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Roseland por Lukkah

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Notas del fanfic:

Ojalá One Piece y todo lo que conlleva me pertenecieran, pero no es así :_______(. Para mi desdicha, me tengo que conformar con hacer historietas guarrosas y pervertidas con las que espero hacerme rica algún día, aunque creo que al final acabaré trabajando en algún restaurante de comida rápida engordando al personal.

Así que si tenéis que dar las gracias, que sea a Oda por crear este maravilloso universo en el que fantasear con nuestros sueños más hotttt *__*

Notas del capitulo:

¡Hola, hola, pichones! :D:D:D

Aquí os traigo un nuevo one-shot, esta vez de mi pareja favorita (KidLaw), aunque en realidad los protagonistas son sus segundos de abordo, esto es, Killer y Penguin. Me parecen monísimos, de verdad, y creo que debería haber más fics sobre ellos :(.

Aún estoy acabando 'El sacerdote de Ishtar', y es raro que suba algo porque no me gusta tener dos historias empezadas, pero como es un one-shot, no hay problema xD. Lo mismo hize con 'Verde que te quiero verde'.

Espero que os guste, la verdad es que la idea me vino una tarde y mi cabeza empezó a desarrollar la historia con total libertad y a una velocidad inusitada, así que me puse a escribir como loca porque la inspiración (oh. bendita inspiración) llega cuando quiere y se marcha cuando le apetece.

Lo dicho, espero que os guste :).

Los Piratas Heart habían desembarcado en Roseland, una isla de verano muy concurrida. Dejaron el llamativo submarino amarillo un poco alejado del puerto principal y salieron a explorar el lugar. Inesperadamente, la isla estaba de celebración y las calles y casas estaban decoradas con bonitas guirnaldas de flores, así como multitud de farolillos de papel de colores que alumbraban las aceras por las noches. Corría una suave brisa que rebajaba la temperatura, dando la sensación de estar más en primavera que en verano. Las casas eran cuadradas y todas ellas pintadas de blanco, con muchos balcones de los que colgaban preciosas enredaderas y flores silvestres. Las calles mantenían un empedrado irregular por las antiguas baldosas, pero que conferían a la ciudad un aire distinguido. Los habitantes sonreían distraídos, parecían felices viviendo allí. Sin duda, era una isla bonita.


La tripulación de Trafalgar D. Water Law subió por las escaleras que llegaban del puerto y apareció en una concurrida plaza: puestos ambulantes y permanentes, tabernas y restaurantes de más clase, mercaderes con un género diferente… El moreno capitán sonrió, era un lujo no tener que callejear por la ciudad para encontrar lo que buscaban. Era un lujo para sus compañeros, porque ellos se encargaban de las compras y provisiones para el barco, porque él, como capitán, disfrutaba del privilegio de no tener que hacerlo y, mientras ellos compraban, él se perdía por la isla sin rumbo fijo.


Pero no tardó mucho tiempo en estar solo, pues su tripulación le llamó a su Den Den Mushi personal cuando hubieron acabado, y se reunió con ellos en un edificio imponente que parecía ser el Ayuntamiento. La tarde había caído, y aunque los días en verano eran más largos, la noche hizo su aparición cubriendo el cielo con su espeso manto oscuro. Los farolillos se encendieron, iluminando cada rincón de la isla y confiriéndole un aire mágico porque cada uno era de un color diferente y, por tanto, la luz que emanaban también. Los piratas vagaron por las calles en busca de un establecimiento aceptable para cenar, pues Bepo parecía estar muriendo de hambre. Pasaron de largo un par de tabernas por parecer andrajosas y poco adecuadas para ellos (más bien para Trafalgar, pues era él quien rechazaba las propuestas del resto), hasta que llegaron a una en la que todos estuvieron conformes.


El local no era muy grande, con la barra y las cocinas al fondo, y el salón lleno de mesas sin un orden aparente. Law pidió una mesa en la esquina menos iluminada posible, lejos de la vista de los curiosos, pues era bien sabido que no le gustaba llamar la atención. El camarero entendió lo que buscaba el pirata y les sentó en la mesa más apartada de todas. Enseguida pidieron la cena, carne para Sachi y Penguin, mucho pescado para Bepo, y unas verduras para Law. Todo estaba buenísimo, y la velada transcurría tranquila y sin ningún incidente hasta que ellos aparecieron por la puerta: los Piratas de Kid.


Y la taberna se sumió en un silencio sepulcral, porque todos allí los conocían y sabían lo que eran capaces de hacer. Eustass Kid iba a la cabeza de su tripulación, todos ellos piratas que dejaban sin aliento solo con verlos. Pero Kid no estaba solo, su segundo de abordo, Killer, era también alguien de armas tomar. Se sentaron en una mesa cerca de la barra y llamaron al camarero a gritos para que les empezara a servir de beber. Enseguida su mesa se llenó de botellas de licor y jarras de cerveza, pues los piratas bebían como cosacos. Sólo de verlos se quitaban las ganas de probar un vaso de agua.


Por suerte para los Heart, habían pasado desapercibidos. Se estaban tomando un té después de cenar, pero todos estaban intranquilos desde que la otra tripulación había hecho acto de presencia. Todos, excepto Trafalgar, que parecía muy concentrado en la mesa de sus rivales.


-Capitán –le llamó Sachi-, no debería mirar tanto. Se darán cuenta que estamos aquí y…


-No pasa nada, Sachi –le contestó el moreno-. Nos iremos en un momento…


-¿Ha visto algo interesante, capitán? –preguntó el oso polar con voz dulce.


-Puede ser… -susurró mientras una sonrisa ladina se formaba en sus labios. ¿Qué si había visto algo interesante? Ese enorme pelirrojo sin camiseta era más que interesante-. Bueno, nos vamos.


-¡Un momento, capitán! –dijo Penguin alterado-. ¡Voy al servicio un segundo!


El pingüino se dirigió al baño a paso ligero, no quería hacer esperar a su tripulación y menos ahora que se iban y habían conseguido pasar desapercibidos. El castaño entró en el servicio de hombres a toda prisa, y al abrir la puerta se sobresaltó por lo que vio. Allí estaba Killer, el Guerrero masacre de la tripulación de Kid, lavándose. Se estaba refrescando la cara, y su casco blanquiazul descansaba en el lavabo al lado del jabón de manos. Penguin se sorprendió y enseguida giró la cara sin saber muy bien por qué, no esperaba encontrar a nadie en el baño y menos a alguien como él. Era tan alto y musculoso… El rubio lo miró curioso, y el pequeño se sorprendió aún más de su cara. Era… Realmente guapo. Un flequillo rubio largo que le tapaba la frente y parte de unos ojos color esmeralda que brillaban con fuerza, una nariz pequeñita y unos labios finos y asombrosamente bien cuidados, todo ello acompañado de una piel tersa y blanca por la falta de sol.


El pirata se secó la cara y agarró el casco para salir del baño. Penguin seguía en la puerta sin saber muy bien qué hacer, se había quedado electrizado por tal visión. Al salir, el rubio le dedicó una larga mirada al pequeño, una mirada seria pero nada amenazadora, como si estuviera analizándolo escrupulosamente. Y esa mirada le inquietó sobremanera, esos ojos verdes y brillantes como piedras preciosas fijos en él le hacían temblar y ponerse nervioso sin saber la razón de ello.  Ya por el pasillo, antes de salir al salón y ponerse el casco, Killer le dedicó una sonrisa a Penguin que le dejó totalmente fuera de lugar. Sus mejillas se ruborizaron como el gracioso pompón de su gorra, y entró en el baño corriendo.


El pequeño regresó lo antes posible con sus compañeros, pero aún seguía algo nervioso y ese detalle no pasó por alto a su capitán. Cuando estuvieron todos reunidos, Law les dio órdenes de esperarle en la puerta de la taberna, pues aún tenía que arreglar unos asuntos importantes. Todos le miraron extrañados, pero obedecieron y salieron del local. Con paso decidido, el moreno se acercó a la mesa de los Piratas de Kid y, sigiloso como un gato, susurró algo al oído del enorme pelirrojo, que ni siquiera lo había visto llegar. Antes de que pudiera maldecirle por lo que le acababa de decir, Trafalgar desapareció de allí con sus poderes intercambiándose con una rosa del pequeño jardín que había a la entrada del restaurante.


Al día siguiente, los Piratas Heart ocuparon la mañana en llenar las despensas del submarino y terminar de comprar aquello que les hacía falta. Era un día muy caluroso, más que el anterior, por lo que decidieron comer en el submarino para que Bepo no sufriera demasiado. Por la tarde, Trafalgar anunció a su tripulación que saldría porque tenía asuntos pendientes, y lo haría solo porque no necesitaría ayuda de nadie. Pero sus compañeros se opusieron y rogaron que les llevara con ellos, algo que para el capitán era una carga. Desesperado al ver que no cedían, decidió llevarse a Penguin consigo para dejarlos más tranquilos. El resto se quedarían en el submarino pendientes por si llegaba la Marina, y en caso de problemas, se comunicarían con él con su Den Den Mushi personal.


Cuando los dos estuvieron lo suficientemente lejos del submarino, Penguin le cuestionó:


-Capitán, ¿a dónde vamos? –preguntó inocentemente.


-Al barco de los Piratas de Kid –contestó el otro con total tranquilidad, como si aquello no supusiera una muerte inminente como creía Penguin.


-¿¡QUÉ!? –gritó el castaño exaltado. ¿Es que su capitán se había vuelto loco?-. P-Pero… ¿Por qué? No tenemos nada que hacer allí, capitán. ¡Esa gente es peligrosa!


-Estaremos bien –le tranquilizó Trafalgar-. Tengo temas que tratar con Eustass-ya…


En unos diez minutos llegaron al barco de los Piratas de Kid, aquella imponente mole de madera con una calavera adornando la proa que aconsejaba no acercarse. Penguin hacía rato que había comenzado a rezar a todos los dioses que conocía, no quería morir tan joven. Volvió a suplicar a su capitán, pero éste no le hizo caso, estaba convencido en ir. En la cubierta les estaba esperando un pirata de la tripulación, y cuando los vio, les tendió una rampa de madera para que subieran. Trafalgar fue primero, seguido muy cerca de Penguin que había comenzado a temblar como un cachorro asustado. En la cubierta se vieron rodeados de piratas, lo que aumentó los miedos del pequeño, pero Law estaba completamente tranquilo y confiado.


-Al final te has atrevido a venir –habló con su ronca voz Eustass Kid sentado desde la calavera-. Tienes agallas…


-¿Por qué no iba a venir, Eustass-ya? –inquirió el moreno algo molesto, ¡por supuesto que tenía agallas!-. Tenemos asuntos importantes que tratar, vamos dentro.


-¡¿Te atreves a darme órdenes en mi propio barco?! –aulló el pelirrojo poniéndose en pie y acercándose a los desconocidos a paso lento, algo que puso de los nervios a Penguin. Ese hombre era realmente enorme-. Tsk… Vamos a mi camarote, allí estaremos tranquilos.


Law esgrimió una sonrisa de satisfacción oculta bajo su sombrero moteado y siguió al pirata a su habitación particular. Atravesaron el umbral de la puerta, y Penguin iba a seguirlos cuando un hombre alto de piel azulada y greñas le cortó el paso.


-Sólo los capitanes -fue lo único que dijo, con voz queda, y Penguin sintió que ahora sí había llegado su hora de morir.


El pequeño comenzó a verse rodeado por los piratas de Kid, a cada cual más fiero. Y tenían caras de muy pocos amigos. Pero como un rayo de esperanza, el segundo de abordo apareció de la nada para salvarle de aquella masacre. Irónico, ¿verdad?


-Será mejor que esperes dentro, esto va para largo –dijo con su voz masculina. Penguin, al verlo, se sonrojó levemente por lo que había pasado la noche anterior, pero asintió con la cabeza sin decir palabra-. Ven, sígueme.


Llegaron a lo que parecía el salón o la sala principal, con un escritorio a un lado, una estantería con escasos libros (algo que sorprendió al pingüino, pues nunca se hubiese imaginado que alguien ahí dentro leyera), un bar con licores fuertes, una mesa de billar y otra para jugar a las cartas, y en otro lado de la habitación, varios sofás con una mesita de café de madera con algunas tazas vacías y platos con restos de comida. Asqueroso, pero era de esperar. Killer le ofreció un asiento a Penguin, y éste se sentó en un sofá individual de color granate grande y bastante mullido.


-Será mejor que muevas tu culo de ahí –dijo el rubio entre risas-. Ese es el sillón de Kid, y como te vea ahí sentado te arrancará la cabeza de cuajo.


El pequeño puso los ojos en blanco sólo de imaginarse la grotesca situación, y dio un respingo como si fuera un conejo que se liberaba de una trampa puesta por un cazador y se sentó en otro sofá, esta vez de dos plazas, quedando justo enfrente de Killer. Entonces, el pirata se quitó el casco dejando libre su preciosa melena rubia. A Penguin se le aceleró el corazón al verle colocarse ese largo cabello que parecía tan sedoso y suave, e inconscientemente se ruborizó, pero la gorra ocultaba sus mejillas sonrosadas. Decidió quedarse quieto y mirar al suelo, colocando sus manos sobre las rodillas como si fuese un niño al que sus padres iban a castigar por haber hecho algo malo. No sabía muy bien por qué, pero sentir la mirada del otro en su piel le ponía muy nervioso. Y Killer no apartaba sus verdosos ojos de él.


-Puedes coger un libro para entretenerte –rompió el hielo el rubio-. Esto va para largo.


-N-No, estoy bien así, gracias –contestó el menor con un hilo de voz. Nunca hubiese imaginado que habría tanta diferencia de voces entre la suya, más aguda e infantil, y la de Killer, totalmente varonil. Eso le molestaba, porque se veía “menos hombre”.


-Como quieras… -y Killer se levantó a por un vaso de alcohol. Penguin no supo qué bebida era, pero el olor le llegaba hasta su asiento provocándole arcadas. ¿Cómo podía beber algo así?


El rubio se volvió a sentar, y después de unos minutos en completo silencio, volvió a romper el hielo:


-No pensé que fueras tan callado –comentó mientras miraba los hielos derritiéndose en su vaso-. No das esa impresión.


-Y-Yo, bueno, no… Si no tengo nada que decir, m-me callo –contestó el menor en su defensa. La verdad es que hablaba por los codos, pero no con desconocidos. Y menos con desconocidos como el que tenía delante.


-Oh, vaya… -Killer le miró directamente a los ojos, pero Penguin los mantenía escondidos bajo la visera de su gorra. Bendita gorra-. Te llamas Penguin, ¿verdad? –el menor asintió algo tímido, pero su corazón comenzó a latir con fuerza. Que un hombre como aquel supiera su nombre era… Cuanto menos, emocionante-. Cuéntame cosas sobre ti, Penguin.


-¿E-Eh? –aquellas palabras lo dejaron descolocado. ¿Por qué quería saber cosas sobre él? ¿Qué tipo de cosas? ¿Su vida, sus gustos, el por qué de ser pirata? Pero si él era un donnadie, su capitán era el verdadero corazón de la tripulación y por quien ofrecían una alta recompensa, no él-. Bueno, yo…


Y sin saber muy bien cómo, ambos comenzaron a hablar. Al principio, Penguin estaba más reticente y evadía algunos temas personales (sobre todo los correspondientes con la tripulación y su capitán), pero con el tiempo se fue soltando. Killer también hablaba, interesándose por su antigua vida en el North Blue o simplemente contándole su triste infancia en el South Blue con Kid. Era extraño, pero el castaño parecía estar muy cómodo con ese hombre desconocido, y apenas se conocían de unas horas.


-¿Por qué llevas casco? –preguntó el pirata de los Heart curioso. Le costaba entender como alguien tan… Atractivo como Killer podía esconder su cara.


-¿Por qué llevas gorra? –contraatacó el rubio con una sonrisa en los labios. No esperaba que el pequeño se atreviese a hacer una pregunta tan personal como aquella.


-Pues… -Penguin dudó sobre la respuesta, pero en realidad no tenía una razón aparente-. Porque me gusta.


-Bueno, ya somos dos –sonrió Killer mientras terminaba su segundo vaso de licor.


Esa sonrisa, tan despreocupada y sincera, hizo a Penguin sonreír también. Killer estaba realmente guapo cuando sonreía, pero lo hacía muy cosas veces, y el castaño se sintió afortunado de haber podido contemplar una, pues creía ser una de las pocas personas que las habían visto. La habitación se quedó en silencio, un silencio incómodo que hizo que ambos se sonrojaran por querer continuar hablando pero no atreverse a dar el paso o no encontrar un tema de conversación apropiado. Pero unos golpes sacaron a Penguin de su ensoñación. Buscó por la sala el origen del ruido, pero allí no había nadie más que ellos dos. Inconscientemente se levantó del sofá preocupado por su capitán, los ruidos se repetían con frecuencia y cada vez con más nitidez y fuerza.


-¿Qué es eso? –preguntó el pingüino nervioso.


-Nuestros capitanes… -sonrió el rubio ante la inocencia del castaño-. No pensaba que tardarían tan poco en… Entenderse.


-¿Q-Qué le está haciendo ese bruto de Eustass a mi capitán? –se exaltó el menor. Se estaba perdiendo algo, Killer sabía de qué iba la cosa pero parecía no querer decírselo. Y odiaba que la gente le tratara como a un tonto o como a un niño pequeño.


-Tranquilízate, Penguin –dijo Killer levantándose y acercándose al pirata para, con un sutil golpe en el hombro, obligarle a sentarse en el sofá de nuevo-. No están haciendo nada malo…


-¿Y tú qué sabes? –le gritó el pequeño algo molesto-. ¿Qué están haciendo? Dímelo, Killer.


-¿No se te ocurre nada? –preguntó el pirata con una voz ciertamente sensual que dejó completamente fuera de lugar al menor. Killer sonrió y se sentó a su lado, apoyando su espalda en el reposabrazos para mirarle directamente a los ojos. Esos preciosos ojos castaños que el pirata de los Heart tenía-. Vamos, seguro que lo adivinas por tu cuenta…


Penguin se quedó paralizado por un momento, ¿qué podrían estar haciendo esos dos? Los ruidos eran constantes, rítmicos, como… Si un mueble golpease la pared. ¡Sí, eso era! Entonces… ¿Estarían discutiendo y golpearían la mesa con sus puños? No, no lo harían tan de seguido. Penguin miró de reojo al rubio, y vio que le miraba gracioso, con esa sonrisa tan ladina y… Sensual. Uf. ¿Cómo podía sonreírle de una forma tan erótica? Si era un maldito asesino de civiles, ¿cómo podía ser tan sexy? Con esa melena tan perfecta al viento, con esos ojos centelleantes, con esos labios tan finos que daban ganas de devorarlos, con esa camisa de lunares entreabierta que dejaba al descubierto un trabajado pecho… Uf. Qué sonrisa, qué sonrisa. Penguin comenzó a ruborizarse por sus pensamientos subidos de tono, pues nunca se había fijado en los hombres. Claro que había experimentado de joven, pero había salido todo tan mal que se le quitaron las ganas… Hasta ese momento.


-¿Y bien? –volvió a preguntar el rubio con sorna, acercándose peligrosamente a la cara del menor para, con un rápido movimiento, quitarle la gorra-. ¿Ya sabes qué están haciendo nuestros capitanes?


-¡D-Devuélveme mi gorra! –gritó el castaño rojo de vergüenza, pues ahora sentía con más presión los ojos de Killer sobre su persona. Estiró la mano para cogerla, pero Killer era mucho más alto que él-. Vamos, K-Killer.


El nombrado sonrió como un tiburón al escuchar su nombre en boca de Penguin, con esa vocecita tan dulce y agitada por la situación tan incómoda que estaba viviendo. Y ya no pudo contenerse más. Tiró la gorra del pequeño al otro lado de la habitación, y cuando Penguin se levantó para cogerla de nuevo, le sostuvo y le obligó a sentarse en el sofá agarrándole de las muñecas para que no escapara.


-¿¡P-Pero qué haces!? –preguntó Penguin completamente rojo y sin poder soltarse ni un poco. Killer sonrió, y echó su cuerpo hacia delante para obligarle al castaño a tumbarse en el sofá-. ¡S-Suéltame, Killer!


-Shhhh, no grites tanto –le susurró al oído, y Penguin se quedó petrificado al escuchar esa voz tan masculina y sensual. Killer aprovechó la oportunidad y se sentó sobre sus rodillas pasando las piernas del menor alrededor de su cadera, juntando ambas hombrías-. ¿No querías saber qué están haciendo nuestros capitanes?


-¡D-De ninguna manera mi capitán y Eustass…! –Penguin no pudo terminar la frase porque el rubio movió sus caderas frotando sus miembros, y al pequeño se le escapó un gemido de placer por el que se lamentó al instante y se sonrojó más aún.


-Penguin –le susurró de nuevo al oído, estirando tanto su cuerpo que si no hacía fuerza con los brazos, se caería encima del pequeño y lo aplastaría-, tu capitán sabe que los mejores amantes son los piratas como nosotros. Pero parece que tendré que demostrártelo para que te convenzas de ello…


Y sin perder el tiempo, el rubio succionó el lóbulo de la oreja del castaño, haciendo que a éste se le escapara otro gemido. Esos gemidos eran música celestial para el guerrero. No sabía muy bien por qué, pero desde aquel encontronazo en los servicios de la taberna la noche pasada, no había dejado de pensar en Penguin. En sus castaños ojos a juego con su media melena suave y algo desordenada, en esa carita de ángel, en esos carnosos labios que tan dulces parecían, en ese pequeño cuerpo delgado pero fuerte… Era una maravilla.


Killer desabrochó con inusitada maestría el mono blanco del menor, bajando la cremallera con la boca hasta la altura del pecho para dejar libre su cuello. El rubio se centró en esa nueva parte de la anatomía del pirata al descubierto, comenzando a dar besos pequeños y lentos por toda la extensión de piel que podía. Apenas aguantaba más de un segundo en el mismo sitio, el rubio recorría con rapidez todo el cuello a pesar de la extraña lentitud de los besos. El menor parecía arder, sentía como su corazón palpitaba con tanta fuerza que se le iba a salir del pecho. Una hoguera se estaba desatando en su interior y Killer era el culpable. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué reaccionaba así ante una agresión tan clara? ¿Por qué estaba cediendo…?


Los gemidos se escapaban de su garganta sin poder hacer nada para evitarlo, era tal el repentino placer que sentía que debía exteriorizarlo de alguna forma. Pero su cuerpo no sólo lo ejemplificaba con jadeos entrecortados y respiración agitada, sino también endureciendo una parte de su anatomía que poco a poco iba creciendo con cada beso del rubio. ¿Cómo podía ser tan delicado, tan cuidadoso? Penguin creía morirse allí mismo en brazos de aquel hombre. De repente, Killer dejó de besarle para observar su presa con detenimiento.


-¿Quieres que pare? –preguntó algo serio-. Piensa bien la respuesta, porque si me dejas continuar te aseguro que no podré controlarme…


-¡C-Claro que q-quiero que pares! –chilló el castaño completamente ruborizado y con la respiración agitada-. ¡M-Me estás obligando!


-Oh… -Killer pareció sorprenderse con esa respuesta del menor, así que decidió soltarle el agarre y se sentó en el sofá, alejándose un poco del pingüino-. Lo siento si te he incomodado.


Y el rubio se concentró en su vaso de licor, donde unos escasos hielos flotaban en el líquido. Dio un largo trago y se lo bebió entero, por lo que se sirvió otro vaso arrastrando los pies hasta el bar. Penguin se sentó en el sofá y lo miró inquieto, no se creía ese cambio de actitud tan repentino. Pero el rubio, ya con otro vaso en su poder, se sentó enfrente del menor sin prestarle la más mínima atención, sin mirarle siquiera. Algo en el interior del castaño se revolvió y el pecho comenzó a dolerle. No sabía muy bien por qué, pero quería tener esos preciosos ojos esmeralda encima suyo, quería notar la calidez de su piel y, sobre todo, quería probar esos finos labios que apostaba sabrían a licor. Porque Killer no le había besado, sólo había jugado con su cuello. Inconscientemente se llevó una mano a la zona, y ésta aún permanecía caliente y húmeda. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué sentía la urgente necesidad de correr hacia ese enorme rubio y estampar sus labios contra los suyos en un profundo beso? Era una sensación tan agobiante, un desasosiego tan grande…


El sonido del Den Den Mushi lo sacó de sus pensamientos. Rebuscó entre su mono blanco y allí estaba el caracol,  pero… ¿No debería tenerlo su capitán? ¿En qué momento se lo había metido en los bolsillos? Lo descolgó, y escuchó la voz de Sachi en la otra línea.


-¡Penguin! –le saludó-. ¿Qué tal estáis? ¿Dónde estáis? ¡Estamos preocupados!


-H-Hola, Sachi –le correspondió al saludo-. Estamos bien… Trafalgar aún no ha terminado de… Hablar con Eustass.


-¿Eustass? –se preguntó a sí mismo el pirata-. Espera… ¿¡Eustass Kid!? ¿¡Qué hacéis con él!?


-B-Bueno, el capitán quería hablar con él y… -¿cómo evitaba mencionar lo que estaban haciendo los capitanes en la otra habitación? Él todavía estaba en shock-. Todavía no han llegado a un acuerdo adecuado para ambas partes.


-¡P-Pero ya es de noche! –esgrimió Sachi-. ¿Qué hacemos? ¿Permanecemos en el barco?


-¡S-Sí, sí! –contestó rápidamente el castaño-. Cuando el capitán acabe, iremos al barco, no os preocupéis. Tengo que colgar ya… Nos vemos.


Y colgó el Den Den Mushi, volviéndolo a guardar en el bolsillo derecho de su mono. Miró a Killer de reojo, sentía como le observaba en silencio. Pero el rubio le miraba serio, muy serio, y Penguin agachó la cabeza incómodo. ¿Por qué le miraba así? ¿Por qué no le volvía a mirar como antes? Pero la voz del pirata lo sacó de sus pensamientos:


-No entiendo por qué me has rechazado si es evidente que lo estabas disfrutando –sentenció señalando la entrepierna del castaño, por la cual se entreveía el pene semi-erecto de Penguin.


-¡E-Eso no tiene n-nada que ver! –se justificó tapándose la zona en cuestión y sonrojándose de nuevo-. Yo no…


-¿Alguna vez has estado con un hombre, Penguin? –le cortó el rubio, y el nombrado negó con la cabeza algo avergonzado. Ante la negativa, Killer se levantó de su asiento y se acercó al pirata, arrodillándose ante él y agarrándolo por las piernas para que rodearan su tronco. El menor comenzó a temblar asustado-. No te voy a hacer ningún daño, si es eso a lo que temes.


-N-No es eso… -contestó Penguin con un hilo de voz. Apartó la vista del rubio porque no podía aguantar su mirada, esa mirada intensa que le hacía replantearse hasta su condición de pirata-. T-Tengo miedo… A que me guste.


-Pen… -le llamó Killer, acariciando su mejilla con cariño para que éste le mirara-. Tener a alguien en el corazón es mucho mejor que no tenerlo, porque te ayuda a continuar con vida. No sé cómo, ni por qué, pero me gustas mucho –el menor se sonrojó como un tomate ante la repentina confesión tan directa-, y quisiera gustarte a ti también.


-T-Tú… Me gustas –contestó el pingüino mordiéndose el labio por la vergüenza de sus palabras-. Pero no quiero decepcionarte…


-No lo harás –dijo el rubio con una sonrisa en los labios-. Iremos tan despacio como quieras, te lo prometo –y acarició con su pulgar los labios del castaño-. ¿Me dejas darte un beso?


Penguin se quedó atónito con esa pregunta tan inocente. Killer lo estaba mirando expectante, con esos ojos suyos repletos de brillo y fuerza, quizá algo temeroso de una respuesta negativa. Pero Penguin de verdad quería besarle, quería probar esa parte de la anatomía del rubio que se le hacía tan irresistible, así que, agachando la cabeza y ocultando sus ojos y mejillas con el flequillo de su cabello, afirmó con la cabeza sin ser capaz de decir palabra. El rubio sonrió feliz, una sonrisa verdadera y limpia, y con delicadeza acercó la mandíbula del castaño hacia abajo mientras él estiraba el cuello, pues Penguin estaba sentado en el borde del sofá y él de rodillas, por lo que estaba a menos altura que el otro.


Y sus labios se unieron en un tímido beso, lento, cuidado, delicado como una flor. Killer no quiso soltar la mandíbula del pequeño, pero tampoco le presionó para que abriera la boca. Los labios de Penguin temblaban levemente, estaba nervioso, pero aún así no los apartaba. El castaño estaba disfrutando con el roce del rubio, estaba guardando en su memoria todos los pliegues de los cuidados labios del pirata, pero pronto sintió que eso no era suficiente. Lentamente, abrió su boca para sacar su pequeña lengua y lamer el labio inferior del rubio. Éste sonrió al sentir el húmedo contacto, y abrió su boca para juntarlas de una buena vez. Penguin había acertado, su boca sabía a licor. Amargo licor, pero también sabía condenadamente bien. Su lengua juguetona, sus finos labios, sus rubios cabellos que le hacían cosquillas en las mejillas… Todo le gustaba.


El menor pasó sus brazos por el cuello del guerrero para hacer más intensos los besos, pues el fuego que había notado minutos antes volvía a renacer en su interior con fuerza. Killer, por su parte, dejó libre la mandíbula del castaño y se agarró a su cintura, atrayéndolo más hacia sí hasta dejarlo en el borde del sofá y a punto de caerse. Pero a menor no le importaba porque estaba sintiendo una sensación maravillosa. Nunca unos labios le habían gustado tanto como los del rubio. Pero el ruido de unas cacerolas en la cocina los separó con mucha desgana, ninguno quería alejarse del otro. Killer le miró atento, perdiéndose en la infinidad de los ojos almendrados de Penguin, e inconscientemente le acarició la nariz con la suya haciendo reír al menor. Estaba contento.


-Parece que es hora de cenar… -comentó-. ¿Quieres ir a un lugar más privado?


-No sé cuándo me tendré que ir… -contestó un apenado pingüino. Por supuesto que quería ir a perderse en la habitación del rubio (porque suponía que irían allí), pero no quería quedarse a medias, sería como recibir un jarro de agua bien fría.


-Parece que nuestros capitanes han terminado –apuntó el rubio, pues ya no se escuchaban golpes de muebles-. Si al final tienes que irte… Vuelve esta noche, Pen. Por favor.


-¿C-Cómo voy a volver? –preguntó el pirata ruborizado-. Mi capitán me mataría…


-Saldremos al mar mañana por la mañana, ya tenemos todo listo para partir –explicó Killer intentando convencer al otro-. Y sabes mejor que nadie lo que eso significa…


Penguin suspiró. Claro que lo sabía. El barco se perdería en el océano hacia otras islas desconocidas, y el submarino seguiría su rumbo. No se volverían a ver, por lo menos en un tiempo. Y eso era a lo que Penguin tenía miedo, a anhelar a alguien a quien igual no volvía a ver jamás. El mar era caprichoso, y la vida de pirata conllevaba peligros considerables.


-I-Intentaré venir… -dijo al fin el castaño un poco triste-. Pero no te puedo asegurar nada.


-Con saber que lo intentarás es suficiente –sonrió el rubio, y volvió a besarlo con ganas por si resultaba ser el último beso. Penguin suspiró, ¿cómo le había enganchado tan pronto?


-¡Penguin-ya, nos vamos! –escuchó la voz de su capitán desde la cubierta del barco.


El nombrado se separó con desgana del rubio, agarró su gorrito olvidado en el suelo y se despidió en silencio de Killer con una tímida sonrisa. Éste se la devolvió, mucho más amplia y sincera, y algo en el interior del pequeño se revolvió. Estaba feliz. Llegó corriendo a cubierta, y allí estaba su capitán esperándolo con la nodachi en la mano, como siempre. Estaba serio, pero por alguna razón, tenía un brillo especial en los ojos. ¿Tanto le había gustado la reunión con Eustass Kid? Bajaron del barco y no hablaron en todo el camino, el castaño por miedo a preguntar cosas tan embarazosas, y el moreno por conocer de antemano la historia. Pero antes de llegar al submarino, Penguin abrió la boca:


-Esto… Capitán –le llamó tímidamente-. ¿Es necesario que me quede esta noche vigilando el submarino?


-Por supuesto –contestó Trafalgar con rotundidad-. Nadie lo abandonará.


-P-Pero, capitán, verás… Es que yo, bueno… -la verdad es que no tenía ni idea de cómo rebatir a su superior, le había dado una orden muy tajante.


-No lo abandonarás –comenzó el ojeroso con una de sus características sonrisas-, porque vas a tener compañía…


-¿Eh? –el muchacho no entendía las palabras de su capitán, hasta que pensó en lo que quería decir con “compañía”-. No me diga que…


Law se limitó a sonreír ladeadamente, como siempre hacía cuando tenía un plan en mente que salía o iba a salir según lo pensado. De seguro que volvía a ver a Eustass Kid. El castaño se emocionó de verdad, y comenzó a ponerse nervioso por la visita inesperada de su rubio. ¿Su rubio? ¿Acaso podía llamar al temidísimo Guerrero masacre en esos términos? Penguin comenzó a dudar, no recordaba que el amor fuera tan complicado… O igual es que no se había enamorado nunca. Un momento, ¿es que se había enamorado? ¿Cómo iba a hacerlo tan pronto? Desde luego que Killer le gustaba mucho, pero de ahí a enamorarse… ¡La sola idea le hacía sonrojarse hasta las orejas!


Esa noche, el castaño cenó con más prisa de la habitual, pues los nervios no le dejaban tranquilo. Se dio un relajante baño y se perfumó hasta arriba, quería estar perfecto para Killer. Trafalgar, en cambio, era más directo, y cuando Kid llegó ya le estaba esperando en su cama desnudo entre las finas sábanas de terciopelo azul marino. Al parecer, desembarcar en Roseland había sido una fantástica idea.

Notas finales:

¿Qué os ha parecido?

La verdad es que creo que me ha quedado super moñas, muy romántico, y eso que no me gustan estas cosas. Pero oye, hoy estaba melosa *3*

Pensé en poner lemmon, pero al final decliné la idea (lo siento, no me matéis por ello x_x). Creo que así está bien.

Me encanta hacer a Penguin tan tímido, y Killer tan directo con sus confesiones que a una la dejan sin aliento. Ay, ojalá me pasase eso a mí *_*

Y qué me decís de Trafalgar, que ha sido ver a Kid bebiendo sin camiseta y quedarse loquito con él <3. Y no me extraña *¬*

Espero que os haya gustado, y cualquiero cosa, ya sabéis que podéis decírmelo en los reviews. Un besito amores! <3<3


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