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Natural Born Killers por metallikita666

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Notas del fanfic:

La idea del espantoso texto que el amable lector está a punto de ver surgió durante una conversación casual entre mi novia y yo, durante la cual la propuesta fue lanzada a modo de chiste, pero finalmente asumida como reto. El desafío es básicamente sobrepasar los límites de todo ridículo posible, con un lemon entre lolitas cavernícolas que no escatime en recursos para burlarse hasta el infinito de ambos involucrados. 

Sólo por si las dudas, cito la manera en que mi querida compañera sentimental resumió esta historia: "Hombres rudos y enanos en atuendos loli, teniendo sexo muy duro y haciendo demasiado ridículo."

Las advertencias son: lenguaje malsonante, sadomasoquismo, hemofagia, parodia, violencia, sexo explícito... y ya. Creo.

Notas del capitulo:

Ante todo quiero recalcar el muy evidente hecho de que esta porquería de fanfiction es una parodia, por lo cual adelanto que no me siento responsable si algún fanático rabioso se ofende por lo que aquí se narra, o por la manera en que se presenta y trata a los personajes. En todo caso, puede ir a acusarme con la mamá de Kiko, y sólo le pido que no me mande al carajo, porque ese ya es mi lugar de residencia.

Por otra parte, si sigue dudando que de al fin de cuentas y aunque parezca inconcebible este relato es un homenaje a los músicos aquí implicados, considere el hecho de que si no los admirara, no sacaría horas de mi tiempo para componer y revisar un engendro como este.

Hechas las aclaraciones, sólo me resta decir que el nombre del fic corresponde al de una canción de the Dead Pop Stars, contenida en su álbum Protest 2 Speed Story de 1996.

El fornido pelirrojo se miró al espejo con cara de estar totalmente espantado a causa de la imagen que el cristal le devolvía.

-¿Qué… ¡QUÉ MIERDA SIGNIFICA ESTO!?- gritó, tan horrorizado que le era imposible moverse, por lo cual continuaba con aquella pose rígida: piernas separadas, brazos extendidos a los lados del cuerpo y mirada fija al frente. -¡¿¿A qué clase de broma estúpida estás jugando??!-

Por otra parte, su interlocutor lo miraba conmovido, con las manos entrelazadas y gesto soñador.

-¡Pero si te ves divino, Tooru-chan! ¡Absolutamente hermoso!-

-¡TE HE DICHO MILES DE VECES QUE NO ME LLAMES TOORU, Y MUCHO MENOS “CHAN”, IDIOTA!- rugió el más bajito de ambos, rompiendo por fin el entumecimiento que pareció apoderarse de su cuerpo segundos atrás, por lo que pudo voltearse hacia el rubio. –¡Y haz el favor de ayudarme a que me quite esta ropa tan ridícula, que no pienso dejarme ni por un segundo más!-

La razón por la cual el cantante de Dir en grey se había sonrojado violentamente tras salir del embrujo de la impresión fue el atuendo que, mientras tuvo los ojos vendados, le había colocado el más alto, sin olvidarse de un solo detalle: un vestido de color rosa a lunares blancos y pequeños, que en la parte baja de la falda llevaba un decorado de fresitas y corazones en todo el contorno. Dicho estampado era la antesala de un dobladillo igualmente a polka dot, pero con fondo rojo, rematado finalmente por un níveo encaje. El peto, por su parte, se componía de un corazón demarcado por encajes igualmente rosados y blancos, y los tirantes eran de la misma tela que el vestido, pero en la parte donde se unían al peto llevaban lindos moños a cuadritos rojos y blancos, y en el del lado derecho, un prendedor plástico y grande con la silueta de la cara de un conejito, adornado con los ya mencionados moños. Por último, el vestido se ceñía a la cintura con un encaje rosa que hacía las veces de cinturón, del cual colgaba un moño hecho de cinta, que en las puntas tenía corazones de un material muy parecido al prendedor del pecho.

Además, en las piernas el cantante llevaba medias blancas hasta las rodillas con un entramado vertical de corazones, las cuales tenían moñitos a cuadros como los del vestido al borde de la parte superior de la caña. Sus pies, finalmente, calzaban zapatos albos con tacón cuadrado y plataforma, de punta redonda, los cuales poseían una tira sobre el empeine que se unía al resto del zapato gracias a un coquetísimo broche rojo de conejito.

Hay que aclarar que Kyo no llevaba ninguna especie de camisa o blusa debajo de ese atavío de niñita dulce, por cuanto sus hombros anchos y sus brazos torneados y tatuados sobresalían del conjunto rosa casi tanto como sus ojos enmarcados en espesa sombra negra o sus piercings faciales; todo, formando una armonía tan pura y tan prístina como la de sus growls sobre el escenario.

Pero por más que previamente gruñera con desesperación por sacarse aquel vestido que a duras penas le había entrado, el vocalista continuaba viéndose al espejo sin moverse, gesticulando como un crío que estuviera a punto de romper a llorar, aunque buscando no estropearse su cargado maquillaje eroguro con las lágrimas.

-No sé… cómo mierda me dejé vendar los ojos… Cómo y por qué entré aquí… Y todavía más importante… ¡POR QUÉ CARAJO SIGO VESTIDO DE ESTA MANERA!…- lamentó un afligido Nishimura, quien, al bajar la mirada, hizo que el bonito sombrero campestre adornado con encajes que completaba el vestuario le tapara la vista. -¡Ahhh! ¡Maldito Shinya!- volvió a vociferar con furia, arrancándose el sombrero y lanzándolo lejos cual si del más infame de los estorbos se tratara.

Es de notar que la imprecación dedicada a su callado compañero de banda solamente tenía un motivo: el pelilacio, quien era muy amigo del otro baterista que en ese instante acompañaba a Kyo, había dejado en aquella custodia la orden de fabricación de sus baquetas exclusivas, firmadas y personalizadas, y debido a que le había sido imposible ir por ella en ese instante, le pidió el favor al kiotense que cantaba en su grupo. Este, por su parte, si bien accedió a regañadientes al pedido del camarada, pensó que no tendría que invertir más de unos cuantos minutos en la visita, pues jamás se imaginó lo que el destino le tenía reservado.

-Kenzi… por favor, te lo pido…- rogó un apocado Tooru, que de tan mal que se sentía había disminuido el tono y la prepotencia de sus gritos, le desfallecían las rodillas y fue cayendo poco a poco al suelo hasta quedar sentado como una despatarrada señorita. –Déjame arrancarme esta porquería…-

-¡Ni hablar, Tooru-chan!- contestó el otro, ignorando el regaño previo que estaba relacionado con el nombre de pila del menor. Con ello causó que el pelirrojo se volteara a mirarlo una vez más y se percatara por fin de sus acciones, las cuales había perdido de vista por lo concentrado que se encontraba en observar y lamentar su miseria. –¡Ese bellísimo vestido me costó su dinero, y no pienso permitirte que lo destroces! Ah… ¡y te ordeno que me llames Ken-chan!-

Horrorizado, el vocalista observó cómo el favorito del dueño de su sello disquero se había quitado la ropa y se colocaba una indumentaria muy parecida a la suya, excepto por que la del baterista llevaba una falda-combinación en color rojo, cuyos volados sobresalían por debajo del vestido propiamente dicho. Este era a lunares rojos sobre fondo blanco, con dos moños enormes y carmesí sobre el pecho y el abdomen. Adicionalmente, portaba una gargantilla de cintas y otro moño de tamaño descomunal de la misma tela que el vestido sobre la cabeza, que más bien llegaba a tocado.

Tras ver al mayor así, fue cuando el oscuro letrista comprendió por qué Ishii tenía los ojos maquillados como princesa vishualera desde el principio, con pestañas postizas negras y tupidas.     

-A-Ahora… ¿¡q-qué vas a hacer, infeliz!?- balbució el cantante, retrocediendo sobre sus talones, nalgas y palmas, como si hubiera visto un fantasma. –¿P-Por qué carajos… ¡¿te estás vistiendo así tú también??!-

-Ahora me voy a poner las medias, porque no será divertido si solo tú estás así de bonito- contestó el rubio con total normalidad, sentándose en el suelo para hacer como había dicho y envolver sus piernas en un par de medias semejantes a las del vocalista, aunque de color rojo y sin adornos.

-Que no será divertido, ¿dices?- repitió el de menor estatura, abriendo los ojos como platos al darse cuenta de las intenciones del otro. -¿¡QUÉ COSA NO SERÁ DIVERTIDA!? ¡Yo me largo de aquí en este mismo instante!-

Y diciendo y haciendo –o mejor dicho, intentando- Tooru hizo lo posible por ponerse de pie y huir, pero dado que era absolutamente inexperto en el manejo de aquellos enormes zapatos, cayó al suelo. No obstante, ni eso fue suficiente para detenerlo, pues continuó su camino a gatas, exhibiendo con tal postura su trasero entallado en un bóxer blanco que fue la única prenda que Ishii no le cambió para que no sospechara demasiado.

-Siento frustrar tus esperanzas, Tooru-chan… Pero la puerta está cerrada. Y la llave se encuentra en lo profundo de mi bragueta ahora… ¿O debería decir, “en lo profundo de mis bragas”?-

Listo con las medias y los zapatos, el baterista estaba de pie con la falda del vestido levantada hasta el pecho, mostrando que por ropa interior llevaba una linda braga de corte cachetero hecha totalmente de encajes blancos y rojos, con moñitos de cinta en la pretina, al fondo de la cual sumergía la famosa llave de su recámara en ese instante.

-Si la quieres, ven por ella…-

Kyo miraba la escena como si del hundimiento de un crucero se tratara, de un espantoso choque de trenes, o de un sobrecogedor incendio forestal: es decir, una situación catastrófica cualquiera en la que no se tiene control de absolutamente nada. En la que no se puede hacer más que mirar, gritar, agarrarse la cabeza y maldecir a todos los dioses juntos.

-Ke-kenzi… ma-maldito Kenzi…. hi-hijo de puta…- hipaba, más que mascullaba, el pobre pelirrojo, dejando asomar un par de lagrimitas mientras arañaba con los dedos la alfombra con diseño de coloridas estrellas que recubría todo el piso de la habitación del baterista. -¿Por qué a mí?... ¿¡Por qué cuerno no te pones a jugar a estas ridiculeces con Shinya, si es que son tan amigos!? ¡A él le van más estas ropas!-

-Shin-chan y yo hablamos de otros asuntos cuando estamos juntos, mi querido Tooru- contestó el mayor, caminando hacia donde estaba el otro sobre aquellos tacones con algo de dificultad, pero definitivamente con mucha más maestría que Nishimura. –Ya sabes: baquetas, pieles, redoblantes, bombos y ritmos… Además, él se ve muchísimo mejor jugando a estas cosas con Tocchi- ante la última declaración, y al sentirlo ya casi a su lado, el cantante levantó la cristalizada mirada. Seguía a gatas, pero cual can en reposo, había apoyado las sentaderas en el piso.

-Uysh… me fascina cómo se te ven las nalguitas dentro de ese bóxer… ¿Qué marca es?- susurró el rubio luego de haberse agachado, acercando peligrosamente la mano a la retaguardia del vocalista, quien estaba tan embotado por todo lo que acontecía que no atinó a dar un respingo hasta que sintió los dedos del batero colarse por debajo de la tela de su ropa interior.

-¡¡¡ALÉJATE, MARICA DEGENERADO!!!-

Apartándose bruscamente del mayor, Kyo sintió cómo su corazón retumbaba con violencia: jamás en la vida otro tipo le había tocado siquiera un muslo. Empero, ahí estaba él, una encantadora Rosita Fresita con cara de zombi, al borde del llanto desesperado y con el torso apretujado hasta decir basta. Incluso, parecía que tenía algo de busto, por la manera en que la colorida piel del pecho le sobresalía por encima del borde de la tela, a causa de la pose.   

-¡Déjame salir de aquí! ¡No puede ser posible que te aproveches de tu posición para hacer estas asquerosidades!- suplicó de nueva cuenta el frontman, aunque conservando una mayor porción de dignidad en la voz. -¿Por qué… te obsesionaste conmigo? ¡Yo ni siquiera soy femenino y atractivo!-

-Pero te pareces a mí… tanto físicamente como en lo que haces… Incluso, vienes de Kioto también- respondió el rubio, acercándose de nuevo al atribulado cantante. –Vamos, Tooru-chan. Si no quieres que te obligue de otra manera, arrástrate hacia allá- indicó el baterista, señalando con el gesto una esquina de su cuarto, en donde había acondicionado el suelo alfombrado con almohadones de colores y peluches grandes y gordos que eran parte de su enorme colección: pokemones, osos, conejos, gatos, perros y cuanta cosa adorable y afelpada hay normalmente en el cuarto de cualquier criatura en pleno desarrollo mental. –Ese será nuestro nidito de amor.-

Pero Kyo se mantenía inmóvil tras haber desviado la mirada de la dirección indicada, negándose a lo que fuera con el ceño fruncido. Más todavía a una cosa como esa, que le parecía salida de la embriaguez residual de las cervezas de tres días atrás.

-Muévete, si no quieres que Dir en grey se quede sin contrato…-

Ishii no tuvo siquiera que gritar o insultar para lograr que las lágrimas cayeran de los ojos del menor a raudales, cual si hubiera recibido la noticia de su muerte inminente, la de toda su familia, y hasta la de sus descendientes no nacidos. Al cantante solamente le faltaba ponerse a gimotear, pero era muy probable que lo hubiera reservado para después por desconocida intuición.

Lenta y pesadamente, Nishimura terminó de gatear la distancia que lo separaba del primoroso rinconcito, cerca del cual lo esperaba el rubio mientras se miraba al espejo que estaba al otro lado del cuarto, levantándose la falda y ondeándola, modelando y riendo. Kyo, por supuesto, evitaba mirarlo a toda costa.

-Ya estoy aquí…- anunció, entre dientes. –¿Ahora qué demonios quieres que haga?...-

-¡Aww! ¡Ven y arrodíllate frente a mí!- exclamó el más alto, ubicándose en un espacio libre de peluches y cojines, aunque en medio de estos, e hincándose después para quedar a como había dicho. Una vez que estuvieron frente a frente y erguidos sobre sus rodillas, el mayor le tomó las manos a su para entonces subordinado, entrelazando sus dedos con los de él y haciendo que ambos mantuvieran las palmas de cara al contrario. Por toda respuesta, Kyo crispó hasta las yemas y miró con espanto que el rubio se le acercaba con los ojos cerrados y los labios juntos, listo para besarlo.

-N-no, no… ¡y no! ¡¡Basta!! ¡ESO NO! ¡Detente!-

-Tooru-chan… cierra los ojos…- susurró el mayor con voz suave, sin develar sus orbes y hasta sin deshacer la trompita, aunque cargando el tono de un ligero hastío. –No va a sentirse feo. Te lo prometo.-

Entonces, como si corriera el riesgo de su vida y con el corazón resonando cual si se le fuera a salir por la garganta ahí mismo, el pelirrojo se preparó mentalmente para llevar a cabo aquella proeza. Primero que todo, trató de distraerse con algo que no fuera el cada vez más cercano y por tanto amenazante rostro del otro músico, por lo cual se entretuvo con los tatuajes del contrario, pero eso sólo lo hizo odiar más su vida porque no entendía cómo el mayor podía tener semejantes costumbres y preferencias. No le cabía en la cabeza que el batero no se diera cuenta de lo ridículo que se veía con esas pintas, siendo un tipo de más de treinta años, con todos esos diseños en la piel y una considerable carrera artística sobre los hombros, dedicada a la música pesada[1].

Nishimura finalmente cerró los ojos, por lo que a los pocos instantes recibió los labios ajenos sobre los suyos. Como resultará natural pensar, pedirle que correspondiera al beso ya era demasiado, pero al parecer, no fue así como lo creyó el baterista.

-¡Tooru-chan, bésame tú también!- gritó el middle boss tras separarse, cacheteando con fuerza al infeliz e incauto vocalista, quien por supuesto que no se veía venir semejante reacción. –Un beso no es de uno, ¿¡entiendes!? ¡Así no es divertido ni tierno!-

-¡¡¡Yo jamás en mi puta vida he besado a un tipo!!! ¿¡Lo entiendes, tarado!?- contestó por fin el otro, tomándose la mejilla y sintiéndose absolutamente contrariado por lo que consideraba un injustísimo golpe. -¿¡Cómo mierda quieres que me sienta!?-

Ante la recriminación, el rubio no se aplacó, sino que atrapó el rostro del cantante entre sus dos manos, para después plantarle un beso dominante en el que le separó los labios a la fuerza, aprovechando la pequeña abertura propiciada por la argolla que pendía del inferior. Con su lengua irrumpió en la cavidad ajena y buscó la del más bajo, logrando un inesperado roce que aumentó el furioso rubor en las mejillas de Kyo y lo hizo abrir los ojos al máximo.

-¡¡Nhhhh!!...-

-Oh… estás todo sonrojado, Tooru-chan. Te ves muy lindo así…- comentó el líder de the Dead Pop Stars una vez que se alejó lo suficiente de la cara del contrario como para poder darse cuenta de aquello, aunque sin soltarlo. Asimismo, notó el evidente palpitar del menor, y comprendió momentáneamente lo asustado que estaba el pobre desgraciado. –No temas… Entiendo que nunca antes lo hayas hecho, pero no va a disgustarte. Solo olvídate por un momento de que ambos somos hombres, y déjate llevar…-

Acto seguido, el rubio empujó levemente al otro por el pecho, haciendo que se sentara en medio de sus propias pantorrillas, a como había quedado cuando cayó al suelo la primera vez, producto de la frustración. De esta manera, pudo acomodarse a horcajadas sobre el regazo del más bajo.

-¿A-ahora… q-qué demonios… pretendes?...-

-Shhh… Cierra los ojos otra vez- musitó de nueva cuenta Ishii, comenzando a restregar su pelvis contra el bulto ajeno, de sobre el cual había retirado un poco la falda adornada con fresitas y corazones, para que no estorbara. La suya, por otro lado, la había arremangado previamente, deteniéndola al meterse los bordes en el escote. –Cierra los ojos… y vuelve a besarme…-

Kyo prefirió apretar los párpados, negándose rotundamente a tener que ver aunque fuera una imagen borrosa de la manera en que el mayor rozaba ambas entrepiernas, pero al mismo tiempo estaba obligado a dejarse invadir por la lengua del baterista, llegando a mover la suya sin saber siquiera cómo. Era como una especie de reacción automática, propiciada por las húmedas y cálidas caricias al interior de su boca.

Cuando Kenzi sintió que el reticente pelirrojo comenzaba a ceder por fin, se decidió a bajar una mano del rostro ajeno y la llevó hacia la del menor, tomándole la extremidad por la muñeca. De inmediato, acercó la mano del chico a su entrepierna y se la colocó ahí, explicitando sus intenciones de manera muy clara.

-Tócame, Tooru-chan… Mmm…-

Su voz había sido más un gemido que otra cosa, y cuando se separó unos cuantos milímetros para mandar aquello, el aliento excitado que exhaló golpeó suavemente los labios entreabiertos y perforados del cantante, los cuales continuaban impregnados por la saliva mezclada de ambos.

Animándose al recordar que la llave –no solamente de la puerta, sino la que abriría el ansiado portal de salida de todos sus tormentos- se hallaba en las profundidades de aquella braga de sodomita que portaba el mayor, Nishimura movió la mano torpemente, buscando encaminarla hacia el sexo del rubio, pero deseando sentir el metal con las yemas antes que cualquier otra cosa que pareciera carne blanda o en proceso de endurecimiento. Muy para su desgracia, el batero no lo dejó continuar con la inspección a tientas, sino que lo obligó a llevar los dedos hacia la porción de su glande que sobresalía para entonces del borde superior de la prenda íntima, y no le soltó la muñeca hasta que sintió que el vocalista le tomaba como él tanto ansiaba.

-Ahhmm… Dudo mucho… que tenga que enseñarte a acariciar una de estas… ¿verdad?- le dijo el rubio, alejándose de la boca del frontman de Dir en grey para dirigirse hacia las letras perpetuadas en su cuello, las cuales lamió segundos después.

Conforme la intensidad de los contactos cerca de su garganta incrementó, el pelirrojo se vio en la necesidad de asirse de algo: lo que tuviera más a mano.

-¡Aaahh!...- gimió el mayor de pronto, cuando el otro rodeó su hombría por completo y la aprisionó, sin necesidad de tener que obligarlo a que metiera la mano por debajo del cachetero, pues ya lo había hecho por sí mismo. –Sí… así… Más…-

Ishii se apoyó con ambas manos sobre los hombros del más bajo, pues de esa manera se le hacía más sencillo mantener el equilibrio sobre el regazo ajeno y seguir frotándose, así como acercar los labios a las clavículas del menor. Volvió a allegarse a estas cuando se percató de que Tooru deslizaba la mano a lo largo de su virilidad, centrándose en degustar no solamente la piel del cuello del cantante, sino también sus orejas, mandíbula, boca y mentón, incluyendo a ratos pequeñas mordidas en dichas zonas. Los cuerpos se calentaban y los ánimos se confundían, por lo que pronto el baterista no pudo soportarlo más. Utilizando la totalidad de su peso empujó al de menor edad hacia el suelo, calculando que su cabeza se apoyara en un almohadón turquesa que estaba detrás de él, y quedó encima del cantante.

Una vez así, el rubio pudo llevar su cuerpo a una posición casi paralela respecto de la anatomía del frontman, permitiéndole mayor espacio para que lo tomara por el miembro. No obstante, cuando el pelirrojo se percató del cambio de postura, asumió que era el momento justo para alcanzar por fin la llave, pues esta debía estar escondida entre los pliegues del encaje de la braga, y no entre los de la piel de los genitales del mayor. Por tanto, no esperó demasiado y sumergió los dedos en la prenda, ansiando dar con el tan codiciado metal.

Pero el muy miserable cantante no contó con la pericia de Ishii, quien a pesar de estar disfrutando los roces se esperaba la traición del chico en cualquier instante, y con un movimiento rápido llevó aquellas pequeñas pero gruesas manos hacia la garganta de su presa y empezó a aplicar presión en ella sin ninguna clase de duda.

-¡Aaagghh!... ¡Ah, ah!- jadeó el menor, luchando por obtener al menos una bocanada de aire, pero con el cuerpo tenso como cuerdas de guitarra, los ojos abiertos de par en par y una expresión de pavor en el pintarrajeado rostro, la cual se complementaba perfectamente con las sombras de sus párpados inferiores, todas corridas a causa de las lágrimas previas. -¡¡¡Ngghhh!!!-

-¡Tooru-chan malo! ¡Eso no se hace!- lo regañó el rubio, enterrando todavía más los dedos en el pescuezo ajeno. El infeliz pelirrojo, por su parte, trató de llevar sus manos hacia las del baterista, pero este le había aprisionado las caderas y las piernas con las suyas, impidiéndole todo punto de apoyo, al tiempo que aplicaba prácticamente la totalidad de su peso sobre el cuello de Nishimura. –¡Malo y tonto!-

Estaba más que claro que el desventurado cantante no habría estado preparado jamás para ninguna de las cosas que había vivido hasta ese momento en el interior de la recámara de aquel déspota middle boss (que por más descabellado que le pareciera el pensamiento tenía que admitir que era un sujeto temible), pero lo que vendría a continuación se saldría de toda posibilidad lógica. Cuando Kyo se encontraba todavía forcejeando por quitarse de encima al batero, sintió que de repente una de las manos de este le liberaba la garganta, e ingenuamente creyó que Ishii por fin lo soltaría. Pero lo que le soltó el más alto fue un sonoro y crudo puñetazo en medio de la cara, que por poco le apaga todas las luces, lo arropa y lo manda a dormir de una buena y definitiva vez.

Terriblemente atontado por el inesperado golpe, el desdichado vocalista entrecerró los ojos y sintió cómo de la nariz le brotaba una cantidad considerable de sangre, pues tenía humedecido el labio superior y sentía el sabor ferroso en la punta de la lengua.

-Maldito… animal… E-eres un… ser humano… des…preciable…- dijo el menor en un hilo de voz, mientras luchaba con todas sus fuerzas por mantenerse consciente. Posteriormente, se llevó la diestra a la cara y comprobó que esa sensación húmeda que advertía era, en efecto, el fluido vital que provenía de su lastimada nariz.

-¡No me importa lo que digas! Ahora mismo te enseñaré a no desafiarme, ¡y a obedecerme como debe de ser!- repuso el baterista, levantándose de sobre el más bajo hasta quedar de pie frente a él, y se alejó unos cuantos pasos. Acto seguido, hundió la mano en su braga y sacó de ahí la llave de la discordia. -Esto es lo que tanto quieres, ¿verdad?- Y al verla, el pelirrojo gimoteó, ocultando los lastimeros sonidos de su desconsuelo en la falda rosada, de la que había echado mano para limpiarse la sangre, las lágrimas y el sudor que tenía en las mejillas y los labios. –Pues presta atención a lo que voy a hacer con ella, mi querido Tooru…-

Entonces, el mayor se volteó hasta quedar casi de espaldas al otro y después se arrodilló. Estando todavía erguido, se sostuvo la falda a lunares y la combinación roja con la mano izquierda, hechas una bola a la altura del abdomen, dejando al descubierto su bonito trasero cautivo en el cachetero de encajes, así como sus muslos gruesos y firmes.

A continuación, el rubio se volteó un poco para mirar al atónito cantante, quien a pesar de que en verdad estaba débil, mareado, sorprendido y no daba ni medio yen por su suerte, se sentía demasiado intrigado por ver qué demonios pretendía hacer Ishii con aquella llave. ¿Se la iría a comer? ¿Se abriría un surco en la piel con ella, para después enterrársela? Eran demasiadas interrogantes, aunque por supuesto que al menor ni por la mente le pasó la que se convertiría en la verdadera respuesta, y que estaba por atestiguar instantes después, para total desparpajo de su equilibrio psíquico.

Kenzi esbozó una sonrisita que, aunque no dejaba de ser dulce, resultaba desconcertantemente maquiavélica. Después bajó el torso hasta quedar de nuevo a cuatro patas, aunque se apoyó en el piso solamente con la siniestra, dejando que las faldas arremangadas cayeran hacia adelante pero sin taparle la retaguardia. Se llevó la mano derecha (que era la que tenía la llave en su poder) hacia atrás, a la braga, y jaló la prenda hasta dejársela por las rodillas y descubrirse las nalgas. Ante la visión, Kyo frunció el ceño con gesto repugnado, pero ni aunque hubiese querido, podría haber dejado de mirar. Algo en su mente le decía que desviara la vista pues los indicios ya eran demasiado aterradores como para equivocarse, pero el muy testarudo desoyó su voz interior.

Tras descubrirse las blancas posaderas, el jefe de la Anarchist Records usó su dedo corazón para recorrerse el espacio que mediaba entre ambas carnosidades tras salivarse profusamente las yemas. Al principio fueron solo recorridos sin estaciones, pero de un pronto a otro, el mencionado dígito se detuvo fuera de la entrada del mayor, para posteriormente sepultarse de inmediato en ella al tiempo que la mandíbula de Nishimura cayó al suelo como un suicida desde un noveno piso.

-¡¡BASTAAAAAAAA!!- lloriqueó adolorido el muy desgraciado espectador, sin contar con que el baterista apenas estaba, más que preparándose a sí mismo, preparándolo a él para la cereza del pastel.

Tras unas cuantas intromisiones más el rubio retiró las falanges de su interior, y continuaba con la llave en la mano, cautiva entre sus dedos anular y meñique. Empero, con un rápido cambio –uno de esos en los que era especialista (oh, bendito molinete con las baquetas)- la tomó entre los tres restantes, dejando que sobresaliera el vástago del dispositivo y, como si se tratara de un dígito extra, la enterró en su ano hasta la apoyadura.

Hubo una única razón por la que Kyo no pudo gritar, ni moverse, ni hacer saltar uno sólo de sus músculos: tenía parálisis facial, que para su mayor infortunio se había presentado justo en el momento en que por poco se le desorbitaban los ojos, se le desencajaba la quijada y sentía el resto del cuerpo enteramente engarrotado. Estaba duro como una piedra, y no precisamente en el sentido en que el mayor de los kiotenses hubiera querido.

-¡Listo! Ahora, si sigues empecinado con que quieres esta llave… tendrás que tener sexo conmigo lo desees o no…- declaró Ishii, levantándose como si no tuviera enterrado en medio del recto un pedazo de metal con muescas y acanaladuras; es decir, como si legítimamente poseyera culo de cerradura. Se incorporó como si nada, se movía como si nada, y… amenazaba peor que antes. Además, se quitó del todo la ropa interior y la lanzó a un lado.

-Ah-ah… Ahhh…. ¡¡¡HIIIIIII, AAAGGHHHH!!!- con un estentóreo bramido, más que un resuello ahogado, el cantante por fin liberó todo el pánico contenido, que por poco le revienta la caja torácica durante esos tortuosos segundos. La horrísona impresión que se había llevado, la cual le quitó desde el habla hasta la estabilidad mental, empero, no lo dejaba pronunciar palabra alguna, pues ni siquiera era capaz de pensar en un insulto coherente y lo suficientemente execrable para referirse al mayor.

-Ya basta de juegos, Tooru-chan. Deja de hacerte el tonto- dijo Kenzi, creyendo que las reacciones del otro eran un puro teatro. –Ya me cansé de intentar seducirte por las buenas, así que no me dejas otra opción. Tendré que abusar de ti.-

Kyo, que no sabía si reír a carcajadas o llorar a gritos por la vil ironía del comentario, pero que de todas formas no habría podido cambiar la mueca de espanto fija en su cara, vio cómo el rubio se ubicó entre sus piernas, separándoselas un poco para poder caber mejor. Luego de eso puso las manos en el borde de su bóxer y se lo bajó todo de un tirón, dejando al descubierto su miembro esperablemente flácido, que de haber sido por voluntad propia, se habría replegado hacia el interior del vientre del vocalista, con todo y escroto.

-Awwnn… ¿pero qué tenemos aquí?- masculló el otro, recordando que el órgano ajeno se había logrado endurecer relativamente durante los anteriores contactos pélvicos. –Sólo tomará un poco… y volverás a estar tan tieso como antes… No. Más tieso todavía.-

Y asiendo el falo entre los dedos índice y medio, el baterista retrajo el prepucio hasta que logró develar el bálano de aquella virilidad, así como el líquido preseminal que estaba cautivo bajo esa delicada piel. Pasó el pulgar por la zona y retiró un poco del fluido, notando que ante el contacto de su yema, el tronco del órgano comenzó a irrigarse.

-Mmm… Sabes bien, chiquito…- susurró tras probar la secreción, mordiéndose el labio inferior segundos después. –Y por más que te niegues, tu cuerpo responderá. Te lo aseguro.-

Luego de ello, y sabiendo que la llave se encontraba en un sitio totalmente inexpugnable y de complicado alcance en ese momento, volvió a quedar encima de Nishimura, quien por huir del mayor no tuvo de otra que tumbarse de espaldas sobre el suelo.

-Te haré pagar por haber ensuciado mi lindo vestido rosa con tu inmunda sangre, canalla- murmuró el rubio una vez que ambos estuvieron cara a cara, con voz suave y tierna, culpando a su interlocutor por haber usado de toalla las faldas de aquel atuendo; no por haberse hecho sangrar. La responsabilidad de ese otro asunto le quedaba más que clara al cantante de Anti Feminism, quien por supuesto que no se arrepentía ni por un segundo de todo lo que le había hecho a aquella cándida y desgraciada cucarachilla que se encontraba en su poder.     

Luego el baterista recuperó los labios anillados del vocal y comenzó a chupárselos, recogiendo gustoso los restos de sangre que todavía le quedaban al otro en la cara, al tiempo que buscaba las manos del pelirrojo y las unía con las suyas. Retomó el movimiento de fricción de antes, pero intensificándolo al estar totalmente sobre el otro. Fregaba no solamente su miembro erguido contra el del menor, entonces desnudo, sino también sus testículos.

Tooru jadeaba sin saber qué hacer, pues estaba demasiado asustado como para intentar siquiera escapar o apartar al mayor, temiendo que este perdiera el control y cometiera con él quién sabe qué crimen horripilante. Era evidente que ya se había dado cuenta de que para el baterista el sadomasoquismo iba más allá del escenario, jamás era fingido, y que combinar la violencia con el sexo si el acompañante no accedía de buena gana a sus caprichos era una de sus opciones preferidas, y ante la cual no sentía ningún tipo de remordimiento.

-Ahh… Nhh… ¿Lo ves? Ya vas entendiendo…- gimió leve el rubio, al observar cómo las mejillas del más joven comenzaban a sonrojarse de nuevo, al tiempo que todo él se acaloraba perceptiblemente y su masculinidad se endurecía. –A-ahora… te voy a comer la verga…-

Se colocó a gatas sobre el chico y lo besó de nueva cuenta, enredando su lengua con la del cantante y combinando los sabores de sus salivas con el de la sangre y el sudor que continuaba rezumando del rostro del no menos aterrorizado pelirrojo. Después, deslizó sus labios por el cuello del otro, llegando desde las letras hasta el pectoral nítido, en donde atrapó su pezón erecto entre los dientes luego de bajar un poco aquel embutido escote. Kyo soltó un grito pues seguía sin saber a qué atenerse, aunque odiándose porque ya sus manos no estaban cautivas pero él se hallaba imposibilitado de moverlas. Únicamente podía enterrar los dedos y las uñas en la alfombra, y quedarse a merced de lo que el líder de the Dead Pop Stars quisiera hacerle.

-Me gustan mucho tus tatuajes… todos ellos. Pero este que tienes aquí es definitivamente el más sensual- dijo el mayor, refiriéndose al tigre que se hallaba en el costado izquierdo del abdomen del vocalista, antes de dedicarse a lamerlo con lengüetazos largos que alcanzaban también las caderas del más joven; todo ello al tiempo que usaba la diestra para estimular la virilidad de a quien se encontraba atendiendo. Con la mano tomó la ya enhiesta hombría del frontman y la sacudió enérgicamente, obligándolo a tensar la espalda y a apretar los párpados, pues el menor se resistía una y otra vez a permitir que algún gemido saliera de su garganta.

Al verlo mover la cabeza de un lado hacia el otro, luchando por aguantarse con párpados y labios tensos, el rubio se colocó de modo que el falo erecto del cantante quedara contra su propio pecho, y se bajó las hombreras medianamente bombachas del vestido para desnudar aquella parte por completo. Entonces, salivó el glande ajeno al dejar caer una porción de su fluido bucal y luego lo esparció con los dedos,  rozándose posteriormente el pezón derecho con aquel bálano húmedo.

El middle boss se deshacía en suspiros a causa de los contactos, y pronto turnó la punta de la masculinidad del otro entre sus dos pezones, renovando la dispersa saliva. No advirtió que el vocalista miraba sus actos directamente, y que sufría porque le era imposible disminuir la indiscutible dureza presente en su miembro.

-Ahhmm… no… Basta… Es su-suficiente ahhh…-

Por fin, habían vuelto a salir palabras de aquel pecho compungido, pero más que una orden o una vehemente súplica, se escucharon como un jadeo excitado.

-Lo estás disfrutando… ¿verdad, Tooru-chan?- preguntó Kenzi con dejo juguetón y lascivo, percatándose de lo que sucedía al ver al otro al rostro. –Y eso que todavía no llegamos a la mejor parte…-

Sin darle tiempo a que reaccionara, se metió el órgano del menor entre los labios, rodeándolo y envolviéndolo con su lengua deseosa, y succionando desde el principio para crear una falsa sensación de estrechez. Fingía que la virilidad del pelirrojo calzaba con algo de dificultad al interior de su boca, como si estuviera tomando una cavidad virgen.

Luego de un par de intrusiones de ese tipo, el baterista dio inicio al endemoniado vaivén que el pelirrojo intentaba no mirar, centrando la vista en aquel moño enorme y ridículo que el otro llevaba sobre la cabeza, como si con eso pudiera desaparecer los pensamientos lujuriosos que lo atormentaban. Era demasiado, y resultaba obvio que al sentir muy vivamente cómo su henchida masculinidad se deslizaba por aquella senda lubricada y caliente, tuviera ganas de empalar a quien fuera con ella, con tal de liberar la urgencia que segundo a segundo se acumulaba en su bajo vientre y que le entumecía las gónadas y los sentidos.

-Nhhh… ¡Ahhh!... T-te lo supliiicoo… déjame en p-paz… yaaa…- rogó el más bajo, sin poder impedir que de los vértices de sus ojos cayeran pequeñas lágrimas, mientras apretaba los labios con lúbrica angustia. –Deten… te… No sigas, Kenz--…-

-¡Ken-chan!- corrigió el mayor. –No voy a tener misericordia de ti si no me tratas como a mí me gusta…- agregó, apretando el falo venoso del chico entre sus dedos, para después volver a fregarse la lengua con el brillante glande ajeno.

-S-sí… está bien… t-te llamaré Ken-chan, pero… nhhhh…ughhh…- masculló el frontman, removiéndose entre los perritos de colores y los pikachus regordetes, deseando poder levantarse para patearlos a todos muy lejos de ahí, junto con aquellas horribles medias llenas de moños y los espantosos zapatos de tacón alto. –Det-ente… aunque s-sea un segundo…-

-De acuerdo- contestó el batero y sonrió de lado, pestañeando adorablemente con sus postizas pilosas y espesas. –Lo haré, pero tú te quedarás quietito… ahí donde estás… y no te moverás ni intentarás nada… porque no deseo lastimarte de nuevo…- dijo con voz tenue y casi hipnótica, logrando que un jadeante Kyo le obedeciera sin siquiera saber por qué.

Después, arrodillado en medio de las piernas del pelirrojo y sosteniéndose la falda arrebujada con el brazo izquierdo, llevó la diestra a su retaguardia y tomó la llave por la apoyadura, sacándosela de una sola vez de aquel íntimo e impensado escondite. Tooru arrugó el entrecejo con repentina expresión de dolor, cual si hubiera sido él quien se hubiera abierto el cerrojo rectal con aquellas muescas.

-Ya no necesito cuidar de esto- declaró el rubio, lanzando la llave hacia atrás con descuido, y clavando sus primorosamente maquillados ojitos en el más joven con mirada hambrienta. –Porque tú estás deseando que te haga venirte, ¿no es así?...- El otro se negaba a aceptarlo, pero la verdad era que sentía una palpitación quemante en el área genital que, de no hacerla desaparecer pronto mediante un clímax, le provocaría muchísimo dolor. Y también era cierto que aunque estaba medianamente acostumbrado a infligirse sufrimiento en los shows, una cosa era el resto del cuerpo y, otra muy distinta, las sensibles y delicadas partes íntimas. –Sí, estoy en lo correcto…-

El mayor gateó hacia Nishimura y se colocó con las piernas abiertas sobre los muslos de éste, quien de ninguna manera se sentía agradecido de antemano por el favor que sabía que el otro estaba a punto de hacerle. Ishii se volvió a meter las faldas arrugadas debajo del peto, si bien no resultaba un método demasiado efectivo para detenerlas, pues se había aflojado el vestido al bajarse las hombreras. No obstante, cuidó de recogerlas bien desde atrás, por lo que entonces su trasero también quedó al descubierto.

Acto seguido, tomó unos cuantos animalitos de felpa de los que había a los costados del cantante, y como si fuera una mocosa jugando a la casita o a los invitados del té, comenzó a hablarles, a llamarlos por sus nombres y a pedirles su ayuda.

-Pika-kun, Tuti-chan, y tú también, Popi-nii… háganme un favor, ¿sí?- dijo el baterista mientras tomaba los bichos de peluche, los alzaba y los miraba a la cara uno a uno. –Necesito que le sirvan de almohada a Tooru-chan… mientras hacemos cositas. ¡No se preocupen, no pensamos salpicarlos! Y si lo hacemos… ¡pues para eso existen las lavadoras!- exclamó feliz al final, luego de haber hablado con el pikachu, el oso y el elefante que había sacado de quién sabe cuál tienda de baratijas en el corazón de Osaka.

Kyo, quien por poco queda ciego a causa de la falta de lubricación al no poder cerrar los ojos durante la totalidad de la “plática”, tenía todo el cuerpo petrificado; todos y cada uno de sus músculos, a excepción de su ceja derecha, la cual saltaba tanto que parecía a punto de interpretar la Primavera de Vivaldi con los tintineos del piercing. Eso que estaba viendo… ¿era real? ¿Aquel retrasado cognitivo de casi cuarenta años resultaba ser el mismo sujeto que minutos atrás le había estampado un puñetazo en la cara, lo había casi ahorcado y, finalmente, el que le devoraba el pito sin ningún tipo de recato? Si todo se trataba de una espeluznante pesadilla, ya iba siendo hora de que despertara, aunque fuera para darse cuenta de que no era más que un pulgoso perro callejero echado en una esquina, y que su historia como vocalista de una de las mejores bandas de Japón fue solo el delirio de un animal drogado.

-Muy bien, Tooru-chan… Ahora, levántate un poco. Los chicos han aceptado ayudarnos, así que ya puedes recostarte sobre ellos- le dijo el vocalista de Anti Feminism, al tiempo que mejor dicho jalaba al otro hacia adelante para colocarle los patéticos muñecos de felpa tras las espaldas.

El sistema operativo del cantante lo intentaba una y otra vez, pero la memoria RAM no era suficiente. “Los chicos… ayudar…” ¿¿QUÉEE?? ¿¡Cómo podía el deficiente mental ese ponerse a decir semejantes payasadas en medio de una cogida!? El pelirrojo estaba seguro de que, para ese momento, obligatoriamente se le tenía que haber bajado la erección, contracturado, podrido y pulverizado el pene, pero perdió toda habilidad de hilar pensamientos como un homo sapiens cuando miró hacia abajo y se dio cuenta de que seguía tan rígido como un asta.

-Mmm… ahhh… Siiii…- gimió el mayor, una vez que por fin se sentó en el órgano ajeno, apoyándose en el bien formado abdomen del más joven. Milímetro a milímetro, la masculinidad del cantante se hundía en medio de sus nalgas, resbalando por aquella apretada cavidad que a veces daba la impresión de ser de hierro. Nishimura contenía cualquier sonido que pudiera demostrar que dicho acto se le hacía gratificante, luchando también por administrar las naturales ansias para no descargarse casi que de inmediato. Dada la situación y por contradictorio que pudiera parecer era lo que menos necesitaba, pues tras tanta humillación de todo tipo, solamente le faltaba esa.

-Ahhmm… Tooru-chan… Pon tus manos aquí…- entre suspiros y todo tipo de lujuriosos sonidos, y una vez que se empaló por completo, el baterista le tomó las manos al cantante y las llevó a su propio pecho. Se colocó los dedos yertos del menor sobre la escasa grasa de sus pectorales, para luego acariciarse con ellos y empezar a levantarse de sobre la pelvis del más bajo, exhumando lentamente aquella sólida estructura genital de entre su recto. –Uhhh… ¡Ahhh!...-

Kyo centraba la mirada en la cabeza del dragón yakuza que sobresalía por encima del pectoral izquierdo del batero, intentando ignorar así todo lo que el otro hacía con su pobre y ultrajada humanidad. Pero era imposible no sentir la piel del mayor entre sus dedos, una vez que este los obligaba a cerrarse en torno de su dermis, utilizando para ello los propios. Pronto, tales caricias no le fueron suficientes al ávido y enardecido rubio, sino que comenzó a desplazar las manos de Tooru por su abdomen también, acabando de bajarse el vestido con tal acción. Para ese momento, lo que tenía era un montón de tela desordenada alrededor de la cintura, llena de sudor y restos de humor carmesí del más joven, y las hombreras del atuendo estrujadas a nivel de los codos.

-¡Aaahh! ¡T-Tooru…c-chan!... ¡Muévete… tú también!- ordenó Ishii, luego de que había dado inicio a las voluptuosas sentadillas, llevándose las manos del pelirrojo a las nalgas. El cantante, al sentirlas, se aferró instintivamente a las tiernas redondeces del mayor y empezó a embestirlo, moviendo primero y para tal efecto su pelvis, pero tratando de intensificar las estocadas instantes después, al flexionar un poco las piernas y buscar apoyo en ellas. Pero las malditas medias a corazoncitos y los deformes zapatos con hebilla de conejo le impedían todo movimiento que quisiera involucrar sus pies, por lo cual no le quedó más remedio que despotricar y pedir ayuda, desesperado y ahíto de hormonas como se hallaba.

-¡Quítame esos zapatos hijos de puta de una vez, que me estorban!- vociferó, apretando con fiereza las nalgas del mayor mientras luchaba por conseguir algo de agarre contra el suelo alfombrado. Entonces, el middle boss cayó en cuenta del problema y, entre risas, se detuvo un instante para poder auxiliar a Nishimura.

-Nhh… Es una pena… Me encanta cómo te qued--…-

-¡ME VALE UN CARAJO! ¡¡Si no me sacas esas porquerías, no me voy a venir jamás en la vida, grandísimo estúpido!!-

Ante semejante réplica, no había otra cosa que hacer. Kenzi se inclinó hacia atrás y logró alcanzar la talonera del zapato izquierdo, empujándola a continuación. Dado que la tira sobre el empeine tenía elástico, no necesitó demasiado esfuerzo para descalzar al cantante, y de inmediato repitió el procedimiento con el zapato contrario.

Liberado ya de los molestos estorbos, Kyo apoyó los talones contra la alfombra y reanudó los impulsos, tomando por sorpresa al mayor, quien ni siquiera había terminado de acomodarse de vuelta.

-¡Ahhh, mmm uuahh!- gritó al sentir las nuevas penetraciones. -¡Nhmm! Qué fogoso… que resultaste…-

-¡Cállate, depravado!- interrumpió el otro, separándole con fuerza las posaderas al más alto y tensando la espalda, para concentrar su fuerza en el área pélvica. Al principio le había dado la impresión de que el interior del cuerpo del baterista estaba poco humedecido y temió por el posible daño a su miembro, pero posteriormente advirtió que, o sin haberse dado cuenta él el otro se había lubricado con quién sabe qué cosa, o sus propios fluidos preseminales ya se habían encargado de impregnar el camino. –Uhh… ¡Nhhh!- Concluyó que lo más probable era lo segundo y le dio continuidad a los movimientos, porque aunque se sentía espantado y admirado a la vez de que aquellas muescas parecieran no haberle dejado ni un rasguño, no sería él quien velara por la integridad del recto de su verdugo.

La virilidad deseosa del más bajo se incrustaba una y otra vez en la abertura apretada de su al fin de cuentas amante, siendo estimulada por el calor de aquel escondite. Por otra parte, las medias de moñitos continuaban siendo un problema para Tooru, pues estaban hechas de una tela tan suave que tendían a resbalar al contacto con el tapiz. Por ello, el músico friccionaba una y otra vez los talones contra el suelo, sin importarle si en el proceso arrugaba las prendas o llegaba hasta a romperlas. Lo cierto era que, por supuesto, a esa altura ya las tenía todas torcidas y enrolladas. No obstante, nada impidió que ambos jadearan, gimieran y gruñeran sin reparo, y que las manos del pelirrojo no necesitaran ser guiadas por las ajenas ya más, pues para entonces recorrían todo el cuerpo expuesto del rubio, incluidos sus brazos, de los que también se tomaba para arremeter contra él.

En determinado momento, el mayor sintió que era hora de cambiar de pose, para poder hacer así que el cantante alcanzara su punto más erógeno con total comodidad y lo atacara sin compasión.

-Ven sobre mí…- le dijo al contrario tras la última estocada, aprovechando que este lo tenía asido por los antebrazos, pudiendo tirar de esa manera de él también. Kyo se detuvo cuando vio que por el cambio de pose le sería imposible acometer de nuevo al más alto, y como Kenzi no había sacado la hombría ajena de su cuerpo, comprendió que debía de quedarse quieto mientras el otro maniobraba. Los movimientos fueron facilitados por la unión de los brazos, pues mientras el mayor se recostaba sobre el suelo, el pelirrojo quedaba prácticamente sentado. Acto seguido, el vocalista flexionó una pierna y colocó la espinilla contra el piso, repitiendo el procedimiento con la otra hasta quedar arrodillado.

Ya en la nueva posición, Nishimura tenía control absoluto de su fuerza, peso y movimientos, y era el mayor quien se exponía de la manera más sumisa y aparentemente vulnerable. Tooru miró esas extravagantes pestañas de muñeca y se enfureció, pensando que muy tarde se encontraba la suerte de su lado ya que, de quererlo, podría haberle devuelto el intento de asfixia al vicioso músico. Empero, amén del recurso de sus piernas, el rubio tenía una enorme ventaja: la delicada hombría del menor totalmente cautiva entre su carne.

-Tómame de nuevo, pero… sé más salvaje, ¿sí?- rogó el baterista, por primera vez. Había sido un tono inconfundible de súplica, pues no se parecía en nada a las órdenes dadas previamente. Deslizando los dedos por los brazos estampados del vocalista le alcanzó por fin las manos, y volvió a hacerlo recorrerle el torso hasta dar con las cicatrices de su abdomen, de entre las cuales había algunas hipertróficas incluso, y por ende, más evidentes al tacto.

Kyo se quedó atónito por el pedido, entendiendo perfectamente las alusiones. De nuevo, se reconocía como asiduo en el arte de provocarse daño durante algunas de las presentaciones de su banda, pero nunca al célebre nivel del baterista y, en todo caso, no lo era si de lastimar a alguien más se trataba. Probablemente, y sin que él lo imaginara, todos esos pensamientos se habían reflejado en su cara.

-No tienes que hacerme algo parecido a esto si no quieres. Aunque… puedes arañarme el pecho como te lo haces a ti mismo…- al finalizar el murmullo, el rubio acercó al otro tras tomarlo por uno de los tirantes y lo obligó a descender hasta que sus labios se encontraron de nueva cuenta. Esa vez, no obstante, fue diferente, pues el pelirrojo no rehuyó el contacto. Finalmente cerró los ojos durante el beso y recorrió el interior de la boca de Ishii con su lengua, frotándola contra la ajena hasta que la caricia lo llevó a las profundidades de la cavidad resbalosa que le recibía. Después, y aunque sentía que el detestable talle del horrendo vestido que aún tenía puesto lo sofocaba, llevó las manos al pecho del middle boss y enterró poco a poco las uñas en su piel. Su parte baja, que ya se encontraba lista para reanudar los choques contra el cuerpo del batero se movió con violencia hasta el fondo, y ambos músicos separaron sus bocas cuando el aire se extinguió para ellos. Los jadeos de los dos se vieron acompañados por una generosa cantidad de saliva mezclada que Kyo dejó caer sobre la lengua del mayor, en el mismo instante en que salía de él y volvía a entrar, arrastrando sus uñas por aquella blanca dermis.

La primera vez fue relativamente lenta, pero pronto las acciones cobraron velocidad y un mayor grado de salvajismo. Tras varios rasguños, el pecho y parte del abdomen de Ishii se habían enrojecido visiblemente, logrando desviar por fin la atención de Tooru de los tatuajes ajenos. Su mirada frenética y hasta mórbida se clavó en esa zona, mientras su virilidad no daba tregua con las penetraciones que lograban que los gritos del rubio fueran cada vez más agudos y desesperados.

-¡¡Aaaaahhh, Nhhhmm!! ¡Ahhh, ahh! ¡Así, Tooru-chan, ahh! ¡Más! ¡Sigue, no te detengas!- el mayor experimentaba descargas que se generaban desde el pequeño pero poderoso órgano bajo su vejiga que el otro golpeaba sin cesar, y que alcanzaban hasta el más recóndito lugar de su cuerpo; las cuales, sin duda, se veían potenciadas por el filo de las uñas del cantante, quien estaba a punto de abrirle surcos rojos y brillantes.

El frontman, por su parte, provocó que las costuras de su ropa reventaran, pues era imposible que, con lo tirantes que estaban, resistieran tanto movimiento propinado con semejante fuerza.

Cuando el clímax fue casi inminente y el menor pudo notarlo por la manera en que se contraía la cavidad del batero, inesperadamente tomó la virilidad ajena con la diestra y empezó a sacudirla sin escrúpulo alguno: lo único que deseaba era sentir aquella enloquecedora presión a lo largo de su miembro. Con la mano contraria, por otra parte, asió al mayor por la cintura, para fijarlo y poder acometerlo con total bestialidad. Y no tuvo que esperar demasiado para experimentar el vacío que ansiaba, porque después de unos cuantos roces, Ishii se removió con ímpetu, y de la punta de su hombría salió la fuerte descarga blanquecina que terminó de decorar las cicatrices de su vientre junto a los rojos arañazos.

-¡Nhhh!... Ahhh, Kenz--… Ken-ch--… ¡¡Ugghhhh, Ken-chan!! ¡¡¡ME VENGO!!!- bramó Nishimura finalmente, casi sin aire, con el vestido roto y los ojos en blanco. Su mano todavía sostenía el miembro ajeno con los dedos salpicados de semen, pero nada de eso lo desvelaba ya. Había arqueado la espalda al acabar, y sentía el orgasmo fluir descontroladamente mientras su simiente era bombeada al interior de las vísceras del más alto. Jadeaba exhausto, con el cuello y la frente empapados en sudor, y un mareo súbito que sin embargo no resultaba del todo desagradable.

Kyo desfalleció tras retirar su masculinidad del interior de la entrada del rubio, cayendo hacia atrás sobre los peluches rechonchos, lo cual por supuesto que no le importaba en lo más mínimo. Es más, de haber sabido que era una afrenta para el mayor, los hubiera ensuciado con sus fluidos, mordido y hecho pedazos, pero en aquel momento daba todo por terminado y no le interesaba si de repente se caían las paredes y el resto del suelo, y los dos aparecían sobre una nube de colores rodeada de arcoíris que volaba a través del país de los Ositos Cariñositos. Se pasó el antebrazo izquierdo por la frente, recogiendo parte de sus sombras terriblemente diluidas y que tenía esparcidas por toda la cara.

Tan extremo era el hecho de que nada en el mundo valía la pena después de semejante experiencia traumática, que cuando Kenzi se repuso lo suficiente como para levantarse de donde estaba tumbado y se allegó al costado del cantante, este no hizo nada por apartarlo. El vocalista de Anti Feminism, entonces, se acurrucó junto al chico y se hizo un ovillo. El pelirrojo yacía boca arriba, con las piernas abiertas y los brazos separados del torso, cual si hubiera corrido la maratón usando el mismo atuendo que llevaba, pues no se podía mover ni un centímetro y le dolía absolutamente todo. Resultaba claro que dicho estado era más un malestar que le venía desde dentro que el dolor producido por un esfuerzo físico, por todas las impresiones horrendas y surrealistas que se había llevado durante ese rato, y cuyo recuerdo confiaba que desaparecería apenas cerrara los ojos un poco y los volviera a abrir después, tras dar algo de tiempo.

-Me encantó jugar contigo… Y sabía que resultarías ser un excelente amante…- susurró el batero, acariciando el abdomen del menor con las yemas de los dedos, el cual pudo descubrir al retirar un poco el peto descosido, mientras Tooru se concentraba lo mejor que podía en ignorarlo. -Ah, y por cierto… Olvidé decirte que la orden de fabricación de las baquetas de Shin-chan quedó sobre el escritorio de Tommy. Dile que el lunes a primera hora, si quiere, ya la puede ir a recoger…-

   

  

 

 


[1] Cronológicamente, este pedo mental se ubicaría alrededor del año 2002, para el que Kenzi tiene 37; Kyo, 26, y se hallan en la era Heart Break Bandits/Star Ride y Kisou, respectivamente. Kenzi tendría, por lo tanto, diecisiete años de haber empezado su carrera. No obstante, esta aclaración no pretende ser una referencia rígida, pues es probable que los tatuajes de ambos músicos, aquí descritos, no hubieran adquirido su forma definitiva para entonces, y que sus looks no sean exactamente los mismos.

Notas finales:

Si llegó hasta aquí, permítame felicitarle. ¡Se ha ganado un trauma de por vida!


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