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KITTY por nyappy_neko

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Notas del fanfic:

No podía aguantar el mantener este fic en el baúl de los guardados. 

Esta historia fue planeada para el MURAAKA DAY del pasado 04/09 pero por cosas del destino -el cual decidió desquitarse conmigo ese día- se me fue imposible compartirlo con ustedes... En fin, luego de casi querer tirarme del cuarto piso cuando mi notebook se formateó lo volví a escribir. :'D

... Pero, como siempre, se me fueron ocurriendo más cosillas por lo que salió más largo de lo que era. La original tenía un inicio, un desarrollo muy básico y un lindo final, pero lo nuevo tendrá más cositas con lo cual distraerse.

Así que, en resumen, este fic será para que tengan un agradable momento de lectura, serán capítulos cortos para que no se sienta pesado y tengan un grato rato -¡¡rima!!- de distracción~

Espero que lo dusfruten y se diviertan con cada ocurrencia que ocurra~

Cabe mencionar que los personajes utilizados no son de mi propiedad (lamentablemente) sino de Tadatoshi Fujimaki-san.

 

Notas del capitulo:

¡Comenzamos con un nuevo capítulo!

Debo decir que esta historia nació de un starter que hice una vez en una cuenta de rol... pero por el "grandioso" plan de borrar cuentas falsas la perdí por completo. :'3

Bueno, el rol no había avanzado mucho pero perdí varios escritos de los que ya le había cogido cariño...

En fin, debo aclarar que NO ES ZOOFILIA, pero el salseo vendrá más adelante. >w<

 

 

La vida que lleva un gato hogareño es una de las más envidiadas por muchos, y no es para menos. Nada de responsabilidades, comida todo el día sin falta, poder dormir en cualquier parte de la casa, recibir todos los mimos y atenciones que uno desease y encima está el plus de tener a un humano sirviente que hiciese todo por uno. Sí, sin duda alguna la mejor vida.

 

Uno de los grandes afortunados era un gato de raza burmilla llamado Seijūrō. Su pelaje era corto y de un color crema pálido, de textura sedosa y agradable al tacto. Seijūrō era de un tamaño promedio como todo gato, delgado y con un porte muy orgulloso que se notaba cuando caminaba con elegancia por toda su casa. Pero uno de los rasgos más llamativos de éste era la heterocromía que sufría. El iris de su ojo derecho era de color rojo vivo mientras que el de la izquierda de un dorado intenso, tal característica lo hacía único.

 

Eran ya las seis de la mañana y como todo gato era su labor el despertarlo. Se bajó del sofá de la sala y, con un ruidoso tintineo del cascabel que llevaba en su collar, fue a la habitación de su humano. Caminó tranquilo pero con un objetivo muy fijo en mente. Al llegar se encontró con la puerta junta, perfecto, así es como tiene que ser. ¿Cómo entraría entonces a su cama de invierno si le cerraban la puerta? Con un leve empujón con su pata izquierda hizo espacio en la entrada para adentrarse a la autoproclamado “su habitación”. Su dueño aún seguía durmiendo plácidamente envuelto en su frazada más su cabellera morada sobresalía un poco. Levantó las orejas en punta y de un perfecto salto se clavó en el pecho del adolescente en una fuerte caída en él, lo más fuerte posible para despertarlo.

 

«Veo que ya despertaste, humano. Ya es de día ¿qué esperas para servir mi comida? Deja de dormir y atiéndeme».

 

Ordenó con unos simples maullidos audibles para un ser humano común mientras acercaba su hocico a éste para clavarle encima sus bicolores ojos. Los gatos no conocían para nada la expresión “espacio personal”.       

 

— ¡Waaaah! ¡Eso dolió mucho Aka-chin! — se despertó de un salto soltando un grito de dolor. El minino ya tenía la costumbre de despertarlo así.— Moo~ cinco minutos más…

 

Rogando por ello se volvió a acostar para dormir pues su hermoso sueño en la Fábrica de Chocolate lo estaba esperando. “Aka-chin”, no recordaba el cuándo y el porqué lo llamaba con ese apodo aun después de haberle puesto un nombre tan lindo, simplemente lo había hecho y ya. Pero algo muy dentro suyo adoraba pronunciar ese apodo.

 

¿Cinco minutos más? Já, estaba muy equivocado si creía poder darle órdenes. Seijūrō se acercó de nuevo, esta vez caminando sobre su rostro y finalmente recostarse encima de su rostro. No lo dejaría dormir tan fácil. «Cálido… Peludo… Suave… y pesado»  pensaba eso mientras recuperaba el sueño más a los pocos segundos el aire se le iba acabando.

 

«Uno, dos, tres...».

 

— ¡Ahhh! ¡Esta bien Aka-chin, ya estoy muy despierto! — se apresuró a levantarse mientras su gato se sentaba a su costado a lamerse una pata. Se sentó con flojera al borde de su cama y echó un ojo sobre su reloj de mesa.— ¡¿Ya es tan tarde?! Ah~ Muro-chin y Masa-chin  me van a matar si llego tarde de nuevo.

 

No mostró más que flojera en  vez de temor. Sin embargo, sabía bien que su entrenadora era de temer por lo que a paso rápido fue al baño a asearse. Al salir se encontró con el gato haciendo vigilancia en su puerta, típico de él. Murasakibara ya no se sentía extraño, se había acostumbrado a que el contrario no le quitara sus ojos de encima mientras él se desnudaba y vestía ropa nueva. Sino fuera porque sabía que era un animal, podría asegurar que Aka-chin lo veía con perversión. En fin, ya cambiado y listo salió a la sala a servirle su comida y preparar su desayuno al paso.

 

«¡Tardas demasiado, Murasakibara! Desde hace horas debí de haber tomado mi leche» -reclamó a maullidos caminando a gran velocidad tras él para estar a la par- «¿Y esa ropa? ¿Vas a ir de nuevo a esa cárcel de cachorros de humanos de nuevo? Si es así déjame el doble de ración, no quiero tener que visitar de nuevo la pajarera de la vecina otra vez.».

 

— ¿Qué sucede, Aka-chin? Estás muy hablador hoy.

 

«Por cierto, la otra vez vi que observabas mucho al perico amarillo de la vecina, el verde ya no está. No es mi responsabilidad su desaparición, el que la mujer deje abierta la rejilla no me hace responsable de su escape. Como sea, si regresas temprano te traeré de recompensa el amarillo».

 

Siguió conversándole aun sabiendo que todo era en vano. Jamás entendería sus palabras, era como hablarle a un sordo. Lo siguió así por toda la casa maullando cada cosa hasta que el pelilmorado se fue.

 

Dormir, comer, dormir en la cama, comer otro poco, dormir en el sofá, cazar una que otra polilla o mariposa que entraba a la casa, dormir de nuevo. No había mucho qué hacer mientras su humano no estuviera en casa. Era aburrido estar así por lo que Seijūrō decidió darle una corta visita a su escuela. Total, él podía hacer lo que quisiese.


Historia de Japón, la materia “favorita” del gigante, lo único que lo mantenía despierto era la bolsa abierta de papitas que tenía escondida debajo de la carpeta, sin eso no tenía energías para nada. Tampoco era que tuviese la suerte de sentarse al lado de la ventana, para su mal, estaba en medio de todos sus compañeros.

 

— Y así fue como Yukimura juntó a 10 de sus mej...

 

— ¡Nya!

 

Todo el salón quedó perplejo. ¿Acaso fue el maestro quien soltó ese maullido? Imposible. Todos buscaban la fuente aunque una buena porción del alumnado no perdió la oportunidad de poder reírse del maestro. Se volvió a oír ese maullido de nuevo, cada vez se hacía más sonora, como si un gato se acercara. Claro que no había nada que temer, las chicas estaban impacientes por ver al animalito y los chicos por ver a las chicas así de vulnerables. Por otro lado cierto pelilila tenía un mal presentimiento.

 

— No creo que sea…

 

— ¡Nya!

 

«¡Por fin te encuentro! Todos los salones son muy parecidos… pero tu aroma me ayudó a hallarte, Murasakibara».

El diminuto gato se hallaba bien parado en la puerta del salón observando únicamente a su humano. Los demás no les daba gran importancia. En cambio, todos los alumnos no evitaron soltar uno que otro “aww” o un “¡qué lindo!” y también “es tan pequeño que me dan ganas de comérmelo” pero había algo en el que todos se ponían de acuerdo ¿Y de quién era ese gato?

 

— ¡Aka-chin! ¿Cómo rayos conseguiste llegar hasta aquí? — ágilmente logró esquivar a todos sus compañeros para llegar al centro de la atención en donde se encontraba su Seijūrō.

 

«Ya te dije cómo, no me hagas repetirlo de nuevo. En fin, aquí hay muchos cachorros humanos también, veo que los entrenan pero nunca he visto que tú lo hagas en casa. ¿Eres especial o un simple vago, Murasakibara?».  

— ¡Que lindo!

 

— ¡Miren todos, el gato le está conversando a Murasakibara!


— ¿Acaso habla gatunes?

 

— Idiota, no se le dice “gatunes”, es “nyanstellano”.

 

Y así comenzaron todos a hablar sobre como único tema la visita del felino creando gran desorden a la clase del profesor que, literalmente, ya estaba perdiendo los cabellos por la paciencia.  

 

— ¿Es suyo ese gato, joven Murasakibara? —preguntó en una voz muy seria, mirándolo, como era de esperarse, desde abajo.

 

— Eh… Bueno… —ya tenía cargando al gato entre sus brazos y Akachin no despegaba los ojos de su dueño. Suspiró resignado, no podía negarlo.— Sí, Akachin es mi gato… ¡Pero no sé cómo llegó a parar acá! Lo juro por todos mis dulces que guardo debajo de mi cama.

 

Todo el conflicto terminó como se podía esperar, SUSPENSIÓN CON CASTIGO. Ahora sus padres se enterarían del gato que mantiene clandestinamente y muy seguro le recortarían la pensión que le enviaban mensualmente para mantenerse en su departamento de estudiante. Adiós dulces y lo que más temía era decirle adiós también a su gato.

 

Notas finales:

Bien, este fue el inicio~


Espero que les haya gustado, aun falta mucho... bueno, supongo que dos o tres capítulos más pero como dice Deidara-senpai "Lo efímero es hermoso" ok, no dice eso exactamente pero por ahí va la idea... 

Muy pronto volveré para compartirles el siguiente capítulo~

Bye, bye!


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