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Cupido me hace bullying por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Sé que tardé, pero es porque el capítulo es de más de 6000 palabras, además tuve que dividirlo en dos partes, era mucho contenido sólo para uno.

Sin más, a leer. Se llevarán una sorpresa con una nueva pareja formalizada (._.´) No me maten.

    Nos leemos abajo.

18

Arreglando asuntos pendientes (parte 1)

 

 

Goku llegó llorando a su casa. Realmente en esos momentos no le importaba en lo más mínimo si su padre lo veía y ponía el grito en el cielo por haberse ido luego de que se lo hubiera prohibido. Entró como si nada por el pasillo principal, siendo observado por las cámaras de seguridad que inmediatamente se enfocaron en él, seguramente Bardock ya lo había observado desde adentro y esperaba que pasara por la puerta interna de su pequeño centro de operaciones para regañarlo, castigarlo, o simplemente llamarle la atención.

     Pero el joven Son no tenía ganas de ver a alguien en ese momento, su corazón se sentía abatido, un fuerte dolor lo consumía por dentro, suyo y de su verdadero amor, ya que, como lo dictaba aquella vieja leyenda, sentiría sus más fuertes sentimientos, y, aunque deseara que no fuera así, Vegeta en esos momentos sufría, y lamentablemente él era el responsable por las cosas que le había gritado.

     Sin embargo, ¿realmente fue tan malo? Estaba molesto, Vegeta lo había engañado, se lo merecía… ¿verdad? Entonces... ¿Por qué no se sentía bien de haber cortado toda comunicación con aquel “maldito traidor”?, ¿por qué en el fondo sentía una inevitable ansiedad por ir a verlo, rogarle un perdón y abrazarlo fuertemente?, ¿por qué ese dolor que sentía era por alejar a Vegeta en lugar de sentirse mal por su engaño?

     Llegó a su habitación y, raramente, no se cruzó con su padre en el camino, o al menos eso creyó, ya que de todos modos pudo notar a algunos querubines verlo mientras caminaba por el pasillo asomándose por las puertas de sus respectivos lugares de hospedaje y trabajo. ¡Qué más daba! Si su padre lo hubiera visto no le importaba en lo más mínimo, así que al adentrarse en su alcoba se dejó caer en su cama, ocultó su rostro bajo las cobijas y siguió llorando, aunque de sus ojos ya salían escasas lágrimas, como si se le hubieran acabado ya.

     —Hijo—dijo su padre abriendo la puerta y adentrándose en la habitación. Cerró a su paso y caminó hasta estar a un lado de la cama. Tomó la pequeña sillita que había cerca y se sentó ahí, mientras cruzaba sus brazos sobre el respaldo de ésta—. Creí haber dejado en claro que no debías salir, ¿por qué me desobedeciste? —preguntó serenamente, sintiendo a distancia aquel dolor de su hijo, además de que lo había visto llorando cuando llegó.

     —¿Tú lo sabías?—preguntó tembloroso mientras se descubría un poco y veía a su progenitor a los ojos, para ver si mentía o no.

     —¿Saber qué, hijo?—dijo desconcertado, realmente no se imaginaba en lo más mínimo qué podría haber ocasionado ese estado en el menor.

     —Que Vegeta tiene un hijo con una humana—el dolor lo envolvió al pronunciar esas palabras tan difíciles. El mayor suspiró pesadamente.

     —No, Kakarotto, no lo sabía. Dejamos de rastrearlo porque todo el tiempo la barra estaba en color rojo… seguía sintiendo amor a pesar de tu ausencia—aclaró. El menor vio hacia abajo decepcionado.

     —Eso significa que hizo el amor con ella aunque todavía me quería, y terminó sobreponiendo un nuevo amor sobre el anterior, o sea el que teníamos—el mayor le extendió el vaso con agua que había en la mesita, para que la bebiera y se calmara.

     —Bebe, anda, debes tranquilizarte—sugirió. El menor frunció el ceño y arrojó con fuerza el vaso contra la pared, éste se rompió por el impacto.

     —¡No puedo calmarme, papá!—gritó. Apretó sus ojos con fuerza y empuñó las sábanas—. Me duele mucho…—susurró.

     —Kakarotto, llorar no solucionará nada, y lo sabes. Sabes que cada dolor te hace más fuerte y que en cosas del corazón no se obliga…

     —Lo sé… Por eso—hizo una pausa y abrió la cajonera cercana, sacó una flecha de punta de plomo y vio con tristeza a su padre—lo mejor será olvidarlo, así no me dolerá y él seguirá su vida… él será muy feliz…

     —¿Estás seguro de que quieres hacerlo? Sabes que una vez atraviese tu cuerpo y los sentimientos se esparzan, ya no hay vuelta atrás, dejarás de quererlo y posiblemente lo odies—advirtió.

     —Sí, estoy seguro—vio con detenimiento la flecha y suspiró—. Es mejor eso a amarlo y que él ya no sienta nada por mí…

 

***

 

El de cabellera en forma de flama caminó a pasos firmes a su casa, sentía odio, repudio, deseaba acabar con todo, tomaba rocas y las arrojaba a los árboles durante su trayectoria. No podía dejar de sentir dolor, necesitaba liberarlo de alguna forma.

     Sus manos estaban ensangrentadas por haber golpeado el suelo lleno de piedras hasta que la piel comenzó a abrírsele, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar, su ropa estaba completamente empapada por la lluvia que aún caía sobre él, y su mirada era tan vacía que el negro de sus ojos parecía un abismo sin fin.

     Llegó a la casa, y pese a las miradas preocupadas de su amiga y tía, y del pequeño Kakarotto que corría hacia él, se dirigió a su habitación sin voltear a verlos. Al llegar ahí, cerró de un portazo que retumbó en toda la casa. Se despojó de sus prendas y se introdujo en la tina, deseando quedarse dormido, resbalar, y ahogarse de una buena maldita vez para acabar con todo ese dolor que llevaba dentro.

     —¡Vegeta! ¡Abre la puerta!—decía la mujer golpeándola. El menor frunció el ceño y decidió ignorarla, eso era un poco sencillo ya que era la de la habitación, y adentro estaba el baño. Si lograba abrir aquella por golpes (lo cual parecía ser su intención), aún le faltaría la del baño.

     —¡Vegeta! Por favor, Kakarotto está asustado. Si no lo harás por nosotras, que estamos muy preocupadas por ti porque te queremos, mínimo hazlo por él—habló la chica. El menor suspiró, su hijo no tenía la culpa de nada, y sabía que necesitaba cariño.

     Salió de la tina y se enrolló una toalla en la cintura, dejando al descubierto su bien formado abdomen y sus brazos fuertes. Salió del baño y se encaminó a la puerta de la habitación, la abrió irritado.

     —¿Acaso no puedo ducharme tranquilo?—una venita hizo presencia en su frente. La rubia se sonrojó al verlo así y desvió la mirada.

     —¡Papá!—el menor, que lloraba, se abrazó a su padre. Él sonrió, le reconfortaba sentir muestras de cariño por parte de ese bebé.

     —Vegeta, ¿qué tienes?, ¿qué pasó?—preguntó la mujer, el menor suspiró—. Lazuli me dijo que llegó un muchacho y discutieron mucho.

     —Era Goku, cree que lo engañé, y ya no quiere verme nunca más—frunció el ceño. Cargó al bebé y agravó su voz—. Si me disculpan, quiero ducharme en paz—cerró la puerta en el rostro de las mujeres, colocó el seguro y miró al techo mientras sentía las lágrimas acumularse en sus ojos.

     —¡Kaka!—dijo el bebé. El mayor sonrió al escucharlo.

     Cuando Kakarotto nació era demasiado pequeño, pero siempre mostró estar en un buen estado de salud. Cuando pasó un tiempo, por sugerencia de su tía, decidieron llamar a un doctor para que lo revisara. No le dijeron mucho sobre cómo nació, y obviamente no le mencionarían sobre sus “genes”, a menos de que sea necesario si el pequeño desplegaba sus alitas frente al doctor, cosa que no ocurrió.

     El médico, luego de terminar su rutina de chequeo, dijo que estaba muy sano, que no entendía por qué era muy pequeño, pero que posiblemente creciera en unas semanas, como ocurría en casos de trillizos o cuando nacen muchos bebés en un mismo embarazo. Les avisó también de que, si era un asunto grave, del que para registrarlo necesitaba realizar un chequeo que pondría en riesgo la vida del menor, podría tener una lentitud de aprendizaje, y le costaría más trabajo que hablara correctamente o maniobrara bien las cosas.

     Pero, en todo ese tiempo, Kakarotto había mostrado un avance normal, o al menos así lo consideraban. Si bien su crecimiento era más lento que el de un bebé promedio, demostraba ser muy inteligente a pesar de hablar muy poco, las pocas palabras que decía las pronunciaba con gran claridad y balbuceaba poco cosas inentendibles.

     Terminó de desvestir al menor, se colocó un bóxer por prudencia de no estar desnudo frente a un bebé, y lo llevó a la tina con él, para que le hiciera un poco de compañía mientras se intentaba calmar luego de aquel pequeño ataque de ira por el dolor que sentía.

     —Te gusta mucho el agua, Kakarotto—dijo divertido al verlo salpicando. Dejó drenar un poco de agua y lo sentó en el fondo de la tina, para poder tenerlo ahí sin riesgo de que se ahogara.

    Como era resbalosa, colocó una toalla debajo de él, para que no sufriera un accidente. Sonrió al verlo abrazar el envase del champú y jugar con la barra de jabón, la cual se le resbalaba constantemente. El bebé vio a su padre y sonrió.

     Vegeta volteó a ver al techo, se limpió las lágrimas discretamente, lo que menos que él quería era que su tía se enterara y se preocupara, pero ya lo había hecho. Lanzó un suspiro y se limpió la nariz con un pañuelo que tenía cerca, sentía muchas cosas en ese momento excepto felicidad.

     Y esa pregunta, “¿qué tienes?”, estaba de más, era obvio que se sentía fatal, no era necesario un interrogatorio para averiguarlo. Se calmó, se sentía un idiota al ponerse así por alguien, pero luego cayó en cuenta de que ese “alguien” era el amor de su vida, así que era más que lógico que le costaría entender cómo vivir sin él.

     Lo extrañaba tanto, se moría por darle un beso. Si hubiera hablado más rápido hubiera podido explicarle que era su hijo, y ahora estaba con un dilema mental, ¿cómo diablos lo regresaría? Se sentía tan solo sabiendo que ahora lo odiaba. Pagaba caro el no poder pronunciar las palabras adecuadas para que supiera que seguía amándolo y que nunca le fue infiel, que ese bebé era su hijo y que no lo había engañado jamás.

     —¡Papá Vegeta!—gritó el menor. El aludido volteó a verlo y sonrió enormemente al escucharlo decir eso.

     —Sí, Kakarotto, muy bien dicho—lo felicitó y le acarició su cabeza.

     —¡Papá Vegeta!—repitió—. Te quiero—dijo y extendió sus bracitos hacia él. El mayor lo abrazó.

     —Yo también te quiero, pequeño. Junto con conocer a Goku, eres lo mejor que me ha pasado en la vida…

 

***

 

Habían pasado varios minutos desde que Goku dijo que pondría fin a sus sentimientos incrustando aquella flecha en su pecho. Todo tiene un final, lamentablemente ese era muy duro para él; sí que las reglas no le gustaban. Ni siquiera podría decirle adiós, estaba a punto de determinar todo.

     —Te confieso papá—habló. Todo ese tiempo la había pasado en silencio, únicamente observando la flecha, dudando todavía sobre hacerlo o no—que nunca antes había tenido sensaciones tan intensas como las que tuve con él.

     —Hijo, lamento que todo haya tenido que terminar así. Pero es lo mejor, por algo tenemos prohibido relacionarnos con los humanos—dijo el mayor.

     —Y pensar que hice el amor con él—una sonrisilla se escapó de sus labios al recordar aquel mágico momento, en el cual se dejaron llevar por sus instintos y entregaron su alma mutuamente.

     —Que tú, ¿qué?—preguntó el mayor alterado, el menor se desconcertó por su reacción.

     —Hicimos el amor. Era nuestra primera vez, para ambos, pero nos dejamos llevar por nuestros instintos—soltó una risa y sus mejillas se coloraron por la vergüenza—. Vegeta se quedó dormido en el suelo y no se me ocurrió llevarlo a la cama, lo dejé ahí tirado y me acosté con él a su lado—su risa se fue acallando lentamente y vio de nuevo con tristeza la flecha—. Qué lástima que ese bello recuerdo se manche por el odio y la amargura…

     —Kakarotto, tú… —se estiró con frustración el cabello—. ¿Te acostaste con Saiyan?

     —Sí, papá… ¿por qué?

     —Hmph, ¿y quién tomó las riendas?—preguntó cada vez más pensativo.

     —Pues…—se rascó la cabeza nerviosamente y empezó a reír—. Vegeta hizo casi todo. Verás, él se subió arriba de mis piernas y...

     —No quiero detalles, niño. ¡Agh!—su cara se puso roja, ¿acaso su hijo no conocía la vergüenza? Se puso de pie y observó por la ventana—. Sólo dime, ¿tú fuiste quien actuó de dominante?—trató de decirlo simple para que lo entendiera.

     —Supongo que sí… ¿Pero por qué lo dices?, ¿estuvo mal que hiciera eso con Vegeta?—preguntó decepcionado.

     —Kakarotto, dame eso—le quitó la flecha y la volvió a guardar en el cajón—. Eres un cabeza hueca—una frustración era evidente en su rostro—. Te digo que vayas y hagas que Vegeta Saiyan se enamore de alguien, y te le pones enfrente y se enamora de ti. Te digo que hagas que Saiyan siga sintiendo amor, y vas y haces la fusión con él. Te digo que vayas a enfrentar a Dábura, y te distraes por pensar en él y casi te mueres. Te digo que te quedes aquí y tan sólo me alejo unos pasos y escapas…—soltó aire—. ¿Y qué te dijo Saiyan acerca del bebé, eh?—dijo.

     —Que lo dejara explicarme—vio hacia el lado contrario al sentir la mirada inquisitoria de su padre.

     —Ajá, ¿y qué hiciste?—cruzó los brazos y lo vio fijamente.

     —Yo…—empezó a jugar nerviosamente con sus dedos—. Le dije que nunca más quería verlo y me fui…

     —Ahora te pregunto, ¿por qué nunca haces lo que se te dice? Nunca piensas en las consecuencias de tus actos—lo regañó.

     —Lo sé, me doy cuenta después de que lo hago—suspiró—. Debería ofrecerle una disculpa.

     —Deberás hacerte cargo de ese niño, Kakarotto, porque yo no lo pienso cuidar por ustedes—determinó.

     —¿Por qué debo cuidar del hijo que Vegeta tuvo con una humana?—preguntó confundido.

     —Dime, cuando te dije “lee todos los pergaminos que hay en el estante, son mil pero tienes un año para estudiarlos”, ¿qué hiciste?—preguntó seriamente.

     —Leí cinco y nunca más me acerqué a la biblioteca—confesó viendo hacia abajo.

     —Kakarotto, el número seis decía algo importante, demasiado. Toma tus cosas, vamos con Saiyan—le quitó las cobijas que lo cubrían.

     —¿Eh? ¿Pero por qué?—se puso de pie, se colocó los zapatos y tomó su pelota de béisbol.

     —Primero iremos a la biblioteca, tienes que leer urgentemente los pergaminos seis, quince, treinta y cuatro, ciento doce y cuatrocientos quince—dictó. El menor hizo un puchero.

     —¡Pero no me gusta estudiar!—se quejó.

     —Y a mí no me gusta que hagas tonterías, y aun así es lo único que haces—lo regañó.

     Se adentraron en la biblioteca, la cual era sumamente grande, había demasiados libros que hablaban sobre el amor, odio, y leyendas de seres “mitológicos” que esparcían esos sentimientos. Caminaron hacia el fondo, abrieron unas puertas y en el interior había repisas llenas de pergaminos viejos y enumerados.

     —Date prisa y comienza a leer—ordenó.

 

***

 

—Gotenks, ve a la tienda y trae esto, por favor—le entregó dinero y una lista.

     —Sí, tío—su pequeño primo se acercó a verlo emocionado—. ¿Puedo llevar a Tarble conmigo?—preguntó.

     —Sí, pero tómalo de la mano, acostumbra correr y alejarse—advirtió y sacó un paquete de pasta de la alacena, arremangó su camisa.

     Los menores salieron de la casa. El pequeño Tarble tomó de la mano a su primo sin que necesitara pedírselo el mayor. Y así se encaminaron hacia la tienda, la cual estaba a dos cuadras.

     Vegeta cocinaba tranquilamente, introdujo la pasta dentro de agua caliente y lavó unos tomates. Tomó el filoso cuchillo que había en la repisa, pero antes de que comenzara a cortar las verduras se escuchó el timbre. Dejó ahí los utensilios y fue a abrir.

     Pero al llegar a la puerta recibió un fuerte golpe en el rostro que lo dejó aturdido. Lo único que alcanzó a escuchar fue el sonido de la puerta cerrándose antes de que cayera inconsciente.

     —Ahora sí… cumpliré con el encargo…—esa voz algo aniñada retumbó en la habitación, y aquella presencia comenzó a saltar de un lado a otro mientras hacía ruidos extraños.

 

***

 

—Primo, ¿me compras un chocolate?—preguntó el menor con sus ojitos brillantes, el mayor sonrió.

     —Adelante, escoge el que quieras—señaló el departamento de dulcería y el menor fue corriendo a escoger aquel que se viera más delicioso.

     —¡Buu!—alguien llegó por detrás y lo asustó, causándole un sobresalto. Gotenks volteó y sonrió al ver a aquel chico de cabello negro en punta y dos mechones que caían sobre su frente—. Hola, Gotenks—lo saludó con una sonrisa.

     —Hola, Vegetto—saludó con una enorme sonrisa, el mayor se sonrojó levemente y ladeó un poco su cabeza con una boba sonrisa—. ¿Te sientes bien?—preguntó preocupado.

     —¿Eh? Sí, sí, claro que me siento bien, muy bien—dijo nervioso. Desvió la mirada y alzó su brazo, entregándole una rosa, por lo que el menor se sorprendió—. Llevamos un tiempo de conocernos y…—tragó saliva y se arrodilló—. Me gustas, Gotenks—lo vio a los ojos y pudo notar que el menor se había sonrojado completamente.

     Una mujer anciana, que por su vestimenta demostraba ser una empleada del lugar, al ver a los jóvenes frunció el ceño. Era más que obvio que era una declaración de amor.

     —Jovencito, debes pagar eso—lo regañó y se fue, rompiendo su burbuja de amor.

     —¡Primo, quiero esto!—dijo el menor llegando a él, luego notó al otro muchacho que aún estaba arrodillado, pero veía al suelo avergonzado—. ¿Quién es él?

     —Un amigo—dijo el de cabellera bicolor. El aludido se levantó del suelo y vio al pequeño con detenimiento.

     —Hola, me llamo Vegetto—se presentó. El pequeño se abrazó a su primo de la pierna mientras veía fijamente al más alto de los tres.

    —Vamos a pagar, Tarble, debemos regresar a casa—se encaminaron hacia la caja y pagaron lo que llevaban. El de cabellera bicolor iba a tomar las bolsas con verduras, pero Vegetto las tomó primero, ofreciéndose a llevarlas.

     El pelinegro los acompañó en el camino a su casa. Sin embargo, ocasionalmente volteaba a ver a Gotenks, sonrojándose levemente y girando su vista hacia otro lado. El menor, luego de la décima ocasión, decidió preguntar.

     —¿Por qué me miras tanto, Vegetto?—volteó a verlo.

     —Me gustas, Gotenks—admitió. Suspiró hondo e hizo confesión de varias cosas—. Sinceramente yo nunca tuve nervios de confesar mis emociones, siempre me sentí el galán confiado en que me aceptarán, viviremos una clásica historia de amor por un tiempo, y cuando las cosas no funcionen terminaremos, pero…—tomó aire y prosiguió—. Confieso que conocí a Vegeta y me gustó, intenté tener algo con él pero me humilló de la peor forma posible… me echó de su casa—soltó una carcajada—. Intenté olvidarme de ese incidente saliendo con muchas personas, pero, como con él, sólo eran cosas superficiales, nunca creí que funcionara de verdad, sólo quería “pasar el rato” con alguien y ya…

     —¿Eso es lo que quieres conmigo?—había escuchado todo perfectamente, y a pesar de que eso daba a entender no pensó en ofenderse ni mucho menos salir corriendo, aunque sí le dolió en el fondo.

     —No—voltearon a verse al mismo tiempo ante aquella respuesta—. Contigo siento algo más fuerte, me gustas demasiado, y no me veo sin ti. Quiero una vida a tu lado—se acercó y unió su frente con la suya—. Así que, Gotenks, ¿le darías una oportunidad a este idiota enamorado?

     —¿Son novios?—preguntó el pequeño Tarble acercándose a ellos. Eso sobresaltó a su primo, quien se separó abruptamente de él y volteó a ver al menor con una risilla nerviosa. El más alto hizo lo mismo, pero en el fondo tomó eso como una indirecta de un “no”.

     —Tarble, ¿y si mejor vamos a casa?—cambió de tema, el menor lo notó.

     —¿Por qué no me quieres decir?—se cruzó de brazos e hizo un mohín.

     —…—suspiró pesadamente—. Yo…—desvió la mirada—. A mí me gustan los chicos—volvió a ver al pequeño—. Y tu papá cree que eso está mal, aunque la verdad es que… nadie elige, sólo pasa—al menor le brillaron los ojos.

     —¡A mi hermano también le gustaban los chicos!—gritó, causando que ambos jóvenes se sonrojaran de la vergüenza por aquello que dijo el pelinegro, sobre todo porque muchas personas que transitaban por ahí voltearon a verlos.

     —Es oficial, mi tío me matará—dijo el de cabellera en forma de flama.

     —No, no le diré—sonrió travieso el más pequeño—. Será nuestro secreto, así como también guardé el secreto de Vegeta.

     —¿Mi tío no sabe que a Vegeta…?—no terminó la frase, imaginándose los peores escenarios donde su tío despreciaba a Vegeta y sobre todo al pequeño Kakarotto.

     —No, no lo sabe. Y nunca se lo diremos, porque puede decir cosas que no siente en realidad sólo porque está enojado—comenzó a caminar hacia la casa, pero esta vez tomando a su primo de la mano.

     —Vaya…—susurró. Luego sonrió de medio lado—. Y, contestando a tu pregunta… Sí, somos novios…

     —¿De verdad?—preguntó Vegetto—. ¡Gotenks, gracias!—lo abrazó, luego se separó un poco—. Me imagino que no querrás que pida permiso a tu tío…

     —No, no lo hagas. No es necesario. Y te recomiendo que guardes tu distancia, estamos cerca de llegar y no quiero que tengamos problemas con él.

     —Sí—y sólo por esa petición se contuvo las ganas de besarlo y se separó unos centímetros de él.

 

      Llegaron a la casa y entraron, claro que el de cabellera bicolor tenía pensado presentarlo como un amigo solamente. Pero al adentrarse en la vivienda vio al hombre recostado en el sofá, lucía dormido.

     —Huele a gas—dijo Vegetto mientras corría a la cocina y cerraba todas las llaves que estaban abiertas en la estufa.

     Comenzó a abrir las ventanas para que el gas se esparciera y se ventilara la casa. En su mente apareció la imagen de un posible suicidio, la cual desapareció al destapar la olla que había y ver que había varias verduras dentro y un vapor que salió de esta. Supuso que cocinaba, se quedó dormido, y la mecha se apagó y no se dio cuenta.

     Regresó con ellos y sonrió al ver que el hombre aún no había muerto por intoxicación. Pero lucía algo raro, así que se acercó a él.

     —¿Se encuentra usted bien?—preguntó amablemente. El mayor sonrió de un modo raro, cosa que no pasó del todo desapercibida por los menores.

     —Sí, todo bien… Gotenks, toma tus cosas, iremos a visitar a mi linda hermana—el mayor se puso de pie y tomó su chaqueta bajo la mirada confundida de los más jóvenes.

     —Tío… ¿estás bien?—se animó a preguntar—. Es que la casa se llenó de gas, ¿estás mareado o…?

     —Estoy bien, pero creo que deberíamos ir con ella—de nuevo mostró esa escalofriante sonrisa que perturbó al más pequeño de todos, así que se aferró a la pierna del de pendientes en las orejas.

     —Había invitado a Vegetto a comer con nosotros—admitió.

     —Puedes traerlo—sin decir más salió de la casa para subir a su coche y esperarlos.

     —Gotenks, no quiero juzgar ni nada, pero o tu tío está drogado, o enloqueció—dijo con esa actitud rebelde. El menor suspiró.

     —Para mí también es extraña su actitud—volteó a verlo con una sonrisita—. Gracias por tu ayuda.

     —¿Eh? No, no fue nada—se puso completamente nervioso al ver a su (ahora) novio dedicándole esa sonrisa.

     —Bueno, creo que la cena estará pendiente para otro día—se acercó al perchero y tomó una chaqueta pequeña, por lo que Tarble se acercó y así Gotenks lo ayudó a colocársela.

     —Si no te molesta, quisiera acompañarlos—el menor lo vio confundido—. No creo que tu tío esté del todo bien, así que si se siente mal yo podría conducir y así evitar un accidente. Además… tengo miedo de que los lastime, actúa muy raro—el de cabellera bicolor sonrió.

     —De acuerdo. Conocerás a mi mamá, pero… te advierto que Vegeta estará también ahí—el mayor tragó saliva.

     —Le debo pedir una disculpa y… también permiso para estar contigo…

     Ambos sonrieron y salieron de la casa luego de cerrar las ventanas, el olor ya se había disipado completamente. Subieron al auto y ese pequeño momento familiar se sentía demasiado tenso, muy raro…

     —Tío, ¿mamá sabe que iremos?

     —No, será una sorpresa. Así que dame tu celular—se lo arrebató del bolsillo y lo colocó debajo del asiento. Eso puso a Vegetto más alerta todavía mientras que a los primos sólo los confundió—. No quiero que la arruines…

 

***

 

La tarde era muy cálida, y era un clima demasiado agradable. La gran cantidad de árboles ayudaba a que los últimos rayos de sol no llegaran tan intensos a la vivienda. Vegeta comía, o al menos eso intentaba. Esa mañana había sido demasiado dura para él, y su tía y amiga sabían que no había mucho para reanimarlo.

     Picó un par de veces la pieza de pollo y suspiró. Se levantó de la mesa con un “estoy satisfecho” y se fue a la sala a ver el televisor; pero la verdad era que la televisión estaba apagada y que sólo había movido su comida sin probar bocado.

     —Vegeta—le llamó la mujer, sólo respondió con un sonido sin despegar su vista de enfrente—. Kakarotto está triste—avisó. El joven volteó a ver a su pequeño y sonrió al ver que le mintió, ya que el rubio le estaba dando un dibujo de un corazón y le entregaba una rosa.

     —Ven acá, pequeño—lo colocó sobre sus piernas—. Te amo tanto—le besó su mejilla y lo abrazó fuertemente.

     —Eres un gran padre, Vegeta—comentó Lazuli, que tenía un palillo de dientes en la boca—. ¿Te molesta si cuando tenga hijos eres su niñera?—el pelinegro rio ante eso.

     —¿Y cuándo solicitarías mis servicios?—le siguió el juego.

     —Cuando lloren—eso sólo hizo reír más al de cabello en punta.

     —Olvídalo, dudo que mis tímpanos resistan y…—su sonrisa se esfumó cuando escuchó que un auto se estacionaba enfrente de su casa.

     Luego el sonido de unos pasos pesados acercándose a la puerta. Por último, el sonido de ésta abriéndose fuertemente. Lo peor de todo: la figura de su padre ahí parado.

     —Vegeta—dijo el mayor—. Vaya sorpresa, ¿y ese bebé?—preguntó con una sonrisa, el joven se puso alerta, esa sonrisa no era común en su padre, era demasiado cínica para ser de él. Claro que en él estaría bien y sería normal, pero en su padre no.

     —¿Te sientes bien? Te noto un poco agotado—se puso de pie y le entregó a la chica el bebé, dándole la espalda al hombre para poder mover sus labios pronunciando un “cuídalo, algo anda mal con él”.

     —Bueno, fue un viaje de dos horas, ¿qué esperabas?—seguía sin borrar esa sonrisa. La mujer estaba asustada, ella también sentía el cambio en su hermano. 

    —Lo había olvidado. Es que llevo mucho tiempo aquí—intentó sonar tranquilo, pero en su mente ya se habían formulado diversas técnicas de ataque y defensa en caso de que fuera sumamente necesario.

     —No vine solo—dijo. Se hizo a un lado sin despegar la vista del pequeño Kakarotto. Entraron los tres acompañantes jóvenes que venían con él.

     En un inicio hubiera querido ir a golpear a Vegetto. El hecho de verlo con Gotenks lo hacía pensar en una única posibilidad, la cual era ajena a lo que él quería para su primo. Pero tuvo que contenerse, debía guardar sus energías.

     Y la mirada preocupada de Gotenks le hizo saber que no estaba en sus planes el no haberle avisado que vendrían. Pero lo que más le hizo darse cuenta de que algo andaba mal fue la mirada de terror de Tarble, que veía con miedo a su padre mientras se aferraba a la pierna de Vegetto para sentirse protegido.

     No, nada andaba bien.

     —Veo que trajiste… al amigo de Gotenks—dijo tranquilamente.

     —Sí, cenará con nosotros—se quitó la chaqueta—. Vegita, cocina algo por favor, tengo mucha hambre—arrojó la prenda al suelo y se mantuvo en su lugar.

     —Papá, ¿por qué no te sientas?—invitó señalándole la sala. El mayor empezó a reír.

     —¿Ella es tu novia? Es bonita—comentó.

     —No, es sólo una amiga.

     —M-me llamo Lazuli, es un gusto, señor—saludó cortésmente, pero la chica se sintió muy incómoda ante aquel comentario del hombre y la mirada penetrante y fija que le dirigía.

     —El gusto es mío… Pero, Vegeta. Creí que sí lo era porque ese bebé tiene cabello rubio como ella, ¿es tu hijo, querida?—ella negó con miedo, era demasiado amenazante esa mirada—. Ya veo. Entonces explícame, Vegeta, por qué ese bebé se parece a ti—desvió la mirada del rubio y la posó sobre su hijo mayor. Éste suspiró.

     —Es mi hijo—comentó seriamente.

     —¿Y la madre?—sus ojos estaban fijados sobre los de Vegeta.

     —No tiene—eso sólo hizo reír al mayor.

     —Algo me dice que sí. No pudo salir de la nada, a menos, claro, que “mágicamente” haya nacido.

     —Tal vez sí, tal vez no—eso irritó al mayor.

     —Por ahí leí y me enteré de varias cosas—vio al techo—. Como que… cupido… puede relacionarse con las personas—comenzó a acercarse lentamente a la chica—y que además puede procrear con facilidad. Aparte que—al llegar, acarició la cabecita del bebé y después lo soltó, cuando éste amenazaba con llorar—podía procrear con hombres.

     —Interesante cuento de hadas—intentó sonar desinteresado. El mayor regresó a su lugar original.

     —¿Tú crees?—sonrió de medio lado.

     Pero esa sonrisa no era normal. Era demasiado malvada, cínica, sarcástica y… algo andaba muy, muy mal en él. Además, ¿qué garantizaba que realmente era él? Nada en realidad, mucho menos su comportamiento. Y ese dato de cupido, ¿de dónde demonios lo había sacado? No era él, eso quedó ya demostrado.

      Volteó a ver a Kakarotto, quien lloraba a mares. Y fue ahí donde notó la razón por la cual había mencionado todo eso. El pequeño bebé había desplegado sus alitas y estas eran visibles para su padre.

     —De todas las opciones que pudiste haber tenido, tomaste la más estúpida—luego su mirada se ensombreció unos segundos—. Lo peor—volteó a ver a Gotenks, quien seguía de pie cerca de él—es que lo sabías y no me habías dicho nada—y sin previo aviso estampó su puño contra la mejilla del menor, que cayó al suelo escupiendo un poco de sangre.

     —Te prohíbo que le hagas daño—se interpuso Vegetto entre ellos al ver las claras intenciones de volverlo a golpear, eso aumentó la ira del mayor. El castaño tomó al joven del cuello y lo arrojó contra la pared, éste quedó inconsciente por la fuerza con la que golpeó su cabeza contra el muro.

     —Vegetto—susurró el joven Saiyan. Volteó a ver a su primo, que miraba asustado a su padre. Empuñó con fuerza sus manos.

     —Tu problema es conmigo—caminó unos pasos hacia él.

     —No, mi problema es ese estúpido bebé, debe desaparecer de la faz de la Tierra.

     —No te permitiré acercarte—se colocó en posición de pelea, pero el mayor fue mucho más rápido y lo golpeó con fuerza el rostro.

     Vegeta podría ser muchas cosas, pero algo que lo caracterizaba era su orgullo. Y no se doblegaría tan fácil ante nadie, ni aunque fuera con su propio padre.

     —Si quieres acercarte a él, primero tendrás que matarme…

 

***

 

—O sea que…—soltó el último pergamino que había terminado de leer y mostró una sonrisa torcida—. ¿O sea que… ese bebé… es mi hijo?—estaba demasiado asustado al comprender todo eso.

     —No es un hecho, pero existe la posibilidad de que así sea, no importa que la chica tenga cabello rubio, ahora entiendes que eso no tiene nada que ver en realidad—se sentó a su lado—. ¿Qué harás?

     —Me disculparé y… lo intentaré de nuevo con él—se puso de pie más animado—. Nos amamos demasiado, así que sí me perdonará y podremos seguir como antes de que me fuera. ¡Andando!—y como niño pequeño salió corriendo.

     —Ya habrá tiempo de contarle el otro lado de la verdad—suspiró y se dispuso a seguirlo, claro que de una manera más civilizada.

 

     Mientras surcaban los cielos notó que su hijo no paraba de tararear una canción, se veía demasiado feliz. Aunque eso, en lugar de hacerlo sentir mejor sólo lo hacía sentirse fatal. Si resultaba no ser su hijo, Goku no resistiría el dolor.

     Intentó no pensar en ello y se concentró en visualizar el camino que tomaban.

     —Papá, ¿crees que Vegeta ya le haya puesto nombre?—preguntó de repente.

     —Supongo que sí, dudo que más de un año lo haya tenido sin saber cómo llamarle.

     —Jeje, tienes razón… Papá, ¿cuánto era el riesgo de que Vegeta no sobreviviera con el nacimiento de mi hijo?—eso tensó al mayor, pero sólo le quedaba contarle la verdad.

     —La probabilidad de que muriera es… del 99%—confesó. El menor bajó la mirada y un sonrojo apareció en sus mejillas mientras jugaba con sus dedos.

     —La verdad es que Vegeta siempre ha sido muy fuerte y… terco… Estoy seguro de que es tan obstinado que si se sentía a morir, hacía todo lo posible por que no fuera así, incluso si desafiaba muchas cosas de la naturaleza…

     —Llegamos—cortó la conversación y ambos bajaron. Caminaron unos pasos y se detuvo, su hijo lo vio con confusión—. Es tu vida, Kakarotto. Yo sólo intervendré cuando metas la pata muy a fondo—eso logró hacerlo reír—. Adelante, está esperándote—le guiñó el ojo y eso sólo logró terminar de animar a Goku.

     El de cabellera alborotada se adentró a la casa, como si fuera el dueño, porque sabía que si tocaba, y Vegeta abría, le cerraría la puerta en la cara, así que no quiso arriesgarse. Cuando entró sintió su corazón desgarrarse al ver que un hombre tomaba a Vegeta fuertemente del cuello mientras lo colocaba contra la pared, y que ese hombre fuera su padre.

     Vio también a una mujer y a la muchacha rubia tiradas en el suelo con un hilito de sangre escapándose de la comisura de sus labios, como si las hubieran golpeado fuertemente en el rostro. Y a un costado estaba Gotenks viendo la escena con sangre en sus labios, sin poder hacer nada por el terrible dolor que lo invadía. Más atrás se encontraba Vegetto, inconsciente.

     Mientras analizaba la situación rápidamente notó que dos figuras pequeñas salían por la puerta de atrás sin hacer ruido, aprovechando la distracción del mayor. Las reconoció al instante, al hermanito de Vegeta y a su hijo. Huían, huían mientras podían.

     Una furia creció dentro de él al ver a su amado soltando sus últimos recursos de aire. Se molestó tanto, demasiado, que no le importó controlar su fuerza y lo golpeó, liberando así a Vegeta.

    —Vegeta, mírame, háblame—decía palmeando su cara suavemente.

    —Goku…—susurró y soltó una risilla—. Maldito idiota, te extrañé demasiado como para que te fueras tan rápido—cerró los ojos y los abrió luego de unos segundos—. Es tu hijo… yo… yo lo tuve… y…—cerró completamente los ojos una vez más.

    —Kakarotto, se te perdió esto, estaban huyendo de la casa y…—Bardock entró con los dos menores en brazos, tomándolos de la ropa mientras sus cuerpecitos colgaban.

     Él creyó que sólo jugaban, por eso habían salido de la parte de atrás e intentaban correr (o en su caso, Tarble corría mientras tomaba al menor de la mano para llevárselo lejos) sin ser vistos por un adulto responsable. Por eso los había interceptado para volver a llevarlos adentro.

     Pero jamás se imaginó aquella trágica escena donde había más inconscientes y sangre que personas despiertas.

     —Goku, gracias por venir—escuchó aquel susurro proveniente del joven que yacía en el suelo.

     Vegeta hizo todo para poder ponerse de pie, a pesar de las insistencias del de cabellera alborotada para que no lo hiciera. Y fue ahí donde vio a un peso mayor alzarse, como si nada ocurriera. Y ese peso era nada más y nada menos que Vegeta, su antiguo amor.

     Bardock soltó a los menores y se los aproximó al joven Vegeta, quien los protegía colocándose delante de ellos y se mantenía firme, aunque su cuerpo exigía descanso y recuperación.

     —Descuida, Vegeta. Yo los protegeré. Hay una energía muy negativa proveniente de tu papá. Además de que es similar a la de Dábura, aunque creo que en realidad es… Majin Buu—susurró. El de cabellera en forma de flama asintió, dejándole el trabajo a su pareja, no porque no quisiera ayudarlo, sino porque en su estado sólo sería un estorbo—. Además, este es mi asunto…

     —Te equivocas—habló Bardock—. Éste es asunto—recalcó esa palabra—. Hola de nuevo, Vegeta…

Notas finales:

¿Alguien más se identifica con Goku a la hora de estudiar? Bueno, yo flojee este semestre en los finales y bajé como 8 décimas mi promedio. Última vez que lo hago u.u (Además de que me sentí como zombie por no dormir bien)

¿Les interesa el VegettoxGotenks? Yo lo veo interesante jeje ¿Y quieren algo entre Bardock y Vegeta? En caso de que sí, ¿BardockxVegeta o VegetaxBardock? Pueden votar. O si no quieren porque ya son muy mayores puede ser un flash back de su juventud, ustedes elijan.

¿Qué opinan de la pelea? Se dará a conocer todo el próximo capítulo.

Y wow, Vegeta desafiando a la naturaleza, siendo ese 1%.

Espero les haya gustado, nos leemos pronto.


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