normalidad. Está despertando, ya ha pasado el peligro.- escuchó a su madre emitir un gemido ahogado y le tomó de nuevo de la mano. Estaba llorando, pero lloraba de felicidad- Bien, ahora voy a preguntarte cosas muy sencillas ¿vale? Quiero que me digas cómo te llamas y en qué año estamos.

El menor abrió la boca pero no pudo emitir sonido alguno. Cogió aire y lo expulsó lentamente.

-Alex… dos mil… ¿quince?- logró responder sin demasiada convicción.

-Muy bien, Alex.- le felicitó aquel hombre, del que ahora podía dibujar una silueta borrosa y sin rostro- Los lóbulos temporales parecen estar bien, pero tendremos que hacerle más pruebas para asegurarnos de que todo está verdaderamente en orden y  no hay lesiones que puedan afectar al hipocampo.

-¿Dónde…estoy?- preguntó el muchacho con gran esfuerzo.

-Estás en el hospital, cariño, tuviste un accidente con tus amigos.- contestó su madre, aferrándole la mano.

-Te diste un buen golpe en la cabeza. Has estado dormido durante unas semanas. Te indujimos un coma.- explicó el doctor.

Entonces los recuerdos acudieron a su memoria como si las estuviera observando en tercera persona, como si de una mera película de acción se tratase. Risas, cantos, alcohol. Y de pronto, un patinazo, colisión. La sangre caliente escurriéndose por su frente. Se llevó la mano a la cabeza, la tenía vendada. Se sentía torpe, el cuerpo aún le pesaba en exceso.

-¿Y… los demás? ¿Daniel…?- articuló.

-…- su madre suspiró- Lo siento mucho, cielo.

Alex ahogó un sollozo y su rostro se descompuso. Lo entendió, todos estaban muertos; todos menos él. El doctor se acercó y posó su mano en el hombro del joven.

-Debes descansar, Alex. Pronto te encontrarás mejor.- esta vez se dirigió a la mujer- Volveré en unas horas para ver cómo evoluciona. Usted también debería irse a descansar un poco o terminará colapsando. Alex ha despertado, y me encargaré personalmente de él. Debería pasar esta noche en casa.- Ella asintió y le dio las gracias.

Su madre se despidió cariñosamente. Alex estaba destrozado con la noticia, pero a pesar de ello, su mente aún estaba demasiado cansada para permanecer mucho tiempo despierta y en cuanto la habitación se sumió en el silencio de nuevo, volvió a entregarse a los brazos de Morfeo.

No sabía cuánto tiempo había permanecido dormido, pero cuando volvió a abrir los ojos, ya veía con nitidez. Aún le dolía la cabeza a horrores, pero era plenamente consciente de su cuerpo y de todo lo que le rodeaba. Buscó a su madre con la mirada, sin encontrarla. Pero no estaba solo. Un médico apuntaba algo en su carpeta, ajeno al escrutinio del menor, recién despierto. Cuando el hombre alzó la cabeza, encontrándose con los ojos del joven, sonrió levemente.

-Buenos días, Alex.- reconoció su voz al instante. Era el mismo médico que le había atendido cuando despertó del coma- Es muy temprano ¿Cómo te encuentras hoy?- Alex no contestó. Se limitó a observar al hombre; tenía una expresión amable y parecía bastante joven para ser médico.

-Quiero… levantarme. – atinó a decir. El doctor asintió y elevó la camilla, ayudándole a incorporarse y acomodarse. Alex exhaló un suspiro de alivio. Sentía su cuerpo entumecido, pero no de dolor, sino de haber permanecido todo ese tiempo postrado en la cama en la misma postura. Esbozó una media sonrisa, denotando su agradecimiento- Noto todo mi cuerpo, no me duele ¿No me rompí nada?

El médico enarcó las cejas, sorprendido por su pregunta, y rió.

-No, por suerte solo tuviste un par de esguinces, y estuviste con collarín unos días, pero en tres semanas de tratamiento y en reposo absoluto te ha dado tiempo a recuperarte.- contestó, dejando la carpeta a un lado y apuntándole a los ojos con una linterna. Alex cerró los ojos instintivamente, pero el médico le abrió los párpados con los dedos- Sigue la luz con la mirada. Bien, todo perfecto.- la sonrisa del hombre se desvaneció y suspiró, sin apartar la vista de él- Alex, has tenido muchísima suerte, quiero que tengas eso presente. Siento lo de tus amigos, pero podríais haber causado un daño irreparable a gente inocente. ¿No había nadie en tu grupo que no bebiera?

Al chico se le encogió el pecho, y recordó cómo le había suplicado a Marcos que durmiera la mona un par de horas en el coche antes de partir. Tan solo recibió una sonora carcajada y la promesa de que estaba perfectamente para conducir. Jamás debió creerle.

-Todos habíamos bebido. Yo tan solo bebí una copa, pero no tenía carnet, y el coche era de Marcos…- respondió, con la cabeza gacha y la vista clavada en sus manos. Sus ojos se humedecieron, recordando que jamás volvería a ver a Dan.

Había estado enamorado de él desde que podía recordar y no fue hasta hacía tres meses que había reunido el valor suficiente para declararse. Habían sido compañeros de instituto, y decidieron estudiar en la misma universidad. Daniel había sido al único de su grupo al que le había confesado su homosexualidad durante el primer año de carrera. Lejos de rechazarle, su relación se estrechó. Y cuando en enero admitió estar enamorado de él, para su sorpresa, Dan sonrió. “Ya lo sabía, eres demasiado obvio” había declarado antes de posar sus labios sobre los de Alex, “No te voy a mentir, nunca me había planteado tener algo con un tío, pero si eres tú, podemos intentarlo”. Recordaba que sus piernas habían flaqueado, amenazando con dejar de sostenerle. Pero se mantuvo estoico y abrazó a Dan, que no dudó en corresponder a su abrazo. Al contrario que él, Daniel nunca sintió reparo en confesarle al resto del grupo que mantenían una relación. Alex siempre había temido demasiado al rechazo. Pero todos rieron, bromearon y les dieron palmaditas en la espalda en señal de apoyo. Alex no recordaba haberse sentido más feliz en su vida. Pero su idilio de amor había durado poco, tan solo tres meses. Ni siquiera habían tenido tiempo de llegar hasta el final en el sexo.

La palmadita consoladora del doctor le sacó de sus recuerdos. El hombre le apretó el hombro y sonrió levemente.

-Aprovecha la oportunidad que te ha dado la vida para aprender de tus errores.- Alex solo asintió. Jamás admitió en voz alta sentirse culpable por ser el único en sobrevivir, pero sospechaba que el médico  intuía cómo se sentía- Volveré a verte por la tarde. Tu madre no tardará en llegar.- pero antes de que saliera por la puerta, Alex le detuvo.

-Disculpe, pero… ¿Podría decirme su nombre?- preguntó dubitativo. El médico sonrió.

-Me llamo Shane.- ante la confundida mirada del muchacho, aclaró- Mis abuelos son de origen americano. En mi familia existe la tradición de poner un nombre americano a todos los varones que nacen.- Alex rió por lo bajo y se despidieron. Tal como Shane le había indicado, su madre no tardó en llegar.

Notas finales:

Bueno, espero que el primer capítulo os haya gustado, o al menos picaros un poco la curiosidad. Me encantaría leer vuestras opiniones y cualquier crítica constructiva en los reviews. Un abrazo!


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