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You're Welcome {Hyukbin} por HaePark

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Notas del fanfic:

Disclaimer: la historia me pertenece, los personajes que figuran en ella no, ojalá. Si por mí fuera, Hyuk pasaría la vida en la cama de Hongbin y Ravi en la mía. 

Notas del capitulo:

You're welcome a todas a este fanfic.

Esta historia se me ocurrió hace un par de años y en un principio iba a ser la típica historia del humano que se enamora de una criatura de la muerte, etc, etc, etc...pero no. Hace unos días abrí el word para escribirla y de pronto me encontré con que había cambiado la OTP principal, el enfoque de la historia, el género, el argumento...y dejó de ser un cliché romántico para convertirse en una idea mucho más loca, pero que a mí, personalmente, me encanta muchísimo más.

Qué decir...que como algunas lectoras sabrán si han leído más de mis fanfics, casi todos tienen una "historia oculta" por debajo de la trama principal, que se va revelando mientras avanza el fic. Y en este, particularmente, el misterio es crucial; porque nos encontramos con seis personajes y ninguno es lo que parece.

Asi que si alguna lectora comienza a sospechar de un personaje, o de algo que haya pasado o pueda pasar...para mí sería genial que me lo hicieran saber, porque es lo que más me gusta de escribir historias con misterios muahahahah

Bueno, este fic se actualiza los viernes.

Dejo ya de dar la chapa y...

¿Comenzamos? ;)

Chapter 1-Under the black lagoon

“Life can be a bird in a dungeon

Or a bird with broken wings”

 

—¡Oppa! ¡Hongbin oppa!

El joven se volvió, a punto de ver cómo su hermana pequeña se despedía de  él agitando la mano desde la ventana de su habitación. Hongbin sonrió y correspondió su gesto con ánimo.

Pero cuando hubo perdido de vista la casa y se acomodó en el asiento del coche, su sonrisa trocó en una de mueca de ligera melancolía. Ladeó el rostro hacia la ventana; prados y más prados verdes, todos igual de insulsos ante sus ojos. Eran ya tan conocidos. Aunque tardaría en volver a verlos...

—No pongas esa cara—rió Lee Hongki desde el volante—cualquiera diría que no fueses a volver.

Hongbin se volvió hacia su hermano mayor con un ademán desganado. Hongki lo miró en el reflejo del espejo retrovisor.

—¿Te da miedo la universidad? —inquirió con una de sus típicas sonrisas burlonas, que tanto conseguían soliviantar a Hongbin. Éste negó con un bufido.

Hongbin, a sus diecinueve años, había tenido que aguardar un año para conseguir entrar en la universidad, mas no por sus notas, que sin llegar a ser brillantes, eran suficientes, sino por la coyuntura económica de su familia.

Había nacido en el seno de una familia más bien modesta y era el tercero de siete hermanos. La ayuda económica del estado era útil para mantener a la troupe de niños, pero no era suficiente como para permitir que los mayores acudieran a la universidad.

Por suerte, Hongbin había logrado un trabajo durante su año de asueto. Se había pasado diez meses de su vida repartiendo pizzas. No podía alardear de la experiencia, pero había de reconocer que había sido interesante. Y le había permitido ganar el suficiente dinero. Era el primero de su familia que iba a poder asistir a la universidad, y para sus adentros, sospechaba que también el último.

Por tanto, sí, le asustaba un poco la perspectiva. Iba a pasar cuatro años de su vida viviendo a unos trescientos cincuenta kilómetros de su familia, en una casa llena de desconocidos, asistiendo a clases de la enseñanza más sofisticada…se sentía incluso desorientado, como si se hubiese equivocado de vida y se hubiera metido en la de otra persona.

Pero no iba a quejarse. Si con algo contaba Hongbin, era con aplomo de sobra y un carisma radiante, que bien le había valido en el instituto toda su popularidad. No pensaba dejarse amilanar por lo que el futuro le deparase.

Su universidad se hallaba situada cerca de la costa norte del país. Hongbin se había informado un poco sobre ella; estaba especializada en las facultades de Ciencias y poseía un campus bien equipado para las actividades deportivas. Por lo demás, era una universidad completamente corriente. No contaba con celebridades en su historial, ni con premios Nobel, ni siquiera con menciones honoríficas del estado. Universidad promedio, de dimensiones promedio, con estudiantes promedio. Eso sí, el precio no estaba nada mal para el bolsillo de Hongbin.

El primogénito de su familia, Hongki, era el único que se había sacado el carnet de conducir y se había avenido a acercar a Hongbin a su universidad. Conducían entonces por una autopista plagada de coches, con el mapa de carreteras sobre el salpicadero y unos altavoces pequeños sobre esta. La radio del coche se había estropeado hacía un mes, aproximadamente, y de momento no la habían arreglado.

Pero a ninguno de los dos les apetecía escuchar música. Hongbin parecía perdido en sus ensoñaciones, y Hongki trataba de concentrarse en no tomar la bifurcación incorrecta.

Hubieron de transcurrir dos horas de camino antes de que se introdujesen en una carretera comarcal. Los carteles de las ciudades iban pasando frente a los ojos de Hongbin, quien de pequeño había adoptado la costumbre de tratar de ir recordando los nombres.

Tomaron un camino empedrado que se dirigía al interior de un bosque. Hongki comprobó que en efecto, estaban tomando la dirección correcta.

—Mira qué bello es, Hongbin.

El aludido se volvió hacia él con cara de incredulidad, como preguntándole a qué venía aquel comentario tan sensiblera. Hongki se echó a reír y su hermano sacudió la cabeza, divertido.

—La casa donde voy a quedarme está a las afueras de este bosque—indicó Hongbin, mirando de reojo el mapa—entre el lago y la carretera principal, creo.

Hongki asintió.

Unos veinte minutos más tarde vieron el lago a lo lejos. Se trataba más bien de una laguna, de un color verde azulado. Las ramas de unos sauces llorones plantados en la orilla acariciaban su superficie.

De pronto, la carretera describió una curva un tanto brusca y el coche derrapó. Hongbin profirió un quejido ahogado cuando su cabeza golpeó el costado del coche. Se oyó un estruendo proveniente del asiento trasero, la maleta de Hongbin se había caído al suelo con la sacudida.

—¡¿Pero qué coño te pasa?! —exclamó Hongbin volviéndose hacia su hermano, que pisó el freno de golpe.

—Lo siento—se excusó Hongki, cuya tez había adquirido una palidez extraña—me he puesto nervioso de pronto. No sé qué ha pasado.

Hongbin bufó.

—Estás muy raro hoy, hyung.

—Lo siento—se disculpó de nuevo Hongki.

El moreno observó que su hermano parecía realmente afectado. De hecho, los dedos le temblaban cuando presionó la llave de contacto, y con un quejido, el motor se puso en marcha otra vez.

Reemprendieron el camino. Hongbin miró por la ventanilla del coche hacia atrás con la intención de ver lo que podría haber perturbado a su hermano. No lo vio. Detrás de ellos solo estaba el lago.

 

 

El coche se detuvo frente a una cerca de madera blanca.

—Es aquí—indicó Hongki, visiblemente aliviado de haber llegado sin incidentes.

Hongbin abrió la portezuela y salió. Se encontró frente a un chalet de dos pisos de aspecto antiguo aunque no por ello desaliñado. Era blanco por completo, hasta la puerta del garaje, que además estaba salpicada de graffiti. Los marcos de las ventanas de ambos pisos estaban pintados en azul, al igual que la madera de la puerta de entrada.

La casa contaba con un jardín bastante pequeño, donde se había tratado de cultivar, sin mucho éxito, unos rosales. Enfrente del intento de rosal había un columpio, también de madera.

La casa estaba muy bien situada respecto a la carretera, pues se encontraría a apenas treinta pasos. Se encontraba a las afueras del bosque. Hongbin forzó la vista y vio otra edificación un poco más allá, detrás de la blanca casa.

—Bienvenido a tu nuevo hogar—Hongki había abierto las puertas posteriores del auto y estaba sacando la maleta de Hongbin. —¿Te gusta?

Hongbin se encogió de hombros.

—Está bien.

No le hacía gracia encontrarse tan apartado del resto del mundo, pero supuso que a eso se debía el bajo coste del alquiler. La casa no era ninguna chabola, eso se veía a simple vista.

Hongki depositó la maleta de Hongbin sobre la gravilla y cerró la portezuela de un empujón. Acto seguido, instó a su hermano a acercarse a la casa y ambos cruzaron los treinta pasos que los separaban de ella.

Al lado de la puerta de la cerca había un buzón, de la misma tonalidad azulada que las ventanas y la puerta. Hongbin se detuvo unos instantes a leer los nombres que rezaban en él.

Cha Hakyeon

Lee Jaehwan

Jung Taekwoon

Sus compañeros de vivienda a partir de entonces. Con el corazón en un puño, Hongbin franqueó la cerca, pues la puerta estaba abierta.

Se preguntó cómo sería convivir con tres personas que no conocía en un sitio que desconocía. Estaba a punto de comprobarlo. Sintió una punzada de nervios, que extinguió inmediatamente con su usual ¡Bah!  interior.

Hongki, que se había adelantado, soltó una risita cuando vio que la puerta principal no tenía timbre, sino aldaba.

—Qué retro. Me gusta—y se volvió para mirar a Hongbin, quien estaba demasiado absorto mirando la alfombrilla de You’re Welcome colocada frente a la puerta, detalle que, en su opinión estaba muy de más.

El mayor agarró la aldaba y llamó.

—¡Ya voy! —respondió un grito proveniente del interior.

Se oyeron pasos apresurados al otro lado de la puerta, un cerrojo descorrerse. En el umbral de la puerta apareció un chico castaño, con un corte de cabello similar al de Hongbin. Sus rasgos parecían simpáticos nada más verlo. Sonrió.

—¡Hola! Bienvenidos—miró a ambos hermanos por turnos, como determinando cuál de los dos era el universitario—Llegáis muy pronto. Pasad.

Se hizo a un lado y ambos hermanos accedieron al interior de la casa. La puerta se cerró tras ellos de golpe.

Se encontraron en un pasillo largo pero no demasiado amplio, con dos puertas a ambos lados. El pasillo estaba interrumpido por unas escaleras, pero se continuaba al otro lado de éstas.

Todo, las paredes, los escalones…era de color blanco. Pero las puertas eran ya del color caoba habitual de la madera, y ninguna estaba cerrada.

En las paredes había colgadas algunas fotos, intercaladas con pinturas, pero nada demasiado abarrotado. En principio, Hongbin podría haber definido el estilo de la casa como austeridad.

—A la derecha—indicó el chico.

Durante unos segundos, solo se oyeron los pasos de los tres sobre el parquet y el traqueteo de las ruedas de la maleta de Hongbin.

Cuando pasaron de largo la puerta de la izquierda, Hongbin echó una curiosa ojeada al interior. Descubrió que era una especie de estudio, provista de una interesante colección de estanterías. En el centro de la habitación había una mesa, ante la cual estaba sentada un chico. Parecía estar muy concentrado en su portátil, porque no advirtió la presencia de Hongki y su hermano menor.

La puerta de la derecha daba a un saloncito pequeño pero acogedor. Hongin descubrió con un ramalazo de diversión que tanto el sofá como los sillones eran…blancos. Estaban dispuestos en semicírculo frente a una televisión, y frente a ellos había una mesita baja decorada únicamente con un jarrón. La estancia estaba provista de unos amplios ventanales que daban al bosque.

—Sentaos—invitó el chico.

Hongki y Hongbin obedecieron. Se sentaron sobre el sofá, y el chico lo hizo sobre un sillón en perpendicular a ellos.

—Me llamo Lee Jaehwan, estudiante de biología de tercer año. Encantado—ofreció su mano a estrechar y ambos hermanos lo hicieron por turnos.

—Yo soy Lee Hongki. Trabajo en una pescadería en Dong-gu—acompañó su presentación con una suave risa, que Jaehwan no tardó en corear.

—Lee Hongbin, de primer año de medicina—se presentó el menor. Tardó unos instanes en corresponder a la sonrisa de cordialidad de Jaehwan.

—Bienvenido, pues, a nuestra humilde morada.

Unos pasos se acercaron a la puerta. Los tres alzaron la cabeza. En el marco estaba apoyado un chico con los cabellos revueltos sobre el rostro y vestido únicamente con unos pantalones cortos de chándal. Bostezaba.

—¿Qué pasa, Jaehwan?

—Y éste es Cha Hakyeon, de último año de bioquímica—presentó Jaehwan y se volvió de nuevo hacia su compañero—Ven, ha llegado Hongbin.

El chico se dejó caer sobre el brazo del sofá de Jaehwan. Parecía que no le importaba que le hubieran despertado de la siesta, ni tampoco el ir medio desnudo.

—Encantado—sonrió. Por debajo de la pelambrera, lo único que se veía eran sus labios y su mentón.

—Falta un chico, ¿No? —inquirió Lee Hongki.

Ambos asintieron.

—Taekwoon.

—Lo conocerás a la hora de la cena—dijo Jaehwan—es muy…apasionado. Cuando está estudiando, no le gusta verse perturbado por nada.

Hongbin imaginó que sería el chico que había visto en el estudio.

—Taekwoon es de medicina, podrá acompañarte a tu facultad—continuó Jaehwan—pero no creo que estés solo. Falta todavía un chico por venir, también de primer año, y también de medicina. Compartirás cuarto con él.

—Ah. Vale—asintió Hongbin. No le importaba nada tener que compartir cuarto. A fin de cuentas, en su casa, Hongki, Hongdae, Hongguk y él ocupaban todos la misma habitación. Las tres chicas dormían en la otra.

—¿Quieres que vayamos subiendo la maleta a tu cuarto? —preguntó Hakyeon con cordialidad.

Hongbin acertó a asentir antes de incorporarse y tomar el asa de la maleta.

Jaehwan y Hongki se levantaron también, y los cuatro salieron al pasillo. La comitiva ascendió por las escaleras de madera, que crujían a cada paso.

Las paredes del piso de arriba eran también blancas, y solo había tres puertas, dos a ambos lados de la escalera y una entre ellas, enfrente. La escalera subía aún un piso más, que daba a la bohardilla.

Hakyeon, que iba con Hongbin a la cabeza del grupo, parloteaba explicando a los huéspedes el sistema de habitaciones de la casa:

—La de la izquierda es la que ocuparéis Hyuk y tú, el año pasado la tenían alquilada dos chicos que se graduaron ya. La hemos revisado cuando llegamos aquí, hace unos días, y se encuentra en perfectas condiciones. Confío en que a Hyuk y a ti os gustará. En la de la derecha encontraréis a Jaehwan y a Taekwoon, aunque no suelen estar mucho tiempo metidos en ella. La del centro es la mía. De momento estoy yo solo, aun no hemos cerrado el plazo del alquiler, quizá llegue alguien más en unos días. Desde luego lo espero, porque no me gusta dormir solo. ¡Ah! Y las tres habitaciones tienen baños incorporados.

Hongbin asentía distraído a la cháchara de Hakyeon. El anfitrión los condujo hasta el dormitorio de la izquierda, abrió la puerta y se hizo a un lado para permitir a los hermanos pasar primero.

Hongbin y Hongki penetraron en el dormitorio, flanqueados por Jaehwan y Hakyeon.

 —¿Y bien? ¿Te gusta?

Hongbin se había quedado paralizado. Su mente no era capaz de dar crédito a lo que sus ojos veían; resultaba casi imposible de creer que por un alquiler tan miserable fuera a disponer de un dormitorio así.

El dormitorio no era excesivamente grande, mas si era como dos veces el que había compartido Hongbin con sus cuatro hermanos. La forma de la estancia era alargada, rectangular. Contra la pared de la puerta había dos camas considerablemente grandes, separadas una de otra por una mesilla de noche, sobre la que descansaba una lamparita. Sobre cada cama había un altillo de madera decorado con motivos geométricos.

Frente a cada cama había un armario, también de madera y decorado de manera similar a los altillos. La habitación contaba con dos escritorios de tamaño suficiente, uno situado entre los armarios, y otro al lado de la cama del fondo. En perpendicular al segundo escritorio se encontraba la puerta que conducía al baño. Sobre el escritorio entre los armarios había una gran ventana provista de elegantes cortinas blancas. En ese momento se encontraba abierta, y una leve brisilla penetraba en la habitación.

Para guinda del pastel, al lado de la puerta de entrada de la habitación había dos pufs (asientos blandos que se amoldan a tu medida cuando te sientas, para más concreción google), uno verde y uno azul, separados por una pequeña alfombra verde.

Las colchas de las camas eran correspondientemente blancas.

—Me encanta—balbuceó Hongbin.

—Como has llegado tú primero, te corresponde el derecho de elegir cama—propuso Jaehwan.

Hongbin arrastró la maleta hasta la cama del fondo y la dejó frente a esta. Haciendo uso de sus conocimientos de física ya había calculado que cuando el sol saliese por las mañanas, incidiría directamente sobre la cama que se encontraba en diagonal izquierdo respecto a la ventana, por lo que él prefería situarse en el diagonal derecho. Se sentó sobre la colcha, que cedió bajo su peso. Era tan blanda y suave como la espuma.

Acto seguido, los cuatro volvieron a bajar la escalera para que Hongbin se despidiera de su hermano y diera por comenzada su nueva vida de universitario.

 

 

Han Sanghyuk llevó muy entradala tarde. Para cuando hizo su aparición en la casa, Jaehwan y Hakyeon ya le habían mostrado a Hongbin la bohardilla —de dimensiones muy prometedoras—, la cocina —un tanto estrecha, pero muy bien equipada—, el garaje —Hongbin alucinó cuando vio el bmw de Taekwoon— y el jardín trasero—donde crecían unas parras cuyas uvas Hongbin fue forzado a probar.

Hyuk subió solo desde la carretera, arrastrando una pesada maleta considerablemente más grande que la de Hongbin. Si se sorprendió al ver la aldaba en vez del timbre, no lo manifestó. El sorprendido fue más bien Hongbin, quien se percató de que, a cada golpe de aldaba, temblaba la casa entera.

 —¡Ya voy! —rugió Jaehwan, y Hongbin comprendió entonces por qué imprimía a ese grito tanto énfasis.

Los tres recibieron a Hyuk.

El primer pensamiento que cruzó la mente de Hongbin en cuanto vio a su próximo compañero de habitación fue: tiene cara de médico. Y era cierto. Hyuk, de rostro aniñado, rasgos serios, aspecto tímido, y cabello muy liso y muy bien ordenado, daba la impresión al mismo tiempo de nerd, chico estudioso y, en general, alguien con quien Hongbin probablemente no fuese a congeniar.

Se sintió decepcionado. Pero la experiencia le había enseñado a no dejarse llevar por primeras impresiones, ni por las apariencias, y Hongbin deseaba encontrar en su compañero de habitación a un buen amigo, a un confidente.

El chico sonrió con algo de timidez al encontrarse con los tres.

—Hola…soy Han SangHyuk—sin embargo, su voz no tembló al presentarse.

Se hicieron a un lado para que entrase en la casa y lo llevaron también al saloncito. Cerraron la puerta para no molestar al estudioso Taekwoon y se presentaron por turnos:

—Lee Jaehwan, estudiante de biología de tercer año—se incorporó para estrechar la mano de Hyuk sin dejar de sonreírle con simpatía.

—Cha Hakyeon, estudiante de física de último año—sonrió Hakyeon e imitó a su compañero. Hakyeon aún no se había peinado, aunque sí se había puesto una camiseta. Hyuk lo miró imperturbable y esbozó una débil sonrisa.

—Yo soy Lee Hongbin, y también acabo de llegar—se presentó Hongbin—soy estudiante de medicina también, y como tú, este es mi primer año.

Hyuk lo miró de arriba abajo. Después escrutó la faz de Hongbin, y finalmente se avino a estrechar su mano.

Presentaron también a Taekwoon, como habían hecho anteriormente con Hongbin, y les explicaron a los dos menores que Taekwoon los llevaría a su facultad en coche todos los días. Al parecer, la casa distaba de la universidad cerca de media hora en coche, y no había acceso a peatones. Cuando Hyuk adoptó expresión de extrañeza, Hakyeon añadió con ironía que para ir a la localidad más próxima también tendrían que coger el coche y chuparse una hora entera de camino.

—Vamos, que nos esperan cuatro años en el culo del mundo—arguyó Hongbin y Jaehwan asintió con entusiasmo por haberlo entendido sin necesidad de más explicaciones.

—Pero no os preocupéis, tenemos dos coches—dijo Hakyeon—el de Taekwoon y el mío. ¿Tú cómo has llegado hasta aquí, Hyuk?

—En moto.

—¿Y la maleta?

—Atada con un arnés al asiento posterior.

Jaehwan alzó una ceja pero no añadió nada. Miró a Hakyeon, quien asentía aprobatoriamente.

—Si queréis ir de compras a la ciudad, disponéis de ese medio de locomoción. De lo contrario, tendréis que convencernos a Taekwoon o a mí de que os llevemos. Si tenéis carnet de conducir, quizá Taekwoon os deje llevaros su coche, no le tiene demasiado aprecio—Hongbin se sorprendió, él ya le había cogido aprecio a primera vista al coche de Taekwoon—pero el mío no se toca. La carrocería es carísima. ¿Entendido?

Hongbin y Hyuk asintieron como buenos chicos. En la mente del primero se comenzaba a fraguar la idea de que Hakyeon era una persona un tanto excéntrica.

—Muy bien. Y ahora dejemos de perder el tiempo y acompañemos a Hyuk a su habitación.

Hyuk aceptó la cama que Hongbin le había dejado sin ningún contratiempo. Esbozó una pequeña sonrisa, dijo que la habitación le agradaba mucho, agradeció a los hyungs su amabilidad, y Jaehwan y Hakyeon se marcharon para permitirles ducharse o descansar del viaje, no sin antes recordarles que en una hora se servía la cena.

Hyuk y Hongbin se quedaron solos en la habitación, cada uno sentado sobre su cama.

Hongbin se sentía como fuera de sí, como observando todo desde el puesto de un espectador externo atrapado en su propio cuerpo. Se encontraba en un cuarto con el que jamás podría haber ni soñado, en compañía de un chico que no conocía, y al día siguiente comenzarían las clases de la universidad.

Se hizo la misma pregunta que tantas veces se había hecho desde que lo aceptaran en la universidad; ¿Estaría soñando?

Pero los detalles de la imagen que tenía ante sus ojos eran demasiado lúcidos, demasiado físicos como para tratarse de un sueño. Y, en caso de que lo fuera, él no quería despertarse.

Hyuk no parecía muy dispuesto a ir a iniciar una conversación, así que Hongbin inquirió, por cortar el silencio:

—Mmmh…¿Quieres ducharte?

Hyuk alzó la cabeza y miró a su compañero de dormitorio. Hongbin se dio cuenta de que la mirada del joven era inquisitiva, juez, como si el joven estuviera decidiendo para sus adentros si Hongbin era buena gente o no. Se sintió incómodo.

Fuera lo que fuera lo que Hyuk decidió creer de él, le respondió con tono monocorde:

—Puedes ir tú primero.

Hongbin comenzó a desvestirse. Se quitó  la camiseta por los hombros y la depositó sobre su cama. Al dejarla, su mirada se cruzó con la de Hyuk y vio que el menor le miraba como si de una aparición se tratase. Hongbin frunció el ceño, descolocado, y Hyuk se apresuró a volver su mirada hacia su maleta, de la que empezó a extraer cosas nerviosamente.

Hongbin, que ya había archivado a Hakyeon como una persona como mínimo curiosa, se planteaba si con Hyuk haría pleno. En fin.

Se despojó de los pantalones, de las zapatillas y los calcetines, y en bóxer entró al baño. Cerró la puerta tras él.

Casi encegueció al mirar el interior del baño; todo era blanco, desde la mampara de la ducha hasta la tapa del retrete, pasando por el lavabo y la pila de toallas que descansaba sobre una repisa por encima de éste.

Pero no era un blanco similar al resto de la casa, sino un blanco brillante, uno que refulgía ante la vista. Hongbin hubo de parpadear repetidas veces.

Se quitó el bóxer —negro, en contraste— y se introdujo en la ducha. Cerró la mampara, dedicó los quince minutos que se han de dedicar cada vez que te aseas en un cuarto de baño desconocido a averiguar cómo se regulaba la temperatura del agua, y una vez desentrañado el misterio, se recostó sobre la pared del fondo y se duchó sin prisas.

La ducha terminó abruptamente con unos golpes en la puerta del baño, acompañados del grito de: ¡Hakyeon dice que bajemos ya!

Hongbin abrió las puertas de la mampara, que se habían cubierto de vaho, se anudó una toalla blanca a la cintura y salió del baño.

Hyuk se encontraba en la habitación, aguardándole para bajar juntos. Se dio media vuelta y encaró la pared mientras Hongbin se vestía. El moreno se sorprendió, pues a un hombre de entre dieciocho y veinte años no le suele impactar demasiado el ver a otro desnudo, pero lo aceptó. Quizá era él el extraño. Habiéndose criado con otros tres chicos en el mismo dormitorio, ya no le resultaba ni raro concebir que se hicieran las pajas en fraternal compañía.

Se vistió con ropa limpia y siguió a Hyuk escaleras abajo. El comedor era colindante a la cocina y estaba separado de ella por una fina cortina. La mesa era redonda, y ante la sorpresa de Hongbin, no era blanca, sino del color caoba correspondiente a la madera.

Cuando los menores llegaron, Jaehwan, Hakyeon y un chico moreno de aspecto adusto, que Hongbin identificó como Taekwoon, estaban ya sentados frente a ella.

En el centro de la mesa humeaba una fuente de albóndigas con patatas. El olor de la comida hizo estragos en el estómago de Hongbin, que rugió con ganas. El joven se apresuró a sentarse entre Jaehwan y Hyuk, quien tenía a su derecha a Taekwoon.

—Que aproveche—deseó Hakyeon antes de llevarse a la boca una cargada cuchara.

Durante unos diez minutos solo se oyó el tintineo de los cubiertos sobre los platos, y el ruido del agua al discurrir cada vez que uno llenaba su vaso con la jarra metálica de casi dos litros de capacidad.

El silencio fue roto por Jaehwan, quien propuso que después de cenar dieran un paseo por el bosque.

—¿Qué os parece? Así os lo mostramos, y de paso charlamos y nos conocemos un poco mejor.

Pese a que era Jaehwan quien lo había propuesto, Hakyeon sonreía, exultante.

—Por mí bien—asintió Hongbin, y se llevó una albóndiga a la boca.

Le gustaban los paisajes naturales nocturnos. En el pueblo en el que había vivido toda su infancia, sus hermanos y él acostumbraban a hacer excursiones y juegos nocturnos. Hongbin comprobó así que la noche tiene un atractivo, a la vez estimulante y relajante, del que el día carece.

—¿Y tú, Hyuk?

—A mí también me parece bien—dijo el menor. Hongbin lo miró de reojo y le pareció advertir cierta palidez en sus pómulos, pero no le dio importancia.

Taekwoon no dijo nada.

—Perfecto—sonrió Jaehwan, entusiasmado.

Al término de la cena los chicos subieron a sus habitaciones para recoger lo que fuesen a necesitar para el paseo mientras que Jaehwan metía los platos en el lavavajillas. Se encontraron en quince minutos en el hall de la casa.

—¡En marcha! —exclamó Hakyeon, quien abrió la puerta y salió el primero.

Hongbin frunció el ceño mientras pisaba la alfombrilla de You're Welcome y miraba a Hakyeon con incredulidad. Era un hombre de casi veintitrés años. ¿Por qué le emocionaba tanto un simple paseo por el bosque?

Cuando salieron a la intemperie hacía ya aproximadamente una hora del ocaso, y si bien no era aún noche cerrada, el cielo estaba ya oscurecido. Los chicos enfilaron el camino desde la casa hasta el bosque, que se encontraba a aproximadamente quinientos metros de esta. No había ninguna trocha marcada, pero siguieron a Jaehwan, quien caminaba con una decisión que dejaba entrever que era ya un paseo habitual para él.

Jaehwan y Hakyeon abrían la marcha. Hongbin y Hyuk iban detrás, y Taekwoon iba el último, enfundado en un plumas nórdico que a Hongbin se le antojó exagerado. Corría una brisilla fría, propia de las noches de otoño, pero no helaba.

El bosque se presentó ante sus ojos como una frondosa espesura negra. Accedieron a él a través de un camino finísimo que transcurría entre unos arbustos tan altos como Hongbin. El joven se volvió entonces y miró el camino recorrido. A lo lejos estaba su casa. Se sorprendió a sí mismo pensando cuan pequeña, indefensa y solitaria se veía desde el bosque.

Internarse en el bosque se le antojó como internarse en un mundo totalmente diferente. Si bien la casa en la que viviría desde entonces se caracterizaba por estar rodeada de vacío, precisamente era vacío lo que faltaba en el interior del bosque.

Los árboles, de hoja caduca, se encontraban aquí y allá, habían crecido sin orden ni concierto y en algunos casos, tan pegados unos a otros que dificultaban el camino entre ellos. Las raíces emergidas hacían tropezar a los chicos a cada paso, y las ramas inferiores de los árboles creaban en algunos puntos del bosque una tupida barrera frente a ellos.

El camino, que había sido presentado como una excursión, se asemejaba más a una férrea lucha contra el bosque. Avanzaban muy lentamente y en silencio.

A lo lejos ululó un búho. Un escalofrío recorrió la espalda de Hongbin, que había sido sobresaltado por aquel ruido.

A la media hora se toparon con un camino al interior del bosque más definido, una trocha exenta de árboles. Hongbin casi suspiró de puro alivio cuando pudieron andar sin complicaciones.

 —¿El lago está cerca de aquí? —inquirió Hongbin, recordando el viaje en coche con su hermano.

Se volvió para mirar a Taekwoon, quien le devolvió la mirada entre las sombras y asintió con la cabeza. Hongbin volvió a mirar hacia delante, un tanto estremecido. Taekwoon era siniestro, Hakyeon, excéntrico, Hyuk…estaba por catalogar. El único que se salvaba, de momento, era Jaehwan, quien en aquel momento lideraba el grupo.

No hablaron apenas mientras caminaban. El joven moreno lo encontró un tanto extraño, puesto que la intención inicial del paseo había sido conocerse mejor. Su mente ideó un par de temas de conversación que se sintió tentado a sacar, pero cuando lo fue a hacer, cerró la boca abruptamente.

Había algo, algo en el ambiente, en la atmósfera que se había creado entre él y sus compañeros que le indicaba que ellos no sentían demasiados deseos de hablar.

A los tres cuartos de hora, cuando ya se habían internado tanto que nuestro protagonista ya veía con miedo la hora de regresar (por no hablar de Hyuk, quien no cesaba de echar miradas a su alrededor y su palidez se había tornado verdosa), oyeron el gorgoteo de la laguna. Se aproximaron a ella.

No era el mismo recodo que viera por la mañana con su hermano, allí no había sauces llorones, pero la distancia entre una orilla y la contraria era mucho más ancha.

Se detuvieron frente a ella. Hongbin se agachó para observarla mejor. Hyuk permaneció a su lado, y los otros tres, un poco detrás de ellos.

Hakyeon le susurró algo a Jaehwan y éste disimuló una risita.

Hongbin los miró por encima del hombro. Los tres mayores —Jaehwan, Hakyeon y Taekwoon—se acercaron a Hyuk y a él.

—Creo que es un gran momento para el ritual de iniciación.

Hongbin creyó haber oído mal.

—¿Rituqué?

Incluso en la oscuridad, ya absoluta, del bosque, fue capaz de entrever que la faz amable de Jaehwan había trocado en una mueca de maldad. Hyuk se acercó un poco a Hongbin, atemorizado.

—Todos los miembros de nuestra hermandad han pasado por una prueba inicial—explicó Jaehwan, quien parecía que llevaba la voz cantante del grupo.

Hongbin se preguntó si aquello no sería una absurda novatada. Pero no perdió ni un ápice de aplomo, estaba habituado a lidiar con chavales de su edad o mayores y los enfrentamientos, verbales o físicos, no le preocupaban. Era uno de esos jóvenes que irradian carisma por todos los poros de su cuerpo, de esas personas que no se adaptan a las circunstancias, las circunstancias se adaptan a ellas.

—¿Qué hermandad? —preguntó, y con el qué inicial se le escapó una risita que no se molestó en ocultar.

—La nuestra—Jaehwan abrió los brazos, como exhibiendo ante los dos menores su enorme secta de tres miembros. —habéis pagado el alquiler de nuestra casa, por lo que os corresponde una habitación en ella, pero si queréis ser miembros del grupo habréis de superar una prueba inicial.

Ahí ya sí que Hongbin soltó una carcajada. Jaehwan comenzó a enervarse; hubiera preferido que el chico actuase como Hyuk, que a cada palabra parecía irse haciendo más y más pequeño detrás de la espalda de su hyung. Hongbin lo miró por encima del hombro y se sorprendió al advertir su actitud pusilánime, ¿Es que nunca había salido de casa?

—¿Por qué querría yo ser miembro de vuestra estúpida hermandad? —inquirió Hongbin, con la mirada clavada en los ojos de Jaehwan. Desafiante.

—¿Te da miedo afrontar la prueba? —replicó Jaehwan, quien sostenía la mirada de su dongsaeng.

—No, por supuesto que no. —siseó.

—Demuéstralo.

—¿Cuál es la prueba?

Hakyeon se adelantó hasta quedar a la altura de Jaehwan.

—Hyuk y tú habréis de nadar desnudos hasta la otra orilla del lago y regresar.

Como por acto reflejo, los dos menores se volvieron hacia la superficie plateada del lago, sobre la que incidía el brillo de la luna. El agua estaba encrespada por la brisa nocturna, y al prestar atención a la temperatura, Hongbin sintió como su piel se erizaba.

Hacía demasiado frío.

Pero la otra orilla no quedaba tan lejos; distaría de unos cien o ciento veinte metros de su posición actual. En la oscuridad, solo se adivinaba una sombra oscura en el horizonte, plagada de vegetación informe.

Además, ya se había comprometido a hacerlo, y si había algo que Hongbin detestara más que los ronquidos y los perros grandes, era el quedar como un cobarde.

Se encogió de hombros con indiferencia.

—Lo haré—afirmó sin emoción, como si la idea de sumergirse en un lago helado de noche y desnudo no le provocase ni miedo ni entusiasmo.

—¿Y tú, Hyuk?

Hyuk se había quedado lívido. Para sus adentros, había deseado que Hongbin se negase a hacerlo, puesto que su hyung poseía una personalidad lo suficientemente arrolladora como para que sus compañeros no se fueran a carcajear de él por su miedo; y si Hongbin conseguía escaquearse, él podía subir al tren también.

Pero si Hongbin iba a hacerlo…lo embargó un calor que le vendría muy bien bajo el agua del lago. La idea le aterraba, pero más le aterraba el desentonar en un grupo, el quedarse aparte, el ser dado de lado.

—Yo también lo haré—musitó.

Jaehwan y Hakyeon rieron como hienas. Taekwoon solo sonrió.

—Muy bien, desvestíos y que comience la prueba.

Hongbin se despojó rápidamente de su ropa, ante la mirada atenta de sus cuatro compañeros. El frío de la noche se coló en sus huesos, haciéndole experimentar un dolor físico. Apretó los dientes, que le castañeaban.

—¿Qué tal, Hongbin? —rió el pequeño sádico Lee Jaehwan.

—Tío, se me están helando los cojones—era cierto. Le dolían.

Hyuk sentía bastantes más reticencias a quedarse desnudo frente a cuatro hombres. Era incapaz de mirar hacia su derecha, donde se encontraba su compañero de cuarto desnudo. ¿Cómo podía adoptar tal desparpajo?

—Vamos, Hyuk—lo instó Taekwoon, y estas fueron las primeras palabras que los dos recién llegados le oyeron decir. Su voz era suave, casi dulce, en contraste a su apariencia introvertida y dura.

La verdad era que Taekwoon era friolero, y pese a su grueso plumas, se estaba quedando aterido. Veía que el chaval era un tanto mojigato e intuía que si la cosa se extendía un poco más, el ritual duraría toda la noche. Y él deseaba regresar cuanto antes a la calidez de la casa.

Hyuk se despojó de la sudadera y de la camiseta, revelando un torso bastante menos musculoso que el de Hongbin, mucho más pálido y un tanto más delgado. Su uve se marcaba con menor intensidad —Hongbin estaba particularmente orgulloso de su uve—, y sus pezones eran más rosaditos que los de Hongbin, marrones. El cuerpo de Hyuk era tan virginal como su rostro o como su actitud.

Sus piernas eran largas y sus muslos delgados. Carecía por completo de curvas, pero los huesos de su estrecha cadera se marcaban casi desagradablemente a través de una piel demasiado delgada.

Para cuando se quitó el bóxer habían pasado diez minutos. Hyuk se desvestía con una parsimonia que hacía que los otros cuatro se fueran fijando demasiado bien en cada parte del cuerpo que iba quedando al descubierto —por tener alguna novedad— y la escena acabó pareciendo más un streptease que otra cosa.

Cuando por fin Hyuk reveló todo su esplendor masculino—un poco más pequeño que el de Hongbin, pero nada despreciable—, Jaehwan, que se había quedado mirando fijamente los huesos de la cadera de Hyuk se aclaró la voz e indicó:

—Comenzad.

Los dos chicos desnudos se aproximaron a la orilla. Hyuk iba tapándose los genitales, Hongbin, el torso, pues quiso la suerte que el viento soplase contra ellos y el frío los azotaba de lleno.

Justo antes de que se arrojaran al agua, Hyuk fijó una mirada suplicante en la faz de Hongbin, como implorándole que se echase atrás. Hongbin, que tenía muchas virtudes pero la de la percepción no se encontraba entre ellas, no comprendió qué significaba aquella mirada por parte de Hyuk.

Contó hasta tres, hizo de tripas corazón, y se arrojó de cabeza al agua. Hyuk puso la mente en blanco, rezó un avemaría a toda velocidad y se lanzó tras él.

El primer impacto contra el agua fue como recibir una bofetada en toda la cara. Las piernas de Hongbin se agarrotaron y el pie de Hyuk sufrió un doloroso calambre.

Intentar acostumbrarse al frío del agua era una tontería, por lo que Hongbin comenzó a nadar al crol más rápido que fue capaz de conseguir —sin sentir las piernas—hacia la otra orilla. Hyuk, más torpe, lo siguió a su ritmo.

Hongbin descubrió que nadar a contracorriente era algo casi inhumano. El viento lo azotaba en la cara, sus piernas no despertaban y sus brazos se agotaban a las cuatro brazadas, que resultaban inútiles porque la corriente lo volvía a arrastrar hasta el punto inicial.

Braceó, luchó con fiereza hasta conseguir llegar hasta el centro del lago. Para entonces, le dolía la cabeza, le pitaban los oídos, tenía el cuerpo entumecido y la vista nublada. Entre zambullida y zambullida, le pareció ver que la sombra de la orilla contraria se encontraba más cerca.

Olas de agua negruzca se estrellaban contra su rostro, cegándole. La primera vez tragó agua, que escupió con repugnancia. La segunda sintió cómo la corriente y lo arrastraba hacia el fondo de lago. Braceó por volver a la superficie. El oxígeno se le agotó unos segundos antes de emerger, y dedicó todas sus fuerzas a resistir. Cuando consiguió extraer el rostro del agua inhaló una larga bocanada de aire con un alivio indescriptible.

Sus ojos estaban tan empapados que le resultaba imposible ver nada. Sus oídos solo alcanzaban a escuchar el sonido del agua al romper contra su cuerpo. Los brazos no le respondían. El agobio lo atenazó, comenzó a sentirse desesperado. Braceó de nuevo.

Aquello había sido una mala idea. Muy mala idea. Debió haberse negado en el momento en el que se lo propusieron. ¿De verdad Jaehwan, Hakyeon y Taekwoon habían pasado por esa misma prueba en sus días? Porque a simple vista se veía que Hongbin se encontraba en un estado físico mucho mejor que el de ellos, y a él parecía que llegar con éxito a la orilla le estaba costando la vida. Y todavía le quedaba la vuelta, aunque tuviera la corriente de su lado.

Jadeó. Perdía fuerzas.

Una nueva ola se estrelló contra él, sepultándolo en una tumba de agua tan inmensa y densa que Hongbin no fue capaz de emerger.

Luchó con todas sus fuerzas por ir hacia arriba. Abrió los ojos, y a través de la suciedad del lago vio la luna a lo lejos. Se desesperó.

No iba a morir, ¡Obviamente no iba a morir! Pero si no conseguía salir de inmediato, se ahogaría.

¿Cómo iba a morir? La perspectiva se le antojó irreal, los adolescentes como él no morían en la vida real. Sin embargo, ahí estaba él, pataleando desesperado por salir a flote.

Los pulmones le iban a estallar. Como un acto reflejo producto de la congoja más absoluta, respiró.

Sus vías respiratorias se llenaron de agua y la chispa de esperanza que restaba en él se extinguió de golpe, al igual que su consciencia. Sus labios se entreabrieron y una estela de burbujas brotó de ellos. Su peso inerte descendió hacia el fondo del lago.

Y ya no luchó más.

Su corazón se detuvo.

Notas finales:

Espero que os haya gustado!

El próximo viernes subiré el capítulo dos The Trade, en el que como dice el resumen del fic, Hongbin revivirá...tras firmar un acuerdo con un ser un tanto peculiar. Ahí empieza lo verdaderamente bueno ;)

¡Nos leemos! <3

 

@lost_nagini 

 


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