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¿Tu dolor o el mío? por only_hope

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Notas del capitulo:

Hola de nuevo!
Bueno... no tengo gran cosa para decir, disfruten c:

 

Despertó escuchando unos quejidos vagamente conocidos, era sábado por la mañana, o eso creía… las luces de la calle se asomaban por la ventana de su habitación… encendidas. Y esos quejidos se convirtieron en el sonido de algún líquido cayendo violentamente.

Dio un bostezo, enojado, y notó que era el único en la cama. Sus ojos se pasearon a la silla de ruedas, igualmente vacía, luego al piso, donde la mordaza que le había dejado al esclavo en los ojos estaba tirada.
-¿Quién te dio permiso de hacer lo que se te viniera en gana, animal? – Bufó, creyendo entender lo que sucedía.

Se levantó de mala gana, dirigiéndose entonces al cajón donde ponía las cosas para castigar al esclavo, sus se iluminaron a través de la oscuridad al encontrar su látigo favorito. - ¡¿Dónde estás?!

Los ruidos procedían del baño, la puerta cerrada, y la luz encendida indicaban la presencia de alguien en su interior, de una patada la abrió, asustando al chico que apenas y se ponía sostener para no dar de lleno contra el escusado.

-¿Por qué no contestaste? – Dijo Logan con severidad, a sabiendas de que sólo eso bastaría para asustar al menor.

-Y…yo… - Una bofetada estuvo por tumbarle, el amo lo retuvo por el pelo, chocándolo entonces contra las baldosas que decoraban la pared.

El amo paso la suave y lacerada piel con el cuero del látigo, casi en una caricia. Sus ojos se fijaron en el contenido del retrete antes de golpear al aterrado esclavo con fuerza.
-Saliste de mi habitación sin pedir permiso – Dijo, dándole un golpe nuevo por cada falta. – Te quitaste la venda cuando específicamente lo tenías prohibido, entraste a otra habitación sin consultarlo y encima con la puerta cerrada y la luz encendida – Quizá había dado unos cuantos latigazos extra mientras hablaba; la espalda frente a sí estaba sangrando, con nuevas marcas en ella. - ¿Algo que decir en tu defensa, zorra?

El esclavo presionó su frente contra la pared, no lo había hecho con intenciones de molestar, sólo estaba mareado, quería vomitar y eso muy probablemente habría provocado un castigo mil veces peor de haberlo hecho en la cama de su amo. Esa sería su defensa, pero estaba tan aturdido y atemorizado que lo único que salió de sus labios fue un nuevo grito de dolor por el siguiente golpe.

-¡No tienes derecho a gritar! – Negó el amo, pegándole de nuevo. Lo giró bruscamente y le dio un golpe con el puño en la cara. – Tú eres mío, te lo dijeron las personas que te trajeron a mí, te lo dije yo cuando llegaste hace dos años… - Tomó la barbilla del esclavo – No puedes hacer nada sin mi permiso, ni moverte, ni hablar, ¡NADA!, ¿y esto? – Lo jaló para que viera el vómito que aún estaba en el retrete - ¿me pediste permiso para hacerlo?

El esclavo respondió en un susurro, recibiendo otro golpe en la cara, tenía que hablar más alto… sollozó, bajando la cabeza para no ver esos ojos marrones que tanto le intimidaban. – No… no le pedí permiso…

Logan levantó el látigo, notando que el menor se encogía de miedo. – Agradece que ya lo hiciste y que me da asco, sino te obligaría a tragártelo por haberme despertado a estas horas.

Este asintió, más no se destensó hasta que su amo hubo descargado el retrete y salido de la habitación, apagando la luz. Entonces lo observó salir de vuelta a su cama, ordenándole que lo siguiera.

El sol comenzaba a asomarse por la ventana, qué manera de despertar, pensaba, seguro de que no podría pegar un ojo lo que quedaba de tiempo antes de que el sol terminara de subir. Se fijó, pues, en el esclavo que a paso lento le seguía. En serio que esa mañana se encargaría de hacerle pagar.

Ya era la tarde del sábado, se masajeó el hombro, viendo al flacucho esclavo en el piso semi inconsciente. Dejó caer el látigo de tres colas en el buró y pateó al otro.
-Ven – Le ordenó.

El esclavo se movió con mucha dificultad, todo le daba vueltas, y un cansancio que nunca había sentido le inundó. Hacía lo posible por desplazarse… aunque fuera arrastrándose, para alcanzar a su cruel amo que ya le llevaba la ventaja, sólo encontrándose con la realidad: no podía ni levantarse.

Logan iba camino a la cocina, escuchó el suave gimoteo de su mascotita a lo lejos sin voltear atrás. Al principio le había pegado en castigo, luego… ¿por qué había sido? ¿Por diversión? ¿Porque no tenía nada mejor que hacer?
Y mientras se preparaba algo rápido para comer, tuvo que reconocerse a sí mismo que había sido demasiado sólo por un poco de vómito; contando además que el esclavo había tenido la decencia de ir al baño a hacerlo. Era sólo que… le encantaba tenerlo tan dominado… no se había detenido a pensar que, en medio de tantas restricciones (ni siquiera le dejaba caminar sin permiso previo), evidentemente de uno u otro modo el esclavo tenía que desobedecer.

Negó con la cabeza, siguiendo con su comida. ¿En qué estaba pensando? ¿En compasión por ese sucio animal?

Desde muy joven entendió de lo que era capaz un esclavo mal disciplinado, incluso su padre le había explicado muchísimo antes de aquello, que los esclavos del tipo del suyo eran muy dados a venderse a sí mismos para ser usados así.

Bien, pues si su esclavo se vendió para recibir placer, Logan se empeñaría en no dárselo de ninguna manera. Sí, así sería.

Se volvió hacia el pasillo, notando que esa peste que ahora se atrevía a estar en sus pensamientos todavía no se dignaba a aparecer. - ¡¿No te dije que vinieras, imbécil?! – Le gritó, sin recibir respuesta.

El esclavo estaba tirado en la entrada del pasillo, su respiración era apenas audible y había sangre descendiendo de varias partes de su cuerpo. Logan lo escrutó con la mirada, calculando el nivel de daño que debía tener como para medio morir en uno de los pasillos de su casa, se arrodilló entonces a su lado, pasando una mano por su frente sintió que estaba caliente.

-Hey – Le llamó de forma fría, sólo que el chico continuaba sin reaccionar. Dobló los ojos. – Si tengo que llevarte al médico, que sea algo que valga la pena, basura.

Lo levantó en vilo como en otras ocasiones… de un tiempo para acá se había hecho ligeramente más pesado, y lo metió a la bañera. Puso agua tibia, con la que empezó a limpiar las heridas y el resto del cuerpo del esclavo.

Despertó asustado minutos después, mientras era secado por una toalla con una brusquedad que sólo conocía de parte de su amo. Abrió los ojos de golpe, huyendo del tacto por instinto.

-¿A dónde crees que vas? – Dijo su amo molesto, regresándolo de un jalón a la esquina de la bañera donde lo tenía para secarle. – Maldito estorbo, encima, ¿huyes?

El esclavo bajó la vista, pidiéndole con el gesto una disculpa. La idea de hablar y recibir golpes por ello le aterraban. Del modo más discreto que pudo se fijó en su amo, quien en medio de quejas y amenazas le curaba algunas de sus heridas. Sus dedos pellizcaban y dañaban en el trayecto, pero por lo menos ya no había sangre.

El amo dejó escapar un bufido, buscando entre su ropa algo que le pudiera quedar al esclavo que fácilmente cabía tres veces en sus sacos normales. En tanto encontró lo más pequeño de su ropero, se lo lanzó. – Vístete.

Estaba atónito. ¿Vestirse? Sus dedos se aferraron al pantalón y camisa a cuadros que le fueron lanzadas… en los dos años que llevaba viviendo con su amo este nunca… le había permitido eso…
tragó saliva, apresurándose a hacerlo.

Logan conducía molesto, comiendo uno de los hot dogs que pretendía comer en su casa, pero que no pudo por culpa del esclavo que ahora estaba en el asiento del copiloto viendo con insistencia por el espejo retrovisor lo que alcanzara a ver.
-Mírame – Le ordenó de mala gana, logrando su objetivo de intimidar al otro. Se aparcó en el estacionamiento de un consultorio. – ¿Me ves contento, acaso? – Dijo con los dientes apretados.

El sucio perro que tenía por esclavo tembló, siendo tomado por la camisa prestada. Sus ojos se llenaron de lágrimas al recibir el impacto contra el tablero, escuchando el grito del amo repitiendo la pregunta. – N…no… - Susurró, sin dejar de temblar.

Logan lo soltó, llevándose una mano al puente de la nariz, buscando calmarse. – Vamos a tranquilizarnos, ¿bien? – Su esclavo asintió, nervioso, a lo que él sonrió, fingiendo estar complacido. Pasó su mano por su cabello, jalando algunos mechones. – Vomitaste en mi baño, te desmayaste en mi pasillo, estabas ardiendo en fiebre. ¿Te estoy cuidando mal, putita?

-No, amo… - Dijo el esclavo con voz suave y quebrada, a pesar del tono tranquilo del amo… bien podría haber otra agresión más fuerte que los tirones de cabello.

-Así me gusta – indicó Logan. – Entonces ni tú ni yo entendemos por qué te sientes mal, ¿verdad? – El rubio negó con la cabeza, siendo jalado con más fuerza por él, soltó un quejido de dolor. – Shh… - Le acalló. – Vamos a ir con el doctor, y espero sea algo grave, porque no me gusta comer en un auto, le vamos a decir lo que tienes, pero cuidado… - Jaló más el cabello, obligando al esclavo a acercarse más. – Dices algo malo de mí, y entonces yo sí te voy a cuidar mal, ¿estamos?

Asintió, aliviado por ser soltado.

-Bien – Logan tomó otro de los hot dogs que quedaban en el plato. – Come, no quiero otro desmayo tan rápido.

El otro observó unos segundos la comida que le ofrecían, quizá por el tiempo que llevaba sin comer, seguido de la comida que había recibido el día anterior y el vómito… no sentía muchas ganas por el momento.

-¿No oíste? – Le presionó, ¿por qué se quedaba así, estático?

-Yo… - Trató de tragar saliva, sin poder evitar la eminente arcada que el olor de la salchicha le provocó. Se cubrió la boca lo más rápido posible, al comprender que no vomitaría de nuevo se giró temeroso hacia su amo.

Este lo fulminó con la mirada, poniendo lo que le ofrecía en el plato abrió la puerta. – Cállate y sal de una vez.

No podía recordar la última vez que fue un hospital, seguramente habrían pasado ya al menos unos quince años… quizá más. Ahora, con su amo y un doctor encima suyo, no podía estar más nervioso. Cerró los ojos, alejándose todo lo que podía de aquellos recuerdos que querían volver. Esos recuerdos que dolían y que no le servirían de nada.
Entonces estaba ahí, sentado en una camilla siendo examinado en silencio mientras que su amo explicaba la situación como lo haría una madre en su lugar. Él ya había dicho suficiente, después de todo.

El doctor pasó una de sus manos por su torso, frunciendo el ceño. - ¿Te puedes recorrer la playera? – Le indicó.

Sus ojos vieron con miedo a su amo, quien asintió. Las manos le temblaron una vez más al hacerlo, procurando no mostrar ninguna marca o moretón. Se estremeció, los dedos fríos del doctor palparon la piel de su estómago, bajando hasta su vientre. - ¿Te duele? – Le preguntó.

El esclavo titubeó, negando con la cabeza, cerró de nuevo los ojos, pensando que esos dedos eran los de su amo o sus entrenadores para que los nervios se sustituyeran por la sensación de monotonía. Hasta que el hombre le indicó que se podía acomodar la ropa.

El doctor vio serio a los que creía, eran pareja, luego sonrió. – Bueno, pues no hay nada de qué preocuparse – Comenzó – La fiebre seguramente pasó porque el ambiente ahora está frío, deberías abrigarte un poco más, muchacho – Le indicó al rubio. – Y los mareos… el cansancio o la falta de apetito no deberían alertarlos tratándose de un doncel.

-¿A qué se refiere con eso último? – Preguntó el castaño, trató de sonreír para disimular, pero la sonrisa no quedó ni a la mitad. Se fijó en el rubio, quien estaba sentado aún en la camilla, tieso y sin ver a ninguna parte en específico. - ¿Doctor?

Este se encogió de hombros. –Me refiero a que el doncel está en cinta, ¿chico? – Se giró para ver al mencionado, quien parecía haber entrado en shock. Quiso ignorar todos esos signos de maltrato para relajar la tensión que de pronto se formó en el consultorio. Puso su mano en el hombro del muchacho, quien de pronto se estremeció ante el toque, topándose con la mirada amable del doctor. – Felicidades. Es probable que el bebé ya esté en gestación.

-G…gracias… - La palabra salió más bien como un sollozo, sin poder evitar encogerse al ver a su amo levantarse de la silla donde estaba.

-Bueno, si es eso, no tenemos nada de qué asustarnos, ¿verdad? – Preguntó Logan en tono jovial. – Entonces le agradezco, doctor. ¿Aquí es donde debo pagar?

El hombre de bata se limpió los lentes con esta. – Pague a la secretaria al salir.

De vuelta al auto la tensión iba en aumento, el esclavo hacia lo posible por llorar en silencio. Con las palabras “el doncel está en cinta” rondando por su cabeza.
Un bebé… ¿siendo un esclavo siquiera tenía la posibilidad de tener un bebé? Y, de tenerla, ¿cómo serían esos siguientes nueve meses? Su pecho tembló con el pensamiento.

El auto se estacionó en seco. – Sal – Ordenó el amo fríamente.

Su respiración se aceleró, reconociendo que el lugar donde estaban fuera de ser la casa de su amo… era otra clínica.
Entró en un ataque de histeria ante la idea de lo que su amo querría.

-Sal – Le presionó el amo. - ¿No entendiste, esclavo?

-Por favor… - Dijo con quebranto, sus dedos se aferraron al cinturón de seguridad mientras negaba con la cabeza. – Por favor no…

-¿De qué hablas? – Preguntó Logan, hasta que entendió la situación. Rio con crueldad. – No llegaste a pensar que yo quería tener un mocoso contigo, ¿o sí, esclavo?

Este soltó un sollozo, sus manos instintivamente bajaron hacia el vientre. No sabía si era por el pánico o porque así era, pero creyó sentirlo más abultado de lo normal. – Se lo suplico… no me haga abortarlo, yo no… - Se mordió los labios, temblando ante lo que estaba a punto de decir.

-¿Tu no… qué? – Dijo Logan, abrió la puerta del lado del esclavo violentamente. - ¿tú no quieres? ¿Es eso?

-No me obligue a hacerlo… - Suplicó, el escozor provocado por la bofetada recibida lo hizo ladear la cabeza. El mayor aprovechó esto para quitarle el cinturón de seguridad y empezar a jalarlo fuera del auto.

-Tú eres mi esclavo – Le dijo molesto. – Cada maldita parte tuya me pertenece, y por ende, esa cosa que tienes dentro también. Yo decido hasta cuándo vives y también lo decido por el engendro.

-Es mi hijo – Sollozó el esclavo, un hijo… la palabra aún no entraba del todo en su cabeza, pero no por esto se iría, no por eso él dejaba de tener una vida dentro suyo. – No le haga daño, es un bebé, por favor…

Logan sacó al chico lloroso del auto sin mucho esfuerzo, después de obligarlo a abortar, muy probablemente le daría el castigo que se merecía. Lo empujó contra el auto, procurando no llamar demasiado la atención. – Vas a entrar ahí y vas a abortar esa cosa, quieras o no. Así que lo haremos por las buenas o por las malas.

El rubio soltó el llanto, presionando sus manos contra su vientre. – Se lo ruego, haré lo que sea, pero no…

El castaño se hartó, cerró la puerta de una patada y aprisionó las muñecas del rubio, jalándolo hacia la entrada de la clínica. El otro seguía suplicando, comprendió que, una vez dentro de la clínica nadie se compadecería por un esclavo como él. Apenas subieron el primer escalón de la entrada el rubio empezó a forcejear.

-¡NO QUIERO! – Gritó aterrorizado. - ¡Por favor, no me haga esto! N-no es mi culpa, por favor…

-¡¡Cállate!! – Le ordenó, obligando al esclavo a subir otro escalón. No podía creer lo que veía; aquel esclavo al que tenía tan sometido… que ni siquiera decía más de cinco palabras por miedo a una reprimenda y que pasaba todo el maldito día temblando… ahora estaba forcejeando con él, contradiciéndole en público. - ¡Tú harás lo que yo te diga!

-Es mi cuerpo… - Sollozó el menor. – Antes de esto nunca le di ninguna molestia, amo… por favor, no le haga daño... – El rubio no sabía qué más hacer, así no era como le habían entrenado, y estaba consciente de que recibiría un fuerte castigo por lo que estaba haciendo. ¡Pero la vida no podía ser tan injusta con él! Su mente se llenó de esos dolorosos recuerdos… sus manos temblaron antes de tomar las de su amo, sosteniéndolo con fuerza ante la mirada pasmada de este. – S…sé que no debo hacer esto… - sollozó – pero usted no entiende lo que estar embarazado significa para mí…no puedo matarlo, amo… no puedo…

-Suéltame – Dijo el castaño con los dientes apretados. Algunos transeúntes los veían, un policía incluso se estaba acercando a ellos con el ceño fruncido.

El esclavo lentamente obedeció, con más lágrimas bajando por sus ojos inundados. Se cubrió la cara, con temor y frustración. Esperaba un golpe, pero a cambio una mano grande se posó en su hombro como hacía unos segundos. Se giró, completamente asustado, topándose con un hombre que vagamente reconocía como un oficial.
-¿Necesitas ayuda, amigo?

-Y-yo… - Tartamudeó. Él sabía lo que era un policía. Sabía la ayuda que brindaban… pero estaba tan confundido...

Su amo lo tomó por el brazo. – Él está bien – Afirmó con esa seguridad que siempre mostraba.

-¿Entonces por qué está llorando así, idiota? – Se escuchó la voz de una mujer a lo lejos. Seguida de muchos otros transeúntes que creían entender la situación.
Todas esas voces coreaban insultos hacia Logan, negándole la decisión que ya había tomado desde hacía un rato.

-¿Ustedes qué saben? – Escupió con rencor, antes de fijarse en el policía que todavía tenía su mano en el hombro del esclavo. – No ocurre nada malo aquí, oficial. Estamos en esta clínica especializada en abortos, es normal que mi novio se ponga así de histérico.

-¿Y qué hacen aquí, entonces? – Dijo el señor, dirigiéndose al muchachito enclenque que no dejaba de temblar y llorar en silencio.

¿Qué debería decir? Sus sentidos se contradecían entre decir la verdad o no, entre pedirles ayuda a todas esas personas que en alguna ocasión le habrían ignorado o irse callado hacia la muerte de ese pequeño que tenía dentro de él. Tomó aire y abrió la boca.

-Él me dijo que quería abortar y por eso lo traje aquí – Soltó su amo. – No sé por qué ahora está con que no, pero estoy seguro de que luego dirá que sí y me va a hacer dar la vuelta aquí otra vez.

-¡Dejen que el muchacho lo diga, entonces! – Gritó un chico más cerca.
Era imposible cómo todos en ese lugar secundaban todas esas estupideces.

-Si el muchacho no lo dice, me veré obligada a no permitirles la entrada al establecimiento – Añadió una voz desde adentro de la clínica. – Es estrictamente necesario para la intervención quirúrgica el consentimiento de la madre, y es evidente que no lo hay.

El rubio miró esperanzado a la recepcionista, que desde el marco de la puerta le lanzaba una mirada decidida a su amo mientras decía aquello.

-Entonces que él lo diga – Se apresuró a decir su amo, trató de evadir esos ojos, de dejar de sentirse tan intimidado… de juntar ese poco valor que le quedaba por el bebé.

-Yo… - Tragó saliva, viendo entonces a la recepcionista – ya no quiero abortar a mi bebé, quiero tenerlo, eso… - su pecho tembló al igual que su voz quebradiza – eso es lo que más deseo en el mundo.

-Lo siento, señor – Dijo el oficial. – Pero  el doncel ya lo dijo, no quiere y esa decisión será respetada.

Logan rechinó los dientes, oh, estaba tan enojado por esa actitud tan desafiante de su mascota. Suspiró, viendo entonces al rubio. – Si esta noche me dices que cambias de opinión terminamos – Le dijo, tomándole de la mano con fuerza.

-S-sí… - Titubeó este.

-Chico, si necesitas ayuda… - No pudo escuchar lo demás, su amo lo metió al auto con prisa, al tiempo en que varias de las personas que los veían se quejaban a gritos de lo que sucedía ahí.

Se acurrucó como pudo en el asiento mientras su amo arrancaba, abrazando su propio vientre y con lágrimas descendiendo de sus ojos.

-Voy a hacer que desees haber abortado esa cosa cuando te lo ordené sucia perra – Dijo su amo sin dejar de ver el frente. – Eso te lo juro.

Notas finales:

Aquí es donde empieza ya la historia :DD
Los siguientes capitulos tampoco serán muy largos pero hago lo puedo, así como tampoco sé muy bien qué días actualizar :/
Nos vemos!


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