Luhan no sabía lo que hacía cuando se gastó su paga semanal en un libro de frases de ligar. Quizás fuera culpa de la primavera, que le comenzaba a afectar con su viento que hace a las flores de los árboles caer justo encima de una pareja besándose y que hacía verlos de película, o a lo mejor era culpa del tren (en verdad ni él mismo se creía que la culpa fuera del tren, sólo que la gente siempre lo utiliza en sus excusas y Luhan necesitaba algo más a lo que echarle el marrón). Aunque quizás, y sólo quizás, lo hizo porque estaba solo. Más sólo que la una. Y Luhan necesitaba alguien. No a alguien del tipo “persona-en-la-cual-llorar-después-de-ver-un-documental-del-maltrato-a-animales” pero si del tipo “persona-con-la-cual-despertarse-al-lado-todos-los-días”.
Suspiró y miró el libro entre sus manos. ¿Cómo algo o alguien tenía tan poca vida social como para escribir un libro de esto? ¿Y quién tenía menos aún como para comprarlo? Alguien como Luhan, seguramente. Ojeó por encima algunas páginas y sólo con eso ya podía confirmar que intentar ligar con cualquiera de esas frases, acabaría muy muy mal. Confirmado.
Quizá lo podría utilizar para hacer bromas a ancianas o para regalárselo a algún amigo por su cumpleaños (y esperar que éste no se lo tire a la cara al abrir el regalo) pero tenía que hacer algo con él. No lo podía simplemente tirar a la basura más cerca, aunque ganas no le faltaran.
Luhan empezó a caminar por la gran avenida que llevaba directamente a su casa, buscando en el libro alguna frase más o menos decente como para que la persona a la que se la fuera a decir no huyera, mientras esquivaba como podía a la gente que pasaba por su lado y esquivando de milagro algunas farolas y árboles. Ya que se había gastado su dinero en eso, intentaría sacarle provecho, si es que se podía.
-Se te ha caído el papel –susurró la primera frase que apareció al abrir el libro por el primer capítulo.
-¿Ah? ¿Qué papel? –respondió un chico buscando con torpeza alrededor suyo el supuesto papel sin éxito.
-El que te envuelve, bombón. –siguió leyendo sin darse cuenta de que alguien le había respondido, y algo peor, que él le había acabado de decir la frase.
Catástrofe.
Hecatombe.
Cataclismo.
SOS.
Luhan deseó que la tierra se lo hubiera tragado y así no haber escuchado esa voz aniñada. O quizás que la tierra tragara a ese estúpido libro. O a los dos. Sí, sería lo mejor.
-Ah… uhm, ¿gracias? –el chico volvió a hablar, rascándose la nunca nerviosamente y moviendo su pie derecho en un vaivén. Sólo esperaba que no hubiera quedado muy estúpido de su pate el haber caído en una frase tan típica aunque fuera por parte de un desconocido. No podía creer que un chico tan guapo como ese haya dicho una frase cómo esa a un chico como él. Seguro que era un error. Esto no podía estarle pasando. Estaba sonrojado hasta las orejas y miraba al suelo, lo que hizo que no se diera cuenta del estado agonizante de Luhan. Al menos debía agradecer a todos los dioses que no tuviera de paso una voz de camionero o ya se habría matado definitivamente. A los pocos minutos, sin embargo, Minseok tuvo que levantar la cabeza al no recibir ni una palabra ni un movimiento. -¿Estás bien?
La pregunta hizo reaccionar por fin a Luhan, quién también levantó también la mirada. Oh, mierda. ¿Ya que metía la pata, no podría haber sido con alguien que no fuera tan adorable ni tan pequeñito ni tan abrazable ni tan de tamaño de bolsillo como el chico que tenía delante? Ahora no sabía si arrancarle las páginas una a una al libro o tirarle agua bendita por encima porque era un milagro que le haya dicho esa horrible frase a alguien tan tan tan de su tipo, y que no le haya pegado en sus partes nobles por salido. Ahora sólo quedaba pensar cómo explicarle que se había equivocado sin quedar como un tonto. O mínimamente decente.
-¡Ah! Si, si, estoy bien. Lo siento por decirte eso, ha sido sin querer, lo juro, yo… no iba prestando atención. Sólo… he leído, ya verás, lo que dice este libro. Realmente lo lamento –Vale, plan de quedar bien, fallido. Siguiente fase: hacer una reverencia de esas en las que tu pelo roza el suelo y rogar por perdón.
Minseok sólo se frotó otra vez el pelo de forma nerviosa. Seguía sin saber cómo reaccionar. Era todo tan surrealista. La solución a cómo salir de ese aprieto no la encontraría en ninguno de los libros de texto que cargaba en su mochila, por lo que debía pensar en una manera de salir de esa situación tan vergonzosa.
-Yo… lo entiendo, está bien, está bien. No pasa nada... –Minseok murmuró, esperando que el castaño entendiera que quería saber su nombre.
-Luhan. Llámame Luhan. –Bingo.- ¿Y tú? Si se puede saber, claro…
-Me llamo Minseok. Bueno, Luhan, ten más cuidado la próxima vez. –Respondió mientras se despedía haciendo una reverencia. Luhan se apresuró a guardar el libro en su mochila para evitar futuros desastres y discretamente cogió un bolígrafo y papel en el que escribió apresuradamente. –Mmm, y un gusto conocerte. Supongo.
Minseok se rió de manera tímida ya que las circunstancias de conocer a Luhan no habían sido las mejores pero de entrada podía comprobar que no era una mala persona, sólo un poco torpe. Y Luhan escuchó su pequeña risita cómo si fuera el Avemaría cantado en el propio Vaticano. Sin exagerar.
-¡Un gusto conocerte igualmente, Minseok! –y con eso, Minseok se dio la vuelta finalmente, dispuesto a reanudar su recorrido cuando Luhan volvió a hablar- Ah, y esta vez se te ha caído un papel de verdad.
Bajó la vista y se encontró con un papel que no había visto hasta ese momento y juraría que no estaba antes de que el contrario se lo dijera. Estaba a punto de responder que estaba seguro de que no era suyo cuando se dio cuenta de que el castaño ya se había ido. Recogió el papel (más por curiosidad que nada) y lo abrió. Había un teléfono junto al nombre de Luhan escrito con un coreano bastante desordenado.
En algún punto de la misma avenida, un chino se decía que un poco si había valido la pena comprar aquel estúpido (pero eficiente) libro.