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Quebrados por Jesica Black

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen.

No es el mismo fic QUEBRADOS que subi meses atrás, lo remodelé XDD

Quebrados es un fic que hace mucho tiempo también subi a la plataforma de amor-yaoi. En este caso, voy a editar un poco este fic, porque hubo cosas que no me gustaron o que decidí agregar mucho después y por eso me quedó un poco "meh", así que espero les guste esta nueva re-re-re edición (porque ya lo había re-editado antes jajaja).

Este fic tiene personajes originales míos.

 

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 Dégel era un muchacho como cualquier otro, tenía una familia, una vida intelectual y una vida que cualquiera envidiaría. Era el menor de cuatro hermanos que habían nacido y vivido en la hermosa ciudad de Paris, Francia. El muchacho de hermosos y largos cabellos verdes, era hijo del segundo matrimonio de sus padres, por un lado su mamá tenía un hijo mayor llamado Unity que había nacido en Rusia y era al menos tres años mayor que él, y por otro lado su padre tenía otro hijo de su primer matrimonio llamado Krest, quien actualmente continuaba viviendo en Francia y tenía cinco años más.
Luego, vino su hermana mayor Seraphina, sólo por un año, y al final él, quien actualmente tenía veinticinco y estudiaba psicología en la universidad de Athena. 
Dégel siempre trato de mantener un estatus social, era parte de una elegante familia, los Verseau,  y no solamente resaltaba su inteligencia sino también su belleza. Dégel era biológicamente pelirrojo al igual que su hermano mayor por parte de padre —Krest—, pero ninguno de los dos se sentía muy a gusto y durante la adolescencia  ambos se lo tiñeron de diferentes colores, mientras Dégel optó por un verdoso, su hermano se distanció del pelirrojo y se tintó de negro o castaño.

No era todo estudio en la vida de Dégel, había tiempo para el amor y a los quince años conoció a Kardia, jefe de una pandilla del colegio quien al saber que era el nerd de la institución comenzó a acosarlo para que le ayudara a pasar sus exámenes, dado que había repetido dos años seguidos y si lo hacía una vez más tendría que entrar a la escuela para adultos. Fue así como comenzaron una cuasi relación que terminó con Dégel embarazado a los diecinueve años, teniendo a su primer hijo a los veinte: Camus Antares. 
Kardia tenía problemas con el alcohol y el cigarro, no trabajaba y le costaba mucho ponerse a estudiar, lo que ocasionaba que ellos se pelearan constantemente y Dégel lo echara a la calle. Los años pasaron y cuando Camus cumplía dos, le nació un hermanito: Brendan Antares, quien actualmente tenía tres años.

Con dos niños a cuestas, Dégel no tenía ganas de mantener a un vago que le golpeara o fuera golpeado por él, por lo cual decidió romper todo vínculo con Kardia, aunque durante algunas noches mantuvieran relaciones sexuales, estaba decidido a comenzar una nueva vida al lado de otra persona que al menos supiera sumar y tuviera un trabajo bien remunerado, pero era complicado, ahora tenía dos hijos y no cualquier hombre aceptaba eso.

—Te dije, ¿recuerdas que te dije? —Habló Unity mientras le peinaba el cabello rojo al pequeño Brendan—. Kardia no es para ti, eres un muchacho listo Dégel.

—No entiendo cómo pudiste estar tantos años con alguien que te lastimaba de esa forma —suspiró Seraphina, ella intentaba hacer la comida.

—Kardia no es malo, sólo toma en exceso, y a veces se pone violento, pero creo que yo suelo ser más violento que él.

—¡No te incrimines! —Habló Krest—. Ese tipo viene borracho y te dice muchas cosas horribles, Dégel, aun adelante nuestro te ha tratado como a su ramera.

—Tiene razón Krest, es hora que separes de verdad de ese tipo y busques a alguien que merezcas, estás a una materia de graduarte de psicólogo, deberías de saber que es un circulo vicioso en el que estas encerrado —Unity ató el cabello largo del pequeño de tres años y luego le da unas palmaditas en el hombro.

—Hmm…..—suspiró—. Bueno, tengo un profesor.

—¡Cuenta, cuenta! —Krest se acercó para chismorear un poco y tanto Unity como Seraphina hacen lo mismo, los dos niños que estaban allí se fueron a jugar inmediatamente.

—No es nada, es un profesor que me pidió lo ayudara en la materia cuando me graduara, pero le dije que no tengo pedagogía ni didáctica, por lo cual se me hará difícil…

—¡Acepta por amor de dios, acepta!

—Deja que continúe, Krest —apaciguó Unity.

—Bien, la cuestión es que es apuesto y muy servicial, pero no creo tener las fuerzas ahora para poder iniciar una relación, lo de Kardia es tan rápido que ni siquiera he podido distanciarme de él por mucho tiempo, lo intenté cuando nació Camus, pero pasó nada de tiempo hasta que nació Brendan —suspiró cansado—. Creo que mi destino es estar enredado en una relación con Kardia la cual no avanza.

—Debes dejar a ese tipo de una vez, Dégel, te hace mal a ti y a los niños, ¿qué ha hecho él por Camus o Brendan? ¿Les ha cambiado el pañal siquiera? Recuerdo cuando Brendan tenía un año y comenzaba a caminar él estaba ebrio echado en el piso y el bebé le pasó por encima, no es una buena influencia para los nenes —Unity cruzó los brazos.

—Creo que es momento que sigas tu vida y conozcas a un muchacho elegante como ese profesor —sonrió Seraphina.

—Pero ni siquiera lo conocen.

—No hace falta, ya con oír que es un profesional, es mejor que Kardia en todo aspecto —resopló Krest—. Así que invítalo a comer, que tus hijos socialicen un poco con él, tal vez hasta es mejor padre que Kardia.

—Hmm….de acuerdo, lo invitaré a cenar.

 

 Dégel estudiaba en la facultad de Psicología en Athena, cursaba su última materia que era clínica de adultos, impartida por el doctor en psicología Aspros Gemini, junto a su hermano gemelo Deuteros, recientemente separado de Asmita, otro profesor de la misma carrera. Dégel había iniciado los estudios poco antes de quedar embarazado de su primer hijo y tuvo que abandonar unos meses para continuar los estudios más adelante, pero también al quedar de Brendan tuvo que dejar por un tiempo y reanudar luego,  lo que se le había atrasado mucho la carrera.
Ahora, teniendo una estabilidad económica gracias a sus padres y entrando sus niños al jardín de infantes, tenía más tiempo para él y se puso a estudiar.

Al día siguiente, luego de la conversación con sus hermanos, Dégel asistió a su materia como siempre, dispuesto a invitar a Aspros a una cena en su casa con sus hijos, se dispuso a tener la clase tranquilamente, era obvio que el muchacho mayor le miraba de solayo cada vez que podía y eso incomodaba a Dégel por sobre manera, pero se armó de valor y una vez terminada la clase se acercó a ambos docentes.

—Buen día, profesores —habló con amabilidad—. Yo, quería saber si quisieran venir a cenar a mi casa.

—¿Cenar? —Deuteros miró a Aspros quien sonrió—. Oh, será divertido, pero no creo que pueda, tengo un hijo de ocho años que necesita atención.

—Ah, no se preocupe, yo tengo dos hijos de cinco y tres años —sonrió Dégel—. Puede venir con él, me gustará conocer a la familia de ambos.

—Entonces me parece bien ¿y a ti Aspros?

—Estaré encantado —sonrió de oreja a oreja haciendo una reverencia.

 

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Kardia tenía veintisiete años, estaba recientemente separado de palabra y viviendo en la casa de su compañero de parrandas, Manigoldo, un joven italiano de treinta años. Tenía dos hijos de los cuales no se hacía cargo y no tenía empleo, le gustaba tocar la guitarra pero no se contratan guitarristas diariamente, por lo que estaba condenado a vivir como un muerto de hambre. 
Ese día había amanecido en el suelo, junto a una botella de cerveza vacía y babeando, apenas se movía y roncaba de forma sonora.
Unos pasos se escucharon pero no lo hicieron despertar, ni siquiera cuando una hermosa pierna blanca comenzó a patearlo para que se separara de la puerta que dividía el pasillo del baño. El dueño de ese hermoso cuerpo suspiró, estaba vestido solamente con una camisa blanca que le pertenecía y le llegaba hasta la mitad del muslo, su cabello lacio era largo y llegaba hasta sus caderas, dos de sus mechones se habían deslizado por delante de sus hombros.

—¡Mani! —Gritó con su dulce voz—. Tu amigo se quedó nuevamente tirado en medio del pasillo.

—Aaaagh —Manigoldo salió del cuarto mirando a su “novio” señalando a lo que era su amigo.

—¿Cuándo vas a deshacerte de él? Estoy cansado de lo mismo todo el tiempo —el muchacho parecía enojado y se lo hacía notar al hombre que solamente vestía unos bóxer negros—. Mani ¿me escuchas cuando te hablo?

—¡Sí, sí, cariño! —se rascó la cabeza, sus abdominales marcados y su piel acanelada lo hacía un Adonis, Manigoldo era un sensual italiano del norte que se había mudado hacía mucho tiempo a Grecia, trabajaba como barman—. Albita, ayúdame, trae agua.

 

                Albafica Rummine bufó cansado y fue directamente a la cocina para traer un vaso. El joven de diecinueve años había comenzado a trabajar en el bar que atendía Manigoldo, considerado un mujeriego, pero no tardó mucho en caer bajo el encanto del joven Rummine, el cual desplegó todas las armas de seducción conocida y terminaron en la cama, enredados.  El sexo era muy bueno, y ambos disfrutaban de unas tandada, tanto antes como después de trabajar, pero desde que Kardia se había quedado a dormir en esa casa, el sexo era casi escaso, lo cual ponía de malhumor a Albafica.

—¡Aquí tienes! —le extendió el agua y Manigoldo se la arrojó encima a Kardia.

—Levántate grandulón —Kardia comenzó a erguirse mientras tosía—. Al fin, tenemos un grave problema aquí.

—Cof, cof….buen día Mani, buen día Alba —comenzó a pararse de a poco, aun tambaleando por el alcohol ingerido—. ¿Ya está el desayuno?

—De eso necesitamos hablar, escucha, no puedo seguir dándote asilo…—le miró—. Arruinas mi vida sexual y no me agrada mucho.

—Mani quiere decir que te largues…—aclaró Alba.

—Oye, que cruel eres —Kardia se tomó el pecho—. Pero Mani, somos amigos, te dije que estaba en una mala situación, tengo dos nenes que alimentar y no tengo trabajo.

—Pues no te vemos levantarte a las siete de la mañana a buscar trabajo —nuevamente el adolescente cruzó los brazos y le miró amenazante.

—Tranquilo cariño —suspiró el italiano y volvióa mirar a su amigo—. Kardia, no podemos seguir dándote hogar y ver que pasas tu vida tirado en el sillón bebiendo, así que esto es por tu bien.

—Pero…

—¡Pero nada, largo de aquí! —Albafica le empujó.

—Oye, oye, déjame al menos explicarte…

—Has estado así desde que llegaste, te pido que te vayas, luego le empiezas a contar tu conmovedora historia de amor y corazones rotos a Mani, le ablandas y estiras otro mes aquí, no voy a tolerar más esta intromisión.

—Igual esta es la casa de MI amigo —Kardia se señaló a sí mismo—. Tú sólo eres el amante.

—Un amante que paga expensas, que compra comida que TÚ te comes, que lava la ropa, y hace de ama de casa, así que no me provoques, bicho rastrero —se pone en medio de Manigoldo y Kardia.

—Ya, ya cariño —le toma de las caderas para acercarlo—. Bien, a lo que iba, tienes que irte.

—¿Y a dónde iré?

—¡Ese no es nuestro problema!

—Tranquilo Alba, debes tener compasión….—suspiró el italiano y observa a su amigo—. Pídele asilo a tu ex, tal vez se conmueva.

—La última vez no nos fue bien —suspiró—. No quiero volver a lastimar a Dégel, así que evito ir a la casa.

—¡Evitas realizar tus responsabilidades como adulto y padre!

—Alba, tranquilo —le besó el cuello—. Anda, ve a la cocina a preparar café, ahorita voy y te atiendo encima de la mesa, tú sabes —susurró muy cerca del oído, Albafica sonríe, mira con odio a Kardia y se retira.

—Tu novio me odia.

—No es que te odie, es que tú no haces mucho para caerle simpático.

—No es mi culpa que me conociera y le vomitara encima de su ropa, no sabía que era tan delicado para esas cosas —suspiró  Kardia y miró a Manigoldo—. Escucha Mani, realmente no sé qué hacer para recuperar a Dégel y tener una familia como siempre quise, tú sabes cómo era mi vida antes, drogas, sexo, rock and roll, nunca he tenido una familia normal.

—Ya lo sé, amigo.

—Por favor, por favor te pido, déjame que me quede unos días más.

—¡CLARO QUE NO! ¡SE QUE ESTAS INTENTANDO CONVENCERLO! —Se abrió la puerta de la cocina y aparece Alba con un cuchillo—. Aléjate de mi hombre.

—De-de acuerdo….yo solo…

—Recoge tus cosas y vete.

—Ya, ya entendí, pero baja ese objeto por favor —Kardia se iba alejando y Albafica avanzaba—. Ya me voy.

—Lo siento colega, pero ese culo manda en esta casa ahora, adiós…

 

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—Mami, ¿por qué nos tenemos que vestir así? —preguntó Camus mientras era vestido muy elegante por Dégel, Brendan estaba en el suelo con su ropa normal jugando a los autitos, aun no había sido cambiado.

—Hoy va a venir alguien importante….—sonrió—. Así que deben estar bien vestidos.

—¿Va a venir papá? —preguntó emocionado Camus, Dégel suspiró.

—No, no es papá.

—Papi me quere mucho —habló el pequeño Brendan levantándose, era realmente adorable.

—Sí, sé que papá los ama a ambos pero no es papá quien vendrá —suspiró cansado—. Es alguien a quien tiene que conocer porque será importante en sus vidas.

—¿Un perrito? —preguntó el más pequeño.

—Hmm….no…

—¿Un gatito? —cuestionó esta vez el mayor de los niños.

—Tampoco, no es un animal.

—¿Un pajarito? —Brendan preguntó de nuevo.

—Tonto, el pájaro es un animal —criticó su hermanito mayor.

—No soy tonto ¡Mami! —comenzó a lloriquear, Dégel tomó a su hijo menor en brazos.

—Ya cariño, no llores —le acarició la cabeza—. Además tú también tienes que ponerte guapo, este hombre tal vez nos traiga paz a la casa.

—¿Y papi? ¿Sabe de esto? —preguntó Camus frunciendo el ceño.

—Bueno, hm…..—suspiró y miró hacia otro lado—. Bien Brendan, vamos a cambiarte.

—¡No cambies de tema, mami! —regañó, pero Dégel no le hizo caso y se fue a ponerle la ropa a su hijo más pequeño.

 

                Pasaron entonces las horas y los tres miembros de la familia se encontraban impecables y de traje, Dégel aprovechó para atarle el cabello largo a sus hijos, porque como todos Verseau, tenían su cabello largo y rojizo, aunque él actualmente lo tuviera verdoso. Se acomodó los últimos mechones detrás de sus orejas y se miró al espejo, llevaba una camisa celeste que resaltaba en su piel aperlada, sus ojos amatista decoraban su hermosa cara, su cabello atado, limpio y lizo. El traje, que no era común, sino más bien tenía los botones a los costados y resaltaba su figura y unos pantalones color negro apretados. Sus hijos vestían igual a él salvo que sin el saco, no pudo al final lograr que se lo dejaran puestos. 
Luego de preparar la comida y la mesa, el timbre sonó. Respiró profundamente y le ordenó a Camus ir hasta el recibidor junto al más pequeño para dar la bienvenida a los invitados.  Se acercó a la puerta y abrió para ver a los gemelos con una elegante sonrisa.

—Gracias por invitarnos a comer, Dégel —habló Aspros entregándole un ramo de flores, Deuteros miro a los pequeños y sonrió.

—De nada, pasen, pasen por favor….—Dégel se hizo a un costado dejando entrar a sus tres invitados, ya que los gemelos venían acompañado por un muchachito de ocho años.

—Ah, me olvidé de presentarte, él es Milo Gemini, es mi hijo —comentó Deuteros presentando al muchacho de cabellos rubios—. Milo, saluda.

—¿Hm? Ah, sí, buenas noches —bufó algo molesto.

—Hm, buenas noches, ah, les presentaré a los niños —se acercó a los dos pelirrojos que estaban allí, Camus era el más molesto al no ver a su papá mientras que Brendan abrazaba a su osito y sonreía—. Él es Camus Antares, mi hijo mayor —le coloca una mano en la cabeza al susodicho—. Y este pequeño es Brendan Antares, mi niño más joven —Aspros noto que Dégel cambió el tono a uno más brusco al hablar del pequeñito, pero no le dio importancia—. Chicos, ellos son Aspros y Deuteros Gemini, mis profesores de clínica de adultos quienes también me ofrecieron trabajar con ellos.

—¿Entonces todo esto es por empleo? —preguntó curioso Camus, Milo le miró.

—No sólo eso, quiero conocerlos más y que ustedes los conozcan, así que sería bueno que vayas a la mesa y te sientes, Camus —ordenó, el niño miró sus agujetas desatadas y caminó así hasta la cocina—. Lo lamento, hace poco me separé de mi mari-bueno de mi ex….y los niños están algo incómodos con que haya otros hombres en casa.

—No te preocupes, entiendo, me pasó igual con Milo —comentó Deuteros—. ¿Por qué no vas a jugar con los chicos mientras se calienta la comida, Milo?

—Ya que…—gruñó el joven, Dégel aprovechó para darle unas pequeñas palmaditas a Brendan en la espalda.

—Llévate a Brendan —habló Dégel con sonrisa fingida—. Camus, ve al cuarto a enseñarle tus juguetes a Milo.

—Si mamá…..—susurró bajándose nuevamente de la silla para ir tras Milo y su hermanito.

—Así son los chicos, bien, pasen por favor, tengo algunos aperitivos —se acercaron a la cocina donde Dégel había preparado algunos bocadillos y un buen vino.

—Tienes una linda casa, Dégel —comentó Aspros, mirando los retratos en las paredes—. Se ve muy sólida.

—Sí, fue un regalo de casamiento de mis padres….cuando quedé embarazado de mi hijo mayor, era inevitable casarme con el patán de Kardia, así que mis padres, sabiendo que el tipo era un don nadie, me regalaron esta casa, habían empezado a edificarla cuando yo era pequeño —sonrió—. Como mis otros hermanos son solteros, pues, decidieron que me quedara con ella.

—Ya veo….—esta vez fue Deuteros quien habló y se sentó en una silla.

—Y cuéntanos ¿cómo fue que te decidiste por Psicología? —preguntó Aspros, Deuteros le miró: ¿en serio? ¿Realmente esa era la pregunta en una cita? Con razón su hermano estaba soltero.

—Pues, desde pequeño me gustó —sirvió un poco de vino en las copas—. Además cuando nació Camus comencé a ver lo que decían los diferentes autores de psicología infantil en mi hijo...digo mis hijos, en realidad me gustaría que tuvieran una familia más convencional, pero así pasó, el hijo de puta de mi ex…me…

—Espera, espera —Deuteros se levantó—. No deberías hablar tanto de tu ex, de esta forma sólo logras invocarlo.

—Oh, lo siento, deben pensar que estoy trastornado —miró a Deuteros y luego a Aspros, sonriéndole, en realidad los había invitado (en mayor medida a Aspros) para olvidarse de su ex, dado que el gemelo mayor parecía interesado en él, pero ahora el remordimiento lo estaba asechando.

—No te preocupes, sabemos que es difícil cuando uno corta una relación, pregúntale a Deuteros —Aspros miró a su hermano.

—Oye, lo de Asmita lo superé…..creo.

—No, no lo superaste.

—¡Ya está bien! —gruñó y volvió a su lugar tomando la copa, tanto Dégel como Aspros se ríen.

—Volviendo al tema, entonces ¿viste la psicología evolutiva en tus hijos?

—Sí, Camus me enseñó mucho a ser un buen padre, aprendí muchísimo con él, tengo tantas anécdotas....

—¿Y el pequeñito? —preguntó Deuteros.

—¿Quién? —ambos gemelos se sorprendieron—. Oh, Bren....sí....también....sí.... —los gemelos se miraron, algo raro estaba pasando en esa familia, pero no dijeron nada.

 

Mientras tanto en la habitación de los pequeños pelirrojos, Camus estaba buscando algunos libros en su librero, Milo bostezaba del cansancio y Brendan jugaba con sus muñecos. Era obvio que un nene de ocho años no se divertiría con dos niños de jardín de infantes, sus gustos eran otros, además que el rubio ya estaba en primaria y la vida era completamente diferente a la que podían tener los pequeños en el kínder, sobre todo Brendan quien era el más pequeñito. Camus al fin encontró el cuento que quería y bajó del librero para entregárselo a Milo, el cual al mirarle le echó un vistazo al pelirrojo que se lo había entregado.

—Debes estar bromeando.

—No, tú sabes leer —dijo sentándose—. Ese libro nos gusta mucho a mi hermano y a mí.

—¿Quebrados? —suspiró Milo, no comprendía los gustos infantiles—. Siguen siendo unos bebés, deberían leer otras cosas, como….hmmm…. ¡la guerra de los aliens zombies! No es técnicamente un libro sino un video juego, ¡pero tiene historia escrita en el monitor! Trata de unos zombies aliens que comen cerebros de…

—¡Lee el maldito libro! —gritó Camus señalándolo.

—Ya, está bien zanahoria —susurró y abrió el dichoso cuento—. Quebrados están los muñecos en la caja de juguetes, pues han pasado desdichas desde el día en que fueron creados. Suena triste.

—Me guta el juguete osito con un ojo —dice el pequeño Brendan señalándose el ojito, Milo sonríe de costado.

—Je, a ver que más dice….—carraspeó—. Ahí están, todos amontonados, pensando que nadie más jugará con ellos….está John, el pequeño tren con todos los plásticos de sus ventanales rotos, con la chimenea partida y sin ninguna ruedas. Esta puche, el pequeño oso de peluche con un brazo roto y sin uno ojito…..y está Lara, la muñeca sin cabello, con un ojo menos y ropa sucia. Los tres juguetes siempre se mantenían allí con otros en peores condiciones.

—Sigue, sigue….—habló Camus emocionado, acercándose más a Milo, éste comenzó a ponerse nervioso.

“Ya ríndete, John” dijo Lara, “para juguetes como nosotros, no hay más que rendirnos. Ya hemos pasado demasiadas penurias aquí dentro, siendo torturados por nuestros propios amos que a su vez, son tan infelices como nosotros y no saben amar” —la voz de Milo se quebró un poco, pero luego volvió nuevamente en eje—. “Pero querida Lara, yo he nacido para recorrer los caminos de las vías del tren, mi sueño es ser un tren de verdad y no lo conseguiré aquí”, mientras ambos discutían, Puche, el peluche desgastado, miraba por la ventana con su único ojo sano, observando a su dueña llorar en los….columpios…. ¿Por qué les gusta este libro? ¡Es demasiado triste!

—Nuesto papi se fue —habló Brendan abrazando su osito—. Etamos tistes.

—No digas eso Brendan, recuerda que mamá dijo que no debíamos hablar de nuestros problemas con los otros —el más pequeño mira el piso ante el reproche de su hermano.

—Aun así, esto es demasiado triste —tiró el libro—. Iré con los adultos.

—Bien….—cruzó los brazos enojado el pelirrojo mayor.

—Yo quero sabe como sigue….—tomó el libro y lo abrió para ver los dibujos y sonreír.

—¿Por qué les gusta tanto un cuento triste cuando su papá se fue? Deberían leer libros felices.

—No podemos ser felices cuando papi no está en casa, él jugaba con nosotros cuando mami no estaba —Camus suspiró pesadamente, Milo arqueo la ceja.

—¿Y por qué su papá se fue?

—Mami lo echó, tiró todas sus cosas por la ventana —suspiró el pelirrojo mayor y bajó la mirada, Milo no pudo con esa cara y volvió a sentarse para continuar el libro.

Ya más avanzada las páginas, el cuento se fue volviendo un poco más alegre, logrando salir del encierro de la caja de juguetes para tener un último momento de libertad, antes de ser arrojados a la basura, pero tanta era la felicidad de los juguetes que en un momento se habían olvidado del triste desenlace que les esperaba.

Entonces John, dijo a sus dos amigos: “Ya pueden tirarme a la basura, pues he conseguido sentirme el mejor juguete de todos, y no importa cuántos años pasen y cuántos juguetes haya en este cajón, ahora sé que soy único y especial aquí” dijo de forma amistosa —las lágrimas fueron haciéndose notar en los ojos de Milo—. Y cuando los tres juguetes se abrazaron, un anciano los tomó y los llevó en su maletero, estaban preparados para lo peor. Cuando se abrió el maletero, vieron lentamente como el viejo hombre los apoyaba en una mesa de madera y los refaccionaba: Hizo del tren, el más hermoso, con nuevos ventanales y ruedas. Hizo del oso, el más bello, con un nuevo ojo semejante al otro y coció su pata. Hizo de la muñeca la más encantadora, colocándole una nueva peluca y ojo para que se viera radiante con su vestido nuevo….—se detuvo y alzó la mirada para ver como las lágrimas de los niños descendían como cascadas, sonrió—. Entonces los tres juguetes volvieron, esta vez con sus nuevos dueños, los hijos de sus ‘niños’, quien esta vez, los entregaron con un amor que aprendieron a expresar……fin….

—Es….muy bonito —susurró entre sollozos el mayor.

—¡Chicos, la cena! —Dégel abrió la puerta para ver a los tres niños con lágrimas en los ojos—. ¿Otra vez el cuento? —sonrió dulcemente.

—¡Mami! —abrazó Brendan a su mamá por la pierna, mientras lloraba.

—Ya, Brendan, es sólo un cuento —miró a Camus que también lloraba—. Vengan, mi bebé, vamos a comer, tú también Milo.

—Hmm….aja….—intentó contener sus lágrimas.

 

Los tres niños junto a Dégel llegaron al comedor, Deuteros preguntó a Milo por qué lloraba, a lo que este le dijo “libro”, su hijo estaba siendo demasiado sensible y eso en parte le gustaba, Milo jamás pudo ser un niño de verdad, despreocupado, dado que el divorcio de sus padres lo hizo madurar. 
Comenzaron entonces a comer, Dégel ayudaba a su hijo menor a hacerlo mientras Camus comía y echaba un vistazo a Milo, quien también le miraba con una sonrisa. El libro les había unido de cierta manera porque sintió una conexión con los dos pequeños pelirrojos.

El timbre sonó una vez habían terminado de comer, Dégel pidió disculpas aunque no esperaba a nadie a esas horas y se fue al recibidor para ver quién era, al observar por la mirilla no pudo ver a nadie, pero cuando abrió la puerta allí estaba Kardia.

—¿Qué haces aquí? —preguntó enojado Dégel.

—Ven….vengo….a ve…ver….hip….—Dégel inmediatamente notó ese olor a cerveza.

—¡Largo de aquí! No dejaré que te acerques a Camus, Brendan, ni a mí en ese estado —le empujó suavemente, pero el muchacho se le tiraba encima.

—Quiero ver ¡a mis hijos carajo! —gritó, cosa que fue escuchada hacia dentro.

—Vete, ninguno de ellos quiere verte, borracho inmundo…—esas palabras dañaron a Kardia quien inmediatamente golpeó la puerta con su puño, quebrándola un poco—. Ka…Kardia.

—Quiero ver….hip….a mis hijos….—los ojos rojizos del muchacho le hacían temer a Dégel, él había visto lo violento que se ponía su marido, pero al ser hombre se sabía defender muy bien de sus ataques, tal así que también le ha llegado a romper el tabique porque Kardia le intentaba manosear cuando él no quería.

—No lo verás en ese estado.

—¡PAPI! —gritó desde atrás, Dégel se dio la vuelta y notó al más pequeño emocionado al ver a su papá, tiró su osito y fue corriendo hacia donde estaba Kardia.

—¡No Brendan, no vengas! —Gritó Dégel enojado, el pequeño se quedó a medio camino mirando sorprendido a su mamá, no es que Dégel fuera siempre cariñoso con él, pero nunca le había gritado—. Ese hombre no es tu padre, es un borracho inmundo ¡Grábatelo en la cabeza!

—Ma….mi….

—Bre-Brendan….mi bebé hermoso, ven con papi….hip —se agachó para tomarlo, pero Dégel no lo permitió.

—No me hagas pasar más vergüenza de la que tengo por haberte conocido, ¡vete! Y déjame en paz.

—Ya verás….Dégel…..algún día te….hip haré tragarte esas palabras —susurró, echó un vistazo a Camus quien acababa de llegar y a Brendan quien seguía allí mirándole—. Te arrepentirás….—y se fue, tambaleando.

—Estúpido —cerró la puerta y luego apoya su frente en ella, intentando no llora…. ¿por qué le costaba tanto olvidarse de Kardia? ¿Por qué le costaba dejarlo ir?

—¿Te ayudamos en algo, Dégel? —preguntó Aspros, pero éste no dijo nada, caminó hacia su cuarto dando por finalizada la reunión y se encerró.

 

                Tanto Aspros y Deuteros limpiaron los platos, el piso y se despidieron, dejando a los dos pequeños solos en el living. Milo les miró con tristeza y tomándole la mano a Camus le dijo en susurro “Ahora sé porque les gusta ese libro, ustedes están quebrados” y salió de allí para no volver hasta muchísimos años después.

 

Continuará.

 

 

 

Notas finales:

 ¡Espero que les guste! Me siento realmente emocionada de subir este fic, estaba esperándolo, el único problema es que es TAN angustiante. Dejen comentarios y amor :)


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