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Cazado por koru-chan

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Cazado


O n e s h o t


R u k e i t a


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Lo seguí con la mirada viendo como su trasero se marcaba levemente hipnotizándome. Mordí mi labio inferior y una sonrisita pícara provocó que la comisura de mis labios se estiraran coquetamente por a aquel muchacho delgado de cabellera rubia y semblante tímido. Mis ojos lo percibieron mientras recorría parte del campus en un andar dudoso completamente inmiscuido en lo que portaba en sus manos; intentaba analizar un inútil papel. Seguramente ahí se encontraría un mapa y su horario de aquel semestre en la universidad. A pesar de la lejanía, sus actos me mostraban confusión.


—Es de primeroesbocé bajito junto a una sonrisita malévola; había encontrado carne fresca y dulce para divertirme este inicio de ciclo.


—Ruki, ¿Vas a ir?—oí una voz a mi espalda, la cual ignoré terminando de beber el contenido de mi lata de soda. Giré mi cuerpo levemente cuando por segunda vez escuché mi nombre provenir de unos abultados  labios, que alguna vez, había besado. Lo miré de reojo, encontrándome con un rostro aburrido de aquel castaño oscuro de facciones delicadas.


—¿Adónde?— pregunte con desgana, con mi cerebro aun concentrado en el trasero de aquel rubio alejándose de mí.


—A la fiesta de bienvenida…—respondió con un brillito emocionado en sus ojos marrones, recibiendo de inmediato, comentarios animosos de los demás presentes dispersos sobre el césped en un descanso antes de ir a nuestras respectivas clases monótonas.


—Al parecer será lo mismo que cada año—dije con desgana—, pero… —miré hacia donde aún se hallaba el chico rubio de lentes que, ahora, estático intentaba torpemente preguntar en los alrededores sobre la ubicación a su respectiva facultad—, se ve que estará divertido. Lleno de inexpertos novatos para jugar—murmuré relamiendo mi labio inferir saboreando lo suculenta que estaría aquella noche.


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La primera fiesta de bienvenida era el terror de los rectores. Todo comenzaba a las cinco de la tarde, en un ambiente que “prometía” tranquila y sana diversión; con música, concursos y pruebas divertidas. Pero cuando caía la noche y las luces de neón se encendían, toda la inocencia sucumbía a la lujuria y pasión juvenil. De noche la universidad se transformaba y, la casa de estudio de pomposa apariencia y reconocidos premios académicos, caía al desorden del libertinaje hormonal. El lugar de estridente música se convertía en un antro cualquiera al aire libre con alcohol a destajo.


El retumbe de los parlantes y el pasar de las horas, provocaba que la bebida se distribuyera en la sangre e hiciera estragos, sobre todo en las nuevas chicas de primero que no pasaban de los dieciocho años y ya estaban ebrias tiradas en el piso u otras, literalmente, teniendo sexo enfrente de los presentes, a los que ni les interesaba, puesto que estaban en proceso de cazar presas vírgenes y torpes. Como yo, que era a lo que precisamente me encontraba haciendo en ese lugar.


Me afirmé de un pilar alejado un poco de la muchedumbre alocada para mirar a mí alrededor para  ver si hallaba a mi suculenta presa.


Esta era de unas de las fiestas épicas de las cuales se hablaba todo el año y donde nadie se la quería perder, pero no faltaba el tipo nerd que prefería quedarse ordenando las materias un viernes por la noche. Hice una mueca, decepcionando al pasar las horas y no encontrar al susodicho que no apartaba de mi mente y que no haría hasta concretar mi objetivo.


Deambulé un par de minutos mientras esbozaba una sonrisilla desilusionada dando un sorbo a mi primer baso de alcohol para comenzar aquella noche. Si su actitud fuese aquella, no me lo podría coger esta velada. Hice un puchero un tanto decepcionado por tener que esperar otra ocasión, pero aún era muy pronto para darse por vencido. Caminé alrededor del campus, si bien el hall era el recinto principal, las áreas verdes era el lugar ideal para retozar con lo primero que se te cruzara.  No tenía ánimos de ver chicas corriendo con la ropa interior a medio muslo, pero tenía que inspeccionar todos los lares de aquella universidad.


—¡Aoi, vamos levántate! Demonios, por favor—oí una voz forzada y dos bultos negros a contra luz. Me acerqué distinguiendo de mejor forma la escena: Típico, un chico sobrio intentando levantar el cadáver alcoholizado de su amigo. Su cabello rubio y aquellos ojos asustadizos enmarcados por unos grandes anteojos lo delataron. ¡Bingo! Sentí como algo dentro de mi gorgoteaba seguido de una musiquita titilante en mi cerebro, había dado con el chico, quien para mi pesar cargaba con un borracho acuestas. Era mi momento de actuar, era mi momento de hacer mi acto de bondad aquella noche.


—¿Necesitas ayuda?—puse mi mejor cara de niño adorable, aunque no podía dejar de sonreír pletórico. Estaba feliz por haber dado con el chico que días a tras mis ojos habían captado como perfecta. Y no me había equivocado, era tal cual como a mí me gustaban: Alto de voz varonil y mirada sumisa.


Aquel rubio sin nombre, aun en mi cabeza, me miró un tanto dudoso por la sorpresiva muestra de caridad. Claro, en un lugar así nadie podía ser amable sin esperar nada a cambio. Pero luego habló mirando con molestia al pelinegro tirado en el suelo ebrio casi sin conciencia:


—Tengo que ir a tomar un taxi para llevarlo a casa, pero es imposible hacerlo caminar—mencionó al aire mirando desaprobatoriamente a su amigo en el suelo.


—Vine en auto. Los puedo llevar—insinué viendo como sus ojos se alzaban del bulto tirado en el césped, hasta toparse con los míos; desentendido de mi sutil mensaje. Alcé una de mis cejas mientras elevaba mi brazo diestro para llevar el vaso de plástico hacia mis labios bebiéndome el contenido etílico de una sola vez. Este me miró como analizando la situación, pero no le quedó de otra más que aceptar.  Ayudé al desamparado rubio hasta llegar a mi auto. Subimos como saco muerto al pelinegro que murmuraba cosas indescifrables, al cual posicionamos acostado en el asiento trasero de mi vehículo mientras el rubio se sentó como mi copiloto. Sabía que mi mirada indagadora lo estaba volviendo cada vez más tenso y eso me estaba volviendo loco; loco por tocar su miembro que se marcaba, por besar su boca, mordisquear su cuello y partir en dos su dulce y apretada entrada…


—Acá a la derecha—me enseñó con su mano—, es aquí… En la casa azul—tosí un poco aturdido de mis acalorados pensamientos.


Detuve el auto y en cosa de segundos el chico abrió la puerta saliendo con prisa del interior ¿Me tenía miedo? Si era así, eso hacía que me excitara más. Ordené un poco mi oscuro cabello mientras miraba como el chico dejaba en su respectiva casa, al pelinegro amigo y como su puerta era abierta por una mujer de edad. Salí de mi auto notando como él, le daba a la dueña de casa, repetidas inclinaciones de forma muy educada mientras esta, avergonzada, se disculpaba por el estado de su retoño. Con los brazos cruzados me apoyé del capot de mi automóvil viendo como el rostro preocupado del rubio de lentes se acercaba nuevamente a mí.


—Y, ¿qué hacemos? ¿Dónde te llevo?—pregunté—. ¿Vives por acá cerca?—vi como negó con su cabeza y como llevó su diestra a su cabello despeinándolo con preocupación.


—No. Yo vivo a dos horas del centro—dijo con una mueca  en sus labios—, y ya no alcancé el metro a estas horas—terminó de acotar mientras yo lo miraba con una sonrisita despreocupada.


—Yo vivo en el centro. Vamos, te quedas en mi departamento y jugamos a algo divertido—le guiñé un ojo coqueto, admirando, al instante como sus mejillas se sonrojaban confundidas por mis actos nada ocultos. Su cara expresaba nerviosismo mezclado con incógnita tatuado en sus bonitas facciones. Sin mucho rodeo volví a introducirme en mi auto invitando con la mirada a aquel nuevo estudiante para que volviera a entrar. Vibré de la emoción cuando escuché como la puerta del copiloto se abría y este se acomodaba en el sillón junto a mí. En completo silencio se cruzó el cinturón de seguridad secuenciado de un click, el cual dio paso a una sonrisilla gustosa en mis labios. Giré de la llave dando inicio al dulce ronroneo del motor para emprender marcha hacía nuestro destino; uno que con ansias deseaba llegar puesto que mi mente calenturienta ya podía percibir el aroma de su piel, que, si no me equivocaba, esta sería dulzona con toques cítricos; varonil como me encantaban.


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—Ponte cómodo, voy a buscar algo para beber—le sonreí amistoso, se veía sumamente tenso y poco podía ver sus ojos cubierto por aquel cabello que si bien lo hacían ver muy guapo, me impedía distinguir sus ojos, los cuales empeñaba en ocultar de forma tímida bajo aquellos grandes lentes.


Me aproximé hacia la cocina, la cual quedaba a unos cuantos pasos de la sala con el objetivo de buscar alguna buena botella de licor para calmar al chico. Tomé dos vasos de la mesada mirando de soslayo los movimientos de aquel rubio, el cual, ahora se quitaba su chaqueta para luego sentarse en unos de mis sillones de cuero. No pude evitar pasear mi mirada por sus pecho; su camisa blanca hacia que se marcaran sus músculos. Seguro practicaba algún deporte, tal vez nadaba… ¡Vaya!, tenía unas ganas inimaginables de desnudarlo.


Volví a la sala controlando mis impulsos salvajes con una botella llena de vino. Bufé internamente cuando vi que el sujeto se había sentado en uno de los sillones individuales. Estaba un tanto cansado por su actuar tímido, no porque me molestara, sino porque me hacía sentir ansioso; su timidez me calentaba demasiado.


—Siéntate más cerca. ¡No muerdo!—bromee para distender un poco el ambiente a lo que este se rió y sólo bebió un poco del contenido de su vaso que recién había llenado mientras yo lo miraba de reojo, relamí mis labios al ver como arrugaba el ceño al tragar aquella bebida nada fuerte, su inexperiencia me mataba. Me levanté de mi asiento con una idea fija en mente. Coqueto caminé bebiendo el contenido de mi vaso mirando de cerca a aquel rubio esquivo.


—No me has dicho cómo te llamas—dije captando su atención. Le sonreí y me senté en el reposabrazos de aquel sillón individual donde él estaba sentado, viendo como mi invitado se hizo para atrás cuando invadí su espacio con mi desvergonzado forma de ser. Alcé una ceja mientras acariciaba mi labio inferior con aquel cristal de aroma seco a licor, a la espera de una respuesta o una pronta huida rauda de aquel chiquillo.


—Soy Reita. B-bueno, ahm… Akira, pero todos me conocen por Reita—lo miré de cerca coqueto.


—Mucho gusto entonces. Yo soy Ruki—articulé tocando su pecho desvergonzadamente—. Mira que eres fuerte…—canturree mordiendo mi labio inferior mientras acercaba mi nariz a su cuello aprovechando de olisquear aquella esencia que me había imaginado. Dulce y cítrico; había dado en el clavo


—H-hago ejercicio. Me gusta el deporte—me informó viendo como acomodaba cada pierna a un lado de sus caderas, evitando así, que se alejase. Interpuse mis brazos a cada costado de sus fuertes hombros cuidando que mi copa no se derramase mientras miraba cada rasgo suyo de cerca deleitándome con su varonil belleza, y esa torpe reacciones que no le venían a su cuerpo fibroso. Me aventuré a desabotonar su camisa acariciando descaradamente la piel de su pecho, podía sentir lo marcado que estaba, y como sus pectorales agitados se movían de arriba hacia abajo. Le sonreí yendo a tocar sus manos que estaban inmóviles posadas en los costados del sofá para llevarlas hacia mis caderas.


Sus cabellos rebeldes me anulaban de la belleza dubitativa que mostraba en estos minutos su rostro.  Tomé su  flequillo y lo llevé hacia una de sus orejas despejando su cara viendo como sus mejillas estaban rojas y su expresión espantada.


Mordí mi labio inferior:


—No te haré nada...—hablé en un puchero adorable—. Sólo quiero jugar, te apuesto que te encantará—me acerqué a sus labios y los rocé con sutileza.


—N-no…—cerró sus ojos levemente mientras oscilaba mis caderas hacia delante sintiendo como sutilmente una de sus manos descendía viajando por mi muslo. Hubiera deseado que se aventurara a tocar, pero sólo interpuso su mano en mi pecho separándose de mí unos centímetros, antes siquiera que pudiera intensificar el beso.


—¿Qué pasa?—sentí su respirar jadeante, lo que me daba a entender que le gustaba lo que estaba haciendo, pero por alguna razón quería cortar aquel ambiente caliente—. ¿Tienes novia? Sí es por eso, créeme que no le diré; ni a nadie sobre esto. Será nuestro secreto—me acerqué en un susurro besando su cuello deslizando mi mano por su pecho hasta tocar su entrepierna para sobarla y endurecerla bajo su jeans.


—N-no tengo…—jadeó—. Es que jamás he hecho esto…—me detuve a duras penas de mi tarea para mirarlo a los ojos deseoso. Mierda, era virgen, estaba que daba saltitos de excitación, pero me contuve sonriendo cerca de su oreja.


—Yo te enseñaré, cariño… —lo miré detenidamente percibiendo los cambios de su rostro al rozar aquella zona erógena entre sus piernas. Rápidamente la habitación se colmó de exquisitos sonidos placenteros escapándose por sus dulces labios de un rosado bonito—. ¿Se siente bien?—pregunté con la voz ronca excitado deleitándome con el entrecierre de sus ojos  en respuesta a mis palabras.


Gustoso relamí mis labios mientras volvía a acariciar descaradamente mi entre pierna dura contra la suya—. ¡Ah!—clamé sobre su húmeda boca entre abierta incitándolo a que tomara poco a poco el control de mi boca deseosa de probar con lujuria la suya. El Rubio con deseo cogió mis caderas y arremetió contra su pelvis asiéndome vibrar en aquel acto sorpresivo—. Mmh…—gemí mordisqueando su labio inferior con ahínco hambriento y extasiado mientras el chico bajo mi cuerpo se dejaba hacer.


Con brusquedad me separé de él viendo como sus ojos pardos me observaban brillantes. Sitúe mis pies sobre la madera del suelo, retrocedí levemente siendo seguido por sus expresivos ojos. Dejé mi copa en la mesita de centro y me arrodillé sobre el suelo pulcro acomodándome entre sus piernas, con una de mis manos acaricie aquella carne escondida percibiendo como pequeños espasmos sacudían a aquel principiante universitario. Abrí el cierre sin quitarle los ojos de encima, desabotoné con rapidez el único impedimento en darme el paso libre a su ropa interior. Con agilidad y sin mucho rodeo introduje mi diestra bajo la tela elástica obteniendo como premio una venosa y rojiza carne llena a punto de estallar. Despegué mi trasero de mis talones y como todo un experto felador humedecí mis labios con gusto y me acerqué a aquella gruesa y exquisita delicia sintiendo como aquel rubio se retorcía sobre el sofá y como con desespero hundía las yemas de sus dedos en mi nuca mientras soniditos húmedos y succiones sucias inundaban mis oídos.


—P…para…—gemía mientras yo me hacia el de oídos sordos a sus pedidos—. ¡Me voy a correr!— Dijo alarmado justo cuando me saqué su pene de mis labios. Lo miré siguiendo con vaivenes de arriba abajo viendo como su esencia era expulsada manchando mi mejilla derecha y parte de mis labios, la cual descendió hacia mi mentón. Como un niño pequeño y nada inocente me senté  sobre mis talones nuevamente  mirándolo con un puchero infantil—. Lo…lo siento. Yo…—intentó disculparse a un agitado batallando con su reciente orgasmo. Se izó hacia delante del sillón y con su rostro enrojecido se aproximó a mí con intenciones de limpiar el semen derramado en mi cara, pero yo miré hacia un costado alejándome sintiendo como su fluido se derramaba por mi camisa a gruesos goterones.


—Por malo te tendré que castigar…—me miró desentendido. Pero antes que separara sus labios para emitir sonido, yo me abalancé hacia su boca quitándole sus molestos anteojos mientras gustoso embarraba de saliva y su pegajosa esencia sobre nuestras bocas. Introduje mi lengua en su cavidad con regocijo explorando sin pudor alguno esa boca que me estaba haciendo delirar. Me separé tenuemente de él jadeante y con mi voz ronca dije: —. Tengo muchas ganas de correrme dentro de ti—el rubio me miró despavorido,  pero luego relajó de nuevo su rostro cuando comencé un nuevo sube y baja de mi diestra contra su pene, el cual se estaba nuevamente erectando entre mis manos—. Sé que te va a gustar…—ronronee en su cuello mordisqueando repetidas veces la extensión de este sin dejar de torturar su miembro con sutiles vaivenes y toques a su húmedo glande—.  ¿Qué dices? ¿Me dejas jugar?—el rubio me quedó mirando y un suspiro tenue cargado de placer y el sonrojo de sus mejillas fueron de respuesta positiva, y en cosa de segundos lo tenía posicionado boca abajo en el sofá de mayor envergadura de mi sala escuchando sofocados gemidos salir de sus labios mientras introducía dos de mis dedos en aquel virginal ano. Escupí repetidas aquella zona para embutir y sacar mis dedos al mismo instante que me divertía mordisqueando una de sus nalgas con gusto intentando calmar los deseos que poseía en penetrarlo sin ningún miramiento. Saqué mis dedos de aquel agujerito viendo como se contraía húmedo a la espera que yo lo llenase. Ya estaba en mi límite.


Me posicioné de rodillas frente a él y dirigí la cabeza colmada de mi pene hacia aquel inexplorado sitio e introduje junto a un ronco gemido  la punta, apreciando como aquel lugar se contraía enloquecedoramente. Comencé un vaivén lento aprisionando sus caderas de forma ruda escuchando como gemía una y otra vez sin saber con exactitud que hacer prisionero de aquel nuevo placer. El sonido de nuestras pieles chocando y los repetitivos sonidos escapándose de la garganta de aquel chico pudo conmigo cegándome por completo mientras veía como mi carne entraba y salía. Mis oscilaciones aumentaron con brusquedad entrando y saliendo de aquella cavidad que cedía cada vez acostumbrándose por completo a mi intruso amigo duro como una roca, rebosado en su límite.


Aprisioné el pene desatendido de mi acompañante de aquella noche, viendo como se retorcía bajo mis estocadas. Con el aliento entre cortado detuve las penetraciones y con el cerebro bullido giré aquel agotado cuerpo. Culpa de aquellas nuevas sensaciones y sin mucho protocolo introduje mi miembro variando las intromisiones con movimientos perfectos de mis caderas, casi como si fuera una danza sensual mientras enroscaba mi diestra en torno aquella carne ajena que botaba pequeñas señas de semen. Vi como la espalda del contrario se arqueó, seguido de un gemido y el cierre brusco de sus ojos; su miembro expulsó en una fuerte descarga, toda su esencia sobre su vientre mientras yo me desquitaba con su agujerito, el cual ardía con cada penetración. Con la mente bullida a punto de alcanzar el clímax, alcé la cara interna de aquellos muslos ajenos apreciando como una corriente en forma de cosquilleo recorrió mi columna arremetiendo entorno a  mi miembro y tras un ronco gruñido y un par de duras estocadas me corrí dentro de él. Me salí con rapidez viendo como su agujerito se contraía quedando manchado con mi semen y este se desprendía hasta toparse con el tapiz de mi sofá.


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—¿Podría hablar contigo?—pestañé un par de veces viendo como un rubio, que hace un par de días que no veía, estaba notoriamente molesto. A mi alrededor mis amigos quedaron en completo silencio admirando al chico quien esperaba a mi respuesta. Con desgana lo miré sin entender su estado cabreado mientras rodeé mis ojos y hablé:


—¿Sobre qué?—al parecer, mi respuesta altanera molestó a un más a aquel exquisito rubio, quien sin miramiento alguno, tornó su diestra alrededor de mi muñeca y sin medir su fuerza hizo, de un tirón, que me alzara de mi cómodo colchón de césped. Por varios minutos me arrastró por el campus hasta que al fin, se detuvo lanzándome hacia una reja, la cual custodiaba una zona apartada de la universidad; un límite poco transitado—. ¿Qué problema tienes, Reita?—le escupí frotando mi pobre articulación maltratada mientras le regalaba una fulminante mirada amenazadora, la cual poco intimidó a aquel sexy, tímido y ahora cabreado rubio.


—¿Qué fue “eso” entre nosotros?—me preguntó, parecía dolido por alguna razón.


—¿Quieres explicarte mejor, cariño? No te entiendo—vi cómo se acercó intimidante. Sin gafas se vea rudo. Mordí mi labio inferior siendo acorralado por él.


—Cogiste conmigo y, ¿eso fue todo?—alcé una de mis cejas con una sonrisita colada en mis labios.


—Sí—afirmé cerrando de inmediato mis ojos un tanto aterrado cuando la palma de su mano golpeo con fiera fuerza aquella reja tras mi espalda provocando que sonara estridente. Pensé, por un segundo, que me golpearía.


—Eres un hijo de puta—lanzó separándose de mí con intenciones claras de marcharse.


—¡Hey!—lo llamé frenando sus pasos en seco—. Acaso… ¿Te enamoraste de mí?—me burlé viendo como me volvía a mirar y sus pisadas se tornaron contra a mi haciéndome retroceder nuevamente, esa sensación de “acorralado” me excitaba. Me miró un segundo mientras con su dedo pulgar comenzó a acariciar mi labio inferior antes de posar sus torpes labios entorno a los míos. Acopló nuestras bocas como si aquel beso hubiese sido ensayado; sus movimientos eran perfectos. Era como si nuestros labios hubieran sido hechos a la medida. Intente intensificar aquel pasional acto, pero justo cuando estaba por inmiscuir mí ávida lengua, aquel rubio se separó de mí, me miro un par de segundos y luego dijo:


—Me gustas—afirmó—, pero al parecer tú no sabes apreciar sentimientos—articuló en un susurro retrocediendo un par de pasos mientras yo, sin saber que hacer aún con la respiración entre cortada, me reduje a observar como se alejaba apartando su mirada de la mía. Caminé unos pasos extrañado, quedándome con la sensación que este año, debía admitir, había sido yo el “cazado” después de todo.

Notas finales:

¡Holas!

<3

Hace bastante tiempo que no me pasaba por AY y debo decir que lo extrañaba mucho.

Escribir es tan bonis, bonis~

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¿Qué les pareció?

Andaba, hace tiempo con ganitas de escribir lemon y, como no, uno donde Ruki fuera el seme. Aunque amo ukear a Ruki y que lo pongan en su lugar, y el final tuvo un poquito de eso, no me podía quedar con ese recóndito deseo xd.

Espero que de verdad este pequeño one-shot las haya divertido un ratito.

No sé si merezca un Review, pero me encantaría leerlas y llenarme de amor(? Cualquier cosita, yo les respondo por ahí o me buscan en los lares de esta oscura y retorcida web~

Espero, que en un tiempo, no muy lejano, nos volvamos a leer C:

 


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