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Baloncesto callejero por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Portada (Click para ver)

Fic conjunto por dos autoras: Kaoru Himura y Fullbuster

Actualización: Los domingos.

 

Unos pasos se escuchaban acercarse en la lejanía acompañados por el murmullo que generaban dos personas manteniendo una conversación. Cuando dos pares de pies se detuvieron frente al apartamento 55, el sonido de los pasos fue sustituido por el tintineo metálico que producía el juego de unas llaves al chocarse entre sí al girarlas en la cerradura. Después se unió un ''click'' seguido de un leve chirrido de una puerta abriéndose.


- Bakagami me saca de quicio – se quejaba un joven alto de veintidós años con pelo azulado y ojos del mismo tono mientras cruzaba la puerta.


- Daiki, deja de lloriquear – le reprendió otro chico de la misma edad, de menor estatura y pelo rojizo al igual que sus ojos - los dos sois unos cabezotas a los que os cuesta jugar como un equipo. Solamente sabéis discutir en la cancha cuando estáis cerca el uno del otro y competir entre vosotros en lugar de trabajar juntos.


Aomine, que así se apellidaba el chico de pelo azul, miró con el ceño fruncido al otro chico molesto por lo que acababa de decir.


- Sólo tiene que seguirme el ritmo y hacer caso a mis órdenes, Sei. No creo que sea tan difícil – le replicó.


- Kagami y tú tenéis una personalidad parecida, en especial cuando estáis jugando a baloncesto – le contestó Akashi Seijurro, que así se llamaba el pelirrojo – Si fuese al contrario, ¿tú acatarías sus órdenes?


- Yo no necesitaría hacerlo para ganar, pero él sí necesita obedecerme para conseguir la victoria.


Akashi resopló mientras dejaba su bandolera encima de uno de los sillones y se apoyaba en el respaldo.


- Las únicas órdenes que debéis obedecer los dos son las mías, para algo soy vuestro capitán.


Aomine se dejó caer en el sillón enfurruñado y se tumbó en él cerrando los ojos adoptando una postura demasiado sensual mientras Akashi le observaba hacerlo. El pelirrojo se acercó a él, se quitó los zapatos y colocó uno de sus pies sobre la entrepierna del otro chico masajeándola. Aomine abrió sus ojos y miró a su capitán que mantenía su rostro serio y los brazos cruzados mientras seguía moviendo su pie para darle placer. Se incorporó, agarró el pie y se lo quitó de encima.


- Ni lo intentes, yo soy el único que puede darme placer absoluto – gruñó malhumorado girándose en el sofá para darle la espalda.


- ¿Hasta en el sexo tengo que aguantar esa maldita frase? - le dijo Akashi mosqueado con su pie suspendido en el aire – No seas infantil y desnúdate – le ordenó.


Aomine ni siquiera se molestó en mirarle, solamente se quedó allí tumbado con los ojos cerrados y dando la espalda al pelirrojo, quien tomó ese gesto como una insubordinación y comenzó a cabrearse. Aprovechó que tenía su pierna en alto para darle un pequeña patada en la separación entre los glúteos del otro logrando que éste diera un respingo en el asiento.


- ¿Pero qué demonios...? - se quejó Aomine.


- Te he dado una orden y como tu capitán y tu novio, debes obedecerme... si no quieres que el castigo sea peor – le recordó con un aura peligrosa a su alrededor.


Aunque conocía el carácter de Akashi y sabía que nunca le haría daño, la primera reacción de Aomine fue ponerse nervioso temiendo el posible castigo que su pareja desde hacía cinco años tuviese en mente, pero después vio el bulto que sobresalía en los pantalones de Akashi y sonrió con prepotencia.


- Vaya, veo que alguien tiene muchas ganas de disfrutar de estos abdominales... - dijo con burla levantándose la camiseta – y de esto otro – añadió agarrándose su miembro.


- Aomine, no tientes a la suerte.


Que le llamase por su apellido era una clara señal de que Akashi estaba realmente excitado y no estaba de humor para los juegos de su novio. Aomine se levantó sin borrar su sonrisa y comenzó a desnudarse lentamente bajo la atenta mirada de su pelirrojo.


- No tiento a la suerte, te tiento a ti.


-Date la vuelta y ponte a cuatro patas como el perro que eres. Debes aprender a obedecer a tu amo – le ordenó Akashi.


- Oblígame – le retó Aomine sin borrar su sonrisa. Sabía que a su novio le gustaban esos juegos pero a él le iba retarle y ponérselo difícil.


El pelirrojo se acercó a él y, antes de que pudiera darse cuenta, estaba de rodillas sobre el suelo. Akashi se posicionó detrás de él desabrochándose su pantalón y dejándolo caer junto a su ropa interior. Colocó su brazo sobre la espalda de Aomine y le empujó para que se inclinase hacia delante apoyando sus brazos en el suelo adoptando la postura que le había ordenado tan sólo unos segundos antes.


- Odio cuando usas tus habilidades en el baloncesto para... - comenzó a decir Aomine pero no pudo continuar porque Akashi le había puesto su cinturón sobre la boca.


- Calla, los perros no hablan – le mandó escuchando sus quejas ahogadas por la mordaza improvisada que había usado.


Pronto esas quejas dejaron de escucharse cuando Akashi metió el primer dedo en su interior moviéndolo para dilatarle. Enseguida le acompañó un segundo y tercer dedo que entraban y salían a su antojo empezando a sacar roncos jadeos del chico postrado ante él. Sacó sus dedos al creer que ya estaba listo y cogió su miembro introduciéndolo lentamente en ese rosado orificio que clamaba por ser penetrado.


Tras meter su longitud por completo, la sacó para volver a embestirle de una sola estocada. Repitió ese movimiento varias veces con fuerza logrando que los jadeos de Aomine fuesen más sonoros y su propia respiración se descompasase. Llevó su mano al erguido miembro de su chico para masajearlo mientras seguía penetrándole variando entre envites rápidos y otros lentos y profundos.


Los gemidos cada vez eran más intensos y seguidos indicando que ambos se encontraban próximos a llegar su momento de máximo placer. Tras unas pocas embestidas más, Akashi terminó corriéndose dentro de Aomine y éste, al sentir cómo aquel líquido caliente le invadía y la experta mano de su chico seguía dándole placer, no pudo evitar correrse también manchando el suelo.


Ambos se dejaron caer al suelo bocarriba agotados tratando de recuperar el aliento. El pelirrojo giró su cabeza para mirar el rostro relajado de su pareja con una sonrisa de satisfacción en su boca y a él también se le dibujó una pequeña sonrisa en sus labios.


- ¿Estás nervioso por lo de mañana? - le preguntó Akashi.


- Para nada, voy a patearles el culo a todos y conseguiré el puesto – le contestó muy seguro – Y eso quiere decir que te voy a ganar a ti también, Sei.


- Inténtalo si puedes – le dijo sonriendo y acercándose a él para besarle.


Al día siguiente los dos participarían en un torneo para optar a una plaza en un equipo profesional de baloncesto, deporte que ambos practicaban desde hacía años.


De repente, una canción se oyó en la estancia arruinando el ambiente. Akashi se separó de un salto de los labios de Aomine al reconocer el tono que tenía adjudicado a su padre en su móvil. Se levantó corriendo y cogió su bandolera buscando en su interior hasta que encontró el aparato y descolgó la llamada. Aomine le escuchó pronunciar un par de monosílabos y supuso que su padre ya le estaba dando órdenes sin dejarle opción a negarse.


- Tengo que irme, Dai, mi padre quiere que vaya a su casa a comer con él – le comunicó tras colgar – Dice que tiene que hablar conmigo de algo importante.


- ¿Tienes idea de lo que puede ser? - le preguntó extrañado ya que padre e hijo tenían unos días acordados en los que siempre quedaban para hablar o más bien para que su padre le controlase y ese día no era uno de ellos.


- Ni idea. Será mejor que me dé una ducha antes, no creo que sea buena idea presentarme ante mi padre lleno de semen.


- Te acompañaría pero sé que tu padre se pondría histérico si no llegas puntual.


Ambos se sonrieron cómplices y Akashi se fue al dormitorio que ambos compartían para dirigirse al aseo que había dentro y ducharse. Tras terminar, se vistió con ropa formal, se despidió de Aomine con un apasionado beso y salió del apartamento para ir a encontrarse con su padre.


Condujo el coche hacia las afueras de la ciudad, su padre tenía una enorme mansión fruto de todo el duro trabajo de su vida y el éxito acumulado y que ahora exigía a todos sus hijos. Sobre Akashi siempre había recaído la gran responsabilidad de ser sencillamente perfecto. No podía cometer errores, siempre debía ser el mejor en todo, en sus estudios, en el deporte, en la casa, el hijo perfecto, no había nada en lo que Akashi pudiera ser malo o no saber hacer. Su padre siempre exigía demasiado y esa responsabilidad a veces pesaba demasiado sobre sus hombros.


Los guardias de la puerta abrieron la gran puerta de reja en cuanto reconocieron el coche y le cedieron el paso a los inmensos jardines. Condujo por la carretera hasta llegar a la entrada de la casa donde dejó el coche perfectamente aparcado en el garaje trasero tal y como su padre siempre quería que estuviera.


Entró por la casa viendo a los sirvientes ocupados en sus quehaceres. Su padre no aparecía por ningún lado y supuso que estaría en su despacho. Decidió ir hacia el salón ya que su padre tenía terminantemente prohibido que se pisara su despacho. Iba de camino por el pasillo entre todas aquellas lujosas obras de arte, de sus cuadros y esculturas cuando el mayordomo salió a su encuentro.


- Joven amo, su padre le atenderá en el comedor. Le recibirá en cuanto pueda – comentó – por favor, acompáñeme.


Akashi siguió al mayordomo y una vez estuvo en el comedor, se sentó en una de las esquinas de la mesa, su padre siempre se sentaba en frente en la otra punta de la mesa. Ni siquiera para comer estaban realmente juntos. Aún no sabía para qué le había mandado llamar pero algo importante tenía que ser para dejar a un lado sus importantes negocios para atenderle a él. Cuando era niño, su padre jamás estaba con él y eso al final… había forjado ese carácter en Akashi.


Tuvo que esperar casi unos tres cuartos de hora hasta que su padre se dignó a aparecer para comer y sirvieron la comida enseguida. Tenía prisa por volver a sus negocios y eso era una de las cosas que tan mal le sentaban a Akashi, que le hiciera perder su tiempo esperándole sólo por los negocios. Siempre eran más importantes el resto de cosas que su propio hijo.


- ¿Estás preparado para la prueba de mañana? – preguntó su padre.


- Sí – le dijo de forma seca.


- Me han dicho que tu… que ese chico con el que vives también se presenta.


- Mi novio, papá – dijo dando un bocado a la carne de su plato.


- Lo que tú digas…


Akashi sabía que su padre nunca había aceptado su homosexualidad, ni incluso cuando ambos se enteraron que Aomine era capaz de tener hijos. Siempre le decía que quería descendencia pero cuando le contaron que Aomine podía dársela cuando fuera el momento oportuno, él prácticamente se echó a reír y no se lo creyó. No le sentó muy bien aquella noticia y es que no le gustaba nada el hecho de que su hijo fuera homosexual. De hecho… ni siquiera a sus amigos de la alta sociedad se lo había contado.


- Sí, se presenta conmigo.


- Pero sólo hay una plaza. Espero que hagas lo que tengas que hacer para obtenerla, es tu gran oportunidad de triunfar.


- Si Aomine pasa esa prueba estaré orgulloso de él. Ha mejorado mucho.


- Porque entrena contigo. Eres idiota al enseñarle tu estilo de baloncesto y practicar con él. Estás perdiendo grandes oportunidades de ser alguien importante y jugar en la NBA.


- Tiene actitudes, sé que puede lograrlo.


- Pues espero que no te venza, esa plaza es tuya. No sería capaz de reconocerte como mi hijo si no obtienes esa plaza. Mis hijos deben ser triunfadores y no unos fracasados. ¿Eres un fracasado, Akashi? – preguntó de mal humor.


- Ya sabes que no – le dijo enfadado – he hecho siempre todo lo que has querido, pero esta vez no, papá. Amo a Aomine y si consigue esa plaza estaré feliz por él. Seguro que habrá otras oportunidades.


- No seas ignorante, Akashi, oportunidades como ésta sólo aparecen una vez en la vida, o la coges o fracasas. Si entrases en el equipo podrías mantener a tu familia, ¿no?


- Supongo que sí – dijo.


- Espero que la obtengas. No te molestes en volver por aquí si no llegas a ese equipo. ¿Me has oído?


- Sí – le dijo Akashi mirándole fijamente casi desafiándole.


Su padre siempre había sido duro y aún así… él sabía que aquella plaza tenía su nombre. Aomine era bueno, pero aún no era capaz de superarle. Amaba a Aomine, eso lo tenía claro y si la obtenía él se alegraría, aunque algo muy dentro de sí mismo le decía que seguramente… esa plaza ya era suya. No tenía nada por lo que preocuparse, cumpliría ese deseo de su padre al menos ya que le había decepcionado cuando empezó a salir con Aomine.


Su relación había cambiado demasiado cuando le contó que salía con ese chico, habían sido cinco años muy complicados debido al trato de su padre, siempre frío y calculador, ni siquiera hacía el esfuerzo por tratar de conocer a su novio, le daba igual. Las pocas veces que habían quedado hasta le había hecho caso omiso, como si no existiera, ni dirigirle la palabra. Aomine al menos intentaba no tomárselo a mal, ya conocía la dura relación familiar que mantenía Akashi.


Cuando volvió hacia su casa, Aomine estaba fregando los platos y aquello le extrañó, él no solía hacerlo nunca, era pésimo para las tareas del hogar, las odiaba a más no poder. Sólo podía significar una cosa, estaba nervioso por la prueba de mañana. Akashi se acercó hasta él y pasó sus brazos por la cintura del chico pegando su miembro al trasero de Aomine mientras apoyaba su cabeza en su ancha y fuerte espalda.


- ¿Ya estás de vuelta? – preguntó Aomine sonriendo.


- Sí, sabía que echarías de menos esto – le dijo acercando aún más su miembro al trasero de Aomine – aunque me gusta más cuando vas únicamente en delantal, me dejas todo tu cuerpo disponible. Mañana te quiero ver así.


- ¿Querrás celebrar cómo me dan el puesto o qué? – preguntó Aomine burlón.


- Sabes que ese puesto es mío, pero sí, querré celebrarlo contigo.


- Creo que mañana… serás tú el que esté a cuatro patas pidiendo a gritos que un jugador de la NBA te folle como nunca nadie te hará jamás.


Akashi sonrió y le giró con rudeza cogiendo su cabello y acercándole hasta él para besarle con pasión, metiendo su lengua sin cuidado alguno en la boca de Aomine que se dejaba hacer disfrutando de aquellos impulsos que tenía siempre su novio.


- Te equivocas mucho, Aomine, tu trasero siempre será mío – le dijo Akashi sonriendo.


 


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