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Cupido me hace bullying por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Exijo reviews ¬¬

¿Por qué? Simple: a pesar de haber tardado, los merezco.

¡Capítulo de más de once mil palabras! ¡Eso jamás en la vida había sucedido por parte de mí.

Oficialmente es el capítulo más largo que he hecho en mi vida (^-^)7

¡Disfruten!

19

Arreglando asuntos pendientes (parte 2)

 

 

—Bardock…—susurró. Cerró los ojos y sonrió con arrogancia—. Debí suponer que estarías aquí.

     —Vaya, Vegeta. Me sorprende que me recuerdes, creí que habías dicho que me olvidarías porque era un bueno para nada luego de lo que ocurrió—dio media vuelta—. Supongo que sigues sintiendo lo mismo por mí que hace varios años—caminó, saliendo de la casa.

     El castaño, ofendido, lo siguió. Vegeta estaba furioso ante aquellas palabras, fue detrás de él para seguir discutiéndole. Así el plan había surtido efecto, lo había alejado de las personas inocentes sin que se diera cuenta, además lo estaba distrayendo lo suficiente.

      —No te creas la gran cosa, Bardock. Sólo resultaste ser basura—escupió a un costado.

      —“Basura” a la que le entregaste tu virginidad…

     Eso fue suficiente. Aquel hombre estaba siendo poseído por una entidad maligna que aumentaba el odio y las malas intenciones en su interior, además de acrecentar su fuerza y sus habilidades. El castaño se lanzó contra él y le dio un puñetazo en el rostro. Intentó golpearlo en el abdomen, pero el de cabellera alborotada fue mucho más rápido y lo esquivó. Se colocó detrás de él y apresó sus manos.

     —Basta, Vegeta. Éste no eres tú—pero esas palabras parecían no llegar a sus oídos, ya que se libró y volvió a atacarlo.

 

 

Goku veía la escena con suma atención, sabía que a su padre le molestaría que se interpusiera en sus asuntos, pero si era necesario lo haría.

     —Quisiera saber qué ocurre, por qué se odian tanto—comentó Goku.

     —Fueron novios—dijo en voz baja, captando su total atención—. Mi tía me contó que escuchaba a tu padre llegar con mi papá en la noche, ellos salían pero Bardock tuvo que dejarlo, por eso mi papá lo odia, aunque no sabe los motivos de por qué lo hizo—volteó a ver a Kakarotto, que estaba acariciándole la mejilla a Lazuli.

     A los pocos segundos ella pareció reaccionar y se incorporó despacio, sintiendo un fuerte dolor. El rubio sonrió y le dio un besito en la mejilla, provocando que ella sonriera. Después hizo lo mismo con Vegita.

     —Goku, me podrías decir qué significa lo que hace—el aludido volteó a ver al bebé. Sonrió rápidamente.

     —¡Sabe cómo fortalecer el alma!—se emocionó—. Vegeta, mi raza tiene esa cualidad. Sobre todo mi familia. Concentramos nuestra energía positiva y la enviamos a alguien para que sus heridas sanen un poco, lo suficiente para que estén un poco estables aunque sea temporalmente…—se giró hacia el pelinegro y unió su frente con la suya, cerró los ojos y comenzó a transmitirle su energía.

     —Gracias—ya no sentía tanto dolor físico, sonrió complacido y lo rodeó del cuello con sus brazos—. Goku, te extrañé…—ocultó su rostro en su hombro.

     —Yo también te extrañé, Vegeta, pero… —volteó a ver la pelea—. Aunque quisiera en estos momentos llevarte a la habitación y hacerte el amor—eso hizo sonrojar al más bajo, agradecía que su hermanito estuviera lejos con su tía para que no escuchara aquellas palabras—, creo que debo estar pendiente de la pelea—suspiró—. No sé si lo notaste, pero tu papá está ganando la batalla.

 

     Los minutos transcurrían, y aquella pelea seguía llevándose a cabo. Bardock comenzaba a agotarse, pero Vegeta parecía aumentar sus energías en cada golpe. En un mal momento lo golpeó fuertemente, y el de cabellera alborotada se impactó contra el suelo con fuerza.

     —¡Papá!—gritó Goku.

     Ahora él se lanzó fuertemente contra aquel hombre, sin importarle nada. En eso, el joven Vegeta se acercó a Bardock, para cerciorarse de que estuviera bien. Lo ayudó a incorporarse y se quedó a su lado.

     —¿Sabes?—comentó de la nada, ganándose la atención del menor—. Tu padre está siendo controlado por una entidad muy fuerte. En el fondo está luchando, pero poco a poco se están esfumando sus fuerzas—vio al suelo—. Te contaré lo que pasó entre nosotros para que entiendas…

     —Mi tía me dijo algunas cosas—interrumpió—. Ella los escuchaba en las noches.

     —Entonces no te será tan difícil comprender lo que te diré… Verás, a pesar de que no lo creas, y aunque el cabeza hueca de mi hijo tampoco lo considere así, tu padre aún siente cosas por mí, y no precisamente odio. Majin Buu se aprovecha de ese sentimiento para poder alimentarse de él y transformarlo—el pequeño Kakarotto llegó con él y le tocó la frente con su manita—. Entonces él es la fuente de energía muy poderosa que le brindó su ki a mi hijo cuando luchaba con Dábura…

     —Su nombre es Kakarotto.

     —¿Kakarotto? Supongo que la entrometida de Vegita te contó acerca de mis planes con Vegeta—el menor asintió—. Tu padre es un engreído de lo peor, por eso llevas su nombre… Pero yo sí mantuve mi idea cuando nació mi primer hijo, pero mi esposa quiso llamarle Raditz, significa fuerza en nuestro lenguaje… Así que cuando nació Goku lo llamé así: Son Kakarotto Goku.

    —¿Y qué significa?—se sentó a su lado mientras el rubio seguía acariciando la mejilla con esa cicatriz del mayor.

     —Nuestro apellido, Son, significa paz. Goku significa alma inocente… Y Kakarotto, amor puro—escupió a un costado cuando el pequeño se separó y se acercó a su papá para abrazarlo—. Está teniendo problemas—vio a su hijo siendo atacado sin poder defenderse—. Sólo hay una manera de acabar todo esto, y es que Vegeta ignore sus sentimientos y se enfoque en sacar a Buu de su interior, no en mi partida—se puso de pie—. Si amas algo, déjalo ir…—comentó con una sonrisa.

     —¿Qué hará?—se levantó y lo vio caminar despacio hacia ellos.

     —Hace varios años tomé una decisión muy difícil… ahora debo tomar otra que me dolerá más que nada…—se giró hacia el joven—. Confieso que fue imposible evitar aquella aventura… si pregunta, no he dejado de amarlo a pesar de que pasaron tantos años—volteó al frente y voló hacia ellos.

 

 

***

 

 

Goku estaba agotándose. Visualizó a su padre acercarse a ellos, así que se separó. El castaño observó de nuevo a Bardock y soltó un gruñido.

     —Hijo, ve con los demás y ayúdalos. Ya despertaron todos—Goku observó a la casa, y notó que todos, aunque un poco aturdidos y confundidos, observaban hacia su dirección.

     —Sí—acató la orden.

     Bardock sonrió de medio lado, pero no era una sonrisa confiada ni mucho menos, era de tristeza. Estaba triste por lo que tenía que hacer, pero era la única opción que le quedaba. Sacó de su bolsillo aquel pedazo de tela roja que le traía muchos buenos recuerdos de su relación, siempre la llevaba consigo como un amuleto de la suerte.

     Se la anudó en la frente y se colocó en posición de pelea. Vegeta lo imitó, y en segundos ya se estaba llevando a cabo la pelea que determinaría muchas cosas. Entre patadas, puñetazos y rodillazos liberaban su coraje y a la vez querían debilitar a su enemigo.

     Bardock apareció detrás de él y tomó esa ventaja para golpearlo múltiples ocasiones. Lo tomó del cuello y lo colocó contra un árbol, lo veía fijamente a los ojos mientras el castaño intentaba librarse y poder respirar.

     —No puedo dejar que se salga con la suya, por eso tendré que hacer algo que me dolerá más a mí que a ti. Porque tú dejarás de sentirlo, y yo sentiré tu rechazo diariamente—se hizo hacia adelante y la distancia entre sus rostros se fue acortando—. Todavía te amo, Vegeta…

     Mientras pronunciaba esas palabras, aquel hombre de barba sintió como si algo atravesara su cuerpo. Pero no le hacía daño, era como de una pequeña aguja aquella sensación, aunque no podría garantizarlo totalmente.

     Bardock lo soltó y retrocedió unos pasos. Vegeta cayó sentado al suelo. Observó su abdomen y notó una vara que salía de ahí. La tomó y la retiró de su cuerpo; tal como lo suponía no le hizo daño, era como si fuera intangible al adentrarse a él, ya que no tenía ninguna herida y ésta no tenía sangre.

     Visualizó el objeto unos segundos y después se percató de que era una flecha, pero ésta en la punta era un color grisáceo, brillante, pero que no denotaba la gran cosa. Luego sintió un fuerte dolor de cabeza, cerró con fuerza los ojos mientras intentaba calmarse.

     Los abrió y vio al hombre ahí parado.

     —¿Qué me está…?—la pregunta quedó en el aire mientras las punzadas aumentaban en su cuerpo.

     —Tienes que sacarlo, Vegeta. Debes ser fuerte—un nudo se formó en su garganta al verlo sufriendo de ese modo. Se mantuvo cerca por si era necesario una intervención de otro tipo.

     —Tú… ¡maldito bastardo!—a pesar de su dolor se encaminó hacia él, pero de nuevo cayó de rodillas.

     —Estás siendo poseído, Vegeta…—vio al cielo—. Es Majin Buu…

     —¡Maldito, Bardock! Te detesto… Eres un miserable de lo peor. No sólo tenías que venir a causar problemas cuando era joven, sino que también lo tienes que hacer ahora…

     —Vegeta, basta. Tienes que ser fuerte, expúlsalo de tu interior…

     Al castaño no le quedó opción. Sentía millones de punzadas en su cuerpo, como si cientos de agujas se incrustaran en su piel. Era difícil explicar lo que sentía exactamente, no podría precisarlo, no tenían ningún modo de saberlo. Era una sensación similar a que le desgarraran las entrañas, quemaran su piel, una tortura llena de saña de la cual no podía librarse.

     Bardock sólo lo observó, aquel hombre resistía mucho dolor en esos momentos. Sonrió vacíamente mientras recordaba tiempos pasados con él.

 

 

 

^^^Flash Back^^^

 

Era una cálida tarde de verano. Bardock, dentro de sus primeros días como cupido oficial, fue enviado por su padre a resolver un caso. Se trataba de un joven llamado Vegeta Saiyan, que tenía su misma edad, sólo que su historial amoroso se encontraba vacío.

     ¿La razón? Simple. Aquel joven era demasiado arrogante, un orgulloso de lo peor, obstinado,  y sobre todo presumido. Se sentía la gran cosa y consideraba que nadie estaba a su altura para poder iniciar una relación. Dentro de los informes enviados por los querubines no encontraron datos que ayudaran a saber acerca de la causa de dicho comportamiento, pero sí tenían una opción: intervención directa de cupido.

     Así fue como aquel Bardock adolescente se encaminó a su nueva aventura. Al observarlo de lejos su primer tarde de misiones de campo, notó que era una persona solitaria, repelía a todos y los miraba con cierto desprecio para nada disimulado, pero las demás personas no se molestaban, obviamente se habían acostumbrado a la actitud de aquel muchacho.

    —¡Iugh! Ese sujeto es despreciable—murmuró Bardock al verlo. Sonrió y caminó en su dirección, sólo que tomó otra ruta para llegar cerca sin ser visto por nadie. Notó una chica linda aproximarse a él, posiblemente foránea, ya que era imposible que alguien que lo conociera quisiera aproximársele.

     —¡Hola! Ehm, disculpa, pero soy nueva en el colegio. ¿Me podrías decir dónde queda la biblioteca?—preguntó tímidamente.

     Y ¡pum! Recibió un pequeño golpecillo de algo que no sabría decir de qué era, pero era pequeño. Parpadeó varias veces mientras se tocaba en el lugar donde recibió aquel golpe y después dirigió su vista a la muchacha que lo veía con preocupación. Ese cabello color zanahoria y esos ojos cafés le parecieron irresistibles, y esas pequitas en la nariz le daban un toque de ternura y adorabilidad.

     Se paró rectamente, colocó su mejor sonrisa seductora y dijo—: Claro, pero ¿y si te acompaño?—giñó su ojo y la chica se sonrojó, por lo que cupido había considerado como realizado aquel trabajo. Sonrió al verlos alejarse.

 

     Lamentablemente no todo fue como creyó, ya que cuando pasaron los efectos del amor, Vegeta había dejado a la chica llorando sola mientras se retiraba enojado.

     —Es una estúpida…—murmuraba entre dientes mientras caminaba hacia su hogar.

     —Tú eres un estúpido, ella tenía todo lo que tú buscabas en alguien hace dos años—dijo alguien a sus espaldas. Paró en seco y volteó. Era un muchacho de cabellera alborotada, de ojos y cabellera azabache.

     —¿Y tú quién demonios eres, sabandija?

     —Eso no importa—vio a otro lado—. ¿Cuál es tú problema? ¿Por qué tenías que rechazar a esa chica de ese modo? Ella se portó amable contigo.

     —¿Qué? ¿Eres su padre?—empezó a reír con burla—. No te entrometas en mis asuntos, insecto—ordenó y se retiró. El pelinegro de cabellera alborotada sonrió con altanería.

 

     Y así fue como iniciaron sus intentos de que ese sujeto se enamorara de alguien. Pero entre más parejas le intentaba conseguir, más grosero se portaba con ellos. Maldecía entre dientes después de que se le pasaran los efectos del enamoramiento, odiaba aquellos impulsos que de la nada surgían en él por invitar a alguien a salir, y después se esfumaban, regresando a él la cordura y mandando al diablo todo.

     Y no sólo eso. Vegeta detestaba más que nada que aquel muchacho de cabellera alborotada se apareciera de la nada después de esas… ¿rupturas? Reclamándole por su comportamiento.

     Casi lo golpeaba en un ataque de ira, pero ese muchacho siempre esquivaba los golpes, y después se iba, viéndolo con una sonrisa burlona.

     Así fueron pasando los días, pero lo que determinó sus sentimientos (aunque no lo supieron ver así en el momento) fue cuando Bardock lo siguió hasta su casa luego de un día de escuela, donde Vegeta había reprobado la clase de teatro y literatura interdisciplinares cuando no fue capaz de recitar un poema con total sentimiento. Eso fue lo que lo tenía más irritable que de costumbre.

     —Sigo sin creer que no pudiste leerlo con sentimiento—decía Bardock riéndose un poco. Vegeta, que había subido los escalones antes de la puerta principal de su casa, volteó a verlo con molestia. Ya se había acostumbrado a que él lo seguía, pero no quería acostumbrarse a su “molesta” voz.

     —Dime, ¿por qué cada vez que tengo problemas tú estás aquí?—se tocó la frente con frustración.

     —Déjame entrar a tu casa y te lo diré—el castaño vio al suelo con enojo y se adentró a su hogar.

     Dejó la puerta abierta para que el otro entrara. Aprovechó que estaba completamente solo para por fin saber qué demonios ocurría con aquel chico que, aparentemente, era el causante de sus problemas.

     —¿Y bien?—lo vio fijamente esperando una respuesta, el chico sonrió.

     —Pues… me llamo Bardock, soy cupido y estoy aquí para hacer que te enamores de alguien—dijo. El castaño lo vio con asombro, no podía creer que saliera con semejante tontería.

     —Suficiente, llamaré a la policía diciendo que hay un loco en mi casa—se aproximó al teléfono que reposaba en una mesita cerca. Comenzó a marcar el número, pero tan sólo presionó el primer número, vio algo emplumado aparecérsele delante.

     Siguió con su vista hasta su origen, que era la espalda de aquel chico. Volvió a colocar el teléfono en su lugar y lo vio fijamente. Se tocó la sien harto.

     —Suponiendo que yo no me volví loco y que en verdad estás aquí, que eres cupido y que eres real… Déjame decirte que te largues, no lograrás nada. El amor es un asco y no cambiaré de parecer. No pierdas tu tiempo y no me lo hagas perder a mí. Vete—se encaminó a su habitación, el pelinegro lo siguió.

     —Te equivocas, lo dices porque jamás te has enamorado. Pero el amor es el sentimiento más bello que podrías experimentar—entró a su habitación, se estaba cambiando de ropa—. Además, por actitudes como esa reprobaste esa clase.

     —Ahora resulta que es necesario amar para recitar un estúpido poema—se recostó en la cama. El azabache sonrió.

     —En realidad no tanto, debes saber sentir para poder decir las cosas bien. Una palabra llena de sentimientos vale más que mil palabras bellas sin sentido… Además, la poesía no es estúpida, al contrario…

     —Si tanto crees que es necesario, demuéstralo—sacó de su mochila un libro de poesía y se lo entregó. Se sentó en la orilla de la cama mientras el otro buscaba uno entre las cientos de páginas.

    —De acuerdo, entonces te recitaré “Amor eterno”, es corto, pero realmente expresa demasiado—se arrodilló frente a él con el libro en mano.

     —¿Qué haces?—preguntó nervioso.

     —Es la manera más apropiada de hacerlo—aclaró su garganta y lo vio a los ojos mientras leía:

 

 

Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.

 

Vegeta pudo sentir por un momento como si aquellas palabras pronunciadas tan cálidamente fueran dirigidas a él. Sus mejillas se coloraron demasiado al escuchar la grave y fluida voz de aquel muchacho, le hizo despertar emociones que no sabía que podría sentir.

      —Vegeta, esto está mal, pero te lo diré de todos modos. Eres una persona arrogante, egocéntrica, presumida, eres odioso y testarudo. En fin, eres despreciable—el otro lo vio con el ceño fruncido—. A lo que quiero llegar es que, a pesar de todo eso, empecé a obsesionarme contigo de un modo raro, investigué y… creo que me gustas—admitió con una media sonrisa.

     —Bardock, eres un idiota—desvió la mirada.

     —Ayer los querubines me dijeron que te comenzabas a enamorar, ¿puedo saber de quién? Podría ayudarte—ofreció.

     —Me gustas tú, imbécil—el otro sonrió—. Es una completa estupidez, no eres digno de mí. Así que ni te emociones. Si crees que me estoy muriendo por ti, olvídalo, no te sientas tan importante, puedo vivir sin ti, idiota. Puedo incluso encontrar a alguien más para mi vida…

     —Mentiroso—dijo con una sonrisilla. Y antes de que el otro se quejara, se aproximó y le dio un fugaz beso—. Me gustas, Vegeta Saiyan—repitió en su oído—. Y sé que estoy lo suficientemente atraído hacia ti porque aguanto tu horrible carácter.

     —Hmph, insecto.

     —Sé mi novio—pidió viéndolo a los ojos.

     —No, olvídalo, no eres digno de mí—respondió orgullosamente. El de cabellera alborotada soltó una carcajada, el castaño sonrió.

     —Entonces, su majestad—se arrodilló de nuevo y le tomó la mano—. Rey Vegeta, me permite ser su soldado, quien cuide de usted ante las adversidades y lo acompañe por toda la eternidad.

     —Eso suena mejor, soldado—dijo con una sonrisa. Lo tomó de los hombros y se acercó a besarlo.

  

     En un inicio ellos empezaron como si fuera un juego, uno en el que aprovecharon que aquellos sentimientos que tenían eran mutuos y quisieron probar su primer amor. Conforme pasaron los días, más parecía que se iban enamorando. Pero, ¿quién podría juzgarlos? Cuando dos personas están destinadas a estar juntas, lo sienten desde el primer instante en que sus miradas cruzan.

     Ambos sentían la necesidad de ser lo mejor que pasara en la vida del contrario, se amaban, querían besarse y hacerse temblar mutuamente, llenarse de felicidad. Se abrazaban casi todo el tiempo en el que estaban juntos, se hablaban al oído despacito, se dedicaban sonrisitas juguetonas. Entre beso y beso solían decirse “te amo”, lentamente, se dejaban llevar viviendo una nueva experiencia: el amor.

     Bardock empezó a visitarlo en las noches, ya que como había logrado que Vegeta Saiyan se enamorara de alguien, su padre le dijo que las misiones de campo se habían acabado, aunque no estaba enterado de la relación suya con el castaño, y no se sentía muy seguro de decirlo.

     Una noche, el pelinegro fue a verlo, entró por la ventana como era su costumbre. El castaño lo recibió con un abrazo, y después le dio un tierno beso. Comenzaron a conversar animadamente.

     —Me alegra que hayas ganado aquella competencia de artes marciales, Vegeta—lo felicitó. El castaño observó una vez más su dogi. Tomó la cinta roja que se colocaba en la cintura y se acercó a un cajón, sacó unas tijeras y cortó la cinta.

     Se acercó una vez más al de cabellera azabache, que lo miraba con suma confusión por sus acciones. Vegeta se anudó un pedazo de cinta en la muñeca, y el otro se lo anudó en la frente a su pareja.

     —Ese dogi era importante para mí, he ganado muchas competencias con él… Así que es de la buena suerte—le dio un beso en los labios—. Sabré que sigues sintiendo cosas por mí cada vez que te vea con esa cinta en la frente, soldado.

     —Vegeta—sonrió—. La usaré todo el tiempo…

     Unió su frente y lo vio a los ojos con una sonrisa. Después decidió sellar esa promesa con un beso duradero, el cual luego de unos segundos aumentó de velocidad e intensidad, hasta convertirse en uno lleno de pasión. Sentían su piel quemar, sabían lo que hacían, se estaban dejando llevar y no hacían nada para evitarlo, al contrario, sentían esa fuerte necesidad de entregarse en cuerpo y alma.

     Fueron recostándose sobre la cama, Bardock encima de Vegeta, sin perder aquel contacto de labios. Las manos del pelinegro se comenzaron a pasear por el torso del otro, mientras que el castaño acariciaba su espalda. El de cabellera en forma de flama se separó y se quitó la camisa, algo impaciente, mientras que el azabache lo hizo con total calma.

     Ante eso, Vegeta, aprovechando que sus brazos estaban apresados dentro de la playera que se quitaba, se acercó a Bardock y le besó el cuello. Una vez el de cabellera alborotada pudo quitarse la parte superior de su vestimenta volvió a tomar las riendas, repartió besitos delicados en su cuello, hombro y pectorales, mientras bajaba el elástico de su pantalón pijama.

     El castaño quedó en bóxers, así que Bardock se volvió a separar, se desvistió totalmente. Vegeta estaba sonrojado completamente, igual que él, ambos tenían un gran calor envolviéndolos, sus respiraciones eran irregulares, estaban completamente agitados. El pelinegro tomó la ropa interior de su amor, la deslizó lentamente por sus piernas, dejándolo completamente desnudo.

     —Hazlo ya, soldado—dijo. Sus ojos estaban entrecerrados, y su frente ya se había perlado de sudor, aquellas caricias y roces accidentales lo habían hecho “despertar” en él sus más bajos instintos, su miembro estaba comenzando a reaccionar ante esos estímulos, estaba impaciente porque comenzara de una buena maldita vez.

     —Lo que usted ordene, mi rey—aquella manera de llamarse había iniciado como un juego, pero ahora era una costumbre diferente de decir “mi vida” o “mi cielo”. Esas cursilerías no eran muy de su gusto, menos para Vegeta, así que se decían de esa manera para atraer su atención.

     Bardock tomó su miembro y lo rozó contra el de Vegeta. Se apoyó sobre él, y posó sus manos en la cama para sostenerse, aproximó sus labios a los suyos y lo besó. Mientras se besaban, comenzó a moverse simulando embestidas, sus entrepiernas se rozaban, la ficción los hizo soltar suspiros de placer.

     —Soldado, date prisa—insistió con desesperación. Bardock se sentó a un lado suyo, Vegeta se incorporó quedando sentado también, y continuaron besándose.

     Deslizó lentamente una mano por su pierna, desde la rodilla hasta la cadera. Tomó su miembro y empezó a acariciarlo, su mano se llenó de un poco de líquido preseminal.

     Su dedo índice lo aproximó a su entrada y lo introdujo, el castaño apretó las sábanas al sentir aquella intromisión. Su beso no se rompió en ningún momento, sus lenguas danzaban mientras aquellos dedos se hacían espacio en su interior.

     —Bardock…—gimió al tener el tercer dedo dentro—. Apúrate, maldito…—el pelinegro comenzó a besar su cuello y dejar marcas con sus dientes.

     Se colocó encima y tomó sus piernas, las separó y se posicionó. Hizo un poco de presión con su miembro en su entrada, y empezó a deslizarse en su interior, mientras aquellas paredes lo aprisionaban y envolvían con un calor intenso. Le costaba demasiado trabajo, haberlo preparado ayudaba, pero era un lugar sumamente estrecho.

     Conforme entraba, Vegeta empuñaba las cobijas con más fuerza; reprimía todo impulso de querer gritar, era demasiado orgulloso como para reconocer que le dolía demasiado. Por otro lado, Bardock sentía increíble, estaba haciendo un gran esfuerzo por no moverse o entrar de una sola estocada, así que lo hacía despacio, amaba tanto a Vegeta y no quería lastimarlo, mucho menos mientras efectuaban aquel acto de amor.

     Cuando se introdujo por completo se mantuvo quieto, repartió varios besos en su rostro y masturbó su miembro en un intento de hacerle pasar el dolor que, aunque no lo admitiera, sabía que lo sentía, lo notaba porque sus ojos estaban cerrados fuertemente.

     —¿Sabes, Vegeta?—dijo de repente, su voz estaba algo reprimida, no quería soltar un gemido, por lo que habló pausadamente—. Creí que lo que sentía por ti era una simple atracción pasajera, pero después me di cuenta de otras cosas. Me moría por buscarte cada que no te veía, me fascina tu mirada, y el simple hecho de tenerte conmigo me hace estremecer. Estoy enamorado, y no me había dado cuenta, me has hecho perder la cabeza, tienes tantas cosas que me encantan sólo en ti—le dio un beso, pero ese no se sentía como los otros, era más profundo y tenía grandes sentimientos guardados.

     Sacó la mitad de su miembro y lo volvió a introducir, sacándoles un gemido a ambos. Volvió a sacarlo y lo metió con más fuerza. Empezó el vaivén lento, pero rítmico, movía sus caderas al compás exacto para que ambos lo disfrutaran de una manera tan placentera.

     —¡Agh!—gimió fuertemente. Bardock se detuvo y lo vio con una sonrisa. Volvió a moverse, tocando ese lugar nuevamente—. ¡Mgh!

     Continuó embistiéndolo, tocando repetidamente ese lugar, consiguiendo múltiples gemidos por parte de él. Su cuerpo comenzó a contraerse, estaba próximo a correrse, así que unió sus labios y aumentó la velocidad de sus movimientos.

     Tocó ese punto por última vez antes de liberar su esencia en su interior. Al mismo tiempo Vegeta se corrió en su abdomen. Se quedó quieto y regularon sus respiraciones.

     —Vegeta—salió de su interior, se recostó a su lado y lo abrazó protectoramente—, te amo.

     —Yo también te amo, insecto—respondió antes de quedarse dormido.

      Bardock se quedó observándolo unos minutos, le molestaba la idea de tener que irse en ese momento, después de que ambos se hayan declarado de esa manera y que se hayan entregado de ese modo, pero tenía que hacerlo, debía regresar al cuartel y continuar con sus obligaciones. Le dio un último beso a su pareja, lo arropó y se vistió. Le dio un beso en la frente y salió volando por la ventana.

     Al llegar recibió un regaño por parte de su padre por su hora de llegada. Al parecer no le bastaba con decírselo una vez, lo siguió hasta su habitación mientras lo reprendía una y otra vez. Llegó el punto en que se hartó y le dijo lo que había hecho, suponiendo que así se callaría y aceptaría que no estuvo mal su hora de llegada, porque había hecho la prueba de amor más grande con la persona que amaba.

     Pero eso no fue lo que recibió, sino una mirada preocupada de su progenitor. Aunque lo que salió de sus labios fue un regaño.

     —¿Y qué hay de Gine? Estabas destinado a comprometerte con ella, Bardock.

     —Padre, tú me lo has dicho muchas veces, en el corazón no se manda, y no era justo para ella ni para mí ese compromiso si yo amo a otra persona—lo confrontó.

     —Bardock, tú no lo entiendes… ¿Lo hiciste con Saiyan?—dedujo sentándose en la orilla de la cama.

     —Sí, padre. Fue con él y no me arrepiento de nada.

     —Hijo, sabes que hay pergaminos que debes estudiar, es una tradición que empezaras a los dieciocho a leerlos, al obtener la madurez. Hay cosas importantes escritas ahí, cosas que deberías saber…—suspiró con frustración—. Si las cosas sucedieron como me lo imagino, Vegeta está embarazado…

     —¿Qué?—preguntó débilmente, estaba asombrado ante las palabras que dijo su padre.

     —Tenemos esa capacidad, engendrar a la primera, sin importar el género de nuestra pareja—vio al suelo—. Hijo, ¿te das cuenta de lo que has hecho?

     —Yo…—seguía en estado de shock, pero después sonrió—. Seremos padres, podremos formar una familia…

     —Bardock, las cosas no son como lo imaginas. La madre naturaleza nos brindó esa capacidad, pero no para desperdiciarla, ni mucho menos para hacer mal uso de ella… Esto no es algo muy normal… Es riesgoso para él…

     —¿Qué? ¡No! Papá, tú sólo quieres alejarme de él…

     —Hijo—habló con voz grave, el menor se quedó callado—. Hay un noventa y nueve por ciento de probabilidad de que Vegeta muera al tener al bebé… su muerte, también afectaría tu estado de ánimo…

     —No…—susurró. Dentro de su mente no cabía la posibilidad de que aquel muchacho al que amaba corriera riesgo de morir.

     —Por eso no nos relacionamos con humanos, si acaso sólo con humanas—desvió la mirada—. Hijo, tienes que hacer que su bebé se transfiera a otra persona… y dejarlo, ese no es nuestro mundo…

     —Pero…

     —Pero nada, no es nuestro mundo. Eres cupido, quien está en función en este momento, más que nadie debes mantenerte firme, debes procrear con alguien de nuestra raza—lo regañó—. Ahora, debemos hacer una pócima para que ese bebé se transfiera a alguien más, debe ser a una mujer fuerte—dictó.

     Turles se puso de pie y salió de la habitación, el menor, decaído, lo siguió. Aún no podía creer que tuviera que abandonar a quien amaba, pero era lo mejor para ambos. Él debía cumplir con sus obligaciones, y Vegeta no podía llevar una vida tranquila a causa de ello.

     Llegaron a una entrada con paredes de piedra, era un pasillo, al atravesarlo llegaron a un lugar que parecía una cueva, con un único hueco arriba que dejaba entrar la luz de la luna llena, que ya estaba en ese punto alto. El mayor lo guió para que se colocara bajo la luz. Ahí se quedó parado, mientras el mayor se acercaba a él con una daga en la mano.

     —¿Qué harás?—preguntó al ver aquella arma filosa aproximándose a su rostro.

     —Es algo que se necesita. “La sangre de la mirada de cupido en una noche de luna llena, más el tiempo necesario de una gota de olvido y susurros de un bosque…”—el menor no entendió nada.

     El mayor cortó la mejilla del más joven, y la sangre se hizo presente, la cual guardó en un pequeño recipiente que selló. Es así como Bardock terminó con una cruz en la mejilla izquierda que muy posiblemente le dejaría cicatriz. El hombre, antes de retirarse, volteó a verlo con una mirada desaprobatoria.

      —Te prohíbo salir de nuevo del cuartel. Si lo haces, no me quedará opción de retenerte a la fuerza… Más te vale que entiendas de una vez que no puedes ir al mundo humano para hacer esas tonterías…

 

 

     Los días pasaron, y Bardock no volvió a salir de su habitación, sólo se sentaba a pensar en aquellos momentos que había pasado con Vegeta. Se había encerrado en su habitación y se había puesto a pensar en lo que su padre le dijo, debía renunciar a su amor, Vegeta debía llevar una vida normal y él debía cumplir con sus responsabilidades como Cupido: casarse con una mujer de su raza y tener descendencia, para que esos hijos puedan continuar con la tradición y sus responsabilidades.

     Pero en el fondo no quería eso, sin embargo debía hacerlo. Amaba a Vegeta, quería abrazarlo todo el tiempo y compartir su vida con él. Así que, ¿cómo pretendía su padre que aparentara querer a una mujer y casarse con ella, si no la amaba y sería una total farsa?

     ¿Y si se le escapaba el nombre de Vegeta en alguna ocasión? Maldecía el pensar esa posibilidad y que ella sufriera sin tener la culpa de nada. Esa situación lo estaba matando, su vida estaría ocultando un secreto si su padre lo obligaba a no decirle nada, un secreto muy fuerte. Sentía un vacío por dentro, su corazón no quería entender que todo se debía terminar.

     Su padre entró a la habitación, tenía un frasco con un líquido púrpura en manos. Se incorporó y observó detenidamente aquel objeto que tenía en manos. Se sorprendió demasiado al ver que se lo entregó.

     —Son las dos de la madrugada en el mundo terrícola, ve y usa el tónico. Debes colocarlo en su abdomen, con eso será suficiente. Procura vaciar la mayor cantidad posible, si se puede que sea hasta la última gota—se lo entregó. Después le dio una pequeña cápsula blanca con azul—. Y una vez que termines, coloca esto en su boca. Esto romperá su lazo, así no sentirán el dolor o amor del otro y podrás concentrarte totalmente en Gine, tu futura esposa—sentenció.

     —Padre, por favor. No entiendo por qué debo olvidarme por completo de él. Si lo único que quieres es descendencia…

     —Ya lo hablamos—interrumpió—. Ahora ve y hazlo—ordenó.

     —Sí padre…

     Fue así como no le quedó opción. Voló a la casa de Vegeta, entró por la ventana y observó por unos minutos cómo dormía. Se veía triste, ¡¿y cómo no iba a estarlo?!, ambos se amaban y él se había tenido que abstener de ir a verlo. Comenzó a disculparse al aire, deseando que aquellas palabras pudieran llegar a los oídos de su amado y que algún día lo pudiera perdonar. Se acercó a él y quitó cuidadosamente la sábana que lo cubría.

    Vació el contenido del frasco en su abdomen, tal como su padre se lo había dicho. Después volvió a cubrirlo. Se acercó a su rostro y separó sus labios, colocó la cápsula sobre su lengua y lo soltó. Ya con sus labios cerrados nuevamente le acarició su cabellera en forma de flama.

     —Perdóname, Vegeta… En esta carta está escrito todo…—colocó el sobre bajo la almohada, recordando que él tenía la costumbre de poner ahí su celular para poder escuchar la alarma, así que por la mañana, o mejor dicho en unas horas, él la leería—. La escribí en estos días que no pude verte… Espero que puedas entender mis razones. Disculpa que no pueda contarte toda la verdad… Espero que algún día me perdones por lo que estoy haciendo… Tú quizás, por esta píldora, volverás a amar a alguien más, quizás no y jamás me olvides, no lo sabré, tengo que perder todo contacto contigo… Pero la verdad es que yo jamás te dejaré de amar.

     Se acercó y le dio un beso, el último que podría darle en su vida.

     —Adiós, mi Rey… Siempre seré su soldado…—y sin más salió volando por la ventana.

 

     Días después se casó con Gine por órdenes de su padre. Y al año de su matrimonio se unieron en uno solo, efectuaron la prueba de amor, pero esta fue vacía para Bardock, no sentía nada por ella, sólo le correspondió. Se sentía mal por eso, la estaba lastimando. Le costaba mucho besarla y cerrar los ojos como si estuviera enamorado, decirle “te amo” aunque no lo sintiera. Hacerle el amor… eso no podía hacerlo, cuando la tocaba pensaba en alguien más.

     ¿Qué diablos hacía? Jugaba a quererla, le hacía ver cosas que no eran. Trataba de no hacerle daño, pero la verdad es que se lo hacía y ella no podía sentirlo. No sabía qué demonios hacía con ella en la cama; le dolía verla tan enamorada, que ella le dijera con amor que sin él no podía vivir, se le partía el alma verla de ese modo… No sentía nada…

     Hasta que cierto día ella llegó con la noticia de que estaba embarazada… Eso le dio un giro a su vida… Un instinto de querer protegerla todavía más. En ese tiempo se permitió conocerla más y se dio cuenta de que era una increíble persona, eso le hacía sentir fatal, pero no le decía nada para no lastimarla. Hasta que llegó el punto en que empezó a quererla. Si bien era verdad que no la amaba, sí se sentía bien con ella, la quería mucho y la empezó a ver con otros ojos.

     Sus caricias ya no eran falsas y los “te quiero” tampoco. Cuando nació su primer hijo, ella le llamó Raditz, como su padre que había fallecido cuando ella era niña. Tiempo después volvieron a unirse en uno solo, esta vez no se sintió tan mal, logró corresponderle. Y así fue por un tiempo, hasta que se dieron cuenta de que ella estaba embarazada nuevamente. Cuando nació lo llamó Son Kakarotto Goku… “Kakarotto”, como a él y a Vegeta les hubiera gustado llamar a un bebé que adoptarían cuando crecieran…

     Lamentablemente Gine falleció por una enfermedad meses después de que Goku naciera. Y así es como Bardock tuvo que hacerse cargo de sus dos hijos y de sus responsabilidades como Cupido ahora que tampoco estaba su padre. Su tiempo fue completamente absorbido y dejó de pensar tanto en Vegeta, pero ese sentimiento que tenía por él no cambió en ningún momento.

     Cuando Raditz subió al puesto, tuvo que ir a una guerra en la cual murió, o al menos eso creyeron, ya que no encontraron ningún rastro de él. Y luego Goku tuvo que tomar el mando, y su primera misión fue Vegeta Saiyan, hijo de quien fue alguna vez (y que seguía siendo) el amor de su vida…

 

 

^^^Fin del Flash Back^^^

 

     La verdad era que jamás lo logró olvidar. Desde que apareció en su vida, una sonrisita siempre se escapaba de sus labios al pensar en él, luchaba con las apariencias de todos para que no supieran que seguía queriéndolo.

     Y ahora Vegeta estaba sufriendo, pero sabía que era fuerte y que podría superar aquella posesión.

     Pero el castaño también estaba pasándola mal. En su mente aparecían aquellas escenas de su adolescencia, de cuando despertó una mañana y encontró la nota que decía que Bardock jamás regresaría, que debía irse para siempre y que lo mejor era que lo olvidara, que no podría corresponderle más porque su compromiso estaba con su raza y debía hacerlo, cumplir con sus responsabilidades de cupido por el resto de su vida. Recordaba perfectamente aquellas palabras con las que le pedía perdón en ese papel, pero que él odió y sintió un profundo dolor en su interior por su abandono, hasta que conoció a una mujer que lo ayudó a creer en el amor nuevamente.

     Sí, se casó por amor, un amor que no era tan fuerte como el que tuvo con Bardock pero sí uno muy fuerte, tuvo dos hermosos hijos, pero durante el nacimiento del segundo ella no pudo resistir y murió. Se encargó de ellos e hizo de padre y madre a la vez, los educó como ella hubiera querido hacerlo.

     ¿Y qué había pasado con el tiempo? No era que fuera homofóbico, sino que le había tomado un fuerte rencor a Bardock, el cual recordaba cada vez que veía una pareja de chicos. “Vaya estupidez”, es lo que siempre pensaba, dejó de creer que pudiera funcionar algo como eso. Por ello quería evitar a toda costa que su hijo cometiera un error como el suyo, enamorándose de un chico y sufriendo algo como lo que él vivió.

     Todo ese rencor y dolor había prevalecido, ahora estaba de frente a él, nuevamente, reviviendo todas sus experiencias. Y, en lugar de sentir nuevamente cariño hacia él, ahora sólo sentía odio y repudio.

     No quería que él se acercara. Estaba bien, perfectamente bien. Muy estable. Su presente desconocía su pasado, lo que menos quería escuchar que él lo extrañaba, mucho menos cosas como que “lo seguía amando”. ¿De qué le servía ahora un “te amo” por parte de él? Ya no sentía nada por él, ya sus brazos no reclamaban abrazos suyos, había olvidado por fin a qué sabían sus besos. Lo amó con todo el corazón, le había sido imposible vivir sin él, pero ahora no sentía nada.

     Entonces, si estaba consciente de ello, ¿por qué sentía como si no fuera así?

     ¿Por qué una parte de él le decía que eran mentiras todas esas cosas que se intentaba hacer creer?

     —Vegeta, yo aún te amo… Jamás te olvidé… Sé que quizá ya no signifique nada para ti, pero es la verdad—comenzó a decir mientras el castaño seguía en el suelo, sintiendo profundos dolores—. Mientras estás siendo poseído por Majin Buu pudiste saber cosas que él sabe, como por ejemplo lo de un híbrido cupido-humano con dos varones… ¿Recuerdas cuando nos entregamos?—el otro le dirigió una mirada de furia—. La verdad es que… tú quedaste encinta, y había un gran riesgo de que murieras… del noventa y nueve por ciento…

     —Eres un… maldito… Pudiste quedarte y…—el aire se le escapaba de los pulmones y se le dificultaba respirar por aquella presión que sentía en su pecho.

     —Pude haberlo hecho y no cumplir mi trabajo… Y ya se habría llevado a cabo la tercera guerra mundial—desvió la mirada—. Ambos sabemos que así debió ser… por más que nos doliera—soltó un suspiro—. Todos los días de mi vida pensé en ti… Y no te pido que vuelvas a mis brazos, sólo que me escuches… Mi padre estaba muriendo, yo debía hacerme cargo… Y no… no era mi mundo… Ambos sufrimos, ¿no lo entiendes, Vegeta? Me dolió más a mí de lo que crees, todos los días viví arrepintiéndome… Lo único que me hizo dejar ese sentimiento de culpabilidad fueron… mis hijos… Supongo que ocurre lo mismo contigo, ¿no? Si hubiéramos seguido juntos tus hijos y los míos no existirían…

     —Maldita sea…—susurró mientras se apretaba el abdomen con dolor.

     —Todos los días me sentí mal, no había momento en el que no te recordara. ¿Sabes? Casi pronuncio tu nombre cuando me acostaba con mi mujer—empuñó sus manos—. ¡Puse tu vida en riesgo! Y yo… no fui capaz de proteger nuestro amor… Cometí muchos errores… Tú estarías mejor si yo no me hubiera aparecido en tu vida… lo sé… Pero mis sentimientos por ti eran y son reales—desvió la mirada al verlo con su rostro lleno de molestia—. Vegeta, si quieres golpearme, humillarme, gritarme, incluso si quieres matarme… Hazlo… Pero quiero que seas tú quien lo haga, no Majin Buu…

     El castaño se puso dificultosamente de pie y se acercó a él, le dio un puñetazo que iba directo al rostro. Consiguió golpearlo, ya que, aunque sus movimientos eran lentos y algo torpes, Bardock había cumplido su palabra y dejó hacerlo, no se movió en ningún instante.

     Así Vegeta lo fue golpeando repetidamente, poco a poco del de cabellera alborotada fue dando cortos pasos hacia atrás con cada impacto. Hasta que la espalda del pelinegro chocó con un árbol. Bardock, con su rostro levemente enrojecido por los golpes, y con un hilillo de sangre escapándosele de la comisura de sus labios, sonrió de medio lado.

     —Anda… da el golpe de gracia…—susurró.

     El castaño lo vio a los ojos, hizo su puño hacia atrás mientras fruncía más el ceño. Y después lo hizo hacia adelante. Pero, contrario a lo que parecía, su velocidad se fue alentando a medida que se acercaba al cuerpo del azabache. Su puño golpeó débilmente el pecho de Bardock. El de cabellera alborotada pudo notar cómo el brillo en sus ojos regresaba.

     —Yo… te perdono, soldado…—susurró.

      Un grito de agonía se escapó de su garganta mientras caía de rodillas. El otro sonrió y se arrodilló con él, rodeándolo del hombro con su brazo.

     —Anda… sácalo de una buena vez. Demuéstrale que nadie es capaz de controlarte, eres demasiado terco…

     La verdad era que Vegeta se estaba esforzando demasiado, resistía demasiado aquel dolor que lo invadía, hasta que una nubecilla rosada salía de su cuerpo. Aquel humo era demasiado, se estaba esparciendo por todos lados sin detenerse.

 

***

 

—No…—susurró Goku al ver aquella nube—. Ese maldito Majin Buu está llenando al mundo con su mala energía.

     Ese vapor se acercaba a ellos, así que el de cabellera alborotada se puso delante de todos y comenzó a liberar su energía, la cual producía una ligera ventisca mientras su cabello se erizaba un poco y se alborotaba más. Eso parecía repeler la nube rosada, haciendo que tomara otro rumbo.

     El pequeño Kakarotto bajó de los brazos de Vegeta y caminó hasta estar a un lado de Goku. Lo observó un poco y después lo imitó, liberando su energía.

     Pero lo que hizo el pequeño fue más sorprendente, ya que incluso se podía observar la onda de ki rodearlo, y aquel humo se consumía en un radio mucho mayor. El pequeño reía mientras lo hacía. El pelinegro, por su parte, sólo le dedicó una pequeña sonrisa.

 

***

 

El castaño cayó completamente al suelo una vez salió de su cuerpo aquella presencia. Bardock, por el contrario, prestaba total atención a las acciones del menor. Majin Buu se había consumido dentro del cuerpo de Vegeta por aquella lucha interior de emociones que había tenido, pero sus residuos se disiparon en forma de humo que, por la velocidad con la que se esparcieron, ya debía haber rodeado a todo el mundo.

     Era cuestión de horas para que todo se volviera un total caos. Sacó su comunicador y contactó con la base.

     —Goten… Necesito que mandes escuadrones a todo el mundo… Se trata de Majin Buu, su energía se disipó por el mundo, deben eliminarla…

     —¡Sí, señor! Enviaremos varios escuadrones…

     —No varios, ocupo que todos salgan y arreglen eso. Si no se hace algo rápido, incluso la vida humana estaría en riesgo… Si esa negatividad llena los corazones de las personas… La vida de mi familia estará en peligro… Y después la de ustedes…

     —¡Entendido, señor! Ahora mismo salimos.

     Cortó la comunicación y tomó el cuerpo de Vegeta en brazos. Caminó a pasos lentos a la casa mientras veía el rostro del castaño. Había cambiado mucho, ya era todo un hombre, cuando se conocieron eran muy jóvenes. Y ahora… no sabía si Vegeta lo odiaba, se olvidó de lo que sentía solamente, o seguía amándolo porque aquello que sintieron alguna vez fue demasiado fuerte.

     Se adentró a la vivienda y lo colocó sobre el sofá. Bajo las miradas curiosas de todos los demás, incluyendo a su hijo y nieto que pudieron repeler toda la energía maligna de la zona con su ki, puso su mano sobre el hombro del hombre que yacía inconsciente y comenzó a transmitirle su energía, aquellas ondas eran visibles para todos.

     En unos minutos lo soltó y sonrió de medio lado.

     —Estará bien, pero tardará en despertar—se giró a todos los que estaban ahí. Sus heridas habían disminuido gracias a Goku y Kakarotto, pero la chica rubia y el joven de pendientes miraban con confusión todo, sobre todo este último—. Disculpen los inconvenientes que esta guerra de hace años les causó—aclaró su garganta—. Deben saber varias cosas ahora que vieron todo esto…

 

     Fue así que relató todo lo que ocurrió desde que era adolescente, exceptuando detalles muy explícitos, para que entendieran las razones por las que había actuado de esa manera cuando estaba en su juventud. Se sentía un poco más tranquilo ahora, ya no vivía en un secreto, ahora estaba en paz su alma por haber hablado de ello.

      Aunque su corazón todavía le pertenecía a Vegeta, él era el amor de su vida. ¿Cómo olvidarlo? Si a pesar de su actitud estresante lo volvió loco su forma de ser. Y bueno, cada momento juntos había aumentado ese sentimiento, y la distancia que tuvieron que tomar sólo lo hizo ver que era demasiado fuerte, ya que prevalecía todavía.

     —Ahora entiendes el nacimiento de Gotenks, Vegita—terminó de relatar esa parte—. Él, por todo eso que pasó, perdió las habilidades. Aunque con mucho entrenamiento podría sacarlas a flote. Y sobre la fertilidad… Será la de un humano normal, pero puede criar un bebé dentro… Sólo cuando tenga entre veinticinco y treinta años…—el menor se sonrojó levemente ante esas palabras—. Y tú, Saiyan… La capacidad sólo se da para un bebé únicamente, es por ello que por más que lo intenten no tendrán otro…—Goku sonrió de medio lado mientras tomaba en sus brazos a su mini copia rubia—. ¡Pero eso no quiere decir que lo vayan a hacer!—regañó antes de que siquiera pasara por la mente del azabache.

     —Gotenks correría el mismo riesgo, ¿no? Si un idiota que usa accesorios de mujer le hace un crio—habló Vegeta.

     —¡Oye!—se quejó con sus mejillas coloradas.

     —No… Tu caso fue… un riesgo del noventa y nueve por ciento… El de Gotenks sería del dos por ciento únicamente, ya que, técnicamente, es de nuestra raza y resiste más—vio al techo—. ¿Otra pregunta?

     —¿Cómo alejo a este idiota de él?

     —Oye, ¿qué?—ladeó la cabeza Vegetto ante aquella pregunta del de cabellera en forma de flama.

     —Eres igual a tu padre…—comentó Bardock. El menor sonrió con orgullo—. El amor verdadero no se evita.

     —Hmph—giró su rostro a otro lado.

     —Te juzgué mal, Bardock… En realidad tuviste tus razones para irte—dijo la mujer—. ¿Te quedas a comer?—el hombre asintió y se encaminó a la salida de la casa.

     —Veré que los restos de Majin Buu se mantengan lejos.

     —La comida estará lista en una hora—le avisó antes de que saliera—. Lazuli, ¿podrías ayudarme?

     —Claro.

 

***

 

Gotenks llevó a Tarble a dormir en su habitación, tantos sucesos habían agotado al más pequeño. Así que para que se calmara le empezó a leer un cuento. Goku y Vegeta se habían permitido volver a hablar como antes, es decir, contarse sus experiencias en su distanciamiento.

     —Ehm… Vegeta, ¿podemos hablar un minuto?—pidió Vegetto luego de haber estado varios minutos armándose de valor. El azabache lo vio con el ceño fruncido, le extendió a Goku el pequeño Kakarotto y se paró del pequeño sillón en el que estaban.

     Caminó hacia la parte posterior de la casa y se giró a verlo con sus brazos cruzados sobre su pecho.

     —¿Qué quieres?—preguntó seriamente, inspeccionándolo con la mirada de arriba hacia abajo. El más alto estaba nervioso, con un ligero sonrojo en su rostro.

     —Yo…—tomó aire y después lo vio a los ojos—. Quiero, antes que nada, disculparme por la manera en que me porté contigo cuando nos conocimos. Por besarte a la fuerza en varias ocasiones y por ser un idiota ante ti.

     El más bajo sinceramente no se esperaba eso, inevitablemente alzó un poco las cejas ante aquella declaración. Suspiró hondo y desvió la cabeza a otro lado.

     —Como sea, ya quedó en el pasado…

     —Gracias…—bajó la mirada y después rascó su nuca con nerviosismo—. También quiero pedirte permiso para ser novio de Gotenks.

     —…—giró a verlo con una venita muy marcada en su frente y su ceño fruncido más que de costumbre—. ¿Por qué debería hacerlo?

     —¿Eh? Bueno yo…—se armó de valor y lo vio directo a los ojos, ignorando su mirada asesina para poder confesar—. Yo estoy muy enamorado de él. Sé que me porté con un idiota contigo pero eso no quiere decir que lo seré con él. Además, esto que siento realmente no lo había sentido con nadie más, y lo he respetado todo este tiempo y tratado de hacer que se enamore de mí, pero no haciéndome el galán, sino siendo yo mismo… ¿Quieres que me humille? ¿Qué te lo pida de rodillas? Lo haré por Gotenks si es necesario…

     —Quiero que te arrojes de un puente. Anda, ¡ve y hazlo!—sonrió con arrogancia.

     —…—bajó la mirada ante aquellas palabras—. Sería capaz de hacerlo, pero si muero no habría tenido sentido hacerlo en un inicio… Vegeta, quería hacer las cosas correctamente, por eso estoy aquí. Además, si Gotenks así lo quiere, yo seguiré con él aunque tú opines lo contrario. No me importa de lo que seas capaz—habló con determinación.

     El más bajo lo observó, realmente hablaba en serio. Bufó algo molesto y caminó al interior de la casa.

     —Pude ver que lo defendiste, te pusiste ante él en una batalla antes de acobardarte… Supongo que te importa lo suficiente como para dejar que te arruinaran la cara—escupió a un lado—. Sólo no le hagas daño. Y si haces algo que él no quiere, yo mismo iré a arrancarte esos pendientes de las orejas y arrancarte algo más que tienes entre las piernas—sentenció antes de desaparecer de la vista del mayor, quien sonrió de medio lado ante esa amenaza.

 

***

 

—¿Cómo te fue, Vegeta?—preguntó Goku, levantando al pequeño Kakarotto con una sola mano y moviéndolo en el aire como si de un avioncito de juguete se tratase.

     —Bien. Aunque creo que mi amenaza no surtió efecto, al menos no el que quería—se apoyó en el hombro de su pareja y sonrió de medio lado—. Aunque no lo creas, yo lo veo como tú—se refirió al pequeño.

     —Bueno, yo lo veo más parecido a ti… La verdad es que no sabía lo del cabello, Vegeta. Discúlpame por todo lo que te dije.

     —Con la condición de que no te vuelvas a ir, cabeza hueca—se acercó y le dio un beso en los labios.

     —¡Papá Goku! ¡Papá Vegeta!—dijo el menor, ambos se separaron riendo levemente.

     —Kakarotto, muy bien—lo tomó y lo acunó en sus brazos, bajo la mirada llena de ternura de Goku.

     —Me hubiera gustado tener otro contigo, Vegeta… Pero creo que con él será suficiente—le besó la mejilla al azabache y sonrió—. Te amo tanto, Vegeta…

 

 

***

 

 

Por fin Tarble se había quedado dormido. Aprovechó para abrir la ventana para que se ventilara la habitación, fue ahí donde notó al chico de cabellera en punta y mechones en su frente recargado en un árbol, viendo a la espesura del bosque.

     Bajó y fue a la parte trasera de la casa.

     —Vegetto—se aproximó a él—. ¿Todo bien?—preguntó con preocupación. El mayor sólo dejó salir aire de sus pulmones en un suspiro. Luego de varios segundos seguía sin contestar—. ¿Vegetto?

     —Gotenks, hace unos minutos me acabo de enterar de tantas cosas que, siendo franco, creí imposibles… Pero, bueno, luego de lo que vi creo que no hay manera de dudar—volteó a ver al cielo—. Es decir, yo nunca podría imaginar que tú resultaras ser de una raza completamente distinta a la mía, que además resulta ser parte de la mitología griega… Y a final de cuentas no es un mito…

     —Y ahora no quieres nada conmigo—supuso el menor. No, no iba a llorar, pero tampoco le era indiferente aquellas palabras.

     —No creo ser lo que tú necesitas—volteó a verlo con un rostro calmo.

     —Entiendo—se encaminó a la vivienda, pero al dar el primer paso el azabache lo detuvo sosteniéndolo del brazo.

     —Pero estoy dispuesto a convertirme en ello, Gotenks—le dedicó una sonrisa y le tomó las manos. Acercó su rostro al suyo y unió sus labios en un tierno beso, simple, como si fuera el primero de ambos, a pesar de su experiencia lo hizo de la manera más pura posible.

     Se separó y lo vio sin borrar aquella sonrisita, el de cabellera bicolor tenía un sonrojo marcado y sus ojos brillaban.

      Un ovoide de americano golpeó a Vegetto en su costado con mucha fuerza, inevitablemente cayó al suelo. Gotenks lo ayudó a levantarse y luego vio la dirección de donde había llegado el proyectil. En la puerta estaba Vegeta, con los brazos cruzados viendo fijamente a la parejita.

     —Vegeta…—susurró apenado.

     —La comida está lista—avisó y entró. El menor vio al más alto con vergüenza.

     —Lo siento—se disculpó.

      —Está bien, después de todo me lo merecía… La próxima vez te besaré en privado…—dijo guiñándole un ojo.

     —¡Vegetto!

 

***

 

La cena continuó tranquila. Bardock veía constantemente hacia donde estaba el cuerpo de su amado, algo preocupado de que esté tardando en despertar. Cuando todos terminaron de cenar, fueron a la sala, continuando con sus amenas conversaciones.

     —Me llevaré a Vegeta—determinó cargando a aquel hombre. Bajo las miradas desconcertadas de todos los demás tomó en sus brazos el cuerpo de su amado y salió de la casa, para emprender vuelo y alejarse.

     —Ay, no—murmuró Gotenks—. Si mi tío no está, ¿quién me regresará a la ciudad? Tengo clases pasado mañana.

     —Dejó las llaves pegadas y no cerró con seguro la puerta. Yo te llevo—dijo el de pendientes. Luego notó la mirada de molestia que le dirigió Vegeta—. Digo, si tú quieres…

     —Está bien. Aunque deberíamos irnos —murmuró más tranquilo el de cabellera bicolor.

     —Ejem… ¿Y se puede saber por qué te crees capaz de llevarlo?—dijo el Saiyan. Goku rio un poco al ver la mirada amenazante de su novio y el cuerpo temblando de Vegetto.

     —Bueno, aprobé mi examen de conducir en la primera oportunidad y aquí tengo mi credencial—respondió con una risilla.

     —Vegeta, ¡ya basta!—lo regañó la mujer—. Si mi hijo quiere salir con él, tú no te metas. Se ve que él lo cuida demasiado—explicó.

     —Hmph—desvió la mirada a otro lado—. Como me quedaré varias semanas más aquí, que Tarble también se quede, al menos hasta que papá vuelva por él. Goku, vámonos—el pelinegro más alto asintió—. Y que te quede en claro una cosa, Vegetto. Donde yo me entere que hiciste algo indebido tomare un bate de béisbol y te haré cosas ilegales con él hasta que supliques piedad…—advirtió y se encaminó a la habitación—. Adiós, primo.

     —Pss, Vegetto—habló Goku—. No le hagas caso, sólo está jugando… Eh, bueno, en realidad no, pero no lo dejaré llegar a esos extremos—rio—. Créeme que yo puedo sentir el cariño que le tienes. Hablaré con Vegeta para que lo entienda—el otro sonrió.

     —Gracias—el de cabellera alborotada se fue y se dirigió a la mujer—. Fue un gusto conocerla. Pero, si me disculpa, lo más prudente es que nos vayamos ya, no tarda en oscurecer y la carretera sería muy peligrosa. Espero poder volver a verla—extendió su mano a ella. La azabache sonrió y lo abrazó efusivamente.

    —Claro, cariño. Me da mucho gusto que mi hijo tenga a alguien como tú, que se preocupe tanto por él—lo soltó y luego vio a su hijo—. Gotenks, nos veremos pronto.

     No lo resistió y la abrazó con fuerza. La extrañaría mucho. ¡Al diablo con lo que dijo Bardock! Ella era, es y será su madre a pesar de todo. Se separó y le besó dulcemente la mejilla.

     —Te amo, mamá…

     Una vez se despidieron, ambos jóvenes salieron y se subieron al auto. Tal como lo había dicho Vegetto, las llaves estaban en posición. Encendió el motor, revisó que todos los espejos estuvieran bien colocados y emprendió marcha.

     Parecía que había memorizado bien el camino, ya que tomaba el rumbo correcto. Así fue hasta que habló.

     —Gotenks, antes de ir a tu casa, me gustaría llevarte a un lugar especial al que yo iba cuando era niño—comentó.

     —¿De verdad?

     —Sí… ¿aceptas que te lleve? Prometo que no tardaremos—cuestionó. El menor se veía un poco inquieto—. O podemos venir otro día, no hay problema…

     —No, sí quiero ir ahora sólo… sólo serán unos minutos, ¿verdad?—el mayor sonrió. Aprovechó el paso del tren frente a ellos para detenerse y girar a verlo con una sonrisa.

     —Sí, sólo unos minutos… Gracias—vio al lado opuesto—. Te amo Gotenks, y quiero que compartas conmigo un momento especial. Te vas a enamorar de ese lugar cuando lo veas…

     El ferrocarril pasó y las barras se levantaron. Continuó el camino, pero tomó una leve desviación hasta adentrarse a algo que parecía un bosque. Ahí avanzó unos minutos, aprovechando el sendero de tierra infértil. Frenó y bajó del auto; fue a su puerta y la abrió.

     —Cierra los ojos—pidió. El menor acató la sugerencia. Vegetto fue guiándolo a través del lugar, evitándole el paso por piedras o algo que lo hiciera tropezar. Unos metros más adelante aquel sonido de gran agua cayendo se profundizó.

     —¿Vegetto, qué es lo que se escucha? Suena a una… cascada—dijo el menor. El más alto lo abrazó por la espalda, colocando sus manos sobre su cintura y su cabeza sobre su hombro.

     —Ábrelos—pidió.

     Gotenks abrió sus ojos, y se topó con un bello paisaje. Era una cascada pequeña que brotaba de una pequeña colina arriba, el agua parecía brillar en una luz azulada por el reflejo de la luna llena. Al pie de la cascada se formó un lago, y éste a su vez daba a un pequeño río de veinte centímetros de ancho solamente.

      —Mi padre… antes de morir… Solía traerme a este lugar…—el menor volteó a verlo—. Es muy especial este lugar para mí desde siempre, ya que aquí pasé los mejores momentos con él. Más adelante hay un gran río donde solíamos pescar… Quisiera tener una cita contigo aquí, cuando tengas vacaciones.

     El menor volvió a ver la cascada, se giró al más alto y lo besó.

     —Me encantaría…

 

***

 

Bardock entró por la ventana y recostó a Vegeta en su cama. Lo arropó cuidadosamente, sonriendo al recordar las cientos de veces que él se escapaba del cuartel y venía a verlo dormir por la ventana. Soltó un suspiro mientras acariciaba su cabellera.

     —Maldito egoísta, haces que los demás se preocupen demasiado por ti—empezó a reír—. Lamento que Majin Buu te poseyera, pero debo admitir que fuiste muy fuerte y lograste expulsarlo de ti… Te felicito, Vegeta. Me alegra que estés dormido, porque de lo contrario ya te estarías creyendo una deidad—su sonrisa se tornó triste—. La flecha que usé contigo era para sembrar el olvido, así que, a menos que tú me hayas amado lo suficientemente fuerte, te olvidarás de mí… o me odiarás con toda tu alma…—le besó la frente—. La verdad es que a pesar de todo te sigo amando… y así será siempre…

     Acarició por última vez en su vida a su amado, deslizando lentamente su mano por aquella cabellera oscura que formaba una llama. Soltó un suspiro de dolor y caminó hacia la ventana, estaba dispuesto a alejarse de él por su bien.

      —¿Volverás a irte, soldado?—preguntó una voz a sus espaldas. Giró lentamente y sonrió al ver a aquel hombre despierto.

     —Es lo mejor, Rey Vegeta. Después de todo… en estos momentos debes odiarme—habló sinceramente.

     La verdad era que esperaba gritos, insultos, frases como “eres un cobarde” o incluso peticiones para que se largara de una buena vez. Pero en lugar de ello recibió un abrazo por parte de él.

     —Un soldado le es fiel a su majestad por toda la eternidad…—susurró en el oído del de cabellera azabache.

     —Y lo soy…—aceptó, empezando a dudar sobre el supuesto odio que debía sentir.

     —Maldita sabandija, ya te fuiste una vez… No quiero que lo hagas de nuevo…—empezó a besar su cuello con delicadeza.

      —Hmph, ¿y qué si lo hiciera?—entendió que aquel amor que sentían fue tan puro que pudo resistir todo eso que pasaron.

     —Te buscaré y te traeré de nuevo luego de torturarte por irte—ambos rieron un poco—. Soldado, quédate… Es una orden—el azabache lo tomó del rostro con ambas manos y lo besó.

     —Así será, su alteza…

 

 

***

 

—Vaya, Vegeta. No me imaginé que te fue tan mal todo este tiempo, jeje—soltó una risilla luego de que el menor le contara lo tedioso que fue desde que Kakarotto iba a nacer.

     —¿Lo mío malo? Maldito, ¡tú casi te mueres!—le reclamó.

     —Lo sé, pero… Una energía llegó a mí y pude ganar la batalla gracias a ello—miró la luna llena—. Creo que fue nuestro hijo…

     —Igual yo, es decir, dudo que exista otra fuente—dedujo—. Idiota, ¿te volverás a ir?—preguntó volteando a verlo.

     Un silencio se hizo presente. Sólo se escuchaba el cantar de los grillos en aquella noche estrellada mientras esos jóvenes reposaban sobre el techo de la pequeña casa.

     —Tal vez…—reconoció—. Lamentablemente, muchas criaturas más esparcen maldad en los corazones de las personas. Mi deber es detenerlos… Claro, si es que aparecen. La verdad es que no se sabe si han muerto o no, siempre están ocultos en los lugares más inesperados.

     —¿Te irías por mucho tiempo?

     —No… En orden de menor a mayor fuerza, son Freezer, Cell, Majin Buu… Y finalmente Broly…—el menor lo veía con una ceja alzada—. Freezer es un maldito, él aparece cuando alguien va a morir para que suelte el último suspiro, sólo cuando tiene familiares débiles que odiarían ante esa posibilidad… Cell se alimenta del odio, eso lo vuelve más fuerte; suele visitar a las personas cuando descansan y absorbe esa energía… Y Broly es como mi anti-yo, según dicen mis ancestros, él duerme, pero si un día despierta lo envuelve una energía oscura y lo hace querer matar al Cupido en función, pelea con él hasta la muerte, luego vuelve a dormir…

     —¿Intentas animarme? Porque no lo estás consiguiendo.

     —¿Eh? Descuida, su última aparición fue hace doscientos años, se cree que murió misteriosamente…—miró hacia abajo—. Con nuestro hijo apoyándome a distancia no me vencerán tan fácil… Así que no me iré por mucho tiempo…

     —Eso espero, cabeza hueca—apoyó su cabeza sobre su hombro—. Te amo, idiota…

     —Vegeta, yo también te amo…—bajo la luz de las estelas y ante la vista de la naturaleza ambos se confesaron sus más puros sentimientos.

     Compartían miles de emociones, eran dos corazones que se amaban con fuerza, las palabras que pronunciaban eran completamente sinceras, y sus suspiros eran llegados a los oídos del contrario como una manera de decir “estoy aquí, contigo”, vibrando en su persona para demostrar que el amor verdadero sí existía, y lo tenían ahí, acompañándolos, diciéndoles día a día que efectivamente la felicidad existía, y ésta la podía ocasionar el simple hecho de escuchar el nombre de esa persona especial.

     Enlazaron sus miradas en un pequeño mensaje secreto que su ser comprendía al instante, la distancia entre ellos era corta, pero les parecía inmensa, lentamente acercaron sus rostros, alternando su mirada entre sus labios y sus ojos azabaches, mientras sus respiraciones se volvían una y sus labios sellaban su cariño con un dulce beso que significaba sólo una cosa:

 

Amor

Notas finales:

Me siento muy orgullosa de este capítulo. Me quedé sin ideas, así que es lo único que pude hacer.


Jeje, me dio risa el meme que subí a mi Facebook: (Como cuando llevas más de 8000 palabras y aún no terminas el capítulo 19 de CMHB: ‘¿Por qué no puedo hacer nada bien?... :v)


Patricio es sabio...


     El próximo capítulo es el final. Pero como ya regresé a clases no sé cuándo actualice :v. Pueden votar si quieren que se centre únicamente en Goku y Vegeta, o si quieren saber más acerca de las nuevas parejas que se formaron a lo largo del fic.


Muchas gracias por leer esta historia.


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