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Siempre hay una sorpresa más por AliceNya

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Notas del fanfic:

Como saben, los personajes no son míos sino que le pertenecen al tensai Konomi Takeshi, aunque ya verán que un lindo personaje sí es mío jaja xD

Notas del capitulo:

Bueno bueno, este fic va dedicado a Anairafuji que me pidió un epílogo de esta pareja :) ¡Yo también amo a esta pareja! Por eso estaba feliz de escribir algo sobre ellos nuevamente. Y también espero que le guste a Akajani jejeje.

Estaba ya amaneciendo, y la pareja que todavía seguía durmiendo estaba abrazada, sin ningún tipo de frazada que cubriera ambos cuerpos. Como habían dejado la cortina abierta, el sol empezó a molestarles, y el primero que se despertó fue Krauser.

- Waaa –bostezó todavía en los brazos de Kirihara quien estaba detrás suyo– este dormilón, le dije que pusiera la alarma temprano.

Intentó salirse de los brazos de Akaya sin éxito, ya que éste al sentir que ‘algo’ se movía, decidió abrazar más fuerte a ese ‘algo’. No pudo más que sonreír, su esposo era todo un caso en todos los aspectos. Después de que se casaron las cosas no cambiaron mucho, pues ambos ya estaban viviendo juntos y lo único que habían hecho era formalizar la situación. Estaba feliz, sí, pero sentía que algo falta en sus vidas, algo que rompiera con la monotonía de la casa luego de 3 años de casados.

- Darling… –lo movió un poco para sacarlo de sus sueños.

- No, no, cinco minutos más –lo abrazó más fuerte.

- Akaya, tengo que hacer el desayuno y ya es tarde.

- Por un día que no desayunemos no se va a acabar el mundo.

- Pero tienes que comer algo antes de ir a entrenar.

- Bueno, pero con una condición –dijo entreabriendo por fin los ojos, aunque lo hizo con una sonrisa algo malévola que alertó al rubio.

- Ehm… ¿Cuál? –preguntó algo nervioso.

- Quiero comer un poco, no –se corrigió–, mucho. Quiero todo de Uzauza.

- Sabes que aquí me tienes –respondió ruborizándose.

- Y aquí mismo te tendré –rió volteando al rubio para que estuviera cara a cara– gracias por hacerme muy feliz, amor.

- De nada –respondió dándole un beso en el mentón.

- Hey, hey, a mí me das los besos completos…

- Ok, déjam… –no pudo terminar de decir ‘déjame acomodarme’ pues el cabeza de alga ya se le había abalanzado encima besándolo en los labios. Krauser amaba la impetuosidad de su esposo, y éste a su vez amaba lo mucho que el rubio lo cuidaba y lo quería.

Y así es como las palabras sobraron… Bueno, no del todo; los gemidos del rubio se oían en todo el apartamento así como sus jadeos que deslizaban el nombre de su pareja en cada embestida. Akaya estaba encima de él, penetrándolo por detrás mientras que Krauser se aferraba a las sábanas de la cama; el mayor empezó a morderle el cuello haciendo que el rubio temblara como si una corriente eléctrica estuviera pasando por su cuello… Y le encantaba.

Akaya lo volteó, porque quería mirar esos radiantes ojos grises que lo volvían loco, mientras que lo mismo sucedía con los ojos verdes para Krauser. No podía evitar sonreír mientras el menor se aferraba con los brazos al cuello del mayor en señal de que quería más, por lo que no hizo más que complacer a su pareja y embestirlo mientras éste también enrollaba sus piernas en la espalda del ojiverde. Ambos se sentían cerca del cielo, se sentían uno sin importar en qué posición lo hacían o dónde lo hacían; cuando ambos llegaban al clímax sólo querían estar uno al lado del otro, realmente disfrutaban estar juntos luego de todo lo que les había costado.

Cuando Akaya se vino dentro de Krauser, éste también se vino y dejó que su pareja lo limpiara con su lengua. Ya lo habían hecho la noche anterior, por lo que una vez más estaba bien por la mañana; total, ya lo volverían a hacer en la noche…

- Akaya, ya está tu desayuno.

- Ya voy cariño, espera que termino de cambiarme –se había duchado rápido porque faltaba media hora para el entrenamiento en el instituto.

- En serio, apresúrate o me lo comeré yo.

- Vale, ya voy –dijo mientras se amarraba las zapatillas e iba a la mesa, donde lo esperaba Krauser.

- ¿Te han dicho algo para el próximo US Open?

- Como quedé entre los mejores cinco, me han ofrecido un programa de entrenamiento aún más exigente ya que represento a Estados Unidos.

- ¿Lo tomarás?

- Aún no lo sé, se viene Wimbledon y no quiero perdérmelo, es en 7 meses y es el torneo que me falta ganar.

Otra vez se iría…

- Y… ¿Tendrías que viajar, verdad? –bajó la vista a su comida.

- Sabes que tengo que hacerlo, amor –dijo levantándole el mentón.

- Es sólo que te extraño mucho, me siento muy solo cuando no estás.

- Krauser –lo miró fijamente–, no hay nada en este mundo más importante para mí que tú –lo besó tiernamente– sabes que cuando vuelvo es cuando más feliz estoy. Un trofeo no es nada comparado contigo; tú siempre me recibes con los brazos abiertos –añadió sonriente.

- Baka –sonrió– vas a llegar tarde.

- ¡Rayos! –se levantó, cogió su maleta y se acercó a la puerta– Uy, me olvidé de algo –regresó y abrazó a Krauser, levantándolo del suelo y dándole un beso muy apasionado– I love you.

- I love you –respondió. Es lo único que sabe decir bien en inglés después de tantos años aquí jeje.

Ya habiéndose despedido, Krauser se dispuso a hacer las tareas del hogar, después de todo era lunes y las clases que daba de tenis habían sido pospuestas debido a unas remodelaciones en el lugar. A veces me dan ganas de estrangularlo, se decía cuando tenía que ordenar las cosas de la sala, pues Akaya tenía la mala costumbre de leer el periódico y las revistas y dejarlas por ahí. Mientras recogía el periódico de ayer, se deslizó un afiche que cayó al suelo. Rayos. Se agachó y cuando se inclinó, empezó a sentir un dolor espantoso en su estómago.

- ¡Argh, tengo que ir a vomitar! –se levantó y corrió directo hacia el baño, abrió la tapa del váter y vomitó lo que había comido esa mañana–. Qué asco –añadió limpiándose y lavándose la boca.

Terminó de limpiar la sala rápidamente y se fue a cocinar. ¿Qué puedo prepararle…? Meditando un poco, decidió hacer algo de pollo frito, ya que a Akaya le gustaba mucho y ya se merecía que le hicieran su comida favorita luego de haberlo tenido a raya con las frituras por 2 meses.

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FLASHBACK

- ¿¡Amor, qué pasó!? –dijo Krauser con preocupación luego de haberlo visto entrar todo cabizbajo.

- Yo… Fui a ver a mi entrenador…

- ¿Y? ¡No me digas que se aprovechó de ti ese malnacido porque lo mato ahora mismo!

- No, no, sabes que sólo soy tuyo –sonrió un ratito y luego se puso triste de nuevo–, es sólo que fue a pesarme como cada mes y… aumenté 5 kilos –dijo cubriéndose la cara.

- Pero amor, si estás igual de delgado como hace 7 años –dijo hablando seriamente.

- Pues la balanza dice otra cosa –suspiró– así que me dio una dieta estricta que debo seguir al menos por 2 meses para estar en forma de nuevo.

- A ver, dame la lista –Akaya se la tendió y la observó–. Amor, creo que te mandó a vivir de ensaladas.

- Ya lo sé –suspiró otra vez con resignación–, y a mí que me encanta la comida americana…

- Bueno cariño, no te preocupes, yo me encargo de eso –guiñó el ojo–, después de todo, soy algo así como la mujer de la casa –bromeó.

- No –respondió tomándolo en brazos con una rapidez que el rubio ni se lo veía venir–, eres MI hermoso hombre–y lo besó.

- Mmmm Akaya… –se rindió ante sus besos.

No pasó ni un día cuando Akaya ya estaba husmeando en la refrigeradora, por lo que se ganó un buen coscorrón en su cabeza de alga y una amenaza de abstinencia sexual por una semana si lo volvía a hacer. Sí, pobre Akaya, no pudo hacer el amor por 3 semanas… Pero sí se puso en forma de nuevo.

FIN DEL FLASHBACK

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Prendió la radio para cocinar tranquilo, sonaba una de sus bandas favoritas y se puso a tararear…

You said I love you babe, without a sound
I said I'd give my life for just one kiss
I'd live for your smile and die for your kiss...

- Ah, ¡qué buena canción! –se le salió una lágrima pensando en Akaya. Siempre que pasaban esas canciones de amor era imposible no pensar en su amado esposo.

Ya había terminado de freír el pollo e iba a freír las papas, pero el olor a vainilla que había entrado por la cocina le hizo dar náuseas y no pudo más que volver al baño y vomitar. Al salir del baño, ya estaba preocupado porque él no era de los que se enferman fácilmente, y mucho menos de los que vomitaba 2 veces en un mismo día. Si hay una tercera, llamaré a Akaya. No quería preocuparlo por si era sólo una indigestión, así que continuó cocinando. Sólo por si acaso, él se hizo una sopa instantánea pues no le quedaban ganas de seguir cocinando luego de terminar de preparar la comida de Akaya.

- ¡Hola, mi amor! –saludó un animado Akaya en voz alta.

- Hola cariño, ya está el almuerzo –dijo desde la cocina– espérame un momento.

Estaba sirviendo la comida, cuando de nuevo le entraron las ganas de vomitar.

Demonios, pensó con ironía y se marchó otra vez al baño. Akaya apenas pudo darse cuenta de que Krauser había pasado rápido hacia el baño y se quedó sorprendido cuando éste le gritó que se fuera luego de cerrarle la puerta en la cara al ir a verlo.

- ¿¡Qué tienes, amor!? ¡Vamos, déjame entrar que quiero ayudarte, me estás preocupando! –dijo golpeando la puerta, pues el rubio no salía.

- A ver, dónde está esa cosa –dijo para sí buscando en las repisas donde estaban los medicamente– ¡Aquí está! –luego de tomar la caijta, la miró fijamente–. Estoy bien, salgo en un par de minutos.

- ¿Seguro? ¿¡Cómo es eso de que en un par de minutos, acaso los contabiliza!?

Akaya estaba impaciente pues estaba preocupado por el rubio y cada segundo se le hacía eterno. Al cabo de 10 minutos, recién Krauser abrió la puerta pero se quedó en el baño. El ojiverde entró un poco temeroso, pero encontró a Krauser sentado encima del retrete cerrado.

- Akaya… –susurró mirando el suelo.

- ¿Q-qué? –preguntó con voz temblorosa.

- Amor… Creo que… –no le salían las palabras, inhaló largamente, exhaló igual de lento–. Creo que estoy embarazado.

Hubo una pasa bastante larga para ambos, pues Akaya se había quedado en shock y Krauser seguía mirando el suelo, pues no quería ver qué reacción tendría su esposo luego de la noticia. Nunca se habían planteado tener un hijo, ni siquiera luego de que el capitán de la Rikkaidai llamara a Akaya hace un par de años para decirle que estaba embarazado de Sanada, aunque todavía no se habían casado. Se imaginaba que luego del nacimiento ya habrían oficializado su relación, aunque seguro ya se habría embarazado de nuevo.

- ¿Estás seguro? –preguntó agachándose a la altura de Krauser.

- Sí –respondió secamente aún con la vista en el suelo.

- Pero cariño, ¡eso es maravilloso! –y le dio un abrazo que casi se caen los dos al lado del retrete– lo siento amor, ¡es sólo que estoy muy feliz por la noticia! –dijo con la cara resplandeciente.

- ¿En serio? –preguntó sorprendido.

- Claro que sí –y le dio bastantes besos en los labios– ¿Tú no? –preguntó preocupado.

- Yo también lo estoy, es sólo que no sabía cómo ibas a reaccionar –respondió igual con sorpresa, para luego sonreír y levantarse para abrazar mejor a Akaya, quien lo empezó a mecer estando parados, como si estuvieran bailando un suave vals.

- Vamos a tener un bebé –seguía sonriendo con Krauser en sus brazos–, pero creo que es hora de que vayamos al médico.

- Pero te hice pollo frito…

- Ok, primero comemos y luego vamos a ver al doctor –dijo llevando al rubio a la mesa.

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Resultó que tenía 2 meses de embarazo, seguro que fue antes de que Akaya iniciara la dieta pero de todas formas todo estaba bien con el cuerpo de Krauser. El médico le dije que probablemente tendría que esperar un par de meses más si querían saber el sexo del bebé, por lo que aceptaron volver a la oficina para el cuarto mes de embarazo. Siguiendo todos los consejos del doctor, no tuvo problemas cuando llegaron al final del cuarto mes y descubrieron que estaban esperando un niño.

- Vaya, un niño –se repetía Akaya a cada rato.

- Ya puedes ir arreglando la habitación, cariño –guiñó el ojo.

- Ah sí, sí… ¿Yo?

- ¿Y tú crees que podré siquiera cargar los baldes de pintura y armar la cuna? –le lanzó una mirada asesina, sólo esas que las madres que sufren del dolor de espalda y los pies hinchados pueden dar cuando no las dejan descansar.

- Ya, yo lo hago, no te molestes –le dio un beso en la frente y le acarició el vientre–. Te amo –añadió con una sonrisa.

- Si serás un demonio –le devolvió la sonrisa y lo abrazó.

En paralelo a los entrenamientos de Akaya y los dolores de Krauser por el embarazo, decoraron una habitación que servía como archivador de papelerías y la transformaron en una hermosa habitación para un bebé de color verde. A ninguno de los dos les hacía gracia el color celeste o azul pastel, así que usaron un color verde manzana en las paredes y decoraron con muebles verde olivo y blanco. Las cortinas eran también blancas y eran de encaje, por lo que la luz entraba con suavidad en la habitación; ambos estaban muy felices y muy emocionados que ya querían que el bebé llegara para poder verlo ahí jugando. Sin embargo, un mes antes de la fecha programada para la llegada del bebé, el entrenador de Akaya le dio una noticia que ya se le había olvidado.

- Dentro de dos semanas se realizará el viaje de los participantes de EUA hacia Inglaterra para el torneo de Wimbledon, no te olvides de empacar lo necesario –le había dicho el entrenador.

¿Y ahora cómo voy a hacer con Krauser y el bebé?

Sabía que tenía que decírselo a su rubio, después de todo era su esposo, pero nunca se sabe cómo reaccionará un embarazado…

- ¿¡CÓMO QUE TE VAS A IR!? ¡NI TE ATREVAS A DEJARME SOLO CON EL BEBÉ O TE CASTRO! –y así comenzó una tortura para Akaya hasta muy entrada la noche, que para cuando Krauser se calmó y rompió en llanto, prometió que volvería a tiempo para ver nacer a su bebé– Está bien –respondió entre lágrimas, después de todo sabía lo mucho que Akaya quería ganar ese torneo que por años no había podido. Aceptó el hecho de que su esposo tenía que competir, pero eso no le quitaba la tristeza de saber que iba a estar lejos del amor de su vida con un bebé en camino.

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El día de la partida de Akaya llegó, y con ello Krauser había tratado de llevar de la mejor manera posible la ida de su amado, pero ese último día no pudo evitar romper en llanto de nuevo, corrió a abrazar a su cabeza de alga con fuerza y éste también derramó varias lágrimas al ver a su rubio tan triste. El entrenador de Akaya lo estaba esperando, y cuando éste bajó, se encontró con un jugador todo pálido y lleno de tristeza.

- ¿Estás bien, Kirihara?

- Yo… –¿estaba haciendo lo correcto? – Lo estoy.

Krauser miraba a través de la ventana del cuarto del bebé con ojos tristes y llorosos cómo Akaya se iba con el resto de los participantes en una van camino al aeropuerto. Decidió ir a acostarse y no pensar en nada más.

- Tranquilo, cariño, tu padre llegará a tiempo –le decía a su vientre bastante crecido mientras se echaba en su cama.

Unas horas depués…

Urgh, duele demasiado… ¡ARGH!!

Se despertó con dolores insoportables pero se sorprendió porque tenía unos brazos que lo estaban abrazando mientras dormía, y cuando volteó a ver, era Akaya quien ya se estaba despertando también por los movimientos de Krauser.

- ¿Akaya? ¿¡Qué rayos haces aquí!? –preguntó sorprendido, pero luego le sobrevinieron los dolores– ¡AAAARGH!

- ¿Amor? –pensó un momento– ¿¡EL BEBÉ YA VA A NACER?!

- ¡CLARO QUE VA A NACER, BAKAYA! ¡LLÉVAME AL HOSPITAL! –gritaba un Krauser retorciéndose de dolor cuando de pronto–. Holy craps… Se me rompió la fuente –ambos palidecieron y Akaya inmediatamente llamó a un taxi para que viniera por ellos.

Durante el trayecto, que duró increíblemente 3 minutos debido a las constantes amenazas de la futura madre al taxista, Akaya simplemente se mantuvo callado respecto a la pregunta que le había hecho su esposo. “¿Qué rayos haces aquí?”, él realmente esperaba que yo me fuera… Todavía no sabe cuánto lo amo.

Krauser fue llevado a la sala de operaciones directamente para la cesárea pues el bebé iba a nacer en cualquier momento, y Akaya estaba muy nervioso esperando a su lado como cualquier padre primerizo. Al cabo de una hora, Krauser sostuvo a su hermoso bebé mientras estaba tomando reposo, junto a él estaba un Akaya todo lloroso y resplandeciente por el nacimiento de su hijo.

- Vaya que eres hermoso –susurraba el rubio a su pequeño hijo, y sí que lo era: tenía la piel muy blanca igual que sus padres pero lo poco de cabello que se asomaba era de color oscuro; cuando abrió los ojos por un momento, Krauser pudo notar un hermoso par de ojos verdes, igual que los de su esposo, con lo que le hizo recordar cómo es que Akaya estaba aquí y no en Inglaterra– Akaya… –levantó la vista hacia él– ¿por qué no te fuiste?

- Aún puedo irme, si quieres –dijo haciendo ademanes de irse hacia la puerta, luego volvió y le besó la frente–. No podía perderme esto, cariño. No podía irme sabiendo lo mucho que me necesitarías –empezó a llorar un poco, cosa que enterneció a Krauser.

- Te amo, Akaya –dijo acariciando las mejillas de su pareja con la mano libre que le quedaba–, no hay madre más afortunada que yo –rió.

- Por cierto, se nos olvidó escoger el nombre.

- Bueno… ¿Qué te parece Sorato? –dijo con ternura– Es todo un ángel, igual que tú –sonrió, ruborizando a Akaya.

- ¿Y si se comporta como un demonio? –bromeó.

- Sabré manejarlo –y lo besó a Akaya– Entonces, ¿qué dices?

- Me parece perfecto, Uzauza –dijo sonriendo–. Sorato… –susurró en voz bajita dirigiéndose al pequeño– no hagas travesuras como tu padre.

- Más le vale – besó suavemente la cabecita del bebé y tomó de la mano a Akaya, acariciándola y apretándola de lo emocionado que estaba por esta nueva etapa en sus vidas.

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- ¡SORATO! ¡VEN AQUÍ! –gritaba el rubio al pequeño, llamándolo para que limpiara lo que había ensuciado.

- Lo siento mamá –decía el pequeño de ahora 6 años, mirándole con esos ojos verdes que siempre habían sido su perdición. Su cabello era verde muy oscuro, pero largo y lacio; y además tenía la misma habilidad de su padre de salirse con la suya, no por nada era muy inteligente.

- Está bien, está bien –dijo acercándose a limpiar él– llama a tu padre, por favor, ¿sí, cariño?

- ¡Seguro! –respondió muy animado porque se había salvado de un castigo.

- ¿Me llamaste, amor? –preguntó Akaya mientras entraba a la cocina.

- Ajá. ¿Vas a ir a trabajar hoy? –Akaya ahora el jefe de esa institución, y había sido de los pocos que habían ganado 4 Grand Slam seguidos.

- No, hoy pueden sobrevivir sin mí –dijo acercándose a un distraído Krauser.

- Great. Necesito que… ¿Qué haces? –preguntó sintiendo unos brazos alrededor de su cintura.

- Estoy acariciándote, ¿alguna objeción? –se acercó a su cuello para morderlo con ternura.

- Mmm no, pero tengo que preparar la comida de hoy y… Ahhhhh –sintió como su cuerpo se derretía con las caricias de su esposo– Espera un momento –dijo separándose de Akaya– ¡Cariño, ven un momento!

- ¿Sí, mamá?

- La comida va a tardar, así que si quieres puedes ir donde nuestro vecino para que juegues con él –su vecino era un niño llamado Shizen que vivía en el piso de arriba.

- ¡Yeeeeeee! –corría el muchacho para irse con su amigo.

- ¿En qué nos quedamos? –preguntó sensualmente Krauser luego de oír la puerta cerrándose.

- En que te haré mío en la cocina –le dijo acariciando los mechones rubios de su pareja y acercándose de nuevo a su cuello, desde donde empezaría a desvestirlo por los botones de su camisa, bajando por los hombros y el vientre, luego hacia su pantalón.

- A-Akaya… –susurró extasiado.

- Te amo, Uzauza, no podría vivir sin ti nunca –dijo besándolo en todo su albino cuerpo, sin olvidar algún espacio. A pesar de tantos años, el amor y la pasión que había en su relación jamás decayó, sino que, incluso con un niño ahora en casa, sabían cómo disfrutar tanto de un tiempo en familia como de un tiempo a solas los dos.

Notas finales:

El nombre de Sorato lo encontré en una de esas listas que hay en internet de nombres japoneses, y decía que "Sorato" significaba 'ángel' o 'ser celestial' y que estaba conformado por 'Sora' que significa 'cielo' y 'To' de 'hito' que significa 'persona/humano'.

 

Por cierto, es hora de ponerle un nombre a este par, si se les ocurre alguna idea, podemos patentarlo jeje :D Estaba pensando algo así como Angelic o Divine Pair, pero esto es una democracia así que espero sus comentarios n_n

 

¡Nos vemos!


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