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La otra vida de Mu por HitchNoDanna

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Notas del fanfic:

UA, Chan, OoC, probablemente no haya lemon (todavía no lo decido pero es lo más probable) ni gran drama, por ello puede que el lector muera de aburrimiento… por otro lado, si piensan que el metalcore o el death mellodyc metal es para posers o maricas, no recomiendo leer (aunque se mencionará hasta la segunda parte).

Notas del capitulo:

Hola, hola!

Seguramente querrán matarme por tardar tanto tiempo en actualizar este fic. La verdad es que ya tenía la segunda parte, pero no estaba afinada. De hecho me había quedado bastante extensa y tuve que reescribirla más de cinco veces, pero no dio el resultado que quería conseguir entonces. Por esto es que pasará de two-shot a fic (tengo entendido que clasifica como tal cuando sobrepasa dos capítulos y/o 5 000 palabras). Chance y ya lo termine en la tercera entrega. Asimismo he reeditado algunas cosillas de este primer capítulo, pero no son demasiado significativas.

Disclaymer: Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, pero sí el fic.

 

I.-

 

Tres, dos, uno… nada. El tiempo seguía su curso y la puerta aún no se abría. Bufó con pesadez al ver la hora en el bonito reloj de péndulo de la sala, y no pudo evitar sentir la misma opresión en el pecho que le mortificaba desde hace más de un mes. Desde ese entonces él había dejado de aparecer tras la puerta cada vez que daban las once. Al principio lo atribuyó a que, siendo estudiante de tercer año de licenciatura, sus deberes le demandaban su tiempo para terminarlos en casa de algún compañero, o bien estuviera demasiado cansado como para siquiera atenderle cuando se pasaba por su apartamento. Entendía que la semana de evaluaciones lo tuviera hasta el cuello con exámenes, reportes de laboratorio, prácticas, etc., pero la dichosa semana —a su gusto— ya se había prolongado demasiado. Asimismo recordaba que, debido a lo cercano de sus apartamentos, solía llevarlo y traerlo en el auto cuando tenía el tiempo encima… pero hacía más de un mes que no lo veía siquiera salir de su hogar.

 

—Parezco novia acosadora —bufó con molestia. 

 

Se quedó algunos minutos más en el sofá más pequeño de la sala, mirando el pasar del tiempo a través del péndulo, a sabiendas que esta noche sería igual a la anterior y la anterior. Cuando se hubo terminado la tacita de té que sostenía desde entonces, la lavó, la puso en su lugar, apagó las luces y se fue a la cama.

 

“Mu… ¿Qué rayos fue lo que me hiciste?”

 

Algunas horas de sueño más tarde, sus ojos azules se abrieron a otro nuevo día. Lo primero que hizo fue revisar su celular, esperando encontrar el habitual mensaje de buenos días, pero no hubo nada… de nuevo. Se levantó la cama y comenzó con su aburrida rutina. Una vez ya listo abordó su auto gris, y mientras conducía rumbo a su trabajo, buscaba con la mirada al dueño de sus pensamientos sin encontrarlo. Varios minutos más tarde llegaba al trabajo.

 

—¡Hey, Shaka! Quita esa cara, que no es el fin del mundo.

 

Ese saludo provino del ascensor, donde le esperaba su amigo y colega Aioria. Ambos trabajaban en una prestigiada editorial, específicamente en el Departamento de manga shönen. Aunque no llevaban tanto tiempo como sus demás compañeros y superiores, al menos sí era el suficiente para desarrollar una amistad, una que le permitía al otro notar que su amigo seguía agobiado por lo mismo.

 

—Como sea —le respondió a su amigo con desgano.

—¡Nada de como sea! Alégrate, hombre, que te tengo buenas noticias.

—¿Al fin te mudarás de la casa de Aioros?

—Es mucho mejor. Corrieron a la bruja de Saori.

 

Eso lo sorprendió un poco. Hasta ahora la aludida era la editora en jefe de esa división, pero a decir verdad era demasiado prepotente, mandona, mimada, y siempre que andaba tras algún hombre terminaba dejándoles a ellos sus deberes.

 

—¡Vaya! Creí que jamás la sacarían de aquí. Ya era hora.

—Bien, ahora tienes una persona de cabello lila menos de qué preocuparte.

 

Un aura pesada se dibujó a su alrededor. Apenas había dejado de pensar en Mu, y de buenas a primeras Aioria tenía que ponerle el dedo a la llaga. Como fuera, ahora tenía que dejar el tema de lado, pues si bien era cierto que la destitución de Saori prometía hacer más tranquilo su día, eso no los liberaba de su trabajo.

 

—¡Hey! —horas más tarde, su jefe entraba como Juan en su casa, usando un tono nada propio de su cargo como Director General— Ya tengo a la próxima víctima… ¡digo!, al nuevo Editor en Jefe. El Comité quería que los aspirantes postularan voluntariamente, pero neta nadie iba a aventarse voluntariamente todo el paquete que la bruja esa dejó y el tiempo nos viene pisando los talones, así que nos tomamos la libertad de elegir —los cuchicheos de quejas e impresiones no se hicieron esperar— ¡Silencio! Ya está decidido y es inapelable. El nuevo editor en jefe es… —todos le miraban, expectantes— ¡Okimura Shaka! 

 

Como si su día no pudiera ser peor, todas las miradas se fijaban en él. Su equipo le felicitaba, pero su jefe, Kardia Antares, se burlaba de su desgracia. Sí, era una desgracia si se consideraban todos los pendientes que su ex jefa dejó, y por ende, el tiempo extra que emplearía para terminarlos.

 

“Por amor a Buda ¿Por qué a mí?”

 

Transcurrió poco más de una semana para terminar los pendientes tanto suyos como de Saori. Agradecía un poco que eso lo distrajera un poco de ese otro asunto que todavía lo tenía agobiado. 

 

—¡Al fin! —suspiró uno de sus compañeros, llamado Afrodita—Terminé con el storyboard.

—Yo determinaré eso –espetó, recibiendo el manuscrito. Unos breves minutos de revisión más tarde, dio su veredicto—. Buen trabajo, dile a la señorita Motozöwa que ya comience a dibujar.

—Aquí está el mío.

—Y el mío –eran Aioria y otro editor más, llamado Camus.

 

Un rato después de darles a los manuscritos el visto bueno e indicarles a sus mangakas que comenzaran a trabajar, cada quién se disponía a irse cuando la irritante voz de Kardia los detuvo.

 

—¡Chicos! ¡Cómo que no festejaron el ascenso de Shakis! Ya me llegó el chisme…

—Fue decisión mía —espetó el recién ascendido—. Había demasiados pendientes como para…

—¡Vamos, hombre! ¿Tienes que ser tan estirado? —el mayor lo interrumpió— Está bien que seas responsable, pero tampoco te pases. Ahora entiendo por qué ese corderito que tienes por novio se junta mucho con mi hijo… lo has de aburrir muchísimo.

 

Aunque fuera a modo de broma, las palabras de su jefe le habían llegado. A decir verdad nunca se planteó esa posibilidad, pues Mu parecía no tener ni una queja de su relación, a pesar de su trato a veces distante.

 

—¡En fin! —espetó, como si no hubiera dicho lo anterior— Se portan mal, muchachos.

—¡No le hagas caso! —apeló Aioria, mientras su jefe abandonaba el recinto— Sabes que le gusta j*der al prójimo.

—Definitivamente es un idiota —murmuró Afrodita.

—Pero ese idiota es nuestro jefe —ahora fue el turno de Camus.

—Y tu suegro.

—¡Aioria!

 

Como sus colegas tenían planeado ir a un bar esta noche, él decidió volver a casa. Mientras conducía, mentalmente enlistaba algunas cosas que lo diferenciaban del peli-lila. Para comenzar, Mu gozaba de la plenitud de sus tiernos dieciocho años; en cambio él ya casi tocaba los treinta. Con todas las diferencias y dificultades que ese hecho en sí ya implicaba, tales como la autonomía económica o que Mu siguiera rindiéndoles cuentas de su vida a sus padres a pesar de no seguir viviendo con ellos, otras más se agregaban al listado, como su trato con los demás. Por ejemplo él, desde que tenía la edad actual del peli-lila, siempre se mostraba un tanto arrogante, otro tanto refinado, un tanto más puntilloso, e irritable en menor medida; en cambio Mu podría ser referido por los demás como un pan de dioses, uno en que las palabras humildad, inocencia y mansedumbre podrían estar escritos en grandes letras azucaradas. Incluso cuando vestían el casi igual estilo sobrio y práctico, aquello se reflejaba: mientras él emanaba ese aire de superioridad e inteligencia que lo volvía casi inalcanzable, el porte del más joven daba ganas de abrazarlo. Por otro lado estaban los gustos: si bien era cierto que compartían algunos, tales como pasar una linda tarde en algún lugar tranquilo, o leer todo aquello que les enriqueciera de alguna forma, había otros bastante discordes. Por ejemplo él gustaba del blues, la música instrumental, tal vez algo de folclor y todo aquello que incluyera ritmos tranquilos; en el caso del muchacho, sin embargo, parecía tolerar cualquier tipo.

 

En esos pensamientos estaba cuando recibió un mensaje de un número desconocido.

 

»Tu noviecito no es quien aparenta ser. Si quieres verlo por ti mismo, ve hoy a las 10:00 pm a esta dirección«

 

Aunque no tenía el número guardado, intuía que se trataba de su ex pareja, un egresado de su antigua universidad llamado Ikki, pero que apodaban Phoenix o Fénix por ser originario de esa ciudad de Arizona, en Estados Unidos. No fue algo serio o formal, ambos habían acabado en buenos términos... o al menos eso creía. El problema vino cuando comenzó su relación con Mu unos meses atrás: Ikki lo acosaba con mensajes en que le pedía una segunda oportunidad, pero él siempre los rechazaba. Sin embargo un día de hace un mes, de buenas a primeras, no volvió a entrar ni una llamada perdida siquiera. Al parecer ya lo había entendido… al menos hasta ahora. 

 

Cerró el mensaje y aparcó el auto. Más tarde, ya en casa, fue a la cocina a prepararse algo que mitigara el dolor de cabeza que le provocaba pensar en estas cosas, pero antes de poder siquiera abrir el cajón superior de la alacena la lucecilla roja de su contestadora le advirtió que tenía un nuevo mensaje.

 

»Cariño ¿Por qué no me has llamado? ¡Todavía tienes una madre! Bien, pues… tu hermana se casa en tres meses y quiere que seas su testigo ¡Más te vale estar ahí con el pequeño Mu!, sabes que lo quiero como a un hijo más… por cierto ¿sí lo tratas bien, verdad?«

 

Bufó con pesadez. Unos dos meses antes su madre llegó inesperadamente de visita, y como en ese entonces el menor se encontraba en su apartamento, inevitablemente ella lo conoció y quedó encantada… tanto como para apapacharlo y mimarlo con postres y otros regalos cuando tenía oportunidad.

 

»¡Más te vale que sí, y pobre de ti si me entero que le pones los cuernos o lo haces sufrir! Ándate con cuidado y salúdame al pequeño«

 

Justo terminaba el mensaje cuando oyó el ruido de una motocicleta. Como sabía que nadie en el vecindario tenía una, y que era rara la vez que alguien venía con una, por mera curiosidad se asomó. No obstante casi se va de espaldas de la impresión al ver a nadie más ni nadie menos que Mu, abrazándose detrás del hijo de Kardia, Milo Antares, mientras éste conducía la máquina a toda velocidad. No conocía demasiado al joven, pero intuía que su personalidad debía ser igual de irritante, despreocupada y hasta libertina como la de Kardia… totalmente discorde con la del peli-lila.

 

“Ahora entiendo por qué ese corderito que tienes por novio se junta mucho con mi hijo… lo has de aburrir muchísimo”

 

¡Por supuesto! ¡¿Cómo no lo pensó antes?! Si bien era cierto que Mu no era de ir a centros nocturnos, fiestas universitarias, o siquiera matar sus neuronas frente a la computadora o el televisor, sus dieciocho años le demandaban a gritos un poco de acción en su vida de vez en cuando, una que tal vez sus contadas citas a restaurantes finos, el museo, el parque o la biblioteca no le daban… acción que tal vez ya encontró con Milo Antares.

 

Suspiró por enésima vez en el día. Definitivamente este no había sido un buen mes, y pretendía terminar con eso de una vez. Vio de reojo el reloj de péndulo y se tensó al ver que ya casi daban las diez, la hora que indicaba el mensaje de Ikki. En otras circunstancias lo hubiera mandado al diablo inmediatamente, pero no tenía más pistas de Mu que esa y el haberlo visto con Milo en una moto, así que por primera vez le haría caso. Condujo hecho un cafre hasta llegar al dichoso lugar, y tal fue su horror cuando vio a los dos jóvenes entrar por una especie de pasadizo. Según Ikki alguna vez, ese pasadizo conducía a los tocadores de los empleados de Hell & Heaven, un casa de citas de mala muerte que operaba bajo la fachada de una discoteca. Hacía un tiempo se había cerrado ese establecimiento, pero alguna vez escuchó sobre su reapertura y el reclutamiento de bellos ejemplares, hombres y mujeres, para ponerlo a funcionar. Por un momento temió que Mu estuviera entre ellos, pero desistió de la idea, lo creía incapaz de algo así. Luego vino la pregunta del millón: ¿Qué hacía ahí entonces?

 

—¡Vaya! Quién diría que el mismo Shaka Okimura pisaría estos lares —una voz lo sacó de su cuestionamiento.

—Creí que te quedarías en casa ¿Qué andas haciendo aquí?

—¿Vienes a ver a alguien?

 

Quienes lo atiborraban de preguntas eran nadie más ni nadie menos que Kardia, Aioria y Afrodita, respectivamente. Le sorprendió que se encontraran justo donde iniciaba el corredor, igual que él. Asimismo Camus estaba con ellos.

 

—Algo así —respondió secamente.

—Si buscas a tu corderito, llegas a tiempo —espetó el mayor de todos—. No falta mucho para su presentación.

—¡¿Cómo que presentación?! —su voz sonaba exaltada.

—¿No lo sabes? —continuó su jefe— Lo estuvieron anunciando desde hace mes y medio.

 

Si hubiera podido verse a sí mismo, habría visto sus ojos abrirse de sobremanera, su semblante pálido, el labio inferior entreabierto y temblándole ¡y no era para menos!, sus temores sobre Mu y ese sitio de mala muerte se volvían realidad. Y el que sus compañeros y jefe reaccionaran con tanta calma era sumamente extraño.

 

—¿Vamos a quedarnos aquí parados como lelos o entramos de una vez? —esta vez fue su amigo Aioria— Ya quiero ver a Marin en acción.

 

Eso todavía lo dejó más desencajado. Marin era la actual novia de Aioria. Según él, ella estudiaba en el mismo grado y  la misma facultad que Mu, pero en diferente carrera. A sabiendas de lo celoso que solía ser con ella, no podía concebir que le permitiera siquiera poner un pie en un sitio de mala fama como este. Simplemente inaudito. 

 

—Pues se ve que va a estar muy reñido —dijo Afrodita—. Ella es tan buena como Ángelo.

—Uy, sí. Lo dice porque es su novio —respondió el castaño burlonamente.

—Ya basta, chicos. Entremos de una vez.

 

Siguió dubitativamente a sus compañeros y jefe. El corredor por el que pasaban era algo así como una pequeña galería, pues varios cuadros de pinturas abstractas se mostraban sobre las elegantes paredes rojo vino. Mientras Aioria y Afrodita conversaban sobre cualquier cosa, él intentaba prepararse mentalmente para lo que vería una vez que finalizara el recorrido. Al principio había pensado que el peli-lila estaría únicamente como camarero o algún otro cargo sencillo, pero conforme avanzaba, se formulaba una teoría peor que la anterior y la anterior… después de todo el chico gozaba de una belleza extraordinaria que podría ser apreciada y aprovechada por cualquier hombre o mujer.

 

—¿Siempre sí les vas a dar tus servicios a los de Starless? —se escuchó una voz burlona justo donde se bifurcaba el corredor en dos. Después de eso vino un breve silencio— ¡Hombre, cóbrales! ¡Te están poniendo una buena j*da y tú bien tranquilo!

—Me gusta lo que hago.

—¿O sea que no te importa que te tengan en j*da, sin descanso, todo mojado, acalorado, afónico, y adolorido?

—Lo vale.

—Vaya que eres terco… ¿O es que ya no te gusta hacerlo con nosotros?

—No digas eso, Kanon. Yo siempre seré suyo.

—Si Saga te oyera ¡es que te trae unas ganas...! Por cierto ¿Shaka ya lo sabe?

—No, y si se entera me mata.

 

 

 

FIN DE LA PRIMERA PARTE

 

Notas finales:

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